Escritura Social

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from Blog de Doclomieu

El otro día estuve jugando un rato con python, tratando, en realidad, de aprender un poco (la programación es mi gran asignatura pendiente). Siempre he pensado que cuando quieres aprender algo tienes que tener una motivación y, en este caso, se me ocurrió que la motivación para jugar podría ser crear un pequeño código que diese unas palabras clave para escribir una historia. Así que me puse al lío.

Diseñé un pequeño código al que le puedes indicar que tipo de historia quieres escribir. Al seleccionar uno de los 4 tipos de historia que he diseñado, el código proporcionará las palabras clave con las que podremos comenzar a escribir un relato. También hay otra opción en la que el código escoge el género del relato que se tiene que escribir.

La idea está inspirada en los juegos para contar historias en los que se utilizan pictogramas, aunque en este caso se proporcionan palabras que indican lugares, protagonistas o acciones que tienen que ocurrir.

La aplicación la escribí el otro día en un par de horas. Al pasar del ordenador a deepnote, lo que más me costó fue que funcionará el campo donde poder seleccionar que historia se quiere escribir. No está muy perfeccionada, ni tampoco tiene muchas opciones, pero es operativa. Me gustaría seguir trabajando un poco más en ella, para poder añadir más opciones (y también para tratar de aprender un poco más de python).

Así que, si queréis probar la aplicación, la podéis encontrar aquí.

Cualquier comentario o sugerencia es bienvenido.


Y por último el hashtag, que hoy también será #escribir.

 
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from heyazorin

Comentaba con un compañero la necesidad de un buen baño de realidad de vez en cuando que te ponga en sintonía con el universo y te haga olvidar, aunque sea durante un breve lapso de tiempo, lo estúpido que eres.

Lo comentaba a colación del típico suceso laboral con el típico cliente abusador. Lo de siempre. Y ahí fui yo, a cerrarle la cremallera con un huevo fuera, acorralarlo con hechos probados y a disfrutar, ya que estaba, de un buen cubata lleno hasta los topes que empapaba mi barba con las gotas de su vergüenza resbalando entre los pelos.

No hay nadie exento de recibir una buena reprimenda vital; un meteorito directo a tu cabeza que no ves llegar porque no miras más allá. Te alcanza y te destroza, haciéndote explotar como una construcción infantil, enviando las piezas que conforman tu estabilidad a lugares recónditos como el hueco bajo la cocina o detrás de la nevera.

Y un día, limpiando a fondo, encuentras triste y arrinconada a tu confianza; la rescatas, le sacudes el polvo y consigues rehacerte hasta la venida de una nueva ola de destrucción.

El dentista nos ha dicho que Irene padece agenesia dental, es decir, no tiene recambios para una gran parte de sus dientes de leche. Exactamente 17. Ahí es donde entra la vida a recordarte que no debes distraerte ni perder el norte porque si bajas la guardia, llega la hostia. Instintivamente cambian tus prioridades —otra vez—, se te reordenan los chakras y te centras en lo importante. La agenesia dental no es una afección grave pero sí afecta a la confianza y a la autoestima en adolescentes que ven cómo sus dientes caen y queda la oscuridad. La dentista, con la ayuda del tiempo, inventará mil formas de ocultar el vacío hasta poder atornillar a su maxilar todas y cada una de las piezas necesarias que recompongan la sonrisa y restauren la autoestima. Que vuelva lo importante.

Entramos al dentista sin saber lo que era agenesia. Salimos con una deuda futura de veinte mil euros. Nos empujan pero no nos tumban. Puta bida.

#shithappens

 
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from heyazorin

Mi padre solía llegar a casa del trabajo con uno o dos panecillos Sodexo en bolsas microperforadas guardados en su capazo de mimbre. Algunos días, incluso eran tres o cuatro los que acababan llenando los cajones de nuestro congelador.

Mi padre inventó el TooGoodToGo treinta años antes de que fuera mainstream. Él salvaba a diario comida que, de otro modo, acababa en los macrocontenedores de prensado de basura de la empresa. Lo hacía por principios, porque la comida no se tira, porque en un comedor con más de 10.000 empleados sentados en sus mesas se contaban por miles los panecillos que se apilaban dentro de enormes bolsas negras.

Micromundos disfuncionales.

La comida no se tira; la electricidad no se malgasta; el agua no se deja correr sin motivo. Mantras que flotaban en el aire de la casa familiar y que me han acompañado hasta hoy.

A escala universal, mi cerebro no es capaz de abarcar la comida que se tira, la electricidad que se malgasta, el agua que se deja correr sin un motivo.

Macromundos disfuncionales.

A veces llego a casa del trabajo y recuerdo cómo en casa siempre había panecillos embolsados.

No importaba que fuera domingo.

 
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from Blog de Doclomieu

Conduzco el último metro. Cuando dejo una estación tras de mí se apagan las luces y los sistemas de ventilación. Parada tras parada espero que alguien se suba a algún vagón, pero los andenes de todas las estaciones están completamente vacíos, al igual que mi metro, nadie ha subido desde la primera parada. No recuerdo un viaje tan lúgubre y solitario… La melancolía por los viejos tiempos se apodera de mi mente y mis sentimientos. Cómo me gustaba mi anterior trabajo. Requería más esfuerzo, pero merecía la pena. Me permitía disfrutar de compañía y buenas conversaciones. ¡La cantidad de gente famosa que conocí! ¡La cantidad de cotilleos que escuche! Si yo os contara… pero soy un profesional y esos secretos se vendrán conmigo a la tumba. Lástima que la modernización, las prisas y el desenfreno de la sociedad actual me hayan obligado a reciclarme. En estos tiempos hacen falta medios de transporte más rápidos y con mayor capacidad, medios de transporte de masas que impiden la socialización. Por ello, ahora soy el conductor del metro, metido en la cabina, conduzco solo todo el tiempo, como un ermitaño de los tiempos modernos. Sumido en mis pensamientos, llego, por fin, a la última parada. Me bajo de la cabina. Allí me espera mi jefe.

-Has hecho un buen trabajo, Caronte, ya no quedan almas que recoger, es hora de que disfrutes de tu merecida jubilación – me dice Hades con una sonrisa.

Mientras me lo dice, me tiende su mano cerrada. La abre y en ella veo dos relucientes óbolos. Siempre ha sido un sádico y esta es su broma final.


Este relato lo escribí, hace ya unos años, para presentarlo al concurso de microrrelatos XV Certamen de relato breve Raimundo Alonso. No fue seleccionado.


Y, por último, el hashtag de #Relatos

 
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from Blog de Doclomieu

Es última hora de la tarde y, por fin, los fieles salen del templo. Hoy salen tristes, compungidos, algunos lloran. Solo con verles se puede deducir lo que ha pasado. Hoy ha sido uno de esos días. Hoy la diosa ha reclamado un sacrificio y ha escogido una víctima entre todos los fieles. Nadie puede escapar de la diosa. Si ella escoge una víctima, todos la dejan ir. ¿Por qué le siguen siendo fieles a pesar de los sacrificios? Porque la diosa es la única con el poder para limpiar el alma de sus fieles de todos sus pecados. “Adiós, amigo”, se despiden todos los fieles mientras se alejan del templo, escuchando los alaridos de angustia y dolor de la pareja de la última víctima de la diosa.

Cuando todos los fieles se han ido y ya no queda nadie en el templo, una voz gutural rompe el silencio sepulcral que rodea al templo.

-¡Joder! ¡Otra vez se ha vuelto a comer un calcetín la lavadora!


Este texto se me ocurrió en octubre en Francia, cuando yendo en el tranvía me di cuenta de que llevaba dos calcetines desparejados.


Y, por último, el hashtag de #Relatos

 
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from heyazorin

No me gusta ver sufrir a la gente que quiero, por eso le dije a Paula que ese día no quería subir a la habitación del hospital para visitar a Juan, su padre.

Quizá decir 'no me gusta' es la peor forma de autoprotección que existe y deja en evidencia nuestras propias debilidades pero, buceando entre lóbulos y circunvoluciones, alcanzo a divisar otra de las causas protagonistas: mi propio miedo a la enfermedad. Presente durante décadas y manifiestamente activo con cada brote vírico, dolor no focalizado o síntoma en el margen del libro de medicina más grande del mundo: Google.

Tras la niebla, la imagen me lleva al ascensor de un hospital viejo, con los números de los pisos desgastados por el uso y el quejido rítmico del motor que pide clemencia y engrase desde hace años.

Toco a la puerta y accedo a la habitación donde me espera un Juan delgado como el apellido de Perico.
Lo abrazo y lo siento sano, alejado del oscuro monstruo que replica células.

Desaparece el miedo y se instala la calma.

Al despertar, me giro en la cama para anunciar a Paula que he soñado con su padre. Me mira, entre extrañada y alarmada, y me responde:

—Yo también.

 
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from Blog de Doclomieu

Ayer, gracias a una conversación en Mastodon entre @atighrada@zirk.us y @verity@kitty.town (muchas gracias a ambos), descubrí un pequeño movimiento que hay en internet de hacer los blogs manuscritos, es decir, escribir la entrada a mano y después hacerle una foto (o escanearla), para, por último, subirla al blog. Sin olvidarse de la accesibilidad, por lo que se utiliza un OCR para transcribir el texto.

(Ahora van las fotos y el texto transcrito lo podéis encontrar debajo)

Es una foto del cuaderno, la transcripción de la imagen está después de las fotos

Es una foto del cuaderno, la transcripción de la imagen está después de las fotos

Es una foto del cuaderno, la transcripción de la imagen está después de las fotos

La idea me gustó mucho, ya que, habitualmente, escribo las entradas del blog a mano en un cuaderno y luego las copio (casi siempre sin grandes cambios [1]). Por eso pensé que podría ser interesante seguir la pista a este movimiento, aunque dudo que a mí me pueda servir, porque no sé si el OCR reconocerá mi letra (lo voy a probar con esta entrada [2, 3]).

Me parece que el blog manuscrito podría ser un método para escribir un poco más en el blog. Como he dicho, las entradas suelo escribirlas primero a mano, pero también escribo otras ideas, textos, que me da un poco de pereza (¿vergüenza?) subir al blog. Y eso que ya he dicho aquí que yo escribo para mí y no para que me lea nadie. Sin embargo, subir una entrada manuscrita podría ser interesante por muchas otras cosas, además de mostrar el texto, se verían diferentes letras, colores, papeles... Lo que puede ser más interesante para escritor y, también, para el lector.

En uno de los blogs que vi ayer, además de escribir las entradas a mano, también los comentarios se escribían del mismo modo. Las personas que querían comentar tenían que escribir el comentario a mano, hacerle una foto y enviársela por email al autor, quien la subía al blog.

Otra de las cosas que pueden ocurrir con los blogs a mano es lo que me acaba de ocurrir, me he quedado sin tinta. He pasado de tinta negra en un plumín stub 1.1 a tinta magenta en un plumín M.

¿Y vosotres, mis querides lectores, que opináis de los blogs manuscritos? Si queréis hasta podéis contestar a mano y publico la foto aquí (con alt text).


El primer comentario a mano a esta entrada viene de mi buen amigo Carlos.

Respuesta a # Blogs manuscritos. 08.04.24. Debo aclarar que esta respuesta que hago es la primera en un blog... en mi vida. Y me resulta demas interesante que sea una escrita a mano. Como todo respetable utilizador de estilográficas que presuma de serlo, siempre nos hace falta una excusa adicional para escribir con nuestra pluma preferida. Ya sea usando la tinta de turno o la que un muy buen amigo te compartió, prometiéndote que ibas a disfrutarla y lo único que quieres y esperas es que el cartucho se acabe de una buena vez. La única desventaja que encuentro con los blogs a mano (que me llega como epifanía precisamente ahora, cuando escribo esta respuesta) es que me quedo en la imposibilidad de poder añadir un emoji, con el cual poder transmitir

una emoción precisa con muy pocos caracteres, como sería una carcajada para el párrafo anterior. De todas modos, desde aqui bancamos los blogs a mano. #Sheaffer #pluminM #IroshizukuYama-Budo #Leuchtturm1917


[1] Suelo corregir las tildes, que casi siempre se me olvida alguna.

[2] La verdad es que lo ha reconocido bastante bien. Alguna pequeña errata, alguna cosa que ha descolocado (no sé muy bien por qué), pero he tardado muy pocos minutos en transcribir la entrada.

[3] He subido las fotos sin retocar. Si utilizo la función de hacer fotografías a documentos, queda de la siguiente guisa. ¿Cuál de los dos modos os resulta más legible?

Es una imagen similar a la primera, pero se ve mucho más limpia, con la tinta más negra y el papel mucho más blanco


Y no puedo olvidarme de los hashtags:

#escribir #reflexiones

 
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from JazzPunkRock

¿Cuenta como mi primer blog si ya tuve uno en Blogger como proyeto de clase allá por 2008? Ha pasado tanto tiempo que casi he olvidado lo que es escribir en un blog como tal.

Supongo que comienzo por el principio. Me llamo Ro, y mi nickname online viene del juego JazzPunk al cual le sumé el siguiente género que comenzase por R-O, para disinguirlo un poco más.

Que conste en el acta, disfruto de todos estos géneros por igual, es sólo que el nombre de mi nickname es así de curioso.

Llevo cotilleando software alternativo y FOSS desde hace años, pero sólo hice el salto de forma más estable con el éxodo de Twitter. Se hizo compicado al principio, pero eventualmente di el paso a relacionarme más por estas redes y a no ser tanto una lurker, ya que al getne por aquí es más abierta a hablar.

  • Soy jiennense de toda la vida, aunque todo el mundo que me escucha dice que no tengo el acento de allí (y no sé por qué, me encantaría saberlo yo también),
  • Estudio actualmente diseño gráfico y lo más seguro es que entre al cuerpo de trabajo como maquetadora,
  • Roto entre hobbies conforme me aburra de ellos, actualmente estando interesada en journaling y hacer webs desde cero (de hecho, una buena porción de esta entrada del blog está formateado usando HTML),
  • Me gradué en Estudios Ingleses porque me gusta el inglés, y ahora la mitad de mi vocabulario y sintaxis está contaminado por el spanglish,
  • Aun con ello, me encanta aprender idiomas y estoy ahora apenas empezando japonés porque Canal Sur me hizo otaku (bendito sea Anki),
  • Y me encanta escribir, como se puede ver por este blog. Por ahora tendréis que confiar en mi palabra, porque no tengo nada más de producción propia publicado aparte de este blog, pero conforme me ponga cómoda por estos lares iré compartiendo cosas (si recuerdo no escribirlo en inglés primero).
En este blog escribiré un poco lo que me parezca, tanto reflexiones que quiera elaborar y escribir con detalle, así como por detallitos de mis hobbies que vaya encontrando, pasando por reseñas de lo que vea esa semana. Tras todo el capitalismo y estrés de la vida en general, espero que mi espacio personal sirva como un pequeño descanso, aunque sea sólo para mí.

¡Un encanto conoceros!


Etiquetas: #introducción

 
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from Diario de una Dragomana

Apenas uso Facebook; solo entro de vez en cuando para consultar un par de grupos de traductores de habla inglesa. A principios de mes, alguien compartió en uno de ellos un fragmento de un número reciente de la revista británica Private Eye. Era la carta que un tal Jon Berry envió a la revista en respuesta a un artículo sobre los efectos de la IA en sectores como el de la traducción. Paso a traducirla:

Llevo veintinueve años trabajando como traductor freelance a tiempo completo y he sentido los efectos del avance implacable de la IA en mis propias carnes, reflejados mayormente en la reducción constante de las tarifas y un desprecio cada vez mayor del arte de la traducción. Hace poco me reuní con uno de mis clientes habituales, y el director del proyecto me preguntó hacía dónde creía yo que se encaminaba el sector. Mi respuesta inmediata fue: «Dentro de cinco años estaré en paro». Resulta que habría atinado más diciendo «cinco meses».

Desde el verano pasado, los encargos me han ido entrando a cuentagotas, y el volumen de trabajo de enero de 2024 no augura nada bueno para este año que empieza. Casi todas las agencias para las que trabajo se han pasado a la MTPE (machine translation/post-editing), lo que quiere decir que el trabajo consiste en poseditar [corregir lo que vomita el motor de traducción automática], una tarea a) horriblemente tediosa y b) muy mal pagada.

El arte de la traducción ha sido sacrificado en el altar de lo «fácil, rápido y barato», a lo que se suma una disposición general a dar por buenos los textos cuyo lenguaje podría describirse cortésmente como de segunda categoría. Entre el inminente aumento de los textos generados por IA y la devoción cada vez más ciega que se profesa a la traducción automática, tal vez podamos ir dando por sentenciadas la redacción y la traducción como profesiones.

En cuanto a mí —y supongo que también será el caso de muchos otros freelancers—, espero que en el Lidl estén buscando reponedores.

Yo leo esto y se me cae el alma al suelo por este hombre. Tiene razón cuando apunta que nuestro trabajo está minusvalorado, aunque ¿qué trabajo no lo está? Creo que en el sector somos muchos los que estamos pasándolo mal por varios factores que tal vez desarrolle en otra ocasión, pero básicamente tenemos un problema gordo en buena parte de los mercados de traducción con las IA generativas de texto y el escaso poder de negociación frente a los intermediarios.

Pues bien, ahora paso a traducir algunos comentarios de la publicación en el grupo de Facebook:

En veinte años traduciendo, 2023 fue mi mejor año en términos de ingresos. En parte, ChatGPT me ha agilizado considerablemente la documentación terminológica. Espero que haya más gente igual.

O sea: «Pues yo estoy muy bien, y me gusta usar una herramienta que funciona con un megacorpus de textos cogidos sin permiso y con un impacto medioambiental mucho mayor que un par de búsquedas en Google».

Wow! No es precisamente la mejor manera de explicar lo que pueden aportar los traductores. Espero que esta generalización no se aplique a demasiados.

Querida, esto era la carta de desahogo de una persona que lo está pasando mal, no un post de autobombo en LinkedIn.

Compartir esto en un grupo privado de traducción de Facebook, vale. ¿Compartirlo en Private Eye? ¿Estamos locos? ¿Y luego volver a compartirlo en LinkedIn? No, en serio, ¿estamos locos? Estoy hasta la coronilla de los traductores que con tanto catastrofismo y «Pobrecito yo» nos hacen quedar como idiotas manipulables, mileuristas y poco cualificados que además no tienen ninguna habilidad fuera de la traducción.

Recordad que los mejores traductores podemos entrar en el campo de nuestros clientes si queremos. [...]

Si veis cosas del estilo en LinkedIn, no reaccionéis ni comentéis a menos que estéis 100 % seguros de que no pasa nada si les aparece a vuestros clientes actuales o potenciales en su feed.

Vayamos por partes, porque madre mía: —Habla de «los mejores traductores». Si no eres la crème de la crème, pues haberlo pensado antes; es el mercado, hamijo. —Habla de cambiar a otras profesiones (como si no tuviera cada una lo suyo con IA o sin ella), omitiendo que parece que gran parte del trabajo de traducción va a desaparecer y no va a haber hueco en el segmento premium de la traducción (oh là là !) para todo el mundo. —Se preocupa más por lo que piensen los clientes (¡¿es que nadie piensa en los clientes?!) o, como dicen ahora los jóvenes, gente random que por el sufrimiento de su compañero. Sinceramente, yo sentiría empatía aunque esta carta hablara de una profesión ajena, porque… soy un ser humano… —Yo creo que Jon sabe mejor que nadie que en esos veintipico años habrá aprendido algo que pueda aplicar a otro trabajo más agradecido que reponer estantes, pero la hipérbole es un recurso retórico que nuestra compañera traductora premium no parece conocer.

Yo le entiendo, pero el bajo valor percibido de la traducción no es por la IA; es culpa nuestra. ¿Subió sus tarifas año a año como todo proveedor de servicios? ¿Se negó a aceptar cobrar menos por concordancias parciales y otros descuentos? ¿Entrenó motores de TA mientras le pagaran la misma tarifa que si tradujera desde cero? La IA es solo una de las razones.

Si bien es cierto que como trabajadores independientes deberíamos valorarnos más y saber negociar, a menudo aceptas ciertas condiciones porque no queda otra. Porque, si te impones, entonces te quedas sin colaboración, y poco importa lo que tú hagas como proveedor solitario mientras haya mil detrás de ti en la cola dispuestos a hacer lo que tú no, y tenemos gastos profesionales y personales que pagar.

Huelga no podemos hacer porque somos trabajadores autónomos (figura legal que parece estar al mismo nivel que las macroempresas para lo que interesa, por lo visto), y en cualquier caso coordinarla sería dificilísimo porque somos gente que trabaja cada uno en su casa y con clientes de todo el mundo. Así que al final, aunque haya ciertas iniciativas de lucha colectiva, estamos solos. Solos. Inmersos en un vacío que, como te descuides, te lleva a creerte el individualismo que hay detrás de este tipo de comentarios —los de esta publicación de Facebook, pero también los que se hacen en charlas de supuesta orientación y en grupos de WhatsApp vitriólicos—, que se resumen en un «Si cobras poco, es culpa tuya por no ser bueno en lo que haces, no saber negociar, no buscar y retener a mejores clientes, no haber estudiao más, etc.; si vas a perjudicarnos, no molestes y dedícate a poner copas o limpiar escaleras».

Con compañeros así, ¿quién necesita enemigos?

 
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from fjromero

Las interfaces también avanzan

Me gusta observar cómo usan la tecnología las personas mayores, más que nada para ver las carencias que suelen tener las interfaces y que ocasionan no pocos problemas de uso. Suele ser habitual ver cómo personas más jóvenes intentan explicarles usos comunes mientras pierden la paciencia porque creen que los mayores (y ellos mismos) han nacido con la interacción aprehendida.

El caso es que, lo que nos parece trivial, a los mayores se les hace un mundo. Conozco a unos cuantos a los que no se les hace nada intuitivo asociar el verde a descolgar y el rojo a colgar. No saben si tienen que dirigir el dedo hacia la derecha, hacia la izquierda, hacia arriba o hacia abajo. Tampoco saben diferenciar entre el tacto suave o apretar la pantalla como si no hubiera un mañana. Esto me recuerda a la gente que pasó de la máquina de escribir al teclado de ordenador; el sonido del aporreo violento de la tecla intro todavía resuena en muchos lugares.

El caso es que, como mi padre ya casi se ha olvidado de usar un teléfono, pensé que lo mismo le vendría bien uno de esos móviles de teclas grandes y pocas funciones, al estilo de los Nokia de los 2000. Le he quitado la función de datos, así que solo lo usa para llamar y para recibir sms; nada de mensajería instantánea ni acceso a webs.

Estuve buscando, y el que más me convenció fue el Tokvia T102. Tiene teclas grandes, una pantalla pequeña que solo muestra lo que debe mostrar, un volumen alto de tono, una agenda simplificada con números favoritos, y un botón de SOS en la parte trasera. También tiene una pestaña física con la que se pueden bloquear los botones. Me convenció y lo compré.

Maremeua (expresión que indica sorpresa máxima).

Para empezar, el botón de SOS en la parte trasera, tan accesible, resulta tan peligroso que he tenido que bloquearlo. Es un caramelito. Si coges un teléfono y notas que detrás hay una parte que se hunde, vas a pulsar ese botón las veces que te sea posible. Es divertido.

Es verdad que tiene las fuentes grandes y se ve muy bien el número de teléfono que estás marcando, o con el que estás hablando... Hasta que quieres acceder a la agenda, o a cualquier otra función de las que tiene el cacharro.

La parte de arriba del teclado tiene, en sus extremos, esas dos teclas marcadas con el símbolo de restar “–”, que permiten seleccionar la opción deseada que aparece en la pantalla. Es decir, en la parte inferior de la pantalla aparece un pequeño símbolo que indica la opción que abrirá el botón que está situado en la parte de arriba de la botonera.

Un símbolo pequeño. Para gente mayor que, casi seguro, tiene problemas de visión.

Ahora hazle entender que primero debe mirar la pantalla para saber qué opción desea, que traduzca el símbolo y que pulse el botón correspondiente.

Y en cada pulsación, la opción del botón cambia.

Entre los botones “–” y los de descolgar y colgar, hay otros dos de arriba y abajo. En un momento dado, le puedo enseñar que permiten moverte entre las opciones de un menú. Pero cuando ese menú puede acceder a submenús, ¿qué botones realizan esa acción de desplazamiento lateral? ¿Los botones “–”? ¿Los de descolgar y colgar? ¿Los de volumen? El problema de la duda es que, por Murphy, vamos a tocar la tecla que no es y volveremos al principio, o la persona mayor seguirá tocando botones creyendo que sigue avanzando.

Debajo de estos botones, hay una fila con tres botones: “M1”, uno que tiene una imagen de una cámara barra un altavoz, y el último, “M2”.

¿Qué son M1 y M2? Vale, son personalizables. Pero la persona mayor no se va acordar del uso grabado. M1 y M2 no dicen nada, solo cumplen su labor cuando se les pulsa. Y entonces puede ser demasiado tarde.

¿Y la cámara barra altavoz? Bien, la cámara se activa cuando pulsamos. ¿Y el altavoz? Yo puedo saber que sirve mientras estás en medio de una llamada, pero la persona mayor no lo asocia, y suelen evitar mirar el teclado mientras llaman porque el teléfono no sirve (servía) para otra cosa mientras estás llamando.

Al final, el uso intuitivo que me prometían ha sido ineficaz. Las interfaces táctiles son mucho más intuitivas si se diseñan con cuidado. El problema es que nunca se diseñan así.

Creo que para las personas mayores, se podría simplificar aún más la interfaz. Pensando en que ya tienen muy interiorizado el hecho de que el móvil sirve para llamar y poco más, ¿no tendría más sentido hacer los botones más grandes incluyendo texto dentro? Sería mejor dibujar una fila de botones que ocuparan el ancho de la pantalla.

Un primer botón, verde, con el texto “llamar”. Arriba se puede poner el espacio donde se verá el número al que se está llamando. Debajo de este, se pueden poner los contactos más utilizados y, al final, un botón que ponga “Abrir la agenda”.

Cuando se esté en una llamada, se podría poner un botón rojo con letras muy grandes “Colgar”. Que se vea bien, que sea fácil de tocar. Debajo se puede dibujar una rejilla con los números visibles, por si en la llamada hay que pulsarlos.

En definitiva, un interfaz pensado para gente mayor, que sea táctil, por lo intuitivo que resulta, pero que muestre la información necesaria para que se pueda ver lo que hace cada botón, eliminando las opciones adicionales que, casi seguro, no van a utilizar, y acompañándoles en cada acción. Muestra solo una cosa, la que sea importante, y sé predictivo para orientar la interfaz a sus necesidades.

Hemos avanzado en las interfaces; las táctiles son mucho más intuitivas, pero aún creemos que las diseñamos para nativos tecnológicos (alias, las personas que pueden acceder a la tecnología. Spoiler: hay más gente que no puede acceder y es víctima de nuestra prepotencia). Estamos eliminando de la ecuación a mucha gente que no adopta la supuesta comodidad de los avances tecnológicos, y parece que nos los queramos quitar de encima, solo porque no comprenden qué acción aporta un símbolo dibujado en pocos píxeles.

Si no lo entendemos, tan solo debemos pensar que, en unos años, seremos nosotros los que aporreemos el cacharro de turno porque seremos incapaces de utilizarlo.

 
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from Nota al pie

Escribí esto en Tumbrl el 30 de septiembre del 2021. Entonces me rondaba la idea de escribir un blog pero no sabía donde. Busqué diferentes plataformas y me abrí una cuenta en Tumbrl. Es el único post que escribí allí. No quería perderlo así que lo pongo aquí. Tal y cómo lo escribí en su día.

Hoy he leído sobre el asesinato de Sara Everard. La mató Wayne Couzens, un policía de Londres encargado de la seguridad de embajadas. Aprovechándose de su posición de agente de la ley, la secuestró, violó y estranguló. Tiró su cadáver y luego compró gasolina para quemarlo. Para hacerlo desaparecer. Fue un plan premeditado, lo preparó todo. Esa noche le dijo a su mujer que tenía que ir a trabajar pero salió a cazar a una mujer sola.

Mucha gente se sorprendió de que fuera capaz de algo así. Hombre amable, padre cariñoso, buen vecino, son algunas de las descripciones. Una lee la noticia y piensa qué ha tenido que pasarle a este hombre en la cabeza para de pronto hacer algo así. ¿No es raro? ¿No sorprende que un buen vecino, hijo, amigo y esposo se levante una mañana y decida planear el secuestro, violación y asesinato de una mujer? Pues sí, sorprende, claro que sorprende. Porque si indagas un poco te das cuenta de que este hombre tenía obsesión con el porno violento. Hasta ahí podemos ponerle un vaaaale, bueeeno. Pero es que no se queda en eso. También frecuentaba la prostitución, también le gustaba exhibirse. Le habían denunciado tres veces. Dos de ellas no tuvieron consecuencia a pesar de ser voluntario de la policía. La última fue dos días antes de asesinar a Sara. Pasaron de investigar esa denuncia, no hicieron absolutamente nada. Y es ahí donde quiero ir a parar. Si esa denuncia hubiera sido tomada en serio, como se merecía, quizá no se hubiera atrevido a cometer el crimen, quizá le hubieran suspendido y tenido que entregar arma, esposas, placa...elementos que le sirvieron para detener a Sara. Quizá Sara estaría viva.

Desgraciadamente este no es un caso aislado. La violencia sobre las mujeres no se tiene en cuenta. Cuando un crimen atroz aparece en las noticias pensamos cómo ha podido ser y casi siempre que se mira hacia atrás se da una cuenta de que no sale de nada, que con anterioridad han cometido crímenes contra otras mujeres a las que no se ha escuchado, crímenes a los que no se ha dado importancia, no se han investigado lo suficiente, que se han ignorado.

La violencia contra las mujeres es estructural. El asesinato, la violación en grupo, el crimen por el que les detienen es la punta del iceberg. Debajo hay otras violaciones, hay ex-novias locas, ex-mujeres histéricas, denuncias no creídas, no investigadas, retiradas por la falta de apoyo, por presión policial. Hay otros asesinatos, hay una visión de las mujeres como objetos para su satisfacción, hay una violencia sistemática ignorada y permitida. Larry Nassar, Jeffry Epstein, Harvey Weinstein, Bill Cosby, Plácido Domingo, Anthony Bromwich y tantos otros cometieron impunemente delitos sobre las mujeres porque las víctimas no fueron escuchadas y sus denuncias no fueron tomadas en serio. La violencia contra las mujeres está tan normalizada que solo nos sorprendemos cuando alguna parece asesinada y si lo ha sido por su pareja, ya ni eso.

#feminismo

 
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from FURBY FUCSIA FUMADOR

Usted debe planificar para su perro una experiencia de ensueño

Voy subida en un tren, camino a Valencia ciudad, para salir con unas amigas. He pasado el fin de semana en el pueblo de mi novio huyendo de las fallas. Estaba contenta cuando me subí, agotada pero feliz; sin embargo, desde la segunda parada he dejado de ser una mujer feliz para volverme una mujer desquiciada que consulta desquiciadamente quince artículos en internet por minuto. Todos sabemos que no ha de hacerse. Pero sabemos también que a veces, en situaciones que escapan al control de una, esa es la única estrategia que una tiene a mano para sentirse con algo de agencia y poder sobre su pequeña parcela de un universo arbitrario. Abro y consumo vorazmente artículos, a cada cual con más pinta de haber sido escrito por una IA, y todos dicen lo mismo: «La etapa de socialización de un cachorro es la más importante de su vida. Una sola mala experiencia podrá traumatizarle para siempre. Usted ha de planificar para su perro una experiencia de ensueño la primera vez que conozca a otro perro.» Sollozo. Hiperventilo. La primera experiencia social de mi cachorra ha sucedido conmigo a treinta kilómetros de distancia en un tren, y sólo tengo la siguiente información vía teléfono: «Ha ido fatal. El otro se le ha tirado encima, igual le ha mordido, está muy asustada, no para de gemir y arrastrar el culo por el suelo». Así que, según internet, a mi perra se le acaba de joder la vida. Y además, ¿Sabéis qué? Además ha sido culpa mía.

Demos un salto en el tiempo: un par de días después, mi perra sale al parque y conoce a más perros. Vive todo tipo de experiencias, positivas, negativas y mixtas. Los demás dueños son comprensivos y dan mucha conversación -nunca habría imaginado la de conversación que da la gente si llevas perro-, le acarician, esperan pacientes al otro extremo de la correa mientras sus perritos y perrazos olisquean y se dejan olisquear el culo por mi pequeño saco de huesos con cara de adorable foca, que se acerca titubeante, con el rabo entre las piernas pero moviéndolo de lado a lado. Recibe ladridos y juego, caricias, gruñidos e indiferencia. Entiende, exactamente igual que haría un niño, que los otros pueden asustar pero también ser simpáticos. No ha pasado ni una semana y ahora es mi perra la que se acerca a jugar con perros miedosos. No tiene un trauma. Tiene una visión del mundo más amplia y confía en mí, que le llevo a descubrirlo con más o menos acierto y la protejo de sus peligros en la medida que puedo.

No soy el tipo de persona que dice ser «mamá de un peludo» y me da grima ver a los perros vestir calcetines. Por eso no imaginaba que pensaría durante todo el día en las conversaciones que he tenido con mis amigas madres de bebés humanos, en sus dudas, en sus miedos y en su culpa. De repente, una vida está a mi cargo y no entiendo su idioma. Creí que sabía suficiente sobre lo que necesitaba cuando llegó, pero en realidad me pilló en bragas. Desde hace unas semanas vivo con un nudo en la garganta y la eterna preocupación de estar haciendo las cosas mal. No quiero que me tenga miedo. No quiero que no me obedezca cuando le digo quieta y acabe aplastada bajo la rueda de un coche. No quiero darle una mala vida. La primera noche, volviendo a casa con ella en brazos tras separarla de sus hermanos y de su madre y llevarla a un piso que huele a limpio -un olor repugnante si le preguntáis- mi novio y yo nos sentamos en el sofá mientras ella dormía en nuestras rodillas y lloré como una magdalena, hipando. Me había preparado para sentir la alegría de que llegase a mi vida, pero no la culpa por su miedo. «¿Qué he hecho?» me pregunté en voz alta. «¿Por qué la he traído aquí, porqué me la llevo lejos de todo lo que conoce y la dejo sola en un sitio extraño? Siento que soy la peor persona del mundo».

No ha pasado demasiado tiempo desde aquella noche, aunque me parezca que han pasado meses. Han sido unas semanas duras, en las que la vida me ha dejado arrollada y con marcas de rueda, tirada en el suelo, como en los dibujos. A veces las cosas no llegan en el momento adecuado. A veces tienen consecuencias inesperadas, como mi llanto con hipo de la primera noche. A veces -y sospecho que son la mayoría- la ilusión y la planificación y el deseo nos encuentran en escenarios grises, y el amor es sucio, y las primeras veces son complicadas, y esa complejidad que avergüenza no sale en las fotos ni se habla de ella al contar las historias, y la expectativa juega en nuestra contra convenciéndonos de que no lo estamos haciendo bien, porque nuestra experiencia no es en absoluto limpia -como lo debería ser, como esperábamos que fuera-.

Durante estos días, me he agarrado como a un bote salvavidas a los relatos de madres a las que escuché decir: «llegué a pensar que no quería a mi hijo, que le odiaba». Esas historias que son una pequeña grieta en la expectativa, y lo mejor de ellas es que suelen acabar con niños sanos, con los mismos miedos que cualquier otro ser humano; con una vida a la que se apegarán porque es la suya y un futuro a través del cual acumular nuevas experiencias que contradigan lo que pensaban que era el mundo. Según algunos estudios citados por fuentes que ahora mismo no recuerdo, se sabe que los niños que han pasado por una experiencia traumática como una catástrofe natural o una guerra se recuperan adecuadamente si cuentan con el apoyo de su comunidad y familia cercana. El mundo es una catástrofe, un desastre la mayoría del tiempo. No podemos pretender una experiencia limpia de nada prácticamente nunca, la vida sucede, shit happens. Mi vida, durante el último mes, se ha convertido en un pequeño desastre según a quien le preguntes. Y dentro de ese desastre se encuentra otra vida a la que he de cuidar. No puedo planificar una experiencia de ensueño para mi perro. La vida a la que le he traído no es una experiencia de ensueño. Ninguna lo es. Ni falta que hace.

 
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from Ruido Coloreado

La rutina y la previsibilidad son dos de los principales pilares de mi cordura que malamente se mantiene en pie sobre unos cimientos cenagosos de pánico ante la incertidumbre y nula tolerancia a la frustración. Hace muchos años aprendí por las malas que una de las cosas que más me ayudaban a ir por la vida con un mínimo de dignidad era planificarme al dedillo, no únicamente las tareas más serias y aburridas sino también mi tiempo de ocio.

Eso me llevó entre otras cosas a organizar mis lecturas alrededor de una lista de la que tengo que pasar por todos sus ítems antes de volver a iterarla. Me obligo a leer un libro de las estanterías, otro de la pila de compras de la última Feria, otro de la biblioteca de Calibre, uno del Mundodisco (#speakHisName), un libro técnico, un manual de rol, etc. Una de las últimas adiciones a esa lista fue el integral ilustrado de las novelas y relatos de Terramar que lanzó Minotauro hace un par de años. Por cada pasada que hago a la lista de lecturas me leo una de las novelas de ese integral.

Son clásicos de la literatura fantástica que no había leído hasta ahora y que, como todo lo de Le Guin, me está encantando. Una de las cosas que más me está gustando es su concepción de la magia basada en el conocimiento del nombre verdadero de las cosas.

Y ese concepto es algo que me ha tocado profundamente.

A principios de este año (y a todas luces demasiado tarde) por fin dejé mis miedos y vergüenzas de lado y empecé a acudir a terapia.

Ahí me encontré con un paralelismo con Terramar que no me esperaba. Conocer qué nos pasa, ponerle su nombre verdadero, nos da poder. No es una bala de plata que acabe mágicamente con tus problemas, pero conocer ese nombre es uno de los primeros pasos en un camino que gracias a ello pasará a ser un poco menos tortuoso.

 
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from Recetas SinSalSEO

sopa de boniato y curry acompañada de pan y dolmathakia

Ingredientes

Boniatos (cocinados, al horno, y pelados) 4 tazas de caldo (pollo o verduras) 1 lata de leche de coco 1 tsp de nuez moscada 1 tsp de jengibre molido 1 tsp de cebolla en polvo 1 cucharada de curry en polvo Sal y pimienta

Preparación

Cocinar los boniatos al horno y pelarlos. Se ponen en una olla y se echan todos los ingredientes, se cuece todo a fuego medio y se lleva a hervir. Se pasa todo por el turmix en la propia olla hasta que quede un puré muy suave. Listo

Con caldo de pollo aguanta 3 días en la nevera. Con caldo vegetal aguanta 4-5 días. Se puede congelar.

 
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from heyazorin

Volvíamos en moto hasta su casa, ubicada en una población dormitorio a las afueras de la ciudad y lejos del centro, donde había tenido lugar la primera cena de clase universitaria. Era tarde, sobre las 3 am; también era noviembre y las noches empezaban a refrescar y a empaparlo todo en humedad.

Notaba sus manos agarradas a mi cintura firmes pero sin presión, tranquilas. Zigzagueamos entre los pocos coches que quedaban circulando por las grandes avenidas y salimos a la circunvalación prácticamente solos.

El viento que se colaba por las rendijas del casco desplazaba hacia afuera el aliento a sangría barata, bocadillo de calamares y ajoaceite de garrafa, un menú que se repetiría más veces durante mi época de estudiante.

Aparqué la moto justo en la puerta de su edificio y ella me invitó a subir.

—¿Dónde?—pregunté, a sabiendas de que su familia estaba en casa. —Al cielo—sonrió.

Nunca una descripción fue tan literal.

Subimos a hurtadillas desde el último piso donde nos abrió sus puertas el ascensor hasta los últimos escalones que daban paso a la puerta de la terraza. Antes de quitarme la chaqueta y dejar el casco en el suelo ya me estaba lamiendo el cuello, llegando hasta la boca y besándome con ganas.

Noté sus labios carnosos, el sabor a tabaco y su lengua buscando la mía. Me sentó en un escalón, se encajó sobre mis piernas y comenzó un movimiento de vaivén que parecía querer borrar las costuras de nuestros pantalones.

Años más tarde lo llamaron petting.

Nos rozamos hasta el dolor y el enrojecimiento. Era noviembre y todo estaba húmedo.

Después siempre volvía a casa solo.

El viento que se colaba por las rendijas del casco desplazaba hacia afuera el aliento a tabaco y a saliva ajena.

 
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from Recetas SinSalSEO

lentejas y arroz con la cebolla caramelizada por encima y el yogur con menta a un lado

Ingredientes

1 bote de lentejas 1 taza (medida café solo) de arroz largo 3 Cebollas : 2 picadas para el sofrito y 1 en juliana para caramelizar Aceite de oliva Comino, sal y pimienta (al gusto) 1 yogur natural Limón (zumo) Menta fresca picada

Preparación

Si las lentejas no son de bote (ya vienen cocidas) empezar con una pre-cocción de las lentejas durante 10min. Se escurren y se reservan. Freír la cebolla en juliana hasta que caramelice crujiente. Reservar. Sofreír lentamente el resto de la cebolla, echar un poco de sal para ayudar a que caramelice. Dejar unos 35min o hasta que esté caramelizada. Le echamos agua como para rehogar el arroz, que echaremos a continuación. Remover y echar las lentejas. Remover. Salpimentar y echar el comino (todo al gusto). Removemos bien, tapamos y dejamos cocinar 20min. Se emplata con la cebolla caramelizada encima y se acompaña con yogur, aderezado todo con el zumo de limón y la menta fresca picada.

 
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