Edhelrain

Diario de un Elfo Errante

Hace dos años por estas fechas acababa de volver a Madrid. Habíamos terminado una relación de cinco años; había dejado mi trabajo sin saber cuándo encontraría otro; y había vuelto a mi pequeño piso en un barrio agobiante, en pleno crudo invierno madrileño. Y la primera noche que dormí otra vez en el piso, con las paredes cayéndoseme encima, los aguaceros rompieron el tejado y empezó a caer agua del techo en mi propia habitación.

Dos años después: lo crudo del invierno palmero ha sido hasta ahora bajar a 17 grados por las noches, y no poder ir mucho a la playa en un par de semanas. Salgo de trabajar a las cuatro o a la una, según el día; tengo una terraza con vistas al paraíso; y la situación de ansiedad que anduve sufriendo durante muchos años (causada sobre todo por el trabajo, aunque no solo) ha mejorado de forma radical.

Para pasar de un invierno a otro he tenido que arriesgar en múltiples frentes: lanzarme al vacío en el tema laboral, rebajar mucho mis expectativas económicas, sacrificar buena parte de mi vida social yéndome a vivir a un lugar desconocido... pero el resultado ha sido indudablemente positivo, y estoy muy orgulloso de haberme atrevido a ello.

“¿Y de ahí a dónde iré? No podría decirlo”, cantaba el viejo Bilbo. Seguiré con seguridad otros seis meses en la isla (una Bajada Lustral me espera), y en ese momento, como tenía planeado, evaluaré si seguir aquí o probar otras costas.

Pero sea donde sea, espero que los inviernos sean como poco igual de luminosos que aquí.

Iluminación con drones en el cielo, formando una campana multicolor

Hace poco, alguien me preguntó si seguía “en luna de miel” con la isla. ¡Gran pregunta! Y, como todas las grandes preguntas, no tiene respuesta fácil.

Porque la verdad es que me sigue pareciendo un lugar maravilloso, tranquilo, estéticamente impresionante, de clima genial y calidad de vida abrumadora. Para quienes tenemos la suerte de poder trabajar donde queramos, se me ocurren pocos sitios mejores.

(Cómo se veía en todo este párrafo que venía un “Pero”, ¿verdad? Las reglas de la narrativa es lo que tienen!)

SIN EMBARGO (esquivando el “pero”): si sólo os escribiera aquí de lo bonito que es todo, las actividades que hago y lo bien que lo paso (y estoy haciendo muuchas cosas que no os estoy contando: el Encuentro Canario de Senderistas, que fue brutal; el encendido de luces de Navidad de ayer con un espectáculo de drones como no había visto nunca; recorridos por Santa Cruz para “mapear” la ciudad, que me descubren rincones increíbles; escapadas a otras islas -por ahora sólo a las grandes, pero el año que viene tengo que empezar con las pequeñas-; conciertos de rock, de jazz, de folklore argentino...), pues decía, si sólo hablara de esto, estaría convirtiendo este blog en un perfil de Instagram, y tampoco es esa la idea.

Foto de un paisaje de montaña muy escarpado, roca volcánica y matorrales, en el medio grandes barrancos y montañas quebradas, y al fondo el mar

Así que hoy vamos a hablar de las curvas, de las que esta isla no escasea.

Una de vosotras me hizo el comentario más atinado de la historia de los comentarios: “Igual alguna próxima entrega puedes dedicarla a cómo se hacen amigos de adulto, que es un temazo”. Je, je, je. Je. Vale, digamos que está claro que ese es el punto flaco de esta experiencia. Pero no se lo voy a achacar a la isla, ni a los isleños (a pesar de que corra el rumor de que La Palma es un “manicomio sin techo”), ni a la poca población. La realidad es que, al menos para determinadas personas, como bien comentaba esta chica, “hacer amigos de adulto”, en un sitio totalmente nuevo, es difícil. Y en parte es normal: todo el mundo tiene su vida hecha, e introducirte de repente en la vida de otros supone pedirles un esfuerzo que no tienen por qué querer hacer. Y eh, la gente es maja: he conocido a muchas personas muy agradables en el club de senderismo, el gimnasio, el club de lectura, la cooperativa... Pero dar ese otro paso es más complejo. Quizás debería intentarlo en los ámbitos donde la gente está tan perdida como yo (grupos de “nómadas digitales”, por ejemplo), pero no sé si es lo que más me apetece. O simplemente tomarlo con calma (a la canaria), que seis meses tampoco es tanto tiempo. En cualquier caso, sigo teniendo mis relaciones “virtuales”, mis redes, mis videollamadas, y un montón de cosas de las que disfrutar, sólo limitadas por la falta de tiempo. ¡No me quejo! Pero sí, es un tema que está ahí.

Otra “curva”, más específica, esta sí, de la “canariedad”... aunque Canarias es aquí más víctima que victimaria: descubrí con asombro al principio y estupor después que el 90% de las tiendas online, desde Amazon hasta El Corte Inglés, no hacen entregas a Canarias. Muchas de ellas te permiten realizar toda la preparación del pedido, y cuando llegas a lo de poner el código postal, te dicen “Lo sentimos, esa dirección está fuera de nuestra área de reparto”. Y así te quedas. Por temas de aduanas, por costes o por lo que sea (por costes sería una gilipollez: cóbrame más si hace falta, pero dame la opción, ¿no?), Canarias está virtualmente fuera del mundo de los envíos online. Tanto es así que han surgido empresas cuya función es la de hacer los pedidos por ti, recibirlos en Madrid, y reenviártelos a Canarias por un pequeño coste adicional.

Y claro, si además vives en una isla pequeña, el problema es doble. ¿Quieres un nuevo ereader? Olvídate: ni Kobo ni Pocketbook te lo envían. Vete a Tenerife a buscar un MediaMarkt, o al FNAC de Las Palmas. Y bueno, lo de la isla pequeña pues es comprensible. Pero lo otro... Tolkien decía que las “Islas Mágicas”, situadas en el camino al Oeste, estaban rodeadas de nieblas y sombras fantasmagóricas que impedían a los viajeros atravesarlas. Quizás esto es lo que afecte a las compañías de reparto. (Aunque Correos no tiene problema ninguno con sus envíos propios... será que tienen externalizado un silmaril) (lo siento, chiste del “Deep Tolkien”)

Un burrito asomando su cabeza por una cerca, protegido por una valla metálica; lo más adorable que os podáis imaginar

Otros detalles “cúrvicos”: ¡esto está lejos! Vale, no era algo que no supiera. Pero cuando quieres intentar cuadrar un fin de semana en Bilbao, o volver desde la EstelCon en Tarragona hasta tu isla (spoiler: imposible hacerlo en 24 horas; tuve que pillar hotel en Tenerife para hacer noche), pues te vas dando cuenta. Los horarios de los aviones no siempre ayudan, y los ferries, pues bueno, te valen si quieres tomarlos como una experiencia en sí misma, pero muy prácticos no son. En cualquier caso, esto es cosa de habituarse, y de restringir los viajes a los más imprescindibles. De hecho ahora tocan unos días navideños entre Madrid y Bilbao: ¡habrá que aprovecharlos, que no sabemos cuándo habrá otros! :–)

Y a ver, realmente, si me pongo a pensar en más “contratiempos”, la verdad es que me cuesta, y tengo que rebuscar. Que es imposible encontrar pan bueno (estoy intentando volver a hacerme amigo de Iban Yarza), que hay muy poco cine de estreno, y menos aún en versión original... Pero sí: comparado con la miriada de cosas buenas, el balance sigue siendo extremadamente positivo.

Y en todo caso, si alguna vez surgen dudas, la isla te ofrece cosas como esta...

Foto de un intenso arcoiris sobre las casas de delante, con unas montañas nubladas detrás, pero en plena ciudad

¿Qué hace un elfo de vacaciones?

Bueno, depende dónde esté, claro. Por ejemplo, si vive en Madrid, normalmente lo que hará será huir. (Hubo un año que decidí no ir a ningún sitio, y “disfrutar Madrid” durante esa quincena. Los días superaban los 35 grados, y no bajaba de 30 hasta bien entrada la noche; poner un pie en la calle te arriesgaba a morir calcinado, y en casa tenías que pasar el día a oscuras, con todo cerrado, para no dejar entrar “la flama”. No lo hagáis, niños)

Foto de un paisaje selvático, verde por todas partes, helechos y pinos, y un caminito que corre por una ladera

Pero ¿y si el elfo está en una de las Islas Mágicas? Pues entonces quedarse en ella sí es una gran opción, y es la que he tomado. Reconozco que he aprovechado un par de estos días para “adultear” (limpiezas varias, y “batch-cooking”, que en un dialecto bárbaro de las Islas del Norte viene a querer decir “hacer mil tapers para congelar”). Pero el resto de esta primera semana...

  • Me dediqué a la arqueología. Fui a los dos parques arqueológicos principales de la isla; en el primero, Belmaco, estaban algunos de los mejores ejemplares de petroglifos de La Palma (de hecho, Belmaco fue el primer sitio donde se descubrieron). ¿Qué son los petroglifos? Grabados en piedra, normalmente con formas geométricas, y cuyo significado está totalmente perdido (se cree que podrían tener propósitos rituales, pero claro, ¿qué no los tienen?). En el segundo, El Tendal, se explicaba muy bien todo lo que se sabe sobre los guanches (que no es demasiado, lamentablemente), y se podía ver alguna de las cuevas en las que vivían (no sé si me leerá determinado arqueólogo castellano, pero sí, vivían en cuevas). Y terminé también pasando por el Museo Arqueológico Benahoarita (Benahoare era como llamaban a la isla antes de la conquista), pero están de reformas y estaba casi todo cerrado (dicen que a ver si para marzo o así...). Todo muy ilustrativo; si os interesa, un día recopilo lo que sabemos de los guanches.

Foto de varias rocas en las que se pueden ver, desvaídos pero claramente visibles, formas geométricas en espiral grabadas en la piedra

  • Fui de excursiones con el club de senderismo por el norte de la isla: la “ruta de los molinos de Garafía”, tranquilita pero instructiva, y un paseo por Barlovento, pasando por un puerto natural, un faro y terminando en las increíbles piscinas naturales de La Fajana. De camino vimos una partida de autóctono intentando capturar a un chivato que se había escapado de su cautiverio, para devolverlo a la celda (con poco éxito, el chivato se consiguió escurrir de sus perseguidores y ocultarse en una quebrada). Ah, “chivato” es como llaman al macho cabrío, de nada.

Foto de un molino antiguo, de madera, en aspecto ruinoso; las aspas no están, pero sí se ven los mástiles que las sujetaban. De fondo, un cielo azul limpísimo

  • Fui de conciertos; estaba uno de los días en casa, cuando empiezo a escuchar a unos músicos haciendo pruebas de sonido en la plaza del barrio, así que allá me fui. Era Yul Ballesteros con su proyecto “Islazz”, en el que fusiona el jazz y la música tradicional canaria. Absolutamente flipante. Aquí una muestra, la canción que dedican a la isla de La Palma. Y hoy toca otro concierto, en Los Cancajos, una revisión de temas de música argentina. ¡A ver qué tal!

  • Y esas cosas que haces cuando tienes tiempo: me terminé un par de libros (Circe, una mirada en clave feminista de varias historias de la mitología griega, y Persépolis, un cómic flipante (divertido y también estremecedor) sobre la Revolución Islámica de Irán (que sirve para el Irán de nuestros días, por desgracia), y fui al cine (“Robot Salvaje”, la última de Dreamworks; muy bonita, y por lo que me dicen gusta mucho a los niños!). Y en casa vi varias películas también, que es lo que tiene vivir en la Era de las Plataformas. (El Milagro de la Calle 34, Veredicto Final, y La Naranja Mecánica; no me podréis acusar de falta de eclecticismo!!!)

Imagen de la manifestación; se ven unas cuarenta personas, con varias banderas y eslógans. En primer plano, una pancarta que dice "PROYECTOS ESTRUCTURANTES - VIVIENDAS PARA LA GENTE"

  • Como detalle, fui a una manifestación: #CanariasTieneUnLímite, para exigir un cambio de modelo turístico que frene el empobrecimiento de las islas (cuantos más turistas llegan, más pobres son los ciudadanos, como se ha visto en estas décadas, porque el dinero no se queda aquí, pero el encarecimiento de la vida, la escasez de agua, la subida de las viviendas... eso sí se queda, me temo). Que está muy bien disfrutar de vivir en esta tierra, pero también hay que mojarse para defenderla.

¡Y aún me queda una semana! Tengo varias excursiones programadas (es el Encuentro Insular de Senderistas, y recordemos que La Palma es esa isla con más de 1000 kilómetros de senderos señalizados) y algunas otras ideas. ¡Ya os iré contando!

Y un último detalle. Ya visteis que este blog, de sencillo que es, no tiene comentarios. En parte está hecho a propósito, porque los comentarios de las páginas web en esta época nuestra tienden a convertirse en lugares de los que huir.

Pero, como muchos ya habéis hecho, si me queréis comentar cualquier cosa, basta con que respondáis a este mensaje y me llegará lo que me digáis, gracias a un nuevo protocolo de comunicación asíncrona en formato textual conocido comúnmente como “email” :-D

Y es que estamos en una época de volver a lo tradicional, también en las comunicaciones. Muy élfico igualmente, ¿no? :-D

Foto de una costa escarpada, con un faro al fondo, cielo nublado, y el agua que rompe sobre a lenguas de basalto volcánico, muy espectacular y a la vez calmado

Ya dije al principio del diario que no iba a preocuparme por escribir más o menos, ni mantener una regularidad. Pero es verdad que ya empieza a haber gente que se pregunta si sigo vivo o me he caído por el Tajogaite, así que quizás sea un buen momento para volver a contaros cositas. Claro que en realidad hay otra razón para animarme a escribir: ESTOY DE VACACIONES. No había cogido más que unos pocos días en todo el año, así que ¡quince días para explorar la isla! ¡Ya os contaré (espero XD)!

Foto de una copa de vino tinto medio vaciada, sobre una terraza en la calle, y al fondo, árboles tropicales y un cielo semi nublado, todo ello en un ambiente muy veraniego

La cosa es que mi buen amigo dalnio Martín me había mandado hace un tiempo unas cuantas preguntas. Entiendo que vivir en una isla que tiene la superficie de Antequera, y en una ciudad con la población de Palau-Solità i Plegamans, genera preguntas. Y dado que en estos cuatro meses aún no me he cansado de ella y por ahora no veo que vaya a ocurrir, respondamos alguna de ellas.

Me pregunta Martín si en una isla así uno se siente “aislado” (je, je), en el sentido de encerrado. Bueno... Supongo que va por personas. Yo, en concreto, no. Es verdad que no puedo coger el coche y, después de diez horas, aparecer en un país distinto. Pero claro, tampoco podía en Madrid, es lo que tiene no tener coche (ni carnet). Para moverme “lejos” siempre dependí de otra persona (habitualmente, conductores de transportes públicos). Así que aquí es lo mismo, sólo que cambiando el autobús por el avión o el ferry. Tardo más, eso sí. Pero vivo con ello.

También cambian las expectativas. ¿Me gustaría poder pasar más por Extremadura o por Galicia? Sí, efectivamente. ¿Me lo compensa el pasar cada día aquí? Sí, con mucho. Así que, ajustas tus expectativas, asumes los compromisos, y al menos en mi caso, funciona perfectamente. Habrá en quien no, desde luego. Las elecciones vitales son siempre algo personal.

Y por ahora, tengo muchísimas cosas que quiero hacer en la isla y que aún no he hecho (espero ir tachando algunos bullets estos días). Si en algún momento “se me acaban” las cosas que descubrir, pues ya hablaremos. Pero algunas ya sabéis que para mí la geografía es fractal: por muy pequeño que sea un sitio, siempre tendrá rincones y aspectos interesantes. Y si se acaba la geografía, podemos acudir a lo que decía Chesterton: “La verdad es que el viajero, por naturaleza, es una persona superficial. Vuela por todo el mundo buscando lo que podría encontrar al lado. Lo más extraordinario del mundo es un hombre ordinario, una mujer ordinaria y sus hijos ordinarios.” Así que no: tengo mucho espacio para sentirme encerrado!

Foto mía desde lejos, sentado en unas rocas en la cima de un monte, mirando al infinito, con un mar de nubes a mis pies

Me pregunta también por el clima. Bueno, cuando lleve un año podré hablar con más conocimiento de causa, pero se supone que La Palma es una de las islas con más agua de Canarias... sólo que esto no significa “mucha agua”. Cada vez llueve menos (ha llovido bien unas tres veces en estos cuatro meses), la plantación masiva de plátanos desde el XIX ha acabado con los depósitos de aguas subterráneas, y todo esto junto hace que el “verdor” que la caracterizaba esté yendo a menos. Pero bueno, es la historia del mundo ahora mismo, si no hacemos algo rápido para evitarlo.

Dicho esto, pasé todo el verano con máximas de 25-26 y mínimas de 21-22. Ahora en “otoño” estamos en máximas de 23-24 y mínimas de 20, y la gente empieza a tener frío. Me asustan mucho con el invierno, y empiezo a pensar que éste implicará llegar a los 18 y tener que ponerme pantalón largo por las noches (no, aún no me he puesto un pantalón largo en lo que estoy en la isla, ni me he quitado las sandalias más que para ir al monte). Pero lo veremos, quizás me sorprenda.

Lo que sí hay mucho, en este lado este de la isla (en oposición al lado oeste) es nubes. Normalmente el día empieza con brumas, se despeja para el mediodía, y se encapota por la tarde. Y, al menos durante el verano, los alisios azotan la ciudad sin misericordia. Eso hace que el turismo de playa aquí no sea precisamente lo más buscado (y que en Los Llanos de Aridane, la otra “ciudad” de la isla, suela haber más sol). Para turistear, efectivamente, peor que en Fuerteventura. ¿Para vivir? En mi opinión, infinitamente mejor. (Aunque, como mi mente aún quiere pensar que estoy de vacaciones perpetuas, me seguiría gustando un poco más de sol! Pero no, no me voy a ir a vivir al otro lado; Los Llanos es feísimo. Bueno, no feo nivel Arrecife, pero joer, es que Santa Cruz es una preciosidad!)

Y relacionado con esto, Martín me pregunta por las comunicaciones. Vale, muy buenas... no son. Desde Santa Cruz hay básicamente guaguas al aeropuerto, el hospital y los pueblos de alrededor (Breña Baja y Breña Alta, básicamente), a los pueblos de este lado de la isla (desde Barlovento, al norte, a Fuencaliente, al sur), y al otro lado de la isla (El Paso, en el interior, y Los Llanos, más hacia la costa). Para los pueblos del otro lado (Tazacorte, Tijarafe...) hay que coger otra guagua en Los Llanos, lo que lo complica mucho.

Además, al aeropuerto la frecuencia es de media hora, pero para todas las otras líneas, ponle más bien entre una y dos horas de frecuencia. Tienes que calcular muy bien, ir con tiempo, y que no haya sorpresas (como cuando cerraron la Avenida Marítima por una carrera, así que desviaron las guaguas, pero no se les ocurrió el detalle de poner un aviso en las paradas inhabilitadas, así que por poco nos quedamos unos cuantos en tierra).

Así que hay que tomar las cosas con calma (Canary style). La parte buena es que, con un bono de residente, todas las guaguas de la isla son gratuitas. Espero sacarles mucho provecho durante estos próximos quince días!!

Y paro por ahora, que las preguntas me van a dar para unos cuantos volúmenes más. Lo bueno es que esto me dará pie a escribir más regularmente. No lo prometo, pero veremos lo que pasa :–)

Saludos isleños!!

Una foto desde lo alto donde se ve una perspectiva aérea de una parte de la costa de la isla, con el puerto, una bonita bahía, y muchas calas más allá, en un día muy soleado; y más cerca, casitas, huertas, vegetación baja, y curiosamente, un estadio de fútbol a un lado

Foto de una biblioteca de aspecto clásico, con las estanterías llenas de libros, y sobre una mesa unos cuantos libros apilados, en uno de los cuales se puede leer "Lenguaje de los antiguos guanches"

Finalmente ha ocurrido. Las puertas se han abierto, he dado unos pasos, y me he encontrado de pronto rodeado de incontables volúmenes de sabiduría ancestral, oculta información sobre las entrañas de Benahoare, voces de los antepasados preparadas para susurrarme lo que quisiera saber: estoy en la Biblioteca Insular.

El viaje hasta ella no estuvo exento de peligros, si bien eran peligros bastante reducidos (tropezarme con un adoquín o recibir un balonazo de un niño), dado que la Biblioteca estaba a 90 metros a vuelo de águila de mi casa. Cuando llegué y me dispuse a descubrir qué secretos me ofrecía, me di cuenta del pequeño detalle de que no había cogido las gafas, e iba a tener que hacer malabarismos para descifrar los lomos de los libros. Pero bien, todo se consigue cuando hay voluntad.

Un primer repaso de las temáticas que encontré por las estanterías (básicamente ciencias sociales de Canarias) no me ayudó en mi búsqueda, así que fui a preguntar al Sabio Guardián, que con amable voz me confesó “Sí, es que como ya no tenemos sitio, los libros de lingüística los tenemos en la parte de abajo de las estanterías, la que tiene puertas, ¿querías algo en concreto?”.

Pero tras todo esto pude comenzar mi misión: ¿qué sabemos del guanche?

Pasé un par de horas allí (¿cuánto hacía que no pasaba dos horas en una biblioteca por mero gusto? y permitidme preguntaros... ¿y vosotros/as?), con el simpático bibliotecario trayéndome volúmenes que creía que me interesarían, y tomando notas de lo que encontraba.

Y lo que encontré fue... bastante poco.

A pesar de que el guanche era idioma vivo en las Canarias hasta hace menos de 500 años, el no haberse guardado ningún texto largo, ninguna gramática ni nada por el estilo hace que sea hoy prácticamente indescifrable. Todo apunta a que está relacionado con las lenguas bereberes, pero es muy difícil confirmar casi nada más. Muchas de sus palabras siguen vivas en la toponimia y en el habla popular, y en textos antiguos se transmitieron supuestas frases con su supuesta traducción, pero casi nada de ello es demasiado útil. Los “himbestigadores” que se han dedicado a “descifrar” de formas peregrinas lo que los estudiosos no han podido aclarar no han ayudado tampoco.

Y, lo que me pareció más curioso, no existe ningún trabajo recopilatorio moderno. Todo lo que se publican son monografías sobre topónimos o antropónimos, o sobre léxico, de donde es posible abstraer alguna información, pero no hay una “monografía general” que poder leer y decir “vale, ya tengo claro lo principal”. Es una verdadera lástima.

Encontré cosas interesantes, como un “repaso a la bibliografía sobre el guanche” de Maximiano Trapero (en su Estudios sobre el guanche, de 2007, y referencias a gente haciendo cosas interesantes (pero episódicas) como Díaz Alayón. Y posteriormente vi que se había publicado alguna cosa más moderna que quizás aún no estaba en la Biblioteca. Habrá que seguir investigando.

La mejor parte fue al final, cuando me pasé media hora de charla con el bibliotecario (¡que no se extingan nunca, por favor!) sobre todos estos temas y algunos anexos.

En general, un rato muy agradable. Y... ah, ¿queríais saber algo más sobre el guanche? Tendréis que esperar a que consiga poner algunas cosas más en claro, y volveremos por aquí!

Tenía un poco olvidada la escritura en el Diario. Y si bien no es necesario (no quiero obligarme a nada) quiero alegrar la jornada a mis diez mil seguidores, que entre penas y labores quisieran saber de mí. Así que ya estoy aquí, contando mis pormenores.

Foto de una playa con una estatua de una especie de delfín en primer plano, y un arcoiris sobre el mar, de fondo

¿Y qué he hecho en estas semanas? ¡De todo! Espero acordarme: ir a la playa a torrarme cual si no hubiera un mañana, ir con gente tolkieniana de guateque a La Laguna (ciudad bonita, si hay una), y asistir a un festival de cortos (no estuvo mal, mas fue experiencia raruna).

Foto de una cala espectacular, apartada entre montañas bajo un sol radiante

Y seguimos de excursiones; playas fantasmas, senderos ocultos y volanderos, con misterio y emociones; y conciertos a montones, grupos de folk, habaneras... Y, cuando menos lo esperas, ¡ay! Visitas al dentista; que en esta vida juerguista no todo es como quisieras.

foto de un concierto bajo una carpa modesta, un grupo de unas cuarenta personas, vestidos con trajes tradicionales, guitarras y voces principalmente

Y más cosas que no cuento (contar todo no se debe, y quiero ser algo breve, sí se ha de leer este invento). Lo digo como lo siento, mi estimada compañía: la vida en esta isla mía no está para nada mal. Hasta aquí el relato actual; ¡seguiremos otro día!

foto de un muro de piedra, con un lagarto grande con la barba de llamativo color azul apostado sobre la piedra

Vivo en la calle Baltasar Martín. Anteriormente, al parecer, era conocida como Calle de los Molinos, pero en 1901 se decidió cambiar su nombre para honrar a esta singular persona, cuya historia merece ser contada en este Diario.

Porque La Palma era una isla castigada por el azote cruel de los corsarios. Todos los que hayan sufrido sus ataques y desmanes saben de lo brutales y desalmados que pueden llegar a ser. Así ocurrió, de hecho, en 1553, cuando una pérfida banda de estos malhechores invadió Santa Cruz y la sometió a saqueos e ignominias continuas.

Estos corsarios eran, claro, franceses, y su líder, el más violento y despiadado de todos, era el famoso François de Clerc, conocido por el pseudónimo de Jambe de Bois; traducido a la lengua actual de estas islas, efectivamente: Pata de Palo.

Pasaron días de saqueos y nadie en la capital era capaz de hacerles frente, hasta que, de Garafía, en la zona norte de la isla, un pastor aguerrido llamado Baltasar Martín decidió vengar esta afrenta y socorrer a sus paisanos, con lo que reclutó una partida de valientes paisanos y atravesó la isla, entrando en la ciudad precisamente por la calle que ahora lleva su nombre, y sometiendo a los piratas a tal castigo que hubieron de volver a sus barcos y escapar con el consabido rabo entre las piernas (de palo).

Foto de una bonita calle de aspecto antiguo, con suelo empedrado, en cuesta, rodeada de casas tradicionales

Hubiera sido un final feliz sin tacha alguna, de no ser por el triste detalle de que, cuando Baltasar se dirigió a la cercana iglesia de San Francisco para dedicar su triunfo al Altísimo, un monje, desconociendo el resultado de la postrera batalla y tomando a nuestro héroe por un impío saqueador, le atizó desde lo alto un ladrillazo que lo dejó seco en el suelo.

Y así acabó esta historia de heroísmo y tragedia, recordándonos que no siempre los bienhechores obtienen lo que se merecen. O, al menos, así se cuenta aquí.

Pero Santa Cruz es una ciudad que no alberga rencor frente a sus ofensores. Por eso, este 4 de agosto se celebrará un año más el Día del Corsario, en el que se conmemorarán los luctuosos pero épicos hechos de 1553. Allí estaremos.

(Nota: hay quien dice que los sucesos narrados no ocurrieron exactamente como los cuenta la leyenda, pero esperamos que nadie haga caso alguno a esas vergonzantes patrañas)

Ya era consciente de esta paradoja cuando vine aquí: en lo referente a la oferta cultural, a veces menos es más. El ejemplo era claro: en Madrid estás rodeado de ofertas, podrías ir a diez conciertos y quince obras de teatro por semana, si quisieras. Pero la realidad es que, para la gran mayoría de la gente, nunca se va a nada. Las distancias, los precios, la antelación con la que hay que programarlo, o simplemente la pereza a la que la ciudad nos acostumbra nos lo impide.

En un lugar pequeño, sin embargo, las opciones son infinitamente más limitadas, pero por una parte, esto aumenta su valor (hola, ley de oferta y demanda), y por otro, son mucho más accesibles, con lo que puede ocurrir que al final la vida cultural sea incluso más rica que la de la ciudad.

Pero claro, esto era un razonamiento teórico, y no sabía si la práctica lo confirmaría.

Bien, he ido a más conciertos en estas tres semanas que en, literalmente, todo el último año en Madrid. Dato anecdótico, quizás, pero ahí está.

Y si hubiera sido mi estilo, estos conciertos podían haber sido, por ejemplo, Ricky Martin, La Oreja de Van Gogh o los Mojinos (me los encontré dando un concierto a las cinco de la tarde en la plaza de Los Llanos de Aridane... eso sí que es un encuentro random!).

Pero mi estilo, claro, es otro.

Por eso el 1 de junio me cogí la guagua y me planté en diez minutos en las antiguas Salinas de Los Cancajos (Breña Baja) para escuchar a Cali Fernández, cantante tinerfeña que se ha especializado en la música argentina... y a poco que me conozcáis, sabréis que eso para mí es Una Cosa.

Foto en primer plano de una mujer con media melena, camisa blanca y mirada serena

Así que podéis imaginar lo que disfruté entre zambas, tonadas y chacareras, con la espléndida voz de Cali, y muy bien acompañada al piano.

Y el Sur (el Sur global, aunque geográficamente a veces sea Norte) me seguía llamando. De manera que el día 12 me planté otra vez en Breña Baja, pero esta vez en el pueblo de San José, en la Sociedad de la Juventud Española (lugar que no hacía honor a su nombre), donde tuve el honor de ver a José Luis Teixé (acompañado de un gran Berto Díaz), músico palmero que lleva 50 años trayendo a las islas el folklore de Cuba, Puerto Rico y Venezuela.

Un escenario sencillo, dos músicos de avanzada edad tocando la guitarra y el timple, uno de ellos, con gorra tradicional, cantando a un micrófono

Dos músicos cercanos a los 70 años, con una virtuosidad y unas tablas apabullantes. Y un ambiente íntimo que me recordó los conciertos de la Vieja Trova (si tuvisteis la suerte de ver en vivo al maravilloso Compay Segundo me entenderéis).

Quizás todo esto haya sido coincidencia y no vuelva a oír música en vivo en tres meses... pero estaremos atentos!

Tras pasar las últimas semanas, antes y después del viaje, ajetreado por todas las cosas que necesitaba realizar para instalarme, el parón de ritmo que sobreviene llega a sorprender, y ahora toca a acomodarse a la experiencia de, efectivamente, vivir allí, no “pretender”, ni “estar preparándose para”. Y eso obliga a respirar, abrir los ojos y mirar alrededor: ¡tantas cosas interesantes para hacer!

Una de ellas es, claro, andar, ir conociendo mi nuevo hogar. Y se me ocurrió que una de las primeras visitas podría ser la del templo que gobierna la ciudad desde lo alto: Losseherilmë, que en lengua común llaman Nuestra Señora de las Nieves.

Es cierto que los silvanos nunca hemos prestado una especial atención a los Dioses; de hecho, somos la rama de entre los elfos que literalmente, a mitad del camino que nos iba a llevar a la Tierra Bendecida, les dijimos “Mira, no, es que este sitio ya nos gusta, este río y estos bosques, nos quedamos aquí, pasadlo bien”. Pero este lugar tiene, al parecer, su importancia para la población que me acoge. En él reside una imagen que, cada cinco años, desde hace siglos, baja desde lo alto (sí, su Templo está bastante alto) por las calles de la ciudad hasta su centro, y supone un acontecimiento importante. De hecho, la única vez que faltó a su cita fue la anterior, a causa de la Gran Plaga que estaba azotando toda la Tierra Media. Esto otorga especial importancia a la próxima Bajada, que tendrá lugar, precisamente, el año que viene. Si nuestros caminos no han decidido virar, aquí estaremos para contemplarlo.

De manera que me lancé a su visita. Tuve que comenzar ascendiendo un buen trecho de escaleras, en el área conocida como I-Tarma (en lengua común, El Pilar), donde observé este cartel que me calentó el corazón: no podía albergar mala gente un lugar donde trataban así a los gatos.

Cartel atado a una farola, con membrete oficial, al lado de un muro, que dice que es una colonia de gatos protegidos por el Ayuntamiento, que están esterilizados, alimentados y cuidados, que no se les dé comida, y que cualquier daño que sufran será castigado y perseguido por la ley

Unos caminos escondidos, siempre en ascenso, me acercaron a unas extrañas construcciones, que solo después descubrí que eran unos extraños molinos, que desde antiguo tomaban el agua del barranco, la recogían por la parte alta de su estructura, y la usaban para moler la harina con la que crear su pan de lembas particular, llamado “gofio”.

Foto de unos edificios blancos, en la ladera de un monte, rodeads de vegetación, con una extraña estructura

También en ese camino descubrí algo realmente inusual: la sorprendente vista de un recinto deportivo (el estadio del Mensajero FC) situado sobre un edificio!!! Obviamente, será necesario acudir a él cuando pase el verano.

Foto de un estadio de fútbol encajonado en un barranco, y situado encima de un edificio

La vegetación me rodeaba, y realmente me hacía perder la noción del punto donde estaba (al menos si no fuera por la ayuda que me prestaba un mágico artilugio de los Noldor, llamado Wikiloquë, que me permitió estar ubicado en todo momento). Flores, cáctus, y el animal ancestral de esta isla, el Lagarto, me iban animando en la subida.

Foto de un largo cercado de montañas verdes bajo un cielo azul espectacular

Finalmente, un estrecho tramo de carretera, desde el que pude contemplar las verdes extensiones del valle a mis pies, me condujo hasta el Templo, poco espectacular por fuera, pero suntuosamente engalanado de joyas y obras de arte.

Foto del interior de una iglesia, donde se ve la abundancia de policromados, imágenes y adornos en general, que le dan un aspecto imponente

Saludé a la imagen de Varda (que fue nombrada, hace tiempo, Alcaldesa Perpetua de todos los municipios de la isla) y emprendí el camino de regreso, esta vez recorriendo el intrigante cauce de un barranco, hasta llegar a los barrios altos desde los que, rápidamente, volví a mi hogar. Cansado, aunque había sido una corta excursión: claramente necesitaré tiempo para recuperar mi vigor élfico.

Pero ¿qué mejor sitio para hacerlo que aquí?

Cada vez que este elfo ha ido a vivir a otra ciudad (que así, si no me salen mal las cuentas, creo que han sido... tres veces) siempre pienso en lo conveniente que sería para mucha gente tener una lista de los trámites y operaciones necesarias para este cambio de domicilio. Las hay por internet, claro, pero no sé si pensadas más en teoría que en la práctica.

Así que hagamos un experimento meramente descriptivo: ¿qué he hecho en esta primera semana? ¿Y qué otras cosas me quedarían por hacer?

Lo primero, claro, fue conseguir piso, y acto seguido (esto fue ya antes de venirme) pasar por el Ayuntamiento con el contrato de alquiler (de hecho, me pidieron una copia, así como copia del carnet) para empadronarme. En las Islas, por el pequeño detalle de que los viajes en avión se abaratan muchísimo, es triplemente necesario.

(Consejo transversal: si os mudáis de ciudad, haced MUCHAS copias de vuestro carnet; me lo agradeceréis)

Ya aquí, localización de los recursos necesarios para la vida. Farmacias, supermercados, ferreterías, bazares, tiendas de menaje... Esas cosas que necesitarás conocer urgentemente cuando menos te lo esperes, y que será bueno tener ubicadas ya de inicio.

Y darte de alta en Sitios. En mi caso, yo establecí una prioridad. Primero, la salud física: buscar el ambulatorio (a tres pasos de mi casa, afortunadamente) y gestionar el traslado sanitario a Canarias. Después, la salud democrática: dado que aún no estaba en el censo (esto será automático), solicitar el voto por correo. Y por último, la salud espiritual: en mi caso, ir a la Biblioteca más cercana y pedir un carnet (y darme de alta en el sistema bibliotecario canario, también). Resultó que la Biblioteca más cercana era la especializada en antropología, tradiciones y lingüística, así que ya veis!

Mientras tanto, la salud económica (si se le puede llamar así) obligaba a que fuera instalando fibra en mi piso. En realidad no era enteramente necesario, pues ya había comprobado que con el internet del móvil era suficiente, pero bueno, las pelis de Filmin no se van a descargar solas. (Todo hasta aquí había ido perfectamente rápido; en este punto, Digi se me está atascando. A ver si el lunes...)

Y pasar revista a las cosas que me habían dejado en el piso, para decidir qué necesitaba comprar. En esto estoy aún. Pero ay, cuando sale el tema de comprar... ¿cómo podía comprar con criterios éticos? Bueno, a falta de otras cosas, intentando que la mayor parte de los productos que comprara fueran canarios. Y, a falta de visitar la mayor cadena de hipermercados canarios (HiperDino), no me está yendo mal. Yogures Sandra,zumos Libby's, galletas Tirma, vino Vega Norte, frutos secos Norteño, cerveza Tropical... y los productos frescos, obviamente (un mejor pan del que me esperaba... aunque me estoy conteniendo!) Ha habido cosas donde he tenido que claudicar y adquirírselas a los godos (como los muesli, sigh), pero quiero creer que he ahorrado en la medida de lo posible gasoil para unos cuantos kilómetros de barcos mercantes. Think global, do local, que se decía ya desde los 70 de la Segunda Edad.

¿Y con todo esto, a qué más ha dado tiempo? Pues... ir varias veces a la playa, desayunar en mi terraza favorita en la Alameda, pasear mil veces por la Calle Mayor (a veces, lo reconozco, pensando que en otro universo alternativo estaría todavía en el Paseo de Extremadura, calle que no hace honor a ninguna de las dos partes de su nombre), ir a un concierto de música tradicional argentina (ya, sí), quedar con gente, ver las estrellas desde mi terraza, leer, y empezar lo que espero que sea una ronda larga de excursiones semanales (ya os hablaré de la de hoy). No me quejo, la verdad.

Y pensando en muchas cositas que contaros. ¿Voy a ir convirtiendo esto en parte en un repositorio de curiosidades palmeras y santacruceras? No podíais esperar otra cosa, ¿verdad?

Y mientras, respirar, y disfrutar.

Vista nocturna desde lo alto de Santa Cruz, con el cielo muy negro y solo unas poquitas luces mortecinas restándole oscuridad