¿Quién trabaja para quién?

Este miércoles se celebró en casi todos los países del mundo el Día Internacional de los Trabajadores. Ese día empecé a escribir este artículo y tengo que reconocer que, aunque busqué algún comentario rancio del tipo “jeje aquí trabajando” que solían abundar en estas fechas tan señaladas para dar un toque de humor, no los encontré. Tal vez sea porque no estoy en X, porque LinkedIn (el Instagram de las PYMES y los engominados) ya no es lo que era, o porque esos comentarios siempre fueron anecdóticos de todos modos (quién sabe si solo existieron en mi cabeza).

Por otro lado, lo cierto es que ese Primero de Mayo había dos operarios trabajando en el piso donde vivo de alquiler. Quería escribir una sesuda reflexión sobre el retroceso de los derechos laborales (prometo que no fui yo quien propuso esa fecha) pero entre el ruido del taladro y la taquicardia que me daba verles descolgar un compresor de aire acondicionado por la ventana sin arnés ni sujeción, no me pude concentrar.

Toda esto para decir que ese día no estaba yo muy inspirado. Y sigo sin estarlo, pero a ver si consigo contar lo que inicialmente quería contar.

Ibiza Tech Forum 2024

La semana pasada acudí en calidad de ponente invitado al Ibiza Tech Forum, un evento de dos días nacido para hablar sobre nuevas tecnologías con la economía isleña como telón de fondo. Se habló de ciudades inteligentes, “Inteligencia Artificial”, ciberseguridad, blockchain (no estaba muerto, estaba de parranda), y más cosas. Hubo unas cuantas presentaciones de startups y tuvo cierta repercusión en medios.

Mis dos aportaciones principales fueron una charla breve sobre Código abierto y modelos de negocio y mi participación en un panel sobre “El futuro del trabajo” dentro de la sesión de “IA y Ciberseguridad” moderada por mi amigo Javier Marín Tur.

El que escribe dando una charla en el Ibiza Tech Forum 2024

Al principio tenía mis reservas sobre el panel porque, si bien es un tema que me interesa muchísimo, no tengo ninguna base formal y no soy en absoluto un experto en la materia. Pero como dice El Kanka, “es mejor que lo disfrutes a que lo hagas bien”.

Ensoñaciones de principios de siglo

Siempre que me preguntan por la automatización del trabajo me acuerdo de las palabras de Anselmo, el anarquista, en la obra de teatro “Las bicicletas son para el verano”, escrita por Fernando Fernán Gómez en 1977 y ambientada en el fatídico verano de 1936:

Primero, a crear riqueza; y luego, a disfrutarla. Que trabajen las máquinas. Los sindicatos lo van a industrializar todo. La jornada de trabajo, cada vez más corta; y la gente, al campo, al cine o a donde sea, a divertirse con los críos... Con los críos y con las gachís... Pero sin hostias de matrimonio, ni de familia, ni documentos, ni juez, ni cura... Amor libre, señor, amor libre... Libertad en todo: en el trabajo, en el amor, en vivir donde te salga de los cojones... ¿Que te gusta Madrid? Pues Madrid. ¿Que te gusta la montaña? Pues la montaña.

Más sofisticado pero de similar candidez fue el discurso que dio John Maynard Keynes en la Residencia de Estudiantes de Madrid en 1930, en el que famosamente proclamó que en 100 años el desarrollo tecnológico nos obsequiaría con enormes cantidades de tiempo libre, y que el hombre (“el viejo Adán”), para llenar el vacío, tendría que distribuir el trabajo hasta llegar a jornadas laborales de 3 horas a la semana. Ese discurso se transformó en el ensayo “Posibilidades económicas de nuestros nietos” y entre otras cosas dice lo siguiente:

Existen cambios en otras esferas que también debemos esperar. Cuando la acumulación de riqueza ya no sea de alta importancia social, habrá grandes cambios en los códigos morales. Podremos librarnos de los principios pseudo-morales que nos han atormentando durante 200 años, gracias a los que hemos exaltado algunas de las más desagradables cualidades humanas situándolas en el lugar de las más altas virtudes. Seremos capaces de permitiremos juzgar el dinero de acuerdo con su verdadero valor. El amor al dinero como posesión – a diferencia del amor al dinero como medio para los goces y realidades de la vida – será reconocido por lo que es, una morbosidad más bien repugnante, una de esas propensiones semi-criminales, semi-patológicas de las que se encarga con estremecimiento a los especialistas en enfermedades mentales.

Casi se ha cumplido el plazo de 100 años que estimó Keynes, y aunque ciertamente la calidad de vida ha mejorado, sus predicciones sobre la jornada laboral o la importancia social del dinero no se han cumplido.

Todo este batiburrillo tenía yo en la cabeza cuando vino una pregunta del público de lo más interesante.

«¿Trabaja la tecnología para nosotros?»

Hacia el final del panel, una mujer en primera fila y visiblemente entusiasmada con el debate nos lanzó la siguiente pregunta:

¿Trabaja la tecnología para nosotros? ¿O trabajamos nosotros para la tecnología?

Yo creo que esta pregunta no se puede contestar en términos absolutos. Algunas tecnologías trabajan a veces para según qué personas.

La banca digital nos ha facilitado algunos trámites enormemente a las personas que nos manejamos bien con los dispositivos electrónicos. A cambio, han cerrado más del 40 % de oficinas bancarias en España, hasta el punto que el 50 % de los municipios del país no tienen ninguna sucursal. Mis abuelos ahora dependen de sus hijos y nietos para cualquier cosa más complicada que sacar dinero del cajero.

Por otro lado, creo que mucha gente habéis interactuado ya con las cajas automáticas en supermercados y tiendas de ropa. Cada vez que la báscula decide que me he dejado algo fuera de las bolsas o simplemente el sistema falla y reclama la atención del personal del negocio siento una impotencia y desazón horribles. Y no debo de ser el único, porque los medios hablan ya del “fallo espectacular de las cajas automáticas”.

Las cajas automáticas, fuente infinita de inspiración tuitera (RIP)

Uno de los participantes del panel se mostró molesto con mi visión tecnopesimista y afirmó rotundamente que todos los avances tecnológicos han traído prosperidad. De esa cuestión en concreto hablamos otro día.

En ese momento nos quedamos sin tiempo. Espero que quien hizo la pregunta se quedase satisfecha.

Podríamos seguir enumerando ejemplos. Está claro que hay mucho trabajo (muchos problemas por resolver) pero poco empleo (gente dispuesta a pagar por ello). Las máquinas iban a automatizar las labores peligrosas y rutinarias y dejarnos tiempo para el arte, pero los tecnobros se empeñan en automatizar el arte y acumular capital de manera obscena. Entre tanto, la jornada de 32 horas (sin bajada de sueldo claro) aún se antoja lejana, no digamos ya la de 15.

La tecnología es una herramienta, pero no es neutral. Lo único que pido es que, antes de hacer afirmaciones categóricas sobre sus supuestos beneficios, nos paremos por un momento a pensar en el factor humano y cómo dicha tecnología funciona en la realidad, más allá de la teoría.

Y bueno, si vamos a tratar de ridiculizar las legítimas críticas al tecnosolucionismo comparándolas con el miedo a las calculadoras, como mínimo estaría bien reconocer que sí, las calculadoras nos hacen más tontos.

Escrito por un humano, no por una IA