Baltasar Martín

Vivo en la calle Baltasar Martín. Anteriormente, al parecer, era conocida como Calle de los Molinos, pero en 1901 se decidió cambiar su nombre para honrar a esta singular persona, cuya historia merece ser contada en este Diario.

Porque La Palma era una isla castigada por el azote cruel de los corsarios. Todos los que hayan sufrido sus ataques y desmanes saben de lo brutales y desalmados que pueden llegar a ser. Así ocurrió, de hecho, en 1553, cuando una pérfida banda de estos malhechores invadió Santa Cruz y la sometió a saqueos e ignominias continuas.

Estos corsarios eran, claro, franceses, y su líder, el más violento y despiadado de todos, era el famoso François de Clerc, conocido por el pseudónimo de Jambe de Bois; traducido a la lengua actual de estas islas, efectivamente: Pata de Palo.

Pasaron días de saqueos y nadie en la capital era capaz de hacerles frente, hasta que, de Garafía, en la zona norte de la isla, un pastor aguerrido llamado Baltasar Martín decidió vengar esta afrenta y socorrer a sus paisanos, con lo que reclutó una partida de valientes paisanos y atravesó la isla, entrando en la ciudad precisamente por la calle que ahora lleva su nombre, y sometiendo a los piratas a tal castigo que hubieron de volver a sus barcos y escapar con el consabido rabo entre las piernas (de palo).

Foto de una bonita calle de aspecto antiguo, con suelo empedrado, en cuesta, rodeada de casas tradicionales

Hubiera sido un final feliz sin tacha alguna, de no ser por el triste detalle de que, cuando Baltasar se dirigió a la cercana iglesia de San Francisco para dedicar su triunfo al Altísimo, un monje, desconociendo el resultado de la postrera batalla y tomando a nuestro héroe por un impío saqueador, le atizó desde lo alto un ladrillazo que lo dejó seco en el suelo.

Y así acabó esta historia de heroísmo y tragedia, recordándonos que no siempre los bienhechores obtienen lo que se merecen. O, al menos, así se cuenta aquí.

Pero Santa Cruz es una ciudad que no alberga rencor frente a sus ofensores. Por eso, este 4 de agosto se celebrará un año más el Día del Corsario, en el que se conmemorarán los luctuosos pero épicos hechos de 1553. Allí estaremos.

(Nota: hay quien dice que los sucesos narrados no ocurrieron exactamente como los cuenta la leyenda, pero esperamos que nadie haga caso alguno a esas vergonzantes patrañas)