Trilogía
Tortilla de cebolla
Hay veces que el ánimo no está para muchos trotes, sea por lucidez o simplemente porque todo tiene un límite. Sea la causa la que dios quiera, lo mejor en ese caso es hacerse con media cebolla, un par de huevos, un poco de aceite de oliva y sal.
Con estas armas y aprovechando la situación pelamos la cebolla lo que nos permitirá llorar un rato con disculpa incluida, la lavamos bien y la cortamos en trozos pequeños. A partir de aquí todo es cuesta abajo; se fríe la cebolla en una sartén a fuego muy lento y mientras batimos en un cuenco los dos huevos. Yo prefiero batir primero las claras y luego las yemas, pero si el ánimo no da para tanto, basta batir todo junto. Cuando la cebolla esté blandita, hay que escurrir el aceite y añadir los huevos, dejar que se cuajen y se doren por un lado y luego darle la vuelta o como si fuera «a la francesa» doblarla sobre si misma, envolverla. A mi me gusta tomarla con un vasito de vino tinto, si puede ser de la Rioja baja, mejor.
Tortilla de queso (II)
Se puede variar, tomar un rumbo nuevo aunque tenga aspectos que ya conocíamos, modificar algunas cosas, basarse en lo conocido para no repetirlo, para eso tomamos dos huevos y los batimos en un cuenco añadiendo un poquito de perejil, un poquito de orégano y una pizca de sal. Ponemos en una sartén mediana un poco de aceite y lo calentamos hasta que empiece a humear, si la sartén es buena, antiadherente es mejor quitar el aceite sobrante y echar la mezcla directamente hasta que cubra toda la sartén. Aquí viene el momento difícil, en el que hay que dejar cuajar la mezcla unos minutos y colocar un par de lonchas de queso en uno de los lados de la superficie de la masa, luego con cuidado doblamos la otra mitad del huevo cuajado encima del queso. Ya casi está, le damos una vuelta para que el queso se derrita y lo servimos en el plato, si es posible con un poco de pisto. Al principio nos costará acostumbrarnos al cambio, después será rutina.
Tortilla de atún (III-fin de la trilogía)
Tres son las patas sobre las que se sostiene en perfecto equilibrio una mesa, un taburete, la deidad y muchos matrimonios. Tres han sido mis regalos para las noches solitarias, las cenas en compañía de tus propios barruntos. Tres opciones para que al menos el cuerpo se sienta bien, tres manías personales, tres recuerdos.
En un cuenco se pone el atún desmenuzado, perejil picado, las yemas, y se añade un poco de sal y pimienta y se bate hasta que todo esté ligado. En otro cuenco se baten las claras a punto de nieve y se incorporan a la mezcla anterior muy despacio. Lo demás ya lo sabemos, una sartén con aceite de oliva que se caliente y se retira, poner la mezcla y esperar pacientemente a que se cuaje para poder envolverla o darle la vuelta, según nos guste.
(Homenaje al libro Sostiene Pereira, 1994 Antonio Tabuchi)
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