Mohamed Bouzizi

Muchas veces nos preguntamos como podríamos hacer para cambiar las cosas. Conozco a gente que se ha dejado la piel para intentar que el mundo sea mejor y en la mayoría de los casos lo único que han conseguido es una gran melancolía. Mohamed Bouzizi (محمد البوعزيزي) era ingeniero informático, tenía 26 años y se ganaba la vida vendiendo fruta en un puesto callejero en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid. Como a muchos vendedores ambulantes la policía le acosaba día sí y día también y aquél fatídico día de diciembre no pudo más y decidió quemarse vivo en la calle, como hiciera Thich Quang Duc, monje budista vietnamita en Saigón el 11 de junio de 1963 para protestar contra Ngo Dinh Diem. La acción suicida de Bouzizi cristalizó el descontento profundo que vivían los tunecinos y prendió la llama de las protestas juveniles, que acabaron con la huida cobarde, del causante de la situación, Ben Alí. Puede que nada mejorase para los tunecinos a partir de aquél momento, no lo sé y puede que la muerte de Bouzizi no sea el mejor método de lucha, pero al igual que el corazón de Quang se considera sagrado por los vietnamitas, el de Bouzizi vivirá al lado de muchos jóvenes que hoy saben lo que es acabar con un dictador. La rabia es un arma tremenda contra la injusticia.

In memoriam.


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