Una historia de ficción

La escena se desarrollaba en el decorado de un salón de principios del siglo XX. En un rincón la orquesta hebrea y en un amplio círculo que solamente se rompe por la presencia de la cámara, figurantes y actores se preparan para representar sus correspondientes papeles. Lopajin, principal actor en ese momento tiene un discurso amplio que empieza junto a mi y que debe terminar cuando se dirije a la orquesta exigiendo con vehemencia que se toque. «Estamos rodando…. cinco y acción» «La he comprado yo…» declama el actor mientras se empieza a mover hacia el centro del salón. Mi vista le sigue atento a su interpretación e intentando colaborar en la verosimilitud de la escena. «La he comprado yo…» y en su movimiento tal y como si fuera una carta astral los planetas se van alineando; el actor llega al centro y en ese instante mi mirada se encuentra de frente, sin más con la suya; ella tampoco está mirando a Lopajin y nuestros ojos nos conectan. La escena continúa pero nosotros hemos quedado atados y ya no podremos soltar los lazos hasta que no sepamos como es un beso del otro.


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