Escritura Social

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from Blog de Doclomieu

Hoy he cambiado el modo de enfrentarme al blog. Las entradas que publico aquí las escribo primero en papel y, una vez terminadas, las transcribo, arreglando todas aquellas cosas que no me convencen demasiado. Pero hoy ha sido un día en el que he estado muy perezoso y, aunque he pensado en sentarme a escribir en papel, al final he preferido coger la tablet y teclear este texto a vuela pluma. Esta tarde, que he pasado en el sofá, he aprovechado para ver si encontraba algún podcast más que seguir, pero me he dado cuenta qué estoy buscando algo que no parece existir en la podcastfera en español.

¿Y qué es lo que busco? Ya he recomendado varias veces en mastodon el podcast Tinterías, un podcast sobre estilográficas, tintas y papel. Cada vez que sale un nuevo episodio lo añado el primero a la cola de AntennaPod. Este podcast empezó con dos presentadores y, desde hace ya un par de años, lo presenta solo uno de ellos. Me sigue gustando, pero me gustaba más cuando en el podcast eran dos y tenían invitados. La conversación entre ellos hacía que el programa fuese más dinámico y que se diesen algunas conversaciones no guionizadas muy interesantes. El problema con un solo presentador es que el programa puede llegar a parecer demasiado guionizado (pero, como he dicho, sigue siendo el primero en la cola de reproducción todos los lunes en los que sale programa nuevo).

He buscado programas similares, en los que hablen de estilográficas o papelería, y todo lo que aparece son podcast en inglés. Hay unos cuantos activos y, en la mayoría de ellos, hay dos presentadores que hablan sobre diversos temas. The Stationery Cafe y The Pen Addict son dos programas que me encantaría tuviesen su versión en español. En uno hablan de todo un poco y en el otro presentan, sobre todo, novedades. Los escucho y me gustan, pero, al no ser el inglés mi lengua materna, me resultan más cansados de escuchar (y si me he pasado el día leyendo papers o escribiendo algún artículo, soy incapaz de seguirlos).

¿Tengo, quizás, unos gustos demasiado raros? Muy probablemente. Pero sirva este post para hacer saber a quién se pueda estar planteando la posibilidad de hacer un podcast así, que aquí está su primer oyente.


Aclaración: De tanto en tanto se me pasa por la cabeza hacerlo yo, pero ya participé en un podcast con unos pocos episodios y fui incapaz de seguir. No me gusta mi voz grabada, no me terminaban de convencer los guiones que escribía y grabar el podcast me resultaba horrible. Por algún motivo era incapaz de hablar normal y terminaba con todos los músculos agarrotados, el diafragma dolorido y la garganta tomada (¡para 5 minutos de grabación final!).


Otra vez que no sé en qué categoría encaja esta entrada. La dejaré en #VidaCotidiana y en #Podcast (por si en algún momento añado la categoría al blog).

 
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from Ruido Coloreado

Hoy, escuchando una entrevista a @molly0xfff@hachyderm.io en Better Offline, el presentador terminaba el podcast con un alegato a favor del Internet de las personas, del contenido generado más o menos desinteresadamente por personas reales en contraposición al cada vez más imperante contenido generado automáticamente con el único fin de ser monetizado sin darle ninguna importancia al contenido en sí. La era del clickbait para epatar con un titular que no es más que una fachada de cartón piedra detrás de la que no hay nada.

Es algo a lo que llevo dando vueltas un tiempo y que se me ha reactivado hoy en una conversación en Mastodon con @xesfur@social.arroutaflix.com en la que me sugería llevarme mi hilo de lecturas de 2023 a un blog en condiciones para que se preservase mejor. Pero en ese caso es algo que me da un poco igual que sea efímero o escondido en mi pequeño rincón del fediverso. Además perderse no se va a perder porque el hilo no deja de ser la versión online de unas notas que llevo años tomando offline :–)

En general en los últimos tiempos he llegado a la conclusión de que mi presencia en Internet y los contenidos que genere estarán mejor en cualquier rinconcito olvidado gestionado por personas, no por empresas. No escribo por tener trascendencia o audiencia sino por mí mismo, por dejarle unas notas a mi yo del futuro para que las pueda leer y le ayuden a recordar qué pasaba por mi cabeza cuando las escribí. Y si además en el proceso me voy encontrando con gente interesante que en redes sociales comerciales nunca me encontraría por estar enterrados bajo toneladas de recomendaciones algorítmicas, pues tanto mejor.

En el fondo creo que lo que quiero decir es que me he caído de la burra de pensar que el fedi pueda cubrir el caso de uso de las redes sociales comerciales para el usuario medio. Me atrae más la idea de que esto sea un pequeño nicho en el que unos pocos frikis hablemos tranquilamente de ventiladores de techo, nos enseñemos fotos de nuestros Casios y nos enviemos croquetas para darnos ánimos en los momentos bajos.

Mantengamos el fedi pequeño y extraño.

 
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from seshen

Nunca llegué a lanzarme con eso de los diarios de agradecimientos, pero como dicen que al final del año o cuando estás de bajona te sirven para relativizar y querer quemar un poco menos a la humanidad, pues vamos allá aunque suene un poco cursi.

El jueves pasado coincidí con un anciano esperando al autobús. Era ciego y le faltaba un brazo, pero estaba bien ágil y se le notaba de buen humor. Varias personas le comentaron de ceder su asiento pero él comentó que se bajaba en dos paradas.

Así pues la ronda de gracias de varias cosas de la semana pasada:

  • Vista: porque aunque tengo mis cosillas (miopía galopante entre otras) aún la conservo.

  • Brazos: porque lo mucho que me sirven desde trabajar y bailotear a manejarme ahora que tengo muchos kilos encima.

  • Buen humor: por la gente que lo mantiene a pesar de tener circunstancias adversas, y por el mío (aunque vaya a trompicones).

  • Autobuses públicos: porque junto con el tren me gustan porque voy viendo el panorama y no van tan apiñados (o al menos no todos) como el metro. Vivo en una zona bien comunicada por varios de ellos y he de valorarlos más.

  • Gente decente: muchas veces nos quejamos de que hoy en día ya no queda gente decente, ni los más jóvenes ni los de otras generaciones... pero hay días que veo que sí que sí quedan muchos, es sólo que llaman la atención más los otros.

#agradecimientos #vista #brazos #transporte #buses #humor #gente #decentes

 
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from Blog de Doclomieu

El 10 de mayo de 2023, escribí en el blog una entrada titulada “La añoranza de lo absurdo”, donde hablaba sobre las cosas tontas que echaba de menos de España. En esa entrada, me preguntaba, al final, sobre las cosas que echaría de menos de Francia. Hoy, contesto a esa pregunta.

Lo primero que tengo que decir es que no echo de menos ni Francia ni a los franceses. Espero no tener que volver a poner un pie en tierras francesas en lo que me resta de vida.

Dicho esto, y dejando de nuevo claro que me ceñiré a la añoranza de lo absurdo, puedo empezar con la enumeración (y así no menciono a los dos amigos que dejé allí, que luego leen mis post y se crecen. Hola, C. Hola, J.).

  • El pan. ¿Cómo no voy a echar de menos el pan? Era fantástico. Todas las semanas compraba el mismo pan, una barra de kilo. Algún fin de semana también me daba el capricho y me compraba una barra especial de tomate seco y queso de cabra, para chuparse los dedos. Lo que nunca pude entender era la fama de la baguette. De todas las que probé de diferentes panaderías, ninguna me gustó.

  • Los pasteles de chocolate de la panadería de debajo de casa. Sí, los dependientes eran gilipollas (la tuve varías veces con ellos), pero cuando por fin entendían lo que les estaba pidiendo y podía irme para casa, se me olvidaba. Estos pasteles eran una auténtica explosión de chocolate en la boca.

  • El queso de Rocamadour. Un queso de cabra pequeño (como un medallón), intenso y muy cremoso. Los compraba en paquetes de 3 y raro era que durasen más de un par de días.

  • El vino caliente y los mercados de Navidad. Sé que todavía no es época y que el vino caliente lo he preparado otros años en casa. Sin embargo, hay algo diferente entre tomar el vino caliente en casa y tomarlo en el mercado de Navidad.

  • La fondue y la raclette. ¿Qué puedo decir de la fondue que no se sepa ya? La raclette puede que sea menos conocida. Se puede comer de dos modos y en los restaurantes se puede encontrar uno u otro. La versión que me gusta más es en la que te ponen media rueda de queso grande debajo de una fuente de calor. Según se va fundiendo el queso, hay que ir empujándolo con una espátula sobre pan, patatas o embutido. La otra opción, que está igual de buena, pero es menos “instagrameable”, es con una plancha, donde el queso (en lonchas) se coloca en una especie de minisartenes debajo de la plancha. Una vez fundido el queso, se empuja con una espátula sobre lo que se vaya a comer. Por lo que me contaron, el nombre de raclette viene, precisamente, de esa espátula. La fondue sé que voy a hacerla en casa, que para algo les tomé prestada la fondue a mis padres, pero la raclette...

¿Y no añoro nada más? Pues no. Tienen quesos buenos de más tipos, pero la mayoría se pueden encontrar en España o no son tan buenos como para añorarlos. La bollería está sobrevaloradísima. No soy muy de vinos, así que los que probé estaban buenos, pero nada sorprendente. Y, cómo no saben hacer cervezas, tampoco voy a echarlas de menos, porque las buenas que bebía eran belgas.

Estas son las cosas que voy a echar de menos de Francia, pero, salvo que mis amigos me las traigan cuando vengan de visita, sé que nunca más volveré a disfrutar de ellas.


Al igual que en la entrada original, las etiquetas de esta entrada son:

#Reflexiones #VidaCotidiana

 
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from Blog de Doclomieu

¡Sí! ¡Por fin! Después de los años que llevo dándole la matraca a mi pareja con la idea de hacerme un lacre, ya tengo el logo que voy a utilizar (4 años largos me ha costado).

Y todo se lo debo a @rpla@masto.es, quien me diseñó dos logos, uno para mi faceta personal y otro para la profesional. Los dos logos son muy similares, una lechuza rodeada por una corona de ramas de olivo. En el logo personal, la lechuza descansa sobre una estilográfica. Mientras que, en el logo profesional, la lechuza descansa sobre un martillo de geólogo. En el logo profesional aparece, además, la leyenda “Mutat paulatim”, es decir, cambiando lentamente, muy relacionado con mi tema de investigación. He dedicado “los mejores años de mi vida” a estudiar el mineral dolomita, un carbonato de calcio y magnesio, que parece aumentar su ordenamiento catiónico con el tiempo. En un trabajo que publicamos sobre muestras de dolomita de la Península Ibérica, estimamos que ese ordenamiento se producía en los ˜30 millones de años siguientes a su formación. Si necesita 30 millones de años para ordenarse... Creo que el lema elegido le viene que ni pintado a mi vida profesional.

Logo personal: lechuza apoyada sobre una estilográfica rodeada por una corona de olivo.

Logo profesional: lechuza apoyada sobre un martillo de geólogo rodeada por una corona de olivo.

¿Qué os parecen los dos logos? El primero ya lo utilizo como firma en este blog y ya tengo encargado el lacre para poder sellar las cartas que envíe. Me estoy imaginando enviando alguna carta a la administración con el lacre sellando la misma. Me gustaría ver la cara del hipotético funcionario (de la ANECA o la AEI en mi imaginación) al recibirla. Aunque lo más seguro es que solo lo use cuando envíe cartas a mis amigos. El segundo logo no lo he utilizado todavía, pero quizás, uno de sus primeros usos, sea como favicon de mi página web. Otra idea puede ser para utilizarlo en tarjetas de visita cuando vaya a congresos.

Tendré que pensar en otros usos para estos logos. Ahora que por fin los tengo (y ya no le doy la matraca a mi pareja con la búsqueda de un logo para mi lacre), tendré que darles uso.


No tengo muy claro en que categoría del blog encaja mejor este texto, así que creo que me voy a decantar por #VidaCotidiana

 
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from heyazorin

En unos días se cumplirán seis meses desde el cierre definitivo de mi cuenta de Instagram. Nunca antes había conseguido superar la adicción y acababa volviendo; ya fuera con el mismo nombre de usuario porque el plazo de arrepentimiento de treinta días no había expirado o ya fuera con una nueva identidad, obligándome entonces a buscar, rebuscar y rascar alguna que estuviera libre.

En octubre también se cumplirá el primer aniversario del cierre definitivo de mi cuenta de Twitter. Otro hito. Una nueva medalla que colgarme al pecho. Un galón que muestra al mundo lo cruento de la batalla ganada.

Twitter fue sustituido rápidamente por Mastodon —la cara amable de las redes sociales— sin embargo, Instagram no tiene fácil reemplazo. En la actualidad sigo apostando de forma intermitente por Pixelfed para compartir imágenes, pero soy consciente de que no va a llegar nunca a la población general. No importa. Ahí hasta que me canse.

La única parte negativa de abandonar dos de las redes sociales más utilizadas del planeta es dejar atrás a ciertas personas/personajes con las que te gustaría mantener el contacto. He intentado algunas triquiñuelas que tienen los días contados para seguir cuentas de Instagram desde fuera pero, tras la ilusión inicial, el servicio que lo permite es de pago.

Si algo aprendes a la fuerza tras tanto tiempo alejado de Instagram es que el FOMO se diluye como el medicamento en la homeopatía. Te olvidas hasta que recibes algunos inputs puntuales en forma de compartidos por amigos o conocidos. Ahí se reactiva ese FOMO que dejaste atrás, pero con menos lustre y más polvo encima. El tiempo todo lo cura y todo lo hace olvidar.

Lo que quiero destacar es algo que todos sabemos: no necesitamos esa dependencia. Es posible escapar de ahí. Seremos más felices si lo hacemos.

Al principio no sabrás qué hacer con tu dedo scrolleador, dónde guardarlo cuando no está en uso. Pero luego volverá naturalmente a tu mano, donde siempre había estado.

Al principio no sabrás en qué ocupar los momentos previos al sueño. Mirarás al techo. Te revolverás incómoda. Pero esa ansiedad se calmará. De verdad. Todo pasa. Y dormirás mejor y más profundamente sin soñar con la familia perfecta de María Pombo.

Cada vez estoy más cerca de la desdigitalización, un fenómeno que empieza a tomar forma en las aulas pero que me gusta utilizar para hablar de mi propia identidad digital.

Cada vez estoy más cerca de dejar de compartir contenido en internet.

No tiene sentido el altruismo digital en una época en la que todo sirve para entrenar IAs, mostrarlo a terceros con anuncios y alimentar a grandes corporaciones.

 
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from keyeoh

Advertencia de contenido: esta entrada responde a la necesidad de probarme en otro tipo de registro, y como respuesta a un reto personal. Contiene lenguaje soez, chistes de cacas y alguna que otra referencia a Sevilla, la Pantoja y Twitter.

Hoy vengo a confesar que me he aburguesado (léase con música de la condenada Pantoja). Sobre todo con las cosas del descomer. Vamos, del cagar de toda la vida, que puede ser que por aquí asome el morrete gente de ciencias, y esos suelen considerar que los sinónimos son palabras superfluas. ¿Qué es lo que me ha llevado a enfangar este diario con temas tan mundanos? ¿Acaso he decidido alejarme del lirismo y la angustia existencial, y abrazar las más bajas simas del caca-culo-pedo-pis de patio de primaria?

Pues no, querido valiente que has logrado llegar hasta este párrafo. Es mucho más sencillo que todo eso. Mi compañera, mi eterna sufridora, me ha retado de forma bastante disimulada.

—¿Por qué no dejas de dar por el culo— me dijo, tal cual, en la sobremesa— con tus depresiones de cuarentón cis-hetero-caucásico-privilegiado y escribes algo más divertido?

(Licencia poética arriba o abajo, que ahora mismo no recuerdo bien).

Y he aquí que a mí me ponen mucho los retos. Bueno, los cortitos. Que no sean muy cansados. Y si no hay que salir de casa y tratar con seres humanos, pues mejor todavía. Además, por que por una vez no hable de mi salud mental, tampoco es que vaya a pasar nada. Es más, hasta puede venirme bien. En fin, voy a intentar no dar más vueltas, y centrarme en el tema principal que me ha traído hasta este teclado: son las cosas de la vida, son las cosas del cagar (hoy me ha dado por lo folclórico y coplero, mira tú, que yo siempre suelo salirme más por el rock sinfónico y progresivo).

La premisa principal que quiero exponer es la siguiente: creo que la mayor parte de seres humanos defecantes sufrimos una progresiva inclinación por la intimidad según vamos dando vueltas al Sol.

Puede que recuerde, o que sea mentira, que una vez fuera de viaje de estudios de la EGB (se hacía en el octavo curso, equivalente al segundo de la ESO actual) y acabara en un hotel más bien discretito en una calle estrecha de Sevilla. Hasta ahí, ningún problema, pues no venía yo de familia de lujos y de aquella no sabía lo que eran las chinches.

El caso es que teníamos una habitación para seis o siete adolescentes de género masculino y un único baño. La intimidad sexual propia de la edad no era algo importante en aquella época, ya que lo habitual era que no hubiera menos de dos personas masturbándose en público y a la vez en cualquier momento del día o de la noche. Bendita juventud de los 90. Y luego todavía hay gente que siente nostalgia, en fin...

Sin embargo, el hecho de cagar era otra cosa. Algo más importante, y para lo que se necesita cierta capacidad de concentración y de entrenamiento. ¿Cuál era el problema? Que nuestra habitación no contaba con un cuarto de baño. Un solitario retrete nos saludó desde una esquina. Lo que es peor, alguien había pensado que era buena idea colocar una cortina de baño en forma circular, rodeando el trono, como única medida de separación.

Y ahí es donde nuestro querido hotel perdió para siempre la quinta estrella de nuestro amor. Es broma. De aquella no había estrellas ni portales de viajes. Ni tampoco chinches. El acto de defecar, tan natural en sí mismo, se convirtió en un desafío, una prueba del héroe, ya que eran muchos los peligros que acechaban.

El menor de los males era sufrir una colisión. Descorrer la cortina llena de moho y encontrar a alguno de tus compañeros de habitación dando lo mejor de sí mismo mientras besaba sus rodillas. No es lo mismo llamar a una puerta con mesura y recibir unas palabras amables informando sobre el estado de ocupación de tan ansiado recurso, que encontrarte de pie, sin palabras y apretando el esfínter delante de otra persona, también sin palabras, mirándote desde abajo. Grandes diálogos de la historia de la humanidad han tenido lugar en momentos tan intensos, pero pocos fueron registrados y sobrevivieron hasta nuestros días.

En otras ocasiones, la suerte estaba de tu lado y llegabas el primero a conquistar la colina de la hamburguesa, a desplegar una avanzadilla que te permitiera liderar con éxito la contienda. Es en estas ocasiones cuando la cortina demostraba su eficiencia como dispositivo de contención de gases no tan nobles. Al mínimo contacto con dichos gases, solían comenzar las revueltas populares y el lanzamiento de objetos contundentes contra (o por encima de) nuestra ya famosa cortina.

Pongo al Monstruo del Espagueti Volador por testigo de que yo he visto lanzar navajas de abanico en situaciones que se hubieran resuelto de forma pacífica con una mayor ingesta de fibra. Otro día podría escribir sobre la extraña querencia que los chavales de mi generación tuvimos por dichas navajas, shurikens, y objetos punzantes de todo tipo. Pero eso es otra historia y me estoy desviando de nuevo.

Otra de las opciones es que alguien decidiera invertir todas las posibilidades artísticas de una máquina de fotos desechable para conseguir un bonito álbum lleno de estampas familiares. Una foto de la Giralda, otra en Plaza de España, y veinte de compañeros cagando. Y, por supuesto, la reprimenda de sus progenitores por haber sido tan idiota. Estoy seguro de que muchos paparazzi y periodistas de la prensa rosa sintieron la llamada y encontraron su vocación en un momento como aquel.

Lo que está claro es que el acto de ir al baño era algo social, divertido y entrañable. Cuántas amistades se forjaron a fuego en aquellos momentos. No sólo en aquel hotel de Sevilla, sino también en todos aquellos campamentos de verano en los que tenías que hacer tus necesidades en el bosque, armado de una pequeña pala para cavar un agujero y algo apañado para limpiarte. O los baños infectos de bares, discotecas y gasolineras en noches de juerga eterna y juventud desmelenada. A día de hoy, me río del WC de la película de Trainspotting cuando veo el de algunos áreas de servicio en nuestras carreteras.

¿Qué nos pasó entonces? ¿En qué momento nos volvimos tan burgueses como para escoger con premeditación y alevosía el lugar y el momento de cualquier futurible deposición?

Quizás fue el mayor nivel adquisitivo. Cuando éramos jóvenes, cagábamos donde podíamos, no donde queríamos. Pero una vez que trepas por la pirámide social (aunque sea un poquito) y encuentras el trono de tus sueños, es difícil volver atrás. Cuando no conoces más que el papel higiénico del elefante, aquella versión descafeinada del papel de lija, ignoras los placeres reservados a los usuarios de las dobles y triples capas diseñadas por cachorritos de Labrador.

También está el tema del envejecimiento. Con la edad, todo son peros. Dificultades para ir al baño. Las terribles hemorroides y otras patologías anales que, como las chinches, no existen cuando eres joven. Prueben a decirle a su hijo de quince años que si está mucho tiempo sentado en el inodoro viendo vídeos de TikTok se le acabará saliendo parte del recto por el ojal, y verán la cara de incredulidad que se le pone. Angelitos.

Quizás cuando el acto de ir al baño se convierte en un pilar de tu bienestar, en un pronóstico del resto de tu día, no estás tan dispuesto a compartirlo con amigos como antes. A lo mejor todo esto no es más que el reflejo de nuestra forma actual de socializar, tan dependiente de nuestros teléfonos móviles y de las redes sociales. Quizás ya no estemos dispuestos a cagar en sociedad por la misma razón por la que hablamos por videoconferencia o ligamos gracias a aplicaciones en el móvil.

La solución a todo esto pasaría por la creación de una red social destinada a compartir nuestros movimientos intestinales vía texto, imágenes o vídeos en directo o diferido, y algún que otro algoritmo de recomendación que nos propusiera defecadores afines, o esfínteres gemelos. Espera un momento. A lo mejor es esto lo que está planeando Elon Musk con sus maniobras en la red antes conocida como Twitter. Ahora que lo pienso, el contenido de la misma lleva ya mucho tiempo desprendiendo olor a mierda.

 
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from keyeoh

¿Qué se puede contar sobre la procrastinación que no se haya contado ya? ¿Cómo puedes explicarle a otro ser humano que tu cuerpo se queda bloqueado a pesar de saber exactamente qué es lo que tiene que hacer para ser feliz? ¿Por qué contarlo aquí y ahora cuando podría hacerlo mañana?

Al final, es duro admitir que son los pasos que no damos los que determinan quién eres y en qué puedes convertirte.

Envidio a aquellas personas que, teniendo talento o no, se sientan y trabajan en aquello que les gusta. Espera un momento. Aquello que les gusta, o les hace sentir bien. Porque una afición puede tener tan sólo un afán terapéutico. A mí a veces me gustaría lanzarme a escribir sólo por mantener a mi cerebro lejos de las habituales nubes negras que me acompañan.

Antes de saber quién queremos ser, quizá deberíamos pararnos e identificar el lugar exacto del que partimos. ¿Quién soy? Admiro con locura a aquellos que lo tienen claro. O que creen tenerlo claro.

El camino es largo y tiene muchas etapas. En cada una de ellas, el punto de vista es distinto. A mis años, yo ya no tengo sueños de gloria. Sólo quiero disfrutar del camino, de cada paso, sin tener que pedir permiso.

Me gustaría saber dónde está el puto interruptor que controla este mecanismo de ¿defensa? Accionarlo y no mirar atrás. Escribir 50 palabras hoy, una poesía mañana, o quizás mi opinión desinformada sobre algún juego retro o de nicho que no le interesa a nadie.

Quiero hacerlo, y me gustaría que este fuera el sitio y el momento en que todas estas nubes negras se convirtieran en un recuerdo. En un eco de una etapa turbulenta, pero etapa, y finita, al fin y al cabo.

 
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from keyeoh

Cobarde sintió todo el peso del sábado sobre sus hombros. Los remordimientos escupieron su veneno y lo cegaron, dejándolo solo y a oscuras. Entre las sombras, los ecos apagados de victorias pasadas se apagaban en el tiempo como estrellas moribundas. Abrazado a sus piernas, y aferrado a la poca ilusión que le quedaba, lloró y extendió su voz en busca de un punto de apoyo.

La oscuridad no contestó. Cobarde escuchó con atención, buscando alguna pista o una brizna de optimismo. Supo al momento que se encontraba solo. Pero no en el vacío común de los desfavorecidos y abandonados a sí mismos, sino en el pozo forjado por la incapacidad de enfrentarse a su naturaleza.

Cobarde quería salir de allí. Quería navegar. Sentir en la cara el viento que porta a aquellos que se atreven a coger el timón cuando el resto de la humanidad se agarra las tripas para no echarlas por la borda. Deslizarse hasta el amanecer de una nueva actitud. Lograr al fin calmar las voces. Aquellas que le recordaban que su vida no era más que una acumulación de proyectos inacabados.

Clavó las uñas de sus manos en el suelo frío y húmedo. Algo viscoso se movió entre sus dedos. Se puso de rodillas y sintió el peso de mil años de oscuridad sobre su espalda. Mil años sin saber a dónde ir. Mil años perdidos por no atreverse a dar un paso.

El dolor lo atravesó como una espada oxidada, arañando su alma e infectando toda su profundidad. Se desplomó contra el suelo y su rostro aterrizó sobre un charco de puro resentimiento. Provenientes del vacío que lo rodeaba, las risas se abrieron paso y se adueñaron de su cabeza. Se agarró, las dos manos cubriendo sus oídos, y agitó el avispero en que su ansiedad lo había convertido.

Cobarde lloró y se acurrucó de nuevo en su rincón favorito. Sus lágrimas formaron un humedal, una diminuta vía de esperanza bajo la línea de flotación. Pero Cobarde se estaba riendo. Lo hacía mientras contemplaba la uña rota en su mano derecha.

Esta vez tenía pruebas. Esta vez lo había intentado. Al día siguiente, miraría la uña cuarteada y recordaría que todavía le quedaban fuerzas para intentar salir de allí.

 
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from seshen

Probando, probando, porque echo de menos escribir y leer en LiveJournal, o los tiempos del LiveJournal, aún cuando tengo pendiente volver al Tumblr.

He estado brujuleando un poco en Medium y Substack pero aunque los usaré para seguir o pequeños posts, no me terminan de convencer. Lo mismo con la eterna batalla WordPress vs. Blogger. Los veo muy centrados en lo monetizado, estadísticas y chuchadas varias... y yo sólo busco escribir para mí y una comunidad cercana afín para interactuar, no tener millones de followers, likes o estrategias de crecimiento y productividades.

Dejé Tumblr y el blog por pereza, trabajo, la muerte de mi sobremesa y estudiar oposiciones. Dejé muchas cosas que me gustaban y quiero irlas recuperando. E irme recuperando.

#blogs #escribir #reinicios

 
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from Lo necesario imposible

Es importante para mí poder retomar los poemas de sus borradores, poder revisarlos para intentar que digan algo más allá de la versión, casi siempre más cerca del impulso inicial que del poso, en la que quedaron atrapados en la libreta de trabajo. Poder incorporar pausa, el ahora sintiente, las anotaciones que en su momento dejé, algún alfiler certero de buenos lectores amigos hace que los poemas mejoren, digan más, se abran más, nos muestren más.

Para eso era este espacio al que ahora vuelvo. Noto que me esperaba, que es refugio.

Que la realidad no nos haga olvidarnos de la querencia ni de lo desconocido.

Dejo el último poema revisado.

DESEO MALDICIÓN CANTO

te deseo enemigos indescifrables que no puedas someter bajo el peso de tu lógica te deseo vivir confuso disparar a la espesura porque temes el complot de las bestias ajenas a tu espectro te deseo chicharras y lechuzas anidando y desovando en el nido de la idea centro de tu orden que sientas la zozobra de no saber cómo repta hacia ti la parte extinta de la luz la duda rumiante del indefenso que se paraliza porque desconoce de dónde emana la ponzoña qué se ha quebrado en el cuerpo muralla que ya no alcanza para la violencia dialecto excluyente para parir poder para continuar fingiendo te deseo que seas derrotado despacio que necesites recuperar el rezo y la ofrenda a los dioses de la sombra dioses viejos casi humanos guardianes herejes de las piezas los retales y los refugios que faltaban en tu piel pergamino polvo habitante hecho puré de cumbre te deseo cimarrón en esta orilla de los que comprenden que no importa ojalá te encuentre huido de la ley hacia el gorjeo y que aprendas sin la fuerza la humildad del acosado


#poesía #revisiones

 
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from Jorge Sanz

Nada como darle una razón a una web, en este caso escribir desde la mecedora en la que duermo al crío, para que cambien los hábitos y deje de tener sentido susodicha razón 😅.

El crío dejó de despertarse gritando a cualquier hora de la madrugada y pasó a venirse en silencio a dormir a nuestra cama con su peluche Paco y su botella de agua. Hemos ganado todos con el cambio, aunque en verano sea algo más incómodo.

Supongo que copiaré el par de artículos que tengo por aquí a mi blog personal y en algún momento aparcaré este proyecto.

Y eso que me encanta este medio. Poder publicar desde el móvil casi sin fricción, en comparación con el flujo de trabajo de mi web es cuando menos refrescante. Tal vez lo mantenga como sitio en el que gestionar borradores, por tenerlos siempre a mano, pero no sé si es un poco desperdiciar recursos en escritura.social, sinceramente.

En cualquier caso me encanta seguir en el reader a la buena gente que publica por aquí (Fernando, Daniel, Editora, etc.) y espero que la comunidad siga creciendo. Para alguien que simplemente quiere escribir contenidos no se me ocurren sistemas más agradecidos.

 
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from Retales, por @editora

Esta mañana, tras una conversación sobre iglesias y cosas varias, le he propuesto a @NebelRebe@xarxa.cloud crear un grupo punk llamado «Las bendecidas».

Entonces, @borjadelgado@laterracita.online ha comentado:

Pero PARFAVAAAAAARRRRR Todo esto necesita estar escrito y recogido en un sitio fácilmente accesible ❤️❤️❤️

Así que me vengo aquí a contar el origen de todo esto y a copiar la conversación, y cito, para empezar, a NebelRebel:

Cómo empiezas buscando planes un sábado y, pasando por la iglesia, acabamos montando un grupo punk. Las memorias.

La cosa es que Nebel buscaba un sitio donde refugiarse unas horas que se queda colgada en un sitio y no encontraba nada: bibliotecas, museos... todo cerrado. Y el tema ha seguido así:

@editora Ya sé que suena raro, pero yo como refugio cuando tengo que hacer tiempo suelo entrar en un iglesia. Suelen estar abiertas y en esta época se está fresquito. Aunque es verdad que a esas horas lo mismo también pillas las iglesias cerradas (o no hay).

@NebelRebel hay un par, pero no lo contemplo como opción. Digamos que a los curas, en general, no les hago mucha gracia (ni ellos a mí) y o no les gusta que pase mucho rato en su iglesia o vienen a evangelizame, que no sé qué es peor.

@editora Mira, una de las ventajas de que soy invisible es que ni se fijan en mí. Ya que la Iglesia no sirve para nada, al menos que sus iglesias sirvan de refugio climático. Yo lo considero incluso activismo.

@dragonas ostia me incomodaría muchísimo entrar a echar el rato a una iglesia, no se have raro?

@editora En Soria vivo al lado de una joya del románico, por mí me pasaría horas ahí, pero lo que sí es rarísimo es cuando salen las monjas de clausura a una zona que tienen tras unas verjas, pero que las ves, y son como una aparición espectral. Ahora bien, son clarisas, y desde las clarisas cismáticas, como que las veo de otra manera XD

Por lo demás, una iglesia es un edificio fresquito, con bancos, abierto y en el que no tienes que consumir. Yo como soy muy de estar a mis cosas, me siento a pensar, sin más. Pero claro, yo tengo espíritu de ermitaña.

En Bcn, por cierto, iba mucho al claustro de la iglesia de Sant Pau en pleno Raval. Una maravilla. Un sitio con sombra y verde y que solo costaba entonces 50 ct y que no habían descubierto los turistas. Solía estar yo sola. Un remanso de paz en pleno barullo.

@NebelRebel St.Pau es monasterio, técnicamente. Es la iglesia más antigua de Barcelona. Originalmente estaba extramuros, por eso es Sant Pau del Camp (del Campo). Mi madre y sus hermanos fueron bautizados e hicieron la comunión allí. Mis padres se casaron allí. Les casó un cura republicano que ya estaba retirado y que, durante la dictadura, escondió una imprenta ilegal bajo la iglesia donde hacían panfletos rojeras. 😂

@editora ¿Tus padres se casaron en St. Pau??? Qué bueno. Me encanta ese sitio ❤️

@NebelRebel sí, y además fue una de las primeras bodas oficiadas en catalán, tras el franquismo. Se vinieron tan arriba ellos y el cura que, para salir de la iglesias, sonaron Els Segadors.

en realidad, a mi me tenían que bautizar allí también, pero el cura que había casado a mis padres ya no estaba, y el que tomó su puesto era muy borde. Les puso un montón de impedimentos y tuvieron una enganchada mi madre y él bastante sonada. Así que acabaron bautizándome rollo express en la Catedral, en la capilla del Cristo de Lepanto. 😅

@editora Toma ya. Yo pensaba que ibas a contar que habías tenido la suerte de ahorrarte el bautizo, pero este giro de guión no me lo esperaba. Así que bautizada en la mismísima Catedral... eso sí que es nivel :)

@NebelRebel ojalá habérmelo ahorrado, pero no. Bautizo y comunión, check. 😂 Lo de la primera comunión es muy divertido porque no me la dieron en la ceremonia de la PRIMERA comunión. El cura nos la dió el día antes porque PATATAS. Se lió con las confesiones y al final a mí no me confesó antes de dármela. Yo no tenía ni idea, pero en teoría, si tomas la eucaristía sin haberte confesado antes estás cometiendo sacrilegio. Así que bueno... Muy bien no empecé y la cosa no fue a mejor después. 😅

@editora A mí me pasaron por el manto de la virgen del Pilar siendo yo bebé y salgo berreando en brazos del monaguillo con pintas de que voy a morderle, jaja. Luego en el pueblo fui la última generación de bebés bendecidos por el mismísimo obispo pasando en burro por las calles y echando agua bendita. Te ponían en un canasto en la puerta de casa y el día del Corpus pasaba el obispo a darte la bendición. El mío fue el último año que pasó. A mí me flipan estos folklorismos.

@NebelRebel a mí también. Un poco además porque,a la que escarbas un pelín, todo ésto tiene una base pagana estupenda.

@editora Entre tu bautizo en la Catedral y mi bendición el día del Corpus, podemos crear un grupo punk: Las bendecidas XD

@NebelRebel Habrá que hacer una versión del “Quiero ser Santa” de Parálisis Permanente, para rematar. 😂

@borjadelgado Pero PARFAVAAAAAARRRRR Todo esto necesita estar escrito y recogido en un sitio fácilmente accesible ❤️❤️❤️ Vuestro punkismo eclesiástico costumbrista revolucionario es TOP SHIT !!!

@NebelRebel Y eso que aquí no os he contado La Movida en el colegio de curas. Que me pasé el ultimo año obligada a sentarme en la primera fila de la capilla durante las misas por culpa de Kurt Cobain, mis pintas y el Satanic Panic.

Creo que “punkismo eclesiástico costumbrista revolucionario” es un buen subtítulo para nuestro primer disco. 🤣🤣🤣

 
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from Retales, por @editora

Hubo algún tiempo en el que tal vez me gustó la verbena del pueblo. Las fiestas, los bailes en la plaza. Es un tiempo que pertenece a un pasado que no recuerdo, pero sé que existió porque las amigas de mi abuela, la mayoría ya fallecidas hoy, guardaban en su memoria lo «salada» que yo era de pequeña moviéndome al son de «los pajaritos» y tenían a bien recordármelo año tras año. Su memoria envolviendo a la memoria de esa niña diferente que en cuanto creció un poco dejó de ir a la plaza.

Recuerdo hoy, un viernes en el que son las fiestas del barrio en casa-padres (ya solo casa-madre) mientras suena la música en la plaza detrás del edificio y preveo una noche de no dormir, un texto que escribí en una de mis vidas pasadas, un 26 de junio de 2005 en Sitges. Sigue tan vigente a pesar de los años y del cambio de escenario que lo rescato aquí:

Recuerdos de verbena

Hoy hace una noche perfecta. El calor bochornoso del día ha desaparecido y sopla un vientecito fresco. Regreso a casa tras un paseo por el mar y me encuentro con que son las fiestas de mi barrio. La plaza está llena de mesas y gente comiendo y bebiendo, y a un lado algunos bailan al son de una orquesta. Estoy ante una típica verbena de pueblo, con sus abuelitas bailando pasodoble, los niños jugando a tirar petardos, las parejas maduras compenetradas en el baile, los jóvenes haciendo como que bailan bailes antiguos y los mayores haciendo como que bailan bailes modernos.

Yo, como siempre, estoy de observadora. Ése ha sido siempre mi papel. Nunca me apetecía bailar, nunca quería integrarme en esa escena. En los veranos de pueblo la observaba sintiendo que había todo un abismo entre aquella gente y yo. Si alguien se acercaba y me pedía bailar, me negaba rotundamente. Pero tampoco podía quedarme en casa, alguna extraña fuerza me llevaba siempre a observar aquella escena desde mi otro lado del cristal. Mis padres hacían lo posible para que me integrara. A mi madre no le gustaban demasiado los bailes, pero salía a la plaza para acompañarme, y mi padre solía sacarme a bailar un pasodoble o un vals. Ahora me enternece su gesto, pero entonces sólo quería que me dejaran sola.

No sé cuándo empecé a formar esa barrera entre el resto del mundo y yo, pero no siempre fue así. Mi madre y las hermanas de mi abuela me suelen recordar lo «salada» que yo era de niña, y lo mucho que se divertían viéndome bailar sola en el medio de la plaza «los pajaritos». Dicen que a mí me gustaba mucho bailar, pero yo no recuerdo esa época.

Al principio, la distancia abismal entre la vida de la verbena y yo me dolía como algo propio que en realidad es ajeno. Como saberse parte de algo y no poder pertenecer a ese algo. Como un árbol que de forma misteriosa hubiera podido crecer con las raíces tres palmos por encima de la tierra que debería alimentarle. Como si sólo un gesto sirviera para adentrarse en la vida que nos pertenece, pero algo tirara de nosotros y nos impidiera ese gesto.

Después, aprendí a acomodarme en mi lado del cristal, y las escenas al otro lado ya no me dolían como propias. Sucedían delante de mí, simplemente, y yo nada tenía que ver con ellas. No quería pertenecer a ellas. Sólo las observaba. Más tarde incluso dejé de ir a la plaza y me limitaba a escuchar la música desde mi habitación mientras trataba de dormir como si fuese un día más.

Y hoy estaba otra vez ante una verbena de pueblo. Pero hoy era distinto, porque sonreía viendo la escena, y además tenía ganas de bailar. Sonreía pensándome con ganas de bailar. No me sentía muy distinta a la niña que una vez bailaba «los pajaritos». Y el viento me ha traído unas palabras «Baila. Sola o no. Baila como quieras pero no te quedes observando, no te pierdas nunca poder disfrutar».

«No te quedes observando». Esa frase viene de otro mundo, atraviesa el cristal y sacude mi espacio. Pero en ese momento la sacudida es tan violenta que me tambaleo y ya no puedo seguir allí. No puedo seguir observando, pero no puedo participar de la escena. La sonrisa de antes me tiembla. ¿En cuál de los dos lados estoy? ¿En cuál quiero estar? Decido regresar a mi refugio de palabras. Lo leí ayer mismo, «para reflexionar sobre algo, yo, previamente, necesitaba plasmar ese algo por escrito».

Escribo y observo. La música suena a lo lejos tras mi ventana. Observo y escribo. Los recuerdos. Los deseos. Los espejismos.

Lo sé, tendría que haber bailado…

 
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from O corvo gralla

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Comezarei dun xeito que rexeitaría calquera manual moderno de periodismo: chafando o clickbait, quebrando o anzol e anticipando un par de parágrafos a descuberta do tema verdadeiro: neste texto non vou falar de Taylor Swift, senón de min, e, quizais, de ti.

Os concertos da artista estadounidense en Iberia (primeiro en Lisboa, despois en Madrid) trouxeron ríos de artigos, noticias, reportaxes e comentarios, moito balbordo e barafunda e pouca harmonía. Porén todas e todos saberedes que é un fenómeno mundial que atinxe a moitos máis ámbitos que os da música e que devén incontestabelmente do pulo das millóns de fans incondicionais que seguen cada un dos seus movementos. Noutros tempos –máis ben noutras circunstancias– eu tería formada unha clara e asertiva opinión sobre o fenómeno fandom en torno á cantante, e de camiño sobre a persoa e a súa música, e esa opinión estaría alicerzada sobre a desinformación e o prexuízo, porque os que temos estudos e un algo de cultura (e somos homes, que moito hai deso tamén) e mesmo loitamos activamente contra a desinformación e polo espíritu crítico, caemos a cotío nesta superioridade cultural que apaga selectivamente todas as luces da sabiduría e o coñecemento. Non vou aquí a despregar o catálogo de argumentos e diatribas que tería usado, nin tampouco das supostas virtudes e bondades da de Pensilvania; xa dixen que non ía falar de Taylor Swift. Mais o caso é que agora eu non son quen de desprezar e abafallar a cantante e as súas fans porque as circunstancias da miña vida inscríbenme nun contexto distinto que me arreda do cinismo e acouga o xuiz prevaricador que levo dentro: teño unha filla swifty, dun swiftismo que, agás o dos cueiros, cumpre cada un dos estereotipos: suspensión de todo espíritu crítico no que respecta á cantante, memorización de todas as letras de todas as cancións, seguimento constante de todos os seus movementos, inserción activa nos círculos de fans e entrada nun éxtase irracional ante a aparición da artista no concerto. Mais a miña filla é unha persoa intelixente, comprensiva, crítica, e isto, unido ao feito obvio de que é a miña filla, fíxome pensar que quizais detrás desta paixón desmedida había algo máis que un fenómeno naíf, que quizais ela –a miña filla– merecería outra mirada, unha menos sinxela e prexuizada.

Velaí a miña realidade: se non fora pola proximidade, o cambio de perspectiva e punto de vista, a variación do enfoque, seguiría a ter (e difundir) unha visión superficial dun fenómeno complexo. Non falo en absoluto dun relativismo cultural pop que valide calquera manifestación artística ou movemento social acriticamente; falo de molestarse en coñecer, de escoitar e non de ouvir, de aprehender, de observar e comprender en troques de xulgar. E se temos preguiza, se renunciamos a ese esforzo, se o asunto non nos interesa abondo como para perder o noso valioso tempo en estudalo, entón aínda temos un recurso infrautilizado e marabilloso, un arma revolucionaria que podería chegar a cambiar o mundo: dicir «non sei», «descoñezo o tema», «non estou informado», «non teño unha opinión formada»… Xa que logo: recoñecer a propia ignorancia.

Non sería completamente honesto se non vos falase dun aliado nesta aprendizaxe: o tempo, o vento da idade que púe e desbasta as arestas e frea o ímpeto e bota capas de experiencia sobre o cinismo e a prepotencia. Ollo, non estou dicindo que eu fora un auténtico cretino, nin sequera un imbécil de baixa intensidade: abonda con ser un home e levar de serie a necesidade ancestral de marcar territorio.

E vale; marcho axiña a facer pulseiras da amizade.

 
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