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Bajo la higuera - glez4lex

La plantó justo allí debajo, a la sombra de la higuera. Creo que con idea de sentarse a descansar mientras trajinaba en su pequeña huerta. ¿Qué mediría? ¿Una tarde entera de trabajo a tranquilos intervalos? ¿Quizá dos si se encendía algún cigarro entre medias, con manos temblorosas y, tal vez, alguna brisa en contra?

Quería plantar berzas y, en efecto, esas semillas introdujo en la tierra. Pero creo que uno nunca sabe lo que planta, cuando cava una huerta. Sus trabajos no pasaron desapercibidos para algunas criaturas sutiles, de caminar tan sigiloso como altanero que pronto comenzaron a vigilarle —¿a guardarle, tal vez?— desde los tejados de casas viejas y desde lo alto de una tapia que guardó en otro tiempo los secretos de las monjas de clausura.

Tampoco su presencia pasó desapercibida para el hombre que, ya mayor, un poco sordo y con unos ojos algo cansados, añorantes de los lejanos horizontes de otro tiempo, aún era capaz de sentir las miradas que vigilan desde las alturas, desde las sombras. Y un buen día comenzó a traer algo de pienso para gatos con él y a dejarlo en un platillo en la silla en la que descansaba, al concluir cada pausa.

Aquello sin duda satisfizo a sus guardianes que, complacidos, comenzaron a visitarle, ya sin recelos, en mitad de sus labores. Se acercaban, silenciosos, hasta la silla, tomaban de las ofrendas y luego se paseaban, agradecidos, entre las piernas del hombre que, a pesar de caminar en un precario equilibrio entre las plantas y los bártulos, jamás le pisó la cola a ninguno.

Creo que le tomaron como su sacerdote, que aquella silla es ahora un altar y que lo que realmente plantó fueron un puñado de peludas deidades semisalvajes. Él sigue viniendo de vez en cuando, en bici, pero ya no trabaja la huerta —ya no podría, pues ya no es suya la sillaltar—, ya solo trae las ofrendas. Y sus guardianes están siempre, puntuales, esperándole. No tienen reloj y él se pasa cuando puede, a cualquier hora, pero está claro que saben cuál es la hora correcta.

Incluso a los más jóvenes, que van renovando el panteón local, les enseñan sus madres sobre el sacerdote y sobre ese lugar sagrado. Aunque tal vez ellos lo vean de otra forma. Tal vez para ellos sea el hombre una deidad protectora, una especie de fuerza de la naturaleza, que siempre estuvo ahí, velando por ellos, desde tiempos inmemoriales.

El alma no está hecha para habitar una cosa; cuando se la obliga a hacerlo, no hay ya nada en ella que no sufra violencia.

Simone Weil — La Ilíada o el poema de la fuerza

Últimamente pienso mucho en esta obra de Weil, en la que repasa la Ilíada porque le parece el poema cumbre de la Grecia clásica —y de la civilización occidental—. En sus palabras, es el que refleja con mayor pureza y fidelidad el alma griega. A través de sus versos, va desgranando la verdadera poesía de la naturaleza humana, que radica, según ella, en la naturaleza de la «fuerza».

Tal como la describe (perfila, más bien), la fuerza es algo de una naturaleza desconocida, inexplicable, que radica en la naturaleza humana de una forma un tanto trágica. Creo que utiliza el término «fuerza» en el mismo sentido que lo hace la ciencia moderna1: como algo cuya naturaleza no podemos explicar total o parcialmente, pero que tiene efectos visibles y explicables.

Es una especie de superpoder que nace del alma humana2 y que nos arrastra de forma inexorable. La Ilíada, para ella, refleja a la perfección las dos caras de esta: la violencia, que da lugar a las guerras y la bajeza, que «convierte a los hombres en objetos»; y el amor, que nos eleva a nuestra forma más perfecta.

La aparente paradoja es que del alma humana —que nos dota de la humanidad— surja este fenómeno (¿lo ve acaso como un fenómeno emergente3?) que nos puede desposeer de ella por completo, que nos rebaja a ser meros objetos a merced de las fuerzas que desata nuestra propia naturaleza.

la inteligencia debería calcular para encontrar una salida, pero ha perdido toda capacidad de calcular este fin. Está toda entera ocupada en hacerse violencia

Simone Weil — La Ilíada o el poema de la fuerza

En su opinión, la Grecia clásica es la que reflejó este fenómeno de la forma más sencilla, humana y elegante, ya no tanto en textos concretos como al Ilíada o el Evangelio, sino en su ethos, en su logos y en sus mythos, y puede que tenga razón. Tras la Grecia clásica, casi todo el pensamiento occidental gira en una dirección muy diferente y se sume en una búsqueda sin fin de una naturaleza humana que le va resultando cada vez más abstracta, menos bella e intuitiva, más compleja y esquiva. Se podría decir que se sume, sobre todo en nuestros días, en un cierto paroxismo....

Me parece particularmente bello cómo describe el «despertar» del individuo muerto (convertido en objeto por la fuerza) mediante la reflexión solitaria en un momento trascendental. Cómo es esta soledad —y no otro tipo— la que libera al individuo de esta fatalidad y le devuelve a la «vida» (le vuelve a convertir en humano); cómo la soledad de Héctor, derrotado ante las murallas de Troya y sabiendo que está al caer su destino fatal por las manos de Aquiles, le induce a este despertar profundo, le devuelve la humanidad justo antes de que pierda la vida (¿salvando su alma?).

A veces un hombre encuentra así su alma al deliberar consigo mismo cuando trata de hacer frente al destino completamente solo, sin ayuda de los dioses o de los hombres, como Héctor delante de Troya.

Simone Weil — La Ilíada o el poema de la fuerza

Ahora que he perdido a los míos por la locura, temo a los troyanos y a las troyanas de largos velos y que no oiga decir a los menos valientes que yo: «Héctor, confiando demasiado en su fuerza, perdió al país».

La Ilíada — XXII, 104-107

Notas al pie.

1 «En física clásica, la fuerza (abreviatura F) es un fenómeno que modifica el movimiento de un cuerpo (lo acelera, frena, cambia el sentido, etc.) o bien lo deforma.». Wikipedia, voz fuerzahttps://es.wikipedia.org/wiki/Fuerza.

2 Creo que entiende el alma más como lo hacen las filosofías y creencias orientales: como la «presencia» de cada individuo en los otros. Tendría muchas aplicaciones en sociología y hasta en economía, porque si se suman todas las almas, surge un fenómeno emergente: la sociedad. Y de este, aún, se destila otro: la cultura.

3 «La emergencia o el surgimiento hace referencia a aquellas propiedades o procesos de un sistema no reducibles a las propiedades o procesos de sus partes constituyentes.». Wikipedia, voz emergenciahttps://es.wikipedia.org/wiki/Emergencia_(filosof%C3%ADa). En ciencia se utiliza también para describir un fenómeno complejo (de orden superior) que surge de la combinación de fenómenos más simples (de orden inferior) y cuya naturaleza es cualitativamente diferente, por lo que, entre otras cosas, aparenta romper la causalidad con sus partes constituyentes.

Sprint Follows Winter - Maureen Hyde 🎨 Maureen Hyde

Antes me miraba en el espejo, pero creció el pelo tan largo que tuve que venderlo y en su lugar te compré un retrato.

Ahora ya no sé cuánto medirá, ya no recuerdo el rostro que se reflejaba en el cristal.

Tal vez piensen de mí que no me importan los bosques, las laderas, ni los arroyos, que azoto sin piedad a los pájaros, y esculpo por diversión la cimas; que tan solo alzo las olas para hacer naufragar las almas.

Tal vez no entiendan que tan solo soy un hombre, ¿qué estaba buscando?

[...] aunque el contacto tome la forma de dolor como evidencia de la presencia de un ser amado, ese roce es felicidad.

Simone Weil — Cahiers


Blanco Cielo

Blanca Luna

Blanco Abismo

Negro Vuelo

Negra Pluma

Negro Ismo

et in Arcadia ego - Nicolas Poussin

nunca. Somos sino amando

nunca. Amamos sino viendo

nunca. Vemos sino estando

nunca. Estamos sino sintiendo

eternas. Formas del único órgano que se hace más real cuanto más imaginamos

Esto es solo una opinión o, mejor dicho, tan solo algunas notas sobre lo que voy opinando con los años a cerca del lenguaje. Solo estudié Ingeniería Informática, por lo que no tengo ni idea de lo que hablo, en términos formales, y solo apunto por aquí las ideas y opiniones que me van surgiendo.

Dicho esto, definiría el lenguaje como un fenómeno social que surge de la necesidad de entendernos1 entre seres humanos. He leído muchas veces a historiadores y linguistas a los que les gusta pensar que el canto fue la primera forma de lenguaje pero, francamente, no lo creo así.

Pienso que la necesidad de organizarnos para sobrevivir (protegernos, cazar y convivir) fue lo que motivó que empezásemos a buscar símbolos auditivos (protopalabras) para poder transmitirnos un mínimo de información. Esto, en sí, no tiene nada de musical ni de poético, es puramente prosaico. Aunque creo que, con el tiempo y a medida que nuestros cerebros se iban volviendo más complejos y sofisticados—tal vez en un quid pro quo evolutivo—, sí que fuímos dominando cada vez más la capacidad de abstracción y síntesis, lo que nos llevó a formas más «elevadas» de lenguaje; más poéticas y musicales.

Me resulta más lógico pensar que el lenguaje empezase por su forma más simple y concisa en cerebros más simples y fuese ganando complejidad a medida que los segundos lo hacían también. Otra cosa es que, como nos resulta muy difícil estudiar nuestro pasado remoto, ciertos períodos temporales nos puedan parecer, desde nuestro punto de vista, demasiado largos o demasiado cortos, y que esto pueda inducir a errores como este (ilusiones «ópticas»).

Por tanto, en una escala de complejidad/abstracción, el lenguaje se categorizaría, de más simple/concreto/conciso a más complejo/abstracto/impreciso tal que:

  1. Prosa común.
  2. Poesía, pintura, escultura y arte en general.
  3. Música.
  4. Metalenguaje técnico. (Este último ni tan siquiera trata de reflejar ninguna realidad específica, solo se limita a describir el propio proceso de representación al que llamamos lenguaje).

Cada capa de abstracción se fue alcanzando a fuerza de «destilar» una y otra vez el lenguaje primitivo, eliminando paulatínamente las «impurezas»2 que lo constriñen y concretan.

Este proceso fue, además, evolutivamente muy conveniente para no perder eficiencia energética. Esto lo digo porque el poder transmitirnos con precisión información abstracta, como las emociones que evoca la poesía, por ejemplo, nos habría requerido cerebros aún más grandes, complejos y costosos energéticamente. El no hacerlo, en cambio, nos permitió gozar de las ventajas del lenguaje sin tanto coste asociado.

Aunque, de nuevo en mí opinión, hay grandes mamíferos cuyos cerebros sí que siguieron ganando en capacidad de abstracción y desarrollaron lo que llamaría la comprensión profunda3. En esa escala y siguiendo la escala anterior de abstracción estaríamos así:

  1. Humanos y grandes primates parcialmente.
  2. Humanos parcialmente, elefantes, delfines, orcas y ballenas parcialmente.
  3. Humanos muy parcialmente, elefantes, delfines y orcas parcialmente y ballenas.
  4. Solo algunos humanos y no se ha podido probar que ningún otro mamífero.

Supongo que es un equilibrio evolutivo: para adquirir de manera profunda cierto grado de abstracción, los cerebros deben sacrificar otros en alguna medida. En cualquier caso, diría que el nuestro es el que cubre el rango más amplio, aunque lo hace de manera más superficial. No me quejo, pero debemos aprender a vivir con ello.

Notas al pie.

1 Sé que el término «entender» puede ser conflictivo. Me refiero a conseguir transmitirnos un mínimo de información para arreglarnos en el día a día, pero sin entrar en la compresión profunda, ni en marcos más complejos, como la teoría de la comunicación de Habermas, por ejemplo.

2 Suena a imperfecciones, pero lo digo sin las connotaciones negativas asociadas habitualmente. Me refiero a los trazos que definen las fronteras que hacen fácilmente diferenciables los conceptos y que suponen, a su vez, simplificaciones de estos (igual que al trazar un mapa se simplifican las realidades sociales para poder dibujar una frontera sencilla y viable). Son las que nos permitían quedar bajo el árbol indicado, a la posición del sol exacta, para emboscar a nuestras presas y tener para comer ese día.

3 La capacidad de transmitirse con fidelidad informació puramente abstracta/analógica, como las emociones y los estados de ánimo en general.