Lo que pierde Occidente en Ucrania es lo que gana Asia
Hace tiempo que no lo hacía, pero me gusta darle vueltas a la actualidad geopolítica, aunque no sirva realmente para nada y, como ando leyendo una recopilación de textos de análisis político y sociológico de Simone Weil, de justo antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial, en el que estoy encontrando muchos paralelismos con la situación actual, me ha vuelto a picar el bicho de escribir estas tonterías.
Por empezar por lo más urgente –que tal vez no sea lo más importante–, quería darle algunas vueltas a la situación de la guerra en Ucrania, que creo que es más compleja de lo que tendemos a pensar y de lo que nos cuentan. De hecho, creo que poco o nada tiene que ver con la posible adhesión de Ucrania a la OTAN en sí o siquiera con la península de Crimea. Me explico.
Si una virtud está teniendo el actual gobierno de los payasos de la tele de E.E.U.U. es que, al menos, está aireando cosas que puede que no sean bonitas, pero son reales: como el hecho de que la guerra en Ucrania no se empezó por la soberanía de una nación amiga ni por restaurar la injusticia de un referendum de anexión a Rusia ilegítimo [de la península de Crimea] (termino ya de ser irónico, perdón). Cada día me parece más que todo esto tiene que ver con el cambio de modelo energético global que, necesariamente, transformará la economía global y que la fase convulsa que estamos viviendo responde a eso, a que todos los actores importantes saben que el capitalismo1 se está redefiniendo y todos quieren que el próximo capitalismo les favorezca más (salvo Europa, que vive tan en la inopia que no sabría decir qué quiere o si quiere algo siquiera; consideraré a todos los efectos que Europa es la vaca de concurso de la feria, tal vez por hacer honor a la leyenda que le da nombre).
Viendo el conflicto en retrospectiva, empiezo a creer que Rusia está más desubicada de lo que parece y esto le va a salir realmente mal. En primer lugar, me pareció un gesto estratégicamente inteligente el golpe con Crimea, en su momento, pero deberían haberlo dejado ahí: era un buen golpe de efecto, por su carácter intimidatorio, pero salvo que tuvieran una forma de asestar un golpe definitivo, no tenía ningún valor cruzar esa frontera (creo que es lo que siempre sostuvo China).
Tal vez Putin sobrestimó las fuerzas de la Gran Rusia y pensó que la «operación militar especial», que parecía diseñada para haber sido una guerra relámpago, mostraría al mundo que la Rusia moderna está capacitada para dar este tipo de golpes decisivos sobre la mesa. Esto sí habría concluido una jugada maestra, pero la cosa le salió mal porque Occidente, aunque lento y adormilado, reaccionó y, a fin de cuentas, tenemos casi toda la riqueza mundial2 así que podemos frenar una situación así, aunque sea con un gesto torpe, tardío e ineficiente que cueste miles de vidas (es igual, son vidas de otros así que solo son «casualties»).
Lo que creo que Putin no supo ver es que Occidente no luchaba tanto por el gas (Crimea es muy importante como potencial zona de paso de futuros gasoductos) como por las tierras raras y que no iba a dejarle dar ese golpe sin oponer resistencia (si solo hubiera sido lo primero, no creo que hubiéramos movido un dedo). Sinceramente, creo que siempre pensó que Ucrania no tenía ningún valor para nadie porque seguía pensando en el marco tradicional, como J.D. Vance ha demostrado hace no mucho, haciendo suyas las palabras que Putin creía que eran el sentir general: «Qué ****nes me importa a mí Ucrania».
Por eso Europa no quería dejar a Rusia tomarla y por eso insistió a E.E.U.U. para que tomara parte en ello. Y creo que ese es un sentir relevante en una parte importante de la política de Washington, aunque no todos lo digan en alto: «Vaya cara, Europa, llamando a nuestra puerta para que libremos una guerra por sus intereses económicos»3. A fin de cuentas, puedo comprender ese sentir; en verdad esto es muy estratégico para que Europa se independice del modelo petroleo/gas y se acerque a la autonomía energética, lo que tampoco es muy interesante para E.E.U.U., si nos paramos a pensarlo. O, bueno, puede verse desde allí de esta manera y no cuesta tanto imaginárselo. Este es el sentimiento que creo que explota el trumpismo y es lo que está intentando vender: no nos vamos a dejar engañar por Europa otra vez, si libramos esta guerra, que nos beneficie a nosotros directamente y, si no, que la libre Europa por sí misma. Es por esto que hemos visto como recientemente Macron proponía que Europa destacase fuerzas militares en Ucrania y es por esto que nos van a empezar a presionar para que aceptemos que hace falta gastar más dinero que nunca en cobetes. El mensaje que van a emitir me parece claro, porque ya ni se molestan en currarse estas cosas4: si queremos transición energética, preparémonos para la guerra. Industria armata, será nuestro nuevo lema. ¿Qué contestaremos a eso?
Con respecto a la situación de Rusia, veamos el desenlace que veamos, lo cierto es que el mundo va a ver que Putin no es el genial estratega que vende, que Iran no es el primo de Zumosol que Rusia quería vender en oriente próximo, donde no ha estado haciendo más que retirarse, avasallado por Israel. Rusia se queda fuera del nuevo modelo energético y casi, de la economía global, cediéndole mucho espacio a una China que ha demostrado entender mucho mejor el tablero (tal vez esta partida se parece más al go que al ajedrez). ¿Quienes ganan?: China. ¿Quienes pierden?: en mayor o menor medida, todos los demás: E.E.U.U. va a obtener algunas victorias pírricas, pero su imagen de cherif global y garante de valores se va por el retrete5; Europa se confirma como poco más que una parodia con mucho dinero, mientras sus líderes hacen alardes no menos esperpénticos que los del circo de Washington –aunque más estéticos, eso sí–; y Rusia se ha pegado un tiro en la sien por no saber retirarse a tiempo del tablero equivocado.
Notas al pie.
1 Lo que quiera que sea eso. 2 Ocurre un poco como en física, que en la competición entre dos cuerpos la masa (monetaria en este caso) más grande siempre gana. 3 El truco de este discurso estriba en que, en realidad, el acuerdo implícito en estos casos es que Europa pone el dinero, si hace falta, y E.E.U.U. lo demás. 4 Hasta ese punto nos infantilizan. 5 Aunque estrictamente hablando no pierdan poderío militar y no pierdan más poderío económico que el que pierden de forma «natural» por el ciclo en el que estamos, lo cierto es que pierden mucha credibilidad y simbolismos, lo cual merma bastante su «aura» y eso acabará por tener consecuencias. No nos olvidemos de las conversaciones que siguen manteniendo bajo el radar con países árabes para acercar posturas y tener su apoyo en esta transición, en las que pienso que pierden mucho poder negociador.