Al día siguiente

Ya no encajo la bebida como cuando era joven. Las resacas me duran más y son peores, más incapacitantes. Me pasa lo mismo con las derrotas electorales. Nací en 1959, así que viví hasta 1977 sin poder votar y en esas elecciones ya sufrí la primera derrota electoral. Entonces fue como tantas borracheras de fin de semana, dormir bien, beber agua y a por la siguiente. La de hoy ha sido la peor y en estos momentos que he recogido suficientes fuerzas para ponerme a escribir algo que me haga efecto y me recomponga, creo que no he superado del todo el golpe. No creo que pueda hilar las reflexiones que se van produciendo como si el grifo de mi cerebro no cerrara bien y fuese dejando caer una gota de vez en cuando. Se veía venir y en ese sentido no tiene la fuerza de la sorpresa. Vivimos rodeados de gente infame, con pensamientos claramente fascistas, retrógrados y peligrosos, así que solamente ha tenido que ir dándose el tiempo suficiente para que la izquierda fuera aceptando gota a gota el marco discursivo de la derecha para que se envalentonen y canten el cara al sol en nuestra jeta. Hoy he pasado una mala noche. No solo porque me abruma el futuro, sino porque me duele todo el cuerpo desde hace meses. Me he tenido que levantar a tomarme un Enantyum y así he podido dormir algunas horas ya de madrugada. Cosas de la edad que van marcando el camino. Recibo una carta de @nuria@casatiajulia.com en la que me dice que tiene miedo y la entiendo perfectamente:

“Ha pasado la 1 de la madrugada de esta noche de elecciones europeas y sí, tengo miedo. Quizás parezca exagerado, pero estos resultados me han generado un desasosiego que no consigo que se marche y aquí estoy, sin poder dormir, e intentando ocupar el tiempo en algo práctico, algo bonito que me recuerde que siempre hay un poquito de esperanza, que siempre podemos hacer algo, por pequeño que sea. Y aquí estamos, en esta pequeña comunidad de recursos compartidos que igual parece poca cosa pero es nuestra poca cosa, nuestro pequeño refugio.”

He decidido quedarme en pijama y dejar pasar el tiempo concentrado en pequeñas cosas, pequeños pensamientos, alguna lectura y la firme convicción de que encontraremos la manera colectiva de superar las dificultades. Me asaltan pensamientos. No hay abstencionistas de izquierdas. Ninguno. El que se abstiene asiente, es conservador, digo más, reacionario. La mayoría se refugian en una revolución que no va a venir, y que si viene no lo hará de su mano cobarde escondida en el guante de la ideología. Me hago un sandwich de lacón y lo corto a la rusa. Pienso en la guerra que nos están preparando y veo que es abrumadora la mayoría de partidos del parlamento europeo a favor, a la izquierda, en el centro y en la derecha. Me acuerdo de mis amigos rusos, de Irina de su hija y sus nietos en Novovoronezh que ahora está al alcance del fuego Ucraniano patrocinado por la OTAN. https://rafaelpoch.com/2024/06/03/nos-llevan-a-una-guerra-mayor/ Me alegra el castigo a los verdes alemanes. Miro llover por la ventana. Estoy a salvo en mi casa. ¿Estoy a salvo en mi casa? Decido no hacer labores domésticas por un día, repaso el calendario, compruebo que mi hijo sigue sin contestarme y me apeno. Sumar se estrella en un resultado mediocre e IU se queda sin diputados. Las malas decisiones se pagan. Veo que la pareja de Colirrojos que han anidado por segundo año en mi garaje pueden entrar al nido porque la puerta no cierra bien y les deja una rendija suficiente. Extrapolo la idea y me da ánimos. Pienso en el cambio climático y que ya es irreversible. IRREVERSIBLE. Puede que algunas consecuencias se puedan paliar y si es posible hacerlo será caro y solo los ricos se beneficiarán. Me asalta la idea que dejar las armas no fue una buena decisión, pero esto hoy está mal visto y decirlo peor. Leo mensajes sobre la autocrítica necesaria en la izquierda y comprendo que se trata de un eufemismo. Quien la esgrime solamente quiere que los demás cierren sus partidos y se vengan a la casa común. Así la llamaron los socialistas en los ochenta. Me acuerdo de Julio Anguita y le maldigo. Una vez más. Hago la cama y pienso en algo para comer. Estoy solo y me bastará cualquier cosa. De todas maneras estoy perdiendo peso y cada vez es más notorio. Maribel me lo dijo la semana pasada y me aconsejó ir al médico. Perder peso sin querer no es buen síntoma. Me dicen que me parezco cada vez más a mi padre y no sé si me gusta o me asusta. Ahora ya es medidodía y poco a poco está parando de llover, parece incluso que va a salir el sol. No las tengo todas conmigo y decido seguir en pijama, saldré al porche a ver si tomo una buena foto de los gorriones desafiando al mal tiempo. Recibo otro correo, en este caso de la persona con la que trabajé en el programa de Buena Ley en ola que yo tenía el papel de un sintecho al que unos jóvenes habían intentado quemar y ella era la madre de uno de ellos. Me pide si tengo el vídeo que lo necesita para un casting y a mi me lleva a esos días en los que tras más de un año en el paro decidí que podía ser actor y me metí en el mundo de los castings. Cualquier tiempo pasado fue anterior, pero me alegra de saber de ella y me sorprende que guardara de mi el correo electrónico. En mi pueblo, donde fui concejal la derecha ha ganado por goleada. Lo vienen haciendo desde el 36 con un pequeño lapsus estas últimas legislaturas y únicamente a nivel local donde el PSOE ha conseguido la alcaldía.

No puedo hacer mucho más y sinceramente creo que hice mucho y merezco descanso pero estoy triste y temo que el futuro aun sea peor.


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