La añoranza de lo absurdo: “France Edition”
El 10 de mayo de 2023, escribí en el blog una entrada titulada “La añoranza de lo absurdo”, donde hablaba sobre las cosas tontas que echaba de menos de España. En esa entrada, me preguntaba, al final, sobre las cosas que echaría de menos de Francia. Hoy, contesto a esa pregunta.
Lo primero que tengo que decir es que no echo de menos ni Francia ni a los franceses. Espero no tener que volver a poner un pie en tierras francesas en lo que me resta de vida.
Dicho esto, y dejando de nuevo claro que me ceñiré a la añoranza de lo absurdo, puedo empezar con la enumeración (y así no menciono a los dos amigos que dejé allí, que luego leen mis post y se crecen. Hola, C. Hola, J.).
El pan. ¿Cómo no voy a echar de menos el pan? Era fantástico. Todas las semanas compraba el mismo pan, una barra de kilo. Algún fin de semana también me daba el capricho y me compraba una barra especial de tomate seco y queso de cabra, para chuparse los dedos. Lo que nunca pude entender era la fama de la baguette. De todas las que probé de diferentes panaderías, ninguna me gustó.
Los pasteles de chocolate de la panadería de debajo de casa. Sí, los dependientes eran gilipollas (la tuve varías veces con ellos), pero cuando por fin entendían lo que les estaba pidiendo y podía irme para casa, se me olvidaba. Estos pasteles eran una auténtica explosión de chocolate en la boca.
El queso de Rocamadour. Un queso de cabra pequeño (como un medallón), intenso y muy cremoso. Los compraba en paquetes de 3 y raro era que durasen más de un par de días.
El vino caliente y los mercados de Navidad. Sé que todavía no es época y que el vino caliente lo he preparado otros años en casa. Sin embargo, hay algo diferente entre tomar el vino caliente en casa y tomarlo en el mercado de Navidad.
La fondue y la raclette. ¿Qué puedo decir de la fondue que no se sepa ya? La raclette puede que sea menos conocida. Se puede comer de dos modos y en los restaurantes se puede encontrar uno u otro. La versión que me gusta más es en la que te ponen media rueda de queso grande debajo de una fuente de calor. Según se va fundiendo el queso, hay que ir empujándolo con una espátula sobre pan, patatas o embutido. La otra opción, que está igual de buena, pero es menos “instagrameable”, es con una plancha, donde el queso (en lonchas) se coloca en una especie de minisartenes debajo de la plancha. Una vez fundido el queso, se empuja con una espátula sobre lo que se vaya a comer. Por lo que me contaron, el nombre de raclette viene, precisamente, de esa espátula. La fondue sé que voy a hacerla en casa, que para algo les tomé prestada la fondue a mis padres, pero la raclette...
¿Y no añoro nada más? Pues no. Tienen quesos buenos de más tipos, pero la mayoría se pueden encontrar en España o no son tan buenos como para añorarlos. La bollería está sobrevaloradísima. No soy muy de vinos, así que los que probé estaban buenos, pero nada sorprendente. Y, cómo no saben hacer cervezas, tampoco voy a echarlas de menos, porque las buenas que bebía eran belgas.
Estas son las cosas que voy a echar de menos de Francia, pero, salvo que mis amigos me las traigan cuando vengan de visita, sé que nunca más volveré a disfrutar de ellas.
Al igual que en la entrada original, las etiquetas de esta entrada son:
Si te ha gustado esta entrada puedes enviarme tus comentarios en Mastodon: @doclomieu@masto.es
Puedes seguir este blog desde cualquier red del fediverso o mediante RSS.
También puedes seguir todas las publicaciones de Escritura Social mediante RSS.