Desapego
Estuvieron casados algo más de dos años y como antiguamente, provenían de un noviazgo largo e incluso algo cansino que hubieron de rematar con la boda como salida más digna. Esos dos años fueron como la hipoteca mínima indispensable, el luto obligado y aunque nunca tuvieron grandes trifulcas, ni se cruzaron insultos, ni siquiera discutieron con un tono más alto de lo normal, casi de forma voluntaria dejaron que el desdén se fuera colando entre las rendijas del cariño. La distancia se fue alargando, los comentarios irónicos que al principio eran esporádicos se adueñaron de la conversación y justo un segundo antes de que apareciera el odio decidieron divorciarse de común acuerdo. Nada distinto a tantas y tantas parejas. Realmente lo curioso es que durante esos años descubrieron cuán distintos eran y por momentos qué opuestos en gustos y lo más curioso en costumbres. Si a él le gustaba comer despacio y charlar en la mesa, ella apenas tardaba diez minutos en dar buena cuenta y en silencio del plato más frugal. Si ella disfrutaba hasta el éxtasis de la música clásica, él buscaba siempre el pop más insustancial. Cuando eligieron las vacaciones la distancia se fraguó entre los pirineos y el mediterráneo. Él era un insomne desde su adolescencia y ella no entendía levantarse si el sol no estaba picando en lo alto salvo por pura obligación. La ruptura por tanto no fue tal. Y salvo las familias, que se vieron sorprendidas por el desenlace como si resultara imposible a la luz de tantos años de conocimiento y que, de malas maneras intentaron mediar y pedir explicaciones, sobre todo a él, que asumió su papel de varón más tópico, teniendo que explicar que ninguna otra mujer era la causante del despropósito, no produjo ni dolor ni ausencia. Profesionales sin problemas económicos y sin hijos a los que compartir, como si de duelistas del XIX se tratara, pusieron espalda con espalda y empezaron a contar los pasos de su alejamiento.
Él encontró trabajo en una fábrica textil en Barcelona como jefe de administración y ella se embarcó en un proyecto de ayuda a la cooperación con la agencia española en la selva Lacandona Mejicana.
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