Francisco Molinero

1959-

Me rehago, aparezco, me reinvento y me desdigo; es lo malo de no saber que quiero o que no. Mientras me ubico donde quería con los colores que deseaba, porque para hablar con los amigos hay que estar a gusto y pago mis cuotas aprovechando la extraordinaria y decido que renacer es moverse como los cangrejos, algo hacia el lado. Luego leo a Cristina y me da un vuelco el corazón, leo la prensa y la disputa de los jueces y me reafirmo, o los elegimos y acabamos con la audiencia, es pus, o ellos acaban con nosotres. Quiero hacer cosas, pero ya no encuentro como y recuerdo que ya sabía como iba a ser la historia que quería escribir. Todo ocurre en un círculo de antiguos amigos, un segundo y la historia se tuerce y se acelera y la vida se desboca hasta que todos caen.

Resucito de entre los vivos a escarbar entre las ascuas y soplar con mimo por si hay fuego. De pronto espero que sea capaz de escribir al menos una buena poesía, solo una que diga lo que quiero, cuanto quiero, a quien quiero, me vuelve la fe y es posible que sea por unas judías pintas exquisitas que he conseguido cocinar y comer, recordando el restaurante Jaun.

Me rehago, resucito y os pido disculpas, las enésimas, las más sentidas, las que tienen que ver con la indecisión y el amago. Os prometo resarcimiento.


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He pasado mucho miedo todo el miedo que cabe en el corazón de un niño en la noche nunca dejé de estar asustado de temer de llorar por eso sé que soy fuerte.

He pasado mucho miedo todo el miedo que cabe en una mujer de noche en la gran ciudad nunca deje de temer lo peor de sentir el corazón encogido de temer de llorar.

He pasado mucho miedo todo el miedo que cabe en un emigrante en su cayuco nocturno nunca dejé de pensar que no podría superarlo de sentir las manos entumecidas de temer de llorar.

He pasado mucho miedo aun hoy la vida me parece insuperable salvo que cada noche me refugio en ti como un niño tan triste y amedrentado sabiendo que pronto vendrá el día y estaré sólo de nuevo esperando que llegue la noche y mi refugio se abra sobre tu costado mi mano descansada tranquila esperando relajado el próximo envite el día a día estremecedor.

Nunca he dejado de tener miedo ni de sonreír ni de luchar ni de morir ni de llorar.


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Masa:

  • 2 tazones (unos 400 ml) de harina
  • 1 sobre (1 cucharadita colmada) de levadura
  • ½ cucharadita colmada de sal
  • 1 huevo
  • 1/3 de tazón de aceite de girasol *vino, cerveza, leche o agua templada

Relleno:

  • 1 bote de tomate entero pelado
  • 1 cebolla
  • 2 pimientos
  • 1 lata grande de atún al natural
  • piñones
  • aceite y sal

Se fríe en una cacerola el tomate cortado en trozos, con un poco de aceite y sal, dejando que hierva unos 20 min. En una sartén grande con poco aceite, se fríen la cebolla y el pimiento. Cuando están, se añaden a la sartén el tomate y el atún desmenuzado y se mezcla todo bien.

Mientras se hace el relleno, se prepara la masa como sigue. Se echan en una ensaladera la harina, la levadura y la sal y se mezclan bien. Se deja un hueco en el centro. En el mismo tazón de medir la harina, se echa aceite hasta 1/3 de la altura, 1 huevo y leche, vino, agua templada o cerveza (1 de las 4 cosas) hasta llenar el tazón. Se vierte en el centro de la harina y se mezcla, batiendo primero el huevo con el líquido. Se amasa.

Se extiende la masa en una bandeja de horno (espesor=1 o 2 cm) y se hace un borde. Se reparte encima el relleno y se espolvorea con harina y un poco de sal gorda. Se añaden también un chorrito de aceite por toda la superficie y piñones.


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Tengo un peral fantástico en casa. No todos los años da peras y realmente no sé a que se debe, aunque me temo que debe ser a que mis labores de cultivo con él son muy escasas. Algún riego que otro y cuando lo considero y sin ningún criterio técnico, una poda. Este año está absolutamente cargado de peras, pequeñas, dulces y muy agradables. Tener frutales está bien, salvo que si la familia no es muy grande cuando maduran el postre se hace monotemático, lo peor es que este año además del peral el ciruelo ha decidido ser generoso con nosotros. La cuestión es que después de recoger unas cuantas peras y de haber decidido que este calor merecía una ensalada de patatas con pimientos rojos y atún y unas sardinas a la plancha, he pensado que había que rematar el plato de una forma moderna, así que he cogido seis peras, las he lavado y las he colocado con su rabito hacia arriba en una cacerola con cuatro cucharadas soperas de azúcar moreno, dos palos de canela y vino tinto suficiente para cocerlas cerca de media hora. El resultado es una muy buena compañía para unas sardinas que he rociado con estragón macerado en vinagre mientras las asaba.


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Desde este lado del mediterráneo el atardecer me recuerda a Lisboa. Hubo un tiempo para las fronteras y ya no es este.


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Ya no encajo la bebida como cuando era joven. Las resacas me duran más y son peores, más incapacitantes. Me pasa lo mismo con las derrotas electorales. Nací en 1959, así que viví hasta 1977 sin poder votar y en esas elecciones ya sufrí la primera derrota electoral. Entonces fue como tantas borracheras de fin de semana, dormir bien, beber agua y a por la siguiente. La de hoy ha sido la peor y en estos momentos que he recogido suficientes fuerzas para ponerme a escribir algo que me haga efecto y me recomponga, creo que no he superado del todo el golpe. No creo que pueda hilar las reflexiones que se van produciendo como si el grifo de mi cerebro no cerrara bien y fuese dejando caer una gota de vez en cuando. Se veía venir y en ese sentido no tiene la fuerza de la sorpresa. Vivimos rodeados de gente infame, con pensamientos claramente fascistas, retrógrados y peligrosos, así que solamente ha tenido que ir dándose el tiempo suficiente para que la izquierda fuera aceptando gota a gota el marco discursivo de la derecha para que se envalentonen y canten el cara al sol en nuestra jeta. Hoy he pasado una mala noche. No solo porque me abruma el futuro, sino porque me duele todo el cuerpo desde hace meses. Me he tenido que levantar a tomarme un Enantyum y así he podido dormir algunas horas ya de madrugada. Cosas de la edad que van marcando el camino. Recibo una carta de @nuria@casatiajulia.com en la que me dice que tiene miedo y la entiendo perfectamente:

“Ha pasado la 1 de la madrugada de esta noche de elecciones europeas y sí, tengo miedo. Quizás parezca exagerado, pero estos resultados me han generado un desasosiego que no consigo que se marche y aquí estoy, sin poder dormir, e intentando ocupar el tiempo en algo práctico, algo bonito que me recuerde que siempre hay un poquito de esperanza, que siempre podemos hacer algo, por pequeño que sea. Y aquí estamos, en esta pequeña comunidad de recursos compartidos que igual parece poca cosa pero es nuestra poca cosa, nuestro pequeño refugio.”

He decidido quedarme en pijama y dejar pasar el tiempo concentrado en pequeñas cosas, pequeños pensamientos, alguna lectura y la firme convicción de que encontraremos la manera colectiva de superar las dificultades. Me asaltan pensamientos. No hay abstencionistas de izquierdas. Ninguno. El que se abstiene asiente, es conservador, digo más, reacionario. La mayoría se refugian en una revolución que no va a venir, y que si viene no lo hará de su mano cobarde escondida en el guante de la ideología. Me hago un sandwich de lacón y lo corto a la rusa. Pienso en la guerra que nos están preparando y veo que es abrumadora la mayoría de partidos del parlamento europeo a favor, a la izquierda, en el centro y en la derecha. Me acuerdo de mis amigos rusos, de Irina de su hija y sus nietos en Novovoronezh que ahora está al alcance del fuego Ucraniano patrocinado por la OTAN. https://rafaelpoch.com/2024/06/03/nos-llevan-a-una-guerra-mayor/ Me alegra el castigo a los verdes alemanes. Miro llover por la ventana. Estoy a salvo en mi casa. ¿Estoy a salvo en mi casa? Decido no hacer labores domésticas por un día, repaso el calendario, compruebo que mi hijo sigue sin contestarme y me apeno. Sumar se estrella en un resultado mediocre e IU se queda sin diputados. Las malas decisiones se pagan. Veo que la pareja de Colirrojos que han anidado por segundo año en mi garaje pueden entrar al nido porque la puerta no cierra bien y les deja una rendija suficiente. Extrapolo la idea y me da ánimos. Pienso en el cambio climático y que ya es irreversible. IRREVERSIBLE. Puede que algunas consecuencias se puedan paliar y si es posible hacerlo será caro y solo los ricos se beneficiarán. Me asalta la idea que dejar las armas no fue una buena decisión, pero esto hoy está mal visto y decirlo peor. Leo mensajes sobre la autocrítica necesaria en la izquierda y comprendo que se trata de un eufemismo. Quien la esgrime solamente quiere que los demás cierren sus partidos y se vengan a la casa común. Así la llamaron los socialistas en los ochenta. Me acuerdo de Julio Anguita y le maldigo. Una vez más. Hago la cama y pienso en algo para comer. Estoy solo y me bastará cualquier cosa. De todas maneras estoy perdiendo peso y cada vez es más notorio. Maribel me lo dijo la semana pasada y me aconsejó ir al médico. Perder peso sin querer no es buen síntoma. Me dicen que me parezco cada vez más a mi padre y no sé si me gusta o me asusta. Ahora ya es medidodía y poco a poco está parando de llover, parece incluso que va a salir el sol. No las tengo todas conmigo y decido seguir en pijama, saldré al porche a ver si tomo una buena foto de los gorriones desafiando al mal tiempo. Recibo otro correo, en este caso de la persona con la que trabajé en el programa de Buena Ley en ola que yo tenía el papel de un sintecho al que unos jóvenes habían intentado quemar y ella era la madre de uno de ellos. Me pide si tengo el vídeo que lo necesita para un casting y a mi me lleva a esos días en los que tras más de un año en el paro decidí que podía ser actor y me metí en el mundo de los castings. Cualquier tiempo pasado fue anterior, pero me alegra de saber de ella y me sorprende que guardara de mi el correo electrónico. En mi pueblo, donde fui concejal la derecha ha ganado por goleada. Lo vienen haciendo desde el 36 con un pequeño lapsus estas últimas legislaturas y únicamente a nivel local donde el PSOE ha conseguido la alcaldía.

No puedo hacer mucho más y sinceramente creo que hice mucho y merezco descanso pero estoy triste y temo que el futuro aun sea peor.


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Hace bastantes años cuando trabajaba en una pequeña empresa, dos compañeras de trabajo estaban enfrentadas. Nunca supe por qué y creo que tenía que ver con asuntos de fuera del trabajo. Un día decidieron hacerse daño y una de ellas fue a la nevera común donde guardamos nuestras tarteras para la comida y tiró a la basura la que consideraba que era de su rival. Resultó ser la mía.


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La salsa holandesa tiene tantas recetas como la paella valenciana. Yo la mejor que he probado lo fue en Alemania, así que posiblemente no fuera la receta original. Después lo he intentado un par de veces sin que los resultados alcanzaran la nota media adecuada y por fin, este fin de semana pasado, a colación de una fondue de carne y pollo para homenajear a la familia Gligorijevic que vino a visitarnos, me decidí a intentarlo. Esta vez con éxito. Usé aproximadamente 150 gr. de mantequilla, medio limón, las yemas de 3 huevos, sal y pimienta. En una cazuela puse a fuego muy, muy lento la mantequilla y la fui deshaciendo hasta conseguir que estuviera líquida sin haber cocido y le añadí el jugo del limón. En otra cazuela puse una cucharada de agua y las tres yemas que fui batiendo sobre la placa templada hasta conseguir espesarlas, con un poco de sal. Una vez espesas fui añadiendo la mantequilla desleída, muy poco a poco, al estilo de la mayonesa hecha a mano y ligando bien todo hasta conseguir una salsa muy trabaja y consistente a la que terminé espolvoreando tres pimientas recién molidas. Acompaña perfectamente a una carne y también a los espárragos.


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Recuerdo aquellos galos que temían que el cielo cayese sobre ellos y les aplastara. Les entiendo porque es realmente horrible cuando todo se desploma.

Hoy cuando miraba el cuadro Akellarre he tenido la sensación de que Goya, después de una vida falsa, fundada sobre mentiras llegaba a la lucidez y pintaba las cosas tal y como son. Las pinturas negras son realmente modernas.


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Una visión lejana, cerca del mar, un instante para recordaros, para recordarnos que seguimos, que estamos atentos, que nos miramos de reojillo, como queriendo no ser vistos. Un instante para mirar por el ojo de la cerradura cibernética, el cable electrónico que nos vincula, nos mantiene enredados. Un instante para veros y hablaros, cerca del mar.


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