Francisco Molinero

1959-

Se te va la fuerza por la boca. No es verdad. Se me va la fuerza por cada poro. Estoy cansado, aburrido, peor aun, descreído ¿Por eso no aprestaste el gatillo? Puede ser. ¿Puede ser? Ni siquiera en esa actitud te reconozco. Tenemos que hacer algo o te van a terminar pegando un tiro o abriéndote la garganta con una hoja roñosa. Te lo agradezco, Jonás, de corazón, pero ya es tarde. Los dos sabemos que la primera duda es el aviso final. ¡No jodas! Estamos hablando de ciclos. De ciclos no. No te engañes, se trata de una línea continua, una línea tenue con su principio y su final y sobre todo con sus pendientes. Nada se repite y sólo hay que estar atento a uno mismo para saber cuando la línea ha tomado decididamente la cuesta abajo. Estos se arregla con un par de cervezas. Eres incansable. Esto no se arregla. lo dejo. Sabes que no puedes decirme eso. Ya lo sé. Sabes que al final me va a tocar a mi arreglar este marrón. Lo sé. Y arreglar significa quitarte de en medio. Lo sé. Lo he sabido siempre. Entonces ¿por qué te empeñas? Déjalo, vamos a por esas cervezas y lo que venga.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Entre tanto silencio se había colado su conversación de manera imperceptible. Al cabo de unos días era una más y al final del curso casi no se podía vivir en aquella casa sin su presencia, su charla animada, su sonrisa mañanera. Todos de una u otra manera nos enamoramos de ella y cuando aquél policía la quebró el cuello extendió una sombra muy densa en nuestros corazones.

Yo tuve la suerte de compartir un viaje a Louisiana, según me dijo a buscar un verdadero trompetista y en medio de la locura que suponía ir con una mujer que irradiaba simpatía allí donde paraba, hablamos durante horas de todo y de todos, de la vida, del amor, del sexo y de como hacer una buena masa de pizza.

Cuando recogí su cuerpo ensangrentado del suelo no lloré, ni siquiera sentí nada salvo su sangre caliente chorreando por mi antebrazo. Después no he dejado de llorar nunca, a veces hasta que la garganta me dolía y cuando en una reunión de amigos se hacía el silencio yo tenía la sensación de que ella me miraba.

Ahora sé que sigo enamorado y aunque he reorganizado mi vida tal y como todos esperaban, cuando mi mujer me acaricia, los ojos se me humedecen


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Hola, me han dicho que has vuelto de Rusia. Si, hace un par de días. Pensaba haberte llamado. Bueno, me he adelantado, espero que no te importe. Me ha podido la ansiedad de oír tu voz de nuevo. No sé ¿Qué es lo que no sabes? No sé si emocionarme o asustarme. Mi voz. No solo tu voz, tengo tu olor en mi cabeza desde la última vez. ¿Sigues ahí? Si, si, perdona, me he quedado noqueado. Me debes una invitación. Es verdad y ya se lo que voy a cocinar. No es importante. Cualquier cosa seguro que sirve si la haces tu. No lo creo. Hazme caso, yo solamente quiero acariciar tu cabeza cuando la pones en mi regazo. El martes a mediodía te espero. No faltaré.

Nada más colgar el teléfono Román empezó a notar como su cabeza empezaba a girar sin control, la receta de las patatas a la importancia se hacía con todo el espacio y se repetía como una letanía, como un mantra sexual y sin querer empezó a cocinar en su mente; Las patatas cortadas en rodajas anchas, casi de un dedo para luego salarlas y rebozarlas con huevo y harina. La imagen de una sartén amplia y bien llena de aceite se aparecía entre el resto de las preocupaciones diarias y en ella las patatas rebozadas se iban dorando muy lentamente. Pensó en los huevos fritos y recordó la frase que Miranda dijo la primera vez que los comió: «Me gusta sobre todo el pan para rebañar, sacia los sentidos.» Ese era el objetivo, colmar, rebosar, llenar el vaso del placer hasta el borde. Vueltas y vueltas, las imágenes de las patatas bien doradas y retiradas en una besuguera amplia donde solamente había una capa empezaba a tomar cuerpo. Solo faltaba dorar una cebolla muy despacito en el aceite y añadirle un majado de ajo con unas hebras de azafrán y una cucharada de harina y una vez trabado, pasar todo por un colador y cubrir las patatas de la besuguera con el caldo para que cuezan media hora por lo menos. Por fin se pudo dormir, eran más de las cuatro de la madrugada y en la mesa de su imaginación se podían ver dos platos grandes, cada uno de ellos con un par de huevos fritos, ligeramente dorados y de yemas deseando reventar, acompañados de unas exquisitas patatas rebozadas que desprendían un olor a azafrán imposible de resistir. El buen sexo estaba garantizado.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Virginia es amiga mía. Trabajaba en una pequeña compañía de seguros que fue comprada por otra que ha sido comprada por otra, en esta carrera por comerse al pez chico, que tienen las multinacionales de lo que sea. Virginia lleva un montón de años en esa empresa y aunque no la he visto trabajar, conociéndola, yo creo que dejando mes a mes su plusvalía en manos del capital. Ya sé, ya sé que esto suena antiguo, pero no se me ocurre como mejor explicarlo. En la última compra, la nueva empresa ha ido trasladando a los empleados o tendiéndoles puentes de plata hacia el paro. A ella ni lo uno ni lo otro. Virginia está trabajando entre cajas de mudanzas, sola en su despacho, con la sensación de que algún día cerrarán la puerta y la olvidarán dentro. A Virginia nadie le dice nada mientras la empresa se vacía y el polvo se adueña de las mesas. Virginia es para mi la fragilidad. Así la recuerdo, así la sueño y así la veo y me la imagino sola, triste y maltratada por unos empresarios que hacen gala de una inhumanidad merecedora de un castigo ejemplar. Por eso cuando Virginia me cuenta lo que le pasa se le saltan las lágrimas y a mi se me cierra el puño.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Cuando murió Liber Seregni, para muchos era un desconocido, para mi en aquellos finales de los años 70 también lo era. Impelido por una voluntad que con el tiempo no he visto mermada, me acerqué al Paseo de la Castellana a interesarme por una asociación (lo del ONG ha sido posterior) que se llamaba Amnistí­a Internacional. Me convencieron. Entendí­ rápidamente qué era un preso de conciencia, yo creo que en aquél momento yo me sentí­a así­ y me puse a trabajar en lo que entonces consistí­a el trabajo en Amnistí­a; pasé a formar parte del grupo número 1. Tení­amos el encargo de Londres – esto a mi me parecí­a muy emocionante- de intentar la liberación de tres personas, una era un tal Liber Seregni, ex-militar Uruguayo y creador con otros del Frente Amplio, encarcelado por la dictadura Uruguaya. Nuestro trabajo consistí­a en escribir cartas «cortésmente redactadas» pidiendo su liberación, en escribirle a él diciendo que yo, Francisco Molinero, sabí­a de su injusta detención, y que estaba preocupado y atento por él. Los otros dos presos de los que se encargaba mi grupo eran Ahmed Ben Bella y un chino de cuyo nombre no soy capaz de acordarme. Seregni y Ben Bella fueron liberados y yo siempre me sentí­ vinculado a ellos, me sentí­ unido a la suerte de personas a las que no conocí­a pero que sabí­a que estaban siendo injustamente tratados. Recuerdo también que en aquella época unos fascistas mandaron una bomba a la sede de la asociación y recuerdo muy vivamente el rechazo que mis amigos de izquierda de verdad tení­an por mi afiliación a una organización que solo se preocupada de los presos extranjeros. Posteriormente hice la mili y supe lo que es, estando secuestrado, recibir una carta de quien te ama.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Para hacer una pan blanco de la Toscana necesitamos 21 gr de levadura fresca, media cucharadita de azúcar, cuarto de litro de agua y 400 gr de harina de trigo. A mi me gusta con algo de sal, así que le añado una cucharadita. Para los iniciados no haría falta, pero si se empieza por primera vez con esto de hacer magia con la harina, lo primero es diluir la levadura y el azúcar (la sal) en el agua. Lo más fácil es colocar la harina en forma de montaña o mejor dicho de volcán y verter en el cráter el agua. Al principio con cuidado y luego cada vez con más energía tenemos que amasar hasta que nos quede una bola que no se pega a las manos ni a la mesa.

¡Alto ahí! En esto de las cantidades y que no se pegue hay truco. Depende del tipo de harina, de la humedad ambiente y de algunas cosas que ni yo mismo conozco, a veces necesitaremos algo más de harina. No te cortes.

Pues eso, una vez amasado, hacemos una bola, la espolvoreamos de harina y la tapamos con un trapo para que repose durante tres cuartos de hora en un sitio tibio y sin corrientes de aire.

Luego de esta primera fermentación la trabajaremos durante seis minutos estirándola y volviéndola a juntar, después le damos forma de hogaza, la colocamos sobre la bandeja del horno, la tapamos de nuevo con el paño y la dejamos subir durante otros cuarenta y cinco minutos.

El horno debe calentarse a unos 220 grados aproximadamente y si queremos que la corteza sea crujiente hay que meter un recipiente con agua para que la humedad sea alta. La cocción durará unos 20 o 30 minutos, según nuestro gusto y el tipo de horno y la cantidad de agua, y la levadura…. vamos que a los 20 minutos comprobaremos y luego a ojo. Lo sacamos y siguiendo los consejos de mi amigo Jose pulverizamos con un poquito de agua y después espolvoreamos con harina.

Dice Ulrike Kraus en su libro sobre el pan «que en días muy calurosos es especialmente sabroso cubrir las rodajas con tomate y albahaca o que simplemente se puede poner aceite de oliva y sal gruesa». Añado yo que para el frio invierno es fundamental en una sopa de cebolla, tostado bajo una capa de queso fundido.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Para hacer una pan blanco de la Toscana necesitamos 21 gr de levadura fresca, media cucharadita de azúcar, cuarto de litro de agua y 400 gr de harina de trigo. A mi me gusta con algo de sal, así que le añado una cucharadita. Para los iniciados no haría falta, pero si se empieza por primera vez con esto de hacer magia con la harina, lo primero es diluir la levadura y el azúcar (la sal) en el agua. Lo más fácil es colocar la harina en forma de montaña o mejor dicho de volcán y verter en el cráter el agua. Al principio con cuidado y luego cada vez con más energía tenemos que amasar hasta que nos quede una bola que no se pega a las manos ni a la mesa.

¡Alto ahí! En esto de las cantidades y que no se pegue hay truco. Depende del tipo de harina, de la humedad ambiente y de algunas cosas que ni yo mismo conozco, a veces necesitaremos algo más de harina. No te cortes.

Pues eso, una vez amasado, hacemos una bola, la espolvoreamos de harina y la tapamos con un trapo para que repose durante tres cuartos de hora en un sitio tibio y sin corrientes de aire.

Luego de esta primera fermentación la trabajaremos durante seis minutos estirándola y volviéndola a juntar, después le damos forma de hogaza, la colocamos sobre la bandeja del horno, la tapamos de nuevo con el paño y la dejamos subir durante otros cuarenta y cinco minutos.

El horno debe calentarse a unos 220 grados aproximadamente y si queremos que la corteza sea crujiente hay que meter un recipiente con agua para que la humedad sea alta. La cocción durará unos 20 o 30 minutos, según nuestro gusto y el tipo de horno y la cantidad de agua, y la levadura…. vamos que a los 20 minutos comprobaremos y luego a ojo. Lo sacamos y siguiendo los consejos de mi amigo Jose pulverizamos con un poquito de agua y después espolvoreamos con harina.

Dice Ulrike Kraus en su libro sobre el pan «que en días muy calurosos es especialmente sabroso cubrir las rodajas con tomate y albahaca o que simplemente se puede poner aceite de oliva y sal gruesa». Añado yo que para el frio invierno es fundamental en una sopa de cebolla, tostado bajo una capa de queso fundido.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

La escena se desarrollaba en el decorado de un salón de principios del siglo XX. En un rincón la orquesta hebrea y en un amplio círculo que solamente se rompe por la presencia de la cámara, figurantes y actores se preparan para representar sus correspondientes papeles. Lopajin, principal actor en ese momento tiene un discurso amplio que empieza junto a mi y que debe terminar cuando se dirije a la orquesta exigiendo con vehemencia que se toque. «Estamos rodando…. cinco y acción» «La he comprado yo…» declama el actor mientras se empieza a mover hacia el centro del salón. Mi vista le sigue atento a su interpretación e intentando colaborar en la verosimilitud de la escena. «La he comprado yo…» y en su movimiento tal y como si fuera una carta astral los planetas se van alineando; el actor llega al centro y en ese instante mi mirada se encuentra de frente, sin más con la suya; ella tampoco está mirando a Lopajin y nuestros ojos nos conectan. La escena continúa pero nosotros hemos quedado atados y ya no podremos soltar los lazos hasta que no sepamos como es un beso del otro.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

No siempre es fácil invitar a alguien. A veces se toma el brazo por la mano, abusa, se come tus mejores bocados, se sienta en el sillón que tiene tu horma, usa tus zapatillas, cambia aquellas pequeñas cosas apenas imperceptibles que en el fondo dan cuerpo a tu hogar. Con todo no es lo peor, lo peor es que se muestra ufano en tu puerta y saluda a los vecinos cuando pasan y pone flores chillonas en los balcones donde nunca antes hubo sino alfeizar mondo y lirondo y te pinta la fachada de verde pistacho. Al final los vecinos se sorprenden y al pasar cuchichean entre ellos: ¿No vivía ahí ese hombre tan serio y circunspecto que apenas saludaba? y se encogen de hombros pensando en lo que la gente cambia.

La hospitalidad es un riesgo, un riesgo que ya no sé si me gusta correr.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Este es un guiso de raíces euskaldunes y que yo aprendí a degustar en Laredo, Cantabria, donde cifraban su creación en la cocina de los barcos en lo que llevaban patatas y añadiendo el bonito recién pescado. Tanto da y tanto comparten las dos cocinas. Para hacer una olla que dé de comer a 8 personas hacen falta 750 gr de bonito, 1 kilo de patatas, 3 dientes de ajo, 2 cebollas, 4 tomates, 4 pimientos verdes, 1 vaso de aceite, sal y pimienta.

Se calienta el aceite y en una cazuela se sofríen lentamente la cebolla y los pimientos que habremos picado previamente y los ajos. Cuando todavía estén a medio hacer añadimos los tomates pelados, sin semillas y cortados en trozos. Freímos todo hasta que hayamos conseguido una salsa de tomate espese, entonces es el momento de añadir las patatas que habremos pelado y cortado teniendo la precaución de que el corte no sea limpio sino que antes de terminar cada corte tiramos del cuchillo hacia afuera hasta que el trozo se rompa (escachar). Rehogamos las patatas y añadimos agua hasta cubrir todo y dejamos cocer lentamente añadiendo la sal y unas bolas de pimienta. Mientras, limpiamos el bonito, lo cortamos y lo sazonamos añadiéndolo al guiso unos minutos antes de que las patatas estén cocidas, apenas 10 minutos de cocción será suficiente.

Traducción de Google translator (en fin, es lo que hay y pido disculpas)

Euskal sustraiak dituen gisatua da eta Kantabriako Laredon dastatzen ikasi dudana, txalupenen sukaldean sortu zuten, patatak erabiliz eta harrapatu berri den hegaluzea gehituz. Bi sukaldeek hainbeste eta hainbeste partekatzen dute. 8 pertsona elikatzen dituen lapiko bat egiteko, 750 g hegaluze, kilo 1 patata, 3 baratxuri ale, 2 tipula, 4 tomate, 4 piper berde, baso 1 olio, gatza eta piperbeltza behar dira.

Olioa berotu eta astiro-astiro salteatu aurretik txikituta ditugun tipula eta piperrak eta baratxuria kazola batean. Oraindik erdi eginda daudenean, gehitu zuritutako tomateak, haziak eta zatitan moztuta. Dena frijitzen dugu tomate saltsa lodi bat lortu arte, orduan zuritu eta ebakiko ditugun patatak gehitzeko garaia da, mozketa garbia ez dagoela zainduz baina mozketa bakoitza amaitu aurretik labana kanpora ateratzen dugu pieza hautsi arte. (escachar). Salteatu patatak eta gehitu ura dena estali arte eta utzi pixkanaka egosten, gatza eta piper bola batzuk gehituz. Bitartean, hegaluzea garbitu, moztu eta ontzen dugu patatak egosi baino minutu batzuk lehenago erregosiari gehituz; 10 minutu besterik ez dira egosita nahikoa izango.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">