Claro que podía haber retrocedido
¿cuánto
hasta perderme en mis propios miedos,
hasta toparme con tus hombros? y allí asirme
refugiarme entre tus pliegues.
No, no se puede estar huyendo eternamente
en algún momento hay que pararse
medir cada palabra
y resistir, plantarle cara
estar dispuesto a todo por defender la idea
cada una de las posturas que demuestran qué somos, quién somos.
Podía haber seguido retrocediendo
como venía haciendo
pero me acordé de ti y me dio vergüenza
y aquí estoy
pasando tanto miedo que no sé
no sé
no sé
si cuando termine el día seré polvo y solo polvo
polvo valiente, enamorado.
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Hasta el final la duda reina
instalada en cada uno de nuestros miedos
en todos ellos
apretando el cuello indefenso de nuestra inseguridad
cerrando las arterias inermes, asfixiándonos
arañando el vidrio íntimo de la conciencia.
Hasta el final
la vida se mueve furtivamente en un bosque de dudas
repetidas tozudamente, una vez, otra vez
cada una dueña de nosotros.
Hasta el final todo es gris, borroso
y luego la luz
la tierra fértil de la certeza
el sol cálido sobre la piel
todas y cada una de las canciones que esperábamos
tus manos suaves y firmes sobre mi espalda
el bálsamo de tu voz en mi cabeza
la certeza de ti.
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Hay una última línea, una frontera ignota, un barranco inaccesible.
La luz se curva en tu cadera
me adormece tu mano que acaricia mi cabeza mientras tiemblo
recogido
asustado
amparado en tus brazos
después de hacer el amor.
Hay una frontera más allá de lo que acostumbramos, una pared inexpugnable.
Llorar de felicidad
usar el último aliento para desahogarme
recorrer el espacio que separa mi piel de tus ojos
acabar con el tiempo
bruscamente.
Hay un placer inimaginable justo al otro lado, un disparo a quemarropa.
Presiento que toda la luz proviene de un solo punto
primigenio, oculto, poco transitado
solo al alcance la de la punta de mis dedos
una única fuente
un dolor
un enorme centro.
Hay formas que no se ven
por eso lloro
y me refugio a dormir en tu regazo.
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Hundir los dedos en tus cabellos
hundirme
hundirte
Hundir mi pene entre tus piernas
hundirme
hundirte
Hundir mis ojos en tu corazón
hundirme
hundirte
Después vienen las palabras y lo confunden todo
lo desdibujan
lo ocultan,
por eso apenas hablo cuando estoy contigo
para que todo esté claro
lo que deseo y lo que no quiero
lo que soy y por qué estoy.
Mis manos, mi sexo, mis ojos
te tocan, entran, te miran
y alrededor un círculo blanco como de tiza
y entre los dos
una línea negra.
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Si me paro puedo escucharte
cada gota te trae
cada brizna me habla.
Si detengo el tiempo puedo verte
la brisa te muestra
la luz dibuja tu contorno.
Si consigo pararme, detener el tiempo
todo se revela claramente
Slow motion
entonces la vida retrocede fotograma a fotograma
hasta que tu cuerpo está entre mis brazos
de nuevo
y siento que muero un instante
otra vez
tan profundo
tan dentro
que no sé distinguir la realidad
absorto como estoy en ser feliz.
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Tengo que rellenar el pasado
la memoria
los pedazos desaparecidos
las teselas del tiempo
olvidadas,
construir un discurso coherente
que me valore, me excite, me agrande, me reconstruya
repintar los frescos decolorados
encontrar la pieza que explica la realidad.
Tengo que regresar sobre mis pasos
dudar de nuevo las intersecciones, reconocer las marcas, las pequeñas estratagemas.
Ingeniería inversa.
Tengo que rellenar una memoria que se me desdibuja
recordar lo que debería haber pasado
generar de nuevo la energía que dejó la herida, la cicatriz evidente
volver a conocer los nombres olvidados
conscientemente
descuidadamente.
Cada tiempo que consumí sin sentido necesita una historia que lo redima
o al menos que lo permita dormir sin vergüenza
volver a ocupar el escaño de los segundos intensos, los minutos coherentes
las horas dulces, los días fructíferos, los años vividos intensamente.
Es otoño.
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No consigo en esta noche de niebla olvidarme de ti
del recuerdo de tus manos en mi espalda
y la larga noche por delante para nosotros.
Hay tanta niebla que temo que mi recuerdo se desvanezca
se diluya en el duermevela después del sexo
que se acostumbre a la ausencia.
Las tardes de invierno con olor a humo
disparan tu sonrisa en mi cabeza
tu larga melena arropando las gotas condensadas en el cristal
y que me dijeras que me querías
tan de veras
tan sentidamente
que a veces me pareció que fuera verdad.
No consigo en esta noche de niebla olvidarme de ti
quitarme de la cabeza la idea de pérdida.
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¡Qué madrugadas bajo la lona
tímidamente agazapados, envueltos, acurrucados!
Ya lo veis, el recuerdo es indeleble
este y el otro
el bueno y el malo,
lo que pasa es que seleccionamos
hacemos el trabajo del entomólogo pinchando cada imagen con un alfiler
y perdiendo cajas enteras de coleópteros innecesarios.
Ya lo veis, y si tenéis memoria lo oléis
lo único que no cambia nunca es la mirada.
Me acuerdo de tus ojos como si me enamorara hoy mismo
me acuerdo de ti con precisión,
una mirada que iba más acá de la piel.
Ya lo veis, sagradas vacas multicolores
Tengo una caja de recuerdos pinchados con un alfiler
en alguna parte de mi cabeza
tan cerca del placer como del desastre.
Ya lo veis, vengo de un hilo que continua.
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Ya no me importa la luz
ni siquiera un aliento que me reviva
solo quiero la palabra justa
el verso que te alcance en el centro
-dardo sutil en la mañana-
apenas una ráfaga de aire frío
que te recorra entera
los blancos muslos
las caderas donde me refugié
tus pechos grandes
la boca muda.
Ya no quiero nocturnos insomnes
ni sábanas desiertas
solo quiero el verso preciso que te hiera
la daga que taje la herida por donde sangre el amor
la voz perfecta que te cautive el alma
y te devuelva
la rima exacta
que detenga el tiempo un instante, eterno, sublime
solo eso quiero
y no puedo tenerlo.
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