Francisco Molinero

1959-

Querido amigo, es posible que usted, como yo, de vez en cuando sienta frío. No me refiero solamente a ese frío que entra por los pies y se instala en los huesos, que también; me refiero al frío que entra por el corazón, por los ojos, por los oídos. Me refiero al frío que nos hiela el corazón cuando miramos a España, el frío que nos produce la soledad entre los nuestros, el frío de saber que no hay suficiente buena cara para tan mal tiempo.

Si es así esta es mi receta para la sopa de cebolla:

Corte 3 cebollas en rodajas y en una olla póngalas con un chorro de aceite de oliva, a fuego lento, hasta que se ponga transparente. Añada un litro de agua y un litro de caldo de carne. Hay que cocer todo esto a fuego lento 25 minutos. Pruébela y añada la sal que necesite.

En una sartén fría dos dientes de ajo en rodajas, sin pasarse o amargarían, ponga un poco de pimentón, mueva todo rápidamente y viértalo sobre la olla. Para servir, se pone la sopa en cuenco de barro, con una rodaja de pan tostado por encima y queso de fundir y se mete al horno hasta que el queso se derrita y se dore ligeramente.

Si no se pasa el frío es que ya queda poco más que hacer.

PS

Al final el silencio lo explica todo

El silencio es siempre más elocuente, más profundo, más explícito que todas las palabras. Los verbos confunden, despistan, los adjetivos esconden y los nombres se me aparecen arbitrarios. El silencio lo explica casi todo o casi nada, que lo uno y lo contrario son lo mismo.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Intelectuales modernos

Cuando vivía en Madrid y me veía obligado a utilizar el metro con frecuencia, solía jugar a intentar colocarle a los viajeros de mi vagón una historia. Seguro que lo has hecho alguna vez, imaginar si esa muchacha es una cajera del Maxcoop o una estudiante de filología. Fijarme en las manos del hombre de aspecto bruto y saber si es albañil o calderero. Es divertido y sencillo, entre otras cosas, porque el juego no tiene premio ni castigo, salvo muy contadas excepciones, nunca supe si mi pronóstico era correcto o si por el contrario era el antiguo proverbio «las apariencias engañan» el que se llevaba una vez más el gato al agua. Más tarde he sabido de la navaja de Ockham y su principio de parsimonia o como me gusta decir a mi, si vuela y hace ¡cuá! es un pato. Sigo mirando a la gente e imaginando qué son, qué piensan, qué sienten y como quiera que soy más viejo, mucho más que cuando viajaba en metro, tengo por seguro que acierto más, cada vez más y más.

Ahora viajo en Mastodon, o como mucho voy de blog en blog como una moderna abeja electrónica y ya no me puedo fijar en las callosidades, la indumentaria, los rasgos evidentes del oficio, o los que caracterizan a la tribu a la que cada uno nos asimilamos; no sé si lleva falda larga con colores a lo hippie o un polo con el cuello ribeteado con los colores de la bandera nacional. Pero si bien algunos sostienen que uno es lo que come, yo soy más de la opinión que uno es lo que escribe, me decanto más por el culo que por la boca.

Me he especializado, ya no busco saber qué es, ahora el juego consiste en descubrir al intelectual. Tengo que aclarar que no me refiero al tipo de intelectual que apoyó, que hoy apoyaría la libertad de Dreyfus, sino más bien de su derivado moderno, que por regla general está algo menos interesado en el análisis crítico de la realidad y más en su posicionamiento en los buscadores o en el recuento avaricioso de followers.

Seguro que lo has hecho alguna vez. Seguro que has leído ese post cargado de simbolismo, de excentricidad, de referencias exquisitas y durante un tiempo, unos instantes, lo que tarda en irse todo al carajo, has tenido la sensación de envidia. ¡Hay que joderse que cultura tiene el tipo! y seguro que un instante después, al releer con detenimiento, al cambiar la posición de la espalda en la silla te has dado cuenta del engaño, has comprendido que te encontrabas ni más ni menos que ante el INTELECTUAL MODERNO.

No hay reglas fijas que permitan descubrir al impostor; cada maestrillo tiene su librillo en esto de la caza y yo con las idas y venidas por los andurriales de Cisco, he ido apuntando en mi cuaderno de campo algunos de los rasgos más comunes, lo más fenotípico de la especie, para poder cazarle antes de que me envenene mis sueños.

El intelectual moderno ve televisión pero cualquier referencia a lo que ve, tiene connotaciones cinematográficas. Las series son su fuerte y muchos las usan de manera paradigmática. Cuando hablo de series, no me refiero a las que vemos la mayoría de los seres mortales, me refiero a series norteamericanas que se encuadran con una facilidad sospechosa en la categoría de la mejor serie de la historia. No las busques, en España no se ven o tienen tan poco seguimiento que son retiradas de la parrilla de programación al poco tiempo. Sus fuentes son la HBO, desde luego en versión original y la descarga directa. Sospecha si las referencias son Mad Men, The Wire o los Sopranos. El resto de la TV es basura y consumo.

El intelectual moderno es tremendamente crítico con el Poder, perdón, con el gobierno de turno y con el partido que le sostiene. Ojo con esta norma que es resbaladiza. La crítica del espécimen tiene que ver más con las formas y menos con lo estructural. Se critica a quien gobierna, pero no al sistema. No hablamos de una crítica estructural si no más bien de la parte cosmética, lo que le suele hacer muy popular a pesar de interesarse más por Baltimore que por Zamora.

La popularidad es muy importante y es por lo cual el intelectual moderno sopesa mucho cuanto ha de poner de sublime y cuanto de la parte de Parla. Criticar los modelos políticos de izquierda de América del Sur es moderno, poner el énfasis en el aumento de la desigualdad está obsoleto. El intelectual moderno huye como despavorido de cualquier error que pudiera comprometerle en una idea que fuera realmente subversiva del sistema y con ese espíritu rebelde y rompedor que le caracteriza, vive bien en instituciones públicas amparadas por partidos liberales y de derechas. Vive del sistema y lo hace de puta madre, a través de una enorme editorial que lo cuida y lo distribuye, de las regalías que reúne, de sus colaboraciones interesadas en cuantos foros se quiera escuchar su voz, ya sea hablando de lo divino, de lo humano o de los confines de la galaxia, de la participación en vetustas instituciones académicas propias del XIX, de los premios de carácter artístico que le son otorgados de cuando en vez, de las adaptaciones cinematográficas de sus libros, de sus conferencias magistrales, de sus doctorados honoris causa, de los enormes sueldos que esos mismos partidos políticos a los que critica le proporcionan para dar relumbrón a sus operaciones inmobiliarias disfrazadas de actos culturales. El intelectual moderno suele ser un bon vivant, en esto sí, de un clasicismo que te cagas.

No sé si por oposición o por pura casualidad en contra de lo que era antes habitual ninguno de ellos proviene del campo científico, ni médicos, ni físicos, ni biólogos, ni matemáticos y en lo tocante a la música les cae bien decir a todo el que se lo quiera oír, que no hay nada como un buen disco de Jazz o de flamenco. La querencia por algunas raíces que se muestran apartadas por la invasión de lo políticamente correcto es marca de la casa. Algunos incluso descubren como una revelación íntima en alguna entrevista muy, muy personal, su amor por el fútbol, aunque nadie les haya visto nunca en el fondo sur de ningún estadio y cada día se lleva más un aire castúo y racial, esencial en lo patrio.

El intelectual moderno está enfadado, considera el humor un producto propio de personas sin preparación e incapaces de ver lo que realmente pasa. No se ríe, pero no llora.

Viajar mucho, o haberlo hecho, vanagloriarse de ello, tener costumbres de fuera, hacer notar que se estuvo allí, decorar tu casa de manera que parezca trasplantada. El intelectual moderno no es religioso, pero adora ese misticismo asiático que se manifiesta en un sashimi (presta atención que no he escrito sushi y ten en cuenta que si no sabes la diferencia demuestras una enorme discapacidad).

El intelectual moderno es impermeable, nada le mancha, ni le cambia, tiene criterios firmes y los mantiene de manera vehemente, pero bueno, esta norma no distingue mucho del común de los mortales, así que la doy por no dicha, aunque la dejo escrita por si alguien la pudiera usar.

El intelectual moderno tiende a ser idiota. Idiota en ese sentido que le damos en los barrios, tonto de baba, creído, no sé como explicarlo sin insultar mucho. El intelectual moderno es un mal compañero de camareta, un engorro en el refugio, un pesado del 14.

Pero puede que todo esto no sea suficiente o sea equívoco y detrás de alguna o de todas las reglas que te he contado se esconda un buen escritor, un cineasta genial, un escultor comprometido, un arquitecto revolucionario, un cantante sensible o una persona que merezca la pena y que sin embargo y gracias a mi mala leche y envidia, caiga en la categoría inadecuada. La prueba del algodón requiere un poco más de esfuerzo y algo de física imaginativa: si alguna vez dudas de todo lo anterior, imagina que todo lo escrito, lo dicho, lo cantado, lo fotografiado, lo bailado, lo esculpido por el supuesto intelectual se sublimara en un tris tras. Piensa entonces en el día de hoy y cómo la desaparición de su vasta obra ha influenciado lo que pasa y si la realidad no se mueve un milímetro, si el resultado se aproxima al cero absoluto, a la nada cósmica a una mierda como una piedra, puedes tener la seguridad de encontrarte ante un verdadero intelectual moderno.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

A palo seco

Se dice cantar a palo seco cuando se hace sin guitarras, ni palmeros, ni jaleadores. Cantar por derecho, solo la voz y el silencio suficiente para hacerse oír. Cantar a palo seco es hacerlo al desnudo, sin protección, de manera que la voz suene y resuene, que el verso se imponga a la floritura. Se canta a palo seco cuando hay que decir lo importante, para que nada entretenga, para centrar la vida sobre lo que interesa. A palo seco el cantaor se expone para demostrar hasta dónde es jondo, hasta dónde puede.

A palo seco: Asesinar a un terrorista no es justicia.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

¿Entonces, no volverás hasta dentro de varios meses?

Quizá no vuelva. Ya sabes cómo son estas cosas.

Déjalo de una vez, hazlo por ti, o mejor aun, hazlo por mi. Estoy harta de no saber si lo que estoy viviendo es preludio de una ausencia, una despedida para siempre o simplemente un paréntesis.

No es tan sencillo y lo sabes; el oficio de matar no tiene salida de emergencia. Quizá cuando esta guerra escondida termine pueda pensar algo, inventarme una escapatoria que nos permita vivir, pero por ahora no. Sencillamente no.

La luz de la mañana había empezado a colarse entre las rendijas del estor y Brno se dibujaba en el horizonte. Goriac besó la espalda de Nadia intentando transmitir algo de paz, recogió las sábanas que se habían arrugado a los pies y cubrió suavemente a la mujer que pudo haber matado y que ahora calmaba su ira entre misión y misión. Luego el viaje, la ira, la muerte y un regusto innecesario en la boca.

La boca que buscaría a Nadia en otro hotel de otra ciudad de otro país.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

El impulso de la mariposa

En cada cosa que hacemos, de alguna manera, hay una necesidad de permanencia estéril, una voluntad de trascendencia más allá de lo material, lo cotidiano, lo que realmente es. Tenemos un deseo de dejar huella que nos convierte en babosos caracoles y por eso nos hace lentos, íntimamente ligados al suelo. En cada acto cotidiano subyace estructuralmente una pulsión cercana al delirio que nos anima a ser recordados como mejores. Morir es lo estructural y el recuerdo de nosotros es la huella deseada. ¿No sería mejor intentar volar cada día, sin más? Recuerdo los años en los que la cuenta era positiva, animada, futurible y sin embargo he olvidado el momento exacto en el que la curva del tiempo alcanzó el cénit, el horizonte iluminado, revelador.

Deberíamos tener el impulso de la mariposa y su utilidad instantánea de belleza frágil, la innecesariedad de de ser recordados al estilo de una estatua de mármol, un nombre en una calle, un discurso aniversario. Solo trascendemos cuando el deseo es solo de ánimo presente, entonces nos despegamos del suelo tan sutilmente que la performance es perfecta, maravillosa, épica, finita, humana.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Me ha parecido que las cosas ya estaban tranquilas. Hace varios días que no se oyen disparos y algunos vecinos han conseguido salir a la calle y volver. Volver es el reto, volver indemne, aunque el miedo se haya agarrado a los huesos y duela durante días. Los valientes o los desesperados se aventuran entre las callejuelas, se cruzan con otros asustados y no se dicen nada, si él ha venido por aquella calle, piensan, es que no hay francotiradores. Un paso, otro, así hasta llegar a un improbable éxito, a una dirección donde antes del estallido vendían medicinas. El niño ya no aguanta más, la diabetes le consume y la insulina es oro, por eso el miedo, las carreras, el estómago encogido hasta llegar a la destruida farmacia, golpear suavemente la puerta y desear que le abran, que le atiendan, que aun queden medicinas.

Mi madre murió hace meses, pero aun no hemos podido llorarle. No hay lágrimas, ni tiempo y como defensa, aunque de manera involuntaria, desde el día, desde la mañana que murió, todos hemos dejado de hablar de ella. Yo el primero, pero me asalta su imagen, los últimos días, verla respirar, la vida era solo respirar, como si hubiese un número de veces que hubiera que exhalar, una cuenta indefectible con la que hay que cumplir, un designio, una tarea, la obligación de la vida llevada hasta el recuento final. Cuando estoy sola la recuerdo esperándome, deseando mi contacto y mi aprobación y aunque me suben lágrimas desde el estómago a los ojos aun no la puedo llorar. ¿Cuánto tiempo tardamos en enterrar a quienes queremos?

Me ha parecido que las cosas ya estaban tranquilas, apenas se oyen a lo lejos los morteros que nos machacan desde el otro lado del río, por eso me he decidido a llegar hasta el parque, pasar la plaza entre cascotes, la calle donde murió el veterinario y alcanzar los parterres o lo que de ellos han dejado la metralla y la pólvora. Tenía necesidad de escribir y desde hace meses no lo sé hacer si no es al aire libre. Aquí rodeada de todos nuestros «amigos», empeñados en querernos a base de bombas, tenía que escribir en un papel que la vida siempre pende de un hilo y cada uno debería poder decidir cuando corta el cordón que le une al resto.

Mi madre murió hace meses y hasta este momento no he podido hablar de ella. ¡Hay tanto dolor en la ausencia!


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

A Luis la vida le ha dado la espalda antes de tiempo y ha tenido que pelear varios meses contra el dolor y la resignación. No creo que las cosas materiales ayuden a nadie a ser feliz y solamente reconforta aquello que nos llega dentro, allí donde se esconde el alma, sea esto lo que sea en nuestro cerebro. Le pasé a Olga, su hija y mi amiga, un libro mio de poesías, deseando que no abandonara la lucha. Mis poesías son lo más preciado que poseo, la obra minuciosa que gota a gota ha ido saliendo de mi cuerpo y desde la soledad de quien escribe y no escucha el rumor de las palabras en quien lo lee, pensé que quizá le pudiera servir de bálsamo en esos trances.

Esta semana dejó de luchar y estuve brevemente velándole junto a su familia. En un momento Olga me dijo que Luis tenía en su mesilla del hospital mi libro de poesías. Lloré. Ahora sé que escribir tiene sentido y que cuando se cierra el círculo y sabes que tus palabras han alimentado el alma de otro, el silencio no es tan importante. Al menos una palabra, al menos un verso, al menos una persona y todo termina cobrando forma y sentido.

#EscribirParaQué


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Es verdad que me has escrito, ¡tan sencillo hoy en día!, cómodamente con el laptop en tu regazo, simplemente unas frases que huelen a disculpa, a moho espiritual. Todo esto es verdad y que la huella de lo que supuso nuestra sociedad de solitarios, tejió más redes que las que el tiempo y una muy mal disimulada frialdad pueden desanudar. Tan verdad como que me he decidido a coger mi vieja estilográfica, la he limpiado despacio, con tanta minuciosidad como he podido y después de rebuscar entre las cajitas de madera que guardo en el armario de mi despacho, la tinta del color que me gustaba, la he recargado como si se tratara de una Magnum, para escribirte esta carta.

Y he querido que sea así, a la antigua, por correo postal, con su sobre y sus señas y su sello con los bordes en forma de medios círculos, para que tarde unos días en llegarte y así mi espera y tu desconocimiento jueguen al ratón y al gato del tiempo. No quiero que me escribas más, no quiero que busques y rebusques las palabras más frías del orbe, las más insustanciales y aparentes para parecer interesada; al recibo de la presente espero te encuentres bien, como se decían mis padres cuando escribían, yo bien, gracias a Dios, lamiéndome las heridas tantos años después, porque hay cosas, hay momentos que se olvidan mal y lo sé por experiencia de cuando estuve en el ejército, hay momentos que se reservan una esquina de la memoria para mirarte cada día desde la penumbra y recordarte que estás herido, que las cosas que antes eran sencillas, las que estaban al alcance de la mano o del deseo, ahora parecen haberse mudado al último anaquel de la alacena, inalcanzables como si se tratara del chocolate con almendras de casa de mis tíos.

No quiero saber más de ti, ni de tu vida, ni siquiera por si ocurre finalmente que alguien, algo, alguna situación te llevan, como me llevaste tú al dolor, no quiero saber si te mudas de ciudad o si te casas al fin, o si el cáncer de mama con el que soñabas, al que temías, anda creciendo poco a poco en tu pecho; no quiero saber nada y así podré imaginar, imaginarte a mi conveniencia o incluso mejor, podré olvidarte y recordarte según el día; azul olvido marino, gris recuerdo marengo, imaginar que vuelves o que te vas definitivamente, crearte alta o blanca o cóncava, imaginarte amante o distante como casi siempre. No quiero que la realidad me castigue más, prefiero que las cosas se me adapten, me respeten y sé que necesito para ello cortar el hilo que nos une desde el primer beso, ese beso que no querías darme y que yo no debí robar nunca de tus labios, ese y todos los demás, los que fueron carne y pasión y los tibios, los huidizos de los últimos seis meses y medio. No quiero oírte, ni verte, ni tan siquiera que el olor de tus manos de una u otra manera me despierte de nuevo y por eso te escribo esta carta, para suplicar tu ausencia, para siempre, desde ahora.

Almond – París 1975

Nota manuscrita del oficial de policía: El presente documento (carta) se encontraba en el bolsillo interior izquierdo de la chaqueta de Mr. Robert cuando se le encontró junto a la estafeta de correos de la Rue Villard.

*Esta carta manuscrita y la nota posterior han sido traducidas por el traductor jurado Antonio Garman Real nº de colegiado 26.207, en Madrid el 28 de octubre de 2009 a petición de Amelia Catalia Millán y a los simples efectos de su custodia como recuerdo y sin valor legal ninguno.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Lorena no había terminado de acuchillar a su amante, estaba en ese mismo instante limpiando el cuchillo de sangre con su falda plisada de color beige, mientras él se retorcía en cuclillas junto al aparador de madera, con una mano tapando una enorme herida del costado y la otra en el suelo, en el centro de un enorme charco rojo bermejo, pensaba si realmente el tajo se lo merecía ella y no él y mientras observaba como la respiración se le iba dificultando deseó con toda su alma no haberle invitado nunca a pasar, no haberle sonreído. Daba igual, Lorena no aprendía nunca y en este caso como en los ocho anteriores el final se escribió al comienzo de la primera palabra de la primera línea. Lo demás fue relleno, relleno innecesario, gris, como en todas y cada una de las veces anteriores. Ahora quedaba lo peor: envolver el cadáver, cavar un hoyo profundo, enterrarle y limpiar las baldosas junto al aparador, arrodillada y utilizando productos que la disgustaban. En las semanas siguientes la tortura era el olor a sangre, en la ropa, en las manos, la sensación de que algo se había quedado entre las uñas, el ambiente sutilmente metálico al entrar en el saloncito y por eso la necesidad de encender palitos de incienso con aroma de sándalo. No se acostumbraba a pesar de todo y aunque se conjuraba a sí misma para no volver a caer en la tentación, apenas transcurrían seis, ocho meses a lo sumo, ya estaba en la bolera, acodada en la barra, con su refresco de lima y mirando los que jugaban de manera que no se dieran cuenta.

La víctima era ella, su incapacidad para decir que no.

#UnaHistoriaCircular


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">

Juliana, la persona que ha terminado dando forma al libro y que nos ha regalado dos preciosas ilustraciones, me dijo un día, cuando hablábamos sobre la imagen de la portada, que un accidente aéreo, la imagen de un avión destrozado tenía «mal feng-shui», que no le vendría bien al libro. Espero que no tenga razón. Ella es más mística que yo, y posiblemente conecta con fuerzas que a mí la naturaleza me ha vedado. Yo simplemente soy un pesimista, un pesimista empedernido que hace años se quebró. Bastaron unas semanas de desgarro personal, de descenso a los infiernos, para desmoronarme como un castillo de naipes. Más tarde tuve que aprender a atravesar un desierto en el que la arena era la misma nada. Después aprendí a sobreponerme al desastre diario que supone vivir para mi, a reorganizar ese interior que se desmorona desde el mismo momento que empieza el día, a aumentar la entropía antes de que llegue a cero y el deseo le dé paso al desánimo, aprendí a vivir aguantando unas ganas enormes de llorar en cualquier momento del día, a sentir la piel de gallina si alguien me dice que me quiere.

De esto habla el libro; quizá para decirlo con algo más de precisión, este libro es el resultado del rescate que la poesía me brinda para no desaparecer, confundido entre los minutos como un proceso temporal que no conduce a ningún sitio. Y así os digo en alguno de los textos, que no hablo de mí, hablo de utilizar un espacio interior de otra manera, de volverlo a pensar, de encontrar la forma de hacerlo habitable después de que quede arrasado cada día. No hablo de mí, hablo desde mí, desde dentro de una habitación vacía donde las palabras tienen eco. No hablo de mí, hablo del espacio que contiene un vacío, aire, luz, distancia, hablo de la luz que emite cada cosa, de la distancia que hay entre una piel y otra piel.

No hablo de mí, quería hablar de ti y ver si mis palabras te acertaban, conseguían moverte, conmoverte, emocionarte, conmocionarte, comprobar si tú también estabas remodelando ese vacío que deja vivir, cada tarde.

No hablo de mí, no solo de mí, no solo; hablo de todo lo que me parece que es importante, lo que es sustancial, lo absolutamente estructural, aquello en lo que podría basarme para construir una vida menos efímera, por eso hablo de sexo, por eso del miedo, por eso de ti. No hablo de mí, me hablo a mí para poder escucharme vivo.

La vida son palabras, y yo solo puedo vivir cuando las pienso y las escribo; el silencio es simplemente la construcción del próximo verso.

#ArquitecturaInterior


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@neopaquita.es

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@neopaquita.es">