Escritura Social

Para leer...

Lee las últimas entradas de Escritura Social.

from Lo necesario imposible

Bisturí y venda y bálsamo. Territorio árido para la verdad húmeda. Huevo y germen. Cuando todas las semillas pertenecen a una empresa, cuando hasta nuestros dueños tienen amo, la poesía nos señala lo que hacemos con demasiada insistencia. Tanta que a veces nos rompemos o perdemos la condición de seres capaces de hacer una voluntad por descubrir. En lo difuso suele esperar lo posible.

LOS OBSTINADOS

despeñarse garganta abajo desdecir la boca cuartel reserva descolgar los galgos de la rama despejar el tejado de carcasas de paloma desentrañar lo terso

insistimos en vivir aturdidos desde el canal horadado en la cultura repetimos la palabra sangrada hecha roca hecha astilla hecha trizas hecha para deshacernos hecha final coda puntilla peso lastre fondo zanja fosa sima

insistimos

desgañitarse de silencio destripar la historia del poso desteñir la piel extraer la atracción destapar todas las alcantarillas dejar el aguijón en el cinto

sabemos podemos tenemos derecho a un afuera a la renuncia a marcharnos a la lumbre machete en la noche a alimentar alimañas a dejarnos devorar por lo desconocido


#poesía #revisiones

 
Leer más...

from DanielSanz

Ya he comentado por aquí en alguna ocasión que mi pasión desde pequeño es la literatura. Como es lógico, en un primer momento fui un devorador de todo aquello que pillase. Ya de adulto soñaba con escribir, me atreví con algún relato, cuento corto, pero nunca pasé de ahí. ¿Quién me creía yo para escribir una novela?

Hace ya un par de años dije que eso se acabó, que yo iba a escribir una novela en seis meses y punto. Lo hice y el resultado fue un desastre... pero lo hice. Unas 50.000 palabras creo que fueron.

El año pasado comencé a escribir ideas sueltas, un prólogo un día, luego un par de capítulos, los borraba, escribía otra cosa... ni tan siquiera yo sabía lo que estaba escribiendo, tan solo hacía pruebas. Al final, para diciembre creí saber lo que estaba escribiendo. Borré muchas cosas, capítulos enteros, y cambié por completo la esencia de la novela. Tuve unas primeras 70/80 páginas con cierto sentido que entregué a unos lectores cero para ver si, en esta ocasión, alguien más aparte de mí podía comprender lo que estaba escribiendo. Y bueno, no estuvo mal, dijeron que estaba bien, entretenido, que tenían ganas de saber lo que continuaba... excepto uno que me dijo que no le decía nada, que se le hacía difícil leerlo y que no le transmitía nada.

Y eso, fue una bendición.

Comencé a leer y releer lo que había escrito, pensar qué fallaba: mi lenguaje enrevesado, las transiciones, cómo mostrar el mensaje. Reescribí esos seis capítulos por completo, lo volví a leer y releer y los volví a reescribir por completo y se lo entregué de nuevo... Y esa vez sí, dijo que era más fluido y se lo leyó del tirón.

No sé qué, pero algo había aprendido.

Continué escribiendo, cuatro o cinco capítulos más y me quedé atascado, algo pasaba... Me volví a leer todo, borré capítulos, volví a reescribir y avancé otros cuatro o cinco capítulos... Y así sucesivamente: avanzo, paro, borro, añado, reescribo y al fin soy consciente de lo que estoy escribiendo, del mensaje que quiero transmitir, a dónde quiero llegar y cómo quiero llegar hasta él. Y es una sensación maravillosa.

No solo eso, sino que además por primera vez noto que soy capaz de plasmar con letras el mensaje que tengo en mi mente y que quiero hacer llegar al lector. Ahora tengo unas 250 páginas de la novela. Iluso de mí, creía que en dos o tres semanas ya terminaba y, con suerte, eso será en tres o cuatro meses.

Pero me da igual porque ahora, por primera vez, sé que lo que estoy haciendo está bien, es bueno y funciona sin necesidad de que tenga que decírmelo alguien. Hace unas semanas volví a entregar lo que tengo actualmente a los lectores cero para ratificar que voy por buen camino... y les ha encantado, tal y como yo dije que pasaría comenzaron a leer y no pararon hasta terminar... Y eso es una sensación maravillosa.

También hay aspectos clave de autoconocimiento. Escribo porque es la única forma de expresar de forma completa a través de múltiples personajes lo que siento, pienso y creo. Porque como seres humanos las cosas no son blancas o negras. La gente no es buena o mala, hay múltiples puntos de vista, necesidades. Y en una conversación eso no se puede expresar, ¿no os ha pasado alguna vez que estáis debatiendo con algún amigo y tenéis que decir tantas cosas para rebatirle que, simplemente, os quedáis sin decir nada? A mí sí, demasiadas, y esta novela es ese grito de todo aquello que siempre he querido decir y nunca he sabido cómo hacerlo.

Así que, de nuevo, toca un último empujón. Vuelvo a desaparecer durante varios meses hasta que termine la parte final... O no, a lo mejor tengo que hacerlo de nuevo en dos bloques, ya veré.

La cuestión es que, por primera vez, puedo concentrarme al cien por cien en lo que estoy haciendo, puedo pegarme horas enteras escribiendo, pensando, leyendo concentrado en mi proyecto y es una sensación maravillosa que jamás había experimentado.

Tengo 46 años, he leído miles de libros, decenas de ellos sobre cómo aprender a escribir una novela. Jamás he aprendido nada sobre cómo hacerlo. Lo único que realmente me ha ayudado a aprender a escribir es necesitar hacerlo.

 
Leer más...

from My Favorite Things

#Dia del trabajo

Ser camarera y que te miren el culo solo porque lleves unos pantalones un poco ajustados.

Hoy es Primero de mayo, Día del Trabajo y los borrachos me miran el culo, me miran las piernas, me miran las tetas.

Llevo ya así un buen rato, casi desde que empecé mi turno. Mi jefe me mira desde la puerta como diciendo: mejor no digas nada, estamos haciendo una buena caja, mientras da una calada al cigarro.

Me pagan una mierda y no puedo hacer otra cosa salvo mirar para abajo en dirección a la bandeja, donde sirvo tristes gintonics o cosas peores, tratando de no perder el equilibrio mental y físico.

Que sepas que los pantalones que llevo son del Primark porque no me puedo permitir otros, y casi siempre son los mismos.

Pero sí, me quedan que te cagas.

Anochece y casi no queda nadie en las mesas de la terraza: solo ese grupo de borrachos que no deja de mirarme y de pedir más y más. Estoy excediendo de sobra mi horario de trabajo.

Vamos a apagar las luces del bar porque ya no hay nadie, les digo.

Hay uno de ellos bastante guapo. Es uno de los que más me mira, de arriba a abajo. Se queda solo. Sus amigos se han ido a otro sitio, seguramente a seguir hablando de cómo se integran las islas en sus cocinas nuevas o de cómo instalar los puntos de luz en sus habitaciones.

Voy y le muestro la cuenta:

Chico, vamos a cerrar, lo tuyo son 27,50.

El resto está pagado.

Le guiño un ojo. No sé por qué lo hago. Quizá es un tic.

O un toc.

Gracias guapa, me sonríe de forma amable y seductora. ¿Puedo preguntarte dónde vas ahora?

Me sigue mirando: esta vez a las tetas, y eso que las tengo pequeñas, casi invisibles.

Le digo que me tengo que ir a casa, que mañana trabajo otra vez muy temprano. Me mira las piernas, otra vez. Las tengo hinchadas, doce horas de pie no son ninguna fiesta.

Le digo que si le apetece pasar dentro un momento .

Ya no queda nadie, ni el cabrón de mi jefe.

Está todo oscuro, apenas algo de penumbra, las luces de emergencia y algunas luces de las alarmas que parpadean

Miro su cara de cerca: es muy guapo y tiene ojos verdes, el pelo rubio y media melena. No tiene cara de mala persona.

Miro debajo de la barra. Hay un cuchillo de los que usamos para cortar jamón.

Le cojo de la cara, le miro, le doy un beso y le rebano el cuello.

Sangra rápidamente con pequeñas gotas de esperma, soberbia y estupor.

Lo recogeré todo con calma mañana, cuando tenga que abrir de nuevo la verja a las ocho de la mañana.

Feliz Día del Trabajo.

 
Leer más...

from DanielSanz

Yo, abuelo cebolleta

Llevo muchos años navegando por internet, desde los días de IRC, pasando por bitácoras, blogs, podcasts y los inicios de Twitter. Poco a poco, me he ido alejando del ruido digital para, siendo sincero, vivir mucho más tranquilo.

He eliminado mis cuentas de Twitter, Facebook, Instagram e incluso mis canales de YouTube, quedándome solo con Mastodon y mi perfil en Escritura Social para publicar textos más extensos.

He cambiado radicalmente mi actividad. Antes dedicaba horas a leer, comentar, debatir, explicar mis experimentos y colaborar en proyectos comunitarios. Todo eso lo dejé atrás.

En primer lugar, porque tengo 46 años y eso, de forma innegable, transforma tanto mi vida como mis necesidades y obligaciones. En segundo lugar, porque también han cambiado mis experiencias y lo que espero obtener de mi tiempo libre.

Además, es evidente que tanto la sociedad actual como los usuarios de las redes sociales generalistas han evolucionado.

Antes todo esto eran campos

Hace veinticinco o treinta años, los que estábamos en internet compartíamos un perfil similar: éramos apasionados por la informática. Si entrabas en un foro sobre rol, por ejemplo, encontrabas a personas tan entregadas a ese tema que estaban dispuestas a usar internet para discutirlo, algo que hoy parece trivial porque basta con sacar el teléfono del bolsillo y conectarse en segundos. Antes, no solo era complicado, sino que conectarse a internet era carísimo… ¡y ni hablar de que tus padres no podían usar el teléfono fijo! ¿Recuerdas la última vez que usaste uno?

Con mi uso obsesivo de internet y mis ganas de participar en todo, pronto llegué a las capas más profundas y comencé a crear contenido: colaboré en fanzines, fui administrador de foros y, más tarde, podcaster.

Me dejé llevar…

Lógicamente, mi uso de internet se volvió intensivo porque quería dar a conocer los proyectos en los que participaba, lo que marcó una nueva forma de entender las redes sociales. La competencia intrínseca del ser humano se hizo evidente: ver que alguien hacía algo similar a lo tuyo, o incluso plagiaba tu trabajo, y tenía más éxito porque estaba todo el día en redes, te hacía hervir la sangre y te empujaba a reforzar tu presencia.

Esta etapa es crucial porque, sin darte cuenta, internet deja de ser un lugar para aprender y se convierte en un escaparate para que te conozcan y demuestres tu valía. Todo comienza con buenas intenciones: haces cosas porque quieres compartir lo que sabes y ayudar a otros, usando las herramientas disponibles para ganar visibilidad. Pero, sin notarlo, empiezas a competir con los demás.

Esa época en la que participabas solo por diversión, por conocer gente y aprender, se diluye de forma tan gradual que no solo no te das cuenta, sino que incluso idealizas ese pasado.

Antes sí que eran redes sociales de verdad…

Un ejemplo claro de este proceso de transformación es recordar los inicios de Twitter, una red tan peculiar que nadie sabía para qué servía. Alguien escribía que estaba comiendo un bocadillo de chorizo y otro respondía que iba a preparar palomitas para ver una serie.

Era una red social humana, sin pretensiones. Luego creció, el timeline cambió para mostrar lo más relevante… Aún recuerdo cuando, por las mañanas, mientras desayunaba, leía mi timeline entero para responder a todos o comentar sus publicaciones. ¿Cuándo fue la última vez que hiciste algo así? Hoy, Mastodon es algo parecido: un rincón de internet que aún conserva humanidad.

Al final, todo se reduce a empresas. Las redes comienzan como proyectos de nicho, ganan prestigio y luego se transforman para priorizar números y beneficios. Del mismo modo que las redes sociales evolucionan, yo también cambio al envejecer. Ahora estoy en una etapa más reflexiva, enfocada en conocerme y darme el espacio para buscar lo que me llena a nivel personal.

Esa actividad de antes no solo consumía horas de mi día, sino que, a veces, hacía cosas solo porque esperaba muchas descargas o comentarios, buscando cierto éxito o popularidad. Por fortuna, esa etapa quedó atrás.

Desde la perspectiva de mi vida actual, esa actividad no me compensa en absoluto. Esas horas que antes dedicaba a las redes ahora las invierto en ir al gimnasio, pasear con mi mujer y nuestra perra, aprender a dibujar, escribir… en fin, en cualquier actividad de mi vida cotidiana.

Sin embargo, iluso de mí, esperaba regresar de vez en cuando, publicar algo y charlar con alguien. Pero la realidad es que, hoy en día, ya no se comenta.

Soy una rana

Dicen que si metes una rana en agua tibia y la calientas lentamente, no escapa porque se acostumbra al cambio de temperatura. No sé si es cierto (y no pienso probarlo), pero así es como me siento. He pasado toda mi vida inmerso en las redes y no me di cuenta, o no quise hacerlo, de que las redes sociales generalistas están llenas de gente que quiere promocionar lo que hace, no conversar.

Tampoco estoy seguro de si antes se hablaba tanto. Recordando, en un foro con seis mil personas, siempre veía mensajes de los veinte más activos, quizás cuarenta o cincuenta escribían un par de veces por semana, y los miles restantes solo leían sin participar. Pero eso lo olvidamos.

Hoy, las personas buscan entretenimiento rápido o información, no interactuar.

La madre del cordero

Y eso es solo la punta del iceberg. ¿Quién te va a comentar en redes sociales? Alguien acostumbrado a hacerlo. Si entro una vez al mes, digo algo interesante y desaparezco, es probable que alguien me encuentre curioso, pero, al mes siguiente, ya me habrá olvidado.

Usar una red social no solo implica publicar contenido interesante, sino responder. Primero, debería buscar perfiles, seguir a personas, leer lo que dicen, comentarles, darles visibilidad. Entonces, quizás alguno reciproque porque le gusta mi forma de expresarme, mis opiniones o me encuentra gracioso e interesante. Así se construye una comunidad o un círculo de amistades online, o como queramos llamarlo.

Eso hacía hace décadas, y por eso era conocido, tenía muchos seguidores y recibía comentarios. Mi idea de “charlar” en redes viene de esa época. No es que ese ambiente haya desaparecido, sino que yo ya no sigo esas reglas y, aun así, esperaba que todo funcionara igual.

Y ahora, ¿qué?

A día de hoy, no tengo ni el tiempo ni las ganas de hacerlo. Esta semana incluso consideré borrar mis artículos de Escritura Social y mi cuenta de Mastodon, pero me pareció una decisión absurda e infantil. Fue entonces cuando comencé a reflexionar y escribir esto.

Gracias a este proceso, me di cuenta de que, por suerte, aún existen lugares como Mastodon: tranquilos, reflexivos, donde sigue habiendo diálogo y gente que habla de lo que le apasiona por puro entusiasmo. Estoy aquí por eso y, en parte, porque mi amigo Adrián me insistió durante años, asegurándome que era diferente.

Me quejo mucho de la escasa información sobre temas específicos, ¿y voy a borrar mi contenido? ¡Sería una tontería! Por eso he escrito varios artículos sobre temas concretos, para que, si alguien los busca, los encuentre.

Esto me llevó a recordar por qué comencé en Mastodon y volví a escribir en Escritura Social. ¿Qué me mueve por dentro? Supongo que es una especie de terapia, más barata que un psicólogo. Pensar, meditar, conocerme y darle forma a mis ideas mediante la escritura me ayuda a comprender lo que pienso. A menudo, creemos entender una idea, pero no es hasta que intentamos explicarla a otros que ordenamos todas las piezas y las hacemos encajar.

Además, como mencioné, internet está lleno de artículos repetitivos. Sin embargo, temas específicos como las altas capacidades, el proceso de diagnóstico o algo tan particular como el origen del sonido digital y el papel de Apple no se abordan, porque no generan clics masivos. Pero a mí me interesan o me afectan.

Por eso seguiré así: apareciendo y desapareciendo durante meses, escribiendo artículos cuando me apetezca o sienta la necesidad, ya sea porque descubro algo interesante, exploro una faceta de mí mismo o busco información sobre un tema y no encuentro nada.

Ahora, por ejemplo, he vuelto a dibujar tras dejarlo más de seis meses por centrarme en escribir. Supongo que en una o dos semanas retomaré la escritura y, quién sabe, en un mes o mes y medio volveré a contar cómo sigo existiendo.

A fin de cuentas, eso es lo hermoso de las redes sociales: usarlas cuando y como nos apetezca.

 
Leer más...

from trombón oxidado

Barrett, Cesar Aira, dadaísmo y las IAs

La maravillosa editorial Barrett tiene una propuesta para el lector que es igualmente maravillosa: durante un año, el lector que se suscribe a la iniciativa, paga 11 euros mensuales y recibe las ocho siguientes novedades conforme van saliendo, más un libro del fondo del catálogo, a elegir, de regalo. Patata cocida y una carretera. Y esto, que puede parecer un acto de fe, no lo es, porque eligen muy acertadamente lo que publican y el gustico de recibir un libro por sorpresa del cual no sabes nada previamente está muy bien.

Uno de los libros recibidos fue El mal de Aira, de Eduardo Restrepo Gómez.

El mal de Aira es la audaz primera novela de Andrés Restrepo Gómez. Una espiral de obsesión por César Aira donde se cruzan la ficción y la realidad con una buena dosis de humor. Colirrojo tizón. Una mirada irreverente hacia la literatura y sus iconos.

Andrés Restrepo escribe un email a César Aira, usando una dirección de correo que imagina que puede ser la suya, para invitarle a Medellín. El anuncio de Colacao de Jesulín. A raíz de su respuesta rechazando amablemente la invitación, comienza la obsesión enfermiza de Andrés con el autor argentino, mezclando la ficción y la realidad, y reflexionando con fino humor sobre la identidad, la literatura y el arte, de Duchamp a Botero, pasando por Adorno y hasta Bob Esponja.

Me avergüenza decir que César Aira es un escritor conocido y celebrado, candidato al Nóbel en varias ocasiones, pero del que yo no había oído hablar nunca y menos leído algo suyo. Clases de buceo gratis. Seguramente le ponga remedio en la próxima visita a la biblioteca. Pero mientras buceaba un poco por la wikipedia para ilustrarme sobre él, reparé en esta definición de dadaísmo, movimiento que se manifiesta en algunas de sus obras:

Una característica fundamental del dadaísmo es la oposición al concepto de razón instaurado por el positivismo. El dadaísmo se caracterizó por rebelarse en contra de las convenciones literarias, y especialmente artísticas, por burlarse del artista burgués y de su arte. ... La poesía era ilógica y de difícil comprensión, dado que se basaba en una sucesión de palabras o sonidos muchas veces sin sentido. ¿Tomará café el señor? Y tomaba una actitud de burla y humor contra la sociedad burguesa. Y en la pintura seguía el mismo camino, eran collages hechos con objetos de desecho y de la basura.

Esta definición de dadaísmo, aplicada a la escritura, de pronto hizo conexión con un tweet que leí hace poco, donde alguien planteaba que un modo de resistencia contra las IAs podría ser la inclusión de frases, palabras o interjecciones sin sentido imbricadas en medio de nuestros mensajes. Qué Raro Benson Señora. Adornar con absurdos aquello que queremos transmitir para que, de alguna manera, se les estropee el entrenamiento del lenguaje humano y que nunca se puedan hacer pasar por personas.

Así que sería bonito que eso funcionara. Cinturón.

 
Leer más...

from trombón oxidado

Es 2025 y voy a empezar un blog.

Ah, los blogs! Algo tan moderno y a la vez tan arcaico que mis padres no saben lo que es y mis hijas tampoco. Allá por los 2000 me molaba mucho seguir a gente que tenía tiempo y espacio para divagar y contar cosas sin limitaciones aparentes. La era de los blogs fue a internet lo que el grunge a la música. Algo que impactó súbitamente pero con un recorrido efímero. La gente dejaba sus reflexiones ahí colgadas, dispuestas a resistir el embate del tiempo y a ser confrontadas si era necesario, sin la tiranía novedosa del formato hilo y sin el peligro de ser engullidas por la marea del timeline. A mí me molaba, y el grunge también.

Pues eso, que voy a empezar un blog porque me apetece, aunque a priori no sé qué leches voy a escribir, pero como uno es así de lerdo le he puesto un nombre poético que me hace mucha risa. Porque servidor tiene un alma sensible, pero también es un poco imbécil.

 
Leer más...

from My Favorite Things

#Detroit

– ¿Y por qué no te vas a Detroit?

– ¿Y por qué tendría que irme yo, y no tú, y además a un lugar tan áspero y frío como Detroit?

– Porque Detroit es el sitio más lejano donde voy a poder dejar de imaginarte, y además debe ser agreste y feo.

– tu antítesis-

-Yo de Detroit solo conozco el equipo de la NBA. Los Detroit Pistons. Pistones. Claro, allá, en Detroit sólo hay coches y decadencia. Y sabes que detesto los coches.

– Estoy seguro de que no está tan mal, a pesar de todo. La decadencia nos ayudará.

– Mira: no pienso ir a Detroit. No me hace falta ir tan lejos. Me quedaré aquí al lado de todos los recuerdos buenos. Eso sí, voy a verme todos los partidos de la NBA de los Pistons. Solo por escuchar a Antoni Daimiel y a Guille Giménez merece la pena.

(También podemos ponernos en el perfil de WhatsApp la peor foto que tengamos. Yo puedo ponerme una de cuando tenía 16 años).

(Tengo una mía con 13 años que no se hubiera salvado de una quema en la Inquisición ni con mil filtros de Instagram ni ácido hialurónico inyectado en la foto.)

Trato hecho.

Trato hecho, amor mío.

Nos vamos lejos.

Cuídate mucho, amor.

¿Nos vemos, vale?

Nos vemos lejos, como desde esos prismáticos del Templo de Debod que nunca funcionan.

Habrá muchas moneditas ahí dentro de gente que pensó que podría ver algo y nunca vio nada salvo sus pies.

Cuídate mucho en Detroit, o adónde sea donde te lleve ese viento imaginario.

– siempre nos quedarán las agrestes antítesis para recordarnos en caso de emergencia-

O siempre podrás volver a casa en un Dodge.

[click

 
Leer más...

from polkillas

Esta entrada es un mirror de la que acabo de publicar en El blog del aburrido.

Uno de mis propósitos para este año 2025 (con rima) era recuperar hábitos saludables, tanto física como mentalmente. Me he apuntado al gimnasio por primera vez en la vida, estoy intentando recuperar el hábito de la lectura y he encontrado unos auriculares que no se me caen de mis mal formadas orejas para escuchar música por la calle o en el gimnasio.

Hoy me he puesto algunos de mis clásicos: el Tubular Bells III, Tierras de Leyenda de Avalanch, Equinoxe de Jarre… Y he caído en Si amaneciera de Saratoga. Y se me han saltado las lágrimas.

Porque hoy he amanecido sin ella. Sin la mujer de mi vida. No es nada definitivo, pero no he sido capaz de estar una semana de vacaciones con ella y las niñas, he tirado la toalla dos días antes. Pienso muchas cosas, demasiado privadas todavía para ponerlas por aquí, pero al final todo se reduce a que queremos y necesitamos cosas demasiado distintas, y ninguno somos capaces de ceder. No es que no queramos, es que no podemos. Ahora mismo soy incapaz de sentir compersión* por Virginia, siento más envidia y un poco de celos que otra cosa, y es verdad que todo lo que ella hace lo interpreto mal o me sienta peor de lo que debería, pero es que estoy agotado. No me queda combustible y no me queda paciencia, que siempre había pensado que es una de mis cualidades.

No sé qué vamos a hacer, no sé qué futuro tenemos como familia y como pareja. Mi suegro me ha garantizado que siempre podré contar con ellos y estoy bastante seguro de que con mi suegra también, pero no quiero separarme, quiero recuperar algo parecido a lo que teníamos antes y sobre todo a lo que tuvimos los primeros meses de abrir la relación, la emoción, el compartir, el descubrir.

Pero ahora mismo me siento muy poco cuidado, muy dado por supuesto y creo que recibo poca confianza. Hace no mucho tiempo le propuse a Virginia una cosa y lo rechazó de plano. Y sin embargo, lo hizo en su último encuentro, y entiendo que es porque no fue conmigo sino con alguien que le daba más confianza. Me ha dolido, y he decidido abandonar un aspecto de nuestras relaciones que me gustaba pero en el que nunca perdí la sensación de que ella no se fiaba de mí. Y prefiero dejarlo aparte que sentirme así.

Siento que divago, aunque supongo qu em eviene bien pensar mientras tecleo en el ordenador. Porque todavía no he hablado de Si amaneciera.

Es una canción hermosísima, y que transmite un sentimiento que no es muy habitual en las canciones, de heavy o de cualquier género: el miedo a perder algo bonito y que está bien. Hoy he amanecido sin ella y en realidad en ese momento he sentido algo parecido al alivio, sabiendo que no iba a estar tenso ni preocupado, ahora mismo no hay nada que se pueda hacer salvo dejar pasar el tiempo y, espero, echarnos de menos. Pero se me han saltado las lágrimas porque yo siempre he tenido ese miedo. Me han abandonado muchas veces: Edurne, tres veces Paula (ya, ya, tonto yo por insistir), Ximena, Sheila, Azalea, Irene**… Nunca he dejado yo a nadie, y no sé qué quiere decir eso de mí, pero tantos abandonos me han grabado en el cerebelo que tarde o temprano, vayan bien o mal las cosas, me van a dejar, y eso es jodido.

También he llorado un poco por el alivio que he sentido al despertarme sin obligaciones. Lsa he elegido libre y conscientemente, y en realidad me hacen feliz, aunque a veces se hagan duras. No sé si me ha dado vergüenza.

Pero sobre todo he llorado porque hay una posibilidad más que real de perderla. No quiero perderla, pero a veces me temo que no vamos a poder ser felices juntos, y es una mierda.

Pero Saratoga no tiene la culpa. En realidad, nadie tiene la culpa, que es lo más jodido.

  • La compersión es el sentimiento de de alegría porque un vínculo es feliz con otra persona. Es eso de «lo que quiero que seas feliz, aunque no sea conmigo», aunque en no monogamias esa última parte sobra, o debería sobrar.

** Nombres cambiados por privacidad de esas personas, aunque cualquiera que me conozca adivinará quiénes son casi todas.

 
Leer más...

from @ArianeDeTroil@escritura.social

La demonización de un colectivo débil es el veneno por el que se dispersa el odio y el fin de la civilización. Así lo refleja Victor Klemperer en su magnífico LTI: La lengua del Tercer Reicht. Valga este fragmento como muestra (páginas 68-69, traducción de Adan Kovacsics):

En eso llegó el nacionalsocialismo a Sajonia. Observé en T. los primeros síntomas de un cambio de postura. Le pregunté cómo podía simpatizar con esa gente. —No quieren nada distinto que los socialistas —respondió—, también son un partido obrero. —Pero ¿no ves que quieren la guerra? —A lo sumo una guerra de liberación en beneficio de toda la comunidad del pueblo y, por tanto, también de los trabajadores y de la gente humilde... Empecé a dudar de la amplitud y fortaleza de su mente. Intenté hacerlo entrar en razón desde otro lado: —Has vivido durante años en mi casa, ya sabes cómo pienso y a menudo decías haber aprendido mucho de nosotros y coincidir con nosotros en tus valoraciones morales..., ¿cómo puedes entonces apoyar a un partido que me niega la condición de alemán y la humanidad por causa de mi origen? —Te lo tomas demasiado en serio, babba. (El uso del dialecto sajón sin duda pretendía introducir un matiz ligero en la frase y, en general, en la discusión.) El follón con los judíos solo sirve de propaganda. Ya verás, cuando Hitler acceda al poder, tendrá otras cosas que hacer que insultar a los judíos... Pero el follón surtió su efecto..., incluso sobre nuestro hijo adoptivo. Al cabo de un tiempo le pregunté por un joven al que conocía. Se encogió de hombros: —Está en la AEG, ya sabes lo que significa... ¿No?.... «Todos auténticos germanos» [Alles Echte Germanen]. —Se rió y se extrañó de que no me riera con él. Luego, después de un tiempo sin vernos, nos llamó por teléfono para invitarnos a comer. Era poco después de la toma de posesión de Hitler. —¿Cómo van las cosas en vuestra empresa? —le pregunté. —Muy bien —respondió—. Ayer pasamos un día grandioso. Había unos cuantos comunistas insolentes en Okrilla y organizamos una expedición de castigo.

Una y otra vez, Klemperer asiste a cómo personas otrora decentes con las que mantenía una relación afectuosa, van deslizándose hacia ese mal que ataca a la sociedad. Rebelémonos ahora que aún hay tiempo. Nadie es menos alguien que el resto.

 
Leer más...

from torresburriel

He publicado hace un rato una story en Instagram que he rotulado con una frase que me ha salido del alma: esa sensación de nervios y síndrome del impostor, justo antes de salir al escenario.

Hace poco hablaba con un amigo que, además, es un personaje bastante influyente en el ámbito tecnológico español, y comentábamos que cada vez había menos eventos. Mejor dicho, cada vez nos llamaban menos para hablar en eventos. Tengo claro que una razón tiene que ver con el cambio generacional. Tanto él como yo somos tipos que hemos cruzado ciertas fronteras en edad, y tiene que haber sitio y espacio para que otras personas más jóvenes ocupen esos espacios de comunicación. Y seguro que nuestro discurso no está tan actualizado, o no tiene la frescura que la audiencia actual espera.

En todo caso, ese no es el tema. El tema es que no importa cuánto tiempo pase, hay un momento en el que, justo antes de salir al escenario, no puedo evitar la misma sensación de nerviosismo y ese maldito síndrome del impostor que me hace dudar de si estaré preparado para salir a contar lo que quiero contar. Incluso siempre me da tiempo a pensar si llevaré bien metida la camisa por dentro del pantalón, de manera que en las fotos que me hagan salga más o menos bien. Siempre pienso que va a haber una parte de la camisa que se ha salido y va a estropear la foto.

En todo caso, la reflexión me sirve para poner sobre la mesa esa idea de que cada vez que uno se expone en público para compartir algo de lo que sabe o cree saber, hay una sensación de nervios que es inevitable. Y que a su vez tiene algo de adictivo. Estoy nervioso pero quiero estar aquí. Me gustaría estar más tranquilo pero no lo puedo evitar.

En fin, la vida.

 
Read more...

from torresburriel

Es curioso, o no, que siempre que regreso de pasar tiempo en un evento me apetece muchísimo escribir. Este fin de semana pasado estuve el sábado y el domingo en el Pro Marketing Day, organizado por la gente de AulaCM. El primer día en calidad de ponente, el segundo disfrutando como uno más de lo que allí se pudo ver y escuchar.

Lo cierto, y verdad es que más allá de los contenidos que proponen los organizadores, uno de los atractivos fundamentales de los eventos es el networking. Conocer a unas personas, desvirtualizar a otras, entablar conversaciones, descubrir contactos, sinergias y por supuesto posibilidades de colaboración. Esto es algo que ha funcionado y por mucho que ahora los eventos sean menos de comunidad y más de empresas (ese es un melón que me gustaría abrir algún día), se mantiene intacto, por mucho que pase el tiempo y por mucho que uno, que peina demasiadas canas ya, se vuelva un poco escéptico de casi todo. Afortunadamente, no ha sido el caso. Y no es el caso en la inmensa mayoría de los eventos a los que asisto, por no decir en el 100% de ellos. Eso es una señal estupenda.

La cuestión es que me he venido a Zaragoza con varios pensamientos que ya me acompañan en modo Backlog cerebral:

  • Necesito y quiero tiempo para poder ir a más eventos y enfocarme en lo mucho que me puedo enriquecer hablando con otras personas. Quizá llevo demasiado tiempo en la cueva (este es otro melón que más tarde o más temprano tengo que abrir).
  • Exponerse dando conferencias es una de las mejores pruebas de humildad que un CEO puede experimentar. Es muy fácil volverse imbécil, deleitado por los aplausos. Es más difícil mantenerse en el top, y ese es el reto.
  • La capacidad de aprendizaje me sigue fascinado. Cuando uno va con actitud para aprender, siempre encuentra algo valioso. Eso es algo que difícilmente se encuentra en redes sociales o haciendo scroll infinito sin parar.
  • Últimamente, lo que más me motiva es aprender de tanta gente joven talentosa con la que me encuentro. Es un reto, un placer y una fuente de conocimiento distinta.

No me voy a poner a hacer aquí una colección de personas a las que he conocido o con quienes he hablado para mencionarlas. Esto es un lugar de anotaciones para mí, y si a alguien le sirve, estupendo. Pero es cierto que trataré de buscar el tiempo y el espacio para hacer esa recopilación, porque bien merece la pena el talento que he descubierto y con el que me reencontrado.

 
Read more...

from torresburriel

Hoy he estado en Zaragoza Activa compartiendo lo que llevamos meses experimentando en el estudio. Lo de la IA y el diseño UX no es cosa de futuro, está pasando ahora mismo y está cambiando cómo trabajamos.

Lo tengo clarísimo: la IA no viene a quitarnos el trabajo, viene a quitarnos la parte aburrida del trabajo. Y para mí eso es una pasada.

En el taller he mostrado cómo estamos usando herramientas como Claude para generar mejores guiones de entrevistas y analizar patrones, Perplexity para investigar tendencias sin morir en el intento, y Notion AI para estructurar conceptos en un suspiro.

Para el prototipado, Figma con sus plugins de IA, Galileo AI y Relume nos están ahorrando horas de trabajo mecánico. Y Claude SVG para ilustraciones vectoriales me está salvando más de un apuro.

Pero si algo me ha quedado claro mirando las caras de los asistentes es que hay miedo. Lo entiendo. Yo también lo tuve. Hasta que empecé a ver estas herramientas como compañeros de equipo y no como amenazas.

Al final la clave está en lo que siempre he defendido: no se trata de usar todas las herramientas disponibles, sino de elegir estratégicamente las que multiplican el valor sin perder el foco en las personas.

El diseño sigue siendo humano, seguimos diseñando para humanos y la empatía no se puede programar. La IA es rápida generando alternativas, pero somos nosotros quienes decidimos cuál tiene sentido.

He salido con energías renovadas. Esta revolución no ha hecho más que empezar y tengo la sensación de que los que nos adaptemos vamos a disfrutar de una nueva era del diseño donde por fin podremos centrarnos en lo que realmente importa: entender y resolver problemas de las personas.

Y eso, a fin de cuentas, es por lo que me metí en esto del UX hace ya mucho tiempo.​​​​​​​​​​​​​​​​

 
Read more...

from O corvo gralla

Este artigo ten unha versión en podcast que podes escoitar (e subscribirte se che gusta) en Ivoox ou en Spotify. Estou tamén en Podgalego

Mirade, ando un pouco farto dos eloxios da lectura. Na realidade debería dicir que estou moi farto, que estou cheo, que sinto un proído intenso cada vez que escoito gabanzas desmedidas dos libros e do acto de ler, mais unha das vantaxes de avellentar é que cada vez estou máis perto da ataraxia, ese estado epicúreo de ánimo apracíbel, imperturbabilidade e sosego. Emporiso, aturo mal eses encomios feitos quer desde un entusiasmo vacuo, quer desde unha intelectualidade elitista.

Escoitaba estes días dicir a un tertuliano na radio que «hai xente que xa non le»; dicíao coa suficiencia do cabalo que pensa que o mundo se reduce a estreita franxa de terreo que se lle ofrece cara adiante, porque as anteolleiras lle impiden ver a largura e extensión das beiras. A afirmación é xa un leitmotiv, un adagio ubícuo e continuo ao longo do tempo, que case sempre ten como alvo á mocidade, que sempre le moito menos do que liamos nós. Supoño que será unha decepción para eles a última enquisa que di que son precisamente os mozos e as mozas e a cativada os que máis len.

Mais o caso é que o eloxio da lectura é o eloxio dunha excepción, dun acto que ao longo da historia sempre foi minoritario e elitista, e que segue a selo: no último século o índice de analfabetismo descendeu enormemente e estímase que en torno ao 85% da poboación mundial sabe ler, e que a mitade faino adoito, cifras que dubido moito que a nosa experiencia de habitantes do recuncho occidental dun país desenvolvido ma non troppo corroboren: le decote a mitade da xente que coñecedes? E permitídime falar en termos marxistas: a que clase social pertencen maioritariamente eses lectores?

Porén, a que lle chaman ser lectores? Outrora non se lía, escoitábase, fundamentalmente narracións orais, e moito máis limitadamente lecturas colectivas. O acto de ler a xente cadanseu libro é algo absolutamente moderno e exclusivo que ven da man dos procesos de individualización da sociedade e da medra do capitalismo. A pesar da facilitación da produción do libro que supuso a multiplicación das imprensas a partir do século XV posuír un libro era algo excepcional e aínda hoxe no noso mundo occidental privilexiado, a maioría das casas reducen a súa biblioteca aos libros de lectura obrigatoria da etapa educativa: a maior parte das gabanzas da lectura están arrodeadas dun misticismo elitista que ignora que a tecnoloxía lectora leva co ser humano pouco máis que un suspiro: uns 5000 anos dos 300.000 de existencia sobre a Terra; e, como xa vimos, a extensión desa tecnoloxía entre a maioría da poboación é cousa dos últimos 100 anos. Di Michel Desmurguet nun artigo no que fala da importancia de lles ler aos nosos fillos e fillas (e arredalos das pantallas) que «a exposición á palabra escrita é a única maneira de desenvolver unha linguaxe avanzada, sen a cal non se pode construír ningún pensamento complexo». Logo as tribus ágrafas que aínda habitan o planeta non son quen de pensar con profundidade nin, consecuentemente, facíao o homo sapiens, excepto un puñado de privilexiados, até a extensión masiva da alfabetización no século XX. E a día de hoxe non ten un pensamento profundo o 50% da poboación. Seica o cerebro baleiro de Homer Simpson está máis extendido do que pensabamos.

Mais, poñámonos no caso de que a lectura ten todos eses beneficios e bondades únicos e imprescindíbeis que se lle apoñen… Vale ler calquera cousa? Porque a maior parte das lecturas que están detrás deses eloxios místicos e melosos eu só llas recomendaría ao meu peor inimigo. No entanto, cando se fan esas estatísticas periódicas que case sempre serven para anunciar o apocalipse da civilización, a pregunta, o dato, e se se le ou non se le, ou cantos libros ao ano se len, sen importar en absoluto que libros son eses.

O caso é que talvez só esteamos inmersos nun cambio de paradigma que ou non se ten a capacidade de ver ou é observado coa premisa universal de que calquera tempo pasado sempre foi mellor. Porque se a lectura foi durante séculos a fonte máis extendida de coñecemento, diversión e pracer, a maneira máis doada de acceder ao saber, ao entretemento e á beleza, nos últimos cen anos progresivamente veñen xurdindo canles alternativas para accedermos a eses tres beneficios que enriquecen o noso cerebro: o cine e a súa extensión na televisión; a música (por certo, moito máis antiga que a lectura), que se fixo ubicua e asequíbel a través da tecnoloxía (tocadiscos, casetes, mp3…). E finalmente a chegada de Internet, que ven dar acceso a unha amálgama inatinxíbel de datos expostos en distintos formatos e aos que podemos achegarnos coa ollada, o ouvido ou a lectura para aprender, gozar, informarnos ou matar o tempo. Alguén que le longos fíos nunha rede social (crónicas, relatos, divulgación) ou apotegmas, ou inclusive ese novo costumismo das breves crónicas diarias da vida cotiá que vertemos no Mastodon e semellantes, non é lector? Se ouvimos podcast de ficción ou divulgativos, non somos tan lectores como os que escoitaban aos xograres ou asistían ás lecturas colectivas no mesón do pobo? Non lemos cando somos receptores de pezas audiovisuais en Youtube, TikTok ou Peertube? Non encontramos a través de todos estes medios coñecemento, diversión, enxeño, profundidade e emoción? Pois polo menos na mesma porcentaxe que entre os libros.

E logo están os videoxogos. Algúns ofrecen mecánicas e requiren destrezas cuxo impacto na nosa aprendizaxe require de perspectiva para ser valorada, mais outros moitos son libros vertidos a outro formato: son narracións profundas e complexas e inmersivas que se enriquecen con elementos audiovisuais e artísticos nas que ademais o “lector” intervén e forma parte da trama.

Así que si, hai xente que xa non le, polo menos á maneira clásica en que se entende a lectura, mais enriquece o seu intelecto doutros xeitos impensábeis hai cen anos, e perante esas novas formas o ser humano reacciona igual que o ven facendo durante toda a historia: conservadoramente: se a lectura ven sendo o método de acceso ao coñecemente e de entretemento nos últimos séculos, e o que é máis importante, se “eu” medrei coas novelas e a poesía contidas en libros nunha experiencia senlleira, pracenteira e distintiva, calquera práctica novedosa que a substitúa virá a empeorala, degradala e vulgarizala. O cine sempre foi considerado un entretemento popular, a radio e a televisión non chegaron a acadar nunca a condición de axentes culturais equiparábeis ao libro, malia súa riqueza, profusión e variedade de contidos; e agora todo o que teña que ver con internet e os videoxogos ven acompañado dos mesmos mantras de alienación e estrago do noso límpido cerebro. Nada novo, xa se fixo tamén co libro; cando a imprensa o convertiu nun obxecto relativamente popular as elites condenárono como unha ferramenta ao servizo da propagación da vulgaridade e non foron poucos os autores que, aínda no século XVII, preferían distribuír os seus textos manuscritos. Na realidade, todo o que tivera éxito e difusión popular era rexeitado inicialmente polas elites: os libros de cabalerías tiveron un inmenso éxito no século XVI, con múltiples reedicións e continuacións e versións variadas dos máis exitosos, mais foron desprezados como fonte de inmoralidade e, dicían, pola súa pésima calidade. Mesmo rexeitamento para o teatro de corral, de público popular, fronte ao cortesano. Na realidade o rexeitamento foi a toda a literatura de ficción, considerada –Antonio Castro scripsit– «carente de autoridad moral o de utilidad educativa».

Seica en 1971 Tolkien escribiu nunha carta que estaba canso de «vivir nunha época devota do fútil e o instantáneo». Perante iso podemos pensar que non diría hoxe, no mundo das redes sociais; ou podemos colixir que ese laio é un tópico que se repite en todas as xeracións desde Hesíodo. Eu fico coa segunda opción.

Estaba mellor preparada a mocidade que estudaba o trivium e o quadrivium na universidade de Boloña no medievo? Mellor alguén no Oxford de principios do século XX? E o estudantado da universidade de Compostela nos días de hoxe? Pois a única resposta honesta é: depende; se tiveramos que salvar a vida escolleriamos un hospital medieval boloñés, un da Inglaterra eduardiana ou iriamos ao Clínico compostelán? Porén, até hai unhas poucas décadas a universidade era un sistema elitista pensado para preparar a uns poucos privilexiados para formar parte da clase dirixente intelectual, científica e políticamente; agora isto democratizouse, mal que lles pese a moitos, e non pode funcionar do mesmo xeito un sistema educativo que aspira a abranguer o cen por cen da poboación que un que peneira e fica cunhas poucas sementes.

O libro foi durante varios séculos unha ferramenta eficiente para entreter, educar e axudar a alicerzar os nosos cerebros (os dunha minoría privilexiada case sempre). Agora vivimos nunha revolución tecnolóxica que aporta outras ferramentas para acceder ao coñecemento e ao ludismo, e estamos a medir –e a xulgar– cos instrumentos equivocados, cos parámetros dunha sociedade que xa non existe. Apreixemos as novas formas de acceso ao coñecemento e a diversión e admitamos que o libro xa non é o único modo lexítimo e eficaz para construírmos un cerebro capaz de entender e enfrontar o mundo de hoxe e o vindeiro. Morre logo o libro? Eu que sei… Seguramente fique como un produto máis de entrada á cultura e perdure no tempo. Porén, se desaparecer, non será unha traxedia, senón unha decisión colectiva, unha consecuencia evolutiva e social do feito de xurdiren outras solucións tecnolóxicas máis eficientes e axeitadas para a sociedade que edifiquemos entre todas as persoas.

E xa agora, item plus: os libros ulen mal.

Vale

 
Saber máis...

from Psicocriptoautorretrato

La Duna

Publicado originalmente en enero de 2016

Se arrodilla sobre la duna y recoge los granos con los puños, apretándolos con fuerza, mientras mira al infinito de la nada; estos se escurren entre los dedos, ignorándolos en su esfuerzo.

Impotencia, mientras observa la interminable hilera de personas que cruza el desierto con todas sus pertenencias encima. Rabia, mientras recuerda los restos bombardeados de su preciosa ciudad. El barrio donde vivía ahora es un montón de escombros calcinados por las bombas de racimo. El parque junto a su bloque de apartamentos, un puñado de ceniza grisácea que lo cubre todo. Tristeza inconsolable: muchos de sus amigos, con los que jugaba al fútbol y a la consola, quedaron enterrados entre ellos. Terror a los hombres embozados y armados con fusiles, de quién sabe qué facción, revisando que la vestimenta sea adecuada a sus preceptos en nombre de quién sabe qué Dios. Su propia familia se para a esperarle; su madre le mira, silenciosa bajo su hijab de un verde desvaído, no comprende lo que hace postrado bajo el sol abrasador. Su padre le tiende la mano, mudo, silencioso, con ternura insospechada, invitándole a levantarse.

Su hermana pequeña, con su embarrado peluche debajo del brazo, con botones remendados a toda prisa donde antes hubo unos relucientes ojos de metal negros y brillantes, le mira insegura, a punto de soltarse a llorar, apretando la mandíbula para no hacerlo.

Bajo su pelo apelmazado por el sudor y el polvo, que hasta hace apenas días era brillante y ensortijado, su frente aparece febril y quemada, con retazos de piel a medio regenerar. Necesita algo real a lo que aferrarse, necesita a su hermano mayor. Ha sido fuerte, ha sido valiente hasta el límite y mucho más. «Por favor, no te rindas» —suplica su mirada en silencio.

Con un suspiro, ayudado por la mano tendida de su padre, se levanta y empieza a caminar, impostando firmeza, adelante, siempre adelante, hasta el siguiente pueblo, la siguiente ciudad, la siguiente montaña, el siguiente río, el mar, el muro alambrado que no le dejaremos pasar escudados en nuestra codicia, en nuestra ignorancia, en nuestras cuotas inhumanas.

 
Leer más...

from My Favorite Things

#Perseidas

Hoy, súbitamente, me di cuenta de que empecé a olvidarme de tu voz.

Es a la vez triunfo y desastre,

escozor y alivio en un mundo de vendas blancas y humor acuoso.

Suena tu voz ya deslavazada susurrando te quiero,

detrás de aquellas montañas cubiertas de niebla hoy.

Como tan lejos, como tan dulce,

como aquella perseida que pasó cuando estabas mirando al suelo.

 
Leer más...

from Psicocriptoautorretrato

Publicado originalmente en junio de 2007

Calle de Madrid Foto de Alex Vasey en Unsplash

Paseo en silencio, solitario, por el centro de Madrid.

Un cuarteto de cuerda interpreta a Vivaldi en la calle Toledo; la multitud se agrupa curiosa, en silencio, a su alrededor, bajo un cielo plomizo donde se adivinan tímidos rayos de sol.

El bazar árabe, un poco más abajo, me inunda con su mezcla de fragancias: mirra, sándalo e inciensos variados se mezclan con el olor dulzón del cuero del calzado. La Plaza de Antón Martín está casi desierta; dos barrenderos se esmeran en raspar de la acera las hojas de publicidad empapadas por el chaparrón de la mañana.

Bajando por la calle Lavapiés, un mundo nuevo de sensaciones me inunda y me embriaga: el olor de las dolmas se mezcla con el de la carne del kebab de cordero y el curri de los restaurantes indios; en un locutorio nigeriano los dueños charlan en la calle entre risas, y un videoclub ofrece DVD de cine de Bollywood y productos de alimentación.

El cielo sigue plomizo, con la humedad reciente de la lluvia caída, polarizando la luz y reavivando los colores.

Argumosa, como siempre, en su microcosmos: en las terrazas improvisadas se agolpan y conviven en armonía rastafaris, pijipis, árabes y europeos desorientados que miran a su alrededor con curiosidad.

Me paso por La Libre y compro unos libros para documentarme sobre acción social y no violencia, y termino por comer un plato abigarrado de tiras de cordero, falafel, arroz y ensalada en plena calle Atocha.

El mundo se mueve a mi alrededor, y yo, maravillado, lo contemplo delante de un capuchino italiano. Solo, eso sí.

 
Leer más...