El software libre también necesita jardineros
Furioso contra los “jardines amurallados”, como si ninguno de nosotros dependiese de murallas para su seguridad diaria, aunque solo sea contra la desnudez y los elementos
Como si a ninguno de nosotros le maravillase un jardín bien mantenido y juiciosamente gestionado
Lo cierto es que todo necesita un jardinero en el mundo de la computación y no todo el mundo está capacitado.
Traducción libre de una nota de Danilo Campos
El Fediverso está sufriendo una fuerte ola de contenido masivo no deseado (en adelante, spam).
Lo alucinante de esta ola de spam es la sencillez de su ejecución. Sin entrar en detalles técnicos, unos chavales japoneses (literalmente tienen menos de 15 años) están enfadados con no-sé-quién, y para vengarse están generando cuentas de manera automatizada en nodos con los registros abiertos.
Y nadie puede frenarlos.
Está suponiendo un duro golpe, puesto que había mucha ilusión colectiva con el incremento de actividad en el Fediverso a raíz de la inestabilidad de la red antes conocida como Twitter (RIP), si bien hace meses que la actividad más o menos se ha estancado.
Esta ola nos ha llevado a la reflexión colectiva de que operar cualquier tipo de software abierto a Internet es extremadamente difícil. Como los artistas de La Bohème, nos hemos dado cuenta de que la vida va en serio. Nos hemos hecho mayores a golpe de fotos de carne enlatada.
Y esto choca frontalmente con la imagen del Fediverso y las “redes libres” que propagan algunos de sus más fervorosos defensores.
Como menciona Danilo en su hilo, existe esta noción —no solo en Mastodon, sino entre la comunidad de software libre en general— de que el Software Libre, en mayúsculas, es virtuoso en sí mismo. Que el hecho de usarlo nos sitúa en un plano superior, más allá de las lógicas capitalistas y opresoras del sistema. El Software Libre, en mayúsculas, como fin en sí mismo.
Al margen de la trampa dialéctica que supone todo lo anterior (y que desarrollaremos otro día), lo que los devotos del Software Libre ignoran (y permitidme que use el masculino genérico aquí para no incluir a las mujeres en una lucha principalmente capitaneada por señoros) es que el software ya no es solo el controlador de impresora que escribió Richard M. Stallman en 1980. Han pasado 40 años desde aquello: entre medias apareció la Web, más tarde los móviles, y el mundo ha cambiado completamente.
Ya no basta con usar el software. Alguien tiene que operarlo.
Y es en esta operación donde el frágil andamiaje ideológico que sostiene el Maximalismo del Software Libre se viene abajo.
¿Listas de correo? La mayoría están configurados para contravenir todas las reglas de prevención de spam de la forma más cutre posible. ¿Servidores NextCloud para entidades sociales? La última vez que vi uno le habían “desaparecido botones” porque nadie lo mantenía ni lo actualizaba. ¿Tu nodo en el Fediverso? Suerte corriendo con los costes de cómputo y almacenamiento cuando la gente empiece a subir vídeos reposteados de TikTok.
Y así podríamos seguir hasta el infinito.
Nótese que esto no tiene nada que ver con los fallos que pueda tener este o aquel software (de eso también hablamos otro día). En el caso del Fediverso, no está nada claro que esto se vaya a poder solucionar sin hacer cambios profundos en el protocolo. Temo que todo lo que no sea eso suponga un parche. Y vendrán ataques más grandes, no cabe la menor duda.
Esto va de que, en 2024, la mayor parte del software es en red, y eso nos obliga a que las usuarias y las operadoras del mismo son personas diferentes.
Y si no hay nadie que cuide del jardín, la naturaleza avanzará inexorable, se pudrirán las flores, crecerá la maleza, y nadie querrá estar ahí.
Los principios del Software Libre, tal y como están escritos hoy por hoy, no dan respuesta a estos problemas. Y por eso la gente está buscando alternativas.
Lo único que pido a los activistas por la Libertad de Software (qué triste empresa, luchar por la Libertad de un ente abstracto) es que la próxima vez que vean a alguien usar Google Drive, o Instagram, u Office, en vez de saltarles a la yugular se pregunten:
¿Dónde están los jardineros?