Francisco Molinero

1959-

Luisa había preparado una acelgas al horno; pasó la tarde limpiándolas, cortando esa fina tira que tienen en el borde, limpiándolas de los restos de la tierra roja de la huerta del tío Damián, peló y picó las patatas y la cebolla y lloró aprovechando la disculpa para no tener que dar explicaciones, para no tener que disculparse por sufrir, aunque estuviera sola, como los últimos dos meses había estado. Luego lo frió todo y puso la fritura en un plato de cristal que tapó con otro como si fuera una cataplana. Se sentó en la silla de enea junto a la mesa redonda de la cocina y picó el manojo de acelgas muy pequeño mientras en una cacerola calentaba agua para cocerlas durante veinte minutos con algo de sal y un chorrito de aceite. Le había sorprendido la carta, tan escueta: «Te quiero, tanto o más que cuando te dejé marchar, por eso vuelvo. -Dimas» y desde que la abrió en el zaguán, medio a oscuras no había podido entender si la angustia era dolor o alegría y si lo que ella entendía era real, o simplemente quería que lo fuera. Puso un poco de aceite en una fuente de horno, echó las patatas y la cebolla, algo de perejil picado y pimentón, luego las acelgas, lo mezcló todo y añadió algo más de sal; sabía que algo de exceso el gustaría. Durante años, cuando vivían juntos en París, Dimas empezaba el rito de la comida regando abundantemente de sal cualquier plato, en medio del enojo de una hermosa y joven Luisa que aun no era capaz de dar el punto a los guisos. Batió unos huevos y los vertió sobre las acelgas para poder introducir la fuente en el horno hasta que se doraran.

Mientras aprovechó para escribir las letras que había parido en el dolor y la soledad durante años.

Dejo la breve nota sobre la mesa, junto a la fuente y la puerta franca para él. Se fue y por primera vez en años se sintió liberada.


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De la batalla de las Termópilas en el 480 ac. y sus famosos 300 espartanos, sobrevivieron dos: Pantites que se suicidó poco después ahorcándose debido al deshonor por haber sobrevivido a la batalla ya que en el momento del encontronazo final se hallaba de misión diplomática en Tesalia. Y Aristodemo, que afectado por una grave afección ocular y por tanto inútil para mantener las férreas líneas espartanas, decidió regresar a Esparta para sacrificarse en la batalla terrestre de Platea al año siguiente en el 479 AC. en la que no obstante cometió la herejía de romper filas lanzándose el primero al combate, lo que era imperdonable para un espartano.


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Al fin y al cabo nada es demasiado importante, ni perdurable, ni conmueve de manera que debamos tomarlo en cuenta; casi todo es transitorio o transitivo, o banal, insustantivo. No se me escapa que solo el sexo es fundamental y nos modela, nos hace estructuralmente así o al contrario, nos define como personas y lo que es fundamental, como animales, como seres vivos y no solo como productores, consumidores, no solo como amantes sino como deseantes, abrazantes, chupantes.

Así que no quiero nada que no sea verdaderamente importante. Solo sexo durante la tarde, toda la tarde, todos los sexos.


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Había soñado contigo como tantas veces, pero esta era, fue algo distinto, más real, menos imaginada y por eso tuve la necesidad de decírtelo, a sabiendas de que no era bueno, no era correcto, que me comprometía una vez más, que te podría desagradar y lo peor, que finalmente la confesión sería solo testimonial, con un efecto limitado, a destiempo, que no ayudaría sino más bien lo contrario, que ahondaría la distancia, el olvido que según tú no se da si uno no quiere. No tuve más remedio y por eso escribí tan torpemente como soy capaz ese mensaje corto en mi teléfono móvil y tuve que pensar las palabras para decir tanto como quería y callar lo que fuera hiriente. Quería un mensaje directo, que te dijera de alguna manera que lo que quería estar dentro de ti, penetrarte y sentir si de verdad eres o no eres algo más que un solo deseo.

Después el tiempo se encargó de ponerme en mi sito, dudoso y poco a poco resignado, consciente, finalmente pegado al suelo, realista, o sea triste, decepcionado por nada, porque nada debería decepcionar si nada se espera.

Soñé contigo haciendo el amor, tan sencillo, tan sutil, tan básico como eso. Un sueño húmedo e intenso que me hablaba de mi deseo y de ti.


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¿Nerea? Sí, dime… Soy Tomás. Si, ya sé, te he conocido la voz, ¿qué tal? ¿cómo es que me llamas? No lo sé, era una necesidad, un deseo. ¿Te pasa algo? Nada, no me pasa nada. Es eso.


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Encuentro que las palabras surgen. Tienen vida y deciden. Yo no. las llevo en mi cabeza hasta que salen por las manos. Sé que las palabras me vienen rondando con intenciones y desde hace tiempo he decidido no perderles la cara. Más vale una vez morao que ciento colorao. Ahora no es miedo, a lo sumo pereza de que la selección no sea convincente, no cierre el círculo de una manera perfecta. Las palabras me salen al encuentro y en ocasiones me hago el esquivo, no es por temor, es una tristeza que es difícil de explicar, la que siente una persona que sabe que a quien ama ni siquiera lo ve. No es miedo, que es simplemente un deseo de perfección. Las palabras me persiguen y a la vez me esquivan, cuestión de oportunidad y de vez en cuando soy yo el renuente, el que no quiere ponerlas, demostrarlas y no es cuestión de miedo, que ya he dicho cosas terribles de las que me he arrepentido, ya he usado las palabras para herir y matar, para despreciar y para calumniar, no es cuestión de miedo, es un desencuentro antiguo que casi siempre gana el olvido.

Luego me aman y les correspondo, entonces sale un verso perfecto y el mundo se explica y soy feliz.


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Tengo la sensación de que las horas pasan con tal lentitud que es posible que estemos llegando al final de la expansión del universo y estemos a puntito de empezar su contracción y por lo tanto la vuelta atrás hasta llegar al big bang de nuevo. Debe ser solamente aburrimiento.

Te acompaño en el sentimiento es una fórmula tradicional para cuando acudimos al entierro o al velatorio. Hace poco una compañera me comentaba que había huido de tener que acudir a una cosa así por el embarazo que le producía la situación; es joven. Ley de vida. Con el tiempo nos vemos más en la tesitura de acudir, de abrazar a los amigos cuyos padres fallecen, conocidos o compañeros a los que transmitir las condolencias y en parte este acto es uno más del proceso de maduración. En mi época de concejal me tocó acudir a muchos. El roce con la muerte y los cementerios es parte del aprendizaje. He visto muchos muertos, más de los normales, creo yo, para un hombre de ciudad sin especiales connotaciones bélicas, pero por alguna razón, descontando los cadáveres de la universidad, tan fríos, tan muertos, tan cosificados, creo que mi ración de muertos es algo abultada. No era el tema, «Lo siento» suele ser la fórmula que utilizo con más asiduidad para demostrar mi cercanía, eso y preguntar sobre el ánimo ¿Cómo estás?. ¡Qué obviedad! En esos momentos tremendos en que el acompañado llora, siempre pienso en que una vez dicho debería acompañar, sensu estricto en el sentimiento, debería sentir el dolor, debería llorar o sentirme desconsolado. Muchas veces es así, otras no, la fórmula es cortés pero no es auténtica, esto lo ejemplificaba un buen amigo, ya fallecido, que contaba el chiste de quien en el velatorio siempre saludaba: le acompaño en el sentimiento y añadía: ¿quién se queda con la burra? Me despisto, de lo que quería hablar es de como enfrentarnos a ayudar a quien sufre o a quien nos parece que lo hace. Acompañar es buen camino, tocar fondo con él y luego salir a flote.


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Lo importante es invisible a los ojos. Este famosa frase de Saint Exupery llenó horas de reflexiones adolescentes de mi generación y apuesto que de algunas más. Ahora aparece en esos recopilatorios de adagios y frases célebres que intentan sintetizar un montón de conocimiento en pocas palabras y que en general resultan algo ripiosas. Esta y otra frase el problema que tienen es que tienen voluntad universal, esférica, cerrada y quieras que no lo de las certezas a lo bestia no siempre son lo mejor, ¡qué digo! casi siempre son lo peor. Hoy el mundo está delante de una dicotomía de esas que merecería la pena poder contestar con un «sí, pero» o un «no, si no es …» Las cosas no funcionan así y menos en política, así que hoy se acercarán con todos sus matices para cambiarlos por un blanco y negro sin fisuras y ahí no queda todo, luego los papeles y las tebés terminarán la jugada interpretando lo que querían los que mandan. Dios, cualquiera de ellos, nos pille confesados. Lo importante quedará oculto a los ojos tal y como vaticinaba «El Principito» y es verdad que a veces lo que es estructural, lo que define algo y sin lo cual no sería lo que es, no está. Le pasa a la sopa de ajo en contra de su alter ego la de cebolla. Le pasa al martini dry y le pasa a algunos edificios u obras de arte que solo se sostienen por una presencia sutil de lo que no se ve. A mi la sopa de ajo me la enseñó a hacer una compañera del trabajo con la que intercambiába recetas por email. Lo juro, la cosa no pasó de nivel y Pilar y yo compartíamos solamente el interés por conseguir que los demás, sentados a nuestra mesa fueran felices, si quiera mientras descubrían como habíamos sido capaces de disparar esos sentimientos con cosas tan sencillas. Ella era, es, Zamorana lo cual imprime cierto aire de exclusividad y además era un mujer voluminosa y según dice el tópico, por lo tanto amable. Sin tópico, Pilar era una mujer amable que decía que lo más importante de la sopa de ajo es que no haya ajo, así que ella utilizaba un buen aceite de oliva, que tuviera sabor por si mismo, no sé, con mucha arbequina, algo picante y rehogaba unas cabezas de ajo en él, despacio, sin demasiada prisa para que no se arrebaten y pongan ácida la esencia y ya está, lo sustancial estaba hecho, el carácter impreso, la estructura definida, ahora Pilar solo buscaba una presencia atractiva, que excitara para que entraran ganas de probar y eso lo conseguía cortando unas lajas finas, muy finas de pan duro que una vez retirados los ajos empapaba en el aceite al rescoldo de la lumbre y desde luego el color rojo que venía de añadir un buen pimentón de la Vera justo en el momento en que retiraba los finos tostones del fuego para que el pimiento no se quemara. Con semejante aliño y en un agua que ya debería estar cociendo terminaba el plato, esta vez si, a fuego intenso y hasta que el pan se hiciera nube añadiendo sal de a poquitos para no matar el sabor verdadero. Así me enseño la receta básica, la que no admite florituras como pequeños tacos de jamón, o chorizo, o ese huevo escalfado en cada plato de barro en el que se sirven estos caldos, pero es que ella además de Castellana, era huérfana de hospicio y eso, quieras que no, te termina haciendo austero y amante de un cierto concepto minimal. Yo he comido la sopa según su receta y para llegar al máximo con lo mínimo, que de eso se trata, pero nunca he hecho ascos a un concepto más barroco y más lucido con de todo. Creo que era Churchil quien decía que el dry martini se hacía enseñando a la ginebra una botella de vermouth llevando al paroxismo el concepto de la presencia sutil. Ahora los buenos barman hacen el dry martini con una mezcla de 10 a 1 a favor de la ginebra y con unas gotas de limón y en los años 60 lo hemos visto en esas películas estupendas servido en copa de cóctel con una aceituna; para Bond lo bueno era mezclarlo, no agitarlo y para mi lo importante, como no, es compartirlo, pero nunca antes de una sopa de ajo a la que si os vale mi sugerencia la entraría con un vino del priorato.


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A propósito del debate lingüístico en España, lectura recomendada de Identidades asesinas de Aminn Maalouf (Alianza editorial, Madrid 1999):

Todos estamos obligados a vivir —dice Maalouf— en un mundo que se parece muy poco al terruño del que venimos» La concepción tribal del hombre debe ser sustituida por la «mundialización». Cuando aparecen realidades nuevas, debemos reconsiderar nuestras actitudes, nuestros hábitos y, ayudados por la herramienta de la libertad, elegir el rumbo social de nuestra vida colectiva. A veces, cuando esas realidades se presentan con gran rapidez, nuestra mentalidad queda rezagada en prejuicios, alimentando complejos, en lugar de actitudes abiertas y «cabezas altas». «Si el hombre se siente obligado a elegir entre negarse a sí mismo y negar a los otros, estaremos formando legiones de locos sanguinarios, legiones de seres extraviados».


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Ahora sabemos que la vida no tiene sentido, antes eran ignorantes de esta máxima. Ahora sabemos que lo que hagamos no tiene un porqué ni una razón detrás y ni mucho menos tiene la previsión de un premio o un castigo, así que ya no tenemos justificación. Antes eran ignorantes y creían que los animales estaban puestos ahí con una finalidad. Ahora sabemos que nuestras obras responden solamente ante nuestro juicio íntimo y que este es tan subjetivo y voluble que nos puede juzgar inocentes o culpables con apenas 1 ppm de adrenalina en sangre, más o menos. Antes eran ignorantes sobre porqué las cosas ocurrían para mayor desgracia de la mayoría. Ahora sabemos que no hay un hilo conductor de la historia y que esta zigzaguea y se retuerce y se repite por mucho que la conozcamos y que la escriben los vencedores y que estos siempre son los mismos o sus hijos o los hijos de puta de sus hijos, por lo que nos llega sospechosamente clara. Antes no sabían casi nada de todo esto y por eso vivían con una cierta paz interior, ahora nos vamos acostumbrando a guardar el equilibrio con respecto al vacío, agarrados a nuestro propio delantal y solo nos redime la música y no siempre.


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