Francisco Molinero

1959-

Aquellos reyes magos me he regalé un libro de Caballero Bonald. «Somos el tiempo que nos queda». María prefirió a Nicolás Guillen, Raquel a Umberto Eco y Serguey se decantó, como no, por su amado Ibañez. Está bien esto de hacerse los reyes en familia, a tiro hecho y a quemarropa.

El título es muy sugerente y además el libro incluye el manual de infractores que es el que buscaba y que espero poder leer en breve. Me quedé con ganas de León Felipe, pero las malditas librerías modernas, tan pomposas como FNAC no tienen ni un solo título del poeta. Ahora tengo que tener cuidado con el librillo que tengo de él y que de tan releído está roto, casi deshojado, hasta que consiga nuevos ejemplares. ¡Qué vergüenza de país que olvida a sus poetas!

Entre la explicación científica de las cuerdas íntimas de la materia, la fusión de la cuántica y la general y en frente el pulso sublime de un poema encastrado, sutil, austero, me quedo con esto último, y nada me parece que me pudiera explicar mejor lo que me pregunto que un verso.

En otro tiempo aspiré a escribir como ellos, a ser capaz. Ahora me conformo con estos fragmentos epistolares en la red, y no es poco; pero cuando les leo, les releo, les disfruto… entonces siento la más absoluta de las envidias.

Os dejo apenas un trozo de un poema que me inspira sobre todo, pensando en que se escribió cuando yo nacía.

Un libro , un vaso, nada

Todas las noches dejo

mi soledad entre los libros, abro

la puerta a los oráculos

quemo mi alma con el fuego

del salmista.

Qué contraria

voluntad de peligro me desvela,

quiebra la vigilante

sed de vivir de mi palabra.

(Cabellero Bonald 1959)


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

Yo lo primero que hago es pelar las judías, es decir quitarles la zona por donde estaban unidas a la mata y la unión entre las vainas que recubren toda la judía. Luego las corto en dos o tres trozos; depende del tamaño.

La lavo y las cuezo en agua con sal, patatas apenas cortadas en dos trozos y un casco de cebolla, hasta que están blandas, pero un poco “al dente” (crujientes por dentro). Lo importante ahora es escurrirlas muy bien, que no quede nada del agua en la que han cocido, después lo que quieras, aceite crudo, un poco de salsa mahonesa, una salsa de tomate y cebolla picada con mucho orégano y comino molido o un sofrito de láminas de ajo crujientes, en aceite de oliva.

A mi me saben a Santander, a mi tía en la casa antigua de Laredo, en la calle Cachupín a la hora de cenar, en la cocina donde el tío Ignacio comía sus sopas de leche con pan. Hay platos que tienen más nostalgia dentro. Ninguno más que este.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

Desenredar la madeja del tiempo y la distancia, olvidarse por un momento de cada momento, aplacar el viento interior. Estos trabajos y otros más difusos son los que hacen de cada día una tarea extraña, poco agradable. Al final, o sensiblemente cerca del final están las tardes soleadas para pensar en temas absurdos, en ninfas y dragones o con máquinas precisas que funcionan bien.

Me gustaría no tener obligaciones, pero no es posible, no debe ser, seguramente ni deseable. Y después la noche con su rosario de minutos ensartados.

Días encadenados, ensartados en semanas en el racimo de los meses.

Hace tiempo me encontré con Tito con quien tanto compartí y con quien tanto peleé políticamente. Últimamente no nos veíamos y se acercó a saludarme y a preguntarme por mi salud, «que me han dicho que has estado enfermo..» Dudé un instante y aunque es verdad que ningún médico me ha diagnosticado mal alguno, tengo que reconocer que he estado enfermo de tristeza, de decepción y que me ha costado salir del agujero de la incredulidad. Le dije que estaba recuperado pero que apenas bajaba por el pueblo (secuelas) que hacía vida de ermitaño.

Me confesó que él tampoco aparecía. Yo me he desenamorado, le dije. Sí yo también, de este y de todos los pueblos donde la proximidad o la pequeñez hacen salir más mezquindades de las habituales.

Coincido con su diagnóstico y es por eso que hace un tiempo le dije a Raquel que me atraía mudarme a Madrid. Se me pasó. Madrid es un agujero negro de tristeza y fango político. Me quiero ir al mar a ver pasar los cormoranes, las gaviotas, los correlimos jugando en la orilla. Juntar delante de mi un cielo azul y una tierra amarilla. Y la soledad que ya se ha adueñado del cuerpo hasta las trancas vivirla frente al mar viendo como atardece. Tengo la sensación de que se acaba un ciclo, el último y ya no queda tiempo para más, como mucho «esperar y ver si cede, la gran bola de nieve, que se levanta por doquier».


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

Nada nos es ajeno, aunque bien es verdad que casi todo nos es indiferente y que pasamos por las cosas, los momentos, tan deprisa… Me quiero ir al mar. Espero poder ir al mar y dejarme llevar, descansar, ver a los amigos. Nada nos es ajeno pero casi todo nos resulta extraño y más en esos tiempos que parecen oscuros, confusos. Nada nos es ajeno, ni plenamente propio, al final todo resulta transitorio.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

Al menos llueve. Fuera, en el campo llueve fuerte y resuena en las tejas de mi casa. El salón casi desnudo me recuerda que el cambio se cierne. Las tardes primaverales se conforman con la lluvia. Yo me conformo con las tardes, con el preludio nocturno de la soledad.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

Ida y regreso

Recuerdo los viajes de fin de semana en cercanías para ir de excursión y ese misterio que suponía para mí la jerga ferroviaria que se fue desvelando poco a poco: Factor, guardagujas. Pero lo que nunca terminé de entender esa diferencia que parecía haber entre un billete de ida y vuelta y uno de ida y regreso. Sigo sin saberlo y me recuerda que hay cosas de la infancia que nunca se terminan de resolver del todo.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

Antonio era un hombre tranquilo, médico de profesión y cubano de nacimiento y de corazón. Pasé muchas horas oyéndole hablar, pues solo de esa manera los que no hemos sido aplicados en el estudio podemos aprender las cosas importantes y en aquellas conversaciones me maravilló la historia de un médico que para serlo cuando la que la guerra partió no solo el país sino a cada uno de los españoles tuvo que alistarse en el ejército durante años en una mili eterna que le trajo a Madrid y al Atlético de aviación equipo que le recogió como futbolista que era. Un médico que renegaba de su escasa formación, a pesar de que su maestro fuera Gregorio Marañon y que se quejaba aún más de la medicina moderna que gastaba ingentes sumas de dinero, según él, en pruebas diagnósticas absolutamente innecesarias, porque él era un médico que hablaba con sus pacientes, conocía su vida, sus problemas, tocaba sus manos para saber su temperatura, la tersura de su piel, le miraba a los ojos buscando en el fondo de ese iris el principio de los males por si estos fueran del cuerpo y no del alma y les visitaba en su casa, donde vivían y padecían, al lado de su cama y no solo en su consultorio. Mi tío tenía un consultorio de esos «privados» donde todas las mañanas se sentaba vestido con su bata a esperar por si venía algún enfermo o alguien que quisiera hablar con él y los últimos años sufría horas y horas de soledad porque la mayoría de sus clientes ya no vivían y por eso no iban a verle. Mi tío Antonio era católico y nunca jamás eso me supuso ningún problema con él. De convicciones morales antiguas y de trato cariñoso, no recriminaba a los demás por las suyas y seguramente por haber nacido en esa isla maravillosa vivía su religión en la intimidad, sin avasallar a nadie. Hombre de costumbres metódicas hasta límites exasperantes, leía su ABC todos los días y en los veranos que pasábamos juntos yo aprovechaba par asomarme a su mundo de derechas tras las hojas de su periódico. El sabía de mi pensamiento político y nunca jamás me recriminó ni discutió por ello. Mi tío era una buena persona y se murió con la tristeza de que muchos de sus amigos se olvidasen de él los meses que había estado enfermo. Yo quería a mi tío con lo bueno que tenía que era mucho y con lo malo también, porque el cariño es así, no hace balance ni tasa con regla.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

En el cementerio

Enterrar requiere un rito una ceremonia que los católicos exceden hasta el paroxismo. A propósito de este exceso en el entierro de Yoli estuve visitando el cementerio de Soto del Real. De alguna manera me dediqué a visitar antiguos amigos y enemigos, lo que no hizo sino constatar que empiezo a tener demasiada historia a las espaldas. Lápidas y dedicatorias entre lo barroco y lo minimalista, el túmulo de Jesús Antonio, la pequeña sepultura de apenas 40 cm. de Phillip B. Thurnbull, amiga de Gloria Fuertes que tiene como recuerdo la frase «en esta tumba tan pequeñita descansa un corazón enorme», la del niño que falleció a los diez días, retirada junto a la tapia, la losa que recuerda que murió «asesinado por los rojos», los nuevos columbarios. Hizo una tarde que no sabía a qué carta quedarse, al norte la cuerda larga, flanqueada desde el oeste por la peña del diezmo y en el este la Najarra. Finalmente salió el sol y Ángeles y Juan pudieron dar tierra a su hija en medio del silencio elocuente de cientos de personas. El silencio es la actitud en la que retumba el sórdido sonido del féretro. El silencio es la demostración, el silencio y el dolor que viene desde la cúpula del cielo y se concentra en una madre que desea morir. Los hombres no lloramos, las mujeres sí y desahogan la injusticia en cada lágrima.

..«No hay extensión más grande que mi herida, lloro mi desventura y sus conjuntos y siento más tu muerte que mi vida. Ando sobre rastrojos de difuntos, y sin calor de nadie y sin consuelo voy de mi corazón a mis asuntos. Temprano levantó la muerte el vuelo, temprano madrugó la madrugada, temprano estás rodando por el suelo. No perdono a la muerte enamorada, no perdono a la vida desatenta, no perdono a la tierra ni a la nada…»

(Miguel Hernández)


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

Ese silencio después de la nevada, esa inmensa sensación de paz. Como si nada hubiera pasado, como si la vida tuviera otro ritmo independiente.

Para los amantes de los guisos antiguos y olvidados, una receta de Rabo de Toro (o de vaca, que no creo que la diferencia sea el sexo)

Cantidades:

2 rabos 2 cebollas grandes 2 clavos 3 zanahorias 1 hoja de laurel 2 vasos de vino blanco 4 granos de pimienta 3 ó 4 litros de agua sal al gusto

Poner los trozos de rabo en una cacerola con mucha agua fría, que les sobre, se pone a cocer y se va espumando, cuando deja de echar espuma se le añaden las cebollas enteras peladas con un clavo metido en cada una, la pimienta, el laurel, las zanahorias cortadas a lo largo en dos y peladas, el vino y la sal.

Se deja cocer destapado para que se vaya consumiendo el caldo aproximadamente 3 ó 4 horas, o bien hasta que se separe el hueso de la carne, lo que pase antes, se quita el laurel la pimienta y los clavos de la cebolla y se pasa por el pasapurés la cebolla y la zanahoria, esta salsa se hecha por encima al servirlo.

Evitar que la carne este en contacto con el aire antes de servirla , se pone negra.

En Córdoba es donde yo he comido este plato más rico. Lo sirven también con tiras de calabacín rebozado, pero pueden ser patatas fritas, o cebolla caramelizada o croutons de pan con ajo, yo que sé, ¡ahí cada une que ponga de su cosecha!


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">

Necesito a alguien que recoja las mieses, el fruto almibarado, la uva dorada de lo que siembro. No tengo tiempo, no tengo ganas, no tengo fuerzas para la espera sino para la siembra fecunda, la tierra horadada. Necesito alguien que se preocupe de lo mio, que me haga ver que desperdicio el tiempo, que me conduzca al buen camino, alguien que no me entienda pero que esté atento, necesito a alguien con una paciencia infinita, que se acostumbre al silencio de quien se vació con las teclas del maldito ordenador. Necesito a alguien que me acompañe desde lejos, que reúna las gavillas interesantes, las otras también, que las junte y las almacene. Necesito a alguien más que comer, para reunir las palabras que se me escapan entre los dedos, los giros que no soy capaz de anotar, las ideas que se pierden en medio de la noche por no tener a mano la voluntad suficiente. Necesito a alguien con espíritu administrativo, ordenado, encadenado, paciente, un relojero minucioso que clasifique las piezas en pequeños departamentos en una caja de madera: Nocturno, alegre, ocioso… una persona que me siga los pasos sin que me de cuenta y me prepare una caja como resultado final, un segundo antes o un minuto. Necesito un segador que recoja la cosecha que derramo con mi sudor, la espiga encendida, el verso amasado, la palabra encontrada, perdida.


Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @fmolinero@paquita.masto.host

Puedes seguir este blog desde cualquier red del Fediverso o mediante RSS. @fmolinero@paquita.masto.host">