Mi perra vida

Mi perra vida es un proyecto cultural y artístico.

Relato – Experiencia de uso | Poema – Bagatela – José Emilio Pacheco | Reseña – La viralidad del mal – Proyecto una | Frase Robada – Alma Delia Murillo | Bonus track

Experiencia de uso

(secuencia del relato Efectos Adversos) La pantalla del teléfono de Jacobo se iluminó con las tres notifciaciones (la del reloj, el anillo y los audífonos inteligentes) que indicaban ausencia de información vital. Tres advertencias que le pedían confirmar si se había retirado sus dispositivos digitales, o en noventa segundos se le avisaría a sus contactos asignados para emergencias médicas. Jacobo continuaba tirado en el piso mientras la cuenta regresiva persistía, los colores cambiaban, del verde al amarillo, vaticinando la llegada del color rojo para detonar las alarmas.

...

Años atrás cuando la OCDE promovió la doble jornada laboral para trabajos remotos, bajo el argumento de que la IA podía multiplicar la capacidad de análisis y respuesta humanas, Jacobo fue de los primeros en solicitar la “oportunidad”, para lo cual se debía aprobar una exhaustiva evaluación de su desempeño previo, así como una serie de exámenes con los cuales determinaban el monto que le sería pagado, nunca se supo de alguien que recibiera más del cincuenta por ciento del sueldo que correspondía a la persona que previamente realizaba dicha labor. Pero cuando en la pantalla de la computadora apareció una advertencia indicando que su solicitud había sido aprobada, y se le había autorizado el treinta y ocho por ciento de incremento en su salario mensual, Jacobo sintió alivio, las deudas ya lo tenían muy apretado, comenzó a limitar las interacciones físicas con su reducido grupo de amistades, ya que acudir a algún establecimiento atendido por seres humanos era incosteable, y dado el limitado espacio de los departamentos, donde con dificultades cabrían tres personas, las interacciones se limitaban al entorno digital.

En su jornada laboral, algo de tiempo le daba para intercambiar mensajes y alguna videollamada ocasional con sus amigos. Ahora con este ingreso adicional pensó que, al menos una vez al mes podría ver en persona a sus camaradas, aunque no estaba tan seguro; el chat de salidas, tenía meses sin actualizarse. Pero apenas dos semanas después de la autorización de la doble jornada, el dar respuesta a sus dos jefes de silicio, ya queJacobo no tenía un superior humano eso se reservaba para algunos puestos de la alta dirección, le estaba consumiendo todo el tiempo durante las ocho horas laborales, e incluso tenía que extender sus actividades un par de horas más y algunas pocas el fin de semana.

En el limitado tiempo que le quedaba, deseaba descansar y jugar en su consola hiperrealista, por lo que ver cientos de mensajes de sus amigos sin leer le generaba pereza y fastidio, pero más fastidioso fue que le suspendieran el servicio de agua potable por falta de pago. La nueva carga de trabajo le hizo olvidar los trámites administrativos domésticos. Mientras realizaba el pago, le llegó una de las múltiples promociones a la pantalla del teléfono, invitándolo a usar una IA a la cual se le daba autorización legal para realizar trámites, pagos, y para sorpresa de Jacobo si ademas se le daba acceso a las aplicaciones de mensajería y redes sociales, podía interactuar con amigos y familiares, prometiendo ser el alma de su círculo de amistades y un ciudadano ejemplar, al cumplir con todas las responsabilidades establecidas por la sociedad. Dubitativo, Jacobo aceptó la prueba gratuita de cuatro horas, tiempo en el que la IA lo puso al corriente con sus pagos, detectó servicios que seguía pagando pero no usaba, y lo mejor fue el resumen de los chats familiares y amistosos que le narró directamente en sus audífonos. En cuestión de minutos todos los pendientes de su vida estaban al corriente.

Convencido de la utilidad de la IA procedió a la suscripción del servicio premium, que le permitiría actuar en todas sus instancias digitales, al darle acceso pluripotencial a todas las aplicaciones de su teléfono y con las cuatro horas en las cuales la IA consumió toda la información disponible de Jacobo, prometía crear un doble digital con 99.999% de precisión en el actuar digital cotidiano. Se preocupó de que su doble de silicio fuera demasiado entusiasta con sus amigos y se delatara la ausencia de interacción real, así que en la configuración pidió aumentar el grado de privacidad y reserva social.

Al paso de los días Jacobo estaba fascinado, ya que siempre terminaba con el cerebro frito después de diez horas continuas de trabajo, la IA le contaba lo ocurrido con su vida social, le divertía ver como en una película lo que transcurría con sus amigos, familia y el doble digital. No más de siete minutos había configurado como la duración máxima del resumen cotidiano, así que tuvo tiempo para reposar un poco y pensar en mejores estrategias para su videojuego. Ni siquiera tenía que preocuparse por su alimentación o enseres de uso común, la IA hacía las compras por él, siguiendo sus gustos y preferencias de comida rápida, shampoo y hasta alguna prenda íntima que la IA calculaba era momento de cambiar. Sólo tenía que salir a la puerta, recoger los paquetes que dejaban los drones y del mismo modo dejar las cajas y envases usados para que otro dron los recogiera y enviara al centro de reciclaje, lo cual le daba puntos y beneficios sociales en el portal de la municipalidad y otras instituciones.

...

La pantalla del teléfono parpadeaba con más intensidad en color rojo, al iniciar la cuenta regresiva a partir del número diez, comenzó a sonar un pitido agudo e intenso. Cuando quedaban tres segundos para realizar las llamadas de emergencia se desactivaron las tres advertencias, mismas que solicitaron una segunda confirmación de que los dispositivos habían sido retirados del usuario y que ya no era necesario llamar a sus contactos. Se confirmó la información y antes de apagarse la pantalla, las tres aplicaciones sugerían no dejar de usar los dispositivos inteligentes, para poder ofrecer una mejor experiencia de uso.

Bagatela – José Emilio Pacheco

Para quien no haya visto cuanto yo vi parecerá mentira lo que pasó. El mundo es diferente. Todo cambió. No volverá a ser mío lo que perdí. ¿Dónde estará el pasado que terminó? ¿Cuál camino transita quien antes fui? Para quien no haya visto cuanto yo vi parecerá mentira lo que pasó.

La viralidad del mal – Proyecto una

Existe una tendencia entre varios grupos y movimientos no hegemónicos que demuestran preocupación por las condiciones sociales y antropológicas que estamos viviendo. Zygmunt Bauman o Javier Sicilia entre otras y otros también han abordado ese tema, pero La viralidad del mal esta desarrollado por un colectivo menos representado y mas disruptivo del norte global, aunque no niega su origen.

En este caso la premisa básica es la relación entre los medios masivos de cómputo y el sistema económico, este contubernio por definición degenera y genera dominación. En cinco capítulos muestra cómo la promesa de que la tecnología basada en silicio sería una fuerza que liberaría o al menos emanciparía a la sociedad de sus cadenas no se cumplió, se transformó en su verdugo. Por supuesto para ello hay que echar mano de lo obvio, las grandes tecnológicas y sus modelos de negocio, que esto último desde mi perspectiva, es lo más peligroso para la humanidad. En el pasado, la esclavitud ocurría lejos de quienes se beneficiaban, y hoy aunque también el sur global sigue siendo el más afectado, esta maldad esta embebida en todas las aristas del ser humano y prácticamente en todas las regiones del globo.

El ensayo es reaccionario, suficientemente duro y adecuadamente sustentado, al igual que trabajos intelectuales similares se encuentra en una fase contemplativa, pero es el momento histórico que vivimos. Un gran punto a favor es que está pensado y escrito para lectores comunes, que no necesitamos un doctorado en filosofía o sociología para entenderlo, y está lleno de referencias bibliográficas para quien quiera profundizar.

¡Una lectura por demás recomendable!

Frase robada – Alma Delia Murillo

El error es no tomarse las intuiciones en serio. Lo sé, siempre lo he sabido.

Bonus track

#podcast #literaverso #literadon #literatura #libros #poesia #español #mexico #cultura #reseñas #cuentos

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato — Efectos adversos | Poema — Lo que quedó de los noventas — Sofía Ochola Chávez | Reseña — Trampa 22 –Joseph Heller | Frase Robada –Yoda | Bonus track

...

Efectos adversos

A pesar de sus dos empleos como asalariado en dos corporaciones de logística y algunos pequeños pero constantes trabajos que realizaba como autónomo, no le alcanzó el presupuesto para pagar el sobreprecio y adelantar una consulta médica anacrónica, como llamaban ahora a las consultas con médicos de carne y hueso. El saturado sistema programaba la cita más próxima entre cinco a seis meses, a menos claro que tuvieras el seguro médico premium o pagaras un recargo, para sacar de la lista a alguien con una póliza más limitada y te dieran su lugar.

Las cuentas no le salían a Jacobo, así que se tuvo que conformar con usar el servicio gratuito incluido en su póliza llamado consulta advance, nombre con el que designaban a una app (en su versión más básica) movida con la IA más avanzada del momento, que prometía reducir en noventa por ciento el número de consultas al médico de atención primaria y mas de la mitad para el caso de citas con el especialista.

Abrió la app, y lo primero que le pidió fue crear el perfil del médico que lo atendería. Entre decenas de opciones se decantó por una mujer blanca, de aspecto asiático, delgada, cabello negro, que hablara español con acento de Buenos Aires, una combinación ecléctica, que por cierto era la más solicitada gracias a la última serie creada por IA que versaba sobre caballeres y dragones, donde siendo la heroína robaba todos los suspiros. Ya estaba habituado a que en la pantalla fuera indistinguible la apariencia de estas entidades digitales con un ser humano de carne y hueso, agradeció haber instalado la app en su tableta digital para ver mejor a su sensual doctora, aunque deseaba que en su minúsculo departamento cupiera una pantalla plana de las que se empotran en la pared, pero aún así ella se veía radiante. Jacobo eligió que el entorno fuera la sala oval de la casa blanca, pero pudo haber seleccionado desde entornos submarinos, hasta estaciones espaciales.

La doctora de silicio era amable, escuchaba con atención las molestias que le refería Jacobo, no se distraía con la pantalla del teléfono celular o una computadora. Le pidió acceso a sus dispositivos de monitorización inteligentes, reloj, anillo, audífonos; y que instalara una actualización de la app que permitía ampliar las capacidades de la videocámara, para determinar decenas de mediciones de laboratorio, con una precisión cercana al cien por ciento, comparado con las molestas y dolorosas evaluaciones en sangre. Una vez autorizado el pago, el cual tuvo que reconsiderar para saber qué otro servicio podría cancelar y no afectar sus finanzas, la doctora de sus sueños determinó que el colesterol, triglicéridos que estaban elevados, así como la presión arterial descontrolada, eran los motivos que lo tenían con esos dolores de cabeza y una fatiga terrible que le estaba afectando en sus trabajos.

Le sugirió una aplicación para que cuidara su alimentación, las cuales por supuesto incluían un costosísimo menú personalizado, entregado por drones todos los días hasta la puerta de su casa; otra app de ejercicio con los mejores entrenadores virtuales en más de setenta y cinco disciplinas, que podían incluir acceso premium a los gimnasios físicos más modernos. Le respondió que lo pensaría, mintió, sabía que su economía no se lo permitiría, pero por un momento pensó que la doctora sabía que mentía, ya que tenía muchísima información personal corriendo por los miles de procesadores que la animaban, pero dado que no se inmutó, consideró que le había engañado.

Finalmente le preguntó sus preferencias sobre el tipo de tratamiento que deseaba recibir. Le ofreció una solución basada en nanotecnología, que se administraba una vez al año, en gotas para los ojos, el líquido instilado liberaba en su sistema nervioso miles de bioprocesadores visibles únicamente con potentes microscopios, que modificaban en tiempo real y sin efectos adversos la producción de hormonas, el funcionamiento de venas, arterias y otros órganos, era en realidad un tratamiento neurotecnológico y no farmacológico.

Jacobo se emocionó al escuchar ese cambio de paradigma en el tratamiento de las enfermedades, era un fanático de todos los avances de la ciencia. Tal entusiasmo le hizo olvidar su situación financiera, así que presionó el botón de aceptar en la pantalla de la tableta y cuando le llegó una notificación confirmando el precio del tratamiento, tuvo que declinar el ofrecimiento, ni destinando todos sus ingresos al tratamiento le alcanzaría para pagarlo. Por primera vez en toda la consulta, la doctora mostró un seño de desaprobación, él intentó mentirle diciendo que se sentía más cómodo con los fármacos tradicionales, y también estaba seguro de que mejoraría sus hábitos y bajaría de peso, no sería necesario un tratamiento tan sofisticado y de tan larga duración.

Tras ese pequeño error de programación, la mujer en la pantalla volvió a la empatía de antes, y procedió a explicarle cómo debía tomar los tres medicamentos que le entregaría un dron en su casa apenas terminara la sesión. Luego tomó varios minutos para describir los efectos adversos: sed, deseo de orinar frecuente, dolor de cabeza, estreñimiento, diarrea, vómito, tristeza, euforia y un largo etcétera. Seguramente la doctora detectó que sus signos vitales se alteraron con la letanía de eventualidades que experimentaría, porque le dijo que no se preocupara, que podía ofrecerle una pequeña actualización a su paquete básico, para que contara con consultas ilimitadas las veinticuatro horas, para así comentar su seguimiento y manejo de las molestias relacionadas con la terapia farmacológica. En esta ocasión no quiso mentirle y le respondió que no era necesario. En la pantalla apareció una notificación que le pedía confirmar que entendía los efectos adversos y que no deseaba incrementar su plan de atención médica digital. La doctora in silico se despidió programando su siguiente cita en ocho semanas, que era lo que su plan incluía. La “ intuición” de la doctora le hizo saber con precisión milimétrica que no aceptaría un plan adicional de consultas a demanda, así que desistió y terminó la consulta.

Jacobo se levantó de la mesa y fue a la cocina por un poco de agua, cuando le llegó la notificación de que el medicamento había sido entregado. Abrió la puerta y un par de cajas estaban a sus pies.

Desde el principio, el diurético se llevó mal con su próstata, y no paraba de ir al baño a orinar con muchas dificultades y frecuencia, día y noche. Afortunadamente todo su trabajo era desde casa, así que no tenía problemas, pero le estaba afectando el sueño. Al paso de los días el monitoreo de sus dispositivos inteligentes indicaba que no se encontraba en metas de presión arterial, y todas las amenazas que eso implicaba para su salud, también lo invitaba a contratar la app de nutrición y ejercicio, al menos en el plan básico, para así lograr los objetivos. Él sabía que no podía pagarlo, así que tuvo que quitarle tiempo a su videojuego hiperrealista, al que destinaba su escaso tiempo libre y buscó en su red social videos para hacer ejercicio en casa sin comprar ningún equipo especial. Le costó bastantes horas, ya que los videos que le aparecían normalmente estaban relacionados con la venta de algún producto o servicio, pero persistió y encontró un par que consideró serían suficientes para iniciar.

La primera y única sesión fue una tortura, se sentía peor que con los diuréticos, sudó como si saliera a pasear en verano, lo que le hizo recordar que hacía meses que no salía a la calle, y no estaba seguro de qué estación del año era. A pesar de la fatiga, la playera empapada de sudor y la voluntad devastada, terminó diez minutos de burpees, desplantes y otras torturas. Se tuvo que detener porque todo indicaba que a su aparato digestivo no le gustaba tanto brinco, y un cólico acompañado de una inminente sensación de ir al sanitario lo forzaron a detener su sacrificio.

Una vez que las necesidades del colon y la vejiga fueron satisfechas, se levantó a lavarse las manos y sintió un mareo que lo obligó a detenerse del lavabo, vio su cara en el espejo, pálido casi trasparente, había dejado el teléfono celular en la cocina, pero alcanzó a escuchar varias notificaciones insistentes, que no pudo leer y le indicaban que su presión arterial había bajado a niveles peligrosos, intentó abrir el grifo para enjuagarse la cara, pero todo oscureció a su alrededor.

Las piernas dejaron de responderle y se desvaneció, golpeando la nuca en el toallero de metal que tenía a sus espaldas. Jacobo estaba inerte tirado en el suelo del baño.

(continuación) ...

Lo que quedó de los noventas — Sofía Ochola Chávez

Bob Ross pinta en mi cara un paisaje de árboles magullados envueltos en una perfección pétrea. Mandela fue elegido presidente, una y otra vez, hasta que se hizo un monstruo, una dictadura autodenominada como mandelista, pero eso solamente fue un mal sueño de Colosio, justo antes de morir. Bob Ross decía que era sencillo, con esa voz en español súper-puesto, y ese afro que podía haber sido una vagina. Mi cara seguía fresca, obedecí a un impulso incomprensible, encendí un cigarrillo y busqué mis nervios, mi estrés y estreñimiento, en un tipo de depresión generacional, inconexa en internet. Terminé refugiada, en una luz azul neón, con cigarros y cervezas, buscando a Ren y Stimpy, recordando cuando niña, me masturbaba mirando algún capítulo al azar. ¿Por qué Ren y Stimpy me provocaban? Quizás lo grotesco, quizás las groserías aisladas, quizás el poder revitalizante de ser una caricatura que podía hacerte sentir el aroma de la pestilencia y la ineptitud de unos brutos. Me tiré la cerveza encima y Bob Ross entendió que los paisajes perfectos eran lo más triste del mundo. Ofreció, sin duda alguna, hacer una pinturita de Minnie Mouse, a lo que uno se niega, por pura dignidad. Tomé la última botella llorando fuerte con conversaciones sin sentido, pero con una pequeña sonrisa de satisfacción pasando entre mi generación — el lugar más solo para llorar o llevar a cuestas tus problemas — . Mis pasos se van quebrando y sigo diciendo que tengo un sueño, algún sueño en algún lado. Muevo la toga, y aviento el birrete entre toda mi generación, en la ciudad de los sueños rotos, en lo que quedó de los noventas.

*

Prefiero ser un chicle de clorofila en el hocico de cualquier vago.

...

Trampa 22 –Joseph Heller

Antes de comenzar debo decir que, normalmente me genera repelús un libro con la etiqueta “best seller”, aunado a que el autor es originario de los Estados Unidos de Norteamérica y para rematar la portada está escrita completamente con mayúsculas. Una vez expresados mis prejuicios, prosigo. Trampa 22 fue escrita en 1953 y publicada en 1961, en el entorno de la guerra entre Vietnam y los sempiternos “defensores” del orden y la paz mundial, por lo que vale la pena contextualizar adecuadamente la obra.

De manera simplista la novela representa un mundo absurdo, irracional, ilógico en medio de la guerra, es decir una perogrullada. La extensión del libro es notable, por lo que se requiere paciencia ya que, desde su arranque te adentra en este universo delirante, que desubica, ya que no se esperan tales personajes y comportamiento en una novela de guerra. Conforme se avanza dejas de pensar que es un episodio de El Chavo del Ocho para darte cuenta de que, es la estética a través de la cual Jopeph Heller desea expresar su desacuerdo. Este disentimiento lo llevó a ser un libro de culto entre los adolescentes de la época. Pero si comparamos esta manifestación de desaprobación, en comparación con todas las protestas contra la guerra realizadas en el país vecino, Trampa 22 podría considerarse un capítulo de Los Simpson, casi un precedente al meme como forma de protesta. Aunque debemos darle la concesión de que es una de las primeras manifestaciones antibelicista.

¿Porqué considero que es un best seller que envejeció mal? En un mundo con más conciencia social, con una alteridad mas presente, y por supuesto, cuando un bufón plutócrata esta liderando el caos mundial, ante este escenario, la obra se percibe insulsa, nimia. Los sinsabores ocultan el ingenio de Heller que, utiliza recursos literarios y estilísticos que son lo único que me tuvo pegado a las páginas.

En un mundo donde sólo hace falta ver los titulares para saber que estamos viviendo una época de horror injusto e irracional, no hace falta una novela cómica para subrayarlo. Pero si lees esos periódicos, ves esas noticias y no percibes el dolor ni el sufrimiento de los oprimidos, entonces sin duda este libro es obligado, para que a través de sus seiscientas páginas confirmes que la guerra es una rotunda estupidez, sin importar sus supuestas justificaciones.

...

Frase robada — Yoda

El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento.

Bonus track

#literatura #literaverso #literadon #cultura #podcast #cuento #relato #libros #librodon #poesia #poesía #español

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato – La sonrisa del abuelo | Poema – Contra la Kodak – José Emilio Pacheco | Reseña – La hermana, la otra – Audre Lorde | Frase Robada –Pablo Muñoz Covarrubias | Bonus track

La sonrisa del abuelo

Los recuerdos más persistentes que tengo de mi abuelo no son gratos. Era un hombre frío, lúgubre, nunca me trato mal, ni a nadie de la familia, pero su plática era triste y nunca se le veía feliz.

Mi madre me explicaba que una vez mientras daba clases en la universidad, se lo llevó la policía, lo acusaban de algún crimen común, ser socialista, ateo o revolucionario, en esa época, como ahora, por nada se llevaban a la gente y la desaparecían. Cuando algunas semanas después regresó hecho un costal de huesos y golpeado como costal de boxeo, decía que mejor lo hubieran matado. Pero no fue así, su esposa y su hija, mi madre, lo miraban aterradas, en realidad lo observaban a escondidas, no mostraba las cicatrices que le habían dejado en la espalda, los pies, en los genitales deformados. Desde su vuelta se aisló en su cuarto, donde dormía alejado de mi abuela, apenas y convivía con los compañeros de la facultad, que imaginaban lo que había pasado y no lo cuestionaban.

El tiempo fracasó en curar las heridas, no mejoraron su dolor, ni su silencio. Mientras yo crecía y el envejecía, nunca entendía esa diferencia, una noche mi abuela marcó a mi madre a media madrugada, pidiéndole ayuda porque el abuelo estaba fuera de sí. Lo encontramos desnudo en el patio, llorando y diciendo incoherencias, era doloroso verlo así, hecho un ovillo tirado en el suelo, al observar su cuerpo torturado no imagino qué debió haber hecho para recibir tanto daño.

El psiquiatra nos dijo que era una especie de demencia, y que algo la había detonado, aparentemente una infección o algo así. Ni mi abuela, ni mi madre, ni yo entendimos la verborrea del médico, solo comprendimos que debíamos llenarle la boca de medicinas cada ocho horas con precisión quirúrgica, y no esperar nada a cambio, ya que no había cura para esos problemas.

Ante tan contradictorio destino, las cosas tendieron al empeoramiento, perdió el pudor y el control de esfínteres, el poco lenguaje que usaba y hasta la puntería para llevarse la cuchara a la boca.

Los meses y después los años me ayudaron a entender que, la diferencia entre crecer y envejecer radica en que quien envejece solo va sumando catástrofes, que por lo general siempre ocurren de madrugada. El teléfono resonó en la casa y no auguraba nada bueno, mi abuela se había caído tratando de llevar a mi abuelo al baño y se fracturó la cadera.

Me afané en cuidarlo mientras mi madre pasaba el día y la noche en el hospital. Al hacerme responsable de la atención de mi abuelo, se cumplía la fatídica profecía de la autora de mis días «eres igual de incapaz que tu padre», que remataba con «que una lagartona tenga en su santa gloria»; para hacer sorna del abandono de mi progenitor en etapas muy tempranas de mi vida.

Pero algo de cierto tenía la cantaleta materna, ya que cuidar a mi abuelo, bañarlo, cambiarlo, darle de comer y sus medicinas, era más complicado que el manual de operación de una central nuclear.

Entre la escuela, mi incapacidad para organizarme y la apretada agenda de mi abuelo, no lograba que algo me saliera bien, la ineludible herencia de mi padre. Por lo que a grandes males, grandes soluciones. En lugar de ropa común, unas bermudas, playera y crocs, que hacían ver más cool al octagenario y más fácil de cambiar y lavar. La contienda que implicaba que aquello que tuviera en la boca lo expeliera al estómago y no al piso, lo reduje a lo indispensable, limitando la afrenta tan sólo a la comida, total, el doctor nos había dicho que probablemente los fármacos no sirvieran, así al menos tendría más dinero en la bolsa, porque vaya que era caro ese sucedáneo de placebo. Después una disposición de los muebles a modo de tetris, para dejarle el campo libre y evitar que se tropezara. Todo eso, al menos parcialmente, hacía que mi vida fuera un poco más fácil.

Al principio mi madre fue una escéptica de mi plan maestro, por supuesto que no fue informada del incremento en mis ingresos derivado de la ausencia de los inútiles medicamentos, pero fuera de esas minucias, no le quedó más remedio que aceptar, al final ella tenía que seguir pendiente de mi abuela en el hospital, y mi abuelo se veía igual de mal que siempre, aunque con una apariencia más alternativa.

A los pocos días de la autónoma suspensión de los psicochochos, mientras jugaba a que el cereal era un avión y la boca de mi abuelo el hangar, se arrancó a contarme una historia sobre su mascota de la infancia, a la que retaba con una camiseta para que lo correteara como si de San Fermín o la Huamantlada se tratase, casi me infarto cuando comenzó a reírse, jamás en la vida lo vi siquiera sonreír. Así que las estruendosas carcajadas me preocuparon en sobremanera, en especial cuando seguía contando la anécdota y no paraba de reír, por un momento pensé que era una estatus epiléptico de felicidad. Al terminar el arroz y frijoles ya no recordaba nada y se volvía a hundir en su mundo de tinieblas.

Conforme pasaron los días, las anécdotas florecieron y la mayoría retoñaban, pero era fascinante conocerlo feliz, sabiendo que su infancia fue buena y que todo indicaba que la había olvidado, o tal vez la realidad del mundo la sepultó, pero ahora que su cerebro era una carambola parece que esos momentos salían a la realidad. Nunca supe si lo que decía tautológicamente era verdad o fruto de su mente.

Una noche tras escuchar la anécdota completa y tirara al suelo la mitad de la cena, lo dejé en su cama, sabiendo que me despertaría puntual a las dos y veinte de la mañana. Sonó el despertador, eran las seis, ya se veía el sol por la ventana, no lo podía creer, por fin dormí una noche entera sin sobresaltos. Pero contraviniendo la fama que mi madre difundía sobre mi falta de intuición y otras funciones elementales, supuse lo peor.

No se había movido ni un centímetro de como lo dejé en la noche, seguramente murió muy poco tiempo después de que apagara la luz, y para sorpresa de todos los deudos y acompañantes, tenía una sonrisa que ni el embalsamador logró quitarle.

Como si hubieran podido comunicarse, a los pocos días murió mi abuela en el hospital.

Mi madre no supera la tristeza, porque aunque le conté lo que había pasado con el comportamiento de su padre, exceptuando lo del dinero de las medicinas, no lograba tener en su mente más que imágenes de tristeza.

Yo creo que donde estén, si es que están, mi abuela ríe con tremendas carcajadas, escuchando las anécdotas de la infancia de mi abuelo.

...

Contra la Kodak – José Emilio Pacheco

Cosa terrible es la fotografía.

Pensar que en estos objetos cuadrangulares

yace un instante de 1959.

Rostros que ya no son,

aire que ya no existe.

Porque el tiempo se venga

de quienes rompen el orden natural deteniéndolo,

las fotos se resquebrajan, amarillean.

No son la música del pasado:

son el estruendo

de las ruinas internas que se desploman.

No son el verso sino el crujido

de nuestra irremediable cacofonía.

...

La hermana, la otra – Audre Lorde

Ser mujer negra, lesbiana, feminista en la segunda mitad del siglo pasado no era tarea fácil, si a eso le sumamos que era una entusiasta activista con una profunda sensibilidad, la ecuación se complica; y por si lo anterior no fuera suficiente tenía un sentido muy agudo, poco esmerilado sobre la injusticia. Por lo tanto, los escritos recabados para esta antología son profundamente reveladores, exponiendo la realidad a la que se enfrentan las mujeres como Audre Lorde, pero atención, no intenta explorar otras mujeres afectadas, lo cual me parece muy subversivo, exponiendo la individualidad de la injusticia, que no es igual para todas, y por lo tanto su análisis y potencial respuesta debe ser diverso.

Me encanta su postura alejada de la victimización, casi sonando a un buen ajuste de cuentas, pero sin serlo. Su postura totalmente anti-colonialista es suprema, estimulante y por supuesto intrépida.

...

Frase robada -Pablo Muñoz Covarrubias

Un camino que puede seguirse es aquel que busca entender por medio de la lectura de los textos cómo la vida alcanza nuevos significados y sentidos durante esta etapa.

Bonus track

#literatura #cultura #literaverso #español

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - El tercer negroni | Poema - Liebre de Cola Negra II - Tal | Reseña - The right not to use the Internet - Varios | Frase Robada - Elvira Sastre - Bonus track

El tercer negroni

Juliana había llegado antes al restaurante, normalmente así ocurría, su soltería le ahorraba la monserga de tener que dejar un par de hijos y un marido en condiciones de supervivencia por las próximas tres horas, tal como le pasaba a Alicia. El lugar estaba abarrotado, había sido casi imposible que las constelaciones se alinearan para que todas las agendas coincidieran. Así que, llegó con la paciencia en límites máximos, esperando que la atención del lugar fuera ineficiente, incluso petulante. Alicia le había sugerido el lugar, las mamás de la escuela de sus hijos no dejaban de hablar de ese nuevo sitio, al que no podían ir, porque no era del estilo de sus aburridos maridos. Así que la arrogancia que da la popularidad pasó a segundo término para darle gusto a su amiga. Después de unos minutos de estar sentada escuchó el teléfono el sonido que la identificaba solo a ella, -llego en diez minutos-. Considerando lo que el mesero tardó en acercarle la carta de bebidas, calculó que podría ir pidiendo los tragos, que junto con Alicia llegarían puntuales. -Dos aguas minerales y dos negroni -el tipo miró al asiento vacío frente a ella de manera inquisitiva. Juliana le dijo que su amiga se estaba estacionando. De verdad deseaba fervientemente que la comida fuera la antítesis al pésimo servicio. Mientras esperaba miraba las mesas del rededor, le llamó la atención que personas tan jóvenes también estuvieran bebiendo ese trago de viejos, al final las modas regresan, pensó.

Alicia y Juliana lo descubrieron en la facultad hace más de veinte años, y casi la misma cantidad de kilos. Así cayó en cuenta desde cuándo se conocían, e invariablemente recordaba esa fiesta, tras la que al tercer negroni hicieron una pausa en su amistad inquebrantable, y bastante mareadas se escaparon de la reunión para besarse en la calle por horas, hasta que el frío venció a su pasión, regresándolas a la realidad.

Un abrazo por la espalda y un beso blando, abundante en la mejilla, le confirmó que ese perfume pertenecía a Alicia. Se sentó frente de ella, a partir de ese momento el mundo y sus vicisitudes se fueron al infierno, solo tenía ojos para esa mujer, y tal como lo había predicho, estaban acomodando las bolsas en el perchero, llegaron sus bebidas. Tenía un mes que no se veían, y prácticamente no tenían ninguna interacción digital, salvo para organizar sus encuentros, así que la charla les daba para una buena cena de tres tiempos. De hecho el primer punto a discutir era el menú, lo analizaban al detalle, lo espulgaban. Lo comparaban con otras citas, comentando anécdotas relacionadas, era un mapa de vivencias, tanto tiempo les tomó que ordenaron un segundo negroni sin haber terminado de revisarlo y decidir sus alimentos. Lo que para otras mesas era un trámite, una decisión casi efímera, para ellas era todo lo que habían esperado por treinta días y sus ausencias. Tras agregar una botella de vino, dieron paso a la cotidianidad, al intercambio de miradas y pormenores. Siempre pedían entradas o platos pequeños, aunque numerosos, que se convidaban una a la otra. Tenían tanto que comentar que ni siquiera hablaban de los alimentos, esto lo expresaban las facciones que al comerlos despertaban, así sabían cuál platillo era bueno, cuál nada y cuál exquisito, éste último volvía loca a Juliana cuando observaba la satisfacción en la cara de Alicia. La comunión de verlas platicar, sus miradas excitantes ante un plato único, similares a las que ocurrían cuando se encontraban sus pupilas dilatadas, era digno de un cuadro renacentista. El postre se deslizó sin prisas, pero ambas se pusieron nerviosas al ver que menguaba, sabían lo que eso significaba, más aún sabían de la incertidumbre, de esos nervios de primeriza, del posible rechazo; cada gesto, cada ademán decidían el resto de la velada. -¿Pido la cuenta? -adelantó Alicia. Por un momento Juliana sintió un sabor amargo, y una ínfima pausa en el corazón. -¿No quieres otro negroni? -reviró. Alicia cerró los ojos dos segundos, desbloqueó el teléfono, vio la lista de mensajes y sonrió sutilmente. -Deja aviso que voy a llegar un poco más noche.


Liebre de Cola Negra II - Tal

Bastante preocupación y empeño por mi bienestar para morir malnutrido

(no declaro culpables)

declaro buenas intenciones con ceguera severa al instinto nato.


The right not to use the Internet. Concept, Contexts, Consequences - Dariusz Kloza, Elżbieta Kużelewska, Eva Lievens and Valerie Verdoodt.

En el momento en que pensábamos que ya no se podía incrustar más Internet en nuestras vidas, surgen los grandes modelos de lenguaje o LLM (por sus siglas en inglés), mejor conocidos como inteligencia artificial, que junto con sus correligionarios profetizan una revolución como ninguna. En este contexto pensar, pero más que pensar, documentar cómo en la praxis no usar Internet y sus dificultades para ello modifica nuestra vida; esto es bastante contestatario, interesante y muy provocador. Este libro incluye ensayos y escritos académicos con casos prácticos en los que Internet no ha sido visto como la solución panóptica, y lo colocan bajo la lupa como una herramienta tecnológica más, permitiendo analizarla sin pasiones, ni lugares comunes. Esta perspectiva social abre la puerta a lo ya sabido por muchos, la inmensa injusticia intrínseca de este utensilio, que al ser controlada por una oligarquía bajo el amparo de todas las democracias y gobiernos mas totalitarios, más que ser una revolución, es una evolución sin precedentes del sistema económico, de producción y consecuentemente de consumo, así como de dominación de la sociedad, que refleja la misma capacidad destructora de otras formas de extractivismo y colonialismo. Al no ser precisamente una obra de divulgación, tiene sus aristas áridas, pero superando el dogma académico es un gran trabajo que generará mucha reflexión, y expectativa por ediciones futuras.


Frase robada - Elvira Sastre

Me aterroriza enamorarme por si contamino otro corazón al abrir el mío.


Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - La guitarra del vagabundo

La guitarra del vagabundo

La tarde fue degenerando al mismo paso tedioso que mi jornada de trabajo, por si eso no fuera suficiente al tomar mis cosas para abandonar la oficina, la oscuridad y la contaminación ocultaban unas nubes traidoras, que silenciosas y tímidas esperaban a que me subiera a la bicicleta. Tras pedalear unos minutos y con varios kilómetros pendientes, la lluvia azotó con esa intensidad que buscaba enjuagarme hasta los pecados. Entre lidiar con los automovilistas, cuya intolerancia e impericia son hidrofílicos y mantener el equilibrio para evitar un resbalón accidental, un charco desleal ocultaba un bache que albergaba un tornillo dispuesto a ser el artífice de mis infortunios. A esas alturas, o bajuras, de la tarde casi noche, ya sólo queda asumir resignación y contención de daños, no podía permitirme que mi suerte empeorara, me estaba acercando peligrosamente al desastre, afortunadamente se veía a lo lejos un paso a desnivel que me protegería de la lluvia y usarla como zona de pits para cambiar la llanta perforada. Al acercarme a ese paradójico oasis, ubico a un ocupante que tuvo la misma necesidad que yo. Mis prejuicios se activan al ver que es un indigente que cumple con el estereotipo, me llama la atención que la lluvia que era capaz de limpiar mi percudido corazón, a este hombre no le alcanzó para borrar los meses de sudor y sufrimiento incrustados en el rostro. Apoyado en la pared tiritaba de frío, aunque a un lado una gruesa chamarra tapaba parcialmente una guitarra, asumo que lo hace para alejarla de miradas ajenas. Cumpliendo el canon de mi sociedad y al ver que no es un peligro (aparente) decido ignorarlo y desplegar los instrumentos de mecánica elemental, para verificar si las docenas de videos que me distraen de las actividades por las que recibo un insuficiente estipendio mensual han logrado su objetivo. Tras quince minutos fracaso ininterrumpidamente así que, comienzo a maldecir a Maria, José y el niño que está en la cuna, lo cual esperadamente no ayuda a que pueda montar el aro de goma en su contraparte de metal. Mi ira asesina hace que baje la guardia y con un susto que casi hace que se me pare el corazón en diástole, veo al vagabundo a mi lado.

-¿Quieres que te ayude güero? – me dice sumiso, como quien espera unos palos por respuesta.

Siendo la peor persona que puedo ser y sin separar la mirada de la bicicleta, le respondo seco con un monosílabo, y me acerco las herramientas en modo casi ofensivo. En mi infinita idiotez olvido que si quisiera robarme o hacerme daño, no me lo avisaría con tanta amabilidad. Reconsidero mi actuar y pienso que este hombre no tiene la culpa de que mi empleador tenga deficiencia congénita de escrúpulos, ni de que a los aztecas junto con mis padres decidieran montar un hogar en lo que antes era un lago, o de que el cambio climático haya ocasionado lluvias dignas de exigirle horas extra a Noé. Fiel a mi limitada capacidad para enmendar mis no pocos arrebatos irracionales, sigo pensando en cómo disculparme por el modo injusto que tengo de maltratar a los indefensos. Al menos dejo de quejarme de mi perra vida, imaginando que la del vagabundo supera logarítmicamente mi escala de desgracias. Como si mis inútiles remordimientos fueran insuficientes, el tipo regresó al lado de su cobijada guitarra, se sienta estirando las piernas y con delicadeza descubre a su compañera que, contrario al aspecto de su dueño, está inmaculada. Arropa el instrumento entre sus brazos, y tras unos acordes para afinarla comienza a tocar, a modo de ayuda por mi analfabetismo en mecánica ciclista elemental. Como perro escuchando a Mozart, comienzo a tranquilizarme, al grado que inadvertidamente me quedo apoyado en la pared de ese bajo puente con las herramientas en las manos, escuchando milagros provenientes de esas cuerdas amarradas a una caja de resonancia. Salgo de mi asombro para hundirme en lo inaudito cuando escucho tocar La Catedral de Agustín Barrios Mangoré, una pieza de música clásica que pocos virtuosos pueden ejecutar con decencia, y por lo que a mi respecta, lo que presenciaba superaba por mucho mis grabaciones de John Williams. Siendo tan imprudente como irredento, apenas termina la ejecución le interrogo.

-¿Eres músico?

El tipo voltea hacia a mí, pero mirando más hacía el horizonte fustigado por la lluvia, afirma suave con la cabeza, se percata que le he descubierto o al menos en parte.

-No es nada fácil lo que estás haciendo -mientras le digo, no se si me refiero a vivir en la calle o tocar la guitarra con tanto dominio. -Siempre se me ha dado la música, pero en especial la guitarra. -Seguro tus padres te introdujeron muy joven –le dije fallando en sonar absurdo. -Mis padres murieron en el temblor de 1985, estaban en uno de los edificios de oficinas que se cayeron. Creo que es la única herencia que me dejaron, ser huérfanos, ellos también lo eran. En la guardería donde me dejaban por la mañana, hicieron lo esperable cuando no volvieron por mi. Fui creciendo en una casa hogar que, malogradamente mantenía un grupo de voluntarios que así conseguían algo de reputación. Creo que en esa época no había mucha demanda por adoptar damnificados de desastres naturales. Así que pasé buena parte de mi infancia con otros como yo. -¿Ahí te enseñaron a tocar así? -No, ahí me enseñaron a tocar, y me ayudaron a salir de ese ambiente. Apenas cumplías dieciséis años y con eufemismos sociales te arrojaban a la calle, te imaginarás lo que pasaba, ¿no?. -¿Desde entonces vives como vagabundo? – le dije como si hubiera resuelto el acertijo. -El profesor del taller de música se dio cuenta que la guitarra y yo nos llevábamos muy bien, y aunque él se esforzaba por enseñarme lo mejor, sabía que lo superaba rápidamente. Intentó hacer cambiar mi destino, pero como puedes ver hay cosas inamovibles.

Yo estaba confundido, para entonces mi interés por llegar a casa había sido sustituido por la necesidad de saber que ocurrió en la vida del virtuoso pordiosero. -No entiendo -lo interrumpí– entonces ¿en la calle aprendiste a tocar así? -La calle no te enseña música. La calle solo te enseña que la maldad y la tristeza son infinitas -hizo una pausa que sabía a duda, pero continuó-. El profesor del taller consiguió que una de la señoras del voluntariado que mandaba a sus hijos a clases de violín sin muchos resultados, fuera a escucharme tocar un recital que me puso a practicar por semanas. La voluntaria quedó maravillada y convenció a su marido de apoyarme para ingresar a la escuela de música, la mejor época de mi vida. Donde sólo tenía que aprender y practicar, sin salir al mundo. Gané una beca en Europa, la cual exploté al máximo, dando pie a los problemas que me tienen aquí. Ya siendo parte de una orquesta fui escalando puestos. En Mónaco, salimos a un casino en uno de nuestros descansos, y en ese momento descubrí que tenía una pasión mayor que la música, las apuestas y el juego. Esa noche inicié tímidamente, hasta que mis colegas me sacaron casi a rastras. A partir de ese momento solo esperaba un descanso para buscar el casino local y jugar lo impensable. Pero como cualquier otra adicción, siempre se requiere más dosis para lograr el mismo efecto. Lo cual era incompatible con mis ensayos y presentaciones. Así que las aplicaciones de apuestas en el teléfono ayudaban a reducir mi ansiedad, pero su ubicuidad fue lo que me llevó a robar y malbaratar instrumentos de la orquesta, para medio pagar mis deudas y seguir jugando. Cuando me descubrieron fui perdiendo trabajo tras trabajo, y con ello todo lo que había ganado, hasta quedarme sólo con esta guitarra.

La lluvia había cedido y nuevamente los autos llenaban el silencio, mientras pensaba en lo que me acababa de contar el vagabundo, se puso a reparar la llanta hasta dejarla digna de continuar su camino. Saqué de mi cartera unos billetes y se los ofrecí, temeroso de ofenderlo.

-No te lo puedo aceptar güero, mejor invítame algo de comer. Si me dejas el dinero voy a comenzar a apostar, y aunque no lo creas mi situación aún podría empeorar. Asentí con la cabeza y caminamos en silencio al puesto de comida callejera que consideraba como mi embajada personal. Al verme el dependiente en tan extraña compañía su cara denotaba asombro. El vagabundo tragaba saliva con toda la comida frente de él, le pedí al comerciante que me anotara en la cuenta lo que comiera mi amigo, y mañana pasaba a liquidar la cuenta. Al despedirme me estrechó la mano sin prejuicios de higiene.

A veces al regresar a casa lo veo al lado del puesto de comida, tocando como si fuera un milagro, sin que aquellos que se esfuerzan en ignorarlo sepan quién les ameniza los alimentos.

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - Ojitos mentirosos

Ojitos mentirosos

Soy un aficionado de la música, esta es una herencia materna a la cual destino mucho espacio en mi cerebro. No es infrecuente que escuche dos acordes de una canción y comience a cantarla. Esta simpatía por las polifonías se forja en mis etapa más primigenias, de ahí que sepa vetustas canciones las cuales por diversos motivos hoy renacen, normalmente reinterpretadas.

Dado que mi infancia y adolescencia ocurren en las antípodas de la riqueza, es fascinante mi conocimiento y gusto por canciones destinadas a divertir a quienes solo tenían esas melodías como aliciente de la cotidianidad o como medio de expresión ante el crisol de la vida precaria.

El tiempo y la buena fortuna se han encargado de diversificar mis gustos musicales, explorando y encontrando nuevas pasiones, algunas tan rancias que hacen pensar a la gente que me titulé con honores en la pedantería, leyenda que tiene algo de cierto, pero por otros motivos.

Es verdad que esta afición por la música se ha vuelto compleja y ha transmutado, pero siempre como reverberación de mi condición actual. No por nada actualmente me gusta tener la música, asumiendo todas sus connotaciones, es decir asir, poseer, atesorar, sujetar, guardar. Hago hasta lo impensable porque aquello que endulza mis oídos se escuche de la mejor manera y no atraviese los servidores de las grandes compañías que distribuyen música, buscando así que esta pasión sea íntima.

Hace dos semanas mientras retozaba como máxima actividad de un domingo a medio día, tirado en el pasto escuché una canción a lo lejos, que en escasos segundos activó mi corteza cerebral, lo primero que me llamó la atención es que hacía muchísimo tiempo no la oía, y lo siguiente fue tratar de establecer de qué momento de mi vida provenía mi gusto por esa melodía. Tras darle vueltas y exprimir mis recuerdos, casi podía asegurar que proviene de mi adolescencia en la que durante las vacaciones trabajaba como mesero en bodas y eventos en los que me dedicaba a emborrachar al jerarca de la mesa, y coquetearle a la cincuentona que en esa época me parecía gerontofilia, pero bueno, la propina es de quien la trabaja. En tales eventos que por supuesto no eran nada elegantes, solían amenizar con música de lo más rasposa, pero que a los comensales y festejados ponía de un ánimo envidiable y a nosotros en disfraz de pingüino mudando plumaje nos hacía la labor más grata. Esa época fue increíble, me enseñó muchas cosas: el valor del trabajo, exponerme a gente de diversos orígenes e ideologías, que no hay hombre o mujer fea solo presupuesto exiguo, y por supuesto los efectos catastróficos del alcohol en dosis suprafisiológicas.

Una vez resuelto el enigma del porqué de mi evocación con una canción tan ordinaria, lo siguiente fue confirmar que recordaba buena parte de la letra, y la siguiente parte del misterio era, quién demonios interpretaba la arrabalera “Ojitos mentirosos”. En donde me encontraba tengo una pésima señal de internet, así que solo pude hacer una búsqueda muy superficial y las primeras entradas indican a un tal Chino Pacas, al cual según yo no conocían ni en su casa, después de pasar varias pantallas encontré al grupo Tropicalísimo Apache, al cual tampoco ubicaba, pero me hizo pensar que en esos salones de fiestas sí se embarraban con lo más sabroso de la cumbia. Muy en contra de mis principios anticapitalistas intenté buscar la canción en Spotify y Youtube, pero como mencioné la red de internet no daba para tales despliegues tecnológicos, pensé que seguramente dios en su inmensa sabiduría también es anarcoindividualista y era una señal para no caer en las garras de la tecnodictadura.

Después del fin de semana y al volver a la civilización y con ello a la rutina, y con ello a las garras de internet, ahora si busqué en Yotube y el primer video que ofrece la plataforma es el del para mí desconocido Chino Pacas, y es entonces cuando me doy cuenta de que he caído en una trampa, al ver unas cuantas escenas del vídeo1 y escuchando la voz, noto algo muy alejado de la arrabalera cumbia que recordaba. Es evidente que el género pertenece a lo que los expertos hacen llamar regional mexicano, eufemismo para los corridos tumbados, meta eufemismo para evitar decir que son canciones que hablan de narcotráfico y su materia prima, mujeres objeto destinadas a causar dolor o placer, violencia, pobreza y por supuesto todo ello como mecanismo redentor que los lleva a exhibir los recientes lujos que el dinero puede comprar.

Pero tengo que aceptar algo, la versión era buena, y el vídeo aunque igual cumple con todos los estereotipos del género, tiene algo, además de la voluptuosa mujer que también cumple el cliché, que atrae. Más allá de lo esperado, el vídeo en el fondo es sórdido, lúgubre, oscuro, atractivamente indigno. Así que acepto la realidad de que me gusta el vídeo y la versión tumbada, pero entonces sigo pensando cual es la original, continúo explorando evitando distraerme en los miles de videos que la plataforma comienza a sugerirme para tenerme toda la mañana en sus garras y me corran del trabajo, pero lo logro y la siguiente es otra versión1 con la Sonora Santanera, y las antes famosas integrantes del grupo Flans, Ilse y Mimí; esta sí es una cumbia, con toda la compostura en regla, la cual es terriblemente mala, desabrida, sabe a taco de suadero en Polanco.

Terco desde chiquito, persisto en encontrar los orígenes de la canción como si en eso me fuera la vida, ojalá así fuera para otras cosas acotaría mi progenitora, y por fin encuentro el canal oficial de Tropicalísimo Apache y esta versión1 es la que recordaba, porque al final me enteré que la original es del grupo peruano Los Ecos, ni siquiera tiene video sólo una imagen estática con el nombre del grupo y la canción, y ahora sí, mi cerebro y la nostalgia han sido satisfechas, llego a la conclusión de que esta es una gran canción.

En mi inagotable ingenuidad creí que ahí terminaba mi musical travesía, pero por si no he logrado inducirles un coma profundo con mi pedestre periplo, esto continúa. Al día siguiente leyendo el periódico El País, leo que la versión tumbada de la canción de mis recuerdos se encuentra entre las más escuchadas en Spotify y es una tendencia en Tik Tok. Entonces sé que el sistema me ha estafado, me pregunto cómo es que alguien que está alejado de las plataformas, que ni redes sociales tiene, distanciado de la gente, petulante de los fenómenos virales, un terco; en resumen un misántropo y anacoreta entró en la vorágine de lo que tanto huía.

Ya rotos todos los sellos, asumo las consecuencias, e instalado en lo profundo de mi infierno, me dispongo a buscar el disco completo y la biografía del artífice de la viralidad, que lo describe Wikipedia como el Mozart del género regional mexicano, ya que desde los dieciséis años ha estado en los cuernos de la luna, así estará de complicado el mundo de los corridos tumbados. Haciendo acopio de una enciclopédica irracionalidad, me dispongo a escuchar los treinta y ocho minutos con treinta y nueve segundos, de las trece canciones del álbum donde se encuentra la melodía que titula esta historia. Por cariño y respeto no ahondaré en detalles sobre mi virginal experiencia con los corridos tumbados, pero con tautología casi mística se expresan todos los arquetipos mencionados: narcotráfico y su materia prima, mujeres objeto destinadas a causar dolor o placer, violencia, pobreza y la redención de la misma a través de la ilegalidad extrema. Sólo encontré un verso en una canción que me pareció digno de recordar, que dice “Mi corazón frío como una caguama”, fuera de ahí no logré engancharme.

Para mi beneplácito llego a la conclusión de que los narcocorridos me desagradan profundamente, aunque no niego que representan una realidad desafortunada, de la que por supuesto las grandes corporaciones legales e ilegales se benefician.

Esta es una evidencia empírica del gran poder que tienen las tecnodictaduras, han desarrollado una maquinaria tan eficaz para lograr que, hasta en las condiciones menos favorables, incluso militantes en su contra, su mensaje se propague.

Nota: dado que la intención de este narración de hechos desafortunados no es promover nada, los vínculos a las canciones no dirigen a ninguna plataforma, son a los archivos de vídeo que están libres de virus, y solo se proveen con fines informativos.


1Dado que la intención de este narración de hechos desafortunados no es promover a nadie, los vínculos a las canciones no dirigen a ninguna plataforma, son a los archivos de vídeo y sólo se proveen con fines informativos.

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato – Seis meses en bicicleta | Poema – ¿Cómo estoy en redes sociales? – Augusto Sonrics | Reseña – Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo – Elvira Sastre | Frase Robada – Fernando Vallejo | Bonus track

Seis meses en bicicleta

Un buen día la motocicleta se apagó, ya era noche, la calle aunque con gente estaba bastante sola, por más que presionaba persistentemente el botón de arranque, tercamente se esforzaba en hacerme cerrar mal el día, pero la pobre no sabía que en ese momento también se estaba cerrando un capítulo en mi vida.

La había comprado hace casi diez años, cuando decidí que mis traslados cotidianos ya no serían en cuatro ruedas, el éxito y entusiasmos obtenidos por tal decisión me llevaron años después a comprar una segunda moto, la cual finalmente vendí porque daba demasiados problemas y era muy caro su mantenimiento. Yo seguía teniendo confianza en esa Honda NC750x, hasta esa fatídica y solitaria noche había hecho un gran trabajo, me llevó a donde quise, retos los tuvo, lo cuales sacó adelante, en algunos casos de maneras heroicas. Pero ya en los últimos meses estaba dando señales de que las cosas no andaban bien. Así que esa noche, esperando a la grúa, mientras el tiempo y la gente venían y se iban, cuajó una idea que ya me estaba dando vueltas en la cabeza desde hace años, y era utilizar la bicicleta como medio de transporte cotidiano.

El día siguiente y desde entonces, sin marcha atrás, comencé a utilizar una bici que compré hace tiempo para salir a rodar con mi padre los sábados muy temprano entre la frontera de esta ciudad y el estado de Morelos, tradición que por diversos motivos dejó de ejercerse, por lo que llevaba tiempo guardada, esperando. Así que ese primer día, como pude me organicé para llegar al trabajo en dos ruedas otra vez, pero impulsadas solo por mis piernas.

En este momento me gustaría hacer un paréntesis, quiero aclarar que vivo al sur de la Ciudad de México, en una zona que a diferencia de las áreas gentrificadas, no cuenta con vialidades dedicadas a los ciclistas; y con veinte millones de vehículos motorizados lo caótico alcanza lo poético, al observar la forma salvaje con la que los conductores circulan por la concurrida orbe.

Por lo tanto cualquier otra cosa que no sea utilizar un auto, el oligarca de las vialidades, genera una sensación de rotunda inseguridad. En la mente cruza: un robo, un accidente, una caída, mal clima, y por supuesto la incapacidad física para lograrlo.

Superados los prejuicios y los miedos, desde hace meses, y salvo excepcionales ocasiones que no suman más que los dedos de mi mano, me he desplazado en bicicleta.

El tiempo se ha encargado de ir ajustando las condiciones de mis viajes. He tenido que modificar un poco a mi compañera de dos ruedas, para que sea más urbana y menos competitiva, lo cual también aplica para mí. Han mejorado mis limitadas habilidades para cambiar una llanta, aunque aún hay una gran área de oportunidad al respecto. Mi kit de limpieza y cambio de ropa parece que ya está bastante bien estructurado. Probablemente la ropa de lluvia sea una asignatura pendiente, en especial porque Tláloc tuvo a bien decidir que el 2025 sería su año más productivo y las trombas e inundaciones han sido épicas, pero les adelanto que ni treinta centímetros de agua en la calle me han hecho abandonar la bicicleta. Dado que la prueba de fuego para saber que este cambio será definitivo es superar la temporada de lluvias, de momento todo indica que se aprobará el examen.

El balance de estos meses ha sido muy positivo, lo que más aprecio es lo predecible que es mi trayecto, no importan el tráfico, el clima, la hora del día, los bloqueos, las manifestaciones; sé que siempre llegaré a mi destino en un rango muy acotado de tiempo. También me encanta una sensación fortuita y al parecer ilógica, la sensación de invencibilidad. Normalmente se piensa que el ciclista es vulnerable frente a todo lo que lo rodea, lo cual en términos prácticos es cierto, pero el ciclista es consciente de ello y por lo tanto, aunque se mueve en el mismo espacio físico, se encuentra en otro plano mental. Aunque no tengas un carril destinado para ti, modificas tu perspectiva temporoespacial y montas una ideología diversa, una vez que alcanzas este lugar, las carreteras de la monstruosa ciudad son otras, es mágico ver las filas de autos y el mal humor de sus conductores, las inundaciones que paralizan la avenidas, la ansiedad de quienes llegarán tarde. Mientras, tú trepado en la bicicleta cruzas de modo casi místico ese infierno, despertando miradas envidiosas. Todos los retos que la ciudad impone comienzan a ser superados sólo con la fuerza de tus piernas, esa comunión es una epifanía.

Debo decir que no hay mayor aliciente a un día laboral digno de las pesadillas de Dante que, el subirte a la bici concentrarte en el camino y pedalear, es catártico.

No puedo dejar pasar la relación que estableces con la ley y quienes la representan. Viviendo en uno de los países más corruptos del mundo, es inevitable que manejando el auto o la motocicleta, algún policía te detenga de manera justa o injusta, con la finalidad de exigir un soborno. Tal sensación se vive minuto a minuto en el volante, ahora cuando observo a los injustificadamente llamados representantes del orden, me siento ajeno a su campo visual, lo cual otorga mucha paz, y ese solo hecho, amortiza las “molestias” de no usar un vehículo motorizado.

Finalmente no dejemos de lado el aspecto económico, no más talleres, seguros, gasolina y multas.

Pasando página al capítulo de eventos adversos, mencionare los siguientes.

  1. Es inseguro. Debes extremar precauciones y tener los sentidos en la conducción de la bici, pero también en el comportamiento de los demás, una especia de alteridad vial.

  2. Es cansado. Sí lo es, que tus calorías y no la gasolina sean la energía que mueve esas llantas hace que te canses. Pero existe la posibilidad de ir despacio, no hay que entregar tu máximo esfuerzo, solo planear mejor tu tiempo, y conforme avanzan las semanas, la fatiga y condición física irán mejorando.

  3. Me ensucio. Sí, con los charcos, la lluvia y el sudor. Entonces hay que tener un cambio adicional de ropa, toallas húmedas para limpiarte y perfume para engañar a la gente.

  4. Pareces repartidor de Uber. En una sociedad tan racista y clasista como la mexicana, seguramente serás estigmatizado, y mofa (normalmente a tus espaldas) de la gente. Pero solo diré que debo mi máximo respeto a quienes en bicicleta hacen que la vida de los demás sea más cómoda.

Tras seis meses, estoy muy contento de haber dejado la motocicleta y del automóvil ni se diga. Pero sí considero que no es la respuesta para todos, requiere cambio de hábitos y de conceptualización sobre la forma de transportarte en una ciudad tan incivilizada como esta. Pero vale la pena intentarlo, en este mundo tan virtual y tan efímero, el hacer que tus piernas te hagan sortear los retos que las calles te imponen, te otorga una pequeña victoria cada día.

¿Cómo estoy en redes sociales? – Augusto Sonrics

¿Cómo estoy en redes sociales? ¿Cómo me llamo cuando no hay nadie que pronuncie mi nombre? ¿Cuándo me convertí en miembro productivo de la sociedad?

Cumplo todos los requisitos para hacer arte: respiro contenido, he recibido muchas llamadas en la vida pero cuando intento responderlas solo escucho el sonido de la línea y la eternidad del otro lado.

Me he sentido atrapado entre las rimas de una canción que recomienda Spotify o una nota de voz que grabé en mi celular una noche que me sentí particularmente inspirado y me convencí tanto de ello que nunca la he vuelto a escuchar.

Puedo ver patrones en las plantas, en las cosas que me metía en los memes que configuran mis días y en los momentos entre parpadeos.

Cada vez estoy más cerca de donde vengo. Me gustaría despertar de una manera más efectiva cuando escucho el despertador por las mañanas pero parece que andar entre sueños es mi pasión y puede que un día agarre el rollo.

He sido varias cosas en la vida. He vivido mi vida como una mentira desde que comprendí que decir mentiras no me hacía una mala persona, sólo alguien que construye verdades.

¿Cómo me llamaba antes de que esos anuncios de la línea de vida salieran en la radio?

Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo – Elvira Sastre

Es innegable que Elvira Sastre ha venido a darle un empujón comercial a la impopular poesía. A riesgo de mi crucifixión, se podría colocar a la segoviana en el cajón de los poetas que se entienden, junto con Amado Nervo y Mario Benedetti, lo que para los ortodoxos puede ocasionar repelús.

Pero una vez expuestos los prejuicios que rodean a Elvira Sastre, este libro de poesía cumple con su leit motiv, expresa mucho amor, algo de desamor y algunos que otros sentimientos menos placenteros. En 43 + 1 poemas desgrana emociones gratas e intensas, con un estilo claro y contundente, muy en consonancia con la alegoría a cupido que busca encajarnos una flecha certera en el pecho.

Explota con mucha persistencia el poema libre, aunque es bastante tímida en términos fonéticos y otras herramientas estilísticas. Se anima a jugar con la prosa poética, dejando entrever que de querer, se podría embeber de los vericuetos literarios.

Se cuenta con un poco menos de una decena de buenos poemas, varias estrofas memorables, y muchísimos versos que merecen su enunciación; así que como era de esperarse es un poemario que puede satisfacer a muchos, incluyéndome.

Tampoco es pecado olvidarse un poco del mundo que se cae a pedazos.

Frase robada – Fernando Vallejo

Uno tiene que escoger en la vida lo que quiere ser, si marihuano o borracho o basurero o marica o qué. Pero todo junto no se puede.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato – Superman ha muerto | Poema – En la pirámide – David Huerta | Reseña – Mandíbula – Mónica Ojeda | Frase Robada – Carlos Alvahuante | Bonus track

Superman ha muerto

Las primeras planas de todos los periódicos y revistas publicaron la foto, por supuesto absolutamente todas las redes sociales desbordaban por la noticia.

Tras casi dos años de una inexplicable ausencia, que inicialmente asumieron al fracaso de su última película, por fin aparecía Superman. El escándalo era mayúsculo, apenas reconocible, el otrora hombre arquetípico de la nación que lo acogió, se le veía con una barba rala de semanas, emaciado, lo que le confería un aspecto tétrico a su piel grisácea. El cuadro remataba con el súper héroe tirado en el suelo con un torniquete en el brazo y una jeringa colgando de su vena.

Sus nuevos patrones estaban más que satisfechos por la pólvora mediática que habían regado alrededor de la mayor marca registrada de sus odiados y amados socios comerciales. La conmoción había alcanzado las altas esferas de la casa blanca, y tal como se esperaba, su principal inquilino en otro de sus pueriles arrebatos, escribió en su red social que, dado que Superman no había nacido en la tierra de la libertad, y dado que su comportamiento va en contra de los valores de tan elevada sociedad, se le revocaba su residencia, y se le impedía su estancia en el país que tanto le había dado. Ahora que el súper hombre perdía el amparo de sus antes protegidos, sus jefes en el lado mexicano de la frontera tenían luz verde.

Apenas habían dado los resultados que confirmaban su reelección, y contraviniendo todos los consejos, el próximo presidente decidió organizar una fiesta “como en los viejos tiempos”. Tras las fotos de protocolo con magnates tecnológicos y su prefabricada familia, tal como si supiera de memoria la lista de Epstein, se encargó de invitar a sus socios reales a una mansión que no se sabía bien a quién pertenecía, pero se rumoraba que era del capo del monopólico cartel que, una vez cruzando el Río Bravo, se encargaba de la distribución y venta de los principales bienes ilegales: drogas, piedras preciosas y seres humanos.

Lideres demócratas y republicanos, millonarios de todas las industrias, terratenientes que fuera de esas paredes cruzaban guerras intestinas por el territorio, aquí brindaban cordialmente por el brillante futuro de los que negociaban al margen de tratados comerciales con el recién elegido presidente. Si eso no fuera suficiente motivo de euforia, el rumor de que Superman sería el invitado especial de tal festejo, le confería a la celebración mayor entusiasmo.

Antes de su esperada aparición, el super invitado estaba en una de las estancias de la mansión que el reelegido presidente había dispuesto para platicar con él, el cual ademas de insistir en la importancia de hacer renacer a la nación que le había dado abrigo y fama; le pareció prudente explicarle la naturaleza de la gala y lo que ahí vería, para evitar sin sabores. Al término de la conversación y antes de dirigirse al salón principal donde los esperaban, conminó al súper héroe a inhalar cocaína para ir poniéndose en ambiente, Superman se negó en automático, pero cuando observó a su anfitrión hacerlo dos veces seguidas con bastante maestría, se animó a dar ese paso.

Ya con la euforia y excitación al límite, el hasta entonces aburrido y puritano Superman fue el alma de la fiesta. Todo cuanto le ofrecieron aceptaba, incluso se percató de que la estandarizada heterosexualidad que se autoimponía como Clark Kent, le había impedido explorar facetas más innovadoras del placer erótico.

Las palmas de su debut en sociedad, fue el concurso de inhaladas, en la que le arrebató el campeonato que por décadas había detentado su anfitrión, ya que no contaban con el hecho de que así como su súper aliento podía apagar hectáreas de incendios como si fueran las velas de un pastel, el fenómeno inverso le permitió inhalar cantidades ingentes de cocaína, lo cual también dio fin a la fiesta, ya que se terminó hasta las reservas que hubieran servido para sobrevivir hasta el fin del mundo, y a él lo dejaron girando alrededor del globo terráqueo por un par de días continuos, alterando las corrientes de aire y ocasionando destrozos mundiales por tifones y huracanes nunca vistos, pero fuera de eso, el festejo por hacer grande a la nación otra vez había sido un éxito.

Grandes negocios se forjaban en tales eventos y para Superman no fue la excepción, algunos días después, y bajo su disfraz de Clark Kent, recibió un mensaje de texto de sus amigos mexicanos. Lo invitaban a una carne asada, le explicaron que era como la fiesta donde se conocieron, pero más divertida, querían proponerle un negocio.

A las pocas semanas, los sábados por la mañana Superman transportaba materias primas de un lado al otro del mundo, llenaba almacenes fastuosos en la tierra de la libertad, lo suficiente para abastecer el mercado por años, en los cuatro sábados del primer mes de su acuerdo comercial habían movido toda la droga de un año, sin inconvenientes, sin sangre de por medio, y con mejores márgenes de ganancia al no sobornar a centenas de gobernantes alrededor del mundo. El negocio había cambiado radicalmente y lo controlaban ellos.

El nuevo modelo de negocio también tenía sus retos, abastecer el súper consumo de Superman no era tarea fácil, y conforme la adicción aumentaba era físicamente imposible darle abasto. Así que viendo este reto como área de oportunidad, sus químicos comenzaron a trabajar en formulaciones que sólo alguien de otro planeta toleraría sin morir, ya que multiplicaban por miles su potencia, así una raya que Superman inhalaba como un ser humano convencional, era suficiente para abastecer a varios miles de clientes por semanas. Habían logrado una formulación tan potente que uno o dos gramos podrían diluirlo para tener incontables dosis, facilitando su comercialización; pensando en el momento en que su nuevo socio ya no les fuera de utilidad, lo cual sabían que iba a ocurrir tarde o temprano.

Durante casi un año, la asociación de Superman con el cartel mexicano había sido un éxito. Al tener abastecimiento en niveles máximos, los distribuidores lograron bajar los costos y aumentar la oferta, democratizando su consumo que se triplicó.

Sin embargo el ahora presidente veía como sus ingresos en sobornos habían bajado drásticamente, y cuando el servicio secreto le informó del trabajo de fin de semana de Superman, se enfureció tanto que le marcó de inmediato a la presidenta mexicana, para que pusiera orden en su casa o se atenía a las consecuencias, a lo que como siempre, la presidenta obedeció y le marcó a los empresarios de la frontera en el lado mexicano, para que arreglaran ese asunto cuanto antes.

Los jefes del cartel, como siempre, ya tenían todo contemplado, no necesitaban más a Superman, la nueva formulación que desarrollaron ex profeso les abriría nuevos canales de distribución, y con el dinero que se ahorrarían en alimentarle el súper vicio al socio, el balance sería, como siempre, muy positivo.

Superman ya se había habituado a inyectarse todos los sábados por la tarde, después de cumplir sus diligencias. Así que administrarle una nueva fórmula no fue tarea difícil, la inclusión de dosis pequeñas de kryptonita que le llegaban directamente al torrente sanguíneo lo dejaban dócil como un gatito recién alimentado, mientras experimentaba las reacciones más extrañas de toda su inmortalidad. La tercera dosis de ese sábado de trabajo, tenía una cantidad excesivamente alta de kryptonita, así cuando perdió el conocimiento tomaron la foto que recorría el mundo, y cuando el súper corazón no toleró más la sustancia que lo envenenaba, ocurrió lo inimaginable, Superman murió.

Los periodistas y agencias de gobierno se encargaron de destrozar su imagen ante la sociedad, y los coyotes despedazaron su cadáver al encontrarlo abandonado en el desierto fronterizo.

Y, como siempre, vivieron felices para siempre.

En la pirámide – David Huerta

El vértigo de las alturas lo envolvió: punzadas en las corvas, cosquilleos, un velo sedoso de mareo. Estaba en la punta de la pirámide; el ascenso había sido laborioso; el sobrepeso lo atormentó minuciosamente en cada escalón. Se miró la punta de los zapatos; luego examinó sus manos, sucias de polvo y del sudor que le había goteado del rostro. No quería mirar alrededor ni mucho menos las alturas, diáfanas y azules, de ese mediodía deslumbrante. Sabía perfectamente lo que le sucedería: el vértigo lo doblaría al punto del desmayo. Un susurro apenas oíble lo distrajo. Pensó en una hoja desprendida de los árboles que veía en esos momentos allá abajo. Pero no era una hoja: era un colibrí. El diminuto pájaro estaba a menos de un metro de su cara y parecía verlo directamente a los ojos. “Imposible”, pensó; “estoy soñando.” La microscópica voz del ave le dijo que sí, que estaba soñando. Que no era ese hombre, obeso y acezante, que casi se había odiado a sí mismo durante los agónicos, interminables minutos del ascenso. Que era alguien diferente. Alguien con responsabilidades sublimes. Dejó de escuchar al colibrí y miró hacia lo alto, hacia el sol rojo de sangre, y sintió en la mano el volumen afilado de la obsidiana y descubrió alrededor, en medio de un temblor de miedo, los rostros de los vencidos.

Mandíbula – Mónica Ojeda

Al perro más flaco se le cargan más las pulgas, decimos para referirnos a que al mas desprotegido le tocan más los palos, y en Mandíbula, la autora nos lleva por el camino de una maestra que, es pateada primero y figurativamente por su madre y luego de manera carnal por sus alumnas, hasta que un día cansada del acoso, decide tomar cartas en el asunto y así da inicio la novela. A través de personajes que inicialmente son arquetípicos de los extremos socioeconómicos de una sociedad altamente castiza, se representan las injusticias históricamente impostadas, donde ademas de la maldad, se muestra una complejidad que me parece fantasiosa, cayendo así en el realismo mágico moderno. Ya que las alumnas malditas de un colegio profundamente elitista del opus dei, una perogrullada, se acercan a un misticismo sustentado en la literatura.

En tales circunstancias las situaciones y sus personajes son complejos y juegan constantemente con los límites materiales e intangibles, insertándonos en una fantasía oscura.

Esta novela solo me hace aumentar mi admiración para los docentes que lidian con adolescentes, algo así como trabajar al borde del precipicio.

Frase robada – Carlos Alvahuante

Caigo en las garras de uno de los enemigos más insidiosos que puedan tener las personas de mi edad: el hubiera.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato – Sin derecho al olvido | Poema – Tendrá que ser así – Elvira Sastre | Reseña – Radicalizado – Cory Doctorow | Frase Robada – Audre Lorde | Bonus track

Sin derecho al olvido

Cuando uno de sus amigos le entregó un pedazo de papel con una dirección web, Roberto sabía que era lo que llevaba meses buscando. No se podían arriesgar a transmitir por ningún medio digital esa información, el riesgo era muy grande, esperó a que su amigo saliera del sanitario y luego, tras guardarlo en la bolsa del pantalón regresó también a la fiesta y durante toda la noche ni siquiera cruzaron la mirada.

El sol del medio día, la resaca del alcohol y el nerviosismo por el contenido del papel doblado lo sacaron de la cama. No le sorprendió que el sitio web terminara con .onion en lugar del conocido .com, cuando había tomado la determinación, sabía que algunos riesgos debía correr y entrar por primera vez a la dark web sería el primer paso. Mientras instalaba el navegador Tor y seguía otros consejos que la IA le había sugerido para tratar de mantenerse en el margen seguro de la ley, seguía pensando en sus padres, si aún estuvieran vivos no sabría si avergonzarse por lo que estaba planeando hacer, o reclamarles por haber tomado una decisión que hoy lo tiene hundido en la desesperación.

Apenas se enteraron de que estaban embarazados, cambiaron sus planes de viajar por el mundo, todos sus esfuerzos se vertieron en su futuro hijo, así que tras discutirlo decidieron hipotecar el resto de sus vidas y bienes, para que le realizaran una microcirugía cerebral y le colocaran un diminuto chip, que le daría almacenamiento casi infinito a todo lo que sus sentidos percibieran y una IA que le permitiera acceder y manejar esa información a la misma velocidad que su cerebro biológico. A todos los que pudieran pagar tal privilegio tecnológico las cosas les serían más fáciles, el seguimiento de todos esos niños mostraba que, lograban mejores posiciones laborales, académicas y económicas; así que el esfuerzo de sus padres valdría la pena, aunque con el entusiasmo nunca pensaron que las cosas fueran a salir mal.

Roberto y su novia salieron de una larga cena con muchas copas de mas, pero la conducción autónoma de su auto les permitiría llegar a su departamento. El preámbulo de lo que deseaban concluir en la cama y el estado de ebriedad, les impidió darse cuenta de que cruzaban vecindarios que estaban muy alejados de la exclusiva zona en la que Roberto tenía su pent house. Al intentar morderle el lóbulo de la oreja casi se ahoga al tragarse el arete de su novia, después de reírse del accidente casi fatal se percataron de que no estaban por el camino correcto, desde ese momento y para siempre el terror lo había invadido.

El auto hackeado los llevó hasta una bodega abandonada, donde los secuestradores se encargaron de torturar a Roberto para que les entregara información bancaria y confidencial de la empresa para la que trabajaba.

-Si te niegas, te matamos y te sacamos el puto chip de la cabeza, pero somos seres racionales, no nos gusta la sangre- mintieron.

Cuando los golpes no funcionaron, violaron y mataron a su novia frente a sus propios ojos. El olor a sangre y orina, los gritos y las risas de sus asesinos se almacenaron íntegramente en el chip. Roberto les entregó toda la información que le pedían, y la comprobaban en tiempo real con las computadoras que tenían instaladas en la bodega. Al terminar de obtener toda la información de la empresa en la que Roberto era el consejero delegado, le dispararon a la cabeza y al pecho, desinstalaron todo y se fueron.

Milagrosamente lo encontró la policía cuando la alarma de su auto indicó una permanencia inusual fuera de sus rutas conocidas. Pero más milagroso fue que lograran salvarle la vida, la bala alojada en el cerebro se la tuvieron que dejar, a su paso le afectó estructuras que le alteraron de manera importante la movilidad y una parte indeterminada de su memoria se había ido para siempre, lo cual no les preocupaba a los médicos, ya que cuando vieron que tenía un chip de IA, sabían que eso sustituiría todos los recuerdos.

La fisioterapia y su juventud hicieron maravillas, ya que después de mucho trabajo apenas tenía un pequeño retraso en el pie izquierdo al caminar. Tal como lo habían pronosticado, el chip se encargó de regresarlo a las grandes ligas de la empresa, ya que el pedazo de plomo alojado en su cabeza no le había dejado ninguna secuela, o casi ninguna.

Roberto se sintió afortunado de tener el chip, todo lo que necesitaba estaba ahí, como si nunca hubiera pasado nada, el acceso a la información estaba íntegro. Pero de manera desafortunada advirtió una secuela, no podía ocultar información, evitar evocarla, sencillamente no podía olvidar, ni siquiera matizar sus recuerdos. Cuando uno de sus amigos tocó el tema del secuestro, el chip sin ningún freno por parte de sus lesionadas estructuras cerebrales le hicieron revivirlo, tanto como si fuera real, con todos sus sentidos, en esa ocasión terminó en la sala de urgencias con una crisis nerviosa que no se apagó hasta que lo sedaron. Había perdido la capacidad de olvidar, lo cual se confirmó cuando ni psicoterapia, ni psicofármacos podían ayudarlo. Así que cuando accidentalmente algún desconocido o información en redes sociales hacían referencia al plagio, Roberto caía en una crisis en la que revivía segundo a segundo hasta el momento previo en la que la bala se acerca a su cabeza. Había perdido el control de su vida.

Cuando por fin logró entrar a la dirección escrita en el papel, le sorprendió que lejos de algo lúgubre, sucio, oscuro; era un sitio limpio, minimalista, donde con lenguaje sensible se explicaba el proceso, se le invitaba reconsiderar la decisión que lo había llevado hasta ahí, incluso tenían una línea de apoyo gratuita la cual Roberto marcó solo por morbo, él ya había tomado su sentencia, y para su sorpresa lo primero que le respondió no fue un menú guiado por IA, sino un psicólogo que lo escuchó e intentó ayudar. Al continuar por el proceso de contratación del servicio tuvo problemas para pagar con criptomonedas, igualmente llamó a la línea de soporte, donde otra persona se encargó de guiarlo hasta que la transacción fue realizada con éxito.

Al cerrar el navegador Tor todo estaba decidido, Roberto sintió desahogo no sólo por su decisión, sino porque lo que pensó sería algo lóbrego, fuera una de las experiencias más humanas que había percibido en décadas.

Un par de días después la empresa donde trabajaba Roberto publicó una esquela informando del asesinato de su consejero delegado. Las investigaciones mostraban a un sujeto entrando a su departamento en situaciones sospechosas, ya que no se mostraban datos de violencia, ni robo. Únicamente a la víctima con un disparo certero en medio de los ojos.

Tendrá que ser así – Elvira Sastre

Terminarnos es tan peligroso -y difícil- como despertar a un sonámbulo que cree que puede volar y sale a la calle a buscar un puente que le recuerde a todas las cosas que nunca pudieron ser para que sean. O le despiertas y muere, o se tira y vuela solo dentro de su sueños -al fin y al cabo, los sonámbulos son los únicos dispuestos a morir por sus sueños-. Cómo explicártelo: solo supimos volar porque una sostenía a la otra. Pero ahora nos hemos soltado la mano porque nos quedamos sin dedos para contar las heridas que nos estábamos causando, y aún no sé qué pesa más: el cansancio de una mano vacía o el apoyo de una palma que no puede tocarte -en ese hueco que separaba nuestras bocas y que era lo único que nos unía, lo único que nos huía, dejé escritos cien poemas, es decir, cien formas de morir-.

Te confesaré algo: todas las veces que nos gritamos al oído y sin cuidado que tú y yo nunca tendríamos final no existen.

Existes tú en la medida que existe mi dolor y mi poesía y estas ganas de ser lo que no soy. Existo yo en la medida que existe tu tristeza y tus monstruos y esas ganas de beberte tus heridas. Pero, mi amor, tú y yo juntas solo somos ganas, intentos en vano, pusilanimidad disfrazada de una noche valiente, un vicio insano a rechazar la felicidad, dos cobardes muertas de miedo que en una paradoja vomitiva se esconden debajo de la cama para alimentar a sus monstruos, el retrato de una rutina atragantada en un conformismo infiel y barato, una verdad que pierde la vez cuando abrimos la boca para mentirnos y poder seguir esperándonos como se esperan lo que se engañan: con palabras.

Sí, mi amor, lo sé, sé que nos miramos a los ojos una vez, y fue ahí cuando nos vimos, cuando fuimos, cuando nos volvimos verdad por un instante que, aunque pequeño, arrasó con todas las mentiras por ser el único. Pero dime de qué vale una vez si lo que tú y yo queríamos eran cientos y no fuimos capaces ni de sumar tus dedos a los míos, ni de mirarnos rozándonos la nariz, ni de cruzar la ciudad de noche por un beso -sigo pensando que menos mal que no nos conocimos, hubiéramos roto al mundo de amor, estoy segura, y este planeta no está hecho para morir así-.

Hemos tenido que borrarnos para descubrir que, al final, como las grandes historias, solo fuimos palabras.

Será esta necesidad tan tuya y tan mía de llenar cada espacio de literatura para vivir atrapadas en amores que no pueden ser escritos.

Tendrá que ser así, mi amor: tu desapareciendo de los poemas y yo desapareciendo de las canciones.

Radicalizado – Cory Doctorow

Existió una época en la que los límites del poder eran tajantes, incluso razonablemente francos, hoy parece que cada movimiento, cada decisión nimia está embebida en el interés y beneficio ajeno, y no pocas veces afectando a alguien más o promoviendo en alguna medida el ecocidio.

Pues en cuatro relatos Cory Doctorow aborda problemáticas muy interesantes. Temas como la salud, donde el protagonista se interna en foros web oscuros sobre gente que afectada por las aseguradoras busca cobrar venganza a través de atentados. El cinismo de empresas y gobiernos que le exprimen hasta el último peso a los menos beneficiados, con reglas absurdas que les determinan hasta el pan que pueden comer. Hasta dos historias antagónicas en las que, hasta el súper héroe más prototípico del norte global es visto como un extranjero y en consecuencia como un peligro, solamente por intentar salir de la hegemonía burocrática que busca perpetuarse; y de ahí al extremo de un pudrimillonario que cree que su dinero lo va salvar de una crisis humanitaria.

Todas estas historias son adictivas, simples estilísticamente, pero profundas y contundentes en sus mensajes. Aunque creo que será acogida desde diversas perspectivas, incluso aquella en la que se vea como un futuro lejano. Pero de una vez les advierto que son peligrosamente contemporáneas.

Frase robada – Audre Lorde

Lo erótico es un espacio entre la incipiente conciencia del propio ser y el caso de los sentimientos más fuertes.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - Mi perro ha matado un gato | Bonus track

Mi perro ha matado un gato

De las cosas que más disfruto es salir a correr al bosque con mis perros, y creo que a ellos también les agrada. Sus profundas capacidades de observación les ayudan a identificar patrones en mi comportamiento, que asocian con salir a ejercitarnos en alguna pista forestal. Apenas comienzo a llenar su botella de agua, los ladridos, jadeos y colas agitadas no se hacen esperar, alternadamente lanzan sus patas delanteras contra mi pecho, apresurándome a salir. No hay ojos más transparentes que los de los perros, transmiten entusiasmo, euforia, y una extraña alegría virginal.

Apenas bajan del auto y el aroma les confirma que las siguientes dos horas, solos los tres, nos entregaremos al más rotundo desenfado, sin correas de ningún tipo, asumiendo que en esas escasas horas el mundo ha abandonado su inefable traje sastre de realidad.

Se interrumpe la comunión marcada por el trotar de pies y patas, cuando un animal cruza el sendero, no es una ardilla, hurón o ratón de campo; es un animal más ágil, de colores festivos, un rompecabezas de manchas que cubren un pequeño cuerpo grácil, casi venéreo. El asombro nos hace detenernos y la realidad nos cae encima, me doy cuenta de que es un gato, se ve que aún es un minino, esa fracción de segundo fue suficiente para que los perros salieran tras del inexperto antagonista, así como mis gritos y mis pasos ineficaces para detenerlos. La naturaleza y sus reglas se imponen, cuando el gato se sube a un montículo de rocas agrestes, en las cuales sus delgadas garras le dieron una ventaja evolutiva. Mis perros solo pueden ladrarle recriminando la humillación conferida, a lo que esa bestia vestida de arlequín responde viéndolos atento, mientras se lame las garras de manera prepotente. Al acercarme, sus ojos verdes profundos con una pincelada oscura y sutil moldeada por el sol se me incrustan en el rostro, fijos me reclaman el susto que casi le arranca una de sus nueve vidas. Tiene razón y bajo la mirada, a modo de contrición los jalo del collar y me los llevo para continuar nuestro camino, tras unos segundos volteo para confirmar que lo que siento en la espalda es su mirada.

Después del inesperado encuentro, con la mirada de los perros buscando mi negada aprobación al oprobio perpetrado, pienso que esos veinte mil años menos de convivencia, explican la sagacidad y la arrogancia de esos hermosos animales que asumen como propio cada lugar que pisan y sus alrededores.

Los kilómetros nos sirven para hacer las paces, y como siempre la sinergia entre respirar el bosque y transpirar el miasma de la cotidianidad, le quita la zozobra a mi atribulada alma. Ya con una decena de miles de pasos volvemos por donde llegamos, los perros de venir liderando, ahora ya la fatiga les dominó el entusiasmo, tanto que a lo lejos, en la cabaña abandonada que le brinda un aspecto tétrico al camino, no observan al que desde el quicio de la ventana, como cacique, mira con desdén a quienes nos atrevemos a pisar sus tierras. Intento alejarme lo más posible para no molestar a su gatuna realeza.

En menos de un segundo las desgracias ocurren en una escala de tiempo diversa, el gato comete el error de lanzarse al suelo, los perros al escucharlo se les dilatan las pupilas con fiereza y me abandonan para darle respuesta a su instinto, barajo las posibilidades y confió en la astucia milenaria más que en la mansedumbre de la domesticación humana. Pero veo que los perros se lanzan gimnásticamente por la ventana rota para perseguir a su enemigo, sé que las circunstancias se están moviendo a las antípodas de mi relajante paseo dominical. Sin fines lúdicos, corro lo más rápido que puedo para evitar una desgracia, escucho los maullidos de amenaza, mientras me acerco agitado, y confirmo visualmente la persecución, me apresuro a entrar a la cabaña sin puerta, con el corazón cabalgando el tiempo se enlentece. Nos encontramos cara a cara, el gato asombrado sabe que mi presencia en su ruta de salida vino a alterar el curso natural de las cosas. El tiempo que le toma a sus pupilas para responder al estrés y convertirse en dos agujeros negros, me permite apenas parpadear, para presenciar las mandíbulas del perro abrirse a sus espaldas y levantarlo del suelo. Mis gritos por detenerlo me libran de escuchar cómo los huesos y las entrañas se vencen ante la fuerza capaz de romper un trozo de madera. El felino no sabe que técnicamente está muerto y utiliza sus últimos latidos en voltear al hocico de su asesino y arrastrarle las uñas intentando dejarlo ciego. No puedo concebir que esté presenciando algo tan irreversible, tan irreparable, lleno de impotencia sigo gritando, porque en mi egoísmo no quiero que lo destroce, no deseo desconocer al animal que tanto quiero, y se transformó en un monstruo inimaginable. Cuando la sangre deja de recorrer las venas y arterias, pierde su tono y flácido mira al suelo. El silencio se instala, para mostrarnos lo que ha pasado, el perro percibe que ha perdido a su enemigo, que lo que ocurre ya no tiene sentido, libera la carne inerte de sus fauces y lo retengo fuerte del collar, como si así pudiera regresar el tiempo y hacer algo diferente para evitar el horror. Los ojos de los perpetradores miran al animal muerto, pequeño, intrépido e inexperto, vencido. En lo profundo deseo que se mueva, que aullé de dolor y sufrimiento para que me dé la oportunidad de enmendarme, pero su tórax no se mueve, los ojos invadidos de verde tienen apenas una hendidura oscura que confirma que no hay más luz que ilumine su ingenio, esa mirada ausente en el horizonte hipnotiza y me hace pensar en todo lo que ya no verá. Emite un maullido débil, ahogado, con el último aire de sus pulmones inundados de sangre y me estremece.

Volvemos a casa acompañados de tristeza, frustración y dolor, los perros actúan lúgubres, no puedo evitar verlos y verme como asesinos. La naturaleza me ha demostrado lo cobarde que soy, que somos, ante el espectáculo atroz de la muerte en todo el mundo, al que banalmente presenciamos en nuestras pantallas, y solo movemos un dedo para pasar a otra historia.


Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.