Mi perra vida

Mi perra vida es un proyecto cultural y artístico.

Relato – Superman ha muerto | Poema – En la pirámide – David Huerta | Reseña – Mandíbula – Mónica Ojeda | Frase Robada – Carlos Alvahuante | Bonus track

Superman ha muerto

Las primeras planas de todos los periódicos y revistas publicaron la foto, por supuesto absolutamente todas las redes sociales desbordaban por la noticia.

Tras casi dos años de una inexplicable ausencia, que inicialmente asumieron al fracaso de su última película, por fin aparecía Superman. El escándalo era mayúsculo, apenas reconocible, el otrora hombre arquetípico de la nación que lo acogió, se le veía con una barba rala de semanas, emaciado, lo que le confería un aspecto tétrico a su piel grisácea. El cuadro remataba con el súper héroe tirado en el suelo con un torniquete en el brazo y una jeringa colgando de su vena.

Sus nuevos patrones estaban más que satisfechos por la pólvora mediática que habían regado alrededor de la mayor marca registrada de sus odiados y amados socios comerciales. La conmoción había alcanzado las altas esferas de la casa blanca, y tal como se esperaba, su principal inquilino en otro de sus pueriles arrebatos, escribió en su red social que, dado que Superman no había nacido en la tierra de la libertad, y dado que su comportamiento va en contra de los valores de tan elevada sociedad, se le revocaba su residencia, y se le impedía su estancia en el país que tanto le había dado. Ahora que el súper hombre perdía el amparo de sus antes protegidos, sus jefes en el lado mexicano de la frontera tenían luz verde.

Apenas habían dado los resultados que confirmaban su reelección, y contraviniendo todos los consejos, el próximo presidente decidió organizar una fiesta “como en los viejos tiempos”. Tras las fotos de protocolo con magnates tecnológicos y su prefabricada familia, tal como si supiera de memoria la lista de Epstein, se encargó de invitar a sus socios reales a una mansión que no se sabía bien a quién pertenecía, pero se rumoraba que era del capo del monopólico cartel que, una vez cruzando el Río Bravo, se encargaba de la distribución y venta de los principales bienes ilegales: drogas, piedras preciosas y seres humanos.

Lideres demócratas y republicanos, millonarios de todas las industrias, terratenientes que fuera de esas paredes cruzaban guerras intestinas por el territorio, aquí brindaban cordialmente por el brillante futuro de los que negociaban al margen de tratados comerciales con el recién elegido presidente. Si eso no fuera suficiente motivo de euforia, el rumor de que Superman sería el invitado especial de tal festejo, le confería a la celebración mayor entusiasmo.

Antes de su esperada aparición, el super invitado estaba en una de las estancias de la mansión que el reelegido presidente había dispuesto para platicar con él, el cual ademas de insistir en la importancia de hacer renacer a la nación que le había dado abrigo y fama; le pareció prudente explicarle la naturaleza de la gala y lo que ahí vería, para evitar sin sabores. Al término de la conversación y antes de dirigirse al salón principal donde los esperaban, conminó al súper héroe a inhalar cocaína para ir poniéndose en ambiente, Superman se negó en automático, pero cuando observó a su anfitrión hacerlo dos veces seguidas con bastante maestría, se animó a dar ese paso.

Ya con la euforia y excitación al límite, el hasta entonces aburrido y puritano Superman fue el alma de la fiesta. Todo cuanto le ofrecieron aceptaba, incluso se percató de que la estandarizada heterosexualidad que se autoimponía como Clark Kent, le había impedido explorar facetas más innovadoras del placer erótico.

Las palmas de su debut en sociedad, fue el concurso de inhaladas, en la que le arrebató el campeonato que por décadas había detentado su anfitrión, ya que no contaban con el hecho de que así como su súper aliento podía apagar hectáreas de incendios como si fueran las velas de un pastel, el fenómeno inverso le permitió inhalar cantidades ingentes de cocaína, lo cual también dio fin a la fiesta, ya que se terminó hasta las reservas que hubieran servido para sobrevivir hasta el fin del mundo, y a él lo dejaron girando alrededor del globo terráqueo por un par de días continuos, alterando las corrientes de aire y ocasionando destrozos mundiales por tifones y huracanes nunca vistos, pero fuera de eso, el festejo por hacer grande a la nación otra vez había sido un éxito.

Grandes negocios se forjaban en tales eventos y para Superman no fue la excepción, algunos días después, y bajo su disfraz de Clark Kent, recibió un mensaje de texto de sus amigos mexicanos. Lo invitaban a una carne asada, le explicaron que era como la fiesta donde se conocieron, pero más divertida, querían proponerle un negocio.

A las pocas semanas, los sábados por la mañana Superman transportaba materias primas de un lado al otro del mundo, llenaba almacenes fastuosos en la tierra de la libertad, lo suficiente para abastecer el mercado por años, en los cuatro sábados del primer mes de su acuerdo comercial habían movido toda la droga de un año, sin inconvenientes, sin sangre de por medio, y con mejores márgenes de ganancia al no sobornar a centenas de gobernantes alrededor del mundo. El negocio había cambiado radicalmente y lo controlaban ellos.

El nuevo modelo de negocio también tenía sus retos, abastecer el súper consumo de Superman no era tarea fácil, y conforme la adicción aumentaba era físicamente imposible darle abasto. Así que viendo este reto como área de oportunidad, sus químicos comenzaron a trabajar en formulaciones que sólo alguien de otro planeta toleraría sin morir, ya que multiplicaban por miles su potencia, así una raya que Superman inhalaba como un ser humano convencional, era suficiente para abastecer a varios miles de clientes por semanas. Habían logrado una formulación tan potente que uno o dos gramos podrían diluirlo para tener incontables dosis, facilitando su comercialización; pensando en el momento en que su nuevo socio ya no les fuera de utilidad, lo cual sabían que iba a ocurrir tarde o temprano.

Durante casi un año, la asociación de Superman con el cartel mexicano había sido un éxito. Al tener abastecimiento en niveles máximos, los distribuidores lograron bajar los costos y aumentar la oferta, democratizando su consumo que se triplicó.

Sin embargo el ahora presidente veía como sus ingresos en sobornos habían bajado drásticamente, y cuando el servicio secreto le informó del trabajo de fin de semana de Superman, se enfureció tanto que le marcó de inmediato a la presidenta mexicana, para que pusiera orden en su casa o se atenía a las consecuencias, a lo que como siempre, la presidenta obedeció y le marcó a los empresarios de la frontera en el lado mexicano, para que arreglaran ese asunto cuanto antes.

Los jefes del cartel, como siempre, ya tenían todo contemplado, no necesitaban más a Superman, la nueva formulación que desarrollaron ex profeso les abriría nuevos canales de distribución, y con el dinero que se ahorrarían en alimentarle el súper vicio al socio, el balance sería, como siempre, muy positivo.

Superman ya se había habituado a inyectarse todos los sábados por la tarde, después de cumplir sus diligencias. Así que administrarle una nueva fórmula no fue tarea difícil, la inclusión de dosis pequeñas de kryptonita que le llegaban directamente al torrente sanguíneo lo dejaban dócil como un gatito recién alimentado, mientras experimentaba las reacciones más extrañas de toda su inmortalidad. La tercera dosis de ese sábado de trabajo, tenía una cantidad excesivamente alta de kryptonita, así cuando perdió el conocimiento tomaron la foto que recorría el mundo, y cuando el súper corazón no toleró más la sustancia que lo envenenaba, ocurrió lo inimaginable, Superman murió.

Los periodistas y agencias de gobierno se encargaron de destrozar su imagen ante la sociedad, y los coyotes despedazaron su cadáver al encontrarlo abandonado en el desierto fronterizo.

Y, como siempre, vivieron felices para siempre.

En la pirámide – David Huerta

El vértigo de las alturas lo envolvió: punzadas en las corvas, cosquilleos, un velo sedoso de mareo. Estaba en la punta de la pirámide; el ascenso había sido laborioso; el sobrepeso lo atormentó minuciosamente en cada escalón. Se miró la punta de los zapatos; luego examinó sus manos, sucias de polvo y del sudor que le había goteado del rostro. No quería mirar alrededor ni mucho menos las alturas, diáfanas y azules, de ese mediodía deslumbrante. Sabía perfectamente lo que le sucedería: el vértigo lo doblaría al punto del desmayo. Un susurro apenas oíble lo distrajo. Pensó en una hoja desprendida de los árboles que veía en esos momentos allá abajo. Pero no era una hoja: era un colibrí. El diminuto pájaro estaba a menos de un metro de su cara y parecía verlo directamente a los ojos. “Imposible”, pensó; “estoy soñando.” La microscópica voz del ave le dijo que sí, que estaba soñando. Que no era ese hombre, obeso y acezante, que casi se había odiado a sí mismo durante los agónicos, interminables minutos del ascenso. Que era alguien diferente. Alguien con responsabilidades sublimes. Dejó de escuchar al colibrí y miró hacia lo alto, hacia el sol rojo de sangre, y sintió en la mano el volumen afilado de la obsidiana y descubrió alrededor, en medio de un temblor de miedo, los rostros de los vencidos.

Mandíbula – Mónica Ojeda

Al perro más flaco se le cargan más las pulgas, decimos para referirnos a que al mas desprotegido le tocan más los palos, y en Mandíbula, la autora nos lleva por el camino de una maestra que, es pateada primero y figurativamente por su madre y luego de manera carnal por sus alumnas, hasta que un día cansada del acoso, decide tomar cartas en el asunto y así da inicio la novela. A través de personajes que inicialmente son arquetípicos de los extremos socioeconómicos de una sociedad altamente castiza, se representan las injusticias históricamente impostadas, donde ademas de la maldad, se muestra una complejidad que me parece fantasiosa, cayendo así en el realismo mágico moderno. Ya que las alumnas malditas de un colegio profundamente elitista del opus dei, una perogrullada, se acercan a un misticismo sustentado en la literatura.

En tales circunstancias las situaciones y sus personajes son complejos y juegan constantemente con los límites materiales e intangibles, insertándonos en una fantasía oscura.

Esta novela solo me hace aumentar mi admiración para los docentes que lidian con adolescentes, algo así como trabajar al borde del precipicio.

Frase robada – Carlos Alvahuante

Caigo en las garras de uno de los enemigos más insidiosos que puedan tener las personas de mi edad: el hubiera.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato – Sin derecho al olvido | Poema – Tendrá que ser así – Elvira Sastre | Reseña – Radicalizado – Cory Doctorow | Frase Robada – Audre Lorde | Bonus track

Sin derecho al olvido

Cuando uno de sus amigos le entregó un pedazo de papel con una dirección web, Roberto sabía que era lo que llevaba meses buscando. No se podían arriesgar a transmitir por ningún medio digital esa información, el riesgo era muy grande, esperó a que su amigo saliera del sanitario y luego, tras guardarlo en la bolsa del pantalón regresó también a la fiesta y durante toda la noche ni siquiera cruzaron la mirada.

El sol del medio día, la resaca del alcohol y el nerviosismo por el contenido del papel doblado lo sacaron de la cama. No le sorprendió que el sitio web terminara con .onion en lugar del conocido .com, cuando había tomado la determinación, sabía que algunos riesgos debía correr y entrar por primera vez a la dark web sería el primer paso. Mientras instalaba el navegador Tor y seguía otros consejos que la IA le había sugerido para tratar de mantenerse en el margen seguro de la ley, seguía pensando en sus padres, si aún estuvieran vivos no sabría si avergonzarse por lo que estaba planeando hacer, o reclamarles por haber tomado una decisión que hoy lo tiene hundido en la desesperación.

Apenas se enteraron de que estaban embarazados, cambiaron sus planes de viajar por el mundo, todos sus esfuerzos se vertieron en su futuro hijo, así que tras discutirlo decidieron hipotecar el resto de sus vidas y bienes, para que le realizaran una microcirugía cerebral y le colocaran un diminuto chip, que le daría almacenamiento casi infinito a todo lo que sus sentidos percibieran y una IA que le permitiera acceder y manejar esa información a la misma velocidad que su cerebro biológico. A todos los que pudieran pagar tal privilegio tecnológico las cosas les serían más fáciles, el seguimiento de todos esos niños mostraba que, lograban mejores posiciones laborales, académicas y económicas; así que el esfuerzo de sus padres valdría la pena, aunque con el entusiasmo nunca pensaron que las cosas fueran a salir mal.

Roberto y su novia salieron de una larga cena con muchas copas de mas, pero la conducción autónoma de su auto les permitiría llegar a su departamento. El preámbulo de lo que deseaban concluir en la cama y el estado de ebriedad, les impidió darse cuenta de que cruzaban vecindarios que estaban muy alejados de la exclusiva zona en la que Roberto tenía su pent house. Al intentar morderle el lóbulo de la oreja casi se ahoga al tragarse el arete de su novia, después de reírse del accidente casi fatal se percataron de que no estaban por el camino correcto, desde ese momento y para siempre el terror lo había invadido.

El auto hackeado los llevó hasta una bodega abandonada, donde los secuestradores se encargaron de torturar a Roberto para que les entregara información bancaria y confidencial de la empresa para la que trabajaba.

-Si te niegas, te matamos y te sacamos el puto chip de la cabeza, pero somos seres racionales, no nos gusta la sangre- mintieron.

Cuando los golpes no funcionaron, violaron y mataron a su novia frente a sus propios ojos. El olor a sangre y orina, los gritos y las risas de sus asesinos se almacenaron íntegramente en el chip. Roberto les entregó toda la información que le pedían, y la comprobaban en tiempo real con las computadoras que tenían instaladas en la bodega. Al terminar de obtener toda la información de la empresa en la que Roberto era el consejero delegado, le dispararon a la cabeza y al pecho, desinstalaron todo y se fueron.

Milagrosamente lo encontró la policía cuando la alarma de su auto indicó una permanencia inusual fuera de sus rutas conocidas. Pero más milagroso fue que lograran salvarle la vida, la bala alojada en el cerebro se la tuvieron que dejar, a su paso le afectó estructuras que le alteraron de manera importante la movilidad y una parte indeterminada de su memoria se había ido para siempre, lo cual no les preocupaba a los médicos, ya que cuando vieron que tenía un chip de IA, sabían que eso sustituiría todos los recuerdos.

La fisioterapia y su juventud hicieron maravillas, ya que después de mucho trabajo apenas tenía un pequeño retraso en el pie izquierdo al caminar. Tal como lo habían pronosticado, el chip se encargó de regresarlo a las grandes ligas de la empresa, ya que el pedazo de plomo alojado en su cabeza no le había dejado ninguna secuela, o casi ninguna.

Roberto se sintió afortunado de tener el chip, todo lo que necesitaba estaba ahí, como si nunca hubiera pasado nada, el acceso a la información estaba íntegro. Pero de manera desafortunada advirtió una secuela, no podía ocultar información, evitar evocarla, sencillamente no podía olvidar, ni siquiera matizar sus recuerdos. Cuando uno de sus amigos tocó el tema del secuestro, el chip sin ningún freno por parte de sus lesionadas estructuras cerebrales le hicieron revivirlo, tanto como si fuera real, con todos sus sentidos, en esa ocasión terminó en la sala de urgencias con una crisis nerviosa que no se apagó hasta que lo sedaron. Había perdido la capacidad de olvidar, lo cual se confirmó cuando ni psicoterapia, ni psicofármacos podían ayudarlo. Así que cuando accidentalmente algún desconocido o información en redes sociales hacían referencia al plagio, Roberto caía en una crisis en la que revivía segundo a segundo hasta el momento previo en la que la bala se acerca a su cabeza. Había perdido el control de su vida.

Cuando por fin logró entrar a la dirección escrita en el papel, le sorprendió que lejos de algo lúgubre, sucio, oscuro; era un sitio limpio, minimalista, donde con lenguaje sensible se explicaba el proceso, se le invitaba reconsiderar la decisión que lo había llevado hasta ahí, incluso tenían una línea de apoyo gratuita la cual Roberto marcó solo por morbo, él ya había tomado su sentencia, y para su sorpresa lo primero que le respondió no fue un menú guiado por IA, sino un psicólogo que lo escuchó e intentó ayudar. Al continuar por el proceso de contratación del servicio tuvo problemas para pagar con criptomonedas, igualmente llamó a la línea de soporte, donde otra persona se encargó de guiarlo hasta que la transacción fue realizada con éxito.

Al cerrar el navegador Tor todo estaba decidido, Roberto sintió desahogo no sólo por su decisión, sino porque lo que pensó sería algo lóbrego, fuera una de las experiencias más humanas que había percibido en décadas.

Un par de días después la empresa donde trabajaba Roberto publicó una esquela informando del asesinato de su consejero delegado. Las investigaciones mostraban a un sujeto entrando a su departamento en situaciones sospechosas, ya que no se mostraban datos de violencia, ni robo. Únicamente a la víctima con un disparo certero en medio de los ojos.

Tendrá que ser así – Elvira Sastre

Terminarnos es tan peligroso -y difícil- como despertar a un sonámbulo que cree que puede volar y sale a la calle a buscar un puente que le recuerde a todas las cosas que nunca pudieron ser para que sean. O le despiertas y muere, o se tira y vuela solo dentro de su sueños -al fin y al cabo, los sonámbulos son los únicos dispuestos a morir por sus sueños-. Cómo explicártelo: solo supimos volar porque una sostenía a la otra. Pero ahora nos hemos soltado la mano porque nos quedamos sin dedos para contar las heridas que nos estábamos causando, y aún no sé qué pesa más: el cansancio de una mano vacía o el apoyo de una palma que no puede tocarte -en ese hueco que separaba nuestras bocas y que era lo único que nos unía, lo único que nos huía, dejé escritos cien poemas, es decir, cien formas de morir-.

Te confesaré algo: todas las veces que nos gritamos al oído y sin cuidado que tú y yo nunca tendríamos final no existen.

Existes tú en la medida que existe mi dolor y mi poesía y estas ganas de ser lo que no soy. Existo yo en la medida que existe tu tristeza y tus monstruos y esas ganas de beberte tus heridas. Pero, mi amor, tú y yo juntas solo somos ganas, intentos en vano, pusilanimidad disfrazada de una noche valiente, un vicio insano a rechazar la felicidad, dos cobardes muertas de miedo que en una paradoja vomitiva se esconden debajo de la cama para alimentar a sus monstruos, el retrato de una rutina atragantada en un conformismo infiel y barato, una verdad que pierde la vez cuando abrimos la boca para mentirnos y poder seguir esperándonos como se esperan lo que se engañan: con palabras.

Sí, mi amor, lo sé, sé que nos miramos a los ojos una vez, y fue ahí cuando nos vimos, cuando fuimos, cuando nos volvimos verdad por un instante que, aunque pequeño, arrasó con todas las mentiras por ser el único. Pero dime de qué vale una vez si lo que tú y yo queríamos eran cientos y no fuimos capaces ni de sumar tus dedos a los míos, ni de mirarnos rozándonos la nariz, ni de cruzar la ciudad de noche por un beso -sigo pensando que menos mal que no nos conocimos, hubiéramos roto al mundo de amor, estoy segura, y este planeta no está hecho para morir así-.

Hemos tenido que borrarnos para descubrir que, al final, como las grandes historias, solo fuimos palabras.

Será esta necesidad tan tuya y tan mía de llenar cada espacio de literatura para vivir atrapadas en amores que no pueden ser escritos.

Tendrá que ser así, mi amor: tu desapareciendo de los poemas y yo desapareciendo de las canciones.

Radicalizado – Cory Doctorow

Existió una época en la que los límites del poder eran tajantes, incluso razonablemente francos, hoy parece que cada movimiento, cada decisión nimia está embebida en el interés y beneficio ajeno, y no pocas veces afectando a alguien más o promoviendo en alguna medida el ecocidio.

Pues en cuatro relatos Cory Doctorow aborda problemáticas muy interesantes. Temas como la salud, donde el protagonista se interna en foros web oscuros sobre gente que afectada por las aseguradoras busca cobrar venganza a través de atentados. El cinismo de empresas y gobiernos que le exprimen hasta el último peso a los menos beneficiados, con reglas absurdas que les determinan hasta el pan que pueden comer. Hasta dos historias antagónicas en las que, hasta el súper héroe más prototípico del norte global es visto como un extranjero y en consecuencia como un peligro, solamente por intentar salir de la hegemonía burocrática que busca perpetuarse; y de ahí al extremo de un pudrimillonario que cree que su dinero lo va salvar de una crisis humanitaria.

Todas estas historias son adictivas, simples estilísticamente, pero profundas y contundentes en sus mensajes. Aunque creo que será acogida desde diversas perspectivas, incluso aquella en la que se vea como un futuro lejano. Pero de una vez les advierto que son peligrosamente contemporáneas.

Frase robada – Audre Lorde

Lo erótico es un espacio entre la incipiente conciencia del propio ser y el caso de los sentimientos más fuertes.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - Mi perro ha matado un gato | Bonus track

Mi perro ha matado un gato

De las cosas que más disfruto es salir a correr al bosque con mis perros, y creo que a ellos también les agrada. Sus profundas capacidades de observación les ayudan a identificar patrones en mi comportamiento, que asocian con salir a ejercitarnos en alguna pista forestal. Apenas comienzo a llenar su botella de agua, los ladridos, jadeos y colas agitadas no se hacen esperar, alternadamente lanzan sus patas delanteras contra mi pecho, apresurándome a salir. No hay ojos más transparentes que los de los perros, transmiten entusiasmo, euforia, y una extraña alegría virginal.

Apenas bajan del auto y el aroma les confirma que las siguientes dos horas, solos los tres, nos entregaremos al más rotundo desenfado, sin correas de ningún tipo, asumiendo que en esas escasas horas el mundo ha abandonado su inefable traje sastre de realidad.

Se interrumpe la comunión marcada por el trotar de pies y patas, cuando un animal cruza el sendero, no es una ardilla, hurón o ratón de campo; es un animal más ágil, de colores festivos, un rompecabezas de manchas que cubren un pequeño cuerpo grácil, casi venéreo. El asombro nos hace detenernos y la realidad nos cae encima, me doy cuenta de que es un gato, se ve que aún es un minino, esa fracción de segundo fue suficiente para que los perros salieran tras del inexperto antagonista, así como mis gritos y mis pasos ineficaces para detenerlos. La naturaleza y sus reglas se imponen, cuando el gato se sube a un montículo de rocas agrestes, en las cuales sus delgadas garras le dieron una ventaja evolutiva. Mis perros solo pueden ladrarle recriminando la humillación conferida, a lo que esa bestia vestida de arlequín responde viéndolos atento, mientras se lame las garras de manera prepotente. Al acercarme, sus ojos verdes profundos con una pincelada oscura y sutil moldeada por el sol se me incrustan en el rostro, fijos me reclaman el susto que casi le arranca una de sus nueve vidas. Tiene razón y bajo la mirada, a modo de contrición los jalo del collar y me los llevo para continuar nuestro camino, tras unos segundos volteo para confirmar que lo que siento en la espalda es su mirada.

Después del inesperado encuentro, con la mirada de los perros buscando mi negada aprobación al oprobio perpetrado, pienso que esos veinte mil años menos de convivencia, explican la sagacidad y la arrogancia de esos hermosos animales que asumen como propio cada lugar que pisan y sus alrededores.

Los kilómetros nos sirven para hacer las paces, y como siempre la sinergia entre respirar el bosque y transpirar el miasma de la cotidianidad, le quita la zozobra a mi atribulada alma. Ya con una decena de miles de pasos volvemos por donde llegamos, los perros de venir liderando, ahora ya la fatiga les dominó el entusiasmo, tanto que a lo lejos, en la cabaña abandonada que le brinda un aspecto tétrico al camino, no observan al que desde el quicio de la ventana, como cacique, mira con desdén a quienes nos atrevemos a pisar sus tierras. Intento alejarme lo más posible para no molestar a su gatuna realeza.

En menos de un segundo las desgracias ocurren en una escala de tiempo diversa, el gato comete el error de lanzarse al suelo, los perros al escucharlo se les dilatan las pupilas con fiereza y me abandonan para darle respuesta a su instinto, barajo las posibilidades y confió en la astucia milenaria más que en la mansedumbre de la domesticación humana. Pero veo que los perros se lanzan gimnásticamente por la ventana rota para perseguir a su enemigo, sé que las circunstancias se están moviendo a las antípodas de mi relajante paseo dominical. Sin fines lúdicos, corro lo más rápido que puedo para evitar una desgracia, escucho los maullidos de amenaza, mientras me acerco agitado, y confirmo visualmente la persecución, me apresuro a entrar a la cabaña sin puerta, con el corazón cabalgando el tiempo se enlentece. Nos encontramos cara a cara, el gato asombrado sabe que mi presencia en su ruta de salida vino a alterar el curso natural de las cosas. El tiempo que le toma a sus pupilas para responder al estrés y convertirse en dos agujeros negros, me permite apenas parpadear, para presenciar las mandíbulas del perro abrirse a sus espaldas y levantarlo del suelo. Mis gritos por detenerlo me libran de escuchar cómo los huesos y las entrañas se vencen ante la fuerza capaz de romper un trozo de madera. El felino no sabe que técnicamente está muerto y utiliza sus últimos latidos en voltear al hocico de su asesino y arrastrarle las uñas intentando dejarlo ciego. No puedo concebir que esté presenciando algo tan irreversible, tan irreparable, lleno de impotencia sigo gritando, porque en mi egoísmo no quiero que lo destroce, no deseo desconocer al animal que tanto quiero, y se transformó en un monstruo inimaginable. Cuando la sangre deja de recorrer las venas y arterias, pierde su tono y flácido mira al suelo. El silencio se instala, para mostrarnos lo que ha pasado, el perro percibe que ha perdido a su enemigo, que lo que ocurre ya no tiene sentido, libera la carne inerte de sus fauces y lo retengo fuerte del collar, como si así pudiera regresar el tiempo y hacer algo diferente para evitar el horror. Los ojos de los perpetradores miran al animal muerto, pequeño, intrépido e inexperto, vencido. En lo profundo deseo que se mueva, que aullé de dolor y sufrimiento para que me dé la oportunidad de enmendarme, pero su tórax no se mueve, los ojos invadidos de verde tienen apenas una hendidura oscura que confirma que no hay más luz que ilumine su ingenio, esa mirada ausente en el horizonte hipnotiza y me hace pensar en todo lo que ya no verá. Emite un maullido débil, ahogado, con el último aire de sus pulmones inundados de sangre y me estremece.

Volvemos a casa acompañados de tristeza, frustración y dolor, los perros actúan lúgubres, no puedo evitar verlos y verme como asesinos. La naturaleza me ha demostrado lo cobarde que soy, que somos, ante el espectáculo atroz de la muerte en todo el mundo, al que banalmente presenciamos en nuestras pantallas, y solo movemos un dedo para pasar a otra historia.


Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - IA para todos | Poema - Pero no duele - Valeria Canelas | Reseña - El apoyo mutuo - Kropotkine | Frase Robada - Albert Camus | Bonus track

IA para todos

A las cinco de la mañana Joaquín escuchó a lo lejos el sonido del mar con el canto de ballenas jorobadas, el volumen iba aumentando hasta inundar la habitación. Aún con los ojos cerrados lo primero que pensó fue que, había valido la pena cada peso que había pagado para transformar todo su entorno y volverlo inteligente; la última versión de IA controlaba todo, y de qué manera, no quedaba nada al azar. La luz de la recámara al inicio tenue, fue aumentando de intensidad, los sensores de su reloj y anillo inteligente, se comunicaban con el resto de los dispositivos, transmitiendo todo: velocidad de movimiento, latidos del corazón, valores de glucosa, niveles de oxigenación en sangre, conductancia nerviosa, concentraciones hormonales. Así que su casa inteligente sabía hasta dónde llevar la iluminación sin que molestara la transición del sueño a la vigilia, so pretexto de hacerlo un hombre más productivo.

Se incorporó de la cama y se calzó sus pantuflas que estaban a la temperatura correcta, Joaquín sonreía sutilmente. De un armario digital sacó una bata y una toalla, que tenían un tenue aroma a sus flores favoritas. Al entrar al baño, de inmediato las luces del espejo se prendieron y la regadera se activó, mientras escuchaba el último audiolibro que la IA le había recomendado, para aumentar su inteligencia emocional, algo muy importante en su trabajo. Pidió en voz alta que repitiera la última frase -si mejoras sólo el uno por ciento cada día, en menos de un año seras tres veces más productivo-, esa frase le pareció profética, se sintió inspirado, realmente estaba convencido que había valido la pena darse ese lujo de la tecnología. Tras la ducha y secarse, se abrieron las puertas del guardarropa y sobresalieron un par de camisas y pantalones, Joaquín había configurado su casa inteligente para que no fuera tan intrusiva, y así él tomara la decisión final. Mientras se vestía y peinaba, el espejo de cuerpo entero le mostraba las fotos del trabajo, tomadas el día previó con la cámara de sus lentes, con unos gestos de la mano desechó algunas, las otras pidió editarlas para hacerlas “más atractivas” y enviarlas a sus empleadores, le dictó el mensaje y listo. Un detalle que solo le tomaba unos segundos mientras se arreglaba, pero que quienes lo contrataban valoraban profundamente.

Al entrar a la cocina, las últimas gotas del café caían en la taza y el aroma que lo rodeaba le pareció delicioso. Se dispuso a preparar un par de huevos con jamón, le gustaban los trabajos manuales y la cocina era una de sus pasiones, así que decidió no instalar alguna solución inteligente para este menester. Al terminar su desayuno llevó los trastes a la lavavajillas, y aprovechó para sacar de su maletín los utensilios de trabajo para también lavarlos, mientras se cepillaba los dientes, antes de salir sacó sus herramientas y las volvió a colocar en el maletín, al cruzar el recibidor y a pocos pasos de salir, la IA se despidió de Joaquín diciéndole -recuerda ser la mejor versión de ti-, sonrió y se dirigió a la cochera.

Al subirse al auto, mientras acomodaba sus cosas y presionaba algunas opciones en la pantalla, se abrió la puerta de su casa y el auto de conducción autónoma inició su trayecto. Revisó la ruta sugerida y pensó que le daría tiempo para recoger sus tapones para la nariz, llevaba dos días sin ellos, y su calidad de vida era la peor, aunque era un profesional en su trabajo, el olor era algo que le fastidiaba, esos tapones liberaban ciertas fragancias y feromonas que le hacían la jornada más llevadera, incluso su novia lo veía más contento las tardes libres que compartían. Para su beneplácito ya había llegado el recambio de los tapones nasales, así que los recogió en una ventanilla sin bajar del auto y continuó su camino. Le tomaba casi noventa minutos llegar a su trabajo en las afueras de la ciudad, otro inconveniente, pero la paga era buena, así que mejor no se quejaba, mejor aprovechaba el tiempo observando varios vídeos, sobre la inseguridad, captura de bandas de delincuentes, secuestros, entre otras malas noticias. Hubiera preferido ver documentales sobre safaris de cacería, su pasatiempo favorito, pero informarse era también parte su labor.

Las bocinas del auto le informaron que llegarían a su destino en menos de cinco minutos. Joaquín se colocó unos audífonos en el interior del oído, que le bloqueaban selectivamente del ruido exterior y de fondo escuchaba sus óperas predilectas, por lo general de Richard Wagner. Antes de bajar se colocó los tapones nasales y salió del auto; apenas había dado tres pasos y sonó la bocina detrás de él, se detuvo y se percató que había dejado el maletín en el asiento trasero, había olvidado cerrarlo y se había regado el contenido, algo molesto volvió a meter todo, sierras, cuchillos, pinzas, estiletes, ya con todo listo se dirigió a la puerta. Antes de entrar sacó de su saco los lentes de trabajo, desde que los compró las cosas eran más fáciles, atenuaban la luz, la imagen se tornaba sepia y la sangre apenas se distinguía.

Al entrar a las instalaciones, confirmó que seguían ahí dos mujeres y un hombre moribundos, y restos del cadáver que no terminó de descuartizar ayer. No escuchaba los gritos que le suplicaban que los liberaran, así que repasó mentalmente sus tareas pendientes, torturar y matar a las dos mujeres por las que no habían pagado rescate, cortarlas y meterlas en ácido.

Mientras sacaba las cosas del maletín, pensaba sobre lo difícil que había sido el trabajo para su padre, sin todas las ayudas de la IA.


Pero no duele - Valeria Canelas

Todo lo que sucede aquí lo presencio por puro azar desencantado y sin embargo el roce de la vida es suficiente para empezar a creer en las decisiones justas y en la indiferencia que las rodea

como si todo esto que miro al escribirlo se volviera táctil

y el destino fuese apenas una cortina áspera que nadie se atreve a descorrer y el cansancio un metal viscoso equilibrando su peso en mi cuerpo

como si el canto del pájaro desconocido fuese capaz de entregarme la superficie suave de sus alas el ángulo altivo de su pico hincándose gentilmente en mi carne.


El apoyo mutuo - Kropotkine

Un mundo en el que la ley del más fuerte, sin ningún elemento racional o de humanismo, está guiando las decisiones más atroces. Leer un ensayo que demuestra cómo a lo largo de la historia, la cooperación (también) es una herramienta para el desarrollo evolutivo de las especies, es rotundamente disruptivo. Este ensayo inicia discutiendo la sobre estimación y mala interpretación de las teorías de Darwin, las cuales al ser adoptadas y manipuladas de manera utilitaria por las élites (que por cierto nada entienden de evolución, raciocinio y humanismo), generan una narrativa ad hoc. A partir de ahí, discurre por múltiples disciplinas y ejemplos, para convencer al lector sobre la utilidad de la cooperación como estrategia que también lleva al desarrollo, y probablemente por mecanismos menos mercenarios. Desafortunadamente algo que mis limitadas capacidades y amplia ignorancia no acaban de comprender, es por qué en la praxis, vivimos en el mundo del revés, pero el tener una perspectiva de cómo pueden ser las cosas es esperanzador.


Frase robada - Albert Camus

El mal humor es una cosa muy tonta que nos vuelve muy desgraciados. Sé dulce


Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - A mi yo del futuro | Poema - Pido al dolor que persevere - Piedad Bonnett | Reseña - Técnica y tecnología - Adrián Almazán | Frase Robada - Audre Lorde | Bonus track

A mi yo del futuro

Andrés abrió los ojos que le parecían estar lacrados. De lo primero que se percató, es que le dolía todo el cuerpo, respirar, levantar la mano, voltearse en la cama, incluso intentar hablar le rebanaba la garganta. Le tomó tiempo, bastantes minutos observando, para recordar que esa mujer, durmiendo mal acomodada en el sillón de la habitación era su hermana. Junto con la certidumbre de estar en una cama de hospital, era lo único que recordaba de momento.

Tras un par de semanas Andrés era autosuficiente, le restaban meses de rehabilitación física, y de acuerdo con el neurólogo la recuperación de la memoria era algo impredecible. Pero tanto su cuñado y sus sobrinas ya habían sido muy generosos con él, así que apenas se sintió seguro le agradeció a su hermana, por haberlo cuidado después del accidente que casi lo mata. Tras muchas lágrimas y promesas, Andrés se afanó en volver a una vida normal.

El primer día que volvió al despacho de contadores, lo recibieron con globos festivos y ovaciones, apenas entrando al recibidor del edificio. Se lograba ubicar en su oficina y conforme pasaban los días, con la ayuda de su secretaria, volvía a recuperar la rutina que perdió casi un par de meses atrás, cuando el personal de limpieza lo encontró tirado en la escalera emergencia, congelado, con el rostro y huesos desfigurados, agonizante. Tras llevarlo en ambulancia al hospital, iniciaron las investigaciones que no llevaron a muchas conclusiones. Ya desde unos días previos, las cámaras de vigilancia habían dejado de almacenar los videos, por problemas con el servidor, y también se evidenció que, ningún personal visualizaba los monitores fuera del horario de oficina. Pero la opinión de los médicos era que probablemente, una crisis convulsiva lo hiciera perder el conocimiento y caer por el barandal de las escaleras, sobreviviendo de milagro. Aunque nadie se lograba explicar qué hacía Andrés fuera del horario de oficina en esa zona del corporativo. Las semanas le sentaban bien a la memoria, y aunque lento por la secuelas físicas del accidente, estaba reintegrado casi totalmente. Todos se sorprendían de su capacidad, pero en particular de su talante. Antes reservado incluso hosco, ahora su deferencia para los demás los tenía pasmados. La rectitud de Andrés no había cambiado, lo que en el pasado le había acarreado no pocas desavenencias, pero ahora con su recién adquirida personalidad tan luminosa, le habría puertas, incluso frente a problemas aparentemente indisolubles. Inclusive su conocida batalla con el departamento de auditoría interna parecía haberse subsanado. Los dos gerentes del área se quedaron sorprendidos cuando el viernes que organizaron una salida para los directivos de la empresa, en un restaurante para festejar la firma de un gran contrato, Andrés se acercó a platicar con ellos, y contrario a lo ocurrido en el pasado, Miguel y Marcos lo encontraron amable e interesante, al principio reacios, para el término de la velada, eran el trío más animado del festejo, lo que para todos fue incluso más milagroso que la recuperación del accidente. A la mañana siguiente, cuando la mayoría aún no se recuperaba de la resaca, en los múltiples chats con temas de la firma contable, galopaba el rumor de un asesinato en las oficinas, en el piso de la dirección general. La confirmación se dio a las pocas horas a través de redes sociales, se confirmaba que, en las oficinas de uno de los grupos de contadores más importantes del país, el director general y dos gerentes de auditoría habían sido asesinados.

Andrés tenía muchas dificultades para conciliar el sueño a menos de una semana de haber sido dado de alta, tenía noches enteras en las que vuelta tras vuelta apenas lograba dormir, y en esos escasos minutos tenía una pesadilla persistente, en la que resbalaba por las escaleras y se observa muerto tirado en el piso. Mientras noctambulaba destinaba varias horas a organizar lo que siempre había sido un desastre, su guardarropa, la biblioteca, y el escritorio. En uno de los cajones encontró una vieja grabadora digital que contenía una tarjeta de memoria. El anacrónico hallazgo le llamó la atención, extrajo la tarjeta y dedicó noches enteras a escuchar los miles de mensajes que almacenaba desde hace años. Sistemáticamente todos comenzaban con la misma frase, “para mi yo, del futuro”. Desde la universidad había adquirido la extraña costumbre de mandarse mensajes para ser escuchados en el futuro, lo cuales ahora, además de acompañarlo en sus noches insomnes, le llenaban de nostalgia, pero también eran de gran ayuda para recuperar los recuerdos después del accidente. Había de todo, consejos para estudiar, metas laborales futuras, advertencias sobre amores tórridos y tóxicos, incluso sobre temas a resolver que de momento no sabía su paradero. Esa estrategia que sus amigos consideraron excéntrica, hoy le ayudaba a rehabilitar su apabullado cerebro. Durante las últimas cinco grabaciones hasta antes del accidente, se escucha advirtiéndose sobre Miguel y Marcos, tenía evidencia sobre una operación de falsificaciones masivas de documentos para lavar dinero del narcotráfico, se percibía temeroso, ya que involucraba a altos mandos de la firma. Esos mensajes le hicieron recordar la noche, en la que Andrés salió de la oficina del director general, después de explicarle sobre las desviaciones del departamento de auditoría interna, los elevadores ya no funcionaban, así que bajó por las escaleras de emergencia. Sólo sintió un impulso detrás de su espalda que lo hizo rodar decenas de escalones, y aturdido observaba como lo levantaban de pies y manos para arrojarlo al vacío.

Al término de la celebración Andrés le mandó un mensaje al director general, pidiéndole verlo a primera hora de la mañana del sábado, junto con varios archivos que evidenciaban su implicación en el lavado de dinero. Apenas entró a la oficina Andrés le disparó en medio de los ojos, con las manos enguantadas tomó el teléfono y con la huella de su dueño lo desbloqueó para escribirle a Miguel y Marcos que acudieran urgentemente a la oficina. Después de menos de una hora tocaron la puerta, al no tener respuesta abrieron sigilosamente y observaron el cuerpo del director, cuando se acercaron a auxiliarlo, recibieron un impacto en el pecho que los dejó tirados en el piso. Andrés tomó sus teléfonos, y bajó tranquilamente por las escaleras de emergencia.


Pido al dolor que persevere - Piedad Bonnett

Pido al dolor que persevere Que no se rinda al tiempo, que se incruste como una larva eterna en mi costado

para que de su mano cada día con tus ojos intactos resucites, con tu luz y tu pena resucites dentro de mí.

Para que no te mueras doblemente pido al dolor que sea mi alimento, el aire de mi llama, de la lumbre

donde vengas a diario a consolarte de lo fríos paisajes de la muerte.


Técnica y tecnología: Cómo conversar con un tecnolófilo - Adrián Almazán

Todo nos hace pensar que el futuro sólo existe bajo dos circunstancias inamovibles: el capitalismo y la desbordante tecnología. Sin embargo, Adrián Almazán, aborda este axioma ontológicamente, y aunque no expone una heroica respuesta a la debacle que estamos presenciando, si abre una puerta trasera a esta modernidad que tantas promesas ha lanzado, y que en la vorágine en la que nos encontramos, no nos tomamos el tiempo de analizar y pedir cuentas a tales ilusiones. Persistiendo en un círculo vicioso que vislumbra tarde o temprano una catástrofe. El ensayo es contundente y claro, por lo que para los no iniciados en filosofía nos sentiremos cómodos y atraídos. Tras su lectura se genera una visión crítica que, aunque no lleva al lector a una respuesta divina, si da herramientas para reconsiderar la actualidad, y forzarnos a repensar alternativas viables, más que comerciales. Tal vez es momento de dejar de actuar, es decir dejar de seguir comprando y usando tecnología, y pensar por unos instantes hacia dónde vamos.


Frase robada - Audre Lorde

Dejarse dominar por el miedo a sentir y a trabajar límite de la propia capacidad es un lujo que solo pueden permitirse quienes carecen de objetivos, quienes no desean guiar sus propios destinos.


Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - Offline | Bonus track


Offline

Daniel había perdido la cuenta de las noches en las que apenas lograba conciliar el sueño unas pocas horas. Desde hace semanas él sabía que era cuestión de tiempo para que su nombre fuera de dominio público. Cuando abrió los ojos como si realmente hubiera dormido, vio su foto en la pantalla montada en la pared del dormitorio sin causarle sorpresa. Sin embargo, asumía que sería el fin de su vida social, ya que de su carrera profesional y laboral se habían encargado de destruirla. Su pantalla móvil comenzó a vibrar e iluminarse intermitentemente, muchísimo menos en la que meses antes había publicado en redes sociales, vestido con el uniforme de la corporación su ingreso a la unidad policíaca de vigilancia digital, debajo del mensaje “primer día en la institución de seguridad más importante del país”, en esa ocasión recibió un alud de comentarios. Ni siquiera se molestó en leer los mensajes, era consciente de que eran la manifestación hipócrita de quienes a partir de ese momento jamás lo volverían a contactar, y mucho menos incluir en las actividades de ese selecto grupo.

Mientras recorría las calles en su auto, recordaba el malhadado día en que como cualquier otra mañana de trabajo, vigilaba las múltiples ventanas de los monitores, en los que a través de los sistemas de videovigilancia distribuidos por toda la ciudad y con la información en tiempo real proveniente de los dispositivos móviles de los sospechosos, determinaba con ayuda de una inteligencia artificial que aseguraba 99.999% de precisión, qué objetivos deberían ser detenidos y llevados a prisión preventiva. Esa mañana estaba somnoliento, la noche previa que acabó en una festiva madrugada, le estaba haciendo difícil su trabajo. Pero cuando uno de los recuadros comenzó a parpadear frenéticamente salió de su letargo. El sistema indicaba una coincidencia con el nombre de uno de los capos más importantes de distribución de drogas y tráfico de migrantes. En la pantalla se veía un tipo alto, delgado, correoso, con rasgos latinos, algo imprecisos porque la sudadera con capucha no permitía hacer una confirmación ultraprecisa. Mientras leía los mensajes que intervenían del sospechoso, Daniel no tuvo dudas, detalles de una batalla con una pandilla rival que según iba leyendo había dejado varios muertos, le confirmó que era uno de los mafiosos más buscados, puso el apuntador del ratón sobre su cara y pulsó el botón derecho marcando la casilla de máxima peligrosidad. El sistema le obligó a confirmar en dos ocasiones su elección, en la última un mensaje en la pantalla le advertía que esa decisión implicaba la anulación de todos los derechos fundamentales del implicado, se lo pensó un segundo, pero el sistema seguía marcando una concordancia precisa, podía esperar a que el nivel de precisión aumentara, con la posibilidad de que escapara o asumir el riesgo. Confirmó la segunda advertencia, era la primera vez que marcaba la máxima alerta ante un sospechoso, así que con las arterias del cerebro pulsándole violentamente se mantuvo atento a la pantalla que ahora había maximizado. Agentes encubiertos se acercaron al sospechoso, mientras decenas de patrullas cercaban el perímetro. Daniel miraba la dramática escena, el sospechoso corre para escapar, logra adelantar a los policías unos metros, que al notar que no lo alcanzarán se detienen y preparan sus armas para disparar, la capucha del perseguido se resbala de su cabeza y deja ver a Daniel el rostro de alguien no mayor a un adolescente, en una fracción de segundo sabe que se equivocó, mira al teclado para presionar la secuencia de cancelación, pero antes observa cómo el sospechoso es abatido a tiros. Cuando se confirmó que la policía había asesinado a un adolescente que comentaba en un chat con sus amigos la última partida del videojuego de estrategia de guerra, David por casi nada se salvó de la cárcel, pero en castigo lo degradaron a una de las oficinas de atención offline o como coloquialmente la llamaban en el departamento de policía, oficina de discapacitados digitales.

Estacionó el auto y bajó nuevamente a la realidad, después de cincuenta minutos se encontraba en una de las zonas más pobres que circundaban la ciudad. De manera “orgánica”, así lo denominaban los políticos, la gente por diversas circunstancias no podían o querían utilizar ninguna de las tecnologías de información. Se fueron aglutinando en pequeñas ciudades, lo cual era una respuesta eficaz para todos. La gran mayoría de los nativos digitales no se veían expuestos a algo tan impropio y disruptivo, como dejar de usar Internet. Por otro lado esos discapacitados esquivaban la violencia de que eran objeto en las ciudades inteligentes. El reglamento de la oficina indicaba la obligatoriedad de su personal a no usar absolutamente ningún dispositivo digital, lo que a Daniel los primeros días le generaba ataques de ansiedad. Anillo, reloj, pulsera digitales, dispositivos de comunicación y escritura electrónica, cualquier tipo de pantalla estaba prohibida al cruzar la puerta de la oficina, llena de anacrónicos formatos de papel, tarjetas de pago anonimizadas; y por supuesto decenas de personas con limitaciones auditivas, visuales, de edad avanzada y anarcotecnolófobos. Todos ellos se movían extemporáneamente en un mundo alejado de los beneficios de la última tecnología. Este barrio variopinto, a los ojos del resto del mundo no podría ser otra cosa sino un grupo de subnormales o delincuentes.

Ese día en particular olvidó llevar su comida, le daban desconfianza los comercios locales. Le habían dado dinero en efectivo para viáticos, pero el solo hecho de traer billetes o monedas en los bolsillos le causaba repugnancia, y los había dejado olvidados en el auto, pero el hambre le obligó a recordarlo. Caminó unas cuantas cuadras sin lograr encontrar dónde comer algo, por lo que tuvo que preguntar dónde podía encontrar algún restaurante, así como recordar las indicaciones que otrora hubiera seguido mirando una pantalla. Apenas entrar al restaurante le llamó la atención la decoración, propia de tiempos remotos, pero en especial la ausencia de pantallas con menús o promociones, códigos QR para descargar la aplicación, hacer un pedido o escribir alguna reseña. Lo siguiente que le preocupó es que no había mesas vacías, apenas algunos lugares aislados, observaba atónito que nadie tenia alguna pantalla entre las manos y todos platicaban viéndose a la cara. Por más que fijaba la vista, como si eso hiciera aparecer una mesa libre, no encontraba sitio. La mujer que atendía el restaurante le dijo en voz baja a sus espaldas, mientras llevaba platos con comida. – Toma cualquier asiento, ahorita te atiendo. Daniel abrió aún más los párpados y puso atención. Identificó una de las mesas donde le pareció ver caras conocidas, seguramente eran usuarios de la oficina de atención offline, lo que él desconocía era que prácticamente todos los comensales ya habían sido atendidos por él, pero como normalmente nunca miraba a nadie a la cara, no los reconocía. Tomó asiento con pena e incomodidad, lo cual se acentuó cuando una acalorada plática, se tornó en sepulcral silencio, donde solo se escuchaban los cubiertos al contacto con los platos. En ese momento deseaba más que nada tener una pantalla en la mano que lo ayudara a evadir esa situación. Se acercó la dependienta, lo saludó cordialmente y le recitó el menú. Daniel sorprendido no entendió nada, la chica al ver su cara le explicó con detenimiento las opciones de comida. Él eligió lo primero que entendió, la chica lo anotó en una libreta y continuó su faena. Súbitamente alguien rompió el silencio, le preguntaron si era el encargado de la oficina de discapacitados digitales. Sorprendido de que supieran su secreto, contestó afirmativamente con un monosílabo, y todos comenzaron a platicar alrededor del tema, en especial querían saber la forma en qué había llegado ahí. Daniel dio explicaciones enredadas, que los demás no entendieron, pero sí infirieron que no quería hablar del tema, así que continuaron con su charla previa. Se apresuró a terminar de comer para regresar huyendo a su oficina que, por primera vez la percibió como un lugar seguro. Lo que el día anterior había sido una situación accidental, ahora lo era menos, algo le atrajo, no sabía si la comida que simple pero sabrosa, el ambiente algo festivo del restaurante, o la dependienta, a la que no dejó de observar el día previo. Así que a la hora de la comida, confirmó que trajera los billetes para pagar y se encaminó hacia el restaurante. En esta ocasión al entrar, buscó directamente la mesa, esperando que hubiera un lugar disponible, se tranquilizó al ver que había dos espacios, se apresuró a sentarse y sorprendió a los comensales, eran las mismas caras conocidas, los que tras intercambiar miradas, continuaron con su diatriba, en la que paulatinamente fueron incluyendo a Daniel, todos en la mesa perdieron la noción del tiempo, hasta que la dependienta se sentó a su lado, y le tocó el brazo para decirle que ya era hora de abrir la oficina, ya que seguramente habría gente esperando. Se levantó sorprendido tanto de la información, como del contacto físico, así que pagó y regresó a trabajar mientras sonreía por la calle.

Cuando los sistemas de videovigilancia detectaron la ausencia de Daniel en las calles, bares y restaurantes que frecuentaba durante el fin de semana, su estatus fue cambiado a “sujeto sospechoso”.


Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato - Llámame | Poema - Instrucciones del patrón - Mónica Nepote | Reseña - Relatos - Patricia Highsmith | Frase Robada - Frantz Fanon | Bonus track


Llámame

Juan, aunque últimamente se reconocía mejor como John, se notaba radiante con su esmoquin, listo para ser el primer mexicano en la historia que recibiría la medalla Clark de economía, la antesala al nobel. A pesar de su corta edad -la presea solo la reciben economistas menores de cuarenta años que contribuyeran al pensamiento económico global- tenía temple y contundencia. La cual demostró en un discurso sucinto, que subrayó ser el primer teórico económico proveniente de una universidad fuera de Estados Unidos en lograr tal mérito. Lo cual no hubiera sido posible sin la enriquecedora colaboración de diversas universidades a ambos lados de la frontera que, con el liderazgo de John, crearon un consorcio para enfrentar el problema de la reducción tan importante en la productividad de las maquiladoras mexicanas, hizo una pequeña pausa en su disertación, que le dio dramatismo a la ceremonia. Se detuvo un segundo al ver tachadas varias líneas, en las que hacía referencia a que buena parte de esa reducida productividad, además del burn-out, estaba condicionada por los suicidios in situ, en especial en empleados llevados a la fatiga máxima, y también por los accidentes fatales relacionados al nimio sueño que las jornadas les permitían. Juan prefirió no causar controversia, y saltó esa parte. Ya suficiente revuelta había en las afueras del recinto donde centenas de policías atacaban con balas de goma y gases lacrimógenos a los manifestantes que, de los lugares más extraños, India, Tailandia, Indonesia y por supuesto coterráneos del galardonado, se unían a las manifestaciones en contra de las medidas tomadas, a consecuencia de los trabajos publicados por John. Al final se logró contener a los revoltosos, con apenas una migrante mexicana y su hija muertas, y decenas de detenidos, a los que se les revocaron sus visas, y mandaron a una cárcel de máxima seguridad en el Salvador. En la cena de gala, se encontraban los cerebros y las carteras más importantes de la economía mundial. Al otorgarle el premio a John, además de reconocer que los había salvado de una problemática global, implícitamente les otorgaba una aura de inclusividad, tal como manifestaron los titulares de las notas que hacían referencia a los orígenes del mexicano, en los que su padre trabajando en un taller, cortando ininterrumpidamente rebanadas de acero para piezas mecánicas, había pagado la educación de su hijo, y como adalid, John había escalado diversas posiciones académicas, hasta desarrollar en su tesis doctoral, una propuesta que buscaba resolver la problemática que ahogaba a la economía.

Si bien su hipótesis fue explorada en un par de industrias maquiladoras en la frontera, el modelo se expandió rápidamente y fue considerado la respuesta al burn-out que estaba consumiendo cantidades ingentes de dinero en las empresas de cualquier rubro, y llenaba las salas de espera de psiquiatras y terapeutas que, paliaban el fenómeno con una pléyade más amplia y compleja de fármacos para regular el ánimo. Los empresarios exponían en todos los foros su apremiante preocupación, por este problema de salud pública, exigiendo una respuesta a todos los gobiernos, para detener esta epidemia que amenazaba la estabilidad mundial. Así que, cuando la tesis de John comenzó a funcionar local y regionalmente, la noticia se difundió de inmediato en campos de golf, cenas de beneficencia, y uno que otro paraíso fiscal y sexual. Considerado al principio una medida socialista, ahora estaba dando frutos. Tan sólo una pequeña inversión para mejorar la alimentación de sus empleados, dinámicas para fomentar el esparcimiento, algunas mejoras en las instalaciones para que el calor no los ahogara, lo que denominaron mQOLI por sus siglas en inglés que significaban microinversiones en calidad de vida, eran suficientes para revertir el problema. Dado que ni los gobiernos, ni las empresas podían solventar gastos de tal envergadura, John fue un paso más allá, y en su trabajo de tesis demuestra cómo al agregar en el recibo de nómina de los empleados de fábricas y maquiladoras, un “impuesto al burn-out”, se obtenían los recursos que, al invertirlos en industrias más lucrativas, los dividendos, además de financiar los mQOLI, obtenían ganancias que llegaban también a los accionistas. Pronto las microinversiones en calidad de vida fueron una métrica y por supuesto una obligación de la salud empresarial, y sus bonos se volvieron altamente lucrativos, así se alcanzaba una respuesta integral.

En la cena todos querían una foto con John, era curioso ver un tono de piel tan discordante entre el blanco y el negro, ese tono moreno y sus rasgos indígenas llamaban la atención. John era el rey de la fiesta, y algunos delegados de los consorcios más grandes de Estados Unidos, le habían dado sus tarjetas de presentación, para que los buscara y platicaran sobre algunas “oportunidades bilaterales”. Al ir al sanitario, casi al término del evento, vio que en su teléfono tenía decenas de llamadas perdidas, y un mensaje de su hermana -llámame en cuanto puedas-. John volvió a guardar el teléfono y regresó a a la mesa con una representante de la industria minera que, estaba fascinada con las ideas de John, con quien se fue a su cuarto de hotel al salir de la cena.

El papá de John tenía cada vez más dificultades para pagar al médico que atendía a su hija, por una enfermedad pulmonar que la había ido debilitando y que a decir del neumólogo se debía a una susceptibilidad genética a, las condiciones del entorno laboral, pero la realidad es que no pocas personas que maquilaban ropa también la padecían. El padre de John consiguió ahorrar algo de dinero, y compró una moto usada, para repartir comida al salir de su segundo turno. Esa noche se le cerraban los ojos de cansancio, y se impactó contra un auto detenido en un semáforo. John buscó a la pelirroja que se había ido en algún momento de la madrugada, pero dejó una nota con su número, indicándole que le llamara, obedeció, pero lo mandó a la contestadora. Aprovechó para ver la lista de mensajes que no había respondido, y comenzó por el último que le mandó su hermana -papá murió, llámame”.


Instrucciones del patrón - Mónica Nepote

Lo primero que debes hacer es extender la tela y encoger el cuerpo

Desproveer tus sentidos animales, volverte una rápida secuencia Olvidar saliva, tripas, fluidos. Desapegarte del hambre o de la necesidad de orinar.

Tu pulcritud será ensamblar las piezas la audacia está en tus manos.

Así, engrane en el sistema serás la mujermáquina que sueña libertad de moneda.


Relatos - Patricia Highsmith

Desde que a través de la película Perfect Days, descubrí tardíamente a Patricia Highsmith, me enamoré como solo se puede enamorar de lo imposible, de manera irredenta. Así que me afané en conseguir sus relatos, que incluyen: Once, Pequeños cuentos misóginos, Crímenes bestiales, A merced del viento y La casa negra. Es un volumen robusto en páginas, pero particularmente en maestría literaria, cada cuento es increíble, son mordaces, creativos, novedosos (incluso para los tiempos actuales), y por supuesto negros. Cada historia viene armada con una pala que te va a remover el lodo de las entrañas, tus miedos del alma, y despegará la sangre seca de tu oxidado corazón. El paso por cada serie de relatos tiene un matiz que le brinda frescura y salvo La casa negra, todos mantienen un tono y una contundencia que, obliga a dosificarlos, ya sea para superar la emoción que despiertan, o para saborearlos en espera del siguiente bocado. Esta mujer es sin duda una guía y fuente de inspiración, y por supuesto, este es un libro que merece recomendarse y releerse.


Frase robada - Frantz Fanon

¿Qué es el fascismo sino el colonialismo en el seno de países tradicionalmente colonialistas?


Bonus track

Del grito inaudible a la lucha inevitable

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato – El Pirata | Poema – Todavía vivir – Manuel Astur | Reseña – El descontento – Beatriz Serrano | Frase Robada – Adela Cortina | Bonus track

El Pirata

El último vídeo que subió Joel a sus redes sociales antes de morir, fue unos meses atrás, obtuvo decenas de corazones y comentarios cursis. Su pitbull americano sacaba una a una las prendas que él iba metiendo en la maleta. Lo habían contratado para un trabajo de seguridad, por unos meses, al norte del país, -era una buena oportunidad- le dijo a Nohemí, su esposa. El perro parecía pedirle que no se fuera, al final del vídeo el perro se mete en la maleta para impedir que la cerrara.

La sorpresa fue mayúscula cuando, el siguiente post lo escribía su esposa, indicando que había muerto, así como la dirección donde se llevaría el servicio funerario. En esta ocasión el mensaje en redes sociales recibió centenas de reacciones y mensajes de apoyo, a los que contestó uno por uno, excepto aquel en el que preguntaban -¿cómo está el Pirata?– la mascota de Joel.

Se lo habían regalado con apenas tres meses de nacido, un pitbull hermoso, blanco, lácteo, con una mancha café bordeandole el ojo izquierdo, motivo que le dio su nombre, Pirata.

A la esposa de Joel no le agradaba la idea de tener un perro, sabía que ella se iba a hacer responsable del animal, ya que los horarios de Joel eran impredecibles, frecuentemente tenía que ser escolta de algún político o millonario que necesitaba ser cuidado a las horas más extrañas, en condiciones poco recomendables. Afortunadamente Pirata resultó una compañía obediente, que la llenaba de lengüetazos en la cara a la menor provocación, además intimidaba bastante, dándole seguridad a sus temporadas de soledad, en las que Joel tenía algún cliente VIP.

Pirata se desvivía cuando tras varios días, Joel regresaba, se le lanzaba a los brazos, sus treinta kilos, casi lo tiraban cuando lo recibía.

En esta ocasión su trabajo lo obligó a ausentarse casi seis meses, en este tiempo Joel casi no se comunicó a casa, tampoco compartió nada en sus redes sociales; le decía a su esposa que tenía poco acceso al celular, por razones de seguridad. Pero cuando le mandó un mensaje, indicándole el día y la hora aproximada en que llegaría a casa, ella estaba pendiente, con el teléfono en mano, quería grabar a Pirata dándole la bienvenida a Joel.

Todos se llevaron una sorpresa, cuando la cerradura giró dos veces, Pirata no dejaba de ladrar, contento, corría por la casa lleno de emoción, hasta que su dueño entró, Nohemí se quedó perpleja y Pirata se inmutó. Joel había perdido mucho peso, estaba en los huesos, había encanecido y algunas cicatrices en las manos y cara le daban un aspecto lúgubre. Él esperaba esa reacción, sabía lo que había pasado.

Nohemí se le quedó mirando, y guardó el teléfono en la bolsa del pantalón. A Joel sólo se le ocurrió dejar su maleta en el suelo y ponerse en cuclillas para llamar a Pirata. Apenas se percibió que su esposa se adelantó al perro, o Pirata se colocó detrás de sus piernas, con las orejas gachas y la cola entre las patas, anclado al suelo. Nadie sabía exactamente que estaba pasando, pero fue incomodo, eran un trío de extraños. Joel se acercó a darle un beso a Nohemí, el gruñido de Pirata enfatizó el sentir de que besaba a un desconocido, y se inhibió, terminando con un ligero abrazo.

Se sentaron en la sala, mientras Nohemí le traía un vaso con agua, y con ello llegaron los cuestionamientos. ¿Estaba enfermo?, ¿qué había pasado?, ¿por qué tenía esas cicatrices?. Joel trató de minimizar la preocupación por su estado físico, justificando que el patrón era muy exigente, y había muchas cosas que hacer, que se le había ido quitando el hambre, y no siempre comía bien. Por su mirada en el horizonte, y el tono taciturno de su voz, Nohemí entendió que era mejor no continuar por ese camino. Él aceptó esa implícita tregua, y argumentó a modo de victoria que, a pesar de lo difícil del trabajo, la paga había sido muy buena, y les alcanzaría para las tan pospuestas vacaciones.

Esa noche apenas probó alimento, no dejaba de observar cómo Pirata rehuía a sus llamados o intentos de acariciarlo, así como él evitaba el contacto físico con su esposa, quien se sorprendió de verlo en el extremo de la cama, alejado de ella, fingiendo que dormía, hasta que en algún momento de la madrugada se salió a la sala. Tampoco Pirata la pasó bien esa noche, se mantuvo alerta, acostado en la puerta de la cocina, mirando a Joel, como si fuera un extraño.

Se volvió una costumbre silenciosa, que solo podían dormir separados, aunque a Nohemí le aterraba que su esposo tuviera pesadillas, tan vívidas que le hacían gritar, mientras el perro gemía espantado al lado de su cama.

Tenía fama de leal, obediente y bueno con el manejo de las armas, lo cual no era suficiente para asegurarse una vida estable, y su retiro era absolutamente incierto. Le habían advertido a Joel que el trabajo era muy difícil, pero que si lo hacía bien, con discreción, tal vez con dos o tres misiones, le alcanzaría para jubilarse. Las reglas de la misión eran sencillas e inviolables, hacer lo que se le pidiera y jamás comentarlo. Lo que el reglamento de sus empleadores no contemplaba, era las pesadillas en las que Joel recreaba todo lo que había ocurrido en esos meses.

Las órdenes del patrón para atacar al cártel enemigo, asesinar objetivos específicos, lo despertaban gritando; pero el llanto ahogado lo hacía levantarse cuanto recordaba las balaceras en reuniones familiares, o la desaparición de cuerpos en tambos de ácido, el olor a ceniza en la piel lo acompañaba día y noche. No pocas veces se despertaba sudando, mientras Pirata gruñía a unos cuantos metros.

Conforme pasaban las semanas, Joel se encerraba cada vez más, y aunque Nohemí sabía que nada bueno había pasado en esos meses, al ver las reacciones violentas de su marido cuando lo increpaba para que buscara ayuda, la fueron haciendo desistir.

Al principio el mezcal le daba algo de tranquilidad, pero al poco tiempo buscó a sus contactos para conseguir cocaína, que lo sacaba de ese estado taciturno apesadumbrado, pero lo volvía extremadamente reactivo a cualquier estímulo. Cuando Nohemí encontró rastros de la droga en el baño, lo confrontó por eso y por esas semanas que habían sido un calvario. El tono de la discusión fue aumentando, hasta que Joel la empujó para pasar a la cocina, arrojándola al suelo, intentó levantarla y ella al negarse a recibir ayuda, comenzó a jalarla. Entre los gritos, no escuchaban que los ladridos de Pirata se acercaban rápidamente, y cuando Joel le estaba jalando del pelo, el perro se lanzó certero , derribándolo, para reacomodar sus mandíbulas alrededor del cuello de Joel, que mientras más intentaba alejarlo de su cuerpo, mas fuerte comprimía su tráquea y sus arterias, hasta que la sangre le inundó la garganta. Nohemí temía acercarse o huir, temía correr la misma suerte, se arrinconó en una esquina esperando lo peor.

Cuando Joel dejó de moverse, Pirata seguía respirando agitado, apresando el cuello, varios segundos pasaron hasta que abrió sus fauces y comenzó a lamerle las heridas, la sangre no dejaba de escurrir y el perro se quedó mirando y gemía, mientras con una pata le rascaba el pecho. Pirata volteó hacia Nohemí con el hocico ensangrentado y su pelaje salpicado de rojo, sumiso se acercó bajando la cabeza, como cuando lo castigaba de cachorro por alguna travesura. Ella estaba aterrada, no sabía lo que pasaría y temblaba de pánico al ver a su esposo muerto.

Pirata se acomodó lentamente a su lado, y comenzó a lamerle la mano.

Todavía vivir – Manuel Astur

Mientras estábamos de viaje unas golondrinas pusieron su nido en el alero del porche de casa y han nacido cuatro pajaritos que no paran de reclamar comida.

Cuando hace buen tiempo me tumbo a leer poesía bajo este nido hasta que me quedo dormido.

Ayer una de las golondrinas vino veloz al nido y como tantas otras veces soltó la presa en la boca de una cría pero en esta ocasión se le escapó y una mosca grande y negra cayó sobre las hojas blancas de mi libro de poemas chinos.

La mosca zumbó sorprendida

se frotó las alas y enseguida salió volando. Qué suerte la suya: todavía vivir, vivir todavía un día.

El descontento – Beatriz Serrano

Algunos libros se van integrando al rompecabezas de tu vida. Tal como la ridícula y publicitada familia no elegida, hay obras que se quedan en lo más profundo.

Llevaba tiempo acercándome a personajes oscuros, pero encontré la luz en esta novela de Beatriz Serrano, con una protagonista que es mi alma gemela. Marisa es empleada en una empresa de publicidad, que en realidad es como un mando medio de cualquier industria, incluyendo la medicina y la investigación. En ese cosmos se da cuenta o más bien siempre lo ha sabido, que es una mujer sensible, reflexiva e inteligente que, por gracia del espíritu santo -que se manifiesta corporeamente en el planeta tierra en la forma del capitalismo-, la va arrastrando por el camino del deber ser, envenenándola; y encuentra en youtube al santo grial que le permite ser un engrane mas, de una maquinaria estúpida y voraz, que lo único que hace es mantenerse a flote, al precio que sea.

Visto así haría pensar que, es otro de los robustos y aburridos ensayos anticapitalistas que leo. Pero no, es una novela hilarante, creativa, completamente vivencial, y por supuesto incisiva a más no poder. Deseas que no termine nunca, por dos motivos, tiene un final de redención lo cual la desinfla un poco, y en especial porque desearías tener a Marisa a tu lado, para seguir dialogando eternamente, y no a los bodrios con los que día a día el destino te obliga a convivir.

Frase robada – Adela Cortina

Nos hemos acostumbrado a creer que actuar racionalmente significa tratar de maximizar el beneficio sin más, a cualquier precio.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato — Obra póstuma | Poema — Soneto a las tentaciones alimentarias — Dan Russek | Reseña — Negro tal vez — Attila Veres | Frase Robada — Patricia Highsmith | Bonus track

Obra póstuma

Desde las cuatro de la madrugada observaba tirado en la cama, cómo la habitación se iluminaba, y el sol atravesaba la ventana para instalarse en el piso del dormitorio. Ya había perdido la cuenta de las noches en que, no lograba conciliar ese sueño profundo y reparador, que describía “como si no debiera nada”, ahora sentía que debía todo, y todas las noches, desde hacía tantas le estaban cobrando las facturas. Al menos en las últimas semanas, el motivo de sus desvelos ya no era el pasado, ese monolito inamovible que lo aplastaba; en esta ocasión la preocupación era el futuro, aquel del que tanto escribió y tantas gratificaciones le trajo, hoy lo tenía hundido en la cama y sus pensamientos. Desde que el suicidio fue germinando en su cerebro atormentado que, ni los fármacos, ni psicoanalistas lograban sosegar; desde entonces bucles nocturnos sobre el cómo debería darle fin a sus días, era un enigma indisoluble.

Hace menos de una década, nunca lo hubiera pensado, estaba en los cuernos de la luna, ganando todos los premios literarios posibles, y acarreando carretonadas de billetes, gracias a sus obras de ciencia ficción, a las cuales al principio nunca les fue muy bien, pero cuando el mundo comenzó a desquebrajarse, y por un periodo corto de tiempo, se transformó en un escritor de culto, casi profético. Pero hoy, después de esa fama efímera, y de que las IA creativas invadieran el mercado editorial, succionaron en segundos todas sus obras publicadas, borradores, archivos de embrionarias ideas, manuscritos inéditos, todo lo que hubiera cruzado a través de un chip de silicio fue digerido por este escritor virtual, que sólo se alimentaba de cantidades ingentes de agua y electricidad. Su nuevo doble digital, que por supuesto no se preocupaba de los leoninos acuerdos legales, y firmaba con un pseudónimo, publicó tres novelas distópicas, que le tomó menos de diez segundos en enviar a los editores, que también tenían alma de silicio, para que así, en menos de quince segundos las “leyeran” y determinaran su pertinencia en el mercado, y al pasar al departamento de analistas financieros, que está de más decirlo también residía en un servidor al otro lado del mundo, sugerían “encarecidamente” que, en la portada del libro se pusiera un sello dorado que indicara “escrito por la IA basada en al obra de J. V., ganador del premio Franz Kafka”, este mensaje ayudaría a atraer a un grupo cada vez más numeroso de lectores vintage. Esta sugerencia aunque arriesgada dejaba tranquilo a los directivos y accionistas de las casas editoriales, sabían que con las obras desarrolladas por IA creativas basadas en autor, los algoritmos de generación automática de reseñas y vídeos promocionales, serían más proclives a escribir opiniones positivas, con tinte humano, que seguían siendo nostálgicas y un buen gancho de venta.

Tirado en la cama, debatiéndose entre una pistola en el paladar, dosis letales de cianuro, atiborrarse de hongos tóxicos y alucinógenos, o dosis suprafisiológicas de una droga sintética que lo llevara a mundos sólo sintetizados por la IA de los cárteles de las drogas, ahí tumbado, esperando que al menos el deseo de morir se avivara, lo que menos le importaba era esa invasión tecnológica. El fue uno de los pocos que, logró un acuerdo para que sus obras generadas de manera sintética le otorgaran regalías, las cuales eran más que suficientes para vivir eternamente, porque ya se podía vivir eternamente. Lo que realmente le afectaba y lo había llevado a ese estado presuicida, era que sin excepción todos los temas abordados en sus novelas hace poco más de cien años, se fueron cumpliendo a cabalidad, casi sin fallo. Esa extraña coincidencia pasó desapercibida en sus primeras obras, pero conforme los sucesos iban aconteciendo, alguien, no siempre una inteligencia humana, encontraba uno de sus libros que décadas antes, relataba los sucesos con tanta precisión, que se volvían un éxito de ventas mundial, en segundos era traducido a todos los idiomas y dialectos, y en pocas horas estaba listo para su distribución digital.

El primer gran éxito fue un libro donde el gobierno americano, mandó destruir sus torres gemelas para evitar una crisis económica peor que la de 1929, la cual llevaría a China a detentar el poder global. A partir de ahí, y como una bola de nieve fueron apareciendo historias que en su momento llevaron una investigación formal por las agencias de inteligencia para saber si J. V. no contaba con alguna tecnología que lo transportara a través del tiempo, en especial cuando en otra de sus novelas, el presidente de Estados Unidos de Norteamérica decide leer, casi una obra de fantasía, toda la historia política de Latinoamérica y así obtener un manual para perpetuar infinitamente su segundo periodo presidencial, en todo el sentido de la palabra, ya que en el mismo libro se describen los avances tecnológicos de la inmortalidad. Por esta última obra lo invitaron a dirigir el departamento de innovación y vanguardia, cargo que no aceptó, y fue sustituido por una IA que a decir de todos, no lo hacía nada mal.

También tuvo sus descalabros, ese libro donde Israel perpetúa un atentado contra su propia gente, para así desatar una guerra intestina, que a la postre llevó a una tercera guerra mundial con tintes nucleares, permitiéndoles la dominación judía del mundo, que hasta ahí había acertado totalmente, pero el libro termina con el exterminio judío, ya que tras reproducirse continuamente en un grupo tan cerrado y genéticamente pobre, morían de malformaciones terribles. Lo que a él no se le ocurrió y en la realidad si pasó, es que crearon granjas de hombres y mujeres con variabilidad genética, que inseminaban, y así mantenían sus genes sanos.

Libro tras libro, proféticamente los sucesos acontecían, y conforme los éxitos editoriales se acumulaban, él se venía derrumbando, en lo profundo era un hombre místico, y al paso de los años llegó a considerar ciertamente que tenía el don de diseñar el futuro, lo cual lo aterraba, decenas de libros que dibujaban el marco mundial, era algo con lo que no quería lidiar más, pero antes de irse intentaría redimirse.

Esa mañana lo había decidido, buscaba un plan a prueba de fallos, tras meditarlo mucho, concluyó que el viejo método de lanzarse de un edificio al vacío era infalible, no deseaba que intentaran resucitarlo in silico. Así que, mientras el sol acariciaba sus cobijas, indicándole que era medio día, se levantó, caminó hasta la cocina, se sirvió un poco de vino, a modo de ultimo alimento, salió a la terraza del pent house y se lanzó. Le tomó 5.3 segundos impactarse en la acera.

Durante las investigaciones, encontraron una novela escrita a mano, de la que nadie tenía conocimiento, más de dos mil hojas, titulada “Obra póstuma”, con indicaciones para que lo hicieran llegar a su editor. La obra describía como tras una debacle económica generada por el desastre ecológico, el mundo colapsaba, culpando a la inteligencia artificial por haber tomado esos errores tácticos, se dictaminó su ejecución, desenchufándola, suceso que además era demasiado sencillo para no haberlo pensado antes. Tras pedirle a un ser humano que lo transcribiera, y dieciocho segundos en los diversos departamentos de la compañía editorial, decidieron que no sería publicado, ya que infringía los acuerdos legales, en los que se indicaba que las obras amparadas en el acuerdo, tendrían que ser escritas originalmente en medios digitales, una clausula en letras muy pequeñas que les permitió destruir el original y borrarlo permanentemente de todos sus servidores.

No se fuese a filtrar, tal como decía en el capítulo final, y fuese el principio del fin.

Soneto a las tentaciones alimentarias — Dan Russek

El gastronómico placer anima la harina que en pastel adquiere forma. Tu libera de toda forzada horma el vivir que el antojo tanto estima.

No sea causa de ninguna muina ni comida chatarra que deforma ni azúcar demasiada que transforma tu figura contenta en triste ruina.

No sea causa: disfruta el momento. Tu doctor tal vez te advierta, severo, haz ejercicio y tu dieta reforma,

pero el Buda sonríe: el alimento aprecia en su transcurso pasajero. Que el sabor sea del sabio la norma.

Negro tal vez — Attila Veres

Por diversos motivos, particularmente mi enciclopédica ignorancia, no he tenido acercamiento a escritores de Hungría, pero esta primera toma de contacto fue increíble. Ya Attila Veres había sorprendido a sus paisanos con su primera novela “Un exterior más oscuro”, en esta ocasión “Negro tal vez” es una gran antología de cuentos de terror, prologada prodigiosamente por Mariana Enriquez, quien contextualiza la obra y analiza los cuentos que la conforman, dotándole de un marco referencial que aunque extenso, es pertinente.

Pasando a los cuentos, lo primero que salta a la vista, es su extravagancia, se trasmina entres sus historias que arrancan sentimientos mórbidos ocultos por la literatura hegemónica y local de terror. Por lo que, ese desagradable revolcadero de emociones es adictivo, con sucesos inesperados, que refrescan y enriquecen un género literario complejo.

Como cualquier obra, sus imperfecciones la dotan de humanidad, y aquí tal tropiezo se da en la pérdida de fuerza al final del libro, ya que los últimos cuentos son menos intensos que los de arranque, falta no fatal, pero si se percibe el cambio de ritmo.

En resumen una estupenda compilación, para desvelarnos un par de noches.

Frase robada — Patricia Highsmith

Supongo que el destino del hombre es perseguir lo inexistente.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato – Medio muerto | Poema – Amistad – Jośe Emilio Pacheco | Reseña – Estambul – Orhan Pamuk | Frase Robada – Attila Veres | Bonus track

Medio muerto

No sé cuando comencé a morirme por que ha sido a pedazos, al menos eso creo. También creo que la gente no se ha dado cuenta, tal vez dos o tres personas que, sencillamente me ven diferente, “algo triste”. La vida me ha enseñado a ser inseguro, pero ahora la muerte me arropa, y estoy seguro de que, no falta mucho para estar completamente muerto. Es una situación extraña, saber que estoy muriendo y tener certidumbre de ello.

Me gustaría aclarar que no me estoy poniendo en modo existencialista de Tiktok, no me refiero al hecho obvio pero intrascendente de que, estamos muriendo desde que nacemos, y menos aún hago alusión al pueril carpe diem.

Rascando en mis recuerdos, la memoria me remonta a varias semanas atrás, cuando pensé que el trabajo y la rutina -que son casi lo mismo, y tienen los mismos efectos- me habían rebasado por la derecha, impidiéndome salir de un bucle de cansancio y desasosiego. Así que, un fin de semana con mis amiguitos hippies, acampando en el bosque, lo que me pareció la oportunidad ideal, para parecer feliz, al menos en la pantalla del teléfono. En esa ocasión no pensé que estaba muriendo, sólo se me hizo un poco extraño lo sucedido. Estábamos sentados alrededor de la fogata quejándonos de las mismas cosas por las que nunca hacemos algo, y me ofrecieron repelente para mosquitos, debo aclarar que tengo el súper poder de atraer hordas de mosquitos hambrientos, así que, al responder que no lo necesitaba, todos se sorprendieron. Efectivamente los moscos que, eran más insistentes que un vendedor telefónico, a mí me ignoraban por completo, como si no existiera. A la mañana siguiente, cuando más de uno se quejaba de las ronchas propinadas por el ataque masivo de los dípteros, yo confirmaba mi inmunidad, ingenuamente creí que era un vaticinio de que mi perenne mala suerte, estaba cambiando para bien.

A los pocos días nos pidieron -como si eso se pidiera- trabajar horas extras en la oficina. Lo mismo de siempre, a algún jefe se le había olvidado una fecha de entrega y ahora toda la oficina tenía que sacar adelante la contingencia. Ya cerca de media noche, fui el último en terminar “mi” trabajo, a modo de premio y para cumplir con las incorruptibles normas de seguridad, tuve que salir por la puerta de servicio del edificio, situación que me desagrada muchísimo, no por ser la peor manera de terminar una inhumana jornada de trabajo, sino porque siempre hay ratas en los contenedores de basura, me aterra cuando corren al escuchar los pasos de quienes invadimos su horario, y accidentalmente alguna te pasa por encima de los zapatos. Para evitar ese potencial incidente trato de pisar fuerte, haciendo ruido y tarareando la primera canción que venga a mi mente. Todo indicaba que mi ritual funcionaba, cuando a lo lejos, tres ratas discutían encarnizadamente por la patria potestad de un hueso de pollo, intensifiqué mis cantos paganos, pero las ratas persistían en su trifulca culinaria, con todo el ruido que pude continué acercándome, caí en cuenta que ignoraban mi presencia, ni siquiera la notaban, me quedé observando el conflicto a escasos centímetros, y azoté con fuerza la suela de mis zapatos en el piso, y no ocurrió nada. Presa del cansancio, de la frustración o de la vida, patee con fuerza a la rata más gorda que detentaba la mayor parte del hueso, y las otras salieron corriendo despavoridas. Yo no pude escapar, pero estaba temblando en medio de la calle, muy asustado, en ese momento no sabía que me estaba muriendo, pero algo estaba pasando. Le conté el episodio a mi hermano por mensaje de texto y me respondió, “no me sorprende que te ignoren, eres insufrible jajajaja”.

A partir de ese momento comenzó mi paranoia por intentar entender lo que me ocurría, crédulamente llegué a pensar que era una especie de poder especial, aunque como siempre, el destino me pondría en el lugar que me merezco. Ahora de manera intencionada decidí ir a una de esas tiendas de mascotas en las plazas comerciales, y la situación fue de lo más incomprensible, para los perros y gatos, yo era otro ser humano con capacidad de liberarlos, y se acercaban cuando metía la mano en sus jaulas; para los pericos y canarios mi presencia no les afectaba en lo más mínimo, incluso cuando aplaudí para espantarlas, ni se inmutaron, solo obtuve miradas reprobatorias a mi alrededor.

Las deudas y las horas extras, ayudaron a olvidarme un poco de la situación, pero apenas pagué el saldo mínimo de la tarjeta de crédito, junté toda la ropa sucia que no podía poner en la lavadora que, se descompuso antes que la liquidara, y fui a casa de mi madre. Mientras mis prendas se enjuagaban, enjabonaban y suavizaban, ella me contaba los detalles familiares que no aparecían en las redes sociales. Pedimos algo de comer al único restaurante que satisfacía las rígidas exigencias del paladar de mi progenitora, y cuando regresó con la bolsa de comida, entró con Epifania, su vieja gata, que es casi igual o un poco más convenenciera que yo, así que nos entendíamos a la perfección, pero al intentar cargarla para acariciarla como los cómplices que eramos, soltó un maullido tétrico, y un zarpazo atinado que requirió alcohol y una bandita adhesiva. Epifania no dejaba de verme erizada, y maullaba amenazante, se mantuvo debajo del sillón atenta; mi madre argumentó que seguramente eran las envidias del trabajo, “los gatos son muy sensibles a esas vibras”.

El acabose fue al día siguiente, pasaba por el parque camino al súper mercado de descuento, y los perros aullaban con tristeza al pasar por su camino, y si alguno se cruzaba en mi paso, buscaba escapar, mientras sus dueños asombrados se excusaban. Por supuesto lo que ocurría no era ninguna especie de don divino, solo podría ser un mal augurio. La mañana en que cientos de moscas tapizaban el techo de mi departamento, llamé al médico para una cita, esas moscas eran la versión precarizada de los cuervos sobrevolando un muerto.

Salvo el cansancio excesivo y la pérdida de peso, ya que por motivos de tiempo no le dio oportunidad de examinarme, el médico no encontró nada anormal, me pidió una serie de estudios de sangre y algunas radiografías; cuando repitieron varias veces y en diversas posiciones los rayos X del tórax, sabía que mis hipótesis eran correctas.

Y aunque el médico, siempre mirando para otro lado que estuviera lejos de mis ojos, me decía que la quimioterapia era muy buena opción, sabía que ya estaba medio muerto.

Amistad – Jośe Emilio Pacheco

No lo tomes a ofensa: Ya me voy. Ya nunca más conversaremos. Termina Un vínculo tan frágil como el amor: la amistad Que nunca es un proceso, sino un instante.

Y nada te reprocho. Te agradezco Lo que aprendí, lo que debo. Jamás traicionare esa memoria.

Por desgracia el viaje en común Llegó hasta aquí y cada uno Baja del Metro en la estación que le toca.

Estambul – Orhan Pamuk

Así como las telenovelas mexicanas tuvieron un boom internacional a finales del siglo pasado, ahora los turcos han invadido nuestras pantallas, con los mismos dramas, pero en escenarios exóticos, o al menos con actores que nos lo parecen.

Por lo que la obra autobiográfica de Orhan Pamuk, satisface ese interés de conocer más detalles de una cultura que como un crisol, da para muchos relatos interesantes.

La novela ademas de excesivamente amplia, tiene una trama endeble, ya que intenta ser una relatoría cronológica, con algunos sucesos relevantes que buscan mantener la atención del lector; el único conflicto es la diatriba formativa del personaje principal que, desea ser pintor, y la rígida sociedad que se conjura para evitarlo, y en las últimas páginas decide que su gran amor son las letras. Demostrando que su vocación es tan imperfecta como su obra. Salvo que haya un particular interés por conocer Estambul bajo una visión nostálgica, motivación difícil de justificar, entonces es muy probable que se aburran profundamente, deseando que dejaran al hombre ser pintor.

Frase robada – Attila Veres

Mi madre tenía las expectativas altas y los elogios escasos.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.