Mi perra vida temporada 2025, episodio 25.

Relato — Obra póstuma | Poema — Soneto a las tentaciones alimentarias — Dan Russek | Reseña — Negro tal vez — Attila Veres | Frase Robada — Patricia Highsmith | Bonus track

Obra póstuma

Desde las cuatro de la madrugada observaba tirado en la cama, cómo la habitación se iluminaba, y el sol atravesaba la ventana para instalarse en el piso del dormitorio. Ya había perdido la cuenta de las noches en que, no lograba conciliar ese sueño profundo y reparador, que describía “como si no debiera nada”, ahora sentía que debía todo, y todas las noches, desde hacía tantas le estaban cobrando las facturas. Al menos en las últimas semanas, el motivo de sus desvelos ya no era el pasado, ese monolito inamovible que lo aplastaba; en esta ocasión la preocupación era el futuro, aquel del que tanto escribió y tantas gratificaciones le trajo, hoy lo tenía hundido en la cama y sus pensamientos. Desde que el suicidio fue germinando en su cerebro atormentado que, ni los fármacos, ni psicoanalistas lograban sosegar; desde entonces bucles nocturnos sobre el cómo debería darle fin a sus días, era un enigma indisoluble.

Hace menos de una década, nunca lo hubiera pensado, estaba en los cuernos de la luna, ganando todos los premios literarios posibles, y acarreando carretonadas de billetes, gracias a sus obras de ciencia ficción, a las cuales al principio nunca les fue muy bien, pero cuando el mundo comenzó a desquebrajarse, y por un periodo corto de tiempo, se transformó en un escritor de culto, casi profético. Pero hoy, después de esa fama efímera, y de que las IA creativas invadieran el mercado editorial, succionaron en segundos todas sus obras publicadas, borradores, archivos de embrionarias ideas, manuscritos inéditos, todo lo que hubiera cruzado a través de un chip de silicio fue digerido por este escritor virtual, que sólo se alimentaba de cantidades ingentes de agua y electricidad. Su nuevo doble digital, que por supuesto no se preocupaba de los leoninos acuerdos legales, y firmaba con un pseudónimo, publicó tres novelas distópicas, que le tomó menos de diez segundos en enviar a los editores, que también tenían alma de silicio, para que así, en menos de quince segundos las “leyeran” y determinaran su pertinencia en el mercado, y al pasar al departamento de analistas financieros, que está de más decirlo también residía en un servidor al otro lado del mundo, sugerían “encarecidamente” que, en la portada del libro se pusiera un sello dorado que indicara “escrito por la IA basada en al obra de J. V., ganador del premio Franz Kafka”, este mensaje ayudaría a atraer a un grupo cada vez más numeroso de lectores vintage. Esta sugerencia aunque arriesgada dejaba tranquilo a los directivos y accionistas de las casas editoriales, sabían que con las obras desarrolladas por IA creativas basadas en autor, los algoritmos de generación automática de reseñas y vídeos promocionales, serían más proclives a escribir opiniones positivas, con tinte humano, que seguían siendo nostálgicas y un buen gancho de venta.

Tirado en la cama, debatiéndose entre una pistola en el paladar, dosis letales de cianuro, atiborrarse de hongos tóxicos y alucinógenos, o dosis suprafisiológicas de una droga sintética que lo llevara a mundos sólo sintetizados por la IA de los cárteles de las drogas, ahí tumbado, esperando que al menos el deseo de morir se avivara, lo que menos le importaba era esa invasión tecnológica. El fue uno de los pocos que, logró un acuerdo para que sus obras generadas de manera sintética le otorgaran regalías, las cuales eran más que suficientes para vivir eternamente, porque ya se podía vivir eternamente. Lo que realmente le afectaba y lo había llevado a ese estado presuicida, era que sin excepción todos los temas abordados en sus novelas hace poco más de cien años, se fueron cumpliendo a cabalidad, casi sin fallo. Esa extraña coincidencia pasó desapercibida en sus primeras obras, pero conforme los sucesos iban aconteciendo, alguien, no siempre una inteligencia humana, encontraba uno de sus libros que décadas antes, relataba los sucesos con tanta precisión, que se volvían un éxito de ventas mundial, en segundos era traducido a todos los idiomas y dialectos, y en pocas horas estaba listo para su distribución digital.

El primer gran éxito fue un libro donde el gobierno americano, mandó destruir sus torres gemelas para evitar una crisis económica peor que la de 1929, la cual llevaría a China a detentar el poder global. A partir de ahí, y como una bola de nieve fueron apareciendo historias que en su momento llevaron una investigación formal por las agencias de inteligencia para saber si J. V. no contaba con alguna tecnología que lo transportara a través del tiempo, en especial cuando en otra de sus novelas, el presidente de Estados Unidos de Norteamérica decide leer, casi una obra de fantasía, toda la historia política de Latinoamérica y así obtener un manual para perpetuar infinitamente su segundo periodo presidencial, en todo el sentido de la palabra, ya que en el mismo libro se describen los avances tecnológicos de la inmortalidad. Por esta última obra lo invitaron a dirigir el departamento de innovación y vanguardia, cargo que no aceptó, y fue sustituido por una IA que a decir de todos, no lo hacía nada mal.

También tuvo sus descalabros, ese libro donde Israel perpetúa un atentado contra su propia gente, para así desatar una guerra intestina, que a la postre llevó a una tercera guerra mundial con tintes nucleares, permitiéndoles la dominación judía del mundo, que hasta ahí había acertado totalmente, pero el libro termina con el exterminio judío, ya que tras reproducirse continuamente en un grupo tan cerrado y genéticamente pobre, morían de malformaciones terribles. Lo que a él no se le ocurrió y en la realidad si pasó, es que crearon granjas de hombres y mujeres con variabilidad genética, que inseminaban, y así mantenían sus genes sanos.

Libro tras libro, proféticamente los sucesos acontecían, y conforme los éxitos editoriales se acumulaban, él se venía derrumbando, en lo profundo era un hombre místico, y al paso de los años llegó a considerar ciertamente que tenía el don de diseñar el futuro, lo cual lo aterraba, decenas de libros que dibujaban el marco mundial, era algo con lo que no quería lidiar más, pero antes de irse intentaría redimirse.

Esa mañana lo había decidido, buscaba un plan a prueba de fallos, tras meditarlo mucho, concluyó que el viejo método de lanzarse de un edificio al vacío era infalible, no deseaba que intentaran resucitarlo in silico. Así que, mientras el sol acariciaba sus cobijas, indicándole que era medio día, se levantó, caminó hasta la cocina, se sirvió un poco de vino, a modo de ultimo alimento, salió a la terraza del pent house y se lanzó. Le tomó 5.3 segundos impactarse en la acera.

Durante las investigaciones, encontraron una novela escrita a mano, de la que nadie tenía conocimiento, más de dos mil hojas, titulada “Obra póstuma”, con indicaciones para que lo hicieran llegar a su editor. La obra describía como tras una debacle económica generada por el desastre ecológico, el mundo colapsaba, culpando a la inteligencia artificial por haber tomado esos errores tácticos, se dictaminó su ejecución, desenchufándola, suceso que además era demasiado sencillo para no haberlo pensado antes. Tras pedirle a un ser humano que lo transcribiera, y dieciocho segundos en los diversos departamentos de la compañía editorial, decidieron que no sería publicado, ya que infringía los acuerdos legales, en los que se indicaba que las obras amparadas en el acuerdo, tendrían que ser escritas originalmente en medios digitales, una clausula en letras muy pequeñas que les permitió destruir el original y borrarlo permanentemente de todos sus servidores.

No se fuese a filtrar, tal como decía en el capítulo final, y fuese el principio del fin.

Soneto a las tentaciones alimentarias — Dan Russek

El gastronómico placer anima la harina que en pastel adquiere forma. Tu libera de toda forzada horma el vivir que el antojo tanto estima.

No sea causa de ninguna muina ni comida chatarra que deforma ni azúcar demasiada que transforma tu figura contenta en triste ruina.

No sea causa: disfruta el momento. Tu doctor tal vez te advierta, severo, haz ejercicio y tu dieta reforma,

pero el Buda sonríe: el alimento aprecia en su transcurso pasajero. Que el sabor sea del sabio la norma.

Negro tal vez — Attila Veres

Por diversos motivos, particularmente mi enciclopédica ignorancia, no he tenido acercamiento a escritores de Hungría, pero esta primera toma de contacto fue increíble. Ya Attila Veres había sorprendido a sus paisanos con su primera novela “Un exterior más oscuro”, en esta ocasión “Negro tal vez” es una gran antología de cuentos de terror, prologada prodigiosamente por Mariana Enriquez, quien contextualiza la obra y analiza los cuentos que la conforman, dotándole de un marco referencial que aunque extenso, es pertinente.

Pasando a los cuentos, lo primero que salta a la vista, es su extravagancia, se trasmina entres sus historias que arrancan sentimientos mórbidos ocultos por la literatura hegemónica y local de terror. Por lo que, ese desagradable revolcadero de emociones es adictivo, con sucesos inesperados, que refrescan y enriquecen un género literario complejo.

Como cualquier obra, sus imperfecciones la dotan de humanidad, y aquí tal tropiezo se da en la pérdida de fuerza al final del libro, ya que los últimos cuentos son menos intensos que los de arranque, falta no fatal, pero si se percibe el cambio de ritmo.

En resumen una estupenda compilación, para desvelarnos un par de noches.

Frase robada — Patricia Highsmith

Supongo que el destino del hombre es perseguir lo inexistente.

Bonus track

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.