Francisco Molinero

1959-

Hannover no es bonito, le pasa lo que a Kiev. Si que resulta una ciudad animada con muchos jóvenes, principalmente de bandas góticas y mods en medio de un ambiente más bien gris y frío. Muchos puestos en la calle con comida que huele fantásticamente bien, salchichas, bocadillos, panes de todos los tipos, dulces tartas. La comida alemana no es especialmente variada, pero la panadería, la bollería, la repostería resulta espectacular para alguien a quién los sequillos le parecían el colmo del arte repostero. Es verdad que era lo mejor que se podía comer en Humanes de Mohernando, eso y las tejas.


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Los ojos se me llenan de cristales

Tengo miles de historias en la cabeza imágenes que me golpean las sienes sensaciones, olores, palabras que quieren salir pero los ojos se me llenan de cristales y la boca de arena.

¡Quisiera deciros tanto! escribiros y apenas balbuceo algunos poemas.

Tengo miles de recuerdos en mi cabeza construidos con barro y sueños imágenes desordenadas en pulcras estanterías dolores punzantes y placeres intensos pero las manos aprietan agujas y la boca muerde el cieno

¡Quisiera deciros tanto! pulsar la tecla adecuada y apenas garabateo algunos versos.

Tengo miles de poemas en la cabeza sobre cristales en los ojos arena en la boca agujas en las manos una inmensa quemadura en la piel que no me atrevo a contaros.


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Hoy mientras recogía la ropa del tendedero me he descubierto hablando sin interlocutor. Por un instante me he callado, solamente dos segundos he tardado en ser consciente, callarme y resituarme sobre lo que me pasaba. Al cabo he continuado con la labor y he terminado de descolgar toda la ropa, ya seca y con ese olor que queda en los tejidos que se han secado al sol.


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Cuando nieva, llueve mucho o hace frío me da por amasar. Será cosa de la naturaleza o manía. Me inclino por esto último, o mejor, será porque amasar me da tiempo para otras cosas, para apaciguar los ánimos, para darle vueltas a la cabeza a cosas placenteras aprovechando el asunto de meter las manos en la harina. La cuestión es que hoy en plena nevada, además de una pan con masa madre me ha dado por los raviolis caseros. La masa es muy sencilla. Para cuatro personas

-400 grs. de harina de trigo.

-4 huevos batidos.

-1 cucharadita rasa de sal.

-1 cucharada de aceite de oliva.

En un bol se pone la harina, se hace un cráter en el centro y se ponen los huevos batidos la sal y el aceite de oliva junto con lo que quieras para darle sabor a la pasta, verdura triturada, tinta de calamar, azafrán, setas. Yo he puesto verdura desecada Se trata de conseguir una masa bien homogénea,, que no se pegue a las manos. Después yo uso una maquina de hacer pasta Imperia, pero se puede hacer a mano con un rodillo. Se trata de dividir la mas en dos y hacer dos cuadrados de un par de milímetros de espesor y dejarlos reposar durante media hora al menos.

Mientras reposa la masa yo he preparado el relleno con una lata de buen foie gras, carne picada, cebolla, pimienta, vegetta y romero. La he cocido en cerveza y luego la he consumido con aceite. Por último la he aplicado un pasecito por la turmix hasta conseguir una masa homogénea a mi gusto.

Ya sólo queda rellenar. Sobre una de las «mantas» de pasta he puesto con ayuda de una cucharilla una porción de relleno de forma que me ha quedado como una matriz de carne, he tapado la manta con la que tenía libre y he sellado con los dedos lo que luego van a ser los bordes de los raviolis apretando suavemente, con un cortamasa ondulado (valdría un cuchillo) he cortado en forma de rejilla de manera que me han quedado unos sellos de unos 4 x 4 cm con la masa dentro.

En una cacerola grande abundante agua (al menos 1,5 l.), 1 cucharada de sal, otra de aceite de oliva, unos granos de pimienta y una hoja de laurel, y la he puesto a cocer. He añadido de uno en uno los ravioli (si antes los pasas por harina y los sacudes será más difícil que se lleguen a pegar unos con otros y cuando estaban todos he reducido el fuego La pasta fresca se cuece mucho antes que la pasta seca; dependiendo de lo gruesa que te haya quedado, estará lista en 5-7 minutos. Ahora depende de como los sirvas, con salsa de queso, de tomate, carbonara…


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Me resisto, me resisto a casi todo y es que me parece que la mayoría de los ofrecimientos son sometimientos. Me resisto a leer mentiras en los periódicos, me resisto a pensar que no hay alternativas, a ser amable. Es un mal síntoma, es ni más ni menos que el síntoma de que las fuerzas me han abandonado, de lo contrario estaría atacando, inventando, organizando y no estaría resistiendo la lluvia mediocre. Al menos le planto cara.


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Badajoz me ha parecido como Moratalaz pero más grande. Me encanta leer en los letreros de las calles la explicación: «Hernán Cortés» y debajo «Conquistador», «Antonio Ruiz Chacón», «Poeta» y que solamente en las pequeñas ciudades de la periferia podemos seguir contemplando preciosos edificios modernistas, eso si, echados a perder. Badajoz tiene cerca de su centro histórico una calle peatonal donde Sfera, Zara y demás marcas de moda se disputan los muchos clientes que la pasean, junto a un enorme y horroroso aparcamiento. Entre las estrellas calles del centro languidecen cientos de pequeños y familiares comercios. Me quedo mirando una droguería que me recuerda a aquella en la que yo ayudaba a mi amigo Alfonso cuando era un niño, en Laredo, en los tiempos en los que ver a un menor despachar tras un mostrador no era ver un delito. Las ciudades pequeñas están llenas de carteles de corales y exposiciones fotográficas y muestras culturales a la antigua usanza organizadas por el «ateneo cultural…» o el «círculo poético…» y tienen una gran plaza central con kiosko y cenador para la banda y cafeterías con mesas en la plaza y bancos y palomas y muchas un busto de quien diera gloria a la ciudad escribiendo poesía. En las grandes hay un libertador, un general o un rey y en eso, a pesar de su fealdad y su aburrido día a día, las pequeñas ganan, porque reconocen como valor lo que se desprecia en el centro del imperio. Badajoz habla portugués y tiene cara de mesetaria y huele a Andalucía y se reconoce extremeña por alguno de sus costados. Las ciudades de frontera tienen siempre cierto aire de mezcla, de potaje, de desembocadura, más aquellas que están lejos, tan lejos del poder que veneran a sus escritores y no a sus asesinos.


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Muchas veces nos preguntamos como podríamos hacer para cambiar las cosas. Conozco a gente que se ha dejado la piel para intentar que el mundo sea mejor y en la mayoría de los casos lo único que han conseguido es una gran melancolía. Mohamed Bouzizi (محمد البوعزيزي) era ingeniero informático, tenía 26 años y se ganaba la vida vendiendo fruta en un puesto callejero en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid. Como a muchos vendedores ambulantes la policía le acosaba día sí y día también y aquél fatídico día de diciembre no pudo más y decidió quemarse vivo en la calle, como hiciera Thich Quang Duc, monje budista vietnamita en Saigón el 11 de junio de 1963 para protestar contra Ngo Dinh Diem. La acción suicida de Bouzizi cristalizó el descontento profundo que vivían los tunecinos y prendió la llama de las protestas juveniles, que acabaron con la huida cobarde, del causante de la situación, Ben Alí. Puede que nada mejorase para los tunecinos a partir de aquél momento, no lo sé y puede que la muerte de Bouzizi no sea el mejor método de lucha, pero al igual que el corazón de Quang se considera sagrado por los vietnamitas, el de Bouzizi vivirá al lado de muchos jóvenes que hoy saben lo que es acabar con un dictador. La rabia es un arma tremenda contra la injusticia.

In memoriam.


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Juanpe me encontró hace unos meses en las redes sociales y me pidió las señas. Nos conocíamos hace años de andanzas en los movimientos sociales. Nos habíamos visto fugazmente en una de mis visitas a un cliente en Madrid y poco más en los últimos 15 ó 20 años. Mi mejor recuerdo de él es cómo se reía, con qué ganas, con qué frecuencia y además que tendía a profundizar en los temas, a pensar algo más allá de lo que lo hacía y desde luego lo hace la gran mayoría. Ayer recibí un libro de poemas suyos que se llama Encuentros, con una dedicatoria: «Ah, Paco! Cuantos años, espero que encuentres algún verso útil». No era difícil porque cuesta pensar que hay versos inútiles cuando uno vive de ellos, en ellos, para ellos.

De entre todos, cinco interesantes, el comienzo de «A modo de inventario de las cosas de uno»

Mi tristeza es un foso consciente cavado a fuerza de desidia lleno de monstruos propios y trampas que sólo yo conozco.


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Torrijas

Si, ha llegado la época de las torrijas, o como dicen en inglés, las tostadas francesas. Una vez más, como en muchos platos, las variantes son incalculables. Poner imaginación a la cosa y veréis como os salen riquísimas.

1 barra de pan del día anterior o de esas que se compran a precio de oro 1 litro de leche entera 1 rama de canela o canela en polvo azúcar 2 o 3 huevos para rebozar aceite de oliva virgen extra Un licor tipo coñac o vino málaga…

Se corta el pan en rebanadas de forma que el corte no sea perpendicular sino más bien ligeramente angulado para conseguir unas piezas lo más alargadas posible.

Hay que cocer la leche con la canela, el licor y algo de azúcar (6 o 7 cucharadas por lo menos).

En una bandeja grande se ponen las rodajas y con la leche ya templada se riegan las rebanadas hasta que se empapen bien y absorban la mayoría del líquido. Ojo con las cantidades, deben empaparse bien.

Ponemos una sartén con abundante aceite de oliva nuevo y la calentamos bastante, después, con mucho cuidado, iremos rebozando los trozos de pan en huevo y los iremos friendo. La vuelta es un momento delicado. Es mejor usar paletas planas que tenedores o tendremos el riesgo de que se rompan si están muy empapadas.

Se sacan cuando estén doradas y se ponen a escurrir sobre papel de cocina, es muy importante que no cojan mucho aceite, las torrijas deben quedar blandas por dentro, empapadas de la leche pero sin aceite por fuera. las colocamos en la fuente y espolvoreamos por encima una mezcla de canela en polvo y azúcar, o como a algunos le gusta, hidromiel o un chorrito de licor o almíbar.


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No se puede uno estar quejando cada día, pero la verdad, hay veces que dan ganas de no parar. Esos días que no deseas que nadie te diga; ¡no será para tanto! Pues no será, pero parece ser. Pero es verdad todo tiene final y es posible que hoy lo tenga, al fin y al cabo dormir es eso, tirar los dados de nuevo buscando el 7, girar la rueda de la enorme ruleta, esperar que aletee la mariposa adecuada en el delta del Mekong. Pierdo la esperanza a la misma velocidad que el pelo, o quizá la convierto en ceniza volcánica. Mal día, mala tarde y por eso me he pasado un rato buscando en Jamendo (Música gratis para compartir) con mi reproductor libre Rhythmbox en mi equipo con Linux. Un paseo para disfrutar y evadirme y he dado con Mariskada y he dejado que el atardecer me hiciera de bálsamo oyendo como los chavales dicen verdades como puños.

Dar tumbos por la libertad para encontrar refugio. Cualquier día me voy a poner a escribir unos versos para quitarme la rabia.


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