Curvas

Hace poco, alguien me preguntó si seguía “en luna de miel” con la isla. ¡Gran pregunta! Y, como todas las grandes preguntas, no tiene respuesta fácil.

Porque la verdad es que me sigue pareciendo un lugar maravilloso, tranquilo, estéticamente impresionante, de clima genial y calidad de vida abrumadora. Para quienes tenemos la suerte de poder trabajar donde queramos, se me ocurren pocos sitios mejores.

(Cómo se veía en todo este párrafo que venía un “Pero”, ¿verdad? Las reglas de la narrativa es lo que tienen!)

SIN EMBARGO (esquivando el “pero”): si sólo os escribiera aquí de lo bonito que es todo, las actividades que hago y lo bien que lo paso (y estoy haciendo muuchas cosas que no os estoy contando: el Encuentro Canario de Senderistas, que fue brutal; el encendido de luces de Navidad de ayer con un espectáculo de drones como no había visto nunca; recorridos por Santa Cruz para “mapear” la ciudad, que me descubren rincones increíbles; escapadas a otras islas -por ahora sólo a las grandes, pero el año que viene tengo que empezar con las pequeñas-; conciertos de rock, de jazz, de folklore argentino...), pues decía, si sólo hablara de esto, estaría convirtiendo este blog en un perfil de Instagram, y tampoco es esa la idea.

Foto de un paisaje de montaña muy escarpado, roca volcánica y matorrales, en el medio grandes barrancos y montañas quebradas, y al fondo el mar

Así que hoy vamos a hablar de las curvas, de las que esta isla no escasea.

Una de vosotras me hizo el comentario más atinado de la historia de los comentarios: “Igual alguna próxima entrega puedes dedicarla a cómo se hacen amigos de adulto, que es un temazo”. Je, je, je. Je. Vale, digamos que está claro que ese es el punto flaco de esta experiencia. Pero no se lo voy a achacar a la isla, ni a los isleños (a pesar de que corra el rumor de que La Palma es un “manicomio sin techo”), ni a la poca población. La realidad es que, al menos para determinadas personas, como bien comentaba esta chica, “hacer amigos de adulto”, en un sitio totalmente nuevo, es difícil. Y en parte es normal: todo el mundo tiene su vida hecha, e introducirte de repente en la vida de otros supone pedirles un esfuerzo que no tienen por qué querer hacer. Y eh, la gente es maja: he conocido a muchas personas muy agradables en el club de senderismo, el gimnasio, el club de lectura, la cooperativa... Pero dar ese otro paso es más complejo. Quizás debería intentarlo en los ámbitos donde la gente está tan perdida como yo (grupos de “nómadas digitales”, por ejemplo), pero no sé si es lo que más me apetece. O simplemente tomarlo con calma (a la canaria), que seis meses tampoco es tanto tiempo. En cualquier caso, sigo teniendo mis relaciones “virtuales”, mis redes, mis videollamadas, y un montón de cosas de las que disfrutar, sólo limitadas por la falta de tiempo. ¡No me quejo! Pero sí, es un tema que está ahí.

Otra “curva”, más específica, esta sí, de la “canariedad”... aunque Canarias es aquí más víctima que victimaria: descubrí con asombro al principio y estupor después que el 90% de las tiendas online, desde Amazon hasta El Corte Inglés, no hacen entregas a Canarias. Muchas de ellas te permiten realizar toda la preparación del pedido, y cuando llegas a lo de poner el código postal, te dicen “Lo sentimos, esa dirección está fuera de nuestra área de reparto”. Y así te quedas. Por temas de aduanas, por costes o por lo que sea (por costes sería una gilipollez: cóbrame más si hace falta, pero dame la opción, ¿no?), Canarias está virtualmente fuera del mundo de los envíos online. Tanto es así que han surgido empresas cuya función es la de hacer los pedidos por ti, recibirlos en Madrid, y reenviártelos a Canarias por un pequeño coste adicional.

Y claro, si además vives en una isla pequeña, el problema es doble. ¿Quieres un nuevo ereader? Olvídate: ni Kobo ni Pocketbook te lo envían. Vete a Tenerife a buscar un MediaMarkt, o al FNAC de Las Palmas. Y bueno, lo de la isla pequeña pues es comprensible. Pero lo otro... Tolkien decía que las “Islas Mágicas”, situadas en el camino al Oeste, estaban rodeadas de nieblas y sombras fantasmagóricas que impedían a los viajeros atravesarlas. Quizás esto es lo que afecte a las compañías de reparto. (Aunque Correos no tiene problema ninguno con sus envíos propios... será que tienen externalizado un silmaril) (lo siento, chiste del “Deep Tolkien”)

Un burrito asomando su cabeza por una cerca, protegido por una valla metálica; lo más adorable que os podáis imaginar

Otros detalles “cúrvicos”: ¡esto está lejos! Vale, no era algo que no supiera. Pero cuando quieres intentar cuadrar un fin de semana en Bilbao, o volver desde la EstelCon en Tarragona hasta tu isla (spoiler: imposible hacerlo en 24 horas; tuve que pillar hotel en Tenerife para hacer noche), pues te vas dando cuenta. Los horarios de los aviones no siempre ayudan, y los ferries, pues bueno, te valen si quieres tomarlos como una experiencia en sí misma, pero muy prácticos no son. En cualquier caso, esto es cosa de habituarse, y de restringir los viajes a los más imprescindibles. De hecho ahora tocan unos días navideños entre Madrid y Bilbao: ¡habrá que aprovecharlos, que no sabemos cuándo habrá otros! :–)

Y a ver, realmente, si me pongo a pensar en más “contratiempos”, la verdad es que me cuesta, y tengo que rebuscar. Que es imposible encontrar pan bueno (estoy intentando volver a hacerme amigo de Iban Yarza), que hay muy poco cine de estreno, y menos aún en versión original... Pero sí: comparado con la miriada de cosas buenas, el balance sigue siendo extremadamente positivo.

Y en todo caso, si alguna vez surgen dudas, la isla te ofrece cosas como esta...

Foto de un intenso arcoiris sobre las casas de delante, con unas montañas nubladas detrás, pero en plena ciudad