Francisco Molinero

1959-

Fin de viaje montando una discoteca al aire libre en Horcajo de Santiago a petición de mi amigo Luis que después de años se acordó de mí y me pidió el favor, y rememorando las noches sin dormir viendo como la peña disfruta de su fiesta a base de alcohol y música basura; al final la soledad de los montadores mientras el sol se asoma detrás del campanario y el regreso a casa con el camión repleto de trastos, con el run run del motor adormeciendo un cerebro ya somnoliento y embrutecido. Lo mejor de la noche, los dátiles y las almendras de mi compañero marroquí de fatigas y que se acaban dos semanas de trabajo continuo.


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Dedico el tiempo a espantar el silencio. Meticuloso, en cada instante una palabra, un espantajo que me defienda.

La tarde me atosiga con su premura de oscuridad como una promesa oscura un beso desagradable.

La tarde retuerce el tiempo lentamente lo asfixia.


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La historia se repite con una precisión de relojero. Hace unos años estuve por estas fechas con Pedro y Maribel y ya constataba que la insatisfacción de nuestra generación era profunda, ahora me atrevería a decir que estructural. Un año más tarde Pedro me contaba que le habían ofrecido un buen trabajo en Chile y que pensaba que es una buena oportunidad. Le animo. Le animamos todos los presentes a poner agua de por medio en este tedio. Hablamos de nuestras horas de trabajo y comprobamos la misma sensación de trabajar con chavales jóvenes con los que no compartimos casi nada. Básicos en sus preocupaciones, ausentes de cualquier lectura que no sea el marca, conservadores y en algunos temas racistas, seguidores de gran hermano, iniciar cualquier conversación con ellos es poco menos que peligroso. Yo le cuento que cuando entro por la mañana procuro reducir mis expectativas y eso me ayuda. Pedro lee los periódicos, muchos y nos manda recortes y noticias que le impresionan y los demás desde nuestros respectivos cubiles las leemos sabiendo que son notas metidas en una botella electrónica. Ahora se quiere ir a Chile, Argentina y Venezuela y le envidio y espero seguir recibiendo sus vídeos y los recortes del Clarín y que allí encuentre gente que merezca la pena y un trabajo en el que pueda al menos sentirse útil. Acabo de recibir un mensaje en mi teléfono móvil de María, que está con su familia haciendo nudismo en una playa granadina y que sabe que pocas cosas me gustan a mi más que eso, desnudarme al sol, bañarme y disfrutar de la desnudez de los demás. También la envidio, así que llevo unos días de tener los dientes largos casi constantemente. Me meto en la cocina y preparo unas costillas de cerdo al horno. He cambiado de estrategia animado por el carnicero que le da a Raquel una receta con la que, según sus palabras, me van a hacer la ola y temprano caliento el horno a 150 grados y meto dos hermosos costillares sin nada más, con los huesos hacia arriba. La carne necesita casi siempre una cochura lenta que la deje madurar por dentro y tostarse por fuera, y el cerdo para mi gusto está mejor cuanto más ha reducido su grasa, así que mientras el milagro del horno se produce preparo una poción con un diente de ajo, una hoja de laurel, perejil abundante y un puñadito de otras especias que cada uno elige según sus gustos (las hierbas provenzales son buenas), le añado un chorreón de aceite de oliva, un vaso de agua y uno con una mezcla de vinagre de manzana y de vino y un punto de aceto de módena. Lo paso todo por la batidora y una vez terminado le doy la vuelta a las costillas que empiezan a secarse levemente, los pinto con la poción y les devuelvo al calor. Como me siento con ganas de sensaciones algo fuertes me decido por preparar una salsa picante y en un vaso de batidora dispongo un tomate entero y limpio, una cuchara pequeña de curry picante otra de chile, desde luego picante, dos chiles que mi cuñada Ame me trajo de México el año pasado y un buen chorreón de tequila, lo bato, lo pruebo y compruebo que mi salsa diábolo está preparada. Ya solo queda esperar, y un poco antes de sacar las costillas, una hora y media después de haberlas metido por primera vez, las saco por última vez, las rocío con la poción y las meto al horno unos últimos diez minutos con el fuego a casi 180 grados, las saco. Yo vi los atentados de las Torres Gemelas casi en directo en el bar de Tres Cantos donde comía. No sentí nada especial, esa es la verdad, comimos viendo como se caían las torres entre comentarios de asombro de los asiduos, las raciones de paella y los carajillos. Me llamó mi suegro asustado, diciendo que tenía miedo de lo que pudiera pasar y le tranquilicé. A mi modo de ver, nada sustancialmente distinto a lo vivido iba a ocurrir y pensaba esto a los efectos locales de los españoles. Ni me estremecí, ni creí que el mundo fuera a cambiar y digo esto, no porque me parezca una postura moral sobre lo que pasó, sino simplemente porque fue así, no tuve sentimientos de pena o de angustia. Matar miles de personas como venganza, como presión, es un acto de una vileza estremecedora, aquél día los mataron en New York, antes y después los matan en cientos de rincones del mundo, de hambre, a tiros o con bombardeos disuasorios y los vemos de vez en cuando asomados a nuestras televisiones con sus barrigas infladas de gases. Hoy matan Palestinos todos los días, y libaneses y ucranianos y rusos. No es verdad que todo siga igual, pero se parece mucho.


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Mañana hace 57 años, el 9 de Octubre de 1967, ejecutaron a Ernesto Che Guevara en una escuela de la Higuera, a 50 Km de Vallegrande, en Bolivia. Él tenía 39 años y yo 9. Me lo recuerda mi amigo Jesús y me viene al pelo para hablar de la sensación que hoy más que nunca tengo con relación a la falta de líderes y de ideas que hace que ahora mismo, muchos de mis amigos, de la gente de mi generación, tengamos la sensación de vivir en un tiempo mediocre. Cualquier tiempo pasado fue peor, no caigo en la nostalgia enferma y me basta solamente mirarme para darme cuenta de hasta que punto es cierto, hasta que punto el presente es luminoso en lo personal, clarividente. Sin embargo el paisaje político español es aterrador el europeo es un vacío sonoro y el mundial apenas da para un rato de charla. Tocando a lo de casa, un presidente que durante años ha jugado al escondite y que cuando la historia le pedía altura se arruga y repite una vez más el ciclo de los socialdemócratas españoles, incapaces de hacer un verdadero cambio, un cambio profundo que tenga que ver con lo estructural. Un líder de la oposición al que no se le conoce una sola idea, un pensamiento digno del debate, un estilo de liderazgo que no sea esquivo, cobarde , pancista. Miro a la izquierda del espectro y no soy capaz de dar con un solo personaje capaz de captar mi atención, ni en los sindicatos, ni en los medios de comunicación, ni entre los escritores, ni dentro del mundo de la farándula. Tengo la sensación de vivir en un tiempo yermo, perdido para el futuro, en un fin de ciclo, en un desierto de ideas y combate. Tengo las sensación de que me conviene volver a algunos principios básicos sobre la lucha y lo que quiero para el futuro y que debo esperar que otros muchos estén en la misma idea, la misma postura, el mismo recogimiento intelectual, tengo que confiar que los jóvenes sean capaces de alumbrar un hombre nuevo.

Mientras tanto honro la memoria de Ernesto Che Guevara, muerto hace 57 años, por buscar la libertad de todos nosotros.


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La mayoría de las veces las cosas son muy sencillas, tan sencillas que resultan inverosímiles y por eso la explicación que les damos es compleja, barroca, impenetrable. No es culpa nuestra. La vida nos empuja en muchas ocasiones a ser retorcidos, a mirar con cierto aire de desconfianza. Es mi caso, a veces.

De memoria hago recuento de personajes interesantes de la política de los últimos 20 años. Me salen pocos. De inmediato hago recuento de poetas y me salen algunos más. Tomo un libro de Tierno y otro de León Felipe y me refugio.


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La realidad es una quimera. La realidad se manifiesta subjetivamente, aparejada la experiencia, a la capacidad, a la situación. La realidad tiene la categoría de la felicidad, un constructo teórico. Luego vienen los que te miran de cerca y te echan la culpa de todo, «por ser vos quien sois». La realidad tiene un valor escaso si no nos ayuda, si no nos empuja, si no nos hace felices.

Hay cosas que se te pegan a los zapatos como un puto chicle. Yo me he quité del mio a los antiguos compañeros de Redverde, porque es importante no quedarse pillado en amistades inútiles, en grupos impotentes y sobre todo porque bien mirado ya no había nada de nada.

Jamie es australiano o húngaro que nunca lo sé muy claramente y vivía en España, muy cerca de aquí, en Guadalix de la Sierra donde la pocilga de Gran Hermano terminó echando raíces. Un día nos invitó al ensayo general de la obra «Música profana para una boda» en la que el director, tomando el rábano por las hojas, planteaba un programa musical para la boda de su hermana a base de música de películas. Buena interpretación de los aprendices de la escuela de música de Torrelaguna donde destacaron The Last of the Mohicans y el Funeral Pyre for a Jedi. Luego tomamos unas cervezas y pude comprobar como Lazslo/Jamie, que se quedó apenas a veinte votos de ser concejal, seguía en la lucha, como si todas las derrotas anteriores solo fueran tropiezos. Entre los amigos, un forestal madrileño erróneamente convencido de que su lucha calaría entre la gente si se explicara mejor. Jamie planeaba una huida, o más bien continuar con la suya, la que le sacó de la conservadora Australia para traerle hasta la sierra madrileña.


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Me acordaba de ti muy de vez en cuando la sombra tras la cortina la rabia, la decepción. Me acordaba de ti aprovechándote de la confianza rompiendo el hilo imperceptible de la amistad rasgando el velo del dolor con el silencio. Me acordaba de ti apenas para olvidarte pero la vida te busca la espalda.


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Leo que un antiguo compañero de IU de Hoyo de Manzanares que fue alcalde de la «pequeña localidad de la sierra madrileña», mandaba todos los años a los escolares de su pueblo a un acuartelamiento militar cercano. ¡Qué difícil la coherencia. ¿Les explicarán a la vuelta en el aula, que en ese bonito cuartel Franco fusiló a José Luis Sánchez Bravo, Jose, Ramón García Sanz, de 27, y José Humberto Baena Alonso, de 24, el 27 de septiembre de 1975?

Como relataba Interviú

«En Hoyo de Manzanares, consumaron los fusilamientos tres pelotones compuestos cada uno por diez guardias civiles o policías, un sargento y un teniente, todos voluntarios. A la 9.10, los policías fusilaron a Ramón García Sanz y, al cabo de 20 minutos, a José Luis Sánchez Bravo. Después, los guardias civiles dispararon contra Baena. A las 10.05 todo había concluido. No pudo asistir a los fusilamientos ningún familiar de los condenados, pese a ser “ejecución pública”, según la ley.

La Guardia Civil impidió la entrada al campo de tiro a periodistas, abogados y familiares. Un coronel del Ejército quiso dejarlos pasar, para que quedara acreditado que sólo disparaban policías y guardias civiles, y no soldados. Pero un teniente coronel de la Guardia Civil, de inferior rango, impuso su mando. El único civil que presenció las ejecuciones fue el párroco de Hoyo de Manzanares, don Alejandro. Durante estos años, siempre ha rechazado relatar lo que vio, pero, lejos de las cámaras fotográficas, ha accedido a recordar el horror: “Además de los policías y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La sangre me salpicó»

Ese día en Barcelona el fusilado fue Juan Paredes Manot de 21 años y en Burgos, sin testigos ejecutaron a Ángel Otaegui de 33 años.


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Mavi me ha incluido en una rueda para conseguir que te envíen recetas. No suelo, pero me apunté y reenvié mi correo. Ya estoy recibiendo los frutos, el primero me lo manda Luis Barcia.

Es una crema muy parecida al popular humus pero, cambiando el garbanzo por berenjena.

Es necesario asar dos o tres berenjenas. Se cortan al medio y se les hacen unas hendiduras longitudinales, ojo no atravesar la piel. También es importante, colocarlas sobre la bandeja del horno con la piel hacia arriba.

Una vez frías, se les saca la carne y se trituran en la «turmix» junto con un ajo (a mí con medio me vale), el zumo de un limón o medio, comino machacado, sal, pimienta (si se quiere) y unas cucharadas de tahina, crema de sésamo. Antes difícil de conseguir pero, como ya somos multiétnicos, se puede encontrar en muchas tiendas y en cualquier herbolario. Para suavizarlo se le añade un poco de yogur, sino queda un poco cemento. En las cantidades reconozco no he sido muy preciso, como dicen las abuelas «lo que admita» o el recurrido «al gusto».

Para la presentación, se emplata (quería utilizar esa palabra como fuera) extendiendo una capa fina sobre una fuente llana y se espolvorea pimentón u orégano o aceite o las tres cosas. Lo ideal es comerlo con pan de pita, aunque tolera cualquier pan en rebanaditas.


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Escribí esta pieza hace muchos años. la releo ahora y me parece actual y eso me entristece. Que la democracia no es un sistema de gobierno perfecto, ya nos lo decían allí por los años 60, a mi y a otros muchos, los maestros de la época. El mio se llamaba Don José María, así como lo escribo, con su Don incluido, que a mi me costó un tiempo saber que su querida madre de Cuevas de Almanzora no había decidido llamarle Don, sino José María a secas y que sólo su estatus de profesor le granjeaba la dignidad. Dignidad que perdía cada vez que abofeteaba, golpeaba con la regla o azotaba a Rejón porque llegaba tarde y sucio. Tuvo que llegar el secuestro que sufrí en el ejército, para saber de primera mano que algunos por mor de otras habilidades, se les debía tratar de usía o excelentísimo. José María, Julián y otros, nos recalcaban que la democracia era el «menos malo» de los sistemas y aunque pareciera un simple postulado sociológico, me pinta que era más una disculpa de los tiempos que corrían, con un gobierno totalitario que para disimular, nos decía que aquello era una democracia orgánica. Luego pensando, ejercicio al que no contribuyeron ninguno de los Dones que en mi infancia conocí, creo que tanto sembrar la semillita de la desconfianza en la democracia, salieron tantos comunistas en mi barrio.

La idea, mal que bien, caló, o al menos tuvo más predicamento que la de las diferencias entre libertad y libertinaje, que era otra de esas trampas que ellos mismos calificaban de saduceas.

Pasados los años, nuestros políticos parecen aferrados más que nunca a desconfiar de la democracia y cuando se ciscan en lo prometido y deciden que su labor como estadistas no es hacer lo que quiere la mayoría, sino lo que ellos saben que es bueno, en el fondo solamente regurgitan toda la carnaza pseudoideológica del franquismo.

El otro día, en un mitin en León, recordó el presidente de gobierno a su alter ego don tancredo, que las legislaturas duran 4 años y tiene razón. Y se lo dijo para darle en los morros con los acuerdos firmados, para garantizarse los mínimos apoyos parlamentarios, que le permitan seguir haciendo, no lo que quiere la mayoría, sino aquello que él, y sólo él, sabe que es bueno para esa mayoría durante el próximo año y medio

Por eso en España apenas ha habido referendos, porque las jodidas consultitas suelen arrojar malos resultados para los que mandan y no es plan, que una vez conquistado el poder, vengan los titulares del mismo y quieran detentarlo en primera persona.

Hoy mismo, esta mañana, la ministra del ramo, expresión ésta de aquellos años y que siempre me ha gustado, a la sazón la señora Salgado, nos ha amenazado desde el escaño del congreso de los diputados, que como las cosas no salgan como ella quiere, tomará nuevas medidas «sin vacilar» (sic). Y todos los que somos ya perros viejos e incluso gran cantidad de los jóvenes lebreles, sabemos que cuando un ministro de España anuncia medidas, el pueblo llano pierde algo. A veces mucho.

Hay un cierto regusto en el aire a carcoma, a cosa antigua, a frase maternal: «Si duele, es que cura» después de meterte un jeringazo de aquellas dolorosísimas inyecciones de penicilina en la infancia o de vitamina B cuando llegabas borracho a la retreta en el ejército. Hay un aire de gobierno enclaustrado en su palacio, con las manos fuertemente apretadas sobre sus orejas, chillando la cantinela: «habla, chucho, que no te escucho», y es que oír si tiene que oír, pero escuchar no escucha, porque no es sólo que las medidas que toma no son las que queremos la mayoría, es que además lo hace para beneficio de unos pocos y lo hace mintiendo sobre la imposibilidad de tomar ninguna otra.

Los que tuvimos que estudiar francés en el instituto, por razones que ahora no llego a entender y que bien podrían ser las relacionadas con llamar al Reino Unido de la Gran Bretaña la pérfida Albión, siempre pensamos que nos quedaría París, y cuando por fin la Gare du Sûd nos acogió después de un largo viaje en el expreso Puerta del Sol, tuvimos la sensación de tocar la libertad. Hoy los sindicalistas de la CGT, los jóvenes de la Banlieu y unos cuantos millones de ciudadanos anónimos en Francia le plantan cara al gobernante autista, mientras nosotros seguimos intentando sacarnos unas cuantas coletillas ideológicas de la cabeza.

Hoy me he extendido más de la cuenta, creo yo, y debe ser porque he sufrido como nunca la sensación de vivir en un entorno anestesiado, tras recibir un par de emails de sendos estúpidos de mi comunidad escolar. Para evitar la tontuna, os recomiendo la lectura de Ha Joon Chang y sus 23 mitos del capitalismo.

Besos


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