¿Y si tanta poesía no vale para nada?
¿Cuántas veces me tendré que romper?
deshacerme
morir
hasta encontrar la palabra exacta
que compone el verso
que cierra el círculo,
la voz que lo explica todo.
¿Serán inútiles todas las palabras que tuve que buscar entre mis cenizas?
cada vez que encontré el filo necesario para tajarte
el golpe contundente que te despertara del letargo.
Me muero de silencio
obligado a recomponer cada verso una
y otra vez,
apoyado en cada frase mal terminada
que te busca la espalda.
Siento un vacío en el verso que me asusta
una ausencia de sentido
el poema romo que no es capaz de separar la piel.
¿Y si tanta poesía no vale para nada?
y bastaba decir te quiero
sencillamente
y la alquimia del verso era mentira
nada transmutaba, no había elixir ninguno.
No quisiera que mis muertes fueran en balde
que no hubieran llegado a nadie
absolutamente,
que no encontraran la combinación perfecta
la llave
la luz que se abre paso entre los árboles.
¿Y si toda la poesía no vale para nada?
y tendría que haber permanecido
callado
mudo
aislado como ahora me siento.
¿Cómo viviré, si toda mi poesía no vale para nada?
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Me gusta la música. Apenas oigo música.
Parece una contradicción pero es un hecho. Mi infancia está recorrida por la música que se oía en casa de mis padres. Conservo sus discos: Nat King Cole, Four tops, o la que traía mi tía Concha de London: Engelbert Humperdinck y un puñado de discos de coplas con Antonio Molina en el centro. Luego la que ponía mi hermana mayor: Los Beatles, Los Canarios, Formula V... cuando tuve edad para comprar mis propios discos me decanté por el rock sinfónico y me lo escuché todo: Pink Floyd, Mike Oldfield, Alan Parsons Project, King Crimson, Jethro Tull, Génesis, Emerson, Lake and Palmer, Yes y Camel. The Snow Goose pude oirlo miles de veces. Luego fui derivando hacia Simon & Garfunkel aunque revisitaba grupos como The Mamas and the Papas y consumía mucho folk español y sobre todo sudamericano. Entré en el mundo de Asfalto y aluciné y lo conecto con Mago de Oz. De esa época recuerdo a Joaquin Díaz en España y a los Chalchaleros, Inti Illimani, Quilapayun, Violeta Parra y entraron los cantautores españoles. Entonces tres amigos y yo formamos un grupo que cantábamos canción andina. Con nuestros ponchos, charangos, guitarras y bombos legüeros recorríamos los locales de Madrid al ritmo de las chacareras. Jesucristo Superstar nos voló la cabeza a muchos.
Pasó la juventud y empecé a oír menos y menos música. Luego la vida me llegó a regentar una orquesta de las que van a las fiestas de los pueblos, empiezan con pasodobles y terminan con metal a las tres de la madrugada cuando volaban las litronas. Muchas noches en vela y madrugadas recogiendo con los pipas cables, micros y luces y cientos de kilómetros en el camión. Hasta compuse una canción: Las chicas del año pasado que tuve la osadía de registrar en la SGAE y creé un sello discográfico B&A música con el que tuvimos la proeza de sacar un único disco con el que pateamos todas las emisoras de radio de este bendito país sin éxito.
Ahora solo me emociona el rap, Residente, Los chicos del maíz, cualquier rapero francés de la Banlieue y mi móvil solo lleva música clásica que oigo cuando creo que todo va mal.
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Nadal ganaba el torneo francés de tenis. Cuando su oponente erró el último tiro, nuestro bravo tenista hispano se tumbó en la rojiza tierra batida francesa y simuló un leve ataque epiléptico. Nada nuevo. El joven tenista manacorí hizo lo que se espera de un joven tenista ganador de semejante torneo, luego habló de los agradecimientos como cualquiera otro y en fin, que nos dio la sensación que todo estaba en su sitio.
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Viajar siempre nos parece una huida. Nos vamos de vacaciones con la esperanza de desconectar de lo cotidiano, de cargar las pilas, pero solamente hay un sitio dónde no podemos huir y es allí donde nosotros mismos no estamos, de manera que al final nunca nos vamos, nunca volvemos y nuestros problemas viajan con nosotros, puede ser que adormecidos por lo que ven nuestros ojos o narcotizados por lo que disfruta nuestro cuerpo, pero basta la idea de volver para que todo lo que hemos pretendido dejar atrás aparezca de nuevo como actual e inmediato
En Ucrania los combates en la zona del Donetsk continúan, pero con la habitual desinformación que tenemos, desconocemos si lo que se pretende es presionar al actor matando a sus mandados o matarle a él directamente y evitar un número mayor de víctimas. Para los que nuestra formación militar se ciñe a lo visto en las películas de cine, lo importante era acertar al jefe de los indios y estos se retiraban. Ahora sabemos que lo importante es mantener vivo al jefe y matar el mayor número posible de adeptos y civiles en general, después se negocia con el führer cual será su situación en el gobierno. Constato que la vorágine constructora que vivimos en este país es absolutamente descabellada. Solamente se salvan las zonas en la que hay un cuartel militar o una prisión como la que he tenido ocasión de contemplar en Santoña que resultó ser el único paraje en la zona libre de casitas o similares. Colmatado el territorio ahora son las ciudades el objetivo echando a sus habitantes de ellas con la subida de precios y metiendo a los turistas en sus casas.
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Antes de nada quiero pediros disculpas
porque ya solo quiero volver
desandar el camino andado
volver sobre cada una de las pisadas
dadas
exhalar todo el aire respirado
y volver
ahora mismo solo quiero volver
tan rápido como pueda
volver
y dejar delante lo que no he visto
porque ya no lo quiero
no me interesa el tiempo que viene, ni la luz que ha de crearse
ni lo sonidos que han de producirse
solo quiero volver al útero personal
a mi refugio más querido
al recuerdo amable de tus pechos.
Disculparme por no seguiros más
estoy cansado
triste
y solo quiero que mis pasos retrocedan
regresen a las postas en las que paré
porque no quiero ya casi nada
que no sea un pasado más pequeño e íntimo
la soledad merecida, la que no se impone.
El tiempo que me buscaba la espalda me ha alcanzado
y solo quiero huir hacia atrás tan deprisa como sea posible
solo quiero volver
volver
y cerrar los ojos, dejar el dolor delante
la miseria de los segundos huecos
los minutos secos
las horas rotas.
Os pido disculpas, pero me vuelvo.
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De entre todas las cosas que hago
la que más me gusta es distraerme
perder el hilo
saltar mentalmente hasta que no hay ya salto posible porque todo es blanco.
De entre todas las cosas que hago
la que menos me gusta es pasar miedo
perderme en una pelea.
Por las noches sueño con violentas peleas
golpeo
doy patadas
a veces empuño un arma con la que disparo a bocajarro y mato.
La oscuridad está siempre ahí
tan dispuesta como sea necesario para que no me distraiga
y me busca la espalda por la noche
y por eso duermo poco
porque no le quiero dar ventaja
permitir que me llene la cabeza de sangre y huesos rotos
que esparza por el aire el olor de la ira desatada, sin sentido
la sensación de que se abre la carne y se quiebran los cuerpos.
Cada minuto que duermo le doy una oportunidad y no quiero
cada minuto que estoy despierto, vigilante,
sé que no tiene posibilidades
y a pesar del esfuerzo
el cansancio perpetuo
la somnolencia
me gusta la vigilia distraída, en blanco.
A veces me despierto sobresaltado
acabo de matar a alguien
sangre fría
en una ejecución reglada
que cuadra las cuentas del otro lado
o quizá sea al revés y es la cotidianidad la que cuadra el balance
la que me permite dejar mi saldo a cero.
Recuerdo haberme dormido bajo los efectos de la anestesia y despertarme limpio
sin necesidad de haber ajustado cuentas con la oscuridad
Recuerdo sentirme en paz
creo que en un estado feliz
y sé que son las drogas las que tienen el poder sobre la sangre y no yo mismo.
De entre todas las cosas que hago
hay más de las que yo deseo
que son inconfesables.
Siempre temo que terminen ganado la batalla.
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José Ramón Zuaznabar me dijo que a él le era imposible masturbarse soñando con la mujer que amaba. Zua, que era como le llamábamos murió con apenas 18 años de un síncope mientras se duchaba y no digo esto tras de aquello por verlo relacionado sino porque así me han venido las ideas a la cabeza. Zuaznabar y yo éramos buenos amigos y compartíamos nuestra ubicación en clase. Antiguamente los amigos se hacían en función del apellido pues esa era la forma en la que los profesores dividían a la tropa de alumnos. Avilés, Berenguer… Merchán, Merino, Molinero, Ocaña. Ocaña era un comunista convencido, como su padre con el que años después coincidí en IU. En las últimas filas, Oria, Oliva y Zuaznabar que si ese año tenía mala suerte andaría en su pupitre solo durante el curso entero.
Yo discrepaba de Zuaznabar, a mi me era sencillo pensar en ellas mientras me tocaba, quizá porque estaba enamorado de muchas, sin embargo para él esa imposibilidad era la prueba inequívoca de si tu amor era verdadero o solamente encerraba sexo y necesidad.
Durante meses anduve preocupado sobre mis verdaderos sentimientos hacia las mujeres con las que soñaba en mis noches intranquilas; superado el problema de masturbarme aun sabiendo que por su causa muchos males se terminarían cebando en mí, ahora resultaba que si aparecían en mis ensoñaciones era que mi amor hacia ellas no era de buen ver.
Éramos adolescente y hablábamos con cierta libertad de estos temas entre nosotros. José Ramón, como yo, nunca fuimos de esos que con mirar a una chica la tenían derrotada a sus pies, así que la masturbación era por lo general una salida airosa a nuestra pulsión.
Hoy me he acordado de él, no se si a cuento de tanta mierda de noticias sobre los EE.UU. o por otras cuestiones que no viene al caso nombrar, pero lo cierto es que su presencia, su sonrisa, que era fina y franca como pocas y la forma tan lastimosa en la que truncó sus sueños se me han revelado tan claras como un manantial en lo alto de la montaña.
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