Incoherente

Este es el primero de una serie de artículos en los que me gustaría dejar clara mi posición respecto al software libre, código abierto, y otras categorías adyacentes. Se puede resumir en tres puntos:

  • La vertiginosa evolución en la manera de producir software ha provocado una brecha entre el significado de los términos “software libre” y “código abierto” tal y como se plantearon hace 40 y 25 años respectivamente y la forma en la que se usan dichos términos, tanto por activistas como por gente común.
  • Los activistas promueven el software libre por unas supuestas bondades que no se corresponden con los problemas que expresan las usuarias, al mismo tiempo que subestiman las habilidades técnicas necesarias para instalar y usar dicho software.
  • Sistemáticamente se elige el camino de la autogestión por ahorro de costes e independencia sin tener en cuenta el tiempo y habilidades necesarios para operar cualquier software moderno, provocando situaciones de desgaste, problemas de disponibilidad, y fallos de seguridad.

Esta pobreza dialéctica, esta falta de empatía, y esta aversión al dinero debilitan los objetivos emancipatorios del software libre, enturbian cualquier discusión, e impiden avanzar.

  1. Pero ¿qué demonios es el software libre?
  2. Podríamos empezar por entender (próximamente)
  3. Cállese y coja mi dinero (próximamente)

Como hace tiempo que vengo barruntando la cuestión del Software Libre en la Economía Social y Solidaria, en un momento dado pregunté en un grupo de gente afín «¿qué entendéis por tecnologías o herramientas “libres”?». Las respuestas fueron bastante variopintas:

  • Tecnología que se pueda observar, investigar y mejorar
  • Informática para servir a la gente. Y la gente al servicio de la informática/tecnología
  • Libres de licencias
  • Democratización de la tecnología

Al principio miré estas respuestas con cierta ternura. Me llamó la atención que nadie hiciese referencia a la Free Software Definition, o que se mencionase la ausencia de licencias, justamente cuando el Software Libre se define a través de los derechos de autor.

Pero pronto me di cuenta de que la confusión era generalizada incluso (si se me permite) entre expertos en la materia. Y esta confusión no siempre es inocente.

Openwashing a cholón

Por ejemplo, recientemente fue de actualidad la publicación de Llama 3.1, un nuevo modelo de “Inteligencia Artificial” de la empresa Meta. El propio anuncio hace referencia varias veces al hecho de que es un modelo de código abierto (“the first frontier-level open source AI model”).

Los influencers en LinkedIn a veces gustan de exagerar

Pero esto tiene, como mínimo, dos problemas.

El primero es que la Open Source Initiative, la guardiana de la Open Source Definition, lleva meses trabajando en dilucidar qué significa “open source” en el contexto de modelos preentrenados. Este esfuerzo, denominado Open Source AI Definition (OSAID), está en una fase muy preliminar todavía: hay un borrador online, y el plan es publicar una primera versión estable a finales de 2024.

Planes OSAID 2024

A falta de esa primera versión estable, el borrador de la OSI manda que, para poder decir que un modelo es abierto, tienen que serlo sus datos de entrenamiento, la arquitectura, los parámetros (o pesos), y el código fuente. De Llama 3.1 tenemos sus pesos, su código, y nada más – por tanto, cuando Meta dice que su modelo es “open source”, en el mejor de los casos es una aproximación.

Pero es que hay más. ¡La licencia del modelo ni siquiera cumple con la Open Source Definition! Como señala David Gray Widder en Mastodon, la “Llama 3.1 Community License Agreement” tiene una cláusula que va en contra del mandato de “no discriminación” (o la Libertad 0 de la Free Software Definition).

Estas polémicas no son nuevas. Desde mediados de la década pasada se suceden anuncios rimbombantes de empresas que dicen que un producto nuevo es Open Source (con mayúsculas) como forma de atraer la atención de la comunidad de desarrollo, cuando en realidad se salta alguna de las condiciones fundamentales. Es lo que se llama openwashing (de “greenwashing”, en español “ecopostureo”).

A alguien le podrá parecer ridículo discutir sobre definiciones como estas. Pero las palabras son importantes, y aquí hemos venido a arrojar luz.

Vale, pero todo esto es sobre el Código Abierto. ¿Qué tiene que ver con el Software Libre? ¿Acaso no son archienemigos? Bueno, aquí viene otra confusión enormemente extendida.

El Software Libre y el Código Abierto son lo mismo, excepto cuando no lo son

Sigue existiendo un cisma abierto entre los defensores del Software Libre y la apisonadora del Código Abierto: los primeros dicen que lo segundo es una versión aguada y capitalista de lo primero.

Pero si rascamos un poco más, lo que vemos es que la propia Free Software Foundation y el proyecto GNU reconocen que las diferencias entre ambas son “pequeñas”. Bien es cierto que, de nuevo, las palabras son importantes, y la FSF prefiere el término “Software Libre” porque hace referencia a la libertad.

Pero ¿de dónde viene esta vieja polémica entonces? Pues seguramente del hecho que la FSF y el proyecto GNU principalmente usan licencias llamadas “copyleft” (una transformación de la palabra “copyright”). Dichas licencias incluyen una cláusula que obliga a que las versiones modificadas del software retengan los términos de la licencia original. Es lo que ha hecho que algunos se refieran a estas licencias como “virales”.

Como describe Luis Villa en su charla en LibrePlanet de 2016, tanto la visión “permisiva” como la “copyleft” se pueden relacionar con debates filosóficos sobre la libertad que datan, como mínimo, del siglo XVII. Si pensadores desde John Locke hasta Isaiah Berlin han dado vueltas a esta cuestión, ¿no convendría elevar el debate en vez de convertirlo en una lucha entre pragmáticos e idealistas, o entre puros y vendidos?

El software privativo ha muerto

Arriba he dicho que el Código Abierto es una apisonadora y ha sido a propósito. En la actualidad, la Linux Foundation estima que el FOSS (“Free and Open Source Software”, todo en el mismo saco) constituye entre un 70 y un 90 % de cualquier software moderno.

¡Pensemos bien esto por un momento! En los '80 tenía sentido hablar de software privativo vs software libre. Pero es que hoy en día cualquier cosa que llamemos software privativo es en realidad 90 % código abierto, y 10 % una fina capa propietaria por encima. Y lo mismo se puede decir del “software libre” como categoría separada: muchos de sus componentes son, en realidad, “código abierto” (véase sección anterior).

El Código Abierto se está comiendo al software

Hay ejemplos muy cercanos de esto. Por ejemplo, el navegador web Google Chrome es en realidad una capa de barniz por encima de Chromium: decenas de millones de líneas de código disponibles bajo licencia BSD de 3 cláusulas. ¿Realmente tiene sentido trazar una línea en la arena y decir que usar Chromium nos hace moralmente puros, pero usar Chrome es un pecado?

El Código Abierto y el Software Libre ya no son solo hobbies de voluntarios que hablan entre sí por listas de correo y que programan en su tiempo libre: son una industria multimillonaria. Las empresas están más presentes que nunca, y de hecho han contribuido a que muchísimos desarrolladores puedan vivir del código abierto, una reclamación histórica.

Y ojo, no estoy aquí defendiendo a Google y tampoco diciendo que Chrome y Chromium son lo mismo, porque no lo son. Mi punto es que tenemos que evolucionar el debate, porque el mundo ha cambiado muchísimo.

Lo que no está escrito en la licencia

Lo cierto es que el debate sobre licencias está superado desde hace tiempo. Hasta tal punto que muchos estudiosos del Código Abierto abiertamente ya dicen que el foco debería ser la gobernanza y el control.

En esta presentación de 2016 de Thomas Robitaille, uno de los desarrolladores de Astropy, se habla del surgimiento de algo que iba más allá del Código Abierto o el Software Libre: el Desarrollo en Abierto (“Open Development”).

Desarrollo Abierto

Este concepto es tan obvio hoy en día que ni siquiera hablamos de él. Es muy difícil pensar en productos de código abierto o software libre que se desarrollen de puertas adentro, que no tengan un tablón de incidencias, que no acepten pull requests.

Lo que sí está ocurriendo es que muchas empresas que producen código abierto, especialmente las que lo hacen como parte central de su negocio, quieren ejercer un control más estrecho sobre el software que producen.

Últimamente son frecuentes los episodios de empresas que venían desarrollando un software abierto con mucha tracción y que en un momento dado deciden cambiar la licencia y que deje de ser estrictamente Código Abierto. En marzo de 2024 fue Redis, y en agosto de 2023 fueron los productos de HashiCorp. Lo que suele ocurrir a continuación es que la comunidad muestra su enfado en redes y se producen una o varias bifurcaciones (“fork”) del proyecto original.

A medida que la industria sigue madurando, pronto empezaremos a ver cada vez más empresas que directamente utilizan categorías alternativas, como el Fair Source. Esta iniciativa, que se lanzó esta semana, tiene un foco dual: la libertad de las usuarias y la viabilidad económica de producir software.

Fair Source

Como cuenta Chad Whitacre en su maravilloso texto sobre el Fair Source, Dirk Riehle empezó a distinguir en 2008 entre el Código Abierto desarrollado por la Comunidad (así, en mayúsculas) y el desarrollado por empresas. Después de varios años de evolución, en 2020 dijo directamente que el Código Abierto desarrollado por un único actor es “software neo-propietario”.

Entiendo el punto sobre la gobernanza y el control, pero yo personalmente encuentro difícil llamar software neo-propietario a un software que tiene una licencia abierta y todo el código online. Es más: ¡ningún proceso de relicenciamiento se puede hacer de manera retroactiva! Por tanto, en el momento en que un software con la licencia apropiada toca Internet, es un regalo que dura para siempre.

Por esta regla de tres, ¿cabría llamar a Mastodon software neo-propietario, habida cuenta de las numerosas quejas que ha habido durante años de que los desarrolladores, que son quienes tienen control del proyecto, no hacían caso de las demandas de la comunidad?

Tal vez es hora de dejar los nombres y categorías antiguos en paz y buscar otros. ¿Tecnología Cooperativa?

En resumen: ya no sirve con tener software publicado bajo fuentes abiertas. Se da por hecho (más allá de si la licencia tiene copyleft o no), puesto que es la forma más eficiente de producir software. Lo que demanda gran parte de la comunidad son procesos de gobernanza claros y a poder ser abiertos. Y eso es mucho más difícil de conseguir, porque es un problema humano y de organización, y no un problema técnico.

Es decir:

  • Tecnología que se pueda observar, investigar y mejorar
  • Informática para servir a la gente. Y la gente al servicio de la informática/tecnología
  • Libres de licencias
  • Democratización de la tecnología

¿Y qué falta para acercarnos un poco más a atajar ese problema humano?

Lo discutiremos en el siguiente artículo.

Escrito por un humano, no por una IA

(Traducción un poco acelerada de un email que acabo de escribir en inglés)

No faltan informes que tratan de justificar el uso de la “IA” para el bien social. Por ejemplo, este informe de McKinsey titulado “IA para el bien común: Mejorando vidas y protegiendo el planeta”.

Sin embargo, sistemáticamente encuentro que estos informes ofrecen argumentaciones bastante endebles. De ese mismo informe (traducción asistida por LibreTranslate, énfasis mío):

Las aplicaciones actuales de la IA son aplicables a todos los ODS [Objetivos de Desarrollo Sostenible], incluyendo modelado de proteínas, detección de medicamentos, diseño de vacunas, la asignación eficiente de ayuda y servicios públicos, la solución de problemas de cadena de suministro, optimización de última milla para suministro de alimentos en geografías remotas, pronóstico de los efectos del cambio climático a largo plazo, alerta temprana para los desastres naturales, y la aportación de conocimientos especializados a los trabajadores de ayuda humanitaria.

Por lo tanto, el potencial de la “IA” parece ser mayormente proporcionar mejoras incrementales a nuestras capacidades para lidiar con el cambio climático. Parece darse por sentado que el cambio desastre climático es algo inevitable.

Otra más, esta vez de Google: “¿Puede la IA ayudar a resolver la crisis climática? Por qué la innovación digital es crítica para la transición a un futuro bajo en carbono”

(Archivado dentro de “Marketing Strategies”, ojito)

La IA representa una de las mejores esperanzas, ya que la investigación muestra que podría tener un efecto transformador escalando tecnologías probadas para reducir las emisiones globales hasta un 10% para 2030.

Una reducción del 10 % para 2030 está muy lejos de lo que se necesita. La ONU dice:

En los escenarios que evaluamos, limitar el calentamiento a alrededor de 1,5°C (2.7°F) requiere emisiones globales de gases de efecto invernadero a pico antes de 2025 a más tardar, y reducirse un 43% en 2030;

¿Cómo puede ser que las grandes tecnológicas puedan hacer afirmaciones así que rara vez son cuestionadas o puestas en contexto por la prensa?

Más abajo el mismo informe de Google dice:

Más abajo Google dice:

Nuestro informe Digital With Purpose muestra que si bien las tecnologías digitales cerrarán la brecha en algunos de los 2030 objetivos, aproximadamente un tercio de los objetivos se deteriorarán aún más, incluso después de aumentar la adopción tecnológica.

Estamos al principio de pensar en lo que la IA puede hacer para ayudar al cambio climático. Por ejemplo, si usted mira a los equipos de sostenibilidad de muchas grandes empresas de comercio público pasan una cantidad significativa de tiempo en la presentación de informes sobre el clima.

De nuevo, la “IA” como una herramienta para hacer informes más rápido sobre cómo el planeta se muere. Soluciones, pocas.

En resumen: la “IA” tiene, en el mejor de los casos, el potencial de reducir un 10% las emisiones de CO2 para 2030 (insuficiente) y ayudarnos a ser ligeramente más eficientes a la hora de asignar recursos para la gestión del desastre.

¿A qué precio?

Algunos datos:

Objetivo de emisiones de Microsoft vs la cruda realidad

Y ojo, no se trata sólo de emisiones:

¿Y qué hay de la fabricación de chips?

Y eso por no hablar del cobalto, como lamentaba Mario Mimoso en LinkedIn hace pocos días.

He tratado de enlazar las fuentes primarias en todos los casos. Si tienes tiempo y ganas puedes ir a cada una de ellas.

En conclusión: la “IA” requiere cantidades ingentes de energía, cantidades ingentes de agua, cantidades ingentes de materiales primarios que se extraen de zonas en conflicto... y todo esto para escribir informes un poco más rápido.

No necesito escuchar ni una vez más que la “IA”, o que cualquier otra tecnología, va a resolver por sí sola el cambio climático. Necesitamos un cambio sistémico.

Mientras tanto, la “IA” seguirá adelante en su guerra contra los trabajadores, su verdadero beneficio para las empresas.

Escrito por un humano, no por una IA

Este miércoles se celebró en casi todos los países del mundo el Día Internacional de los Trabajadores. Ese día empecé a escribir este artículo y tengo que reconocer que, aunque busqué algún comentario rancio del tipo “jeje aquí trabajando” que solían abundar en estas fechas tan señaladas para dar un toque de humor, no los encontré. Tal vez sea porque no estoy en X, porque LinkedIn (el Instagram de las PYMES y los engominados) ya no es lo que era, o porque esos comentarios siempre fueron anecdóticos de todos modos (quién sabe si solo existieron en mi cabeza).

Por otro lado, lo cierto es que ese Primero de Mayo había dos operarios trabajando en el piso donde vivo de alquiler. Quería escribir una sesuda reflexión sobre el retroceso de los derechos laborales (prometo que no fui yo quien propuso esa fecha) pero entre el ruido del taladro y la taquicardia que me daba verles descolgar un compresor de aire acondicionado por la ventana sin arnés ni sujeción, no me pude concentrar.

Toda esto para decir que ese día no estaba yo muy inspirado. Y sigo sin estarlo, pero a ver si consigo contar lo que inicialmente quería contar.

Ibiza Tech Forum 2024

La semana pasada acudí en calidad de ponente invitado al Ibiza Tech Forum, un evento de dos días nacido para hablar sobre nuevas tecnologías con la economía isleña como telón de fondo. Se habló de ciudades inteligentes, “Inteligencia Artificial”, ciberseguridad, blockchain (no estaba muerto, estaba de parranda), y más cosas. Hubo unas cuantas presentaciones de startups y tuvo cierta repercusión en medios.

Mis dos aportaciones principales fueron una charla breve sobre Código abierto y modelos de negocio y mi participación en un panel sobre “El futuro del trabajo” dentro de la sesión de “IA y Ciberseguridad” moderada por mi amigo Javier Marín Tur.

El que escribe dando una charla en el Ibiza Tech Forum 2024

Al principio tenía mis reservas sobre el panel porque, si bien es un tema que me interesa muchísimo, no tengo ninguna base formal y no soy en absoluto un experto en la materia. Pero como dice El Kanka, “es mejor que lo disfrutes a que lo hagas bien”.

Ensoñaciones de principios de siglo

Siempre que me preguntan por la automatización del trabajo me acuerdo de las palabras de Anselmo, el anarquista, en la obra de teatro “Las bicicletas son para el verano”, escrita por Fernando Fernán Gómez en 1977 y ambientada en el fatídico verano de 1936:

Primero, a crear riqueza; y luego, a disfrutarla. Que trabajen las máquinas. Los sindicatos lo van a industrializar todo. La jornada de trabajo, cada vez más corta; y la gente, al campo, al cine o a donde sea, a divertirse con los críos... Con los críos y con las gachís... Pero sin hostias de matrimonio, ni de familia, ni documentos, ni juez, ni cura... Amor libre, señor, amor libre... Libertad en todo: en el trabajo, en el amor, en vivir donde te salga de los cojones... ¿Que te gusta Madrid? Pues Madrid. ¿Que te gusta la montaña? Pues la montaña.

Más sofisticado pero de similar candidez fue el discurso que dio John Maynard Keynes en la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1930, en el que famosamente proclamó que en 100 años el desarrollo tecnológico nos obsequiaría con enormes cantidades de tiempo libre, y que el hombre (“el viejo Adán”), para llenar el vacío, tendría que distribuir el trabajo hasta llegar a jornadas laborales de 3 horas a la semana. Ese discurso se transformó en el ensayo “Posibilidades económicas de nuestros nietos” y entre otras cosas dice lo siguiente:

Existen cambios en otras esferas que también debemos esperar. Cuando la acumulación de riqueza ya no sea de alta importancia social, habrá grandes cambios en los códigos morales. Podremos librarnos de los principios pseudo-morales que nos han atormentando durante 200 años, gracias a los que hemos exaltado algunas de las más desagradables cualidades humanas situándolas en el lugar de las más altas virtudes. Seremos capaces de permitiremos juzgar el dinero de acuerdo con su verdadero valor. El amor al dinero como posesión – a diferencia del amor al dinero como medio para los goces y realidades de la vida – será reconocido por lo que es, una morbosidad más bien repugnante, una de esas propensiones semi-criminales, semi-patológicas de las que se encarga con estremecimiento a los especialistas en enfermedades mentales.

Casi se ha cumplido el plazo de 100 años que estimó Keynes, y aunque ciertamente la calidad de vida ha mejorado, sus predicciones sobre la jornada laboral o la importancia social del dinero no se han cumplido.

Todo este batiburrillo tenía yo en la cabeza cuando vino una pregunta del público de lo más interesante.

«¿Trabaja la tecnología para nosotros?»

Hacia el final del panel, una mujer en primera fila y visiblemente entusiasmada con el debate nos lanzó la siguiente pregunta:

¿Trabaja la tecnología para nosotros? ¿O trabajamos nosotros para la tecnología?

Yo creo que esta pregunta no se puede contestar en términos absolutos. Algunas tecnologías trabajan a veces para según qué personas.

La banca digital nos ha facilitado algunos trámites enormemente a las personas que nos manejamos bien con los dispositivos electrónicos. A cambio, han cerrado más del 40 % de oficinas bancarias en España, hasta el punto que el 50 % de los municipios del país no tienen ninguna sucursal. Mis abuelos ahora dependen de sus hijos y nietos para cualquier cosa más complicada que sacar dinero del cajero.

Por otro lado, creo que mucha gente habéis interactuado ya con las cajas automáticas en supermercados y tiendas de ropa. Cada vez que la báscula decide que me he dejado algo fuera de las bolsas o simplemente el sistema falla y reclama la atención del personal del negocio siento una impotencia y desazón horribles. Y no debo de ser el único, porque los medios hablan ya del “fallo espectacular de las cajas automáticas”.

Las cajas automáticas, fuente infinita de inspiración tuitera (RIP)

Uno de los participantes del panel se mostró molesto con mi visión tecnopesimista y afirmó rotundamente que todos los avances tecnológicos han traído prosperidad. De esa cuestión en concreto hablamos otro día.

En ese momento nos quedamos sin tiempo. Espero que quien hizo la pregunta se quedase satisfecha.

Podríamos seguir enumerando ejemplos. Está claro que hay mucho trabajo (muchos problemas por resolver) pero poco empleo (gente dispuesta a pagar por ello). Las máquinas iban a automatizar las labores peligrosas y rutinarias y dejarnos tiempo para el arte, pero los tecnobros se empeñan en automatizar el arte y acumular capital de manera obscena. Entre tanto, la jornada de 32 horas (sin bajada de sueldo claro) aún se antoja lejana, no digamos ya la de 15.

La tecnología es una herramienta, pero no es neutral. Lo único que pido es que, antes de hacer afirmaciones categóricas sobre sus supuestos beneficios, nos paremos por un momento a pensar en el factor humano y cómo dicha tecnología funciona en la realidad, más allá de la teoría.

Y bueno, si vamos a tratar de ridiculizar las legítimas críticas al tecnosolucionismo comparándolas con el miedo a las calculadoras, como mínimo estaría bien reconocer que sí, las calculadoras nos hacen más tontos.

Escrito por un humano, no por una IA

Un juez ha ordenado la suspensión cautelar de Telegram en España. En el momento de escribir estas líneas no está claro lo que eso quiere decir, en qué plazo se va a ejecutar la suspensión, cómo va a ser esa suspensión a nivel técnico, si la empresa Telegram va a hacer algo, etcétera. Yo uso Telegram desde el primer día, y me gustaría seguir usándolo. Si tú también quieres seguir usando Telegram, o simplemente entender qué opciones tienes y en qué se diferencian, sigue leyendo.

Cómo seguir usando Telegram

Existen opciones fáciles y rápidas de seguir usando Telegram incluso si se produce un bloqueo. Si usas Telegram para trabajar es porque te importa más la funcionalidad que la privacidad* y por tanto este camino es el recomendable. *Recuerda que por defecto las conversaciones de Telegram se almacenan en los servidores de la empresa correspondiente, domiciliada en Emiratos Árabes Unidos, y que si quieres cifrado de extremo a extremo puedes usar los chats privados, que nadie más puede leer pero no se conservan entre dispositivos.

1. Seguir usando Telegram con un proxy gratuito

Telegram lo pone muy fácil para configurar un proxy. Un proxy es un servidor que actúa de intermediario para una aplicación concreta, en este caso Telegram. Puedes mirar en canales como https://t.me/ProxyMTProto o https://t.me/mtpro_xyz, haces un click, y todo se configura solo. Yo he probado algunos y funcionan. Es posible que te aparezca un canal patrocinado en árabe o ruso: no lo puedes archivar pero lo puedes ignorar.

"Canal patrocinado" con mensajes en árabe. No hablo árabe así que no sé lo que pone

Naturalmente, si cortan Telegram no podrás acceder a canales de Telegram para buscar proxies. En el momento de escribir estas líneas el método rápido aún funciona. Si pierdes la oportunidad, puedes configurar el proxy manualmente, o pasar a la siguiente opción y usar una VPN. Lo bueno de este método es que es facilísimo. Lo malo es que los proxies se pueden caer de vez en cuando, así que es posible que tengas una disrupción inesperada en el servicio. La otra desventaja es que algunos de esos proxies pueden tener objetivos espurios, estar alojados en países gobernados por regímenes cuasitotalitarios, o ambas. Pero si ya estabas usando Telegram posiblemente esto no es una prioridad para ti.

2. Seguir usando Telegram con una VPN

Puedes usar una VPN, que son las iniciales de Red Privada Virtual. Funcionan a nivel de dispositivo completo, así que englobarían todas las aplicaciones que uses y no solo Telegram. Por tanto, son más poderosas que un proxy. Las VPN se utilizan en entornos laborales para aislar la red de la empresa del exterior. También hay gente que las utiliza para saltarse restricciones geográficas de YouTube o similares. Las hay de pago y gratuitas. En general estas aplicaciones son fáciles de usar. Las instalas, eliges el país a través del cual te quieres conectar, le das a un botón, y a funcionar. Internet creerá que te estás conectando a través de ese país, con todo lo que ello implica. Además, algunas tienen aplicación para móvil y escritorio. La gente maja de Riseup, un colectivo que ofrece infraestructura digital a iniciativas emancipadoras, ofrece una VPN gratuita llamada Riseup VPN. Aunque es gratis, las personas que la ofrecen tienen la manía de comer todos los días, así que si acabas usándola a menudo, plantéate hacer un donativo puntual o recurrente.

Captura de pantalla de Riseup VPN en Android

También hay servicios comerciales de pago. Yo personalmente uso Mozilla VPN, desarrollado por la misma empresa que hace Firefox, desde hace mucho tiempo. Cuesta 4.99 € al mes si pagas anualmente. Hay otros servicios como NordVPN o ProtonVPN que parece que tienen buena reputación también.

3. Seguir usando Telegram a través de Tor

Tor es una red de ordenadores pensada para proteger tu privacidad. Funciona por capas, por eso el logo es una cebolla. No soy un experto en el tema. Leo por ahí que te puedes descargar una aplicación llamada Orbot y configurarla para que Telegram funcione a través de la red Tor. Es posible que como resultado Telegram te vaya un poco más lento. También leo que es posible que Orbot requiera acceso de administrador en tu dispositivo móvil (“root”) así que puede que no sea muy amistoso. Pregunta a tu grupo hacktivista más cercano.

4. Seguir usando Telegram con tu propio proxy

Para esto necesitarías conocimientos técnicos, un servidor alojado fuera de España (los más baratos suelen ser 3-5 € al mes), y configurar el software adecuado. Para el software hay muchas opciones, puedes navegar por la etiqueta mtproxy en GitHub. Por el precio que te cuesta un servidor propio te puedes pagar una VPN comercial o donarlo a Riseup VPN, así que yo creo que esta opción no merece mucho la pena.


Si no te cuadra ninguna de estas opciones, quieres aprovechar la debacle para explorar alternativas, o no te has cansado de leer aún, aquí te doy más ideas.

Alternativas

Esperar y ver

Aún no sabemos nada de cómo se va a implementar a nivel técnico este bloqueo o cuánto va a durar. Es posible que este pánico colectivo sea infundado, aunque lo cierto es que parece que el bloqueo va en serio. También puede ser que surjan métodos aún más sencillos para sortear el bloqueo si es que se produce.

Tocar hierba

Si solo usas Telegram por diversión y no por trabajo, igual no pierdes mucho si te quedas sin él. Puedes salir a la calle más a menudo, leer un libro, hacer deporte, llamar a tu abuelo al que quieres mucho pero solo hablas con él una vez al mes. O pasar más tiempo en TikTok si es que eso te llena más.

WhatsApp

Lo bueno de WhatsApp es que las conversaciones están cifradas de extremo a extremo por defecto, cosa que en Telegram no. Ahí terminan las ventajas: WhatsApp tiene menos y peores funcionalidades que Telegram, y si te importa el consumo digital responsable, debes saber que WhatsApp está controlada por la misma empresa que Facebook e Instagram, redes sociales con un largo historial de problemas que van desde provocar problemas de salud mental en la población adolescente hasta facilitar genocidios, pasando por la censura de movimientos sociales.

Signal

Signal es posiblemente la aplicación de mensajería segura más utilizada. Es aún más segura por defecto que WhatsApp. Al igual que WhatsApp y Telegram, también está controlada por una única entidad, que en este caso es una fundación en lugar de una empresa. La desventaja es que no la utiliza mucha gente y tiene aún menos funcionalidades.

Matrix

Matrix no es una aplicación como tal, sino más bien un protocolo abierto de mensajería. El cliente de Matrix más conocido es Element, que es el “oficial”, pero hay muchos otros. La supuesta ventaja es que es descentralizado, con lo cual teóricamente podrías gestionar tu propio servidor. Eso suponiendo que tengas los conocimientos técnicos necesarios claro, en caso contrario lo más normal es que uses el servidor “oficial” que es lo que hace todo el mundo. Matrix es un carajal a nivel protocolo, un culebrón a nivel ecosistema, y una pesadilla de usabilidad. Si alguien te insiste mucho en que Matrix es lo más, probablemente es un activista del software libre y le importa más el software que las personas. Si valoras tu tiempo y tu cordura, procede con precaución.

Típico error en Element "no se pudo desencriptar mensaje"

XMPP

XMPP es un protocolo más antiguo que Matrix, también abierto y descentralizado. Lo usa aún menos gente porque las aplicaciones son una castaña y porque la gente de Matrix tiene más presupuesto para marketing. Si alguien te insiste mucho en que XMPP es lo más, no solo probablemente es un activista del software libre sino que además posiblemente esté enfadado con la gente de Matrix y quiere que tú también lo estés.

IRC

IRC es un protocolo más antiguo que XMPP, también abierto y descentralizado. Lo usa sobre todo gente a la que le da poca luz solar. No conozco ninguna aplicación para móvil “famosa” que soporte IRC, aunque posiblemente existen. Si alguien te insiste mucho en que IRC es mejor que XMPP y Matrix, huye.


¡Mucha suerte!

Escrito por un humano, no por una IA

Me llega por LinkedIn un artículo titulado “La IA irrumpe en los trabajos de fin de carrera: 'Estoy por poner en los agradecimientos a ChatGPT'“. Mi primera reacción ha sido responder

La IA ha llegado para hundir el negocio a las empresas de TFG por encargo y a exacerbar un fenómeno que ya existía.

Pero cuál ha sido mi sorpresa al abrir el artículo (sí, hay que leer las cosas antes de criticarlas) y encontrarme esta cita:

Las empresas a las que se encargan estos trabajos finales aseguran no sufrir una caída de clientes. “No tenemos menos demanda, pero desde hace un año notamos que sí han cambiado las expectativas de los alumnos. Nos contactan porque han hecho un borrador con ChatGPT y no saben cómo utilizarlo o darle continuidad”

Reflexionemos sobre esto un momento: ChatGPT produce borradores tan buenos que exceden las capacidades de los estudiantes que los han pedido en primer lugar.

¿Es esto un elogio a la “Inteligencia Artificial”?

¿O más bien la constatación de que el sistema educativo está a punto de colapsar?

Calculadoras o ábacos

Entre los tecnocuñados es muy típico mofarse de quienes critican la “Inteligencia Artificial” comparándolos con los que lamentaban el uso de las calculadoras de bolsillo en las aulas. “¡Jaja, míralo! ¡Es un ludita!” (Pobres, no saben que los luditas están más vivos que nunca – eso lo hablamos otro día).

Hay un dicho en mi pueblo: “no hay nada más atrevido que la ignorancia”.

Como cuentan en este artículo (traducción libre), David Krakauer describe dos tipos de artefactos cognitivos (herramientas que aumentan nuestra inteligencia): complementarios, si ayudan a los humanos a completar una tarea de forma que incrementa sus habilidades incluso en ausencia de la herramienta, o competitivos, si ayudan a los humanos a completar la tarea en una forma que disminuye sus habilidades y le hace dependiente de la herramienta. Y los dos ejemplos que da son precisamente la calculadora de bolsillo como artefacto competitivo, y el ábaco como artefacto complementario.

Hay evidencia científica que respalda esta visión. Por ejemplo, este artículo de un centro de investigación en China concluye que el uso del cálculo mental basado en ábaco (AMC por sus siglas en inglés) mejoró las habilidades matemáticas y cognitivas en niños de 7 años.

Por otra parte, ¿acaso alguien puede negar que, por útiles que sean las calculadoras, hemos renunciado a nuestra capacidad de hacer aritmética básica mentalmente? No es raro ver cenas de amigos en las que hay que dividir la cuenta y la gente saca el móvil para teclear “20 / 2”.

Lo mismo ocurre con la nueva generación de chatbots (en adelante ChatGPT, como quien llama Kleenex®️ a los pañuelos de papel). Le pides cosas, ello te responde, Ctrl+C, Ctrl+V, y a vivir.

Claro que hay formas de usar ChatGPT que invitan más a la reflexión. Pero el propósito de un sistema es lo que hace, y lo que hace ChatGPT es liberarte de escribir.

Del propósito de ChatGPT hablamos otro día. Hoy me interesan más sus efectos.

Y son bastante perniciosos.

Escribir es pensar

Sigue el dichoso artículo con un entrecomillado de un ex-rector:

El sistema educativo sigue muy anclado en la memorización, la redacción… y eso, o lo cambiamos, o no tiene sentido ninguno porque la máquina lo hace mejor que el alumno medio.

Voy a decir algo que tal vez sea impopular: ¿por qué se demoniza tanto la memorización y la redacción?

Claro que a lo mejor no es muy útil saberse los reyes godos o los afluentes del Miño (para ciertas definiciones capitalistas de utilidad), pero ¿de verdad alguien se imagina un mundo en el que externalizamos completamente nuestra memoria a las máquinas? Si cada vez que quisiera debatir tuviera que interrumpirme y buscar en Google o preguntar a ChatGPT, sería imposible pensar y discurrir cualquier cosa. Parece bastante claro que tener cosas en nuestra RAM cerebral solo puede sumar, nunca restar (siempre y cuando recordemos la fuente claro 😉).

Y en cuanto a redactar... ¡es que escribir es pensar! Parafraseando algo que dijo Richard Feynman en una entrevista, lo que dejamos por escrito no es un registro de nuestro proceso mental: es nuestro proceso mental. Pensaba igual Niklas Luhmann, el creador del método Zettelkasten:

No es posible pensar sistemáticamente sin escribir.

A lo que esto nos lleva, inevitablemente, es que quien renuncia a escribir renuncia a pensar. Quien deja que otros escriban por él está dejando que otros piensen por él.

¿Y cómo piensa ChatGPT?

Como un tecnocuñado.

Usar ChatGPT es pensar como un gafapasta californiano

Foto que saqué en la exposición "Calculating Empires" en la Fondazione Prada de Milán el 27 de enero de 2024

Ignorando por un momento los ridículos orígenes del término “Inteligencia Artificial”, lo cierto es que ChatGPT tiene poco de inteligente. En primer lugar, ¿alguien cree que si entrenásemos ChatGPT con el conocimiento hasta el Imperio Romano, el sistema sería capaz de inventar la máquina de vapor y la bombilla eléctrica? Lo que hace ChatGPT es interpolar, nunca extrapolar.

Esto último reconozco que está un poco manido. Pero me parece muy osado que los tecnocuñados, que desprecian toda forma de conocimiento que no se pueda expresar en código Python incluyendo Humanidades y Ciencias Sociales y están seguros de que una red neuronal artificial funciona exactamente igual que el cerebro humano, nos vengan a explicar qué es la inteligencia.

Para reflexionar: de la misma forma que somos seres tridimensionales y no podemos visualizar cómo sería una cuarta dimensión espacial, ¿es acaso posible comprender nuestra propia inteligencia?

Tweet de Sam Altman "soy un loro estocástico y tú también"

Y en segundo lugar, sí, ChatGPT está entrenado con todo Internet, y más (no sabemos a ciencia cierta con qué está entrenado de hecho). El problema del Internet angloparlante es que es dominantemente yanqui. Y quien piense que “lo yanqui” es “lo neutral”, “lo normal”, etcétera, es porque tiene la mente totalmente colonizada.

El año pasado me fascinó este artículo sobre la “Inteligencia Artificial” y la sonrisa yanqui, que compara cómo la “Inteligencia Artificial” se imagina a diferentes pueblos nativos tomándose un selfie y, en los casos en los que existen fotografías, cómo eran esos pueblos en realidad. No tiene desperdicio.

A la izquierda, cómo la "Inteligencia Artificial" se imagina a los nativos maorís. A la derecha, cómo son de verdad

El artículo cierra con una dulce foto de la autora y su padre, tomada en la unión soviética, y estas palabras (traducción mía):

Al aplanar la diversidad de expresiones faciales de civilizaciones alrededor del mundo, la IA ha colapsado el espectro de la historia, cultura, fotografía, y emoción humanas en una perspectiva monolítica. Ha presentado una falsa narrativa visual sobre la universalidad de algo que en el mundo real — en el que han vivido humanos reales que han creado cultura, expresión y sentido durante cientos de miles de años — es cualquier cosa menos uniforme.

Cada vez que pedimos que ChatGPT nos escriba una redacción, o un rap, nos da un texto escrito desde una óptica, un lugar geográfico y un tiempo muy concretos. Cada vez que lo usamos para ayudarnos a confeccionar ese email difícil, ese informe infumable, esa solicitud infame, estamos dejando que una forma de ver el mundo muy concreta nos penetre aún más.

Es la ideología de que todo lo que no se puede medir no importa.

No todo lo que importa se puede medir

El cerebro no es “solo” multiplicaciones de matrices y funciones trigonométricas inversas, de la misma forma que el amor no es “solo” reacciones químicas. Estas frases pueden ser técnicamente correctas, pero no nos ayudan a entender la realidad.

En 2011-2012, tras la resaca del “cueste lo que me cueste” de Zapatero y la mano de hierro de Bruselas, se produjo un brutal recorte educativo en España, que se cristalizó en el Real Decreto-ley 14/2012, de medidas urgentes de racionalización del gasto público en el ámbito educativo, más conocido como “el Tasazo”. Un joven Juanlu estaba por aquel entonces en la Universidad, y este Tasazo aceleró un proceso de descomposición que ya se venía anunciando desde hacía años: de la pizarra a las diapositivas, de los exámenes orales a los escritos, de los escritos a los cuestionarios “tipo test”. Y trató de hacer algo al respecto.

Captura de pantalla de la web que hice hace 12 años explicando el "Tasazo"

Por supuesto, la región en la que yo estudié, Madrid, aplicó el rango máximo de cada horquilla de precios. De eso a lo mejor hablamos otro día.

Han pasado ya 12 años, y si algo me enseñó esa experiencia es que no estábamos dispuestos a movilizarnos ni siquiera por dinero. Pero más allá de si la implantación del Espacio Europeo de Educación Superior (“Bolonia”) estuvo bien o mal, de si las ingenerías se pusieron demasiado drama-queen o no (uf, de eso sí que habría que hablar largo y tendido otro día), lo cierto es que este fue el punto de inflexión en el que me di cuenta de que estábamos yendo hacia un sistema educativo, ya incluso en el ámbito universitario, en el que se favorecía la cantidad sobre la calidad.

Y eso nos lleva al punto inicial sobre la educación. Creo que no se le escapa a nadie que no se puede dar una valoración justa y objetiva de la misma manera a sesenta alumnas que a mil. El resultado de la presente masificación es evidente: como describe la Ley de Goodhart, la métrica (la nota final) ha dejado de ser una buena medida de lo que se quería premiar (el aprendizaje). Más aún: aquello que nos importaba, que era el aprendizaje, está empeorando a pasos agigantados.

Representación humorística de la versión fuerte de la Ley de Goodhart

Me da igual si se enseña con tablets, con cuadernos, o “la letra con sangre entra”. Lo que determina todo es el método de evaluación, y la nota es lo único que les importa a los estudiantes. ¿Podemos realmente culparles por ello, en un contexto en el que la gente joven no sabe si va a tener trabajo, casa, o planeta cuando terminen de estudiar?

La decimonónica Conferencia de Rectores puede seguir debatiendo sobre si hay que prohibir ChatGPT o no. Nada de lo que hagan tendrá el menor impacto si no se ataca el problema de raíz, que es colapsar en un numerito unidimensional el proceso de aprendizaje de miles de alumnos que entran a los colegios, institutos, centros formativos y universidades como trozos de carne que entran a una fábrica para ser picados y convertidos en salchichas.

¿La solución? Bueno, tampoco os vengáis arriba. Ya me gustaría a mí tener las soluciones. Con tal de que nadie diga que el problema es el software privativo ya me doy con un canto en los dientes.

Escrito por un humano, no por una IA

Furioso contra los “jardines amurallados”, como si ninguno de nosotros dependiese de murallas para su seguridad diaria, aunque solo sea contra la desnudez y los elementos

Como si a ninguno de nosotros le maravillase un jardín bien mantenido y juiciosamente gestionado

Lo cierto es que todo necesita un jardinero en el mundo de la computación y no todo el mundo está capacitado.

Traducción libre de una nota de Danilo Campos

El Fediverso está sufriendo una fuerte ola de contenido masivo no deseado (en adelante, spam).

Lo alucinante de esta ola de spam es la sencillez de su ejecución. Sin entrar en detalles técnicos, unos chavales japoneses (literalmente tienen menos de 15 años) están enfadados con no-sé-quién, y para vengarse están generando cuentas de manera automatizada en nodos con los registros abiertos.

Y nadie puede frenarlos.

Los spammers del Fediverso tienen buen sentido del humor al menos

Está suponiendo un duro golpe, puesto que había mucha ilusión colectiva con el incremento de actividad en el Fediverso a raíz de la inestabilidad de la red antes conocida como Twitter (RIP), si bien hace meses que la actividad más o menos se ha estancado.

Esta ola nos ha llevado a la reflexión colectiva de que operar cualquier tipo de software abierto a Internet es extremadamente difícil. Como los artistas de La Bohème, nos hemos dado cuenta de que la vida va en serio. Nos hemos hecho mayores a golpe de fotos de carne enlatada.

Y esto choca frontalmente con la imagen del Fediverso y las “redes libres” que propagan algunos de sus más fervorosos defensores.

Como menciona Danilo en su hilo, existe esta noción —no solo en Mastodon, sino entre la comunidad de software libre en general— de que el Software Libre, en mayúsculas, es virtuoso en sí mismo. Que el hecho de usarlo nos sitúa en un plano superior, más allá de las lógicas capitalistas y opresoras del sistema. El Software Libre, en mayúsculas, como fin en sí mismo.

Al margen de la trampa dialéctica que supone todo lo anterior (y que desarrollaremos otro día), lo que los devotos del Software Libre ignoran (y permitidme que use el masculino genérico aquí para no incluir a las mujeres en una lucha principalmente capitaneada por señoros) es que el software ya no es solo el controlador de impresora que escribió Richard M. Stallman en 1980. Han pasado 40 años desde aquello: entre medias apareció la Web, más tarde los móviles, y el mundo ha cambiado completamente.

Ya no basta con usar el software. Alguien tiene que operarlo.

Y es en esta operación donde el frágil andamiaje ideológico que sostiene el Maximalismo del Software Libre se viene abajo.

¿Listas de correo? La mayoría están configurados para contravenir todas las reglas de prevención de spam de la forma más cutre posible. ¿Servidores NextCloud para entidades sociales? La última vez que vi uno le habían “desaparecido botones” porque nadie lo mantenía ni lo actualizaba. ¿Tu nodo en el Fediverso? Suerte corriendo con los costes de cómputo y almacenamiento cuando la gente empiece a subir vídeos reposteados de TikTok.

Y así podríamos seguir hasta el infinito.

Lo de que desaparecían botones es literal

Nótese que esto no tiene nada que ver con los fallos que pueda tener este o aquel software (de eso también hablamos otro día). En el caso del Fediverso, no está nada claro que esto se vaya a poder solucionar sin hacer cambios profundos en el protocolo. Temo que todo lo que no sea eso suponga un parche. Y vendrán ataques más grandes, no cabe la menor duda.

Esto va de que, en 2024, la mayor parte del software es en red, y eso nos obliga a que las usuarias y las operadoras del mismo son personas diferentes.

Y si no hay nadie que cuide del jardín, la naturaleza avanzará inexorable, se pudrirán las flores, crecerá la maleza, y nadie querrá estar ahí.

Los principios del Software Libre, tal y como están escritos hoy por hoy, no dan respuesta a estos problemas. Y por eso la gente está buscando alternativas.

Lo único que pido a los activistas por la Libertad de Software (qué triste empresa, luchar por la Libertad de un ente abstracto) es que la próxima vez que vean a alguien usar Google Drive, o Instagram, u Office, en vez de saltarles a la yugular se pregunten:

¿Dónde están los jardineros?

Escrito por un humano, no por una IA

Hola, me llamo Juanlu, y estoy obsesionado con el post-open source.

Los acontecimientos me han obligado a empezar a escribir sobre este tema. Si bien tengo tantas cosas que contar que... no sé por dónde empezar.

Así que he decidido empezar hablando de esta semana.

El martes di una charla en Data Umbrella titulada “A Briefer History of Open Source: A Computational (and Human) Perspective” (vídeo, diapositivas).

Diapositiva de título "A Briefer History Of Open Source"

(Algunas fotos son del proyecto Faces of Open Source de Peter Adams, CC BY-NC-SA)

Preparar esa charla fue una odisea, como todas (soy un maestro procrastinador). Buceé en listas de correo arcanas, recuperé anuncios de empresas que ya no existen (ya estás donando al Wayback Machine), rebusqué en docenas de páginas de Wikipedia para encontrar la imagen perfecta y la cita precisa. La charla cubre desde los inicios de la computación hasta nuestros días.

Lo curioso es que me tiré un día entero recopilando material sobre el post-open source.

¿Qué es el post-open source, te estarás preguntando? La versión corta: un movimiento de desafección hacia la Open Source Definition y la Free Software Definition en el que hay tanto empresas que quieren más dinero como programadoras que quieren más ética. La versión larga la cuento otro día.

Para que quede claro: no empecé a leer sobre el tema este lunes. Hace años que vengo dejando notas con jirones, ideas, quejas sobre el software libre, el código abierto, las licencias. Algunas de esas ideas, aún inmaduras, cristalizaron en mi charla de cierre de la PyConES 2017 “Código abierto: Mucho camino por delante” (vídeo, diapositivas).

Pero volvamos a lo que pasó esta semana.

No sé si por casualidad, o por pura ilusión de frecuencia, empecé a encontrar referencias sobre el post-open source en todas partes.

El martes di la charla. Dejé claro que el software libre ha perdido relevancia hoy en día, y que el código abierto está fuertemente fragmentado.

El miércoles tuvimos una conversación dentro de una comisión del Mercado Social de Madrid sobre si nos convenía usar software libre para nuestros boletines promocionales. Y puse pie en pared, porque quienes operan el software también comen.

El jueves llegó a mi conocimiento un informe sobre presencia digital en entidades de la Economía Social y Solidaria de cierta región de España. No estoy preparado para enlazarlo todavía porque me disgustó profundamente. Me quedé rumiándolo todo el día.

Ayer viernes una empresa financiada con capital riesgo publicó una herramienta puramente de código abierto que promete revolucionar la forma en la que trabajo con el lenguaje de programación al que debo toda mi carrera profesional. Pues hubo rechinar de dientes. Y algunas reacciones que conviene leer.

Jacob se queja de que somos el perro del hortelano

Por la noche ya me hervía el deseo de escribir sobre este tema. Así que me dispuse a tratar de ordenar mis ideas.

Y llegué a esta maraña infumable:

Mapa mental sobre mis ideas acerca del post-open source

Estoy obsesionado con el post-open source, y no sé por dónde empezar. Pero tenía que empezar por algún sitio.

Quienes me conocéis ya os podéis imaginar por dónde sigue esto, aunque auguro sorpresas. Quienes me acabáis de conocer seguro que tenéis muchas preguntas.

Nos leemos pronto.

Escrito por un humano, no por una IA