Echo de menos el aire
no sé, será una melancolía absurda
pero me gustaba respirar.
Echo de menos el tiempo
cada segundo, cada silencio que viví.
¡Hace tanto que no construyo nada!
la madera virgen esperándome en el banco
la idea clara, el aire, el tiempo
la vida como un discurso positivo,
creativo.
Echo de menos la vida
cada vez que me emocionaba
cada risa
cada verso
cada sueño.
Me echo de menos, estoy roto
definitivamente roto, descompuesto
y te echo de menos
insomne
cada noche
cada hueso anhela tus caderas y tus ojos
respirarte, pasar mi tiempo en ti
construir las caricias que te excitan,
mis manos buscándote entre las sombras
mis dedos hurgando
y descansar.
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Tenía escondida una víctima en mi alacena
celosamente guardada entre lamentaciones
protegida
flanqueada por algunas disculpas
oculta incluso para mi, durante años.
Después de tu llegada todo saltó por los aires
la comodidad solitaria
la cama que dormía los sueños
las imposturas
y un par de fábulas autocontadas.
De una forma natural la alacena cedió al peso de tus caricias
tu mano en mi espalda que me buscaba el centro
cada una de las miradas
encendidas
dedicadas
fue quebrando el equilibrio inútil de la brisa entre los dedos.
Ya no hay víctima
ni estás tú
ni tengo cama
ni estoy solo
pero algo me dice que nada será mejor
que cuando sufría.
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Sentado aquí, bajo este árbol
mirando tan lejos como me permite el recuerdo
constato la ausencia
de tu presencia amable cuando decaía.
Recuero un futuro
una línea recta interminable
recuerdo palabras y versos
los sonidos alegres de los amigos.
II
La línea se hace intermitente, sinuosa
los sonidos se alejan poco a poco.
IIa
Siento que el aire pesa más
sentado aquí, los huesos me anclan bajo este árbol
mirando tan cerca como me permite el miedo
sentado aquí, cada verso es infinito
cada recuerdo
cada destello
cada sonido.
III
Sueño la luz si cierro los ojos
si te veo
si te escucho
sueño la luz si me acaricias
sueño la luz cuando te siento cerca
trajinando
ausente de mi
tan cerca de mi.
Sueño la luz bajo este árbol.
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Después de tantos años aun no entiendo nada
me refugio en el silencio
las luces tenues
pero soy incapaz de explicarme lo que pasa.
Después de haber vivido la vida se me hace extraña
la siento extranjera en mi cuerpo
prestada
pero soy incapaz de sacarle partido.
Después de haber peleado tanto me he dado por vencido
he sacado la bandera blanca
y entregado la pluma
pero soy incapaz de librarme de mi mismo.
Deseo al menos un instante luminoso
de consciencia
para no sentir que todo era innecesario
y dar por bueno el tránsito incomprensible
la sensación extraña
la rendición
o al menos un beso que me rescate
o un poema que me sobreviva.
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Quisiera huir
cruzar el Rubicón, el límite establecido
quisiera huir
romper el hilo que ensarta las cuentas del rosario
quisiera huir
vivir otra representación distinta
distante.
Quisiera huir
de mi mismo
de vosotros, de todo
quisiera perderme en el bosque encantado
andar sin pies de plomo
volar sin alas.
Quisiera huir
de mi mismo
abandonar
desertar como un soldado valiente
romper la coherencia
quisiera que la huida fuera eterna y cruzase el aire como una flecha
directa a tu diana.
Quisiera huir
pero os lo debo todo.
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¿Y si tanta poesía no vale para nada?
¿Cuántas veces me tendré que romper?
deshacerme
morir
hasta encontrar la palabra exacta
que compone el verso
que cierra el círculo,
la voz que lo explica todo.
¿Serán inútiles todas las palabras que tuve que buscar entre mis cenizas?
cada vez que encontré el filo necesario para tajarte
el golpe contundente que te despertara del letargo.
Me muero de silencio
obligado a recomponer cada verso una
y otra vez,
apoyado en cada frase mal terminada
que te busca la espalda.
Siento un vacío en el verso que me asusta
una ausencia de sentido
el poema romo que no es capaz de separar la piel.
¿Y si tanta poesía no vale para nada?
y bastaba decir te quiero
sencillamente
y la alquimia del verso era mentira
nada transmutaba, no había elixir ninguno.
No quisiera que mis muertes fueran en balde
que no hubieran llegado a nadie
absolutamente,
que no encontraran la combinación perfecta
la llave
la luz que se abre paso entre los árboles.
¿Y si toda la poesía no vale para nada?
y tendría que haber permanecido
callado
mudo
aislado como ahora me siento.
¿Cómo viviré, si toda mi poesía no vale para nada?
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Me gusta la música. Apenas oigo música.
Parece una contradicción pero es un hecho. Mi infancia está recorrida por la música que se oía en casa de mis padres. Conservo sus discos: Nat King Cole, Four tops, o la que traía mi tía Concha de London: Engelbert Humperdinck y un puñado de discos de coplas con Antonio Molina en el centro. Luego la que ponía mi hermana mayor: Los Beatles, Los Canarios, Formula V... cuando tuve edad para comprar mis propios discos me decanté por el rock sinfónico y me lo escuché todo: Pink Floyd, Mike Oldfield, Alan Parsons Project, King Crimson, Jethro Tull, Génesis, Emerson, Lake and Palmer, Yes y Camel. The Snow Goose pude oirlo miles de veces. Luego fui derivando hacia Simon & Garfunkel aunque revisitaba grupos como The Mamas and the Papas y consumía mucho folk español y sobre todo sudamericano. Entré en el mundo de Asfalto y aluciné y lo conecto con Mago de Oz. De esa época recuerdo a Joaquin Díaz en España y a los Chalchaleros, Inti Illimani, Quilapayun, Violeta Parra y entraron los cantautores españoles. Entonces tres amigos y yo formamos un grupo que cantábamos canción andina. Con nuestros ponchos, charangos, guitarras y bombos legüeros recorríamos los locales de Madrid al ritmo de las chacareras. Jesucristo Superstar nos voló la cabeza a muchos.
Pasó la juventud y empecé a oír menos y menos música. Luego la vida me llegó a regentar una orquesta de las que van a las fiestas de los pueblos, empiezan con pasodobles y terminan con metal a las tres de la madrugada cuando volaban las litronas. Muchas noches en vela y madrugadas recogiendo con los pipas cables, micros y luces y cientos de kilómetros en el camión. Hasta compuse una canción: Las chicas del año pasado que tuve la osadía de registrar en la SGAE y creé un sello discográfico B&A música con el que tuvimos la proeza de sacar un único disco con el que pateamos todas las emisoras de radio de este bendito país sin éxito.
Ahora solo me emociona el rap, Residente, Los chicos del maíz, cualquier rapero francés de la Banlieue y mi móvil solo lleva música clásica que oigo cuando creo que todo va mal.
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Nadal ganaba el torneo francés de tenis. Cuando su oponente erró el último tiro, nuestro bravo tenista hispano se tumbó en la rojiza tierra batida francesa y simuló un leve ataque epiléptico. Nada nuevo. El joven tenista manacorí hizo lo que se espera de un joven tenista ganador de semejante torneo, luego habló de los agradecimientos como cualquiera otro y en fin, que nos dio la sensación que todo estaba en su sitio.
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