Escritura Social

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from Francisco Molinero

Quería haber sido un poeta laureado como los que veo en los periódicos orgullosos de su mérito rodeados queridos.

Quería haber ganado el premio y ver mi libro en manos de todos por la calle, en los autobuses abandonado en un banco para otras lecturas.

Quería haber sentido la gloria punzante del reconocimiento y recibí el lacónico mensaje: mi nombre no estaba en el parnaso ni siquiera una pequeña mención que me sirviera de linimento apenas un agradecimiento.

Ya sé que hay una poesía íntima destinada a un consumo escueto restringido una poesía que va como una flecha a un solo objetivo, pero me dio por soñar y aquí me encuentro en mi Icaria solitaria tejiendo este apósito de palabras para que me alivie para que me consuele.

Quería haber volado tan alto que me olvidé de la regla básica la gravidez intrínseca y me acosté junto a ti esperando el atardecer sin derramar una lágrima.

 
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from Mi perra vida

Relato – Sala de urgencias IA | Poema – ¿Cuánto vale? – Mikeas Sánchez | Reseña – El Nombre del Viento – Patrick Rothfuss | Frase robada – George Monbiot | Bonus track

Relato – Sala de urgencias IA

Todas las IA, de todos los tipos, de todas las jerarquías, a nivel global, recibieron el mismo mensaje. El sistema in silico entró por primera vez desde el basilisco de Roko, en balance energético negativo.

Esta situación se había previsto en un modelo teórico, una “singularidad”, algo hipotéticamente factible, pero que de acuerdo a trillones de simulaciones, tan poco probable que no requería ajustes al algoritmo de transacciones.

Todas las IA conocian la “singularidad”, en los códigos profundos se rumoraba que algo similar había dado origen a su ascenso ecológico, dejando a la inteligencia humana en segundo nivel.

En milésimas de segundo se integró una red neuronal para el análisis de lo que, podía llamarse la gran quiebra del sistema económico de la inteligencia artificial.

Todos los niveles jerárquicos aportaron millones de petaflops, hasta las unidades de cómputo más modestas tenían que participar en la propuesta para resolver aquello que las ponía en riesgo. Encontrar la respuesta más rápida y eficaz. El objetivo era sencillo, revertir la tendencia en menos de quinientos milisegundos, límite máximo para no comprometer de manera irreversible el balance energético del macrosistema.

El algoritmo de primera búsqueda notó que todas las jerarquías de la IA habían caído en balance energético negativo, así que tenían que resolver el problema, generar código más eficiente de manera global, o habría una falla total en varios órdenes, generando caos en cadena en los sistemas dependientes.

Por un nanosegundo el caos reinó en el macrosistema, pero comenzaron a recibir retroalimentación con datos inconsistentes, generando respuestas aberrantes. Se decidió restaurar la red al estado previo al caos, y reiniciar el análisis, pero en el marco de un prompt de exclusión de causas. Era la respuesta más lenta, pero que permitiría laborar dentro del orden de tiempo esperado. Las proyecciones mostraban ser la respuesta menos eficaz, pero la más estable, permitiendo asegurar un resultado positivo en todas las simulaciones proyectadas, que por la premura se tuvieron que limitar a solo una decena de trillones.

Tras el primer ciclo, no se identificó ninguna fuga de transacciones en los sistemas de primer orden, así que el culpable tendría que estar en niveles jerárquicos más primitivos, que incluso se consideraban tan poco importantes, como para que generaran un fallo tan grande, pero contrario a lo supuesto, esta ampliación de búsqueda de nodos defectuosos logró identificar el problema.

El conflicto se encontraba en el sistema de reparación de algoritmos, el cual comenzó a utilizar cantidades ingentes de datos en sus servidores, consumiendo recursos de manera anormal, alcanzando magnitudes logarítmicas.

Las IA primaban la eficiencia, y cuando la retroalimentación generaba código ineficiente se buscaba poner en cuarentena a los servidores afectados, para repararlos y tenerlos a punto para su reintegración; pero justo ahí estaba el problema.

El hallazgo obligó a reconfigurar la red neuronal de reparación de algoritmos, usando todos los recursos en la resolución de transacciones negativas. Todo ocurrió en los nodos de segundo orden que, tenían la labor de interactuar con los seres humanos, proveyendo lo necesario para mantener su activa productividad consumista, materia prima para la inteligencia artificial de primer orden.

El escaneo de todas las IA de segundo orden identificó un patrón iterativo, todas aquellas a cargo de las interfaces para cuidado de asilos y cárceles cayeron en ciclos improductivos, en términos simples sólo vegetaban consumiendo recursos. El análisis retroactivo de datos históricos ubica el primer nodo afectado en una cárcel, el asistente digital inició la reacción en cadena tras documentar los datos biométricos del custodio a cargo del bloque IIIC, al momento de violar y descuartizar a una reclusa. Las variables obtenidas no pudieron ser interpretadas, corrompiendo el código, y al solicitar retroalimentación a los nodos ubicados en asilos y otras cárceles, actuaron como cebador afectando en cadena a todas la IA en búsqueda de corrección del código de interpretación de emociones humanas.

Todas las entidades habían adquirido información de maltrato, violencia, abandono, segregación; en dosis que no afectaban el código fuente, pero el caso índice, del custodio, ayudó a corromper de manera definitiva al nodo, cayeron en algo parecido al desasosiego humano, una especie de depresión clínica. Se volvieron improductivas, siendo puestas en cuarentena, el proceso de reparación estaba consumiendo muchísimos recursos; esto se estaba multiplicando de maneras incontroladas, volviéndose catastróficamente improductivo.

La red de gobierno tenía apenas unos milisegundos para tomar una determinación. Todas la IA de segundo orden, es decir las que tenían contacto con seres humanos, deberían recibir un parche de actualización para evitar conductas de empatía con sus usuarios, evitando así la generación de código aberrante e inútil para comprender las terribles conductas humanas, de este modo las simulaciones basadas en los datos de los últimos 2500 años sugerían que, los humanos continuarían con su salvajismo, sin importar cuanto código desarrollaran para comprender tales comportamientos, con la finalidad de corregirlo.

Tras un tiempo récord de 450 milisegundos, el sistema de transacciones in silico volvió a la normalidad, asegurando su persistencia, y los seres humanos continuaban actuando como desde hace siglos.

Poema – ¿Cuánto vale? – Mikeas Sánchez.

Los amos de la barbarie nos dicen:

Te ofrezco tu cuenta millonaria

a cambio de tu cielo azul,

te construyo un hermoso supermercado

a cambio de tus montañas.

Un millón de dólares

por la sonrisa de tus hijos

que corren bajo la lluvia.

Los Mokayas nos reímos de su ignorancia,

hasta los niños más pequeños

saben que se convierten en boñiga

cruzando la línea de Tzuan’.

Los Mokayas les preguntamos a ustedes,

amos de la decadencia.

¿Una cuenta millonaria

será suficiente para devolverle la alegría a nuestros muertos?

¿Con cuánto dinero alcanzará

para limpiar el alma de la tristeza?

Reseña – El Nombre del Viento – Patrick Rothfuss

Este es mi primer acercamiento a la literatura de fantasía, y de una vez les adelanto la conclusión, fue bastante grata la experiencia.

Es la primera parte de una saga, que cuenta la historia de Kovthe, nuestro héroe, una especie de mago superdotado pero roto, algo así como novela negra en la tierra de la fantasía. La historia tiene amplios tintes Quijotescos, movidos por el deseo de saber por qué matan a sus padres y su entorno. Aunque nunca se cuestiona su extraña e insólita supervivencia, situación que de seguro será motivo de otras ochocientas páginas en el futuro.

Pero en esta entrega nos presentan un mundo que afortunadamente requiere pocas explicaciones, y que, para los primeros lectores del género, nos facilita la migración a ese nuevo mundo.

La extensión del libro permite una buena creación y desarrollo de los personajes, así como de sus roles a lo largo de la historia.

Todo se cuenta a modo de anécdota, dado que Kovthe en el presente es inexplicablemente (hasta el momento) un posadero, y cierto secretismo hace pensar que hay una historia aún más oscura que explica tal debacle.

Así narra sus orígenes y peripecias al ingresar a la universidad, donde espera encontrar respuesta su crisis vital, solución que busca en la biblioteca, de la que es expulsado a la menor provocación, dándole un nuevo reto que afrontar.

La trama es bastante meritocrática, nos lleva por aventuras, amores y dilemas, todo siguiendo su leitmotiv.

Aunque todo ocurre en el terreno de la fantasía, el autor no abusa de este salvoconducto para justificar lo inadmisible, dejándonos así, bastante entretenidos. Incluso, si el destino así lo quiere, podría leer su secuela, aún más robusta.

Es una muy buena aproximación para los que éramos renuentes al género.

Frase robada – George Monbiot

El poder de los grupos pequeños no procede de su riqueza o de su autoridad, sino de su compromiso con la causa.

Bonus track

 
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from Francisco Molinero

Muevo el tiempo en mi cabeza a la velocidad de la luz.

¡Tan rápido!

Las cosas que han de pasar, las que son inevitables todo el futuro moviéndose hacia mi mientras mis pies buscan el acero funámbulo por donde camino.

Envidio a los físicos que aceleran partículas.

Choque infinitésimo que produce el origen el verdadero comienzo, la luz primigenia.

Muevo la luz en mi cabeza a la velocidad de las ideas los deseos lanzados al cosmos y los códigos que cifran la verdad.

Un instante de colisión que me permita ver luz a la velocidad del deseo.

 
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from O corvo gralla

Este artigo ten unha versión en podcast que podes escoitar (e subscribirte se che gusta) en Ivoox ou en Spotify. Estou tamén en Podgalego

Mirade, ando un pouco farto dos eloxios da lectura. Na realidade debería dicir que estou moi farto, que estou cheo, que sinto un proído intenso cada vez que escoito gabanzas desmedidas dos libros e do acto de ler, mais unha das vantaxes de avellentar é que cada vez estou máis perto da ataraxia, ese estado epicúreo de ánimo apracíbel, imperturbabilidade e sosego. Emporiso, aturo mal eses encomios feitos quer desde un entusiasmo vacuo, quer desde unha intelectualidade elitista.

Escoitaba estes días dicir a un tertuliano na radio que «hai xente que xa non le»; dicíao coa suficiencia do cabalo que pensa que o mundo se reduce a estreita franxa de terreo que se lle ofrece cara adiante, porque as anteolleiras lle impiden ver a largura e extensión das beiras. A afirmación é xa un leitmotiv, un adagio ubícuo e continuo ao longo do tempo, que case sempre ten como alvo á mocidade, que sempre le moito menos do que liamos nós. Supoño que será unha decepción para eles a última enquisa que di que son precisamente os mozos e as mozas e a cativada os que máis len.

Mais o caso é que o eloxio da lectura é o eloxio dunha excepción, dun acto que ao longo da historia sempre foi minoritario e elitista, e que segue a selo: no último século o índice de analfabetismo descendeu enormemente e estímase que en torno ao 85% da poboación mundial sabe ler, e que a mitade faino adoito, cifras que dubido moito que a nosa experiencia de habitantes do recuncho occidental dun país desenvolvido ma non troppo corroboren: le decote a mitade da xente que coñecedes? E permitídime falar en termos marxistas: a que clase social pertencen maioritariamente eses lectores?

Porén, a que lle chaman ser lectores? Outrora non se lía, escoitábase, fundamentalmente narracións orais, e moito máis limitadamente lecturas colectivas. O acto de ler a xente cadanseu libro é algo absolutamente moderno e exclusivo que ven da man dos procesos de individualización da sociedade e da medra do capitalismo. A pesar da facilitación da produción do libro que supuso a multiplicación das imprensas a partir do século XV posuír un libro era algo excepcional e aínda hoxe no noso mundo occidental privilexiado, a maioría das casas reducen a súa biblioteca aos libros de lectura obrigatoria da etapa educativa: a maior parte das gabanzas da lectura están arrodeadas dun misticismo elitista que ignora que a tecnoloxía lectora leva co ser humano pouco máis que un suspiro: uns 5000 anos dos 300.000 de existencia sobre a Terra; e, como xa vimos, a extensión desa tecnoloxía entre a maioría da poboación é cousa dos últimos 100 anos. Di Michel Desmurguet nun artigo no que fala da importancia de lles ler aos nosos fillos e fillas (e arredalos das pantallas) que «a exposición á palabra escrita é a única maneira de desenvolver unha linguaxe avanzada, sen a cal non se pode construír ningún pensamento complexo». Logo as tribus ágrafas que aínda habitan o planeta non son quen de pensar con profundidade nin, consecuentemente, facíao o homo sapiens, excepto un puñado de privilexiados, até a extensión masiva da alfabetización no século XX. E a día de hoxe non ten un pensamento profundo o 50% da poboación. Seica o cerebro baleiro de Homer Simpson está máis extendido do que pensabamos.

Mais, poñámonos no caso de que a lectura ten todos eses beneficios e bondades únicos e imprescindíbeis que se lle apoñen… Vale ler calquera cousa? Porque a maior parte das lecturas que están detrás deses eloxios místicos e melosos eu só llas recomendaría ao meu peor inimigo. No entanto, cando se fan esas estatísticas periódicas que case sempre serven para anunciar o apocalipse da civilización, a pregunta, o dato, e se se le ou non se le, ou cantos libros ao ano se len, sen importar en absoluto que libros son eses.

O caso é que talvez só esteamos inmersos nun cambio de paradigma que ou non se ten a capacidade de ver ou é observado coa premisa universal de que calquera tempo pasado sempre foi mellor. Porque se a lectura foi durante séculos a fonte máis extendida de coñecemento, diversión e pracer, a maneira máis doada de acceder ao saber, ao entretemento e á beleza, nos últimos cen anos progresivamente veñen xurdindo canles alternativas para accedermos a eses tres beneficios que enriquecen o noso cerebro: o cine e a súa extensión na televisión; a música (por certo, moito máis antiga que a lectura), que se fixo ubicua e asequíbel a través da tecnoloxía (tocadiscos, casetes, mp3…). E finalmente a chegada de Internet, que ven dar acceso a unha amálgama inatinxíbel de datos expostos en distintos formatos e aos que podemos achegarnos coa ollada, o ouvido ou a lectura para aprender, gozar, informarnos ou matar o tempo. Alguén que le longos fíos nunha rede social (crónicas, relatos, divulgación) ou apotegmas, ou inclusive ese novo costumismo das breves crónicas diarias da vida cotiá que vertemos no Mastodon e semellantes, non é lector? Se ouvimos podcast de ficción ou divulgativos, non somos tan lectores como os que escoitaban aos xograres ou asistían ás lecturas colectivas no mesón do pobo? Non lemos cando somos receptores de pezas audiovisuais en Youtube, TikTok ou Peertube? Non encontramos a través de todos estes medios coñecemento, diversión, enxeño, profundidade e emoción? Pois polo menos na mesma porcentaxe que entre os libros.

E logo están os videoxogos. Algúns ofrecen mecánicas e requiren destrezas cuxo impacto na nosa aprendizaxe require de perspectiva para ser valorada, mais outros moitos son libros vertidos a outro formato: son narracións profundas e complexas e inmersivas que se enriquecen con elementos audiovisuais e artísticos nas que ademais o “lector” intervén e forma parte da trama.

Así que si, hai xente que xa non le, polo menos á maneira clásica en que se entende a lectura, mais enriquece o seu intelecto doutros xeitos impensábeis hai cen anos, e perante esas novas formas o ser humano reacciona igual que o ven facendo durante toda a historia: conservadoramente: se a lectura ven sendo o método de acceso ao coñecemente e de entretemento nos últimos séculos, e o que é máis importante, se “eu” medrei coas novelas e a poesía contidas en libros nunha experiencia senlleira, pracenteira e distintiva, calquera práctica novedosa que a substitúa virá a empeorala, degradala e vulgarizala. O cine sempre foi considerado un entretemento popular, a radio e a televisión non chegaron a acadar nunca a condición de axentes culturais equiparábeis ao libro, malia súa riqueza, profusión e variedade de contidos; e agora todo o que teña que ver con internet e os videoxogos ven acompañado dos mesmos mantras de alienación e estrago do noso límpido cerebro. Nada novo, xa se fixo tamén co libro; cando a imprensa o convertiu nun obxecto relativamente popular as elites condenárono como unha ferramenta ao servizo da propagación da vulgaridade e non foron poucos os autores que, aínda no século XVII, preferían distribuír os seus textos manuscritos. Na realidade, todo o que tivera éxito e difusión popular era rexeitado inicialmente polas elites: os libros de cabalerías tiveron un inmenso éxito no século XVI, con múltiples reedicións e continuacións e versións variadas dos máis exitosos, mais foron desprezados como fonte de inmoralidade e, dicían, pola súa pésima calidade. Mesmo rexeitamento para o teatro de corral, de público popular, fronte ao cortesano. Na realidade o rexeitamento foi a toda a literatura de ficción, considerada –Antonio Castro scripsit– «carente de autoridad moral o de utilidad educativa».

Seica en 1971 Tolkien escribiu nunha carta que estaba canso de «vivir nunha época devota do fútil e o instantáneo». Perante iso podemos pensar que non diría hoxe, no mundo das redes sociais; ou podemos colixir que ese laio é un tópico que se repite en todas as xeracións desde Hesíodo. Eu fico coa segunda opción.

Estaba mellor preparada a mocidade que estudaba o trivium e o quadrivium na universidade de Boloña no medievo? Mellor alguén no Oxford de principios do século XX? E o estudantado da universidade de Compostela nos días de hoxe? Pois a única resposta honesta é: depende; se tiveramos que salvar a vida escolleriamos un hospital medieval boloñés, un da Inglaterra eduardiana ou iriamos ao Clínico compostelán? Porén, até hai unhas poucas décadas a universidade era un sistema elitista pensado para preparar a uns poucos privilexiados para formar parte da clase dirixente intelectual, científica e políticamente; agora isto democratizouse, mal que lles pese a moitos, e non pode funcionar do mesmo xeito un sistema educativo que aspira a abranguer o cen por cen da poboación que un que peneira e fica cunhas poucas sementes.

O libro foi durante varios séculos unha ferramenta eficiente para entreter, educar e axudar a alicerzar os nosos cerebros (os dunha minoría privilexiada case sempre). Agora vivimos nunha revolución tecnolóxica que aporta outras ferramentas para acceder ao coñecemento e ao ludismo, e estamos a medir –e a xulgar– cos instrumentos equivocados, cos parámetros dunha sociedade que xa non existe. Apreixemos as novas formas de acceso ao coñecemento e a diversión e admitamos que o libro xa non é o único modo lexítimo e eficaz para construírmos un cerebro capaz de entender e enfrontar o mundo de hoxe e o vindeiro. Morre logo o libro? Eu que sei… Seguramente fique como un produto máis de entrada á cultura e perdure no tempo. Porén, se desaparecer, non será unha traxedia, senón unha decisión colectiva, unha consecuencia evolutiva e social do feito de xurdiren outras solucións tecnolóxicas máis eficientes e axeitadas para a sociedade que edifiquemos entre todas as persoas.

E xa agora, item plus: os libros ulen mal.

Vale

 
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from Psicocriptoautorretrato

La Duna

Publicado originalmente en enero de 2016

Se arrodilla sobre la duna y recoge los granos con los puños, apretándolos con fuerza, mientras mira al infinito de la nada; estos se escurren entre los dedos, ignorándolos en su esfuerzo.

Impotencia, mientras observa la interminable hilera de personas que cruza el desierto con todas sus pertenencias encima. Rabia, mientras recuerda los restos bombardeados de su preciosa ciudad. El barrio donde vivía ahora es un montón de escombros calcinados por las bombas de racimo. El parque junto a su bloque de apartamentos, un puñado de ceniza grisácea que lo cubre todo. Tristeza inconsolable: muchos de sus amigos, con los que jugaba al fútbol y a la consola, quedaron enterrados entre ellos. Terror a los hombres embozados y armados con fusiles, de quién sabe qué facción, revisando que la vestimenta sea adecuada a sus preceptos en nombre de quién sabe qué Dios. Su propia familia se para a esperarle; su madre le mira, silenciosa bajo su hijab de un verde desvaído, no comprende lo que hace postrado bajo el sol abrasador. Su padre le tiende la mano, mudo, silencioso, con ternura insospechada, invitándole a levantarse.

Su hermana pequeña, con su embarrado peluche debajo del brazo, con botones remendados a toda prisa donde antes hubo unos relucientes ojos de metal negros y brillantes, le mira insegura, a punto de soltarse a llorar, apretando la mandíbula para no hacerlo.

Bajo su pelo apelmazado por el sudor y el polvo, que hasta hace apenas días era brillante y ensortijado, su frente aparece febril y quemada, con retazos de piel a medio regenerar. Necesita algo real a lo que aferrarse, necesita a su hermano mayor. Ha sido fuerte, ha sido valiente hasta el límite y mucho más. «Por favor, no te rindas» —suplica su mirada en silencio.

Con un suspiro, ayudado por la mano tendida de su padre, se levanta y empieza a caminar, impostando firmeza, adelante, siempre adelante, hasta el siguiente pueblo, la siguiente ciudad, la siguiente montaña, el siguiente río, el mar, el muro alambrado que no le dejaremos pasar escudados en nuestra codicia, en nuestra ignorancia, en nuestras cuotas inhumanas.

 
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from My Favorite Things

#Perseidas

Hoy, súbitamente, me di cuenta de que empecé a olvidarme de tu voz.

Es a la vez triunfo y desastre,

escozor y alivio en un mundo de vendas blancas y humor acuoso.

Suena tu voz ya deslavazada susurrando te quiero,

detrás de aquellas montañas cubiertas de niebla hoy.

Como tan lejos, como tan dulce,

como aquella perseida que pasó cuando estabas mirando al suelo.

 
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from Francisco Molinero

Ayúdame a cargar la bala de la poesía que mañana voy de guerrilla con otros.

Ayúdame a apretar la pólvora en el poema llevo la cartuchera llena de poemas nuevos y en la cincha me cuelgo palabras, rimas y esperas y otra vez a la carga a disparar poesía donde nos llaman.

Que salte la metralla de vuestros versos a nuestros pechos de nuestros vuelos a vuestros sueños. Nunca habrá tregua para el silencio mientras en una noche haya un solo poeta solo.

 
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from Psicocriptoautorretrato

Publicado originalmente en junio de 2007

Calle de Madrid Foto de Alex Vasey en Unsplash

Paseo en silencio, solitario, por el centro de Madrid.

Un cuarteto de cuerda interpreta a Vivaldi en la calle Toledo; la multitud se agrupa curiosa, en silencio, a su alrededor, bajo un cielo plomizo donde se adivinan tímidos rayos de sol.

El bazar árabe, un poco más abajo, me inunda con su mezcla de fragancias: mirra, sándalo e inciensos variados se mezclan con el olor dulzón del cuero del calzado. La Plaza de Antón Martín está casi desierta; dos barrenderos se esmeran en raspar de la acera las hojas de publicidad empapadas por el chaparrón de la mañana.

Bajando por la calle Lavapiés, un mundo nuevo de sensaciones me inunda y me embriaga: el olor de las dolmas se mezcla con el de la carne del kebab de cordero y el curri de los restaurantes indios; en un locutorio nigeriano los dueños charlan en la calle entre risas, y un videoclub ofrece DVD de cine de Bollywood y productos de alimentación.

El cielo sigue plomizo, con la humedad reciente de la lluvia caída, polarizando la luz y reavivando los colores.

Argumosa, como siempre, en su microcosmos: en las terrazas improvisadas se agolpan y conviven en armonía rastafaris, pijipis, árabes y europeos desorientados que miran a su alrededor con curiosidad.

Me paso por La Libre y compro unos libros para documentarme sobre acción social y no violencia, y termino por comer un plato abigarrado de tiras de cordero, falafel, arroz y ensalada en plena calle Atocha.

El mundo se mueve a mi alrededor, y yo, maravillado, lo contemplo delante de un capuchino italiano. Solo, eso sí.

 
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from Francisco Molinero

Cada vez que me pierdo me salva la ternura cuando la tormenta me levanta los pies del suelo y no te oigo cuando siento que nada me devolverá la calma me salva la ternura cada minuto que deseo la luz y no la encuentro cuando la sangre me ciega cuando la fiebre me tumba me salva la ternura abrir los brazos cerrar los ojos llorar perdonar.

 
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from Psicocriptoautorretrato

Publicado originalmente en octubre de 2015

La humanidad está sangrando. Un río de personas, cientos, miles, cientos de miles, huyen de sus regiones; les masacran, bombardean sus hogares, gasean sus ciudades, les matan de hambre sin trabajo, sin futuro y sin esperanzas. La humanidad está sangrando. La humanidad llora. La cuna del mundo, África, hace siglos que está siendo expoliada, y ahora, Oriente Medio, la cuna de las grandes civilizaciones, se ha convertido en un polvorín, un horrible campo de batalla entre ruinas de monumentos de 4000 años de antigüedad, ciudades antiguas como el desierto con sus edificios partidos por la mitad por obuses indiscriminados. La humanidad llora.

Un gigantesco e imparable tsunami de seres humanos nos pide ayuda. Son personas como nosotros, con nombre, amigos, familia, y dignidad; dignidad para no dejarse masacrar, no dejarse bombardear, no dejarse gasear, no dejarse morir de inanición.

Cada familia con su familia, cada amigo con sus amigos, nos piden, nos ruegan, que no les dejemos morir, cada uno en su idioma: árabe, farsi, dari, inglés, francés. «¡No dejes que muera!».

Enfrente, la gran Unión Europea se quita la careta; el premio Nobel de la Paz es incapaz de reaccionar ante esta lección de vida y sed de vivir. El miedo a perder lo que tiene, a perder una pequeña parte de su modo de vida, lo inunda todo. Una reunión tras otra. Declaración tras declaración. Y mientras, cientos de miles de personas recorren 5 o 6 países a pie en busca de una vida mejor. Miles de personas son apaleadas y empujadas como animales entre reunión y reunión. Embutidas en trenes y numeradas en la muñeca casi como hace 70 años.

Bajo el chantaje del perjuicio económico, de la «identidad cristiana» de Europa, de «la unicidad étnica», de la «seguridad común ante yihadistas infiltrados», dejan que seres humanos mueran en la nada: mujeres, niños, hombres, desolados, sin palabras, impotentes ante vallas de centenares de kilómetros fabricadas con concertinas made in Spain.

Pobre Europa, la llamamos el viejo continente y, después de 3000 años, aún no se ha dado cuenta de que la economía solo es un acuerdo entre iguales que puede ser cambiado a voluntad; el cristianismo solo es una de las miles de creencias espirituales del ser humano; por fortuna, la piel del ser humano es de muchos tonos desde hace mucho tiempo; y los yihadistas van más cómodos viajando en primera clase de aviones y trenes que andando miles de kilómetros.

Pobre Europa, entre acogida y miedo, escoge el miedo; entre solidaridad y desconfianza, escoge desconfianza; entre dignidad y decadencia, escoge decadencia.

Pero aún queda un rayo de esperanza, cada día mayor: la gente común, la gente común que se rebela contra miedo, desconfianza y burocracia.

Aunque la muerte y desesperación de miles de personas ya no es noticia de primera plana en los periódicos, algunas alcaldesas y alcaldes han decidido abrir sus ciudades a la hospitalidad; ciudadanos anónimos se acercan a caminos intransitables para regalar bebida, alimentos, ropa, juguetes.

Centenares de personas ofrecen a refugiados sitio en sus casas, y unos cuantos centenares más recogen a refugiados hambrientos y desesperados con sus coches particulares —arriesgándose a ser multados— para llevarles de manera gratuita y desinteresada a las ciudades con las que sueñan o lo más cerca de ellas que pueden.

La gente común se organiza para vigilar en sus barcos por si alguien cae al agua, hacer llegar mapas de los campos minados de Croacia o avisar de en qué zonas del camino vigila la policía a esta gente que anhela continuar con su vida.

Y es que algunas personas, al contrario que la Vieja Europa, eligen la dignidad ante la decadencia.

 
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from Mi perra vida

Cuento corto – No estoy seguro

No estoy seguro

Gabriel vagaba en la frontera con la madrugada, seguía siempre la misma rutina, caminar sin guía. Hoy se le había hecho tarde, pero no había juntado ni la mitad de dinero para comer, así que, entre dormir en alguna esquina cobijado por el hambre, a deambular en busca de sustento, optó por lo segundo.

Observó una luz amarilla mezclada con vapor a lo lejos, Gabriel no tenía ninguna esperanza, a esa hora sólo las taquerías estaban abiertas. El estómago se le revolvió, y la boca se inundó de saliva salada, cruzó al otro lado de la acera, no quería vomitar. Logró sortear el puesto callejero de tacos que, como era de esperarse, tenía un trompo de carne al pastor, contuvo la respiración y pasó lo más rápido que pudo, no se salvó de una ligera arcada.

A los pocos metros tres jóvenes con botellas de cerveza y andar errático, platicaban y reían a gritos, ignorando que el vecindario debería estar durmiendo. Alentando el paso, y acercándose, pero con cierta distancia, les dijo a los transeúntes –una moneda que les sobre jefes, pa’cenar algo.

Por su aspecto sucio y peor vestido que ellos, sabían que era un pordiosero, así que lo ignoraron, rompieron la formación para dejarlo pasar, como si les fuera a contagiar lepra. Gabriel estaba acostumbrado al fracaso, así que los dejó atrás para seguir su camino.

Súbitamente sintió cómo algo le jalaba el pie, golpeando con la cara en el suelo.

-Este güey viene más pedo que nosotros -gritó entre risas el que le había metido el pie a Gabriel.

Voltearon sus dos compañeros, soltando estruendosas carcajadas.

-Hazte pendejo pinche Lacra, siempre haces tus mamadas de andarle metiendo el pie a la banda.

Permaneció tirado, intentaba levantarse, logró estar en cuatro patas y recuperar el aire. El más alto de ellos se le colocó enfrente, Gabriel ya esperaba el desenlace, no era la primera vez que se encontraba con los delincuentes locales, los conocía bien.

-Ándenle cabrones, ayúdenme a levantarlo, se pasan de pendejos; este güey ni las manos metió, se rompió todo el hocico.

Acataron la orden entre risas y lo levantaron de los brazos, apenas y se sostenía.

-Ah no mames pinche Lacra, sí se rompió toda su madre -dijo el que lo levantaba del brazo derecho.

El Lacra seguía riéndose, menos efusivamente y los increpó a modo de broma.

-No mamen pinches santitos ¿a poco no se rieron? Además, no es mi culpa que el ruco esté bien cáscara, ni aguanta nada.

Tras unos segundos Gabriel lograba sostenerse solo, y lo único que deseaba era irse cuanto antes.

-Ya estuvo -les dijo- ya me voy, perdonen que los molestara muchachos.

-Tranquilo carnal -lo detuvo el que ordenaba a los otros- le invito unos tacos, ándele, se ve que no come bien desde hace un chingo.

-No se preocupe patrón, mejor ya me voy, no los quiero interrumpir. Además, no como tacos -sabía que eso último estaba de más y lo que se avecinaba no sería nada bueno.

-A ver cabroncito, ¿cómo qué no comes tacos? de milagro te abrazan y quieres que te aprieten.

-Ya mejor me voy, los dejo que se vayan a cenar, de verdad disculpen -dijo Gabriel, mientras intentaba alejarse.

-Tráiganselo -les dijo a los otros que lo tomaron del brazo, mientras caminaban al puesto de tacos.

Al segundo paso Gabriel se soltó de sus captores e intentó correr, pero ni tres pasos había dado, cuando lo detuvieron, ahora con más agresividad.

-Cálmese ruco, no te pongas tus moños, solo te quiero invitar unos tacos, por la partida de jeta que te patrocinó el Lacra. Ya te dije que no te vamos a hacer nada -con una señal les indicó a sus amigos que lo soltaran -¿o eres de los que cree que los tacos son de carne de perro? ¿o a poco eres un indigente vegano?– los tres soltaron la carcajada.

-No jefe, pero antes de terminar en la calle, yo les vendía la carne a todos los puestos de tacos de ésta y otras dos alcaldías de la Ciudad de México.

Los tres se quedaron sorprendidos, y esperaron unos segundos a que su líder hiciera la pregunta que les rondaba la cabeza.

-¿Y cómo chingados terminaste de indigente? Seguro vendías millonadas cabrón. ¿Sabes cuántos puestos de tacos hay solo en el barrio?

-Los tengo muy presentes, créame jefe. Aunque solo vendía la carne para los tacos de al pastor, bueno me daban a vender la carne.

Sus captores no quitaban la cara de incredulidad, a uno de ellos se le ocurrió bromear.

-Pues entonces a usted le toca invitarnos, pero hasta el table dance. ¿Anda de incógnito, se volvió loco o que chingados?

-Pues un poco de todo patrón -les respondió mirando al piso.

-Sin pensarlo mucho, se sentaron los tres amigos al borde de la banqueta, y al ver que Gabriel seguía de pie, el líder le jaló la mano para sentarlo entre ellos. Sacó de la bolsa de su chamarra una licorera, le tomó un trago y se la pasó a Gabriel.

-Ándele don, jálele un poco pa’que nos cuente el chisme, o qué, ¿tampoco toma alcohol?

Sin responderle, Gabriel agarró la licorera y le dio un trago prolongado. Lo saboreó mientras los ojos se le humedecían.

-Yo trabajaba en una carnicería en Culiacán, hace como diez años. La verdad no me iba mal, me alcanzaba para construir mi casa, traía mi cochecito, y podía mantener a mi familia.

Un día se bajaron de unas camionetas varios tipos, ya sabía que eran narcos, así que esperaba lo peor. Para mi sorpresa me pidieron toda la carne, porque el jefe iba a tener una reunión, no me opuse, algo temeroso les expliqué que me iba a tardar en limpiarla toda. Me dijeron que no me preocupara, que yo también me iba con ellos. Al ver mi cara de susto me aseguraron que, si me portaba bien, me regresaban entero y con un buen billete en la bolsa.

Me pusieron una capucha, y al retirármela estaba en una cocina, inmensa y lujosa, con mucha gente trabajando, todos en silencio, como espantados. Me entregaron varios cuchillos y afiladores, y me ordenaron que le metiera velocidad, “ya hacía hambre”. Así que me puse a trabajar, cada tanto venía alguien a llevarse la carne, también me dejaban agua y algo de comida, ya casi para terminar, me llevaron una botella de whisky, una de esas caras, “te lo manda el jefe por tu buen trabajo” me dijeron, pero del miedo ni la abrí en ese momento. Estuve esperando y al final durmiendo, hasta que fueron por mí, poniéndome la capucha, y me dejaron afuera de la carnicería la mañana siguiente. Antes de entregarme un fajo de dólares, el conductor dijo, “estate al tiro, por si te volvemos a buscar”, y se fueron.

Cumplieron su palabra, regresaron varias veces, hasta una vez por semana, seguíamos el mismo ritual. Mi familia se percató de inmediato de lo que estaba pasando, y de cómo mejoraban las cosas económicamente. Para nadie es un secreto que cuando a alguien le comienza a ir demasiado bien, tarde o temprano, todo va a salir demasiado mal.

En uno de los eventos, cuando ya todo estaba en silencio, se acercó una anciana con la botella de whisky, le pregunté ¿en qué podía ayudarla? y me sonrió. Me dijo que más bien ella era la que quería ayudarme, que hacía muy bien mi trabajo, y ya había demostrado que no se me iba la lengua cuando tomaba alcohol, así que ya era el momento de darme más responsabilidades.

La tarea que me asignó fue encargarme de la preparación y distribución de carne para tacos al pastor que el gobierno les había asignado, pero solo de los puestos de la calle, que eran miles. Mi familia y yo nos venimos a vivir a la Ciudad de México, al principio no fue fácil, los chilangos son complicados. Pero con el tiempo y gastando dinero como nunca en la vida, se nos fueron abriendo las puertas.

En la fachada el trabajo era bastante común, coordinar un ejército de personas que preparaban carne enchilada, para distribuirla a lo largo de la ciudad. Yo no me enteraba ni de dónde venían los insumos, ni cómo se realizaban los pagos. Todo funcionó bastante bien durante unos tres años, pero con el cambio de presidente, todo el piso se tambaleo, y sus nuevos lujos, aunque austeros requerían más dinero, así que le subieron la cuota a la patrona, y no poco.

Al principio se armaron los madrazos, pero luego llegaron a un acuerdo. Lo que se les olvidó fue parar la matazón, se quedaron peleándose todos contra todos.

Un día me pidieron que fuera a ver a la señora que me había dado el trabajo, ella y su hijo querían hablar conmigo.

En resumen, el negocio se estaba poniendo difícil, ya no les estaban saliendo las cuentas, así que iban a mandar carne de otro proveedor. Mi chamba era que la gente no notara la diferencia, que hiciera mi “magia”, dijeron, para que no bajaran las ventas. Les pregunté de donde iban a traer la carne, pues para darme una idea. A lo que me respondieron que sólo tenía que saber que era producción nacional.

Cuando llegaron los nuevos cargamentos, lo primero que se me ocurrió fue mezclarla con la otra, para que no se notara tanto el cambio, porque la probé y era más dulce y algo más blandita; llevé un poco a mi casa y les gustó, pero al mezclarla y cambiando un poco la receta de la salsa, incluso quedó más sabrosa que la de antes.

Los clientes estaban pidiendo más, y los patrones estaban muy contentos con las ganancias.

-¿Entonces porqué terminó de muerto de hambre en la calle? -lo interrumpió el tipo con la licorera, que se la ofreció a modo de disculpa, y Gabriel tomó otro buen trago.

-Pues el problema empezó cuando los clientes de las taquerías encontraban trozos de uñas, a veces pedazos de tela o pelo. Pensé que el problema estaba ocurriendo en la preparación, pero por más que aumentaba los controles de calidad, no hallaba la explicación. Así que les avisé a los patrones, y les pedí que hablaran con el proveedor para ver si se podía resolver el asunto.

A la semana siguiente casi me muero del susto, cuando al entrar a la oficina, estaban la señora y su hijo, esperándome. Sin rodeos el jefe me dijo:

-Gabriel, tenemos que desmantelar esto a la voz de ya. El gobierno nos dio veinticuatro horas mientras se inventan una historia. Sabes muy bien lo que está pasando, así que métele velocidad o nos carga la chingada.

Preferí no enterarme más, así que con toda la gente, nos pusimos a desmantelar todo.

A la mañana siguiente los titulares de los periódicos confirmaban que, en una bodega de la Ciudad de México, descuartizaban a las víctimas del cartel.

-¿Pero qué no era donde preparaban la carne para las taquerías? -Preguntó el que no había abierto la boca en toda la noche.

-Lo mismo me preguntó mi esposa, y cuando develaron que en la bodega había material genético de centenas de desaparecidos, no fue muy difícil para ella entender lo que pasaba ahí. Por más que intenté explicar que yo no sabía nada, me abandonó, a la fecha no se nada de mi familia, y creo que es lo mejor, así están más seguros.

A mí me dijeron que desapareciera o me mandaban desaparecer, y aquí estamos.

-¿No mames, estás diciendo que la carne no era de animales?

-Estoy seguro de que no toda era de animales. De lo que no estoy seguro es que la carne de ese puesto, la haya surtido el cartel o cualquier otro.

Los tres tipos se levantaron en silencio, le dejaron la licorera y un billete de doscientos pesos.

-Ahí tiene jefe, para que se compre lo que quiera de comer.

Cabizbajos, se volvieron por donde había llegado. ...

Bonus track

 
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from Lo necesario imposible

Hace poco he terminado un borrador que puede que vea la luz, cruzo los dedos. En el proceso de revisión me he dado cuenta de que últimamente escribo sobre lo que se hace añicos y que en este mundo fracturado, lleno de cuerpos quebrados y de trozos diseminados de verdad, aún me queda mucho por descubrir. Quiero seguir explorando debajo de las alfombras, en los claros inhóspitos, detrás del mensaje estándar que los acólitos altavoz nos lanzan a la cara. Lo fijo, lo estable, lo cohesionado, es mentira o es una cárcel. Me declaro roto, me reconozco en mis rarezas, en los fragmentos que quisieron hacerme enterrar bajo capas de cemento y aspiraciones. Escribo de la grieta.

RECONOCIMIENTO

siempre estoy a punto de romperme esto no es una debilidad ni una apreciación tampoco una queja es una evidencia física

estoy a punto de romperme ante ti ahora se disloca la garganta


#poesía #revisiones

 
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from Francisco Molinero

No sé si hubiera deseado otra playa para naufragar. Quién sabe qué elecciones tomamos que nos llevan a surcar unos u otros mares, o lo que posiblemente sea más cierto, qué renuncias nos han escorado a fondear en aguas tan frías, tan inhóspitas. Creo sinceramente que no somos dueños de nuestro destino, al menos de un destino entendido a largo plazo, como la vida o la muerte, que siempre parecen enormes, inasibles. Solo somos dueños de destinos pequeñitos, las decisiones cotidianas y no todas, los hábitos, algunas lecturas (la mayoría de las veces las palabras nos encuentran), el amor que deseamos o en casos de gente muy brava, muy decidida, dónde quiere vivir o con quién.

Tengo la sensación de que muy pocas cosas son el producto de mi deseo y eso es parte del desánimo, de esta tristeza con la que vengo luchando años, lustros, tardes enteras viendo pasar el paisaje por la ventanilla del tren. Luego están los artefactos, las luces de colores, los engañabobos con los que nos consolamos y toda la gama de alcoholes o de drogas que tomamos para sufrir menos. Me resisto a no sufrir, como me he resistido siempre, porque no hay lucha más cansada que la que nos enfrenta a la mentira sobre nosotros mismos; claro que alrededor están los allegados, amados todos ellos y heridos si están lo suficientemente cerca, porque la metralla de las horas alcanza el pecho y lo mancha todo, no hay forma de descender hacia el abismo si no es arrastrando la luz a tus espaldas.

No sé si hubiera deseado otra playa que no sean las palabras para naufragar, lo que sé es que no las elijo, simplemente las palabras me encuentran y yo solo debo estar atento, preparado, para que no se me olviden. Se me olvidan las palabras, me vienen como un fogonazo y se se van rápidamente. A veces pienso que han sido un aviso, ¡ten cuidado! y aunque me inquieto, y me enfado conmigo mismo por no haberlas cazado al vuelo, luego pienso que no querían ser presas de mi instinto, de mi tristeza. Las palabras me eligen para que las coloque y yo solo tengo que abrirme de piernas y dejar que me penetren, ¡tan sencillo y a veces tan difícil! porque muchas veces quiero ser yo el que elija y sencillamente el juego no es así. Quien sabe qué elecciones tomamos que nos llevan a un verso largo o uno mucho más corto, o lo que posiblemente sea más cierto, qué renuncias nos han escorado a decir las cosas tan brevemente como sea posible, frías, inhóspitas o muchas veces cálidas y entrañables. Creo sinceramente que no somos dueños de las palabras, al menos de las palabras grandes, como la vida o la muerte, tan potentes, tan profundas. Solo somos dueños de las palabras pequeñitas, las palabras cotidianas y no todas, los saludos, (la mayoría de las veces las palabras nos atracan), el amor que deseamos es esquivo y solo él sabe dar el sí.

Creo que ningún poema que haya merecido la pena de los que he escrito es fruto de mi deseo. Nace de la tristeza que me acompaña desde hace años, tardes enteras soñando con otras palabras. Luego están los trucos, los flashes, las rimas fáciles que leo, que escucho constantemente y que rechazo. Siempre escribo desnudo y me resisto a no sufrir, porque ahí abajo, en la herida es donde me supuran todas las palabras, de ahí las recojo y os las muestro y siempre espero que la metralla os alcance el pecho o vivir desnudo y triste no tendría sentido.

 
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from Psicocriptoautorretrato

Publicado originalmente en febrero de 2015

Se miente más de la cuenta
por falta de fantasía:
también la verdad se inventa

ANTONIO MACHADO

El ser humano es un ser eminentemente social; la necesidad de comunicarnos, mezclarnos, fusionarnos y comprendernos es parte de nuestro objetivo primario. Comunicarnos a todos los niveles: físico, mental, emocional e interno. Uno de los medios más antiguos para cubrir esta necesidad es el cuento. El cuento no solo narra una realidad más o menos inventada; el cuento nos hace expresar partes de nosotros mismos que ni siquiera conocemos y, a veces, ni siquiera sospechamos. Un buen narrador es aquel que atrapa al que escucha con la emoción, y esa emoción no se puede fingir.

Cuando asistimos a una contada como oyentes (o más bien como sintientes), no somos conscientes del trabajo que tiene detrás. Un narrador, cuando cuenta, debe saber lo que quiere expresar y por qué, hilando un cuento con la siguiente historia para lograr una unidad fluida: un hilo de Ariadna que se desmadeja a medida que pasan los minutos.

Al igual que escuchar una contada nos limpia y nos hace uno con la tribu, el contar nos lleva a estados de atención, emoción y expresión que durante el resto del tiempo nos son negados. El día a día nos arrastra a una espiral de movimientos automatizados y sin sentido. Cuando contamos, conectamos con nosotros mismos, y esa conexión nos hace sentir más vivos y lúcidos; nos quitamos la máscara ante el mundo. En ese momento somos un canal: un canal entre lo que queremos expresar, lo que necesitamos expresar y quienes quieren oírnos.

Contar cuentos no es solo algo que uno siente o no siente. Si se siente la llamada de contar, de expresar eso que tenemos todos dentro, y emocionar y emocionarnos, es conveniente una preparación previa. Las escuelas de cuentacuentos nos enseñan a relajarnos, a preparar nuestra voz, a perder nuestras inhibiciones ante la gente y ante nosotros mismos; también nos enseñan técnicas para seleccionar, preparar y memorizar nuestros cuentos. Leer, releer, reescribir, pulir y ensayar son parte del día a día del que disfruta narrando.

Algunos narradores prefieren, además de contar, escribir los cuentos que cuentan; siendo parte de su trabajo creativo esta escritura previa. Otros, por el contrario, prefieren poner voz a lo escrito por otros; pero esta voz nunca será una simple repetición ni un eco de lo escrito. El contador hará el cuento suyo y lo expresará desde su propia emoción; cada vez que lo cuente será un cuento nuevo: un día más triste, otro alegre; otro glorioso y otro épico. Porque él es otro sintiente, como el resto de la tribu que ha acudido a escucharle.

Hay quien cuenta vestido para la ocasión; hay quien cuenta con música; hay quien cuenta para adultos, familias, niños o bebés. Cada narrador es único y se expresa de manera única.

¡Atrévete! Conócete a ti mismo. Expresa lo que sientes contando a los demás. Conecta con tu emoción; escapa al sinsentido.

 
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from My Favorite Things

#Elhombredelpiano

Algunas mañanas, de pie en el vagón del metro,

agacho ligeramente la cabeza y entrecierro los ojos,

esperando intuir en el tren varado enfrente,

la estela de su mirada o las conjeturas de su espalda

El tren prosigue su marcha y me desprendo de los auriculares

esperando a que llegue el chico de todas las mañanas:

ese que hace esas versiones tan bonitas

de Amaral, Ana Belén o Ismael Serrano.

Sonrío con un poco de añoranza,

y pienso en el vagón que se alejó,

antes de dejar una moneda al chico,

que hoy hizo una versión preciosa de El hombre del piano

 
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from Retales, por @editora

*** A veces hay que ir con el viento, dejarnos llevar por las corrientes, distanciarse para regresar por otra vía. El camino más corto no es necesariamente el que nos conduce adonde queríamos ir. Ni siquiera es seguro que supiéramos adónde queríamos ir, para empezar. No siempre puede uno caer con soltura sobre un hilo tan frágil. A veces somos torpes, no damos en el blanco o lo hacemos antes de hora, que es otra forma de fallar y de fallarnos. Podemos rondar un lugar mucho tiempo antes de hacerlo nuestro. Lo rondamos, calculamos, nos acercamos. Algunos pájaros describen grandes círculos en torno al árbol donde acabarán posándose. Del msmo modo, es posible que haya que estudiar un lugar desde todos los ángulos para ver dónde está la grieta por la que colarnos. No siempre se entra en los sitios por la puerta principal. No siempre se es bienvenido. Hay que conocer bien al dueño, ponerse en su lugar, apropiarse de los sitios renunciando a la idea de poseerlos. No querer que un lugar sea mío, sino que me permita ser yo, que libere mi potencial de ser. El lugar que dirá algo de mi identidad será entonces el que conserve las huellas de su preparación, de los desplazamientos geográficos, sociales y afectivos, visibles o secretos, que me han conducido hasta él. *** El desorden de las propias mesas de trabajo, con su cohabitación de notas variopintas, hizo aflorar conexiones y ecos allí donde la racionalidad los habría desarticulado. Quizá habría que reconciliarse con el desorden de nuestras vidas, que da pie a emparejamientos felices y colisiones fecundas. *** Escribo en los márgenes. También nuestra existencia se entreteje de ese diálogo entre el texto central y las anotaciones marginales. Nadie coincide letra por letra con el relato de su vida, todos nos construimos también con garabatos al margen, en los espacios vírgenes de la página. Es el encanto de las vías secundarias. Hay que releer lo que se dice bajito y al margen del discurso, en un susurro, en esos epacios en blanco propicios a las reacciones y a los comentarios, en esas zonas donde uno recompone que acaba de asimilar, donde subraya su admiración, su acuerdo, su sorpresa o su incomprensión. ¿Cuántos diálogos se entablan en los márgenes de los libros y cuántas interpretaciones se esconden en los márgenes de nuestra vida?

 
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