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from FURBY FUCSIA FUMADOR

He decidido que no quiero más cursos. Estoy cansada. Estoy harta. Estas dos últimas se parecen pero no son iguales, y se dan las dos al mismo tiempo. Estoy exhausta porque llevo desde enero sometiendo a mi creatividad al expolio, al extractivismo más neoliberal y salvaje, y aunque está surtiendo efecto (si lo hacemos es porque funciona) no puedo seguir cavando en el mismo pozo si pretendo obtener tierra seca de sus entrañas. Hay que oxigenar, poner en barbecho, recuperarse un poco. Y, por otra parte, estoy completamente saturada de miradas externas. Cuántos ojos afilados durante estos años, cuántos métodos que confrontan al mío, sea cual sea (ninguno). ¿Es que no sé hacer nada sin saber de antemano que alguien vendrá a mirarlo y me confirmará si es malo o es bueno? ¿Dónde está mi propio criterio? ¿Por qué esta falta de confianza, esta necesidad insaciable de calificar la belleza que producen mis manos? He aprendido muchas cosas este año. Cómo se camina. Pero veo allá, más cerca que lejos, el siguiente sendero al que deben dirigirse mis pasos: he de aprender a caminar sola. Apreciar mi contoneo sin juzgarlo, instruirme en mi velocidad, inclinación y postura. Cerrar los ojos, abrir los brazos, dejarme caer hacia atrás... Y cogerme.

 
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from Diario de una Dragomana

Frente a la peligrosa hegemonía de las grandes empresas en los servicios tecnológicos, la solución que proponen muchos techies es alojar uno mismo esos servicios (self-hosting). Por ejemplo, en vez de usar Google Drive, instálate Nextcloud en una Raspberry Pi, o alquila un VPS para tu instancia de Mastodon y huye para siempre de Twitter. Esas cosas que sabe hacer hasta mi sobrino de 5 años, vaya.

Cómic de xkcd. Mujer: "La química de los silicatos es algo básico para nosotros los geoquímicos, así que es fácil olvidar que alguien cualquiera solo conoce las fórmulas del olivino y de uno o dos feldespatos." . Hombre: "Y la del cuarzo, por supuesto". Mujer: "Por supuesto". Texto descriptivo: Los expertos de cualquier materia sobreestiman la familiaridad de alguien cualquiera con su campo, incluso cuando intentan ponerse en su lugar.

En esta entrada, explicaré por qué mi opinión se resume en «No, pero sí».

Primero el no

Con todo el respeto, es como sugerir que en vez ir a comprar fruta a precios inflados al Mercadona te compres una parcelita y aprendas a cultivarla, o que aprendas a confeccionar tu propia ropa para no depender de ninguna empresa de Inditex. Son actividades estupendas si las disfrutas, y habilidades muy útiles, pero no es realista esperar que todo el mundo pueda o sepa (¡o quiera!) ponerlas en práctica en el mundo en que vivimos. Y, sobre todo, hace que recaiga toda la responsabilidad sobre uno mismo; es decir, en vez de solucionar el hiperindividualismo que nos asola, lo acentúa.

En el caso del self-hosting, reconozco que es una actividad por la que profeso una relación de amor-odio. Esta relación comenzó en la primavera de 2025, cuando la que aquí escribe, informática extraoficial de la familia pero aún con escasos conocimientos de programación y sin idea ninguna de redes ni administración de sistemas, adquirió un dominio baratito y un mini-PC de segunda mano y se dispuso a instalar YunoHost, un sistema operativo pensado para usarse en servidores personales y con un catálogo de servicios instalables. Llevar un tiempo en Mastodon me hace hacer cosas extrañas.

Tras superar algunos baches en la configuración, estaba muy contenta: tenía mi propio CryptPad, un servicio de ofimática colaborativa cifrado, pero con un montón de espacio que me habría salido mucho más caro a largo plazo alquilar en la nube. Les dije emocionada a mi pareja y a mi hermana que podían registrarse y usarlo, que aunque el aparatejo estaba en mi habitación podían acceder a través de Internet. Y podía hacer mucho más: autoalojar mi web y mis futuros repositorios de código, crear nuevos nodos en el fediverso, probar bloqueadores de publicidad a nivel de red local... ¡Y estaba empezando a manejarme mínimamente en la terminal! El haberlo hecho yo y haber conseguido esa independencia me provocaba un sentimiento de satisfacción y poderío muy grande.

Sin embargo, al cabo de cierto tiempo, esa euforia inicial se convirtió en otra cosa: frustración y, sobre todo, miedo.

La frustración venía de los problemas con los que me encontraba al instalar o configurar ciertas cosas, y a los que dediqué demasiado tiempo porque me faltaban conocimientos. No todo estaba bien explicado en la documentación, bien por escueta, bien por inexistente, y a veces un usuario había tenido la misma duda que yo en el foro pero no le habían respondido. No quiero con esto desmerecer el trabajo de los voluntarios que hay detrás de YunoHost, porque la frustración habría sido mucho más grande si lo hubiera tenido que hacer todo desde cero con Docker o algo por el estilo.

Y el miedo llegó al darme cuenta de lo que podía pasar. Porque en mi zona a veces hay cortes de luz, y ¿qué pasaría entonces con lo que tuviera guardado en un dispositivo que tiene cosas importantes dentro y siempre debe mantenerse encendido para cumplir su función? Apagones aparte, en algún momento podía desenchufar el mini-PC para limpiar o lo que sea; ¿y si en ese momento mi pareja estaba trabajando en la oficina que hay almacenada en él? A todo esto, ¿cada cuánto debía hacer copias de seguridad? Y aun habiéndolas hecho, si tras actualizar el sistema o una aplicación hubiera fallos, ¿sería yo capaz de solucionarlo?

Empezaba a estar intranquila con todo lo que nunca pasa pero acaba pasando, porque ahora la responsabilidad era mía. Y es que además no era solo comerme yo las meteduras de pata, sino que podían afectar a otras personas que estuvieran usando el servidor. Resulta que la libertad soñada venía acompañada de una responsabilidad abrumadora. ¿De qué me suena eso? Ahhh, ya..., de los años que fui autónoma.

Una de las grandes cargas que más me pesaban cuando trabajaba por cuenta propia era hacerlo todo sola. No había un sindicato que defendiera a trabajadores como yo frente a las condiciones injustas impuestas por los intermediarios que contrataban nuestros servicios y que acumulaban casi todo el capital de negociación. Había intentos de ello por parte de asociaciones profesionales, pero ni la ley ni las circunstancias nos permitían hacer fuerza colectiva. Cuando yo me plantaba y defendía mi posición, me encontraba como respuesta un «Los demás lo hacen más barato» por parte de clientes potenciales y el silencio por parte de los que habían sido habituales. Llegó un momento en el que la libertad de ser mi propia jefa dejó de ser tal. Los últimos meses de mi actividad empecé a ir a una psicóloga, otra vez; había recaído en la depresión.

La frase «Si quieres huir de las big tech, haz self-hosting» me empieza a sonar a «Si no te gusta tu trabajo, hazte autónomo»: falsas soluciones individuales a problemas sistémicos. Yo acabaré queriendo hacer self-hosting y sabiendo hacerlo porque soy muy friki, pero no puedes pedirle a todo el mundo que haga lo mismo, igual que no me puedes pedir que plante en mi piso todos los tomates que necesito comer al año. Porque, además, es que a día de hoy somos más de 8000 millones de personas en el mundo: ¿de verdad se puede esperar que cada una de nosotras aplique el método Juan Palomo (yo me lo guiso, yo me lo como) para la informática y para todo? ¿Hay recursos suficientes para eso?

Luego el sí... y el cómo

El caso es que el panorama tecnofeudalista actual, en el que dependemos de unos ciberterratenientes a los que pagamos mes a mes con una suscripción y/o con nuestros datos por sus infraestructuras y servicios, es desolador. Algo se podrá hacer. Y sí, se puede hacer, pero hay que salirse un poco del sistema: no se puede arreglar el capitalismo con más individualismo.

Parte del temario que es común en España a todas las FP, como la que estoy estudiando ahora, es la prevención de riesgos laborales. Resulta que en este campo se tiene clarísimo que se debe priorizar las medidas colectivas frente a las individuales. Por ejemplo, si hay riesgo de una enfermedad infecciosa tipo COVID en un espacio de trabajo cerrado, está muy bien proporcionar EPI a todos los trabajadores, pero es prioritario instalar un sistema de ventilación que evite que se concentren las bacterias o virus en ese espacio, porque es una medida mucho más eficaz.

Creo que nos iría mucho mejor como sociedad si aplicáramos esta visión colectiva a todo. La hemos perdido porque ciertos políticos se han encargado de socavar el Estado de bienestar que prometía servicios sociales a cambio de pagar impuestos y tener una clase política. Otros se encargan de que no volvamos a creer en esa promesa, teniendo como proyecto político el no tener proyecto político. Vivimos una soledad epidémica a la vez que habitamos entornos urbanos cada vez más densos, y algunos jóvenes empiezan a ver con buenos ojos la implantación de un régimen autoritario, tal vez porque ofrecería algo de certidumbre en estos tiempos inciertos. Pero somos una especie que perduró gracias a la cooperación, y, con Estado o sin él, como sociedad necesitamos volver a conectar con los demás.

Volviendo a los ejemplos que puse al principio, tal vez no puedas ser agricultor o modista a tiempo parcial, pero normalmente hay alternativas mejores a las grandes empresas promotoras de la explotación laboral y la destrucción del medioambiente. Hay cooperativas de pequeños productores, hay comercio local que prioriza ese tipo de producción al elegir proveedores, hay redes vecinales (el vecino que puede ir con el coche a comprar naranjas al productor para su familia y también para la tuya) y familiares (la prima de la que heredas ropa que ya no necesita pero a ti te viene bien). Son alternativas basadas en el apoyo mutuo y en la verdad universal de que la unión hace la fuerza. Me habría gustado formar una cooperativa con alguien de confianza cuando era traductora, porque seguro que habría sido todo más fácil, sobre todo si la otra persona hubiera tenido las habilidades comerciales de las que yo carecía, pero me faltaron contactos.

Llevado esto al plano tecnológico, he estado leyendo sobre colectivos que hacen cosas parecidas.

  • En el mundo francófono está la red CHATONS ('gatitos'), que agrupa pymes que ofrecen servicios tecnológicos basados en software de código abierto y la privacidad. Entre ellas está Nubo, una de las que más me ha llamado la atención no solo por lo original y bonito que es el diseño de su web, sino por haberse creado en forma de cooperativa: aparte de pagar por los servicios de correo y nube en sí, puedes adquirir participaciones a un precio asequible y tener voto en las decisiones. También tengo ahí a la vista para el futuro Alsace Réseau Neutre, en cuyos VPS da la opción de instalar YunoHost directamente para que te montes tus cosas sin preocuparte de cuando se te vaya la luz en casa.
  • En otros sitios de Europa tenemos colectivos como Disroot, Pub Solar y Private Coffee, que ofrecen una variedad de servicios, la mayoría gratuitos, con un modelo de financiación basado en las donaciones.
  • Otros son de pago 100 %, pero el precio se mantiene bajo gracias al carácter voluntario del trabajo de gestión y mantenimiento o al reparto de los costes. Es el caso de la comunidad de Lectura Social, en cuya instancia de WriteFreely se aloja este blog y que recibe el apoyo técnico de Cuates, o del grupo autogestionado Anartist.
  • Hay proveedores como Maadix que no ofrecen esos espacios directamente, pero sí facilitan su creación.

Así pues, y para concluir, tenemos varias opciones para depender menos de las grandes tecnológicas:

  • Self-hosting, pero en grupo. Si tienes la capacidad técnica de alojar recursos informáticos propios, no te la quedes pa ti: que lo que te montes sea para un grupo de amigos o familiares, y así de paso se reparten los costes. Seguro que a tus padres no les da tanta pereza usar XMPP en vez de WhatsApp si se lo dejas tú hecho.
  • Pymes y cooperativas. Puede ser un proyecto de emprendimiento difícil porque los consumidores en general nos hemos acostumbrado a no pagar por el correo+nube básico ni por las redes sociales (a pesar del consabido «si es gratis, el producto eres tú»), pero dados los escándalos mediáticos que evidencian los intentos de eliminar nuestra privacidad creo que se puede ir creando conciencia, o por lo menos llegar a un público concreto (el usuario medio de Mastodon, vamos). Como consumidor, intenta dar preferencia a este tipo de proyectos frente a Google y compañía.
  • Colectivos sin ánimo de lucro más formales o menos. Una asociación con toda la parafernalia jurídica y fiscal, que es un rollo, pero da legitimidad para recibir subvenciones y con eso ampliar los servicios o contribuir a proyectos de código abierto, o simplemente una web con un Ko-fi para las donaciones.
  • El mal menor. Por ejemplo, si usas la nube de una big tech, que sea solo para aquello que te merezca la pena y evitando subir datos sensibles, o cifra tus archivos con Cryptomator para hacerles la peineta y que no puedan hacer nada con ellos.

Dicho esto, quiero que quede algo muy claro: si por tus circunstancias no puedes recurrir a alternativas más éticas, te pido que no te castigues. No puedes hacerlo todo, ni tienes por qué. No es lo natural, aunque nos hayan intentado convencer de lo contrario.

Enlaces relacionados


#informática #SelfHosting #BigTech

 
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from LaCar

Identitarisme

Aquells que menystenen l'“identitarisme” i posen per damunt la lluita de classe, no saben que les identitats de les quals parlen són corporalitats, i que l'opressió de classe es fonamenta en l’opressió de cossos. No entenen que la matriu colonial es nodreix de la destrucció corporal. Ens fan treballar fins a l’extenuació i no ens deixen fruir de la nostra corporalitat. Només qui viu una corporalitat normativa i s’aferra al seu ridícul privilegi no entén això.

 
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from LaCar

Aliment Trans/No binari

El meu esperit trans/no binari s’alimenta de solidaritat amb altres opressions. Em lliuro a la interseccionalitat que demano per a mi. El meu queer es fa fort quan lluito amb germanis racialitzadis, quan lluito contra lleis de migració, quan lluito pels drets de treballadoris de la llar. M’allunyo de mi mateixa i em llevo importància. Això m’enforteix davant de l’enemic. Soc part d’una matriu revolucionària. Les meves lluites es nodreixen d’altres tan importants com la meva.

 
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from Lo necesario imposible

Lo primero los falsos dilemas morales, esas exposiciones de supuestos atolladeros en los que se pone en jaque toda nuestra forma de vivir sin mencionar siquiera que lo nuestro no tiene que ser lo mejor y lo único. Cuidarse hoy es desertar de la carrera constante, de la presencia espectral en todos los sitios. Ayudarnos a descreer de la solidez de lo que dice venir a solucionarte la vida y que no es más que toneladas de pladur, discursos regurgitados y cinismo ilustrado para que no nos salgamos de nuestro papel de bestia de carga fungible.

Cuidarse es huir de las gentes, lugares, tiempos y discursos que nos quieren mantener rígidos y timoratos, convencernos de que nada hay fuera, solo monstruos.

Me quedo con el meme de tirar para el bosque, perderse en él y convertirnos precisamente en esos monstruos con los que pretenden aplacar nuestra curiosidad y la evidencia de que la realidad ha saltado por los aires.

OMELAS

en la labor de abandonar los terrenos baldíos repletos de escorzos sobrevive un miedo ancestro a tomar el camino equivocado

pero no perdemos el rostro sino la costra cuando dejamos Omelas atrás sus calles pulidas de oro promesas fanfarrias confeti pan que cruje de vida no hay resta en desertar de lo muy feliz que se aferra al cielo con tensores de espuma de la sospecha hueso quiste vómito sin sendero alivio huir del sótano donde se tortura al único corazón noble no es una derrota

por mucho que te escueza la historia de la costumbre sobre la piel mansa y ciudadana no se malgasta la existencia si es espectro sostenido por la ley de servidumbre

nada queda en las ciudades perfectas para aquel que descubre la catacumba y contempla con su propio pecho el horror que da cuerda a la alegría en superficie

la vida comienza en el desierto en el casi en la punta en la intuición que se escurre por la barbilla en la gota que retumba contra el suelo del primer refugio sin condiciones

en el regazo que no comprende se dibuja benévola la loma que nos muestra todas las direcciones posibles

por la puerta trasera sin prestigio en silencio portando los carteles asignados por las lenguas que se quedan ratas rotos renegados

desertar de la masacre creer en dioses sin fama saborear el aire que aún no ha sido mancillado por traiciones


#poesía #revisiones

 
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from LaCar

Nosaltres al menys sabem el que no som.

És molt important que les persones trans o no binàries no li donem massa importància a la ignorància de la gent que ens tracta de forma indeguda. Ningú sap el que és, nosaltres almenys sabem el què no som, perquè el món és una infinitud de maneres de ser i la societat blanca colonial capitalista heteropatriarcal només té nom per a algunes maneres de ser, i fins i tot d’aquestes maneres la majoria són una impostura sense cap autenticitat.

 
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from LaCar

A la nació que construirem.

A la nació que construirem, per aconseguir i mantenir la ciutadania, S'EXIGIRÀ amb rigor un examen periòdic de compassió, un altre d'empatia, un d'honestedat i un altre d'amor al proïsme. No importarà si l'aplicant és d'un lloc geogràfic o d'un altre, ni quina llengua parli, ni el gènere, ni el sexe, ni la religió, ni moltes coses més.

 
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from Retales, por @editora


Estos últimos días Marcos (@euklidiadas), ha estado publicando en su cuenta de Mastodon varios hilos interesantísimos sobre infancia, urbanismo y relaciones vecinales. Como su contenido tiene Licencia CC BY 4.0 recopilo aquí uno de ellos en formato post, a modo de archivo, para que no se pierda en el timeline de Mastodon.

Otro de esos hilos está recopilado en un post de otro blog: La gran perdedora


«Prohibido jugar»

Autor: @euklidiadas@masto.es Toot original: https://masto.es/@euklidiadas/114937516232897902 Fecha: 29 de julio de 2025

Las plazas están repletas de carteles de “PROHIBIDO JUGAR”, no se puede correr por las áreas peatonales y las pocas aceras de que disponíamos en las que la estancia era viable han sido transformadas en terrazas donde no poder estar si no se consume.

Lo más curioso es que, al mismo tiempo que sabemos que aquellas familias que permiten jugar a sus niños y niñas en la calle se sienten más conectados a sus vecinos y vecinas —un tipo de resiliencia que ha caracterizado los asentamientos humanos desde nuestros primeros intentos por convivir colaborando— estamos creando sociedades individualistas y completamente fraccionadas.

Algo tan básico como permitir el juego infantil en una plaza puede ser el primer ladrillo con el que erigir la ciudad de los cuidados. Y es que tiene sentido trabajar por tejer estas redes. Si un día mi vecina me llama y me pide que me haga cargo de su pequeña, mi respuesta será afirmativa. Compartimos pasillo, comidas, consejos domésticos y movilidad en bicicleta por la ciudad y nos llevamos muy bien, gracias en parte a que ambos hogares hemos propiciado encuentros que apuntalan estos lazos supra-familiares.

Históricamente, no ha existido problema con dejar a los hijos e hijas de varias familias a cargo de un responsable provisonal que podía ser un vecino, un familiar o algún otro progenitor del bloque, del barrio o del colegio. Es más, algunas de las personas que leéis esto recordaréis haber pasado tiempo a cargo de algún tendero de barrio con el que vuestra familia tenía buena relación. Esta forma de confianza se ha erosionado durante las últimas décadas, en parte derivado de la falta de espacios comunes en los que hacer vida, de terceros lugares adaptados a todas las edades y capacidades, y con su desgaste hemos perdido la capacidad de tejer lazos entre vecinos y vecinas.

Recuperar los espacios de juego libre y no reglado en nuestros barrios no es la panacea, pero es sin lugar a duda uno de los puntos de acción más importantes. Y eso exige tirar algunas vallas, plantar algunas sombras, invertir en columpios abiertos que no obliguen a determinado tipo de juego específico, recuperar espacio destinado a estacionamiento, y fomentar la estancia multigeneracional, entre otros elementos.

Esta última propuesta es probablemente la más significativa cuando se analiza el espacio público destinado al ocio sin pagar. Disponemos de parques infantiles vallados de todo lo demás, de elementos para ejercitar a la tercera edad completamente aislados del resto de actividades (y a menudo bajo el yugo de los elementos, que también hay que señalar esto), de parques de calistenia para deportistas que no se tocan ni con las áreas infantiles ni con las áreas para mayores, de plazas en las que el juego está prohibido, de entornos con bancos en los que ninguna de las otras actividades se permite.

Hemos diseñado un tipo de urbanismo que fragmenta actividades por diseño, ¿y nos sorprende que nos estemos volviendo más individualistas? Tenemos canchas deportivas con canastas y porterías pero sin apenas gradas desde las que mirar, haciendo difícil que quienes no quieran participar del juego activo puedan acompañar de otros modos. Hacer deporte al lado del juego infantil de tu hijo o hija es prácticamente imposible, participar en su juego de forma activa también es difícil. Los abuelos y las abuelas no pueden pedalear sentados en sus asientos adaptados mientras cuidan de sus nietos y nietas porque ambas actividades están completamente separadas. Es difícil acudir a leer a un parque con tus padres mayores porque allí donde ellos tienen equipación para el ejercicio ligero no hay bancos, ni siquiera un arenero infantil.

Lo que sí tenemos es individualismo por diseño: o juega el pequeño, o juegas tú, o juegan tus padres, pero nada de actividades multigeneracionales, nada de hablar con cualquier otro colectivo y, si me apuras, con ninguna otra persona. Hasta los bancos para familiares se ubican alejados unos de otros, haciendo más difícil todavía cualquier tipo de conversación intrascendente sobre el tiempo, semilla a su vez de futuras amistades de barrio.

El juego no es simplemente un momento de ocio y esparcimiento; es un laboratorio fundamental para el desarrollo de la libertad y la experimentación social. Cuando los niños y niñas juegan, no solo ocupan el espacio y manipulan objetos de formas innovadoras, sino que también forjan sus propias normas, las negocian y debaten entre ellos. Se asignan roles, exploran los límites de la autoridad y ponen a prueba nociones elementales de justicia.

(Gracias, @JanaDelBosco por las palabras que te robo)

En otras palabras, el juego trasciende la mera creación de amistades e historias; es una inmersión profunda en el tejido mismo de la socialidad que incluye incluye pelotas que ruedan fuera de las lindes de un campo imaginario, conversaciones aleatorias e inesperadas con transeúntes, manipulación y movimiento de objetos. Sin embargo, esta valiosa oportunidad de aprendizaje se ve sesgada cuando la presencia constante de los adultos y sus dictados sobre lo que se debe hacer o lo que es justo, cercenan un espacio crucial para el desarrollo de la creatividad, la autonomía y la socialidad infantil.

La intervención excesiva, aunque bienintencionada, priva a los más pequeños de la posibilidad de experimentar por sí mismos con las complejidades de la interacción humana y de construir sus propias herramientas para navegar el mundo social.

 
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from Lo necesario imposible

Esto que parece haberse convertido casi en un mantra que repiten hasta vaciarlo de sentido algunos gurús espabilaos, es en realidad una verdad contundente, que pesa, que puede experimentarse a poco que salgamos de la inercia hiperverídica de nuestras vidas.

El cuerpo sabe, el cuerpo se queja, el cuerpo señala, no abandonemos el cuerpo, dejemos que sus dolores nos adviertan, fundemos sobre sus gañidos y crujidos, sobre sus balbuceos, un nuevo pueblo en mitad de la extrañeza.

Cuando cesa el trabajo esclavo, asalariado, el que nos dicen que nos dará para ganarnos la vida, entonces es cuando nuestra carne empieza a componer borrones que se van aclarando y que nos lo dicen todo, todo lo que necesitamos para ir desertando de los lugares comunes colonizados.

TRIPALIUM

desatender el trabajo dispuesto para resquebrajar la querencia y mantenernos al filo de lo conforme

entregar la materia y apagar la razón hundir primero los pies en el hacer imaginativo en la caricia de lo roto para ir desvistiéndonos del peso

zambullirnos después tras comprobar cómo ceden las grietas que el agua no da mordiscos y nos reserva una temperatura ideal para la vida posible

entregar la virtud y lo perfecto a las cunetas que mantienen lo salvaje ser el animal que conserva de lo humano el deseo sin doblez

igual que dejamos secar la angustia la olvidamos en las azoteas hasta que el sol la muerde para hacerla jirones abandonemos la máquina que fabrica alimentos sin hondura

seamos la alimaña que regresa a por los huesos blancos sin memoria

en las ciudades quedarán varados sudando miedo bajo la armadura los últimos hombres útiles aferrados al origen

el trabajo sin su nombre el sustento sin usura la canción para dormir seguro en una tierra sin sótanos


#poesía #revisiones

 
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from Caparrazón

Nunca he llorado tanto como los últimos tres años. He tenido ganas de llorar muchas veces a lo largo de mi vida, pero en mi entorno no tenía ejemplos de libertad de llanto, así que tragaba lágrimas de forma involuntaria, reforzado por el dogma social de que los hombres no lloran. A ver, no digo que nunca haya llorado, pero sí que es verdad que no me sentía libre de hacerlo. Desde hace tres años, estoy cada día aprendiendo a integrar el llanto en mi vida, conociendo sus bondades y beneficios.

Tres años tiene mi hijo mayor, por cierto. Que no lo había dicho. Sí que es cierto que lloro más en silencio que abiertamente. Qué difícil es luchar contra nuestras creencias… Últimamente lloro por pura frustración, por pena, por desorientación, por ansiedad, por miedo, por agotamiento… Por sentir que no soy suficientemente bueno. A ver, alguna vez también lloro de alegría, no pienses que todo es negativo. Aunque de alegría no tantas, en realidad. O sea, que sí que hay muchas veces que estoy súper contento, pero pocas tanto como para llorar. Madre mía, que me estoy liando. Y todo esto desde que tengo hijos. ¿Qué fuerte, no? Decirlo en voz alta, a ti, mi íntimo y desconocido espectador. Además, suele ser aún más frustrante pensar que son para toda la vida. Insuficiente vitalicio. ¿De verdad esta intensidad nunca va a acabar?

Hace un mes, el día antes de empezar a escribir este monólogo, lloré. Lloré mucho. De hecho, tuve una crisis de ansiedad. Mira, imagínate. El niño llevaba cuatro días con fiebre, encerrados todos en casa, sin espacio para pensar, sin tiempo para idear nada. Llega la noche, y mañana tengo que tener listo el borrador de este texto para avanzar en los ensayos. Llevo tres días sin ducharme, así que me meto al agua, aprovechando que las criaturas están dormidas. El agua está muy caliente, pero no soy consciente del todo porque el contraste con mi cerebro hirviendo, perdido porque no se me ocurre nada bueno para el monólogo, hace que sienta el agua tibia. Salgo mareado de la ducha, mareado por la incapacidad de crear algo que merezca la pena. ¿Tanta intensidad y no hay nada que contar?¿En serio? No me veo capaz. ¿Qué cojones tengo que decir yo, que lo único que hago es cuidar de mis hijos y de mi casa? ¿Cómo que lo único? ¿Te parece poco? ¿Por qué? ¿Lo que hacía tu madre por vosotros era poco? ¿Por qué para un hombre como yo no es suficiente con estar presente y sostener lo privado? Si además lo he decidido yo, si es lo mejor para mi familia y creo firmemente en ello. ¿Por qué me siento así? No puc mes.

Encima el puñetero mareo al salir de la ducha no es de pensar tanto, es una bajada de tensión por el agua hirviendo. Piernas entumecidas, angustia, calor en el pecho. Y todavía me tengo que sentar a escribir el monólogo… Entonces lloro. Lloro por no tener la capacidad de crear como antes. De ser el de antes. Y me acuerdo de mi madre, siempre diciéndome que quería estudiar psicología en la UNED, y yo todo chulo: pues hazlo, no lo digas tanto y hazlo.

¿Te cuento una cosa?: he empezado en los últimos años una carrera, un master y un curso de especialista. Voy a título abandonado por año. Doctor honoris causa perdida. Porque cuidar, cuando cuidas de verdad, cuando le pones corazón, cuerpo y TIEMPO, todo tu tiempo, te succiona. Muchas generaciones de madres, ayer y hoy, absorbidas, despojadas de sus anhelos porque no había ni espacio ni tiempo para ellas. Yo estoy llorando, pero puedo estar aquí, subido a un escenario, compartiendo esto contigo. Aprovechemos el momento para pensar cómo ocupamos lo privado. A ver si conseguimos que todas tengamos el mismo tiempo para llorar y para soñar. Nosotros somos responsables, no víctimas. ¿qué cambios tenemos que llevar a cabo, chicos, para que la igualdad llegue también a lo privado?

 
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from Francisco Molinero

Es tiempo de descansar y además vengo notando que ya no os llego al corazón. No por una extraordinaria percepción telepática que no poseo, simplemente viendo el número de lecturas, sé que habéis tomado partido por el roce de la arena en los pies, la exuberancia del paisaje en los ojos, el sexo caliente del verano, todos y cada uno de los gozos del cuerpo, osea del alma. Tenéis razón y buen gusto, yo también me voy, pero os prometo que como Odiseo volveré, y mientras vosotras encendéis el sol, yo os despertaré cada mañana con una poesía. Las más veces triste, ya lo sé, pero esperanzadas. Recordad que el viaje siempre es interior.

 
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from Francisco Molinero

No hay una respuesta fácil ni una salida fácil ni una vida fácil, pero por alguna razón nos mienten nos mienten nos mienten y nos tratan como niños con explicaciones sencillas con decisiones dicotómicas.   Estoy cansado.   No hay una respuesta fácil por eso la tristeza la decepción de la verdad luminosa y mi refugio en tu piel los ojos cerrados las manos en tu vientre.

 
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from Francisco Molinero

Tras la reciente polémica de una representante del PP que ha mentido como una bellaca en su CV, me he acordado de una anécdota que me ocurrió en el último trabajo que tuve.

Llevaba casi dos años en el paro y aunque mi situación económica no era preocupante, en casa entraba el sueldo de Raquel y mi desempleo aunque ya muy reducido, pero mi autoestima estaba por los suelos. A los problemas de depresión se unió un agravamiento de mi insomnio natural y creo que fue la época de mi vida que llegué más abajo en la escala del gusto por la vida. Trabajaba como freelance, que dicho así parece chulo, pero consistía en que me dedicaba a hacer páginas web para empresas locales y a cambiar viejos ordenadores windows que recuperaba para su usuarie montando una distribución de Ubuntu.

En aquél momento decidí que mi aspecto barbudo y gordo, que hacía que muchos niños me mirasen extasiados en la calle creyendo estar viendo al mismísimo Papa Nöel, podía servirme para encontrar trabajo en el mundo del espectáculo. Había hecho algunos pinitos como figurante en TV y con poco más que eso, pergeñé un CV, me di de alta en una agencia de representantes de actores y empecé a presentarme a los castings. Tuve suerte y me cogieron para trabajar en un programa bodrio de Telecinco que se llamaba De buena Ley y allí trabajé unos días pudiendo engordar un poco mi magro CV. Me llamaron entonces para un Casting la productora de Águila Roja, que creo que también hacía por aquellos entonces otra serie sobre una reina o algo similar. Me cogieron e incluso firmé un contrato en el que mi papel podía tener alguna frase y cobraba el extra por si tenía que desnudarme. Hollywood estaba más cerca. Entre medias yo había seguido buscando trabajo en los caladeros de lo que se suponía que era mi expertisse: la informática. El British Council estuvo a puntito de cogerme para gestionar su web que recuerdo que estaba diseñada en Drupal, pero mis competidores, dos veinteañeros de pro se impusieron a un veterano de 50 años. Se lo dije al presidente del tribunal que nos examinó desde Londres y se mostró contrariado por mi aseveración, absolutely not me dijo pero no me lo creí.

Me citaron para el primer rodaje un lunes. Tenía que presentarme en la Plaza de España de Madrid donde unos autobuses nos recogería a todos los figurantes para ir al plató.

La semana anterior un buen amigo al que había recurrido me llamó: “Paco, le he pasado tu CV a una empresa que conozco y que programan en Java por si te llaman, es un buen amigo y yo creo que te llamará”. -Ya, oye, pero es que yo NO SE JAVA. –“Da igual, todo se aprende” Nunca en mi vida he engañado en un CV. Ni siquiera con la mentira clásica de inglés medio y cosas así. No tengo ningún título académico que no sea el Bachillerato y un paso por la universidad poco deslumbrante, con tres años en la facultad de medicina que se interrumpieron porque por aquél entonces el estado te secuestraba un par de años para ir al ejército y otro año en la UNED estudiando Sociología que se frustró porque fui incapaz de llevar a la vez el trabajo, el cuidado de una niña y los estudios. Mi CV estaba repleto de mucha, mucha experiencia en muchos ámbitos de la vida pero sin títulos y sin el menos conocimiento de JAVA. Me presenté a la entrevista y mi primera intervención fue para aclarar que si bien mi amigo me había introducido como un experto en JAVA, yo lo único que sabía es que era una isla indonesia y haber visto la película Krakatoa, al este de Java, que incluía el tremendo error de colocar al famoso volcán en el lado opuesto y que años después descubrí que se había filmado en gran parte en España. “Lo sabemos, tu CV no dice nada de JAVA. Te queremos porque nuestra empresa es muy joven y necesitamos a alguien con experiencia”

Y ese fue el primer momento en mi vida laboral que sentí verme valorado por lo que era, una persona con mucha experiencia vital y siempre supe agradecer aquella entrevista, incluso años después cuando ya como responsable del equipo de desarrollo de la empresa, con más de una decena de programadores en JAVA, tuve que prejubilarme porque ya no aguantaba más la presión y estaba perdiendo la cabeza.

Llamé a la productora y les dije que no iría al rodaje. Fui cobarde o inteligente, eso ya no lo sabré y siempre me quedará la duda de si hubiera medrado en el mundo del espectáculo o un desnudo mio habría arruinado una prometedora carrera.

 
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from Apuntes de Rob

El inicio del recorrido

Ser mormón (miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, o SUD) y ser homosexual, ha sido una lucha constante entre las contradicciones doctrinales de la iglesia y la lógica “progresista” de mi entendimiento sentimental e “intelectual”. (Me referiré como “mormón” o “SUD” [santo de los últimos días] a todo miembro de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Mormonismo y todo derivado del término “mormón” hace referencia a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Aunque la iglesia ha estado haciendo campaña intensa para separarse del nombre “mormón”, pues ha pasado a ser un término descalificativo por motivo de las prácticas delincuenciales de ramas que se separaron de la iglesia SUD y la complicidad de esta, yo seguiré usando el término “mormón” para todo lo relacionado con la iglesia SUD)

Desde que me convertí miembro de la iglesia SUD (año 1998), se me enseñó y adoctrinó sobre los “peligros” de la homosexualidad y que esta es uno de los peores “pecados” que uno puede cometer (aunque la acción sea simplemente ser y aceptarse a uno mismo). Toda mi vida tuve miedo a ser descubierto en mi naturaleza, en mi homosexualidad. Al ser adoctrinado con los miedos y dogmas mormones, mi miedo se convirtió en una patología mental. Sabía que si me reconocía como homosexual, podría ser desterrado de la iglesia y “de las bendiciones de Dios”.

Cuando estaba por bautizarme y por lo tanto convertirme en miembro de la iglesia SUD, a mis 13 años de edad, tuve una “entrevista” personal con un misionero que debería aprobar si soy apto para el bautismo. En esa entrevista, se me preguntó sobre algunos puntos doctrinales que uno ha de cumplir a partir de ser bautizado, como la obligación a pagar el diezmo, por ejemplo. Hubo un momento de la entrevista en el que fui interrogado sobre algún pecado grave que pudiera haber cometido del que quisiera platicar. En ese momento, pasó por mi mente el recuerdo de un beso a un amigo, pues para ese entonces ya sabía muy bien que me gustaban los hombres. No dije nada en la entrevista, sentí que ese “pecado” ya había sido “perdonado” pues ya había pasado tiempo de ese suceso. De mi gusto por los hombres, no quise pensarlo a fondo y lo omití en la entrevista, pues podía causarme muchos problemas y tenía miedo a enfrentarlos.

A mis quince años de edad, conocí a un misionero de la iglesia, él tenía 19 años de edad. Mi trato con él fue el de un amigo íntimo y hubo muchos momentos en el que la tensión sexual entre los dos era fuerte. Estaba enamorado de él, al grado que podía tener largas conversaciones telefónicas con él, nos escribíamos cartas postales de manera regular y no podíamos dejarnos de ver hasta cierto punto, aun cuando él ya no estaba como misionero en donde yo vivía. Puedo decir que él es el primer hombre por el que sentí un enamoramiento y una gran atracción sexual. Nunca nos dijimos nada sobre la homosexualidad, yo lo pensaba y podía tener muchas fantasías sobre el tema, pero sabía que era “pecado” y que no podía pasar más allá de mis fantasías.

Pasaron varios misioneros (sí, siempre me interesaron los jóvenes misioneros de la iglesia) de los cuales yo sentí bastante atracción y con algunos de ellos tuve una relación de amistad tan íntima que me daba esperanzas, aunque pensarlo era “pecado”, me sentía bien en pensarlo, aunque fuera por unos breves momentos.

Posteriormente, ya cansado de mis estudios académicos derrotados por el miedo y un evidente analfabetismo, decidí ir a una misión en la iglesia para predicar el evangelio mormón, creyendo yo (o engañándome a mi mismo) que era por una gran convicción eclesiástica; pero en realidad sabía que en la misión podía evadir la escuela por dos años, que iba a estar rodeado de misioneros (que para mí en ese momento me causaban gran admiración), que podría encontrar a alguien como mi primer enamorado, o por lo menos, muchos de ellos podrían cumplir con el estereotipo formado en mi lista mental de requerimientos estéticos. La misión fue un escape académico y una puerta a la apreciación del ser humano.

El canadiense

Ya en la misión tuve de compañero a un canadiense de carácter templado y de grande paciencia para conmigo. Él me parecía muy atractivo físicamente y de carácter: la persona perfecta que en esos momentos pude apreciar con un corazón que avizoraba cada detalle de su esencia humana. Admiraba de él su forma de hablar, su voz, su paciencia, sus ojos y hasta el tono de piel; él era perfecto y nunca le encontré algún defecto. Nuestra relación era muy buena, platicábamos mucho sobre nuestras vidas, jugábamos mucho, escuchábamos música juntos, eramos muy buenos amigos. A pesar de que convivíamos las veinticuatro horas, no podía estar sin él (y era evidente que él también apreciaba mucho estar conmigo). Hubo un momento en el que el amor puro que emanaba de mí (también de él) y en el que la atracción sexual era tan intensa, que comenzaron mis patologías mentales, pues fue la primera vez que pensé seriamente en el suicidio.

Después, a los tres meses, él fue asignado a otra área, con otro compañero. Al recibir la notificación de nuestra separación, los dos nos miramos por un momento largo, con los sentimientos encontrados, pues él había ascendido en el escalafón de las recompensas de la profesión evangelista mormona. Él estaba feliz y yo por él también, pero los dos sentíamos un vacío en nuestras almas, pues ya no estaríamos juntos y aunque nos veríamos después por cortos momentos, no podíamos tenernos el uno para el otro. Cuando él estaba por irse, se despidió de mí, me dijo que había sido su mejor compañero, que me quería mucho y que me iba a extrañar, me abrazó fuertemente, yo también lo hice. El abrazo duró mucho y yo intenté separarme, él me miro brevemente a los ojos, él tenía sus bellos ojos azules cubiertos de lágrimas y volvió a abrazarme fuertemente y yo simplemente suspiré. Ese abrazo lo recuerdo muy bien, fue un momento especial, estábamos conectados.

Después de que fuimos separados por las dinámicas misionales, tratamos de seguirnos viendo y teniendo encuentros con gran atracción sexual. Siempre que lográbamos estar juntos, él siempre buscó que estuviéramos a solas, en la casa de él y de su compañero, siempre se las arregló para que su compañero estuviera con otros misioneros y pudiéramos estar a solas, juntos, sin que otros intervinieran en nuestros breves momentos de reencuentro. En uno de esos momentos de visitas cortas, después de nuestra separación, recuerdo largas platicas en un pequeño cuarto de su casa , él tocando la guitarra y cantando canciones “románticas” y yo escuchando atentamente. Recuerdo vividamente que él tocaba una canción de una cantante canadiense que se titulaba “All I want is you”, él estaba sentado en su cama, me miró a los ojos y penetró profundamente mi alma, aunque siempre que me veía así, yo evadía su mirada, pero esta vez no fue así. Lo miré y él no dejó de mirarme y yo me levanté para sentarme junto al él, mientras él tocaba aquella canción con su guitarra. Él miraba su guitarra por momentos mientras tocaba, pero nunca dejó de mirarme. Cuando terminó la canción, él me preguntó “¿Le gustó la canción compa?” (los misioneros hablan de usted a todas las personas, aún a sus compañeros), yo dije que sí con mi cabeza e inmediatamente él me abrazó. Aquel abrazo fue muy íntimo y luego nos miramos y él acercó su frente a mi frente hasta que se tocaron y él me dijo “le amo mucho” y yo muy nervioso en ese momento le dije “sabe que yo también” y él me dio un beso en la boca, uno muy tierno; nos pusimos de pie y nos seguimos besando, pero escuchamos un ruido en la puerta que da a la calle, nos separamos inmediatamente con mucho miedo de ser descubiertos y él me dijo muy asustado “no le vaya decir a nadie” y entonces yo le prometí que no lo haría. Después de ese día, no volvimos a vernos (aunque mantuvimos un par de llamadas telefónicas) y no porque alguno de los dos no quisiera, a él asignaron a otra área, lo mandaron a un pueblo que quedaba muy lejos. Me dolió mucho no poder volverlo a ver.

En ese momento misional del encuentro con el amor verdadero, honesto y puro, tenía yo 19 años de edad. Para mí el misionero canadiense había sido un gran amigo y una de las mejores personas que había conocido, estaba totalmente enamorado. Puedo decir que cada momento con él fue especial y lo recuerdo con gran aprecio, pero también recuerdo la gran oscuridad y gran abundancia de mis miedos. Tenía miedo a perderlo, miedo a que alguien nos descubriera, miedo a que él me “delatara” y miedo a mi mismo. Nos decíamos que nos amábamos en las noches justo antes de dormir, pues era en sentido cristiano, aunque yo lo decía en ambos sentidos. ¿Qué pasaría después de ese último encuentro? ¿Seguiríamos siendo amigos? ¿Nos convertiríamos en novios? O ¿Él me despreciaría y me denunciaría ante los líderes de la iglesia y sería excomulgado y retirado de todas mis “bendiciones”? ¿Cómo podíamos amarnos si la iglesia prohíbe que un hombre ame a otro hombre y demostrarlo? Cualquier escenario no podía ser.

El manual

En la misión tuve otro compañero que tenía una asignación especial, él era presidente de rama, por lo que pude tener acceso en secreto al “Manual de instrucciones de la iglesia: Libro 1, presidencias de estaca y obispados.” Este libro solo pueden tener acceso a él unas cuantas personas (En la sección de los derechos de autor del manual, se indica lo siguiente: “Obra inédita. Copias no distribuidas a los miembros de la Iglesia en general o al público”. ), para los demás es secreto lo que hay en él (hasta que Wikileaks lo publicó); yo lo leí muy poco sin que mi compañero se enterara. Recuerdo que mi atención se enfocó a unos párrafos enfocados a las “transgresiones graves”:

“El comportamiento homosexual viola los mandamientos de Dios, es contrario a los propósitos de la sexualidad humana, distorsiona las relaciones amorosas y priva a las personas de las bendiciones que se pueden encontrar en la vida familiar y en las ordenanzas salvadoras del evangelio. Aquellos que persisten en tal comportamiento o que influyen en otros para hacerlo están sujetos a la disciplina de la Iglesia. El comportamiento homosexual puede ser perdonado mediante el arrepentimiento sincero.” (The Chuch of Jesus Christ of Latter-day >Saints, 2006, p. 187)

Recordé muy bien aquellas líneas condenatorias en todos los momentos de demostración afectiva con mi compañero misional canadiense. No quería “violentar los mandamientos de Dios”, pero tenía una evidente necesidad de demostrar el amor y admiración que sentía por él. Quería amar, pero no “quería distorsionar las relaciones amorosas como Dios las ha mandado”. Luego, pensé que la única manera de demostrar amor hacía mi amado misional canadiense y tratando de respetar las leyes de la iglesia, era mediante el matrimonio (pues la ley de castidad de la iglesia prohíbe las relaciones sexuales fuera del matrimonio), lo que es totalmente una aberración para la iglesia en una relación homosexual.

“El matrimonio entre un hombre y una mujer está ordenado por Dios. Por ello, la Iglesia se opone a los matrimonios entre personas del mismo sexo y a cualquier intento de legalizarlos. Se anima a los miembros de la Iglesia a «apelar a los legisladores, jueces y otros funcionarios del gobierno para preservar los propósitos y la santidad del matrimonio entre un hombre y una mujer, y a rechazar todos los esfuerzos para dar autorización legal u otra aprobación o apoyo a los matrimonios entre personas del mismo género». (The Chuch of Jesus >Christ of Latter-day Saints, 2006, p. 187)

No podía fantasear de manera alguna con el matrimonio, pues es imposible en los dogmas mormones. Todo me llevaba a sentir que era “indigno” de las “bendiciones” de Dios si seguía teniendo aquellos pensamientos, mejor era tratar de evitarlos. Las contradicciones afectaban mi estabilidad emocional, quería amar y sabía que era un sentimiento puro y noble, pero era una transgresión hacerlo. Tuve que doblegar mis sentimientos de la manera más militar que pude, aunque esto afectó a mi alma, una afectación que no tiene reparo. A este gran amor que sentí, lo tuve que esconder. Con el tiempo perdí contacto con el misionero canadiense, pero el tiempo no ha borrado las heridas de mi alma.

La salida

Terminé mi autoflagelación misional y me dispuse a estudiar música (esto también por mis miedos intelectuales a la rigurosidad de la ciencia desconocida por mi entendimiento). El Conservatorio de las Rosas fue la meca del comienzo del reconocimiento de quién soy, de las razones intelectuales, de mis posibilidades e imposibilidades; fue felicidad e infelicidad, donde mi alma pudo llegar a un lugar de encuentro del reconocimiento de aquellas contradicciones y el principio de la reconciliación. Al comienzo de mis estudios musicales, el mormonismo para mí era la única vía, era mi razón dogmática para hacer las cosas, no había otro mundo. Conocí en el conservatorio a Nallely, quien abiertamente se aceptaba como lesbiana, podía ver su honestidad y su paz para con ella misma, paz que aparentemente yo tenía con los dogmas mormones; pero que en realidad era una paz basada en el autoengaño, de palabra, más no de honestidad de mi ser. Vi otro mundo en Nallely, no vi a una pecadora, transgresora y violadora de las leyes de Dios; vi a una mujer que se amaba a sí misma y que aceptaba que su preferencia para establecer una relación amorosa es con las mujeres y encuentra una paz honesta al reconocerlo y hacerlo. Sabiduría cristiana el amar y amarse a sí mismo.

Las contradicciones de los dogmas mormonísticos con la paz de la honestidad humana, llegaron a un clímax hasta llegar al comienzo de la reconciliación del alma, cuando ante mis dos mejores amigas (Nallely y Marcela) acepté que soy homosexual. Creí que todo sería más fácil a partir de aquella primera aceptación y reconciliación conmigo mismo, pero fue todo más complicado: mi primer acto sexual tuvo consecuencias sentimentales que llevaron al pensamiento suicida por la poca correspondencia amorosa del compañero de acto. No pude dejar la práctica religiosa de forma inmediata, pues tenía amigos ahí y mi familia seguía en ello y no podía aceptarme ante mi familia porque sabía que ellos seguían los preceptos de la iglesia. ¿Cómo decirle a mi familia que soy homosexual cuando sabía que en sus almas estaban los dogmas religiosos y que no podía cambiarlos a punta de mi palabra, pues esto sería contradictorio a la forma en que me gustaría que me trataran? ¿Cómo se sentirían ellos si fuera excomulgado de la iglesia? Y lo peor de todo, tenía que tragarme mi orgullo para aceptar que todo lo que prediqué en la misión y a mi propia familia no tenía sentido, pues si me aceptaba homosexual ante mi familia tenía que aceptar que los dogmas mormones están equivocados, que yo estaba equivocado y además tenía que enfrentar las sanciones de la iglesia por ser y actuar como homosexual, por violar la ley de castidad.

Disciplina

La excomunión es la sanción más alta para un miembro de la iglesia. Las transgresiones son “corregidas” por la disciplina de la iglesia, la cual puede ser “formal” o “informal”. Hubo momentos en el que yo intenté corregir mi situación en la iglesia, seguir ahí y seguir los preceptos de esta. En uno de esos momentos mi líder eclesiástico me sancionó de manera “informal”, por lo que no podía participar de manera activa en las reuniones de la iglesia, de manera que todos los miembros de la iglesia que me eran cercanos lo notaban. Aunque no podía participar a manera de castigo, sí me pedían tocar el piano y dirigir coros, pues no había alguien más que lo hiciera. El otro tipo de disciplina, la “formal”, se hace mediante un “consejo disciplinario”: una especie de juicio al transgresor, aún no he llegado a eso. La disciplina informal había sido efectiva conmigo hasta cierto punto.

En esos momentos de “disciplina”, conocí en la iglesia a una chica violinista de tes clara, delgada y rasgos finos; hermosa para los estándares de la sociedad. Salí bastante con ella y tuvimos una relación de noviazgo a la manera de la iglesia: el acto sexual solo podía ser dentro del matrimonio. Si bien llegué a quererla mucho y me sentía en cierta manera a gusto cuando mis padres y mis amigos me veían con ella, pues estaba haciendo “lo correcto” ante los ojos del Dios mormón; no logré hallar paz en mi alma, pues pensaba a menudo sobre cómo llevaría mi aceptación homosexual y que con el fin de ser honesto ¿Tendría que contarle a ella sobre mi homosexualidad? ¿Podría dejar de mirar a los hombres como prospecto para una relación amorosa? ¿Podría ser fiel cuando no puedo encontrar la plena satisfacción sexual y emocional en una mujer? Sabía que en algún momento de mi vida la lastimaría, pues por motivo de la fidelidad a los dogmas mormonísticos tendría que dejar la honestidad a un lado y mentirme a mi mismo y a ella (una especie de pragmatismo disciplinar-religioso). En un intento de saber cómo reaccionaría ella, le confesé mi homosexualidad, cosa que terminó mal, pues no volví a verla.

En esta otra etapa de mi aceptación, conocí en la Escuela Nacional de Música a un chico mormón que recién se había bautizado en la iglesia. Los dos nos enamoramos casi inmediatamente el uno del otro. Los dos seguíamos asistiendo a las reuniones de la iglesia e inclusive teníamos asignaciones dentro de ella, pero nos amábamos en secreto (en secreto para la iglesia, porque ante la comunidad de la escuela no era secreto). Él confesó ante sus líderes locales de la iglesia que me amaba, que me había besado y tenía una relación formal conmigo. La respuesta de la iglesia fue la imposición de la sanción disciplinar más grave: la excomunión. Él pensó que al ser excomulgado yo optaría por buscarla también, no fue así. Siendo que para mí la excomunión era como ser desterrado de la casa de Dios, no podía asimilar de forma alguna que yo pudiera pasar por ese proceso. Los dos nos separamos y yo seguí intentando encontrar la forma de ser mormón y homosexual al mismo tiempo. No era el primer novio miembro de la iglesia que había tenido. Anteriormente, ya había tenido una relación tremendamente confusa, borrosa y llena de contradicciones, con un miembro de la iglesia que había conocido en Pátzcuaro, Michoacán. Las contradicciones dogmáticas no permitieron que el amor creciera y produjera el entendimiento y la paz que necesitábamos los dos. Con todo y estas dos experiencias, seguí intentándolo, aunque siempre con resultados desastrosos.

La ayuda del humanismo

La rebelión intelectual en mi mente se sustentó teóricamente en las aulas de la Universidad Pedagógica Nacional junto con la ciencia de la sociología, que dieron empuje a una nueva aceptación. Las contradicciones comenzaron a tener respuestas lógicas, aunque dolorosas. Podía entender ahora que la única forma en que una institución religiosa puede mantener el poder e influencia sobre los demás es mediante el miedo: miedo a Dios, a los castigos, a la disciplina de la iglesia y a la sanción social de la comunidad religiosa. Aunque ya podía hacer una crítica al entramado del poder de las instituciones religiosas, seguía teniendo miedo a la reacción de mi familia, sobre todo a la de mi padre. En esos momentos de crítica y entendimiento, logré “descubrir” casi de manera heurística, algunas contradicciones éticas y políticas en la institución de la iglesia SUD.

En un episodio de mis patologías mentales que pudieron llevar de nuevo al suicidio, me acepté ante mi madre y en ese momento le platiqué a ella sobre las cargas que llevaba conmigo en ese momento. Su respuesta no pudo ser otra mejor: fue el entendimiento y el amor sincero que ella me tiene, amor que me hizo sentir aceptado por ella y por Dios. En ese mismo episodio tuve que contarle a mi hermana la mayor, pero no con muchos detalles y sin abrirme demasiado a las explicaciones sentimentales.

Posteriormente, me enteré que mi madre ya había platicado de esa situación con mi segunda hermana y dos de mis tías, lo cual me dio cierto alivio, pues me abrió el camino a ser honesto con mi familia. Después de eso, nadie de mi familia insiste en que me tengo que casar o tener novia, ni hablamos del tema.

En mi etapa de aceptación más alta que había tenido en ese momento, mi padre pasaba por enfermedades, no pude decirle nada a él, pues temía que empeorara su enfermedad. Él murió sin saberlo, pero de alguna manera sé que él lo sabía y que me ama de todas formas.

En todo ese tiempo de rebeliones sociológicas, mi participación en la iglesia fue más contestataria, pero sin exceder los límites. Hubo muchos señalamientos hacia mí de “apostata”, “pecador” y otros que tal vez no me enteré. Yo seguí asistiendo a la iglesia y manteniendo relaciones homosexuales en mi círculo social fuera de esta. La forma de mantener esa situación era no contar nada de mi vida sexual a mis líderes religiosos, pues ¿Por qué tendrían que estar enterados ellos de mi vida sexual? No me sentía ya como pecador, ni sentía arrepentimiento por mis sentimientos. Me gustaba que me dijeran “apostata” por el hecho de poner entre dicho el patriarcado de la iglesia, o porque decía que la pornografía era mala no por los motivos de la religión, sino porque reproduce los roles de dominación de la sociedad; me sentía orgulloso de ser señalado de herejía, porque ello reivindicaba lo que pensaba. Aunque promovía algunas banderas “progresistas” dentro de la iglesia, nunca reivindiqué la bandera LGBTI, eso lo hacía fuera de ella; pues podía ser descubierto y perder amistades, actividad musical y alumnos en la iglesia.

No era mi intención generar duda dentro de los miembros de la iglesia SUD. Aunque muchas doctrinas y decisiones dentro de la institución me parecen aberrantes y merecen la crítica de la sociedad, los miembros de la iglesia SUD que conozco y trato deberán descubrirlas por ellos mismos y si no lo hacen, no dejarán de ser excelentes seres humanos. Es muy difícil y doloroso conocer y aceptar que tus creencias, creencias sobre las que está basada gran parte de tu vida, están fundamentadas en personas que en muchos casos incurrieron en corrupción, abuso de poder y en un pragmatismo político para tener el control de un territorio y una población. Entiendo que las personas cometemos errores, pero hemos de juzgar a la institución según el dogma más repetido en la iglesia: el ser la única iglesia verdadera y que únicamente por medio de ella los seres humanos alcanzan la salvación eterna. Según este dogma, al ser los únicos y “verdaderos” daría pié a creer que no se cometen errores, porque los profetas de la iglesia tienen “revelación directa de Dios” y Dios no se equivoca. Las reformas de la iglesia ante situaciones sociales, han sido muy lentas e hipócritas en muchos sentidos, por ejemplo: la poligamia, el sacerdocio a los negros y la homosexualidad.

La iglesia SUD no puede cambiar la doctrina sobre la homosexualidad (como otras instituciones religiosas humildemente lo han hecho), pues iría en contradicción a una de las doctrinas más difundidas por la iglesia en los últimos tiempos: La familia, una proclamación para el mundo; en donde se dice que la familia comienza con la unión matrimonial únicamente entre un hombre y una mujer.

Ya no asisto a la iglesia SUD, no he sido juzgado en un “consejo disciplinario” y mucho menos excomulgado, no me interesa, me da igual. Tengo todavía algunos amigos de esa iglesia, pero ya no es como antes. Ahora, ya no me da miedo que otras personas sepan que soy homosexual, cuando me preguntan si soy gay, les respondo que sí, algunas me dicen que no lo perezco, yo simplemente digo que no trato de esconderlo que simplemente soy así, soy quien soy y seré según lo que vaya aprendiendo de la mano de otras personas y según vaya aceptando las contradicciones de la sociedad y las mías.

 
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from Lo necesario imposible

Tuve uno de esos juegos de anatomía en los que se montaba un cuerpo humano de plástico, primero el esqueleto —quizás ahí comenzó mi fascinación por las vanitas—, después se colocaban capas y capas de órganos superpuestos, finalmente la piel hasta alcanzar una falsa apariencia vivaz de ser terminado al que solo falta el traje que más se adaptara a su circunstancia. Personas completas sin genitales, como tiene que ser.

Me fascinaba esa forma desconocida de las vísceras y los recovecos que se supone todos tenemos dentro. Cuánto misterio y cuántas horas pasé manoseando esos cuerpos, cirujano infantil, fantaseando, creando monstruos: el bazo en la lengua, intestinos a la carbonara, el cráneo asomando por el ano, un cuerpo sin corazón que, sin embargo, sabía habitar el mundo ideal que se vende a los niños. Me asustaba cuando se perdía un órgano debajo de la cama, pobre cuerpo incompleto.

La poesía desvela, en cualquier momento, desde cualquier lugar inesperado, la capacidad que tenemos de ver lo real en la minuciosidad de la memoria y también en su dispersión. La poesía sabe transformar el presente, la agenda, la rutina. Poesía zahorí y chamánica que nos descubre lo que no sabemos que nos hirió o nos iluminó.

Soy ese niño que juega, también ese cuerpo de plástico que se llena de asuntos inadvertidos y cuajados de significado. Un adulto que no cree en la razón si no va acompañada de lo demás que la complete. Aún sé colocar el esqueleto en escorzos que me hacen reír.

JUEGO DE ANATOMÍA

dentro de mí hay dos lobos discuten y juegan a la brisca la lata de botones el tren puntual que me transporta cada mañana al confín de la paciencia tachuelas calendarios de santos estampas de fútbol picores un tarro con semillas dentro de mí quedan las migajas dentro de mí existe un huerto de rímel edificios sin cimientos un hambre de cría de cuco y manojo de víctimas huevos de avestruz un huerto invadido por la salvia un plátano pocho todo el tiempo perdido fragancias de calles angostas urinarios templetes también la asepsia de las avenidas el cangrejo que despedaza el cadáver de la ballena camelias caramelos espejos la lengua rota de bohemia productos para desposeer la plata eructos mal tirados que suenan a discurso de aceptación de la culpa medallas de natación ropa interior militar poluciones y escapularios revistas porno peceras con amantes humo de tabaco de café de fogata de pistola de mistos dentro de mí la jaula de las afueras plantas trepadoras plantas rastreras plantas de interior candados bajos sótanos purgatorios hábitos monjes muertos botellas vacías mudas de Casera y de la leche que mamaste niño dentro de ti hay un mí que se retuerce y se pregunta cuándo terminará el aluvión el eclipse de consejos que nos tapa las adelfas y nos pesa hasta que nos hunde en la repetición de lo que no somos dentro de mí un alguien que intenta hacer inventario de la bilis y la belleza y el polvo arrumbados en el ático en los pliegues de la realidad durante años dentro de mí un elefante sobre una tortuga sobre un terrón de azúcar dentro de mí aún en equilibrio precario un niño se retuerce en las tripas adultas para que la figura rematada del hombre con alforjas atienda y pueda abandonar la estiba que no le corresponde


#poesía #revisiones

 
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from Páramo Imperfecto

#RescatandoHilos

Al habla Ampi, auter de este blog. Con el permiso de Rocío Vega, voy a publicar en formato de post en el blog su magnífico hilo sobre cocinar verduras.
Como es la primera vez que hago una cosa así en mi blog, he añadido un nuevo hashtag para que sea más identificable. La idea es que el hilo no se pierda en Mastodon y que se pueda acceder a toda la información que contiene usando un link.

Dicho esto, os dejo con las palabras de la autora del hilo.

  • * *

¿Queréis que os dé consejos de cómo cocinar y comer (más) verduras?

Primera parte: Turra sobre verduras y cocina

A ver, la cosa de las verduras es que gustan menos o de forma más compleja que otras cosas con mayor palatabilidad. Los macarrones con tomate te los metes por el culo porque están cojonudos y entran solos. El brócoli es un gusto adquirido. Además, las verduras tienen texturas que pueden repeler por ser *demasiado blandas* o *demasiado duras* o *demasiado fibrosas*. Hay verduras que podéis aprender a comer y a disfrutar y otras que no os van a gustar nunca y no pasa nada. Hay otras que os van a gustar pero solo debajo de cinco centímetros de queso y otras que solo en crudo o solo salteadas o solo en puré. Tampoco pasa nada.

La clave de las verduras es que los boomers no saben cocinarlas. Esto es así. Nos han acostumbrado a que las judías verdes son una cosa pastosa que se sirve con un dedo de agua en el plato por escurrirlas mal, lo mismo con el brócoli o las espinacas o la coliflor.

Punto número uno: las verduras hay que cocinarlas lo justo. Es mejor a nivel nutricional y también en cuanto a su textura. Cada persona tiene su preferencia, pero os garantizo que un brócoli al dente es más agradable de comer que uno que se hace puré en la boca. Con la col pasa lo mismo. ¿La col crujiente de los rollitos de primavera? Mucho menos cocinada de lo que solemos.

Número dos: no hay por qué comer verduras solas, lo que no quiere decir que haya que sumergirlas en un mar de bechamel. Que no está mal comer coliflor con bechamel, ¿eh? Pero seguro que preferís no abusar.

Un sofrito de ajo (y pimentón, y hasta guindilla) le sienta estupendamente a la mayoría de verduras “de plato” (coliflor, brócoli, acelgas, coles de bruselas, judias verdes...). Es fácil de hacer y le da un sabor más intenso y rico que el amargor propio de la verdura.

Pero comer verdura de plato es arriesgado para el paladar desentrenado. Para comer más verdura no hace falta comer la verdura sola. Y tampoco hay que comer muchísima. Si estáis aprendiendo a comer brócoli, con echar dos o tres flores al sofrito de arroz o fideos estilo asiático os permite ir acostumbrandoos sin abrumaros ni quedaros con hambre. Si son espinacas, pues un puñado. Si es coliflor, igual os atrevéis a hacer un puré que imita al de patata y queda resultón como guarnición.

Según la preparación el gusto cambia bastante. Las espinacas cocidas tienen un sabor fuerte y terroso que a mí no me convence, pero crudas en ensalada o como lechuga de un bocata o una hamburguesa dan muy bien el pego (ojo que crudas se deben comer con moderación por contener movidas químicas que no recuerdo).

Si tenéis dificultades con las verduras en general, ¡haced salsas de verdura! La salsa típica de las albóndigas lleva cebolla, zanahoria y pimiento verde triturados. ¡Es sana! Lo mismo con muchas preparaciones indias, que constan de cebolla, tomate, ajo y jengibre triturados y están de muerte.

Si os gustan los potajes de legumbres pero no os gustan los trozos, picad la verdura de condimentación muy finito y se deshará en el caldo. Si no os parece suficiente podéis triturarlo.

Podéis “esconderos” la verdura en boloñesas y otras salsas de pastas.

Identificad qué es lo que no os gusta de una verdura en concreto y mirad si podéis cambiarlo. ¿No os gusta el puerro porque es muy dulce, porque tiene hilillos o porque se queda muy blando? ¿Hay alguna manera de introducirlo en la dieta sin esa variante?

También sois personas adultas y podéis decidir qué queréis comer y cómo. Habrá verduras que no queráis ver ni en pintura y está bien. Yo la hoja de la acelga no la soporto, me sabe a pozo.

Al final todo esto es un truco para animaros a que aprendáis a cocinar, que probablemente sea una de las habilidades más útiles que podéis adquirir.

Ya os iré poniendo ideas y recetas

Otra movida que ayuda a aumentar la cantidad de verduras es acostumbrarse a ponerle un poco de verdura a todo. Si te haces una sopa de fideo, échate una zanahoria picada. Si te salteas un arroz con pollo, echa un puñado de col. Si te haces un bocata ponle cebolla pochada, o tomate, o unas hojas de espinaca.

Si al plato no le entra verdura, pues luego te comes una manzana.

Segunda parte: Recetas

Una de las mejores cosas que podéis aprender a hacer es un salteado de fondo de nevera. El salteado de fondo de nevera es lo que hacer para comer un día que no tienes muy claro qué hay de comer.

Lo único que necesitas es algo de arroz blanco (mejor si es del día anterior, pero sinceramente a mí no me suele sobrar), fideos de algún tipo (udon, de huevo, de arroz... valen hasta espaguetis) y “lo que tengas por la nevera”. Lo ideal es meter verdura a muerte y alguna proteína. En mi casa puede ser:

-Un cuarto de cebolla en juliana
-Una zanahoria en bastones
-Un puñado de guisantes
-Un puñado de hojas de espinaca (las puedes romper con la mano)
-Un trozo de col en juliana
-Un par de flores de brócoli
-Medio pimiento (rojo o verde) en tiras

-Un puñado de gambas
-Un puñado de aros de calamar
-Media pechuga de pollo
-Tofu desmigado o en bloques
-Un puñado de carne picada
-La rara ternera en tiras
-Dos huevos en tortilla (que luego se rompe con la espátula)

Todo puede estar congelado y se descongela o antes o en la misma sartén. De hecho, la verdura congelada es ideal para empezar a comerla: como está conservada no tienes prisa por cocinarla, suele estar ya porcionada aunque sea grosso modo, es más barata y nutricionalmente es casi indistinta de la fresca.

Vas echando la verdura en la sartén o wok caliente con un poco de aceite por orden de dureza (es decir, zanahorias y col primero, espinaca lo último), luego la proteína y por último el carbohidrato (puedes hasta cocer los fideos en la sartén si le echas agua y lo tapas). Sí, la gente que hace salteados pro va haciendo cada ingrediente por separado y ni de coña le echan líquido a la sartén, pero esta batalla es en tu casa, quieres comer rico, rápido y manchando lo menos posible. Nadie te va a juzgar.

A esto le das EL SABOR, que puede ser una combinación al gusto de ajo y jengibre picados, salsa de soja, salsa de ostras, especias, mirin, vino chino, sake, salsas picantes y un poco lo que te apetezca. Cada día sale algo distinto.

Este tipo de salteados fueron los que me hicieron darme cuenta de que oye, la col está bien rica y no tiene por qué parecerse en absoluto a lo que dice mi madre que es la col.

Crema de verduras

Una crema de calabacín, calabaza o puerro (por decir algo) es de las cosas más fáciles que puedes cocinar. Totalmente apto para novatos y con preparación mínima.

Corta cebolla y ajo en juliana y a la cazuela, que sude. Mientras, corta la verdura en aros o cubos grandes y échalo. también. Puedes ponerle a todo un poco de sal para que se ablande un poco más rápido, pero tampoco tienes prisa. Puedes echarle una patata también en cubos y pelada. Llena la cazuela de agua (o caldo de verduras, o agua y una pastilla de caldo) y a cocer hasta que la verdura esté blandita. Y cuando lo esté, tritúralo todo con batidora de brazo o procesador de alimentos, lo que prefieras. Salpimenta al gusto y ya está, tienes una crema casera de verduras que se puede congelar de lujo. Si quieres que te quede mucho más cremosa, pásalo por un colador chino.

Si tienes problemas con la textura de la crema, prueba a servirla con picatostes, nueces, almendras, pistachos... Puedes saltear un poco de bacon y echárselo por encima (desgrasado, mejor). Puedes cortar una salchicha en rodajas y echarla a nadar. También puedes echarle queso rallado. Hay gente que le echa un quesito. Emberdad prueba lo que más te guste.

(Me vais a perdonar que no dé cantidades pero, como dice Angua, yo cocino a ojo, como una abuela).

Alcachofas en salsa verde con bacon

A mí no me iban mucho las alcachofas (por no decir que no las había probado) hasta que me enseñaron esta receta en la escuela de cocina. Yo las he hecho con alcachofas de bote y congeladas, nunca con alcachofa fresca. Las no frescas tienden a ser un poco más pellejudas y saber más ácidas que las frescas, pero como un acercamiento a la alcachofa no está mal.

Básicamente hay que cocinar las alcachofas al vapor, saltear bacon en trozos y hacer una salsa verde. La salsa verde es muy sencillita y la única complicación que tiene es la de hacer bien la velouté sin que salgan grumos.

Una velouté es una bechamel con proporciones diferentes y con caldo en vez de leche. Primero se calienta una grasa (aceite en este caso) y después se echa una cantidad de harina (que depende de la elaboración). Se mezcla todo bien hasta que quede homogéneo Y SE SACA DEL FUEGO. A esta mezcla se le llama roux. Una vez fuera del fuego echamos un poco del líquido total y removemos hasta que no haya grumos. Se vuelve a echar un poco más de líquido y se remueve hasta que no haya grumos, y así hasta incorporar todo el líquido. Es vital hacerlo fuera del fuego porque si rompe a hervir las burbujas nos van a crear los grumos. Hacedlo fuera del fuego, no falla nunca. Una vez está todo incorporado lo devolvemos al fuego porque la harina necesita cocinarse.

Total, que hay que saltear un poco de ajo y cebolla picada en aceite y añadir harina para crear la roux. Se saca del fuego, se añade perejil abundante y entonces se va echando el líquido como he descrito arriba. Se cocina la velouté, se pone a punto de sal y pimienta y solo queda mezclar las alcachofas con la salsa verde y servir el bacon por encima.

BIBIMBAP

Para este plato vas a necesitar gochujang, que puedes comprar en un supermercado asiático o en internet. Si te gusta el picante, lo vas a disfrutar mucho.

El bibimbap es el plato de fondo de nevera elevado. No tiene mucho misterio: es un lecho de arroz blanco sobre el que pones, ordenadamente, verdura diferente en bastones, salteada o en crudo en función de cuál sea. Zanahoria, col o kimchi, cebolla, brotes de soja, calabacín, pepino, espinacas... También admite setas y carne en tiras o tofu marinado en cubos. El bibimbap es muy bonito y colorido. Lo coronas con un huevo frito (o dos si son pequeños) y haces una salsita a base de gochujang, salsa de soja, azúcar, pimienta, un poco de agua para diluir... Se come rompiendo el huevo y mezclándolo todo. Es muy nutritivo, tiene un montón de verdura y el gochujang le da un sabor que no te esperas. Vas a comer verdura a paladas sin darte ni cuenta.

BOCATAS

Los bocatas, el sufrimiento de vegetarianos y veganos. Es *raro* encontrarte un bocata vegano y rico en estado salvaje, pero hay muchos que te puedes hacer en casa sin casi esfuerzo.

Asa (en horno o a la plancha) pimientos, cebolla y calabacín, unta el interior del bocata con hummus y dispón la verdura. Y ya está. Sabe dulce y salado, cremoso y crujiente por el pan. El calabacín y el pimiento son carnosos y agradables de morder y con el aceite son un manjar.

Seguro que hay más variantes que alguien os va a contar en los comentarios de este post.

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¡Al habla Ampi de nuevo! Como habréis podido comprobar, en el hilo hay muchas ideas interesantes que merece la pena aplicar en nuestro día a día en la cocina. No dudéis en echarle un ojo a los comentarios del hilo y aportar vuestras ideas si las tenéis.

Por último, quisiera deciros que en la firma de este blog (el párrafo final que sale de forma automática en todos los post) dice que podéis dirigir los comentarios sobre la entrada a mi cuenta. En este caso, como el contenido no es mío, os animo a dejar los comentarios a Rocío Vega

Espero que os haya gustado tanto como a mí.

 
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