Francisco Molinero

1959-

No siempre es fácil invitar a alguien. A veces se toma el brazo por la mano, abusa, se come tus mejores bocados, se sienta en el sillón que tiene tu horma, usa tus zapatillas, cambia aquellas pequeñas cosas apenas imperceptibles que en el fondo dan cuerpo a tu hogar. Con todo no es lo peor, lo peor es que se muestra ufano en tu puerta y saluda a los vecinos cuando pasan y pone flores chillonas en los balcones donde nunca antes hubo sino alfeizar mondo y lirondo y te pinta la fachada de verde pistacho. Al final los vecinos se sorprenden y al pasar cuchichean entre ellos: ¿No vivía ahí ese hombre tan serio y circunspecto que apenas saludaba? y se encogen de hombros pensando en lo que la gente cambia.

La hospitalidad es un riesgo, un riesgo que ya no sé si me gusta correr.


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Hace tiempo que no voy a Asturias y me apetece ver como está aquello. Mi primer trabajo legal, con contrato y todo, fue en la obra civil de la Central Térmica del Narcea donde conocí la patria chica de Riego, la primera huelga de mi vida, el trabajo en el campo mezclado con las peonadas en la recarga de la central, el espíritu montaraz de los asturianos, cómo se tapa con una manta a quien fallece en la carretera conduciendo un camión de carbón, el golpe del 23F lejos de casa, las partidas de cartas apostando fuerte, no dormir en toda la noche y por la mañana llegar a la obra y engancharse, la camaradería, el analfabetismo de los peones, los nenos colorados esperando el autobús en medio del bosque, los culines cantando jotas ellos, sevillanas los míos, los chigres y las bodas de los domingos, pasar lista por las mañanas, contratar personal, echarles sin miramientos. Son recuerdos de mi paso de la juventud a la madurez, supongo y donde pude comprender hasta que punto el capital es una hidra de siete cabezas. Me viene a la memoria algún verso escrito en mis idas y venidas solitarias por aquellos prados, «Asturias se desparrama al borde de la calzada» escritos en el puerto de la Espina, sobrecogido por la niebla, el verde exagerado de aquellos valles. Recuerdo estar enamorado, desear volver a casa y lo más vivo es la sensación de soledad durante horas.

Después he conocido asturianos que me hablaban de la playa de Torinvia, alguno de Tineo que tocaba la gaita los fines de semana para aplacar la añoranza; más tarde, más de lejos he leído el desastre de los altos hornos, el derrumbe de la Naval y por último como una miseria de todo aquello los mineros que roban dinamita para que un mal nacido la pusiera en los trenes de Atocha.


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Hasta cierto punto las cosas que nos pasan tienen sentido, están precedidas de nuestras decisiones, o se comportan como consecuencias lógicas de las circunstancias más cercanas y en algunos casos de influencias apenas perceptibles pero reales. No siempre lo parece, quiero decir que a veces la sensación que nos golpea tiene más que ver con el sentimiento de incredulidad, con la sorpresa de que lo que ocurre es inesperado, innecesario, inconsecuente. Me inclino a pensar que es una sensación debida a la falta de precisión. Dos puntos muy pequeños, separados por milésimas, por micras, a simple vista nos parecen uno solo. Así los hechos, acontecidos de golpe que parecen inconexos con lo que debiera ser, mirados al microscopio del análisis personal resultan conectados, evidentes, sencillamente consecuentes, solo que de vez en cuando, solo de vez en cuando, notamos un chasquido, no un ruido, sino más bien un temblor interior y durante una parte infinitésima de nuestra vida sentimos que el cordón de lo previsible se rompió y que por lo tanto el resto de la vida dependerá de otra lógica distinta, quizá más amable, pero a lo peor feroz y agresiva. Luego seguimos viviendo como si nada porque eso es la supervivencia, no tomar en serio ni lo que es, ni lo que lo parece.


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Hay unas cuantas frases que cuando las leo, sobre todo en ciertos contextos, se me ponen las orejas para atrás como a los caballos que saben que van a tener que dar una coz.

1.– Disfrutad de lo votado Lo dicen mucho gente se que considera de izquierdas y es una de las peores. Supone que todo un país, o una región debe joderse con las políticas de quien fue votado en la mayoría de los casos por un porcentaje pequeño de la población y que ese será su castigo por votar mal. En el contesto de la DANA del levante español, con más de 200 muertos contabilizados es una frase pornográfica y merece el desprecio más absoluto de quien la dice o la escribe alegremente en las redes sociales con un desprecio descomunal por quien sufre, hay votado lo que haya votado.

2.– Solo el pueblo salva al pueblo. Cuando se usa esta frase fuera del contexto de la lucha contra un régimen tiránico es un desprecio por la organización que el pueblo se ha dado en forma de instituciones, de organización territorial, de impuestos, de reparto de las rentas, de miles de funcionarios trabajando por encima de lo que la ley les exige. Que el primer empujón solidario lo den los vecinos no empaña que al final deberá ser el estado el que tome cartas, solucione los problemas, pague los daños, restablezca las comunicaciones, ampare a quien ha perdido sus enseres. Y lo hará con los impuestos que pagamos entre todos, unos más y otros menos, y el esfuerzo político debe ser que ese estado piense antes en los cuidados que en la economía, que su objetivo sea el bienestar de los ciudadanos y no el propio estado en sí mismo.

3.– Todos los políticos son iguales. No, ni de lejos. Ayuso la presidenta de Madrid decidió la muerte de miles de personas, Manzón no avisó a sus gobernados y creó las condiciones para que muchos murieran, Rajoy con su estulticia patente llenó de chapapote las playas gallegas. Feijó pasea su ignorancia supina y su orfandad intelectual por los platós de televisión, Aznar nos metió en una guerra, Abascal demuestra su maldad y su odio tantos días como consigue levantarse y hacer algo, Matas robó, como lo hizo Zaplana a manos llenas, como Naseiro, Barrionuevo secuestró a ciudadanos bajo la supervisión de Felipe González. Son muchos y muchos no nombrados pero a la vez de estos casos hay miles de alcaldes y concejales decentes, políticos más listos y menos dotados, hombres y mujeres que pasan unos años en la política dando lo mejor que tienen, personas más decididas, más revolucionarias o más conservadoras pero de buena intención, empáticos y antipáticos. Políticos que se juegan la vida por los demás. Mujeres y hombrs que no conoces y lo están dando todo para mejorar la vida de los ciudadanos. Hay de todo. Y si nos gobierna lo peor de cada casa porque tú les votas el problema no son los políticos, el problema eres tú.

Estas y otras muletillas son la antesala ideológica del fascismo y quien las dice, consciente o no, prepara el desapego por lo público, por la política como forma de mejora y alienta la génesis de algo mucho, mucho peor que lo que conocemos hoy.


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Hay personas que creen ver mensajes en todo lo que pasa, pequeños indicadores, augurios y otras a las que la vida les parece un conjunto de albures. La mayoría tenemos una sensación y la contraria dependiendo de nuestro propio estado de ánimo o del momento, la casualidad. Yo para esto, como para casi todo, soy de estos últimos a los que la vida se nos antoja a veces coherente, a veces incomprensible. Hoy después de todo lo que está pasando, de tanto dolor y de tanta rabia inclino más por el azar, pero no sé muy bien por qué.


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No siempre se encuentra la razón, el por qué, los motivos. Realmente no se encuentran casi nunca, así que el proceso de vivir se muestra principalmente como algo provisional, a la espera de mejor confirmación. Luego cuando nos equivocamos, cometemos el error de culparnos como si hubiéramos contado con todos los mimbres. No se rectifica en vidrio, ni en amor, lo que pasa que muchas veces miramos hacia atrás como una cierta venganza de nosotros mismos pero no tiene sentido. No se rectifica en la vida, es un camino de una sola dirección, una huida con pocos medios, precaria.


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Dice la radio que son las siete y ocho minutos de la mañana. Tiendo a dudar de lo que dice la radio pero esta vez me voy a doblegar. Me he levantado con la sensación de… Realmente no era importante, lo importante eran los abrazos, el sentimiento, el hilo que se ata en la rama desconocida y que termina enredándote, subiendo por los pies, las rogativas, las lecturas silenciosas, los comentarios esporádicos. Pedro encuentra trabajo y es buena noticia, el resto no tanto pero eso no es noticia, es tedio, es normalidad, la vida que se desenvuelve con parsimonia. No hay necesidad de cambiar salvo por causa de muerte. Los consejos deben darse por demanda. Es una mañana confusa y fresca en la sierra son las siete y diez minutos y no lo sé por la radio sino por el reloj del ordenador que me empuja y me presiona. Me paseo por los blogs, tiro del hilo y encuentro algunas maravillas, me maravillo y me caliento un café. La radio me golpea y me recuerda que empiezan las fiestas de Pamplona que tanto gustan y que tanto odio. Eso debe ser, el odio que lo emborrona todo. Hago el recuento y no me salen los datos, me faltan amigos y me faltan éxitos, o me sobran fracasos que estas cosas según se miren tienen al menos dos caras.

Me voy a trabajar, doblegado.


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Hay personas que nos caen bien, a primera vista, por lo que sea, y eso suelen ser pequeñas cosas, comentarios, la forma de vestir. Nunca me ha quedado claro porqué nos hacemos amigos de alguien o nos enfadamos definitivamente, pero sospecho que tiene que ver más con los detalles que con cosas de enjundia. No hablo del amor, hablo de la afinidad personal.

¡Este tío es estupendo! Y hemos hablado una simple tarde con él.

Hay gente que de primeras te suelta lo que piensa de la política, de la religión, de lo que sea. Extrovertidos les llaman y otros, yo por ejemplo, tiendo a darme un tiempo de observación antes de saber si me va a merecer la pena decir algo de verdad y no simplemente nadar en lugares comunes. Lo considero una cuestión de respeto, pero es fácil que esté, que hasta la fecha haya estado equivocado y que a lo mejor lo que yo creo que es fundamental, resulta que es banal para casi todos y que si opino sobre la cantidad de espuma que debe tener una buena jarra de cerveza, pueda herir alguna susceptibilidad.

La amistad tiene que ver con detalles de pequeño calado, con pequeñas complicidades, luego está lo de la lealtad, pero eso tiene más que ver con el tiempo.


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Rotundamente la vida es una piel puesta mal, a contrapelo. No hay otra, eso si. Me fui a Barcelona, casi toda la semana y luego a Eslovenia, así que entre idas y venidas, anduve recordando la aventura que nos contaron Jamie y compañía en el Atlas africano que me recuerda que irse a vivir a Marruecos es una opción. Raquel cambió de curro y empezó por las noches, la vida al revés, fue un desastre y no supimos hacer funcionar levantarse uno cuando el otro llega.

Me deja pensativo lo de Nacho, el exceso cuando hacemos algo y pienso si se podría hacer con lo mínimo, casi sin gasto, sin conocimiento desperdiciado.


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Nunca te he contado como es la soledad salvo cuando me abrazaba a ti cuando al besarte me estremecía y una lágrima se deslizaba entre tus pechos.

Nunca te he contado hasta que punto es oscuro cada minuto cada momento en el que esperas.

La noche es tan larga que parece la muerte la surco como un subsahariano el mar con la promesa de la orilla benefactora que me redima que me acerque a la luz y la vida.

Nunca te he contado como es la soledad por no traerte a mis sombras, tú que eres la playa donde llego de tarde en tarde exhausto asustado llorando.


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