Francisco Molinero

1959-

Hace bastantes años cuando trabajaba en una pequeña empresa, dos compañeras de trabajo estaban enfrentadas. Nunca supe por qué y creo que tenía que ver con asuntos de fuera del trabajo. Un día decidieron hacerse daño y una de ellas fue a la nevera común donde guardamos nuestras tarteras para la comida y tiró a la basura la que consideraba que era de su rival. Resultó ser la mía.


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La salsa holandesa tiene tantas recetas como la paella valenciana. Yo la mejor que he probado lo fue en Alemania, así que posiblemente no fuera la receta original. Después lo he intentado un par de veces sin que los resultados alcanzaran la nota media adecuada y por fin, este fin de semana pasado, a colación de una fondue de carne y pollo para homenajear a la familia Gligorijevic que vino a visitarnos, me decidí a intentarlo. Esta vez con éxito. Usé aproximadamente 150 gr. de mantequilla, medio limón, las yemas de 3 huevos, sal y pimienta. En una cazuela puse a fuego muy, muy lento la mantequilla y la fui deshaciendo hasta conseguir que estuviera líquida sin haber cocido y le añadí el jugo del limón. En otra cazuela puse una cucharada de agua y las tres yemas que fui batiendo sobre la placa templada hasta conseguir espesarlas, con un poco de sal. Una vez espesas fui añadiendo la mantequilla desleída, muy poco a poco, al estilo de la mayonesa hecha a mano y ligando bien todo hasta conseguir una salsa muy trabaja y consistente a la que terminé espolvoreando tres pimientas recién molidas. Acompaña perfectamente a una carne y también a los espárragos.


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Recuerdo aquellos galos que temían que el cielo cayese sobre ellos y les aplastara. Les entiendo porque es realmente horrible cuando todo se desploma.

Hoy cuando miraba el cuadro Akellarre he tenido la sensación de que Goya, después de una vida falsa, fundada sobre mentiras llegaba a la lucidez y pintaba las cosas tal y como son. Las pinturas negras son realmente modernas.


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Una visión lejana, cerca del mar, un instante para recordaros, para recordarnos que seguimos, que estamos atentos, que nos miramos de reojillo, como queriendo no ser vistos. Un instante para mirar por el ojo de la cerradura cibernética, el cable electrónico que nos vincula, nos mantiene enredados. Un instante para veros y hablaros, cerca del mar.


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Ingredientes para 4 personas:

6 tomates maduros grandes y carnosos 1 pimiento verde ½ pepino 1 corazón de cebolla Cominos ½ diente de ajo (opcional) 2 rebanadas de pan Pimentón dulce sal, aceite de oliva, vinagre Agua

El gazpacho es un plato tradicional y muy extendido, así que la forma de hacerlo varía tanto como la de la paella, sobre todo en lo que se refiere a las cantidades de cada ingrediente. Se puede hacer «a mano» o como es más normal en estos días con una buena batidora tipo «Túrmix». Una buena receta es:

Poner a remojo las rebanadas de pan. Se colocan en un cuenco con agua hasta cubrirlas y se reservan. Los tomates han de pelarse y quitar las semillas, aunque si nuestra batidora es buena se pueden poner con piel, se quitan las semillas del pimiento y junto con el resto de ingredientes se ponen en la turmix, la cebolla, el medio diente de ajo, el pan mojado, el aceite, la sal, los cominos, el vinagre y una pizca de pimentón dulce.

Se empieza a batir y se le va añadiendo agua hasta que la mezcla adquiera una consistencia de crema algo líquida y han desaparecido todas las pieles o trozos de cada ingrediente.

Comprobar el sabor y rectificar si es necesario con sal, vinagre o los cominos y añadir agua fría si la consistencia es demasiado pastosa. Si nuestra batidora es buena no hará falta pero si no tiene suficiente potencia tendremos que pasarlo por un colador chino o por un pasapurés, para eliminar las pieles y restos de verdura sin mezclar.

Meterlo en la nevera hasta conseguir la temperatura deseada

En casa lo servimos directamente de la nevera sin más y cada cual corrige la textura final con algo de agua fría. Hay a quien le gusta rociar con un chorrito de aceite de oliva virgen extra e incluso añadir trozos de las mismas verduras que hemos utilizado, Esto ya es optativo.


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Vida in itinere, desubicada y de alguna manera preñada de un aire de libertad. Recuerdo un pensamiento de ayer, un barco en medio de la encalmada, el deseo de ir en una dirección y el presentimiento de que sería imposible y que al menos si el viento no se levanta podrá divisar a lo lejos el destino, mejor dicho el imposible. Ayer en mi cabeza era un poema, pero la noche lo reordena todo, lo hace más cabal, menos hermoso.


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Roberto es quien me ha enseñado a preparar el Rissoto. Él es muy aficionado a la cocina de Jamie Oliver y de vez en cuando nos transmitimos algo de alquimia. He cambiado algunas cosas y he leído otro poco y de estas lecturas lo que deduzco es que como en la paella, las recetas son de base, pero cada uno debe poner su alma en el asunto.

Para comer cuatro personas he preparado 400 gr de arroz tipo bomba y dos litros de caldo de carne en el que he cocido alguna verdura y las cabezas de 8 gambones que he pelado, dejando solamente las colas intactas.

El rissoto es un arroz ligeramente caldoso pero sobre todo es una arroz meloso. El resultado que esperamos al final es una plato con arroz blando por fuera, crujiente por dentro y en un caldo espeso con guarnición.

Los principios, como siempre un sofrito. Aceite de oliva, cebolla, pimiento y las hierbas que nos gusten, además de unos trocitos de bacon ahumado. Yo lo hago muy lentamente y aprovecho para pensar en los resultados electorales de las europeas y en la dificultad de los partidos para mirar sus victorias o derrotas como producto de sus actos, de su aciertos de sus errores o de sus omisiones. El rissoto de hoy era de calamares y aunque quería haberle añadido unos bolletus no he podido. Con el sofrito a punto y el caldo cociendo, he frito los trozos de calamar muy despacio y por bastante tiempo, justo después de haber frito los gambones y haberlos separado para la presentación. Esto también hay que hacerlo despacio y moviendo frecuentemente para que no se pegue y lo más importante, para que las proteínas se rompan. Luego he añadido un poco de perejil fresco y pimienta molida.

Una vez que he tenido todo bien frito lo he puesto en un puchero y he añadido el arroz para freírlo con el resto. La fritura del arroz impide que la absorción del agua sea total, si a este dato le añadimos que este aceite está impregnado en cebolla, nos hemos asegurado la parte crujiente del centro de cada grano. hay que freírlo moviendo frecuentemente y hasta que los granos toman un cierto color perlado, Para freír el arroz he usado cerca de 100 gramos de mantequilla. Entonces he añadido un vaso de vino blanco.

El rissoto lleva queso. Queso parmesano en abundancia que hay que rallar antes de empezar con todo el lío. Cuando ha empezado a cocer el vino he empezado a echar el caldo que estaba cociendo en otra cazuela. No sé exactamente la cantidad que he puesto, algo más de litro y medio, pero eso depende de muchos factores, por lo que lo lógico es tener caldo de sobra e ir añadiendo – siempre cociendo- lo que necesitemos.

La cocción dura unos 20-25 minutos, en ese momento lo he probado de sal y de textura y he añadido el parmesano, otros 75 ó 100 gramos de queso que van a añadir bastante sal al arroz, por lo que es bueno no poner nada antes.

El rissoto lo he servido en un sopera abierta con los gambones fritos encima.


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Hace tiempo recibí la llamada de un cliente de la Universidad de Sevilla con quien había compartido unos minutos en la última feria. Anduvimos hablando de temas técnicos y comerciales y al final de la conversación me preguntó:

¿Tú eres el Francisco Molinero que traduces Ubuntu?

Sí, e inmediatamente me di cuenta de que le conocía desde hace meses por colaborar con las traducciones.

Me admira tu trabajo, me dice. Gracias -se las doy de corazón- eres la primera persona que me reconoce.

El mundo, la vida, está plagada de conexiones sutiles, pequeños hilos que se tejen y que esperan pacientemente que se los roce para avisar que alguien pasea por la tela de araña.


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Las apariencias engañan y me pasé todo el viaje por Turquía explicando que no soy un imán ni un pope. En esta zona cuadra en un momento dado metuve que hacer una foto con un niño en brazos, por deseo de sus padres, mientras visitábamos la iglesia de basilios en el pueblo de Mustafapasa, que aquí llaman de los griegos. Parece que siempre ha habido perseguidores y perseguidos; aquí les tocó a los cristianos que se escondieron de la persecución musulmana, excavando dentro de las rocas que los volcanes habían dejado, Su legado son cientos de minúsculas iglesias horadadas, escondidas. Ahora la misma naturaleza que les cobijó, destruye lentamente su obra. Es verdad que los macarras locales ayudan pintando: Yusuf ama Fatima. El mundo esta globalizado.


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Aquellos reyes magos me he regalé un libro de Caballero Bonald. «Somos el tiempo que nos queda». María prefirió a Nicolás Guillen, Raquel a Umberto Eco y Serguey se decantó, como no, por su amado Ibañez. Está bien esto de hacerse los reyes en familia, a tiro hecho y a quemarropa.

El título es muy sugerente y además el libro incluye el manual de infractores que es el que buscaba y que espero poder leer en breve. Me quedé con ganas de León Felipe, pero las malditas librerías modernas, tan pomposas como FNAC no tienen ni un solo título del poeta. Ahora tengo que tener cuidado con el librillo que tengo de él y que de tan releído está roto, casi deshojado, hasta que consiga nuevos ejemplares. ¡Qué vergüenza de país que olvida a sus poetas!

Entre la explicación científica de las cuerdas íntimas de la materia, la fusión de la cuántica y la general y en frente el pulso sublime de un poema encastrado, sutil, austero, me quedo con esto último, y nada me parece que me pudiera explicar mejor lo que me pregunto que un verso.

En otro tiempo aspiré a escribir como ellos, a ser capaz. Ahora me conformo con estos fragmentos epistolares en la red, y no es poco; pero cuando les leo, les releo, les disfruto… entonces siento la más absoluta de las envidias.

Os dejo apenas un trozo de un poema que me inspira sobre todo, pensando en que se escribió cuando yo nacía.

Un libro , un vaso, nada

Todas las noches dejo

mi soledad entre los libros, abro

la puerta a los oráculos

quemo mi alma con el fuego

del salmista.

Qué contraria

voluntad de peligro me desvela,

quiebra la vigilante

sed de vivir de mi palabra.

(Cabellero Bonald 1959)


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