Escritura Social

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from @ArianeDeTroil@escritura.social

La demonización de un colectivo débil es el veneno por el que se dispersa el odio y el fin de la civilización. Así lo refleja Victor Klemperer en su magnífico LTI: La lengua del Tercer Reicht. Valga este fragmento como muestra (páginas 68-69, traducción de Adan Kovacsics):

En eso llegó el nacionalsocialismo a Sajonia. Observé en T. los primeros síntomas de un cambio de postura. Le pregunté cómo podía simpatizar con esa gente. —No quieren nada distinto que los socialistas —respondió—, también son un partido obrero. —Pero ¿no ves que quieren la guerra? —A lo sumo una guerra de liberación en beneficio de toda la comunidad del pueblo y, por tanto, también de los trabajadores y de la gente humilde... Empecé a dudar de la amplitud y fortaleza de su mente. Intenté hacerlo entrar en razón desde otro lado: —Has vivido durante años en mi casa, ya sabes cómo pienso y a menudo decías haber aprendido mucho de nosotros y coincidir con nosotros en tus valoraciones morales..., ¿cómo puedes entonces apoyar a un partido que me niega la condición de alemán y la humanidad por causa de mi origen? —Te lo tomas demasiado en serio, babba. (El uso del dialecto sajón sin duda pretendía introducir un matiz ligero en la frase y, en general, en la discusión.) El follón con los judíos solo sirve de propaganda. Ya verás, cuando Hitler acceda al poder, tendrá otras cosas que hacer que insultar a los judíos... Pero el follón surtió su efecto..., incluso sobre nuestro hijo adoptivo. Al cabo de un tiempo le pregunté por un joven al que conocía. Se encogió de hombros: —Está en la AEG, ya sabes lo que significa... ¿No?.... «Todos auténticos germanos» [Alles Echte Germanen]. —Se rió y se extrañó de que no me riera con él. Luego, después de un tiempo sin vernos, nos llamó por teléfono para invitarnos a comer. Era poco después de la toma de posesión de Hitler. —¿Cómo van las cosas en vuestra empresa? —le pregunté. —Muy bien —respondió—. Ayer pasamos un día grandioso. Había unos cuantos comunistas insolentes en Okrilla y organizamos una expedición de castigo.

Una y otra vez, Klemperer asiste a cómo personas otrora decentes con las que mantenía una relación afectuosa, van deslizándose hacia ese mal que ataca a la sociedad. Rebelémonos ahora que aún hay tiempo. Nadie es menos alguien que el resto.

 
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from torresburriel

He publicado hace un rato una story en Instagram que he rotulado con una frase que me ha salido del alma: esa sensación de nervios y síndrome del impostor, justo antes de salir al escenario.

Hace poco hablaba con un amigo que, además, es un personaje bastante influyente en el ámbito tecnológico español, y comentábamos que cada vez había menos eventos. Mejor dicho, cada vez nos llamaban menos para hablar en eventos. Tengo claro que una razón tiene que ver con el cambio generacional. Tanto él como yo somos tipos que hemos cruzado ciertas fronteras en edad, y tiene que haber sitio y espacio para que otras personas más jóvenes ocupen esos espacios de comunicación. Y seguro que nuestro discurso no está tan actualizado, o no tiene la frescura que la audiencia actual espera.

En todo caso, ese no es el tema. El tema es que no importa cuánto tiempo pase, hay un momento en el que, justo antes de salir al escenario, no puedo evitar la misma sensación de nerviosismo y ese maldito síndrome del impostor que me hace dudar de si estaré preparado para salir a contar lo que quiero contar. Incluso siempre me da tiempo a pensar si llevaré bien metida la camisa por dentro del pantalón, de manera que en las fotos que me hagan salga más o menos bien. Siempre pienso que va a haber una parte de la camisa que se ha salido y va a estropear la foto.

En todo caso, la reflexión me sirve para poner sobre la mesa esa idea de que cada vez que uno se expone en público para compartir algo de lo que sabe o cree saber, hay una sensación de nervios que es inevitable. Y que a su vez tiene algo de adictivo. Estoy nervioso pero quiero estar aquí. Me gustaría estar más tranquilo pero no lo puedo evitar.

En fin, la vida.

 
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from torresburriel

Es curioso, o no, que siempre que regreso de pasar tiempo en un evento me apetece muchísimo escribir. Este fin de semana pasado estuve el sábado y el domingo en el Pro Marketing Day, organizado por la gente de AulaCM. El primer día en calidad de ponente, el segundo disfrutando como uno más de lo que allí se pudo ver y escuchar.

Lo cierto, y verdad es que más allá de los contenidos que proponen los organizadores, uno de los atractivos fundamentales de los eventos es el networking. Conocer a unas personas, desvirtualizar a otras, entablar conversaciones, descubrir contactos, sinergias y por supuesto posibilidades de colaboración. Esto es algo que ha funcionado y por mucho que ahora los eventos sean menos de comunidad y más de empresas (ese es un melón que me gustaría abrir algún día), se mantiene intacto, por mucho que pase el tiempo y por mucho que uno, que peina demasiadas canas ya, se vuelva un poco escéptico de casi todo. Afortunadamente, no ha sido el caso. Y no es el caso en la inmensa mayoría de los eventos a los que asisto, por no decir en el 100% de ellos. Eso es una señal estupenda.

La cuestión es que me he venido a Zaragoza con varios pensamientos que ya me acompañan en modo Backlog cerebral:

  • Necesito y quiero tiempo para poder ir a más eventos y enfocarme en lo mucho que me puedo enriquecer hablando con otras personas. Quizá llevo demasiado tiempo en la cueva (este es otro melón que más tarde o más temprano tengo que abrir).
  • Exponerse dando conferencias es una de las mejores pruebas de humildad que un CEO puede experimentar. Es muy fácil volverse imbécil, deleitado por los aplausos. Es más difícil mantenerse en el top, y ese es el reto.
  • La capacidad de aprendizaje me sigue fascinado. Cuando uno va con actitud para aprender, siempre encuentra algo valioso. Eso es algo que difícilmente se encuentra en redes sociales o haciendo scroll infinito sin parar.
  • Últimamente, lo que más me motiva es aprender de tanta gente joven talentosa con la que me encuentro. Es un reto, un placer y una fuente de conocimiento distinta.

No me voy a poner a hacer aquí una colección de personas a las que he conocido o con quienes he hablado para mencionarlas. Esto es un lugar de anotaciones para mí, y si a alguien le sirve, estupendo. Pero es cierto que trataré de buscar el tiempo y el espacio para hacer esa recopilación, porque bien merece la pena el talento que he descubierto y con el que me reencontrado.

 
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from torresburriel

Hoy he estado en Zaragoza Activa compartiendo lo que llevamos meses experimentando en el estudio. Lo de la IA y el diseño UX no es cosa de futuro, está pasando ahora mismo y está cambiando cómo trabajamos.

Lo tengo clarísimo: la IA no viene a quitarnos el trabajo, viene a quitarnos la parte aburrida del trabajo. Y para mí eso es una pasada.

En el taller he mostrado cómo estamos usando herramientas como Claude para generar mejores guiones de entrevistas y analizar patrones, Perplexity para investigar tendencias sin morir en el intento, y Notion AI para estructurar conceptos en un suspiro.

Para el prototipado, Figma con sus plugins de IA, Galileo AI y Relume nos están ahorrando horas de trabajo mecánico. Y Claude SVG para ilustraciones vectoriales me está salvando más de un apuro.

Pero si algo me ha quedado claro mirando las caras de los asistentes es que hay miedo. Lo entiendo. Yo también lo tuve. Hasta que empecé a ver estas herramientas como compañeros de equipo y no como amenazas.

Al final la clave está en lo que siempre he defendido: no se trata de usar todas las herramientas disponibles, sino de elegir estratégicamente las que multiplican el valor sin perder el foco en las personas.

El diseño sigue siendo humano, seguimos diseñando para humanos y la empatía no se puede programar. La IA es rápida generando alternativas, pero somos nosotros quienes decidimos cuál tiene sentido.

He salido con energías renovadas. Esta revolución no ha hecho más que empezar y tengo la sensación de que los que nos adaptemos vamos a disfrutar de una nueva era del diseño donde por fin podremos centrarnos en lo que realmente importa: entender y resolver problemas de las personas.

Y eso, a fin de cuentas, es por lo que me metí en esto del UX hace ya mucho tiempo.​​​​​​​​​​​​​​​​

 
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from O corvo gralla

Este artigo ten unha versión en podcast que podes escoitar (e subscribirte se che gusta) en Ivoox ou en Spotify. Estou tamén en Podgalego

Mirade, ando un pouco farto dos eloxios da lectura. Na realidade debería dicir que estou moi farto, que estou cheo, que sinto un proído intenso cada vez que escoito gabanzas desmedidas dos libros e do acto de ler, mais unha das vantaxes de avellentar é que cada vez estou máis perto da ataraxia, ese estado epicúreo de ánimo apracíbel, imperturbabilidade e sosego. Emporiso, aturo mal eses encomios feitos quer desde un entusiasmo vacuo, quer desde unha intelectualidade elitista.

Escoitaba estes días dicir a un tertuliano na radio que «hai xente que xa non le»; dicíao coa suficiencia do cabalo que pensa que o mundo se reduce a estreita franxa de terreo que se lle ofrece cara adiante, porque as anteolleiras lle impiden ver a largura e extensión das beiras. A afirmación é xa un leitmotiv, un adagio ubícuo e continuo ao longo do tempo, que case sempre ten como alvo á mocidade, que sempre le moito menos do que liamos nós. Supoño que será unha decepción para eles a última enquisa que di que son precisamente os mozos e as mozas e a cativada os que máis len.

Mais o caso é que o eloxio da lectura é o eloxio dunha excepción, dun acto que ao longo da historia sempre foi minoritario e elitista, e que segue a selo: no último século o índice de analfabetismo descendeu enormemente e estímase que en torno ao 85% da poboación mundial sabe ler, e que a mitade faino adoito, cifras que dubido moito que a nosa experiencia de habitantes do recuncho occidental dun país desenvolvido ma non troppo corroboren: le decote a mitade da xente que coñecedes? E permitídime falar en termos marxistas: a que clase social pertencen maioritariamente eses lectores?

Porén, a que lle chaman ser lectores? Outrora non se lía, escoitábase, fundamentalmente narracións orais, e moito máis limitadamente lecturas colectivas. O acto de ler a xente cadanseu libro é algo absolutamente moderno e exclusivo que ven da man dos procesos de individualización da sociedade e da medra do capitalismo. A pesar da facilitación da produción do libro que supuso a multiplicación das imprensas a partir do século XV posuír un libro era algo excepcional e aínda hoxe no noso mundo occidental privilexiado, a maioría das casas reducen a súa biblioteca aos libros de lectura obrigatoria da etapa educativa: a maior parte das gabanzas da lectura están arrodeadas dun misticismo elitista que ignora que a tecnoloxía lectora leva co ser humano pouco máis que un suspiro: uns 5000 anos dos 300.000 de existencia sobre a Terra; e, como xa vimos, a extensión desa tecnoloxía entre a maioría da poboación é cousa dos últimos 100 anos. Di Michel Desmurguet nun artigo no que fala da importancia de lles ler aos nosos fillos e fillas (e arredalos das pantallas) que «a exposición á palabra escrita é a única maneira de desenvolver unha linguaxe avanzada, sen a cal non se pode construír ningún pensamento complexo». Logo as tribus ágrafas que aínda habitan o planeta non son quen de pensar con profundidade nin, consecuentemente, facíao o homo sapiens, excepto un puñado de privilexiados, até a extensión masiva da alfabetización no século XX. E a día de hoxe non ten un pensamento profundo o 50% da poboación. Seica o cerebro baleiro de Homer Simpson está máis extendido do que pensabamos.

Mais, poñámonos no caso de que a lectura ten todos eses beneficios e bondades únicos e imprescindíbeis que se lle apoñen… Vale ler calquera cousa? Porque a maior parte das lecturas que están detrás deses eloxios místicos e melosos eu só llas recomendaría ao meu peor inimigo. No entanto, cando se fan esas estatísticas periódicas que case sempre serven para anunciar o apocalipse da civilización, a pregunta, o dato, e se se le ou non se le, ou cantos libros ao ano se len, sen importar en absoluto que libros son eses.

O caso é que talvez só esteamos inmersos nun cambio de paradigma que ou non se ten a capacidade de ver ou é observado coa premisa universal de que calquera tempo pasado sempre foi mellor. Porque se a lectura foi durante séculos a fonte máis extendida de coñecemento, diversión e pracer, a maneira máis doada de acceder ao saber, ao entretemento e á beleza, nos últimos cen anos progresivamente veñen xurdindo canles alternativas para accedermos a eses tres beneficios que enriquecen o noso cerebro: o cine e a súa extensión na televisión; a música (por certo, moito máis antiga que a lectura), que se fixo ubicua e asequíbel a través da tecnoloxía (tocadiscos, casetes, mp3…). E finalmente a chegada de Internet, que ven dar acceso a unha amálgama inatinxíbel de datos expostos en distintos formatos e aos que podemos achegarnos coa ollada, o ouvido ou a lectura para aprender, gozar, informarnos ou matar o tempo. Alguén que le longos fíos nunha rede social (crónicas, relatos, divulgación) ou apotegmas, ou inclusive ese novo costumismo das breves crónicas diarias da vida cotiá que vertemos no Mastodon e semellantes, non é lector? Se ouvimos podcast de ficción ou divulgativos, non somos tan lectores como os que escoitaban aos xograres ou asistían ás lecturas colectivas no mesón do pobo? Non lemos cando somos receptores de pezas audiovisuais en Youtube, TikTok ou Peertube? Non encontramos a través de todos estes medios coñecemento, diversión, enxeño, profundidade e emoción? Pois polo menos na mesma porcentaxe que entre os libros.

E logo están os videoxogos. Algúns ofrecen mecánicas e requiren destrezas cuxo impacto na nosa aprendizaxe require de perspectiva para ser valorada, mais outros moitos son libros vertidos a outro formato: son narracións profundas e complexas e inmersivas que se enriquecen con elementos audiovisuais e artísticos nas que ademais o “lector” intervén e forma parte da trama.

Así que si, hai xente que xa non le, polo menos á maneira clásica en que se entende a lectura, mais enriquece o seu intelecto doutros xeitos impensábeis hai cen anos, e perante esas novas formas o ser humano reacciona igual que o ven facendo durante toda a historia: conservadoramente: se a lectura ven sendo o método de acceso ao coñecemente e de entretemento nos últimos séculos, e o que é máis importante, se “eu” medrei coas novelas e a poesía contidas en libros nunha experiencia senlleira, pracenteira e distintiva, calquera práctica novedosa que a substitúa virá a empeorala, degradala e vulgarizala. O cine sempre foi considerado un entretemento popular, a radio e a televisión non chegaron a acadar nunca a condición de axentes culturais equiparábeis ao libro, malia súa riqueza, profusión e variedade de contidos; e agora todo o que teña que ver con internet e os videoxogos ven acompañado dos mesmos mantras de alienación e estrago do noso límpido cerebro. Nada novo, xa se fixo tamén co libro; cando a imprensa o convertiu nun obxecto relativamente popular as elites condenárono como unha ferramenta ao servizo da propagación da vulgaridade e non foron poucos os autores que, aínda no século XVII, preferían distribuír os seus textos manuscritos. Na realidade, todo o que tivera éxito e difusión popular era rexeitado inicialmente polas elites: os libros de cabalerías tiveron un inmenso éxito no século XVI, con múltiples reedicións e continuacións e versións variadas dos máis exitosos, mais foron desprezados como fonte de inmoralidade e, dicían, pola súa pésima calidade. Mesmo rexeitamento para o teatro de corral, de público popular, fronte ao cortesano. Na realidade o rexeitamento foi a toda a literatura de ficción, considerada –Antonio Castro scripsit– «carente de autoridad moral o de utilidad educativa».

Seica en 1971 Tolkien escribiu nunha carta que estaba canso de «vivir nunha época devota do fútil e o instantáneo». Perante iso podemos pensar que non diría hoxe, no mundo das redes sociais; ou podemos colixir que ese laio é un tópico que se repite en todas as xeracións desde Hesíodo. Eu fico coa segunda opción.

Estaba mellor preparada a mocidade que estudaba o trivium e o quadrivium na universidade de Boloña no medievo? Mellor alguén no Oxford de principios do século XX? E o estudantado da universidade de Compostela nos días de hoxe? Pois a única resposta honesta é: depende; se tiveramos que salvar a vida escolleriamos un hospital medieval boloñés, un da Inglaterra eduardiana ou iriamos ao Clínico compostelán? Porén, até hai unhas poucas décadas a universidade era un sistema elitista pensado para preparar a uns poucos privilexiados para formar parte da clase dirixente intelectual, científica e políticamente; agora isto democratizouse, mal que lles pese a moitos, e non pode funcionar do mesmo xeito un sistema educativo que aspira a abranguer o cen por cen da poboación que un que peneira e fica cunhas poucas sementes.

O libro foi durante varios séculos unha ferramenta eficiente para entreter, educar e axudar a alicerzar os nosos cerebros (os dunha minoría privilexiada case sempre). Agora vivimos nunha revolución tecnolóxica que aporta outras ferramentas para acceder ao coñecemento e ao ludismo, e estamos a medir –e a xulgar– cos instrumentos equivocados, cos parámetros dunha sociedade que xa non existe. Apreixemos as novas formas de acceso ao coñecemento e a diversión e admitamos que o libro xa non é o único modo lexítimo e eficaz para construírmos un cerebro capaz de entender e enfrontar o mundo de hoxe e o vindeiro. Morre logo o libro? Eu que sei… Seguramente fique como un produto máis de entrada á cultura e perdure no tempo. Porén, se desaparecer, non será unha traxedia, senón unha decisión colectiva, unha consecuencia evolutiva e social do feito de xurdiren outras solucións tecnolóxicas máis eficientes e axeitadas para a sociedade que edifiquemos entre todas as persoas.

E xa agora, item plus: os libros ulen mal.

Vale

 
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from Psicocriptoautorretrato

La Duna

Publicado originalmente en enero de 2016

Se arrodilla sobre la duna y recoge los granos con los puños, apretándolos con fuerza, mientras mira al infinito de la nada; estos se escurren entre los dedos, ignorándolos en su esfuerzo.

Impotencia, mientras observa la interminable hilera de personas que cruza el desierto con todas sus pertenencias encima. Rabia, mientras recuerda los restos bombardeados de su preciosa ciudad. El barrio donde vivía ahora es un montón de escombros calcinados por las bombas de racimo. El parque junto a su bloque de apartamentos, un puñado de ceniza grisácea que lo cubre todo. Tristeza inconsolable: muchos de sus amigos, con los que jugaba al fútbol y a la consola, quedaron enterrados entre ellos. Terror a los hombres embozados y armados con fusiles, de quién sabe qué facción, revisando que la vestimenta sea adecuada a sus preceptos en nombre de quién sabe qué Dios. Su propia familia se para a esperarle; su madre le mira, silenciosa bajo su hijab de un verde desvaído, no comprende lo que hace postrado bajo el sol abrasador. Su padre le tiende la mano, mudo, silencioso, con ternura insospechada, invitándole a levantarse.

Su hermana pequeña, con su embarrado peluche debajo del brazo, con botones remendados a toda prisa donde antes hubo unos relucientes ojos de metal negros y brillantes, le mira insegura, a punto de soltarse a llorar, apretando la mandíbula para no hacerlo.

Bajo su pelo apelmazado por el sudor y el polvo, que hasta hace apenas días era brillante y ensortijado, su frente aparece febril y quemada, con retazos de piel a medio regenerar. Necesita algo real a lo que aferrarse, necesita a su hermano mayor. Ha sido fuerte, ha sido valiente hasta el límite y mucho más. «Por favor, no te rindas» —suplica su mirada en silencio.

Con un suspiro, ayudado por la mano tendida de su padre, se levanta y empieza a caminar, impostando firmeza, adelante, siempre adelante, hasta el siguiente pueblo, la siguiente ciudad, la siguiente montaña, el siguiente río, el mar, el muro alambrado que no le dejaremos pasar escudados en nuestra codicia, en nuestra ignorancia, en nuestras cuotas inhumanas.

 
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from My Favorite Things

#Perseidas

Hoy, súbitamente, me di cuenta de que empecé a olvidarme de tu voz.

Es a la vez triunfo y desastre,

escozor y alivio en un mundo de vendas blancas y humor acuoso.

Suena tu voz ya deslavazada susurrando te quiero,

detrás de aquellas montañas cubiertas de niebla hoy.

Como tan lejos, como tan dulce,

como aquella perseida que pasó cuando estabas mirando al suelo.

 
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from Psicocriptoautorretrato

Publicado originalmente en junio de 2007

Calle de Madrid Foto de Alex Vasey en Unsplash

Paseo en silencio, solitario, por el centro de Madrid.

Un cuarteto de cuerda interpreta a Vivaldi en la calle Toledo; la multitud se agrupa curiosa, en silencio, a su alrededor, bajo un cielo plomizo donde se adivinan tímidos rayos de sol.

El bazar árabe, un poco más abajo, me inunda con su mezcla de fragancias: mirra, sándalo e inciensos variados se mezclan con el olor dulzón del cuero del calzado. La Plaza de Antón Martín está casi desierta; dos barrenderos se esmeran en raspar de la acera las hojas de publicidad empapadas por el chaparrón de la mañana.

Bajando por la calle Lavapiés, un mundo nuevo de sensaciones me inunda y me embriaga: el olor de las dolmas se mezcla con el de la carne del kebab de cordero y el curri de los restaurantes indios; en un locutorio nigeriano los dueños charlan en la calle entre risas, y un videoclub ofrece DVD de cine de Bollywood y productos de alimentación.

El cielo sigue plomizo, con la humedad reciente de la lluvia caída, polarizando la luz y reavivando los colores.

Argumosa, como siempre, en su microcosmos: en las terrazas improvisadas se agolpan y conviven en armonía rastafaris, pijipis, árabes y europeos desorientados que miran a su alrededor con curiosidad.

Me paso por La Libre y compro unos libros para documentarme sobre acción social y no violencia, y termino por comer un plato abigarrado de tiras de cordero, falafel, arroz y ensalada en plena calle Atocha.

El mundo se mueve a mi alrededor, y yo, maravillado, lo contemplo delante de un capuchino italiano. Solo, eso sí.

 
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from Psicocriptoautorretrato

Publicado originalmente en octubre de 2015

La humanidad está sangrando. Un río de personas, cientos, miles, cientos de miles, huyen de sus regiones; les masacran, bombardean sus hogares, gasean sus ciudades, les matan de hambre sin trabajo, sin futuro y sin esperanzas. La humanidad está sangrando. La humanidad llora. La cuna del mundo, África, hace siglos que está siendo expoliada, y ahora, Oriente Medio, la cuna de las grandes civilizaciones, se ha convertido en un polvorín, un horrible campo de batalla entre ruinas de monumentos de 4000 años de antigüedad, ciudades antiguas como el desierto con sus edificios partidos por la mitad por obuses indiscriminados. La humanidad llora.

Un gigantesco e imparable tsunami de seres humanos nos pide ayuda. Son personas como nosotros, con nombre, amigos, familia, y dignidad; dignidad para no dejarse masacrar, no dejarse bombardear, no dejarse gasear, no dejarse morir de inanición.

Cada familia con su familia, cada amigo con sus amigos, nos piden, nos ruegan, que no les dejemos morir, cada uno en su idioma: árabe, farsi, dari, inglés, francés. «¡No dejes que muera!».

Enfrente, la gran Unión Europea se quita la careta; el premio Nobel de la Paz es incapaz de reaccionar ante esta lección de vida y sed de vivir. El miedo a perder lo que tiene, a perder una pequeña parte de su modo de vida, lo inunda todo. Una reunión tras otra. Declaración tras declaración. Y mientras, cientos de miles de personas recorren 5 o 6 países a pie en busca de una vida mejor. Miles de personas son apaleadas y empujadas como animales entre reunión y reunión. Embutidas en trenes y numeradas en la muñeca casi como hace 70 años.

Bajo el chantaje del perjuicio económico, de la «identidad cristiana» de Europa, de «la unicidad étnica», de la «seguridad común ante yihadistas infiltrados», dejan que seres humanos mueran en la nada: mujeres, niños, hombres, desolados, sin palabras, impotentes ante vallas de centenares de kilómetros fabricadas con concertinas made in Spain.

Pobre Europa, la llamamos el viejo continente y, después de 3000 años, aún no se ha dado cuenta de que la economía solo es un acuerdo entre iguales que puede ser cambiado a voluntad; el cristianismo solo es una de las miles de creencias espirituales del ser humano; por fortuna, la piel del ser humano es de muchos tonos desde hace mucho tiempo; y los yihadistas van más cómodos viajando en primera clase de aviones y trenes que andando miles de kilómetros.

Pobre Europa, entre acogida y miedo, escoge el miedo; entre solidaridad y desconfianza, escoge desconfianza; entre dignidad y decadencia, escoge decadencia.

Pero aún queda un rayo de esperanza, cada día mayor: la gente común, la gente común que se rebela contra miedo, desconfianza y burocracia.

Aunque la muerte y desesperación de miles de personas ya no es noticia de primera plana en los periódicos, algunas alcaldesas y alcaldes han decidido abrir sus ciudades a la hospitalidad; ciudadanos anónimos se acercan a caminos intransitables para regalar bebida, alimentos, ropa, juguetes.

Centenares de personas ofrecen a refugiados sitio en sus casas, y unos cuantos centenares más recogen a refugiados hambrientos y desesperados con sus coches particulares —arriesgándose a ser multados— para llevarles de manera gratuita y desinteresada a las ciudades con las que sueñan o lo más cerca de ellas que pueden.

La gente común se organiza para vigilar en sus barcos por si alguien cae al agua, hacer llegar mapas de los campos minados de Croacia o avisar de en qué zonas del camino vigila la policía a esta gente que anhela continuar con su vida.

Y es que algunas personas, al contrario que la Vieja Europa, eligen la dignidad ante la decadencia.

 
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from Lo necesario imposible

Hace poco he terminado un borrador que puede que vea la luz, cruzo los dedos. En el proceso de revisión me he dado cuenta de que últimamente escribo sobre lo que se hace añicos y que en este mundo fracturado, lleno de cuerpos quebrados y de trozos diseminados de verdad, aún me queda mucho por descubrir. Quiero seguir explorando debajo de las alfombras, en los claros inhóspitos, detrás del mensaje estándar que los acólitos altavoz nos lanzan a la cara. Lo fijo, lo estable, lo cohesionado, es mentira o es una cárcel. Me declaro roto, me reconozco en mis rarezas, en los fragmentos que quisieron hacerme enterrar bajo capas de cemento y aspiraciones. Escribo de la grieta.

RECONOCIMIENTO

siempre estoy a punto de romperme esto no es una debilidad ni una apreciación tampoco una queja es una evidencia física

estoy a punto de romperme ante ti ahora se disloca la garganta


#poesía #revisiones

 
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from Psicocriptoautorretrato

Publicado originalmente en febrero de 2015

Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía:
también la verdad se inventa

ANTONIO MACHADO

El ser humano es un ser eminentemente social; la necesidad de comunicarnos, mezclarnos, fusionarnos y comprendernos es parte de nuestro objetivo primario. Comunicarnos a todos los niveles: físico, mental, emocional e interno. Uno de los medios más antiguos para cubrir esta necesidad es el cuento. El cuento no solo narra una realidad más o menos inventada; el cuento nos hace expresar partes de nosotros mismos que ni siquiera conocemos y, a veces, ni siquiera sospechamos. Un buen narrador es aquel que atrapa al que escucha con la emoción, y esa emoción no se puede fingir.

Cuando asistimos a una contada como oyentes (o más bien como sintientes), no somos conscientes del trabajo que tiene detrás. Un narrador, cuando cuenta, debe saber lo que quiere expresar y por qué, hilando un cuento con la siguiente historia para lograr una unidad fluida: un hilo de Ariadna que se desmadeja a medida que pasan los minutos.

Al igual que escuchar una contada nos limpia y nos hace uno con la tribu, el contar nos lleva a estados de atención, emoción y expresión que durante el resto del tiempo nos son negados. El día a día nos arrastra a una espiral de movimientos automatizados y sin sentido. Cuando contamos, conectamos con nosotros mismos, y esa conexión nos hace sentir más vivos y lúcidos; nos quitamos la máscara ante el mundo. En ese momento somos un canal: un canal entre lo que queremos expresar, lo que necesitamos expresar y quienes quieren oírnos.

Contar cuentos no es solo algo que uno siente o no siente. Si se siente la llamada de contar, de expresar eso que tenemos todos dentro, y emocionar y emocionarnos, es conveniente una preparación previa. Las escuelas de cuentacuentos nos enseñan a relajarnos, a preparar nuestra voz, a perder nuestras inhibiciones ante la gente y ante nosotros mismos; también nos enseñan técnicas para seleccionar, preparar y memorizar nuestros cuentos. Leer, releer, reescribir, pulir y ensayar son parte del día a día del que disfruta narrando.

Algunos narradores prefieren, además de contar, escribir los cuentos que cuentan; siendo parte de su trabajo creativo esta escritura previa. Otros, por el contrario, prefieren poner voz a lo escrito por otros; pero esta voz nunca será una simple repetición ni un eco de lo escrito. El contador hará el cuento suyo y lo expresará desde su propia emoción; cada vez que lo cuente será un cuento nuevo: un día más triste, otro alegre; otro glorioso y otro épico. Porque él es otro sintiente, como el resto de la tribu que ha acudido a escucharle.

Hay quien cuenta vestido para la ocasión; hay quien cuenta con música; hay quien cuenta para adultos, familias, niños o bebés. Cada narrador es único y se expresa de manera única.

¡Atrévete! Conócete a ti mismo. Expresa lo que sientes contando a los demás. Conecta con tu emoción; escapa al sinsentido.

 
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from Retales, por @editora

*** A veces hay que ir con el viento, dejarnos llevar por las corrientes, distanciarse para regresar por otra vía. El camino más corto no es necesariamente el que nos conduce adonde queríamos ir. Ni siquiera es seguro que supiéramos adónde queríamos ir, para empezar. No siempre puede uno caer con soltura sobre un hilo tan frágil. A veces somos torpes, no damos en el blanco o lo hacemos antes de hora, que es otra forma de fallar y de fallarnos. Podemos rondar un lugar mucho tiempo antes de hacerlo nuestro. Lo rondamos, calculamos, nos acercamos. Algunos pájaros describen grandes círculos en torno al árbol donde acabarán posándose. Del msmo modo, es posible que haya que estudiar un lugar desde todos los ángulos para ver dónde está la grieta por la que colarnos. No siempre se entra en los sitios por la puerta principal. No siempre se es bienvenido. Hay que conocer bien al dueño, ponerse en su lugar, apropiarse de los sitios renunciando a la idea de poseerlos. No querer que un lugar sea mío, sino que me permita ser yo, que libere mi potencial de ser. El lugar que dirá algo de mi identidad será entonces el que conserve las huellas de su preparación, de los desplazamientos geográficos, sociales y afectivos, visibles o secretos, que me han conducido hasta él. *** El desorden de las propias mesas de trabajo, con su cohabitación de notas variopintas, hizo aflorar conexiones y ecos allí donde la racionalidad los habría desarticulado. Quizá habría que reconciliarse con el desorden de nuestras vidas, que da pie a emparejamientos felices y colisiones fecundas. *** Escribo en los márgenes. También nuestra existencia se entreteje de ese diálogo entre el texto central y las anotaciones marginales. Nadie coincide letra por letra con el relato de su vida, todos nos construimos también con garabatos al margen, en los espacios vírgenes de la página. Es el encanto de las vías secundarias. Hay que releer lo que se dice bajito y al margen del discurso, en un susurro, en esos epacios en blanco propicios a las reacciones y a los comentarios, en esas zonas donde uno recompone que acaba de asimilar, donde subraya su admiración, su acuerdo, su sorpresa o su incomprensión. ¿Cuántos diálogos se entablan en los márgenes de los libros y cuántas interpretaciones se esconden en los márgenes de nuestra vida?

 
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from Ruido Coloreado

Madrid, febrero de 2025. Tras cuatro días intensivos de Cutrecon encerrado en un cine viendo del tirón hasta media docena de películas que harían vomitar a una cabra tengo la sensación de haber quemado en el proceso suficientes neuronas como para compensar los lustros que llevo sin probar ni gota de alcohol. Mi recurrente culpabilidad de dedicar mi tiempo al puro hedonismo sin hacer lo que creo que la sociedad espera de mí como adulto vuelve a asaltarme para poner la guinda a una gripe A descomunal que me llevé como recuerdo del evento.

Entre delirios febriles y el subirme por las paredes tras varios días en la cama @eolica@frankenwolke.com me comenta que se ha liado la manta a la cabeza y se ha matriculado en Química en la UNED. Algo hace click inmediatamente en mi cabeza. La UNED siempre era una idea constantemente aparcada que contemplaba como opción para estudiar alguna de las dos carreras que quería haber estudiado antes que Teleco pero que por diferentes circunstancias de la vida terminé descartando: Física y Matemáticas.

Pero también llevaba años pergeñando una tercera opción. En un mundo que cada día entiendo menos y me asusta más me gustaría cambiar totalmente de tercio y añadir un punto humanista a mi formación. No quiero ser un tecnobro para quien la tecnología sea un fin en sí mismo y no una herramienta para solucionar problemas. Quiero pensar más y mejor.

La idea de inscribirme en el grado de Filosofía me atraía, pero también me daba una pereza insalvable y además siendo realista sabía que era una empresa condenada al fracaso. Pero afortunadamente ahora la UNED se ha inventado los microgrados, cursos de un año que te permiten picotear en un tema de tu interés y que, si te animas, al terminar se te convalidarán para el grado por si quieres continuar.

Así que entre una cosa y otra acabé matriculándome en un par de asignaturas del Microgrado de Historia de la Filosofía. Y, de repente, me encuentro estudiando a Epicuro y su jardín, buscando una vida sin los miedos que nos producen dolor, soñando con la ataraxia al final del túnel. Unas ideas formuladas hace dos milenios y medio me han resonado muchísimo, no creo que hubiese mejor manera de empezar.

No sé si seré capaz de sacar tiempo para aprobar alguna de las asignaturas que he cogido, ni mucho menos acabar el microgrado. Pero simplemente el haberme embarcado en esto ya ha merecido la pena. Llevaba demasiado tiempo buscando apagar mi cerebro a base de ocio pasivo. Ha llegado la hora de pensar un poco más.

 
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from Cartas de Berni

Visito a mi madre una vez al año (tuve que emigrar) y siempre aprovecho para realizar algunas tareas de mantenimiento en los dispositivos que usa. Cosas simples como limpiar la caché, cerrar dos millones de ventanas y buscar malware. Este año ha sido mucho peor. Me he encontrado con situaciones que me han provocado un gran enfado, y he decidido documentar aquí todos los atropellos que las corporaciones han cometido contra una persona de más de 70 años y cómo he intentado remediar cada cosa.

El problema: Llamadas no solicitadas y chantaje emocional

Una de las primeras pistas de que 2024 fue realmente negro en cuanto al abuso comercial lo encontré en su cuenta bancaria. Parece que mi madre se había suscrito a varios programas de donación pertenecientes a varias ONG mayoritarias.

Si bien es algo loable, decidí consultar con ella para asegurarme de que no estaba domiciliando más suscripciones de este tipo de las que ella podía permitirse. Me contó que solía recibir llamadas por parte de esas organizaciones, algunas de ellas de tono bastante duro. Sorprendido por el comentario, le pedí que me diera más detalles.

Mi madre me contó, a modo de ejemplo, sobre la comercial que intentaba que se apuntase y que le dijo, tras una negativa cortés por parte de mi madre, “si podría dormir con la conciencia tranquila” aquella noche tras decidir no colaborar con el programa. Me cuesta describir con palabras la profunda ira que sentí con aquello.

El remedio: revisión de las domiciliaciones

Como remedio, utilicé la aplicación de banca de mi madre para eliminar todas aquellas domiciliaciones que habían sido obtenidas mediante el uso de técnicas crueles y capitalistas de manipulación. Al mismo tiempo, le recomendé centrar sus colaboraciones en organizaciones con métodos de captación más éticos. También suscribí a mi madre a la Lista Robinson, que describo más abajo.

El problema: Ofertas excesivas de telecomunicaciones

Mi madre está suscrita al paquete básico de una conocida compañía de telecomunicaciones. Eso significa que no dejan de acosarla por teléfono para que contrate paquetes más costosos, llenos de cosas que no necesita.

Mención especial merece lo que pasó hace unas semanas, en las que nos ofrecieron una “rebaja” en el coste del servicio a cambio de un compromiso de permanencia de un año bajo sanción de 80 euros en caso de incumplirse. La comercial dio el menor número de detalles posible y solo me enteré del verdadero significado de la “ganga” cuando me leyó las condiciones finales extremadamente rápido. Colgué el teléfono sin dar mi consentimiento verbal y recibí un correo con la confirmación de la oferta.

El remedio: La Lista Robinson

Para evitar llamadas comerciales y también llamadas de organizaciones supuestamente humanitarias con tácticas comerciales sin escrúpulos, he añadido los teléfonos y el correo electrónico de mi madre a la Lista Robinson, un servicio de exclusión publicitaria en el que puedes apuntarte y también apuntar a cualquier persona que esté a tu cargo. En cumplimiento con la normativa española y europea de protección de datos, las compañías deben usar la lista para evitar lanzar campañas de publicidad dirigida a las personas que formen parte de la misma.

Es importante reseñar aquí que la Lista Robinson no es una bala de plata contra el bombardeo publicitario, ya que es un servicio gestionado por las propias empresas. Sin embargo, es un requisito importante a la hora de enviar una denuncia al regulador si alguna empresa realiza llamadas comerciales sin tu consentimiento a pesar de figurar en ella.

El problema: Basura IA y vídeos fascistas en Youtube

Este será, de lejos, el caso que ocupará más espacio de mi crónica. Va a ser difícil escribir sin enfadarme, pero lo voy a intentar.

Mi madre fue profesora de Historia e Historia del Arte, y le interesan mucho los videos sobre estos temas. También le gusta ver cosas sobre teología, religiones y alguna cosa de cotilleos del corazón, lo que prueba el dicho anglosajón de que la manzana no cae muy lejos del arbol, ya que a mi me gusta ver reality shows de vez en cuando. No me juzguéis.

El problema es que este o cualquier otro conjunto de gustos tan eclécticos suele ser interpretado por el algoritmo de Youtube de la misma forma: fascismo. He renunciado a entender la razón, de verdad. Me desespera.

Descubrí que mi roja y rabiosamente republicana madre, estaba suscrita a unos cuatro o cinco canales que mostraban contenido de extrema derecha. Casi siempre eran cosas como “Perro Sánchez, destruido por este comentario, woke is dead” y cosas así. Cuando le pregunté por ello, me dijo que no recordaba haberse suscrito a esos canales y que simplemente ignoraba esos vídeos cuando aparecían.

Mi madre sabe perfectamente como suscribirse a canales. Así que me puse a curiosear en aquellos canales de extrema derecha a los que aparentemente se había suscrito y quedé helado, porque todos ellos siguen un patrón muy astuto y bastante peligroso.

Si uno retrocede lo suficiente en esos canales, se encontrará con el hecho de que no comenzaron siendo canales de temática fascista. Casi todos empezaron con contenidos relativos a estilo de vida, rumores, prensa rosa, etc. Y de repente, un buen día, suena el silbato y las células durmientes se activan, y empiezan a hablar de noticias publicadas por OK Diario, Begoña Gómez y de la “plaga” de crímenes provocados por extranjeros.

Como Youtube no es que facilite el acceso para gestionar y eliminar suscripciones, la gente no suele borrar las mismas, lo que hace que se queden ahí, alimentando el sistema de recomendación. Ahora, imaginad que esto le pasa a alguien con poca alfabetización digital.

Tomad buena nota de esto, porque Youtube es, a veces, una máquina de fabricar fascistas. Si apartáis las manos del volante, aunque sea un segundo, acabaréis en algún video de glorificación a la Sociedad Thule.

Otras dos cosas que se extendían por sus recomendaciones como una plaga: la publicidad orientada a emociones negativas y los videos generados por IA. Tengo Youtube Premium porque, entre otras cosas, mi mujer lo necesita y me lo puedo permitir. Tal vez por eso nunca me percaté del todo del horror que es la publicidad en los videos de Youtube, con anuncios alarmistas y destinados a provocar emociones como el cansancio, la preocupación o, directamente, el hastío.

La publicidad en este servicio ha alcanzado tal nivel que hace odioso aguantar siquiera diez segundos de la misma. De verdad que le preguntaría a las agencias y comercios cual es la ventaja de que la gente sea molestada sistemáticamente por un anuncio con su producto. A lo mejor, si eres publicista y estás leyendo esto, me lo puedes explicar.

Comparado a los dos problemas anteriores, la legión de vídeos generados por inteligencia artificial es el menor de los problemas, pero irrita mucho y me vais a permitir que use palabras gruesas porque este asunto me toca mucho la moral.

La reciente proliferación de estos vídeos se ha dado merced a una panda de gilipollas que no dejan de publicar en sus canales de mierda lo fácil que es ganar dinero en Youtube mientras te tocas el trombón a base de que ChatGPT, Midjourney o cualquiera de esos programas de generación de vídeo para que el contenido robado te haga los deberes. Mi madre, que sabe del tema por lo que yo le cuento, se ha tenido que volver una experta en identificar las imágenes de mierda, las voces de mierda y los textos de mierda que acompañan a esos vídeos.

El remedio: vigilancia, bloqueo, cuidado

En este caso y a mi pesar, la solución ha pasado por ejercer cierta vigilancia sobre las recomendaciones que Youtube le hace a mi madre. Digo a mi pesar por que, si bien ella me hizo la petición, entiendo que no todo el mundo tiene la misma relación de confianza con sus mayores que la que tengo yo con la mía, y las soluciones que voy a describir pueden no ser las ideales para cada caso.

Antes de que me hables de instalar Linux, dejar Youtube y cosas similares, debo advertir que este texto ha sido escrito desde un portátil con Ubuntu. tengo que decirlo antes de comenzar a escribir sobre la solución para evitar el clásico comentario de “ese tío” sobre lo que debería o no hacer.

El problema en el caso de mi madre es que suele ver Youtube en el móvil y en la televisión. Sustituir la app por algo como Newpipe o Grayjay, que son maravillosas, implicaría que se acostumbrarse a una interfaz diferente y yo vivo muy lejos de ella, así que es crucial que la solución parta por hacer los mínimos cambios posibles en el software que utiliza.

Mi primer paso fue eliminar (con su consentimiento) todos los canales estilo célula durmiente de la extrema derecha a los que se había suscrito por error. Hice lo mismo con los vídeos que no tienen a ningún ser humano detrás.

A continuación, suscribí a mi madre a Youtube Premium. Es una solución que no me gusta porque es básicamente ceder a una forma de chantaje, pero la distancia hace muy difícil que tenga la suficiente facilidad como para explicarle todos los pasos requeridos para usar apps como Freetube.

Por último, añadí la cuenta de Google de mi madre a mi app de Youtube. De esa forma, puedo eliminar cualquier vídeo fascista o generado exclusivamente por IA que aparezca en su lista de recomendados, así como avisar de cualquier contenido o canal sospechoso que asome la patita por debajo de la puerta. Debo insistir en la advertencia que hice antes: esta solución puede no ser ideal en muchos casos, dependiendo de la relación que tengáis con vuestros mayores.

Soluciones alternativas para este caso

Si la persona a la que quieres proteger se desenvuelve más o menos bien con las nuevas tecnologías y no le importa un cambio de interfaz, Freetube, Newpipe y Grayjay son opciones excelentes para quitar casi el 90% de la basura que entra por los canales de vídeo. Pero recuerda: nada puede reemplazar a una vigilancia atenta. Además, aconseja a tu familiar que se fije en las siguientes cosas cuando vean contenido en Youtube:

  • ¿Intenta provocar emociones como miedo o angustia?
  • ¿Hablan de un tema totalmente distinto al tema con el que comenzaron?
  • ¿Está ese tema relacionado con palabras utilizadas por la extrema derecha?
  • ¿Aparece alguna persona real en el vídeo?
  • ¿Aparece alguna voz real en el vídeo?
  • ¿Fomenta teorías de la conspiración, tierra hueca o civilizaciones alienígenas antiguas?

El problema: Publicidad y malware en las noticias

De nuevo, me gustaría expresar mi sorpresa por el hecho de que las empresas paguen tanto para molestar a sus posibles clientes. Además, está el problema de que una gran parte de la publicidad online que vemos se basa en audiencias manipuladas. Hay granjas de móviles en países asiáticos donde a las personas se les paga para pulsar en anuncios de medios occidentales, aunque esa es otra historia y merece ser contada en otro momento.

El remedio: Firefox y Ublock Origin

Este es, con diferencia, el problema que ha sido más fácil de solucionar. Con su permiso, instalé Firefox en el teléfono de mi madre y le añadí Ublock Origin. No solucionará todos los problemas, pero al menos quita un porcentaje muy elevado de basura. Recordad: los bloqueadores de anuncios son una herramienta imprescindible en la tecnología moderna.

Solución alternativa: Servicios de DNS

Hay varios servicios que bloquean publicidad y malware a nivel de DNS, lo que facilita evitar la misma. En el caso de mi madre, he decidido no usarlo porque si uno de esos servicios falla, podría tener dificultades para acceder a cualquier cosa en el teléfono, incluyendo el servicio de acceso remoto que uso para solucionar cosas en su dispositivo. Pero yo lo uso en el mío y la verdad es que, sin ser perfecto, es una bendición. Si quieres probarlo, te recomiendo los siguientes servicios:

Conclusiones: Cuidado y autodefensa contra el abuso y la indiferencia

Cajeros con temporizadores, tornos complicados de pasar, oficinas bancarias que cierran, suscripciones de un clic con formas laberínticas de cancelación... Ser una persona mayor en España es cada vez más peligroso y provoca mayor sensación de desamparo. El coto de los diferentes gobiernos sobre este abuso es, o bien insuficiente, o bien inexistente.

Por si fuera poco, una verdadera piara de canales de vídeo y redes sociales acosan todos los días a nuestros seres queridos para extender sus mensajes racistas, fascistas y provocar miedo y angustia.

Pero la sociedad siempre tiene una herramienta a su alcance: la autodefensa. Hoy más que nunca, debemos enseñar a nuestros seres queridos a identificar y evitar formas sangrantes de abuso y manipulación. Espero haberos ayudado contando mi caso. Si quieres, puedes compartir tus estrategias para proteger a las personas mayores enviándome un mensaje a mi cuenta de Mastodon.

#privacidad #mayores #publicidad #marketing #cuidados #Youtube

 
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from Psicocriptoautorretrato

Publicado originalmente en enero de 2015

En las antiguas tribus, en los pequeños asentamientos, antes, mucho antes del nacimiento de las antiguas civilizaciones, los habitantes del lugar, en noches señaladas o momentos de ocio y relax, se sentaban en círculos alrededor del fuego, hipnotizados por una voz, una voz que les hablaba de llanuras lejanas, de cimas inalcanzables, de hazañas de sus padres y de sus abuelos, y de los abuelos de estos. Cuando el cuentacuentos hablaba, el mundo se paraba y el ser humano escuchaba. El cuentacuentos, a menudo vestido de manera especial para la ocasión, poseía el poder de la palabra, y con ese poder sanaba a los que escuchaban de una manera especial y única. El cuentacuentos era el encargado de la kátharsis (purificación) del grupo; mediante sus historias, basadas en arquetipos universales comunes a la humanidad —la chamana, el chamán, el mago, la maga, la reina, el rey, el héroe, la heroína, el sabio, la pitonisa…—, limpiaba a sus iguales de sus nudos emocionales, psicofísicos y espirituales.

Cuando escuchas un cuento —los bebés, cuentos para bebés; los niños, cuentos para niños; los adultos, cuentos para adultos—, te haces uno con el resto de la tribu, tus iguales, que comparten contigo esa palabra que masajea lo más profundo de tu psique y tu emoción.

Avrah kahdabra, «yo creo como hablo». La palabra se hace realidad: la pena te abruma e inunda tus ojos de lágrimas, la risa descontrolada te deja sin resuello, la intriga te deja sin respiración. De nuevo eres uno más de una tribu, protegido del frío por una gran hoguera y simplemente escuchando. Y sales purificado y revitalizado.

El cuento no es solo un cuento. El cuento es genuinamente humano y humanizador. El cuento te hace vivir tu vida dentro de la de otros, te hace vivir esos pequeños instantes de magia que necesitamos en nuestra vida.

Magia, sí, magia, aquella que este sistema inhumano y deshumanizador nos quita día a día, encerrados en oficinas, rodeados de ordenadores, con luz artificial, con aire reciclado, saliendo de casa apenas amanece y llegando mientras cae la noche. El cuento es un punto de apoyo inmemorial para no perder el sentido y caer en el sinsentido, aunque la vida está para vivirla.

El ser humano, en lo más profundo de su alma, aún anhela la tribu, volver a la tribu, cada vez más una tribu de todos y para todos, compartiendo viajes a través de enormes desiertos, selvas impenetrables, descansando junto a mares, ríos, lagos, sin importar la etnia, color, género o edad. Viajes sin absurdas fronteras, líneas gruesas sobre mapas que, al fin y al cabo, son solo proyecciones de la realidad. Proyecciones que algunos, en algún momento, crearon para no perder el control sobre algo incontrolable. Aquellos que, cuando el cuentacuentos alzaba sus manos para pedir silencio, murmuraban entre sí y se alejaban a la seguridad de su choza, con sus enseres perfectamente ordenados, clasificados y fáciles de manejar.

Deja que te cuenten y, si puedes, cuenta a los demás.

 
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from Blog de Doclomieu

Hace ya unas semanas, en Mastodon, alguien preguntó si existía una palabra que pudiésemos utilizar para definir a todas aquellas personas a las que nos gusta la papelería (en su concepción más generalista). Fue gracias a @Argyle13@xarxa.cloud, quien me citó en una respuesta, que llegue a ese toot.

Sugerí que podíamos inventarnos una palabra que combinase fediverso y papelería, para poder utilizarla como hashtag en nuestras conversaciones. Sin embargo, hasta que no llegó @rpla@masto.es, no dimos con el término apropiado (os recomiendo leer su toot original). Roberto nos sugería el término papelerido, unión de las palabras papelería y herido. Quitando la “h” de herido, esta palabra presenta una mayor similitud con la palabra papelería y evita posibles erratas con la “h” intercalada.

Aunque el uso de esta palabra pueda provocar nuestra muerte a manos de Pérez Reverte, no sé si aceptaría de buen grado la inclusión de este término en la RAE con esa “falta” de ortografía, creo que es una palabra muy acertada. Podemos utilizarla en muchos ámbitos, y no solo en el fediverso. Como decía Roberto, además, es más sutil que papeladicto, evitando el uso de la palabra adicto (que tiene connotaciones negativas). Es una palabra que solo tiene ventajas y que nos permitirá reconocernos en el fediverso, pero también fuera de él. En Mastodon, yo he publicado algún toot utilizando este hashtag, e incluso he utilizado esta palabra en conversaciones en la vida real.

Espero que os guste tanto como a mí y que también utilicéis papelerido para demostrar vuestra pasión por la papelería.

Y ahora a difundir la palabra.


Como no podía ser de otro modo, el hashtag de hoy es #papelerido. Y también #Reflexiones, para poder encontrar esta entrada en las categorías del blog.

 
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