Enlazados

Publicado originalmente en febrero de 2016

Gabriel y Ana están empezando a salir como pareja, ilusionados y enamorados como solo se puede estar al comienzo de una relación. Recién licenciados, además, el mundo está para comérselo. En cambio, Sara y Lucía se sienten desdichadas. Su relación amorosa de siete años se está viniendo abajo, después de cinco viviendo juntas y pagando un alquiler a medias. No hay engaños, no hay infidelidades; simplemente, la relación no avanza, cayendo en la rutina de no verse más que al llegar a casa cada una de su trabajo a la hora de la cena.

El caso de Mario y Alfonso es parecido. En su caso, solo llevan tres años juntos y ahora se plantean una vida en común, juntando sus pequeños ahorros para alquilar un piso de dos habitaciones en Villaverde Bajo. Por las noches aparecen los miedos: «¿Y si no va bien la cosa? ¿Y si me engaña con otro?». Pero siguen decididos a intentarlo. Se quieren demasiado para hacer otra cosa. Después del trabajo, a diario, sacan hueco para ver muebles o buscar una televisión lo suficientemente grande para ver la liga de fútbol.

Luis sufre; a los trece años está seguro de que le gustan tanto hombres como mujeres, y no sabe cómo lidiar con ello. ¿Se lo cuenta a su hermana Sara? Tiene el número de un teléfono móvil que le dio hace unos años, antes de emanciparse, diciéndole al oído: «Para cuando me necesites». Lo tiene apuntado en el mismo papel cuadriculado que le dio ella —ya manoseado y lleno de dobleces— en algún lado de su cartera, aunque no sabe si podrá localizarla después de tantos años. Quizás se sienta molesta o le vea como un bicho raro. Desde luego, no se lo puede contar a nadie en clase, ni loco.

Fernando ya pasó esa etapa hace muchos años, tantos que ahora lo recuerda con una sonrisa. Después de años de relaciones esporádicas —engañando a hombres, mujeres, y a sí mismo—, decidió optar por la sinceridad. Ahora intenta, en lo posible, mantener una relación; le encanta querer y ser querido, pero siempre, desde el principio, es franco con sus parejas sobre su orientación bisexual y no la esconde, aunque tampoco tiene por qué anunciarla a los cuatro vientos. Lleva ya quince años casado con Sofía, cada día más enamorado, y a pesar de ser una relación abierta no tiene interés en buscar. Revisa su cuenta corriente a ver si puede ayudar a su hijo Mario con la fianza del piso guay que quiere alquilar. «Espero que le salga», piensa.

Alicia está descubriendo su identidad; aunque está segura de que le gustan los hombres y disfruta a su lado, no tiene interés en tener con ellos una relación sexual. Le atraen de una manera totalmente platónica, y está aprendiendo que eso es perfectamente válido, aunque a veces se cuestione por la presión social. Su mejor amiga, Ana, dice que si ella es así, es así y punto. Asevera, pero claro, ella está empezando algo nuevo y así todo se ve diferente, no puedes ser imparcial —se dice ella—, intentando racionalizar algo tan natural como los sentimientos.

Óscar siempre ha sabido quién es. Desde pequeño ha vestido vaqueros y camisa, lidiando con las curvas indeseadas que trajo la pubertad. No le atrae especialmente el rosa, simplemente prefiere el verde esmeralda, y claro que le gustan las mujeres: es un hombre al que le gustan las mujeres, aunque podía haber sido un hombre al que le gustan los hombres. No tiene dinero para operarse, y tiene un terror atroz a la medicación que tendría que tomar antes y después. Tiene toda la intención de ser lo más feliz que pueda dadas las circunstancias. Cuando puede, queda un rato con su hermano Gabriel —le saca solo quince meses y nunca jamás le ha juzgado—. Juegan a la consola mientras comen cuencos gigantes de palomitas y refrescos.

La sociedad humana es compleja y extraordinaria, una maravillosa red de relaciones: algunas tristes, otras felices, e incluso algunas inolvidables que perviven en las siguientes generaciones; aquellas acciones valiosas con las que dejamos nuestra huella y, aunque algunos se empeñan en negarla o destruirla, esa complejidad y diversidad son lo que nos une y lo que hace que, finalmente, estemos todos enlazados.


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