Del expurgo de una biblioteca
El año pasado, dimos ese gran salto con triple tirabuzón que es comprarse una casa. Tras 4 años de dar vueltas por el mundo, llegó, por fin, el momento. Tras unas obras un tanto aciagas, finalmente nos mudamos y empezamos a comprar todos los muebles que necesitábamos. Los últimos fueron los de los despachos (y tan últimos, ya que compré, la semana pasada, la última estantería de mi despacho). Llevo ya unos meses en el proceso de mudanza de libros. Y quiero escribir sobre como ha sido el proceso, que empezó en diciembre de 2023 y no ha terminado todavía.
Cuando hablé de la mudanza de mi biblioteca en Mastodon, Roberto Plà (@rpla@masto.es) me dijo unas sabias palabras: “Te educan para cuidar los libros pero tienes que aprender solo a deshacerte de ellos” (Toot original). Y es que esa parte, la del expurgo, ha sido la más difícil.
No sé cuantos libros he tirado y vendido. Solo sé cuando comencé con esta aventura, en diciembre de 2023. Por aquel entonces, todavía vivía en el país que no debe ser nombrado (ellos saben quienes son, malditos franceses...), aunque ya sabía que en febrero comenzaría a trabajar en Madrid de nuevo. En Navidad, decidí empezar a hacer limpia de todos esos libros que no me había leído nunca y/o que eran ediciones que regalaban con la prensa. Los libros que sabía que no tenían ningún tipo de utilidad o interés, más allá del de ser reciclados. Ese día tiré al reciclaje más de 100 libros. Y pensé que había terminado, 100 libros menos que tendría que mover cuando me mudase.
Hace unos meses, cuando compré dos estanterías para el despacho, fui a comer un día a casa de mis padres. Tenía que coger fuerzas para la ardua tarea a la que tenía que enfrentarme, mover todos los libros que tenía en su casa. Cuando me puse a ello, me di cuenta de que había libros, muchos libros, que ya no me interesaban. Algunos seguían sin valer ni el papel en el que estaban escritos, pero otros no tenían para mí ningún interés. Otros eran ediciones muy malas de grandes clásicos que ya me había leído. ¿Voy a leerme de nuevo La Ilíada? Puede ser, pero cuando eso ocurra, me compraré una edición buena, como la de la Biblioteca Gredos o la de Blackie Books con ilustraciones de Calpurnio (por poner un ejemplo). Y así comenzó el segundo expurgo de mi biblioteca. Esta vez vendí unos 80 libros y tiré... no quise contarlos, pero se fueron, mínimo, otros 200 libros al contenedor del papel.
Ese día me marché de casa de mis padres con dos cajas de libros, que fueron directos a mi biblioteca. Podía sentir como los libros que quedaban en casa de mis padres temblaban de miedo, temiendo que podían ser los siguientes en irse directos al contenedor. Por ahora, cada vez que voy a comer a casa de mis padres, siempre me traigo una caja de libros para casa. Y no he vuelto a tirar ninguno más. No sé cuantos viajes más me quedan para traer el resto de libros, pero, aunque ya no me quedan allí muchos libros, siempre cabe la posibilidad de que alguno de ellos termine vendido o en el contenedor. Avisados quedan mis libros.
Escribo estas líneas sin remordimiento alguno, lo cual es un cambio significativo en mi modo de ver mi biblioteca. Hace años siempre decía que, una vez que un libro entraba en mi biblioteca, nunca saldría de ella. Y ahora no he tenido ningún problema en vender y en tirar libros.
Y creo que ha sido lo mejor que he podido hacer. Muy duro al principio, pero muy satisfactorio al ver mi biblioteca purgada de toda la morralla que fui acumulando a lo largo de los años.
Los hashtags de rigor: #VidaCotidiana #Reflexiones
Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @doclomieu@masto.es
Puedes seguir este blog desde cualquier red del fediverso o mediante RSS.
También puedes seguir todas las publicaciones de Escritura Social mediante RSS.