Psicocriptoautorretrato

Semillas de locura

Publicado originalmente en noviembre de 2015

«No hay cielo ni tierra, solo nieve que cae eternamente» —HASHIN

Hojas marrones, amarillas, anaranjadas, rojizas, de tonos innumerables, caen al suelo suavemente. Lluvia constante las deshace. El frío se acerca entre retazos de un sol aletargado y nubes grisáceas. Luz intensa, vívida, que congela los instantes en el no-tiempo. Los bosques bostezan preparándose para el descanso invernal. El basajaun y la basandere se retiran a lo más profundo de la montaña.

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Publicado originalmente en marzo de 2016

Cuando desperté, aterido de frío, lo primero que vieron mis ojos fue la noche estrellada. Sobre mi cabeza se veía perfecta y brillante Ursa Minor, la Osa Menor, con Polaris señalando el norte. La luna llena brillaba en todo su esplendor. Notaba la cabeza ligeramente embotada y un ligero sabor amargo en la boca. El lugar exudaba un olor acre, amargo y húmedo.

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Publicado originalmente en junio de 2018

Nunca olvidaré el primer encuentro que tuve con Miriam de Magdala. Nada más bajar del autobús que me dejaba en la puerta de mi nueva comisaría —disfrazada de almacén de uno de los barrios industriales de la periferia— percibí un suave tirón curioso, casi infantil, de mis sentidos pretersensibles; un suave escaneo que no hizo intento alguno de sobrepasar mis barreras, firmemente entrenadas desde mi infancia desde que descubrí que podía ver, sentir y hacer cosas que los que me rodeaban simplemente no podían.

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Publicado originalmente en marzo de 2017

«Entonces María tomó una libra de perfume de nardo puro, de mucho precio, y ungió los pies de Jesús, y los enjugó con sus cabellos; y la casa se llenó del olor del perfume». Jn 12:3

—No creo que sea una gran idea —dije en voz alta a aquel tipo con una Glock en su mano, y realmente es lo que sentía en ese momento. Apuntar con un arma a una Vampiresa Cardinal de alrededor de diez milenios de antigüedad nunca lo era, y si ese ser preternatural era Miriam de Magdala, menos aún.

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Publicado originalmente en febrero de 2016

Gabriel y Ana están empezando a salir como pareja, ilusionados y enamorados como solo se puede estar al comienzo de una relación. Recién licenciados, además, el mundo está para comérselo. En cambio, Sara y Lucía se sienten desdichadas. Su relación amorosa de siete años se está viniendo abajo, después de cinco viviendo juntas y pagando un alquiler a medias. No hay engaños, no hay infidelidades; simplemente, la relación no avanza, cayendo en la rutina de no verse más que al llegar a casa cada una de su trabajo a la hora de la cena.

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Publicado originalmente en agosto de 2015

Soy Mariam, soy Abdul, soy Noor, soy Reza, pero estos son solo algunos de mis miles de nombres. Antes —parece que hayan pasado siglos— vivía en una pequeña casa al lado del mar, en un apartamento en una gran ciudad, en una cabaña de adobe junto a la mezquita, en una pequeña tienda desmontable en medio de la montaña. Jugaba con las redes de los pescadores mientras ayudaba a desenredarlas, trabajaba en una pequeña empresa familiar, escribía en un pequeño periódico local, viajaba con nuestro ganado buscando la hierba más fresca.

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Publicado originalmente en abril de 2016

Caer en un silencio profundo e intimista oyendo el canto gregoriano, extasiarse con las polifonías renacentistas que nos elevan más y más, puede que intentando que veamos el esplendor de la creación desde la altura y la ligereza de sus rosetones policromados, que polarizan la luz dando un brochazo de aire fresco a la sobriedad medieval.

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Publicado originalmente en septiembre de 2009

El Maestro, sentado en la cumbre de la alta colina, al atardecer, conversaba con el Padre Universal, distendidamente, sin forzamientos, con una perenne sonrisa de oreja a oreja, la de aquel que acepta todo y a todos.

Miraba hacia arriba, donde la tradición dice que habita, aun sabiendo que el Padre/Madre de todas las cosas se encuentra por doquier, en las más diminutas partículas que podamos llegar a imaginar, y en el espacio que las contiene.

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Publicado originalmente en enero de 2017

El hermano Joseph volvió a escuchar el débil gruñido de queja a su espalda, quizá por décima vez, y volvió la cabeza; ya había perdido la paciencia.

—¡Atalanta! No puedo concentrarme en la lectura si continúas con esos ruidos.

—Verdaderamente, hermanito, no sé cómo los humanos habéis creído tantas tonterías durante tantos siglos.

La voz de la enorme ángel era grave y profunda; su cuerpo, un conjunto de músculos en perfecta armonía, y su color verde esmeralda no desentonaba con el negro de sus alas. Unas enormes alas prácticamente lisas, sin ningún tipo de pluma, de perfecta aerodinámica. Su pelo oscuro y liso caía en el espacio entre ellas, y la espada en su cinto pesaba más que el propio sacerdote. Sus ojos, levemente rasgados, de un color negro azabache sin asomo de blanco en su esclera, aún le ponían los pelos de punta.

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Publicado originalmente en julio de 2015

Cuando entré en el cuarto —como siempre bien iluminado y ventilado, con las paredes repletas de libros—, de un antiguo tocadiscos salía la voz ya madura de Billie Holiday:

How long I wondered, could this thing last
But the age of miracles, it hadn't past
And suddenly, I saw you standing right there
And in foggy London town, the sun was shining everywhere

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