Blog de Doclomieu

El 10 de mayo de 2023, escribí en el blog una entrada titulada “La añoranza de lo absurdo”, donde hablaba sobre las cosas tontas que echaba de menos de España. En esa entrada, me preguntaba, al final, sobre las cosas que echaría de menos de Francia. Hoy, contesto a esa pregunta.

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¡Sí! ¡Por fin! Después de los años que llevo dándole la matraca a mi pareja con la idea de hacerme un lacre, ya tengo el logo que voy a utilizar (4 años largos me ha costado).

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Hace un tiempo escribí aquí sobre mi hiperfijación con los “Commonplace books. Estaba leyendo mucho sobre el tema y viendo muchos videos, y quería recoger todas las ideas en un cuaderno. Me compré, para tal menester, un cuaderno Dingbats* Wildlife Collection Whale. Y después de un tiempo utilizándolo, aquí va mi post sobre el cuaderno.

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Hace ya tres meses me cambié de gafas graduadas. Me bajaron ligeramente las dioptrías y necesitaba con urgencia unas gafas nuevas.

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Este es un microrrelato que envíe hace años a un concurso organizado por Fama sofás, que tenía por título el que le he dado a esta entrada. Esta versión es menos edulcorada que la que envíe al concurso.

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El título de la entrada de hoy no deja mucho lugar a la imaginación. Durante el puente volví a verme algunos vídeos sobre “Commonplace Books”, llamados, en español, “Cuadernos de temas comunes” o “Libros de temas comunes”, si queremos hacer una traducción más literal.

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El otro día estuve jugando un rato con python, tratando, en realidad, de aprender un poco (la programación es mi gran asignatura pendiente). Siempre he pensado que cuando quieres aprender algo tienes que tener una motivación y, en este caso, se me ocurrió que la motivación para jugar podría ser crear un pequeño código que diese unas palabras clave para escribir una historia. Así que me puse al lío.

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Conduzco el último metro. Cuando dejo una estación tras de mí se apagan las luces y los sistemas de ventilación. Parada tras parada espero que alguien se suba a algún vagón, pero los andenes de todas las estaciones están completamente vacíos, al igual que mi metro, nadie ha subido desde la primera parada. No recuerdo un viaje tan lúgubre y solitario… La melancolía por los viejos tiempos se apodera de mi mente y mis sentimientos. Cómo me gustaba mi anterior trabajo. Requería más esfuerzo, pero merecía la pena. Me permitía disfrutar de compañía y buenas conversaciones. ¡La cantidad de gente famosa que conocí! ¡La cantidad de cotilleos que escuche! Si yo os contara… pero soy un profesional y esos secretos se vendrán conmigo a la tumba. Lástima que la modernización, las prisas y el desenfreno de la sociedad actual me hayan obligado a reciclarme. En estos tiempos hacen falta medios de transporte más rápidos y con mayor capacidad, medios de transporte de masas que impiden la socialización. Por ello, ahora soy el conductor del metro, metido en la cabina, conduzco solo todo el tiempo, como un ermitaño de los tiempos modernos. Sumido en mis pensamientos, llego, por fin, a la última parada. Me bajo de la cabina. Allí me espera mi jefe.

-Has hecho un buen trabajo, Caronte, ya no quedan almas que recoger, es hora de que disfrutes de tu merecida jubilación – me dice Hades con una sonrisa.

Mientras me lo dice, me tiende su mano cerrada. La abre y en ella veo dos relucientes óbolos. Siempre ha sido un sádico y esta es su broma final.


Este relato lo escribí, hace ya unos años, para presentarlo al concurso de microrrelatos XV Certamen de relato breve Raimundo Alonso. No fue seleccionado.


Y, por último, el hashtag de #Relatos


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Lechuza apoyada sobre una estilográfica rodeada por una corona de olivo.

Es última hora de la tarde y, por fin, los fieles salen del templo. Hoy salen tristes, compungidos, algunos lloran. Solo con verles se puede deducir lo que ha pasado. Hoy ha sido uno de esos días. Hoy la diosa ha reclamado un sacrificio y ha escogido una víctima entre todos los fieles. Nadie puede escapar de la diosa. Si ella escoge una víctima, todos la dejan ir. ¿Por qué le siguen siendo fieles a pesar de los sacrificios? Porque la diosa es la única con el poder para limpiar el alma de sus fieles de todos sus pecados. “Adiós, amigo”, se despiden todos los fieles mientras se alejan del templo, escuchando los alaridos de angustia y dolor de la pareja de la última víctima de la diosa.

Cuando todos los fieles se han ido y ya no queda nadie en el templo, una voz gutural rompe el silencio sepulcral que rodea al templo.

-¡Joder! ¡Otra vez se ha vuelto a comer un calcetín la lavadora!


Este texto se me ocurrió en octubre en Francia, cuando yendo en el tranvía me di cuenta de que llevaba dos calcetines desparejados.


Y, por último, el hashtag de #Relatos


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Lechuza apoyada sobre una estilográfica rodeada por una corona de olivo.

Ayer, gracias a una conversación en Mastodon entre @atighrada@zirk.us y @verity@kitty.town (muchas gracias a ambos), descubrí un pequeño movimiento que hay en internet de hacer los blogs manuscritos, es decir, escribir la entrada a mano y después hacerle una foto (o escanearla), para, por último, subirla al blog. Sin olvidarse de la accesibilidad, por lo que se utiliza un OCR para transcribir el texto.

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