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from Cuaderno de un solo ojo

Este año voy a intentar de hacer un «algo»tober pero de microrrelatos basados en la canción «El bosque tenebroso de mi mente», de Lorena Álvarez. Chucktober #1 https://sidiostedalimones.com/blog/2025/chucktober

El imperio del árbol llega hasta donde alcanza la vista. Sus murallas de madera mantienen a raya al mismo sol y desde cada rincón, miles de ojos invisibles observan igual de sorprendidos. Hasta la hierba se enreda en mis piernas, curiosa.

Minutos antes, dormido y frente a las puertas, escucho una que se abre. #Chucktober

 
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from Mi perra vida

Relato – Experiencia de uso | Poema – Bagatela – José Emilio Pacheco | Reseña – La viralidad del mal – Proyecto una | Frase Robada – Alma Delia Murillo | Bonus track

Experiencia de uso

(secuencia del relato Efectos Adversos) La pantalla del teléfono de Jacobo se iluminó con las tres notifciaciones (la del reloj, el anillo y los audífonos inteligentes) que indicaban ausencia de información vital. Tres advertencias que le pedían confirmar si se había retirado sus dispositivos digitales, o en noventa segundos se le avisaría a sus contactos asignados para emergencias médicas. Jacobo continuaba tirado en el piso mientras la cuenta regresiva persistía, los colores cambiaban, del verde al amarillo, vaticinando la llegada del color rojo para detonar las alarmas.

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Años atrás cuando la OCDE promovió la doble jornada laboral para trabajos remotos, bajo el argumento de que la IA podía multiplicar la capacidad de análisis y respuesta humanas, Jacobo fue de los primeros en solicitar la “oportunidad”, para lo cual se debía aprobar una exhaustiva evaluación de su desempeño previo, así como una serie de exámenes con los cuales determinaban el monto que le sería pagado, nunca se supo de alguien que recibiera más del cincuenta por ciento del sueldo que correspondía a la persona que previamente realizaba dicha labor. Pero cuando en la pantalla de la computadora apareció una advertencia indicando que su solicitud había sido aprobada, y se le había autorizado el treinta y ocho por ciento de incremento en su salario mensual, Jacobo sintió alivio, las deudas ya lo tenían muy apretado, comenzó a limitar las interacciones físicas con su reducido grupo de amistades, ya que acudir a algún establecimiento atendido por seres humanos era incosteable, y dado el limitado espacio de los departamentos, donde con dificultades cabrían tres personas, las interacciones se limitaban al entorno digital.

En su jornada laboral, algo de tiempo le daba para intercambiar mensajes y alguna videollamada ocasional con sus amigos. Ahora con este ingreso adicional pensó que, al menos una vez al mes podría ver en persona a sus camaradas, aunque no estaba tan seguro; el chat de salidas, tenía meses sin actualizarse. Pero apenas dos semanas después de la autorización de la doble jornada, el dar respuesta a sus dos jefes de silicio, ya queJacobo no tenía un superior humano eso se reservaba para algunos puestos de la alta dirección, le estaba consumiendo todo el tiempo durante las ocho horas laborales, e incluso tenía que extender sus actividades un par de horas más y algunas pocas el fin de semana.

En el limitado tiempo que le quedaba, deseaba descansar y jugar en su consola hiperrealista, por lo que ver cientos de mensajes de sus amigos sin leer le generaba pereza y fastidio, pero más fastidioso fue que le suspendieran el servicio de agua potable por falta de pago. La nueva carga de trabajo le hizo olvidar los trámites administrativos domésticos. Mientras realizaba el pago, le llegó una de las múltiples promociones a la pantalla del teléfono, invitándolo a usar una IA a la cual se le daba autorización legal para realizar trámites, pagos, y para sorpresa de Jacobo si ademas se le daba acceso a las aplicaciones de mensajería y redes sociales, podía interactuar con amigos y familiares, prometiendo ser el alma de su círculo de amistades y un ciudadano ejemplar, al cumplir con todas las responsabilidades establecidas por la sociedad. Dubitativo, Jacobo aceptó la prueba gratuita de cuatro horas, tiempo en el que la IA lo puso al corriente con sus pagos, detectó servicios que seguía pagando pero no usaba, y lo mejor fue el resumen de los chats familiares y amistosos que le narró directamente en sus audífonos. En cuestión de minutos todos los pendientes de su vida estaban al corriente.

Convencido de la utilidad de la IA procedió a la suscripción del servicio premium, que le permitiría actuar en todas sus instancias digitales, al darle acceso pluripotencial a todas las aplicaciones de su teléfono y con las cuatro horas en las cuales la IA consumió toda la información disponible de Jacobo, prometía crear un doble digital con 99.999% de precisión en el actuar digital cotidiano. Se preocupó de que su doble de silicio fuera demasiado entusiasta con sus amigos y se delatara la ausencia de interacción real, así que en la configuración pidió aumentar el grado de privacidad y reserva social.

Al paso de los días Jacobo estaba fascinado, ya que siempre terminaba con el cerebro frito después de diez horas continuas de trabajo, la IA le contaba lo ocurrido con su vida social, le divertía ver como en una película lo que transcurría con sus amigos, familia y el doble digital. No más de siete minutos había configurado como la duración máxima del resumen cotidiano, así que tuvo tiempo para reposar un poco y pensar en mejores estrategias para su videojuego. Ni siquiera tenía que preocuparse por su alimentación o enseres de uso común, la IA hacía las compras por él, siguiendo sus gustos y preferencias de comida rápida, shampoo y hasta alguna prenda íntima que la IA calculaba era momento de cambiar. Sólo tenía que salir a la puerta, recoger los paquetes que dejaban los drones y del mismo modo dejar las cajas y envases usados para que otro dron los recogiera y enviara al centro de reciclaje, lo cual le daba puntos y beneficios sociales en el portal de la municipalidad y otras instituciones.

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La pantalla del teléfono parpadeaba con más intensidad en color rojo, al iniciar la cuenta regresiva a partir del número diez, comenzó a sonar un pitido agudo e intenso. Cuando quedaban tres segundos para realizar las llamadas de emergencia se desactivaron las tres advertencias, mismas que solicitaron una segunda confirmación de que los dispositivos habían sido retirados del usuario y que ya no era necesario llamar a sus contactos. Se confirmó la información y antes de apagarse la pantalla, las tres aplicaciones sugerían no dejar de usar los dispositivos inteligentes, para poder ofrecer una mejor experiencia de uso.

Bagatela – José Emilio Pacheco

Para quien no haya visto cuanto yo vi parecerá mentira lo que pasó. El mundo es diferente. Todo cambió. No volverá a ser mío lo que perdí. ¿Dónde estará el pasado que terminó? ¿Cuál camino transita quien antes fui? Para quien no haya visto cuanto yo vi parecerá mentira lo que pasó.

La viralidad del mal – Proyecto una

Existe una tendencia entre varios grupos y movimientos no hegemónicos que demuestran preocupación por las condiciones sociales y antropológicas que estamos viviendo. Zygmunt Bauman o Javier Sicilia entre otras y otros también han abordado ese tema, pero La viralidad del mal esta desarrollado por un colectivo menos representado y mas disruptivo del norte global, aunque no niega su origen.

En este caso la premisa básica es la relación entre los medios masivos de cómputo y el sistema económico, este contubernio por definición degenera y genera dominación. En cinco capítulos muestra cómo la promesa de que la tecnología basada en silicio sería una fuerza que liberaría o al menos emanciparía a la sociedad de sus cadenas no se cumplió, se transformó en su verdugo. Por supuesto para ello hay que echar mano de lo obvio, las grandes tecnológicas y sus modelos de negocio, que esto último desde mi perspectiva, es lo más peligroso para la humanidad. En el pasado, la esclavitud ocurría lejos de quienes se beneficiaban, y hoy aunque también el sur global sigue siendo el más afectado, esta maldad esta embebida en todas las aristas del ser humano y prácticamente en todas las regiones del globo.

El ensayo es reaccionario, suficientemente duro y adecuadamente sustentado, al igual que trabajos intelectuales similares se encuentra en una fase contemplativa, pero es el momento histórico que vivimos. Un gran punto a favor es que está pensado y escrito para lectores comunes, que no necesitamos un doctorado en filosofía o sociología para entenderlo, y está lleno de referencias bibliográficas para quien quiera profundizar.

¡Una lectura por demás recomendable!

Frase robada – Alma Delia Murillo

El error es no tomarse las intuiciones en serio. Lo sé, siempre lo he sabido.

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#podcast #literaverso #literadon #literatura #libros #poesia #español #mexico #cultura #reseñas #cuentos

 
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from jartigag

1. Me atraían los ordenadores

Empecé a programar con un libro de la biblio de Soria. Usaba el ordenador viejo que mis padres le compraron a un compañero suyo de las ambulancias. Recuerdo que una cuidadora en verano se sorprendió de que fuera capaz de programar siendo yo “tan pequeño” (tendría 8-10 años).

2. Informática bien, pero no sólo eso

En bachillerato, me daba cuenta de que me había formado sobre todo en música, inglés e informática. Un amigo más mayor me contó que iba a estudiar Ing. de Telecoms. en Zaragoza. Me gustó lo que me explicaba, me gustó la ciudad y me gustó el Colegio Mayor que me enseñó. Yo tenía interés y facilidad con las matemáticas. También valoraba positivamente que existía una especialización en imagen y sonido (ya dentro de la carrera me enteré de que realmente nunca se había impartido).

En los primeros cursos encontré muy interesante el modelado de la realidad en sistemas y ecuaciones . Las asignaturas en las que mejor me desenvolvía eran las de programación.

3. Especialidad telemática

En la UPNA me llamaron mucho la atención áreas como la teoría de la información, redes informáticas, señales... Me decidí por la especialización en telemática porque me di cuenta de que esa era en la que más tiempo podía pasar sin cansarme ni perder el interés.

En todos estos años, el nexo que relaciona todo lo que me resultaba interesante en la carrera es la capacidad de establecer vías de comunicación entre personas.

 
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from Mi perra vida

Relato — Efectos adversos | Poema — Lo que quedó de los noventas — Sofía Ochola Chávez | Reseña — Trampa 22 –Joseph Heller | Frase Robada –Yoda | Bonus track

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Efectos adversos

A pesar de sus dos empleos como asalariado en dos corporaciones de logística y algunos pequeños pero constantes trabajos que realizaba como autónomo, no le alcanzó el presupuesto para pagar el sobreprecio y adelantar una consulta médica anacrónica, como llamaban ahora a las consultas con médicos de carne y hueso. El saturado sistema programaba la cita más próxima entre cinco a seis meses, a menos claro que tuvieras el seguro médico premium o pagaras un recargo, para sacar de la lista a alguien con una póliza más limitada y te dieran su lugar.

Las cuentas no le salían a Jacobo, así que se tuvo que conformar con usar el servicio gratuito incluido en su póliza llamado consulta advance, nombre con el que designaban a una app (en su versión más básica) movida con la IA más avanzada del momento, que prometía reducir en noventa por ciento el número de consultas al médico de atención primaria y mas de la mitad para el caso de citas con el especialista.

Abrió la app, y lo primero que le pidió fue crear el perfil del médico que lo atendería. Entre decenas de opciones se decantó por una mujer blanca, de aspecto asiático, delgada, cabello negro, que hablara español con acento de Buenos Aires, una combinación ecléctica, que por cierto era la más solicitada gracias a la última serie creada por IA que versaba sobre caballeres y dragones, donde siendo la heroína robaba todos los suspiros. Ya estaba habituado a que en la pantalla fuera indistinguible la apariencia de estas entidades digitales con un ser humano de carne y hueso, agradeció haber instalado la app en su tableta digital para ver mejor a su sensual doctora, aunque deseaba que en su minúsculo departamento cupiera una pantalla plana de las que se empotran en la pared, pero aún así ella se veía radiante. Jacobo eligió que el entorno fuera la sala oval de la casa blanca, pero pudo haber seleccionado desde entornos submarinos, hasta estaciones espaciales.

La doctora de silicio era amable, escuchaba con atención las molestias que le refería Jacobo, no se distraía con la pantalla del teléfono celular o una computadora. Le pidió acceso a sus dispositivos de monitorización inteligentes, reloj, anillo, audífonos; y que instalara una actualización de la app que permitía ampliar las capacidades de la videocámara, para determinar decenas de mediciones de laboratorio, con una precisión cercana al cien por ciento, comparado con las molestas y dolorosas evaluaciones en sangre. Una vez autorizado el pago, el cual tuvo que reconsiderar para saber qué otro servicio podría cancelar y no afectar sus finanzas, la doctora de sus sueños determinó que el colesterol, triglicéridos que estaban elevados, así como la presión arterial descontrolada, eran los motivos que lo tenían con esos dolores de cabeza y una fatiga terrible que le estaba afectando en sus trabajos.

Le sugirió una aplicación para que cuidara su alimentación, las cuales por supuesto incluían un costosísimo menú personalizado, entregado por drones todos los días hasta la puerta de su casa; otra app de ejercicio con los mejores entrenadores virtuales en más de setenta y cinco disciplinas, que podían incluir acceso premium a los gimnasios físicos más modernos. Le respondió que lo pensaría, mintió, sabía que su economía no se lo permitiría, pero por un momento pensó que la doctora sabía que mentía, ya que tenía muchísima información personal corriendo por los miles de procesadores que la animaban, pero dado que no se inmutó, consideró que le había engañado.

Finalmente le preguntó sus preferencias sobre el tipo de tratamiento que deseaba recibir. Le ofreció una solución basada en nanotecnología, que se administraba una vez al año, en gotas para los ojos, el líquido instilado liberaba en su sistema nervioso miles de bioprocesadores visibles únicamente con potentes microscopios, que modificaban en tiempo real y sin efectos adversos la producción de hormonas, el funcionamiento de venas, arterias y otros órganos, era en realidad un tratamiento neurotecnológico y no farmacológico.

Jacobo se emocionó al escuchar ese cambio de paradigma en el tratamiento de las enfermedades, era un fanático de todos los avances de la ciencia. Tal entusiasmo le hizo olvidar su situación financiera, así que presionó el botón de aceptar en la pantalla de la tableta y cuando le llegó una notificación confirmando el precio del tratamiento, tuvo que declinar el ofrecimiento, ni destinando todos sus ingresos al tratamiento le alcanzaría para pagarlo. Por primera vez en toda la consulta, la doctora mostró un seño de desaprobación, él intentó mentirle diciendo que se sentía más cómodo con los fármacos tradicionales, y también estaba seguro de que mejoraría sus hábitos y bajaría de peso, no sería necesario un tratamiento tan sofisticado y de tan larga duración.

Tras ese pequeño error de programación, la mujer en la pantalla volvió a la empatía de antes, y procedió a explicarle cómo debía tomar los tres medicamentos que le entregaría un dron en su casa apenas terminara la sesión. Luego tomó varios minutos para describir los efectos adversos: sed, deseo de orinar frecuente, dolor de cabeza, estreñimiento, diarrea, vómito, tristeza, euforia y un largo etcétera. Seguramente la doctora detectó que sus signos vitales se alteraron con la letanía de eventualidades que experimentaría, porque le dijo que no se preocupara, que podía ofrecerle una pequeña actualización a su paquete básico, para que contara con consultas ilimitadas las veinticuatro horas, para así comentar su seguimiento y manejo de las molestias relacionadas con la terapia farmacológica. En esta ocasión no quiso mentirle y le respondió que no era necesario. En la pantalla apareció una notificación que le pedía confirmar que entendía los efectos adversos y que no deseaba incrementar su plan de atención médica digital. La doctora in silico se despidió programando su siguiente cita en ocho semanas, que era lo que su plan incluía. La “ intuición” de la doctora le hizo saber con precisión milimétrica que no aceptaría un plan adicional de consultas a demanda, así que desistió y terminó la consulta.

Jacobo se levantó de la mesa y fue a la cocina por un poco de agua, cuando le llegó la notificación de que el medicamento había sido entregado. Abrió la puerta y un par de cajas estaban a sus pies.

Desde el principio, el diurético se llevó mal con su próstata, y no paraba de ir al baño a orinar con muchas dificultades y frecuencia, día y noche. Afortunadamente todo su trabajo era desde casa, así que no tenía problemas, pero le estaba afectando el sueño. Al paso de los días el monitoreo de sus dispositivos inteligentes indicaba que no se encontraba en metas de presión arterial, y todas las amenazas que eso implicaba para su salud, también lo invitaba a contratar la app de nutrición y ejercicio, al menos en el plan básico, para así lograr los objetivos. Él sabía que no podía pagarlo, así que tuvo que quitarle tiempo a su videojuego hiperrealista, al que destinaba su escaso tiempo libre y buscó en su red social videos para hacer ejercicio en casa sin comprar ningún equipo especial. Le costó bastantes horas, ya que los videos que le aparecían normalmente estaban relacionados con la venta de algún producto o servicio, pero persistió y encontró un par que consideró serían suficientes para iniciar.

La primera y única sesión fue una tortura, se sentía peor que con los diuréticos, sudó como si saliera a pasear en verano, lo que le hizo recordar que hacía meses que no salía a la calle, y no estaba seguro de qué estación del año era. A pesar de la fatiga, la playera empapada de sudor y la voluntad devastada, terminó diez minutos de burpees, desplantes y otras torturas. Se tuvo que detener porque todo indicaba que a su aparato digestivo no le gustaba tanto brinco, y un cólico acompañado de una inminente sensación de ir al sanitario lo forzaron a detener su sacrificio.

Una vez que las necesidades del colon y la vejiga fueron satisfechas, se levantó a lavarse las manos y sintió un mareo que lo obligó a detenerse del lavabo, vio su cara en el espejo, pálido casi trasparente, había dejado el teléfono celular en la cocina, pero alcanzó a escuchar varias notificaciones insistentes, que no pudo leer y le indicaban que su presión arterial había bajado a niveles peligrosos, intentó abrir el grifo para enjuagarse la cara, pero todo oscureció a su alrededor.

Las piernas dejaron de responderle y se desvaneció, golpeando la nuca en el toallero de metal que tenía a sus espaldas. Jacobo estaba inerte tirado en el suelo del baño.

(continuación) ...

Lo que quedó de los noventas — Sofía Ochola Chávez

Bob Ross pinta en mi cara un paisaje de árboles magullados envueltos en una perfección pétrea. Mandela fue elegido presidente, una y otra vez, hasta que se hizo un monstruo, una dictadura autodenominada como mandelista, pero eso solamente fue un mal sueño de Colosio, justo antes de morir. Bob Ross decía que era sencillo, con esa voz en español súper-puesto, y ese afro que podía haber sido una vagina. Mi cara seguía fresca, obedecí a un impulso incomprensible, encendí un cigarrillo y busqué mis nervios, mi estrés y estreñimiento, en un tipo de depresión generacional, inconexa en internet. Terminé refugiada, en una luz azul neón, con cigarros y cervezas, buscando a Ren y Stimpy, recordando cuando niña, me masturbaba mirando algún capítulo al azar. ¿Por qué Ren y Stimpy me provocaban? Quizás lo grotesco, quizás las groserías aisladas, quizás el poder revitalizante de ser una caricatura que podía hacerte sentir el aroma de la pestilencia y la ineptitud de unos brutos. Me tiré la cerveza encima y Bob Ross entendió que los paisajes perfectos eran lo más triste del mundo. Ofreció, sin duda alguna, hacer una pinturita de Minnie Mouse, a lo que uno se niega, por pura dignidad. Tomé la última botella llorando fuerte con conversaciones sin sentido, pero con una pequeña sonrisa de satisfacción pasando entre mi generación — el lugar más solo para llorar o llevar a cuestas tus problemas — . Mis pasos se van quebrando y sigo diciendo que tengo un sueño, algún sueño en algún lado. Muevo la toga, y aviento el birrete entre toda mi generación, en la ciudad de los sueños rotos, en lo que quedó de los noventas.

*

Prefiero ser un chicle de clorofila en el hocico de cualquier vago.

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Trampa 22 –Joseph Heller

Antes de comenzar debo decir que, normalmente me genera repelús un libro con la etiqueta “best seller”, aunado a que el autor es originario de los Estados Unidos de Norteamérica y para rematar la portada está escrita completamente con mayúsculas. Una vez expresados mis prejuicios, prosigo. Trampa 22 fue escrita en 1953 y publicada en 1961, en el entorno de la guerra entre Vietnam y los sempiternos “defensores” del orden y la paz mundial, por lo que vale la pena contextualizar adecuadamente la obra.

De manera simplista la novela representa un mundo absurdo, irracional, ilógico en medio de la guerra, es decir una perogrullada. La extensión del libro es notable, por lo que se requiere paciencia ya que, desde su arranque te adentra en este universo delirante, que desubica, ya que no se esperan tales personajes y comportamiento en una novela de guerra. Conforme se avanza dejas de pensar que es un episodio de El Chavo del Ocho para darte cuenta de que, es la estética a través de la cual Jopeph Heller desea expresar su desacuerdo. Este disentimiento lo llevó a ser un libro de culto entre los adolescentes de la época. Pero si comparamos esta manifestación de desaprobación, en comparación con todas las protestas contra la guerra realizadas en el país vecino, Trampa 22 podría considerarse un capítulo de Los Simpson, casi un precedente al meme como forma de protesta. Aunque debemos darle la concesión de que es una de las primeras manifestaciones antibelicista.

¿Porqué considero que es un best seller que envejeció mal? En un mundo con más conciencia social, con una alteridad mas presente, y por supuesto, cuando un bufón plutócrata esta liderando el caos mundial, ante este escenario, la obra se percibe insulsa, nimia. Los sinsabores ocultan el ingenio de Heller que, utiliza recursos literarios y estilísticos que son lo único que me tuvo pegado a las páginas.

En un mundo donde sólo hace falta ver los titulares para saber que estamos viviendo una época de horror injusto e irracional, no hace falta una novela cómica para subrayarlo. Pero si lees esos periódicos, ves esas noticias y no percibes el dolor ni el sufrimiento de los oprimidos, entonces sin duda este libro es obligado, para que a través de sus seiscientas páginas confirmes que la guerra es una rotunda estupidez, sin importar sus supuestas justificaciones.

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Frase robada — Yoda

El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento.

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#literatura #literaverso #literadon #cultura #podcast #cuento #relato #libros #librodon #poesia #poesía #español

 
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from FURBY FUCSIA FUMADOR

En mis turbulentas fantasías (que quizás nunca lleguen a plasmarse en el mundo real), ellos (siempre ellos aunque a veces ellas) nos miran con desprecio, asco y un ligero aburrimiento, como quien detecta gusanos vivos en un paquete de arroz; dicen: «joder, ahora me tocará tirarlo y comprar otro nuevo», porque este paquete de arroz en concreto es totalmente prescindible, hay otros doscientos solamente en una balda del súper que les quede más cerca. En esas mismas fantasías, creo que están convencidos de que no queremos trabajar, de que nuestro objetivo final es que todo esto se vaya a pique, y con eso en mente hablan entre sí de nosotras (aunque, en el fondo, sé que probablemente no estén hablando de nosotras, que ni si quiera piensen en nosotras aunque nosotras nos pasemos la vida pensando en ellos). Y pese a que en el fondo es cierto, si definimos trabajar como ser sumergidas previo acuerdo para extaernos el almidón y después escurridas, hervidas, aliñadas y machacadas por sus malditos dientes, pero no tan cierto si definimos trabajar como existir en el mundo aportando nuestro granito de arena a un proyecto común, sea cual sea... Yo me descubro más enamorada que nunca del oficio que afilo, y si amas algo deseas que no se termine nunca la relación que os une, el vínculo que os mantiene funcionando en simbiosis, pese a todo. Pero por encima del pese a todo, amar, o la definición de amar en la que creo, significa cuidar el uno del otro y currárselo para que la vida sea compatible con la relación. ¿Creéis que si no me importara, si quisiera que todo esto se vaya a la mierda, me pasaría la vida intentando que sea mejor? Los que no amáis este oficio, dejadme que os diga, sois vosotros.

 
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from Apuntes de Rob

Sobre la internet muerta

Mis hábitos de navegación en la internet no me han ayudado a mirar si la internet de hoy está hecha por inteligencia artificial y no por humanos, o simplemente no soy capaz de mirarlo. Pero siendo crítico con mi forma de consumir la internet, sí, está muerta.

Recuerdo que en el año 1999 tuve acceso por primera vez al internet, ese internet dial-up y en el que la mayoría del contenido era todavía el texto. En esos tiempos ver una imagen era una prueba de paciencia, ni se diga del audio y el vídeo. Me hice de mi página en Geocities y me gustaba andar de mirón por todos lados. La internet era para mí un escape a un mundo o era más bien el mundo, pero en este mundo yo podía participar, la internet estaba viva, pues estaba hecha por humanos.

En parte es nostalgia, pero no es que quiera que las cosas regresen a ser como eran antes, no es posible. Lo que sí es importante es que mire cómo internet muerto, sea crítico conmigo mismo y vea cómo yo mismo he participado en este homicidio, ya sea de forma directa o indirecta.

Este es acto de resistencia a los contenidos de la IA, no escribo para destacar o que me lean. Escribo porque además de ser catártico, porque esto está escrito por un humano. Escribo sobre lo cotidiano, de manera imperfecta, sobre lo humano.

 
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from Mi perra vida

Relato – La sonrisa del abuelo | Poema – Contra la Kodak – José Emilio Pacheco | Reseña – La hermana, la otra – Audre Lorde | Frase Robada –Pablo Muñoz Covarrubias | Bonus track

La sonrisa del abuelo

Los recuerdos más persistentes que tengo de mi abuelo no son gratos. Era un hombre frío, lúgubre, nunca me trato mal, ni a nadie de la familia, pero su plática era triste y nunca se le veía feliz.

Mi madre me explicaba que una vez mientras daba clases en la universidad, se lo llevó la policía, lo acusaban de algún crimen común, ser socialista, ateo o revolucionario, en esa época, como ahora, por nada se llevaban a la gente y la desaparecían. Cuando algunas semanas después regresó hecho un costal de huesos y golpeado como costal de boxeo, decía que mejor lo hubieran matado. Pero no fue así, su esposa y su hija, mi madre, lo miraban aterradas, en realidad lo observaban a escondidas, no mostraba las cicatrices que le habían dejado en la espalda, los pies, en los genitales deformados. Desde su vuelta se aisló en su cuarto, donde dormía alejado de mi abuela, apenas y convivía con los compañeros de la facultad, que imaginaban lo que había pasado y no lo cuestionaban.

El tiempo fracasó en curar las heridas, no mejoraron su dolor, ni su silencio. Mientras yo crecía y el envejecía, nunca entendía esa diferencia, una noche mi abuela marcó a mi madre a media madrugada, pidiéndole ayuda porque el abuelo estaba fuera de sí. Lo encontramos desnudo en el patio, llorando y diciendo incoherencias, era doloroso verlo así, hecho un ovillo tirado en el suelo, al observar su cuerpo torturado no imagino qué debió haber hecho para recibir tanto daño.

El psiquiatra nos dijo que era una especie de demencia, y que algo la había detonado, aparentemente una infección o algo así. Ni mi abuela, ni mi madre, ni yo entendimos la verborrea del médico, solo comprendimos que debíamos llenarle la boca de medicinas cada ocho horas con precisión quirúrgica, y no esperar nada a cambio, ya que no había cura para esos problemas.

Ante tan contradictorio destino, las cosas tendieron al empeoramiento, perdió el pudor y el control de esfínteres, el poco lenguaje que usaba y hasta la puntería para llevarse la cuchara a la boca.

Los meses y después los años me ayudaron a entender que, la diferencia entre crecer y envejecer radica en que quien envejece solo va sumando catástrofes, que por lo general siempre ocurren de madrugada. El teléfono resonó en la casa y no auguraba nada bueno, mi abuela se había caído tratando de llevar a mi abuelo al baño y se fracturó la cadera.

Me afané en cuidarlo mientras mi madre pasaba el día y la noche en el hospital. Al hacerme responsable de la atención de mi abuelo, se cumplía la fatídica profecía de la autora de mis días «eres igual de incapaz que tu padre», que remataba con «que una lagartona tenga en su santa gloria»; para hacer sorna del abandono de mi progenitor en etapas muy tempranas de mi vida.

Pero algo de cierto tenía la cantaleta materna, ya que cuidar a mi abuelo, bañarlo, cambiarlo, darle de comer y sus medicinas, era más complicado que el manual de operación de una central nuclear.

Entre la escuela, mi incapacidad para organizarme y la apretada agenda de mi abuelo, no lograba que algo me saliera bien, la ineludible herencia de mi padre. Por lo que a grandes males, grandes soluciones. En lugar de ropa común, unas bermudas, playera y crocs, que hacían ver más cool al octagenario y más fácil de cambiar y lavar. La contienda que implicaba que aquello que tuviera en la boca lo expeliera al estómago y no al piso, lo reduje a lo indispensable, limitando la afrenta tan sólo a la comida, total, el doctor nos había dicho que probablemente los fármacos no sirvieran, así al menos tendría más dinero en la bolsa, porque vaya que era caro ese sucedáneo de placebo. Después una disposición de los muebles a modo de tetris, para dejarle el campo libre y evitar que se tropezara. Todo eso, al menos parcialmente, hacía que mi vida fuera un poco más fácil.

Al principio mi madre fue una escéptica de mi plan maestro, por supuesto que no fue informada del incremento en mis ingresos derivado de la ausencia de los inútiles medicamentos, pero fuera de esas minucias, no le quedó más remedio que aceptar, al final ella tenía que seguir pendiente de mi abuela en el hospital, y mi abuelo se veía igual de mal que siempre, aunque con una apariencia más alternativa.

A los pocos días de la autónoma suspensión de los psicochochos, mientras jugaba a que el cereal era un avión y la boca de mi abuelo el hangar, se arrancó a contarme una historia sobre su mascota de la infancia, a la que retaba con una camiseta para que lo correteara como si de San Fermín o la Huamantlada se tratase, casi me infarto cuando comenzó a reírse, jamás en la vida lo vi siquiera sonreír. Así que las estruendosas carcajadas me preocuparon en sobremanera, en especial cuando seguía contando la anécdota y no paraba de reír, por un momento pensé que era una estatus epiléptico de felicidad. Al terminar el arroz y frijoles ya no recordaba nada y se volvía a hundir en su mundo de tinieblas.

Conforme pasaron los días, las anécdotas florecieron y la mayoría retoñaban, pero era fascinante conocerlo feliz, sabiendo que su infancia fue buena y que todo indicaba que la había olvidado, o tal vez la realidad del mundo la sepultó, pero ahora que su cerebro era una carambola parece que esos momentos salían a la realidad. Nunca supe si lo que decía tautológicamente era verdad o fruto de su mente.

Una noche tras escuchar la anécdota completa y tirara al suelo la mitad de la cena, lo dejé en su cama, sabiendo que me despertaría puntual a las dos y veinte de la mañana. Sonó el despertador, eran las seis, ya se veía el sol por la ventana, no lo podía creer, por fin dormí una noche entera sin sobresaltos. Pero contraviniendo la fama que mi madre difundía sobre mi falta de intuición y otras funciones elementales, supuse lo peor.

No se había movido ni un centímetro de como lo dejé en la noche, seguramente murió muy poco tiempo después de que apagara la luz, y para sorpresa de todos los deudos y acompañantes, tenía una sonrisa que ni el embalsamador logró quitarle.

Como si hubieran podido comunicarse, a los pocos días murió mi abuela en el hospital.

Mi madre no supera la tristeza, porque aunque le conté lo que había pasado con el comportamiento de su padre, exceptuando lo del dinero de las medicinas, no lograba tener en su mente más que imágenes de tristeza.

Yo creo que donde estén, si es que están, mi abuela ríe con tremendas carcajadas, escuchando las anécdotas de la infancia de mi abuelo.

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Contra la Kodak – José Emilio Pacheco

Cosa terrible es la fotografía.

Pensar que en estos objetos cuadrangulares

yace un instante de 1959.

Rostros que ya no son,

aire que ya no existe.

Porque el tiempo se venga

de quienes rompen el orden natural deteniéndolo,

las fotos se resquebrajan, amarillean.

No son la música del pasado:

son el estruendo

de las ruinas internas que se desploman.

No son el verso sino el crujido

de nuestra irremediable cacofonía.

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La hermana, la otra – Audre Lorde

Ser mujer negra, lesbiana, feminista en la segunda mitad del siglo pasado no era tarea fácil, si a eso le sumamos que era una entusiasta activista con una profunda sensibilidad, la ecuación se complica; y por si lo anterior no fuera suficiente tenía un sentido muy agudo, poco esmerilado sobre la injusticia. Por lo tanto, los escritos recabados para esta antología son profundamente reveladores, exponiendo la realidad a la que se enfrentan las mujeres como Audre Lorde, pero atención, no intenta explorar otras mujeres afectadas, lo cual me parece muy subversivo, exponiendo la individualidad de la injusticia, que no es igual para todas, y por lo tanto su análisis y potencial respuesta debe ser diverso.

Me encanta su postura alejada de la victimización, casi sonando a un buen ajuste de cuentas, pero sin serlo. Su postura totalmente anti-colonialista es suprema, estimulante y por supuesto intrépida.

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Frase robada -Pablo Muñoz Covarrubias

Un camino que puede seguirse es aquel que busca entender por medio de la lectura de los textos cómo la vida alcanza nuevos significados y sentidos durante esta etapa.

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#literatura #cultura #literaverso #español

 
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from Mi perra vida

Relato - El tercer negroni | Poema - Liebre de Cola Negra II - Tal | Reseña - The right not to use the Internet - Varios | Frase Robada - Elvira Sastre - Bonus track

El tercer negroni

Juliana había llegado antes al restaurante, normalmente así ocurría, su soltería le ahorraba la monserga de tener que dejar un par de hijos y un marido en condiciones de supervivencia por las próximas tres horas, tal como le pasaba a Alicia. El lugar estaba abarrotado, había sido casi imposible que las constelaciones se alinearan para que todas las agendas coincidieran. Así que, llegó con la paciencia en límites máximos, esperando que la atención del lugar fuera ineficiente, incluso petulante. Alicia le había sugerido el lugar, las mamás de la escuela de sus hijos no dejaban de hablar de ese nuevo sitio, al que no podían ir, porque no era del estilo de sus aburridos maridos. Así que la arrogancia que da la popularidad pasó a segundo término para darle gusto a su amiga. Después de unos minutos de estar sentada escuchó el teléfono el sonido que la identificaba solo a ella, -llego en diez minutos-. Considerando lo que el mesero tardó en acercarle la carta de bebidas, calculó que podría ir pidiendo los tragos, que junto con Alicia llegarían puntuales. -Dos aguas minerales y dos negroni -el tipo miró al asiento vacío frente a ella de manera inquisitiva. Juliana le dijo que su amiga se estaba estacionando. De verdad deseaba fervientemente que la comida fuera la antítesis al pésimo servicio. Mientras esperaba miraba las mesas del rededor, le llamó la atención que personas tan jóvenes también estuvieran bebiendo ese trago de viejos, al final las modas regresan, pensó.

Alicia y Juliana lo descubrieron en la facultad hace más de veinte años, y casi la misma cantidad de kilos. Así cayó en cuenta desde cuándo se conocían, e invariablemente recordaba esa fiesta, tras la que al tercer negroni hicieron una pausa en su amistad inquebrantable, y bastante mareadas se escaparon de la reunión para besarse en la calle por horas, hasta que el frío venció a su pasión, regresándolas a la realidad.

Un abrazo por la espalda y un beso blando, abundante en la mejilla, le confirmó que ese perfume pertenecía a Alicia. Se sentó frente de ella, a partir de ese momento el mundo y sus vicisitudes se fueron al infierno, solo tenía ojos para esa mujer, y tal como lo había predicho, estaban acomodando las bolsas en el perchero, llegaron sus bebidas. Tenía un mes que no se veían, y prácticamente no tenían ninguna interacción digital, salvo para organizar sus encuentros, así que la charla les daba para una buena cena de tres tiempos. De hecho el primer punto a discutir era el menú, lo analizaban al detalle, lo espulgaban. Lo comparaban con otras citas, comentando anécdotas relacionadas, era un mapa de vivencias, tanto tiempo les tomó que ordenaron un segundo negroni sin haber terminado de revisarlo y decidir sus alimentos. Lo que para otras mesas era un trámite, una decisión casi efímera, para ellas era todo lo que habían esperado por treinta días y sus ausencias. Tras agregar una botella de vino, dieron paso a la cotidianidad, al intercambio de miradas y pormenores. Siempre pedían entradas o platos pequeños, aunque numerosos, que se convidaban una a la otra. Tenían tanto que comentar que ni siquiera hablaban de los alimentos, esto lo expresaban las facciones que al comerlos despertaban, así sabían cuál platillo era bueno, cuál nada y cuál exquisito, éste último volvía loca a Juliana cuando observaba la satisfacción en la cara de Alicia. La comunión de verlas platicar, sus miradas excitantes ante un plato único, similares a las que ocurrían cuando se encontraban sus pupilas dilatadas, era digno de un cuadro renacentista. El postre se deslizó sin prisas, pero ambas se pusieron nerviosas al ver que menguaba, sabían lo que eso significaba, más aún sabían de la incertidumbre, de esos nervios de primeriza, del posible rechazo; cada gesto, cada ademán decidían el resto de la velada. -¿Pido la cuenta? -adelantó Alicia. Por un momento Juliana sintió un sabor amargo, y una ínfima pausa en el corazón. -¿No quieres otro negroni? -reviró. Alicia cerró los ojos dos segundos, desbloqueó el teléfono, vio la lista de mensajes y sonrió sutilmente. -Deja aviso que voy a llegar un poco más noche.


Liebre de Cola Negra II - Tal

Bastante preocupación y empeño por mi bienestar para morir malnutrido

(no declaro culpables)

declaro buenas intenciones con ceguera severa al instinto nato.


The right not to use the Internet. Concept, Contexts, Consequences - Dariusz Kloza, Elżbieta Kużelewska, Eva Lievens and Valerie Verdoodt.

En el momento en que pensábamos que ya no se podía incrustar más Internet en nuestras vidas, surgen los grandes modelos de lenguaje o LLM (por sus siglas en inglés), mejor conocidos como inteligencia artificial, que junto con sus correligionarios profetizan una revolución como ninguna. En este contexto pensar, pero más que pensar, documentar cómo en la praxis no usar Internet y sus dificultades para ello modifica nuestra vida; esto es bastante contestatario, interesante y muy provocador. Este libro incluye ensayos y escritos académicos con casos prácticos en los que Internet no ha sido visto como la solución panóptica, y lo colocan bajo la lupa como una herramienta tecnológica más, permitiendo analizarla sin pasiones, ni lugares comunes. Esta perspectiva social abre la puerta a lo ya sabido por muchos, la inmensa injusticia intrínseca de este utensilio, que al ser controlada por una oligarquía bajo el amparo de todas las democracias y gobiernos mas totalitarios, más que ser una revolución, es una evolución sin precedentes del sistema económico, de producción y consecuentemente de consumo, así como de dominación de la sociedad, que refleja la misma capacidad destructora de otras formas de extractivismo y colonialismo. Al no ser precisamente una obra de divulgación, tiene sus aristas áridas, pero superando el dogma académico es un gran trabajo que generará mucha reflexión, y expectativa por ediciones futuras.


Frase robada - Elvira Sastre

Me aterroriza enamorarme por si contamino otro corazón al abrir el mío.


Bonus track

 
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from Francisco Molinero

Aunque estoy jubilado considero que me he tomado unas vacaciones cuando cambio los hábitos diarios, la rutina, por los días diferentes, los nuevos paisajes y sobre todo la mirada nueva sobre las cosas.

He vuelto de una semana de vacaciones en el pirineo aragonés en la que me he reencontrado con les amigues, la montaña y he aprovechado para ver cine que no se ve de manera sencilla en las pantallas grandes. En otro momento os hablaré de la muestra más pequeña de cine del mundo que se celebra en la aldea de Ascaso todos los años en agosto desde hace catorce. Cine Ascaso

Durante esos días he desconectado mucho del móvil y de las escasas redes sociales en las que estoy. Para mí, la vivencia personal de la amistad no tiene rival en la vida digital, como diría Sánchez, es imbatible, así que a la vuelta me he puesto al día.

Siempre me sorprende leer cosas de gente más joven que yo, porque me abre visiones, expectativas, palabras e ideas nuevas a las que acercarme, pero me topo de vez en cuando con algo que me resulta irritante. Si alguien escribe una pequeña frase compartiendo su día a día, o su estado de ánimo, estoy bien, tengo mucho sueño o un clásico ¡mandadme croquetas! los lapsus calami no son especialmente importantes, pero si lo que se desea es transmitir ideas algo más complejas, reflexiones sobre la vida, la política o cualquier tema que requiera unas cuantas frases, sus sujetos, sus verbos, sus predicados y articular ideas de manera que sean comprensibles para les demás, es importante escribir con un mínimo de calidad. A menudo me encuentro con mensajes en Mastodon en los que alguien me ha querido transmitir una idea con enjundia y lo que he leído me parece algo así como un comistrajo verbal, inconexo, a veces incoherente y me resisto a pensar que la persona que lo ha escrito tenga el cerebro escachado y quiero hacerme con la idea de que no se ha dado cuenta de que su mensaje así no llega, está sucio, enfangado y da una mala imagen. Normalmente no digo nada porque está muy mal visto corregir y ya no se lleva enseñar al que no sabe, pero me apena.

 
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from Mi perra vida

Relato - La guitarra del vagabundo

La guitarra del vagabundo

La tarde fue degenerando al mismo paso tedioso que mi jornada de trabajo, por si eso no fuera suficiente al tomar mis cosas para abandonar la oficina, la oscuridad y la contaminación ocultaban unas nubes traidoras, que silenciosas y tímidas esperaban a que me subiera a la bicicleta. Tras pedalear unos minutos y con varios kilómetros pendientes, la lluvia azotó con esa intensidad que buscaba enjuagarme hasta los pecados. Entre lidiar con los automovilistas, cuya intolerancia e impericia son hidrofílicos y mantener el equilibrio para evitar un resbalón accidental, un charco desleal ocultaba un bache que albergaba un tornillo dispuesto a ser el artífice de mis infortunios. A esas alturas, o bajuras, de la tarde casi noche, ya sólo queda asumir resignación y contención de daños, no podía permitirme que mi suerte empeorara, me estaba acercando peligrosamente al desastre, afortunadamente se veía a lo lejos un paso a desnivel que me protegería de la lluvia y usarla como zona de pits para cambiar la llanta perforada. Al acercarme a ese paradójico oasis, ubico a un ocupante que tuvo la misma necesidad que yo. Mis prejuicios se activan al ver que es un indigente que cumple con el estereotipo, me llama la atención que la lluvia que era capaz de limpiar mi percudido corazón, a este hombre no le alcanzó para borrar los meses de sudor y sufrimiento incrustados en el rostro. Apoyado en la pared tiritaba de frío, aunque a un lado una gruesa chamarra tapaba parcialmente una guitarra, asumo que lo hace para alejarla de miradas ajenas. Cumpliendo el canon de mi sociedad y al ver que no es un peligro (aparente) decido ignorarlo y desplegar los instrumentos de mecánica elemental, para verificar si las docenas de videos que me distraen de las actividades por las que recibo un insuficiente estipendio mensual han logrado su objetivo. Tras quince minutos fracaso ininterrumpidamente así que, comienzo a maldecir a Maria, José y el niño que está en la cuna, lo cual esperadamente no ayuda a que pueda montar el aro de goma en su contraparte de metal. Mi ira asesina hace que baje la guardia y con un susto que casi hace que se me pare el corazón en diástole, veo al vagabundo a mi lado.

-¿Quieres que te ayude güero? – me dice sumiso, como quien espera unos palos por respuesta.

Siendo la peor persona que puedo ser y sin separar la mirada de la bicicleta, le respondo seco con un monosílabo, y me acerco las herramientas en modo casi ofensivo. En mi infinita idiotez olvido que si quisiera robarme o hacerme daño, no me lo avisaría con tanta amabilidad. Reconsidero mi actuar y pienso que este hombre no tiene la culpa de que mi empleador tenga deficiencia congénita de escrúpulos, ni de que a los aztecas junto con mis padres decidieran montar un hogar en lo que antes era un lago, o de que el cambio climático haya ocasionado lluvias dignas de exigirle horas extra a Noé. Fiel a mi limitada capacidad para enmendar mis no pocos arrebatos irracionales, sigo pensando en cómo disculparme por el modo injusto que tengo de maltratar a los indefensos. Al menos dejo de quejarme de mi perra vida, imaginando que la del vagabundo supera logarítmicamente mi escala de desgracias. Como si mis inútiles remordimientos fueran insuficientes, el tipo regresó al lado de su cobijada guitarra, se sienta estirando las piernas y con delicadeza descubre a su compañera que, contrario al aspecto de su dueño, está inmaculada. Arropa el instrumento entre sus brazos, y tras unos acordes para afinarla comienza a tocar, a modo de ayuda por mi analfabetismo en mecánica ciclista elemental. Como perro escuchando a Mozart, comienzo a tranquilizarme, al grado que inadvertidamente me quedo apoyado en la pared de ese bajo puente con las herramientas en las manos, escuchando milagros provenientes de esas cuerdas amarradas a una caja de resonancia. Salgo de mi asombro para hundirme en lo inaudito cuando escucho tocar La Catedral de Agustín Barrios Mangoré, una pieza de música clásica que pocos virtuosos pueden ejecutar con decencia, y por lo que a mi respecta, lo que presenciaba superaba por mucho mis grabaciones de John Williams. Siendo tan imprudente como irredento, apenas termina la ejecución le interrogo.

-¿Eres músico?

El tipo voltea hacia a mí, pero mirando más hacía el horizonte fustigado por la lluvia, afirma suave con la cabeza, se percata que le he descubierto o al menos en parte.

-No es nada fácil lo que estás haciendo -mientras le digo, no se si me refiero a vivir en la calle o tocar la guitarra con tanto dominio. -Siempre se me ha dado la música, pero en especial la guitarra. -Seguro tus padres te introdujeron muy joven –le dije fallando en sonar absurdo. -Mis padres murieron en el temblor de 1985, estaban en uno de los edificios de oficinas que se cayeron. Creo que es la única herencia que me dejaron, ser huérfanos, ellos también lo eran. En la guardería donde me dejaban por la mañana, hicieron lo esperable cuando no volvieron por mi. Fui creciendo en una casa hogar que, malogradamente mantenía un grupo de voluntarios que así conseguían algo de reputación. Creo que en esa época no había mucha demanda por adoptar damnificados de desastres naturales. Así que pasé buena parte de mi infancia con otros como yo. -¿Ahí te enseñaron a tocar así? -No, ahí me enseñaron a tocar, y me ayudaron a salir de ese ambiente. Apenas cumplías dieciséis años y con eufemismos sociales te arrojaban a la calle, te imaginarás lo que pasaba, ¿no?. -¿Desde entonces vives como vagabundo? – le dije como si hubiera resuelto el acertijo. -El profesor del taller de música se dio cuenta que la guitarra y yo nos llevábamos muy bien, y aunque él se esforzaba por enseñarme lo mejor, sabía que lo superaba rápidamente. Intentó hacer cambiar mi destino, pero como puedes ver hay cosas inamovibles.

Yo estaba confundido, para entonces mi interés por llegar a casa había sido sustituido por la necesidad de saber que ocurrió en la vida del virtuoso pordiosero. -No entiendo -lo interrumpí– entonces ¿en la calle aprendiste a tocar así? -La calle no te enseña música. La calle solo te enseña que la maldad y la tristeza son infinitas -hizo una pausa que sabía a duda, pero continuó-. El profesor del taller consiguió que una de la señoras del voluntariado que mandaba a sus hijos a clases de violín sin muchos resultados, fuera a escucharme tocar un recital que me puso a practicar por semanas. La voluntaria quedó maravillada y convenció a su marido de apoyarme para ingresar a la escuela de música, la mejor época de mi vida. Donde sólo tenía que aprender y practicar, sin salir al mundo. Gané una beca en Europa, la cual exploté al máximo, dando pie a los problemas que me tienen aquí. Ya siendo parte de una orquesta fui escalando puestos. En Mónaco, salimos a un casino en uno de nuestros descansos, y en ese momento descubrí que tenía una pasión mayor que la música, las apuestas y el juego. Esa noche inicié tímidamente, hasta que mis colegas me sacaron casi a rastras. A partir de ese momento solo esperaba un descanso para buscar el casino local y jugar lo impensable. Pero como cualquier otra adicción, siempre se requiere más dosis para lograr el mismo efecto. Lo cual era incompatible con mis ensayos y presentaciones. Así que las aplicaciones de apuestas en el teléfono ayudaban a reducir mi ansiedad, pero su ubicuidad fue lo que me llevó a robar y malbaratar instrumentos de la orquesta, para medio pagar mis deudas y seguir jugando. Cuando me descubrieron fui perdiendo trabajo tras trabajo, y con ello todo lo que había ganado, hasta quedarme sólo con esta guitarra.

La lluvia había cedido y nuevamente los autos llenaban el silencio, mientras pensaba en lo que me acababa de contar el vagabundo, se puso a reparar la llanta hasta dejarla digna de continuar su camino. Saqué de mi cartera unos billetes y se los ofrecí, temeroso de ofenderlo.

-No te lo puedo aceptar güero, mejor invítame algo de comer. Si me dejas el dinero voy a comenzar a apostar, y aunque no lo creas mi situación aún podría empeorar. Asentí con la cabeza y caminamos en silencio al puesto de comida callejera que consideraba como mi embajada personal. Al verme el dependiente en tan extraña compañía su cara denotaba asombro. El vagabundo tragaba saliva con toda la comida frente de él, le pedí al comerciante que me anotara en la cuenta lo que comiera mi amigo, y mañana pasaba a liquidar la cuenta. Al despedirme me estrechó la mano sin prejuicios de higiene.

A veces al regresar a casa lo veo al lado del puesto de comida, tocando como si fuera un milagro, sin que aquellos que se esfuerzan en ignorarlo sepan quién les ameniza los alimentos.

 
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from FURBY FUCSIA FUMADOR

Nado. Por primera vez en todo el año (se dice pronto) tengo tiempo libre. He decidido que así sea. No podía continuar mi camino hacia los lugares a los que me dirijo con toda la carga que me impuse llevar a cuestas. Hay cargas imprescindibles y cargas innecesarias y también otras, como ésta que me he quitado del medio, que me empujan en dirección contraria. Porque al sitio al que voy se llega nadando y una mochila demasiado pesada me arrastra hacia abajo, hacia abajo, hacia abajo. Y toda la fuerza la empleo en no hundirme. En lugar de en ir hacia adelante.

Tengo tiempo libre y nado. Nadar es leer, hacer recados, pasear y beber con amigas y tintarme el pelo. No me tintaba el pelo desde los veinte años. Y de camino hacia la peluquería, pienso. Me permito fluir en el agua, ligera. No me estoy leyendo ninguno de mis libros pendientes. Abandonados desde diciembre, se resignan. Leo lo que se me ocurre, lo que se me cruza, lo que me apetece. No voy a seguir ni una lista más de cosas que hacer en mi tiempo libre. Ninguna. Lo juro.

Nadando me descubro fértil. ¿Qué puede crecer en un cerebro embotado, concentrado y con prisa? Nada.

Parece obvio, pero, a la hora de la verdad, las cosas más obvias son las que más pasamos por alto. Mi mentora actual de dibujo dice: «common sense is not common practice». La adoro. Estoy segura de que cree que soy un desastre, y quizás lo sea. Quizás lo sea. Pero este desastre está aprendiendo, está creando, se expande.

 
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from Páramo Imperfecto

#Poemas

Wow, dos posts casi seguidos. No os acostumbréis mucho, no soy muy capaz de seguir un ritmo de publicación ni lo quiero ser. ¿Qué es esto? ¿Poesía? ¿Prosa poética? Ni yo lo tengo muy claro. Quizá no tenga que definirse. Pero allá va.


Somos buenas personas heridas y cansadas que hacen lo que pueden con lo que tienen. Evitando como podemos que la sangre de nuestras heridas salpique a las heridas que tienen los demás.

Recuerda lo bueno. Eres buena persona. La semilla de bondad está en ti. Las buenas personas cometen errores y hacen lo que pueden para repararlos. Las buenas personas son imperfectas. Las buenas personas son suficientes y bellas.

Somos buenas personas y a veces no sabemos que lo somos, jugamos a que somos malas y nos dormimos en el trance de la falta de valía. A lo mejor esto es despertar respirar hondo y conectar con la bondad, con la belleza, el disfrute, jugar a que somos buenas y podemos reparar.

Las personas que parecen crueles y malvadas son las que no entienden que estamos juntos en esto. Las que quieren recibir sin dar, inhalar sin exhalar. (Se quedan sin aire igual.) No son malvadas, son ignorantes. Tratan de protegerse, dividiendo entre “yo” y “los otros”. Cuando intersomos. Juntes en todo. Con un destino entrelazado. No saben que no evitarán su daño nunca mientras lo causan a les demás. Descansa. Respira. Mira al mundo de verdad. No es tu juguete. No puedes extraer más. Dejemos de explotar tierras, cuerpos, mentes, seres completos que desean prosperar. Basta ya. Recuperar el equilibrio natural. Recibir. Dar. Inhalar. Exhalar. Descansar, dormir, jugar. Actuar y nadear* Nadear por nadear (No para más productividad, de eso no necesitamos más) Todo en su justa medida. Dejar de explotar y quemar. Hoy toca reposar, ser horizontal. Que la tierra me sostenga, sin más.


*Nadear es el maravilloso arte de no hacer nada. El turbocapitalismo trata de venderlo como un tiempo de ocio más, para ser más productives luego. Pero yo lo considero la nada por la nada. Ratos de respirar y ya está. Como podréis comprobar, este texto está muy inspirado por Juan Evaristo Valls Boix. La otra gran inspiración ha sido Thich Nhat Hanh, quien acuñó el concepto de “interser”.

 
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from Páramo Imperfecto

#Pensamientos

ATENCIÓN, SPOILERS A CONTINUACIÓN: Pequeños spoilers de “Monje y robot”, de Becky Chambers, y spoilers enormes de “Steven Universe”. También hay algún spoiler de mi vida, pero eso, por lo que sea, es mucho menos interesante.

ATENCIÓN OTRA VEZ: El texto tiene más idas de olla de su auter que ideas realmente coherentes. Avisades quedáis.

Hace poco me sorprendí a mí misme reflexionando sobre Steven Universe.

Empecé con una visión comparativa de “Monje y robot” y “Steven Universe”. Las Diamantes y su dominio como un reflejo de la maquinaria brutal del capitalismo y el crecentismo. La línea de pensamientos de las Diamantes bien podría ser algo así: “Como soy superior a estos seres orgánicos y al resto de las gemas, puedo someterlos y expandir mi imperio hasta el infinito. Extraer todo lo que pueda de cada planeta para seguir creciendo. El fin y el medio, lo mismo, sin cuestionarlo. Es lo que hacemos, no hay más. Al fin y al cabo, ¿tengo algo mejor que hacer? Claro que no. No es solamente lo que hago, es mi propósito. Ser una líder. Guiarlas hacia la gloria. Hacia mi propia definición de gloria, claro.”

Ese propósito, ¿hasta qué punto se lo han auto impuesto ellas y hasta qué punto es asignado por Diamante Blanco (líder de líderes)? En cualquier caso, no parecen haberlo elegido de forma consciente.

Por otro lado, están las gemas y los robots de las fábricas de Panga. Tenían un propósito asignado (desde fuera, claramente) y lo rechazaron. Pasan de ser las herramientas de esos sistemas crecentistas brutales para hacerse conscientes y libres. Para los robots, ciertamente, con mucha más facilidad que para las gemas, a quienes cuestionar el sistema les sale muy caro. Las gemas ya eran conscientes desde el principio, eso sí. No obstante, si tratar de ser libre te condena al ostracismo o la destrucción, ¿hasta qué punto te lo planteas?

También tenemos a Rose. La primera (que sepamos) en elegir poner un pie fuera del sistema y cuestionarse todo lo que creía de su mundo y de sí misma hasta entonces. Elegir su nombre, elegir su forma, elegir su lucha. Aunque siguió haciendo lo que se suponía que debía hacer una Diamante: liderar. Salirse del tiesto, pero no mucho. Nunca fue la heroína que creímos que era. ¿Tampoco la heroína que necesitaban? Quizá no. Marcó a las Gemas de Cristal para bien y para mal. Sus motivaciones nunca nos quedan del todo claras, aunque las quiera vender como muy nobles. Era imperfecta. Al menos comprendió eso mejor que las otras Diamantes. Acabó eligiendo su propia impermanencia, como hicieron los robots originales de las fábricas. Y hasta aquí llegan las comparaciones con “Monje y robot”, porque luego la línea de pensamientos se me ha ido a otra cosa.

He acabado viendo a Steven como un reflejo... De mí. Sus fans tenemos una cosa muy clara: ese crío necesita terapia. No pongo en duda que a mí también me viene bien. Empecé pensando en lo guay que sería conocerlo. Una cosa llevó a la otra y al repentino pensamiento de “Joder, nos parecemos MUCHO”.

Está en una búsqueda constante de su lugar en el mundo. No encaja del todo entre las gemas, pero tampoco entre los seres humanos. ¿Os suena, mis panas neurodivergentes? Hasta su madre se lo dice en el vídeo. Es lo extraordinario de ser humano (Onfalina/Mosscap también sabe que es fascinante). El mundo está lleno de posibilidades y experiencias. Tendremos que elegir la nuestra.

Viviendo a la sombra de una figura de apego sin saber muy bien qué debería sentir por ella. ¿La quiero? ¿La odio? ¿Quiero ser como ella, como lo que ella quería ser o más bien quiero ser todo lo contrario de eso?

Esa tendencia que tiene (tenemos) de querer cuidar hasta el extremo... De quemarse. Aunque mucho tarda en llegar hasta ahí, eso sí. Tampoco le podemos pedir tanto realismo.

Oh, y su relación con Connie. Su evolución. Se acercó a ella cuando era vulnerable. Quería cuidarla. Cuando ella quiso protegerlo, no soportaba la idea. Hasta el punto de hacer lo que él nunca quiso que ella hiciera: se sacrificó por ella (por todos). Pasando por la aceptación de “estamos en esto juntos”. Cuando llegó el momento de cuestionarse cuál era su papel en el nuevo mundo que había ayudado a crear, quiso llevar ese “estar juntos” hasta el extremo. (Hey, cuídame, porque no sé pedirlo y no sé muy bien qué me está pasando). El dolor del rechazo. (No me das lo que yo creo que necesito y no entiendo por qué). Sabemos estar en una relación en el lado de la persona que cuida. No sabemos estar en el lado de la persona que necesita que la cuiden. Y cuando estamos en ese lado, él y yo la cagamos.

El punto de darse cuenta de que sus circunstancias han cambiado mucho. Ya no hay un mundo que salvar. Debe reinventarse a sí mismo y su forma de relacionarse con el mundo. Pasando también por un duelo más al darse cuenta de que la infancia que tuvo (tuvimos) no es la que él eligió, sino la que sus padres eligieron. Con todo lo bueno y con todo lo malo que eso conlleva. ¿Qué elijo ahora? Lo que estoy eligiendo, ¿lo elijo yo o es lo que alguien más quiere que elija?

Damos juntos y a destiempo el paso a la vida adulta, eligiendo cómo queremos que sea esta vida y nuevas formas para vincularnos. Nos hacemos conscientes DE VERDAD de que nuestro mayor poder es CAMBIAR. Pero no cambiar las cosas, como en la peli. Sino cambiarse a sí mismo. Cambiarme a mí misme. Elegir el cambio cuando lo que hay ya no sirve. Sabiendo que cambio no es desechar, sino reparar, reinventar. Cambiar y elegir si queremos ser monstruos o personas imperfectas. Siempre habrá alguien que nos odie por las mismas razones que otres nos aman. Pero si miramos a la Estrella Polar, volveremos a encontrar nuestro camino.

Porque sí, la compasión es nuestra Estrella Polar compartida, querido Steven. La que hemos elegido para nuestra vida. Pero a veces podemos perder el norte, no actuar como nos habría gustado, y eso forma parte del proceso. Parte del camino. Para poder tener la paz y amor que ansiamos en nuestro planeta Tierra, tendremos que cultivar la paz y amor en nosotres. Eso también puede implicar partir unas cuantas caras en nombre de la paz, aunque la primera elección sea el diálogo.

Tendremos también que darnos cuenta, como lo hicieron las Diamantes, de que no somos seres perfectos y superiores. El simple hecho de ser Diamantes o seres humanos no nos da potestad para someter y usar a otros seres a nuestro antojo. Tampoco somos, ay, querido Steven, seres perfectos y superiores para poder salvar, proteger y ayudar pase lo que pase. No tenemos el poder de arreglarlo todo, ni de controlarlo todo. Y está bien así.

Somos algo fascinante y extraordinario. Merecemos nuestra propia compasión. Merecemos cuidados. Y merecemos existir sin cuestionar que lo merecemos. Aunque no tachemos ni una sola cosa más de nuestra interminable lista de tareas, merecemos existir. Merecemos despertar y vivir cada día lo mejor que podamos. Aunque al final del día no salvemos a nadie más que a nosotres mismes.

 
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from FURBY FUCSIA FUMADOR

He decidido que no quiero más cursos. Estoy cansada. Estoy harta. Estas dos últimas se parecen pero no son iguales, y se dan las dos al mismo tiempo. Estoy exhausta porque llevo desde enero sometiendo a mi creatividad al expolio, al extractivismo más neoliberal y salvaje, y aunque está surtiendo efecto (si lo hacemos es porque funciona) no puedo seguir cavando en el mismo pozo si pretendo obtener tierra seca de sus entrañas. Hay que oxigenar, poner en barbecho, recuperarse un poco. Y, por otra parte, estoy completamente saturada de miradas externas. Cuántos ojos afilados durante estos años, cuántos métodos que confrontan al mío, sea cual sea (ninguno). ¿Es que no sé hacer nada sin saber de antemano que alguien vendrá a mirarlo y me confirmará si es malo o es bueno? ¿Dónde está mi propio criterio? ¿Por qué esta falta de confianza, esta necesidad insaciable de calificar la belleza que producen mis manos? He aprendido muchas cosas este año. Cómo se camina. Pero veo allá, más cerca que lejos, el siguiente sendero al que deben dirigirse mis pasos: he de aprender a caminar sola. Apreciar mi contoneo sin juzgarlo, instruirme en mi velocidad, inclinación y postura. Cerrar los ojos, abrir los brazos, dejarme caer hacia atrás... Y cogerme.

 
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