Un apunte atormentado

Entre tanto silencio se había colado su conversación de manera imperceptible. Al cabo de unos días era una más y al final del curso casi no se podía vivir en aquella casa sin su presencia, su charla animada, su sonrisa mañanera. Todos de una u otra manera nos enamoramos de ella y cuando aquél policía la quebró el cuello extendió una sombra muy densa en nuestros corazones.

Yo tuve la suerte de compartir un viaje a Louisiana, según me dijo a buscar un verdadero trompetista y en medio de la locura que suponía ir con una mujer que irradiaba simpatía allí donde paraba, hablamos durante horas de todo y de todos, de la vida, del amor, del sexo y de como hacer una buena masa de pizza.

Cuando recogí su cuerpo ensangrentado del suelo no lloré, ni siquiera sentí nada salvo su sangre caliente chorreando por mi antebrazo. Después no he dejado de llorar nunca, a veces hasta que la garganta me dolía y cuando en una reunión de amigos se hacía el silencio yo tenía la sensación de que ella me miraba.

Ahora sé que sigo enamorado y aunque he reorganizado mi vida tal y como todos esperaban, cuando mi mujer me acaricia, los ojos se me humedecen


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