Francisco Molinero

1959-

El juez Garzón me tiene frito. Ayer por su culpa no llegué a mi casa hasta cerca de la una de la madrugada y eso que ya el día había sido largo de por sí.

A las 8 de la mañana salida dirección Bilbao en medio de un diluvio que paró para cambiarse por día espléndido en cuanto pasamos Nanclares. Visita a los jesuitas de Indautxu (Una manzana entera de edificio con más de 3000 alumnos, en pleno centro de Bilbao) y posterior a la universidad de Deusto. Comida en un hotel que desmiente el tópico de lo bien que se come en Euskadi y vuelta pal foro. Los últimos 200 Km en medio de un vendaval de agua.

El mundo al revés, un norte templado y seco y una meseta enfangada y pingando.

Cuando ya estoy absolutamente tirado en mi sofá, esperando mi ración de consumo televisivo y atento a los resultados de los demócratas américanos suena el teléfono y oigo la voz de un antiguo enemigo político de los Verdes que me dice: «te extrañará mi llamada», coño, pues sí, la verdad, pero en estas épocas preelectorales uno se espera cualquier cosa.

«Te tengo que pedir un favor, dos amigos mios, uno de ellos abogado y el otro un concejal de Los Verdes de Melilla están en la puerta de la prisión de Soto del Real sin posibilidad de ir a ningún sitio»

«A las once y media de la noche, ¿no tienen coche?»

No, han llamado a un taxi pero dicen que no van a la cárcel. Yo estoy enfermo en Madrid y no puedo hacer nada por ellos. ¿Me puedes ayudar?

En este momento me acuerdo de los insultos que me dirigió y me parece un momento estupendo para crecer y agigantarme.

Si, claro, ya les recogo y les llevo a algún sitio.

Muchas gracias.

No hay porqué darlas.

Como estoy en pijama y no tengo muchas ganas de cambios y suponiendo una faena de aliño, me pongo encima un «chandar», me calzo, cojo un gorro y una chaqueta con capucha, me despido de mi mujer que me mira con ojos estupefactos y me voy a por estos dos pobres, no sin antes indicarles que no se muevan, que lo que hay alrededor de la cárcel son toros bravos.

Diluvia y apenas veo por la carretera durante los 4 o 5 Km que tengo que recorrer para llegar al penal. Aprovecho para recapacitar y pienso que no hice bien en no vestirme, que estas cosas se lían y ya verás como termino haciendo el ridículo.

Llego a la puerta de la cárcel y se me acerca un hombre de mediana estatura, pelo rizado y aspecto andaluz o quizá árabe, empapado aunque cubierto por un paraguas me pregunta: ¿Paco Molinero? Si, respondo y se presenta. Me agradece la visita y la ayuda y me presenta a sus dos amigos (la cuenta aumenta, ya son tres). Llueve tanto que decidimos meternos en el coche. Nos saludamos y me agradecen mil veces más el rescate. Sus nombres son árabes y me explican que están esperando la salida de un amigo. Que le han dado el auto de libertad y que les han prometido su salida en 10 minutos.

¿Leva mucho tiempo?

No, desde el viernes, le encarceló Garzón en medio de una redada antiterrorismo islámico.

¿Y?

Que le suelta ahora porque no hay nada contra él (posteriormente me entero que le suelta bajo fianza). Disculpas y a casa, eso sí despues de sacarte de tu domicilio, de tu ciudad, encarcelarte tres días….

Como me temía la cosa se complica. Yo estoy en pijama, aunque no se nota, ellos hablan en árabe entre sí mezclado con español, el abogado a mi lado me relata lo que piensa de Garzón y coincidimos, hace una llamada a un funcionario de prisiones y este le dice que la cosa va bien, pero que esperemos. Son las doce menos veinte y se queja de que la orden de libertad hay que cumplirla en el día. Me pregunta o simplemente se lamenta: esto es denunciable, ¿no? Reparto tabaco y me cuentan que llevan tres horas bajo la lluvia. Están indignados, uno dice, esta zona es muy bonita, asiento y apostillo, cuando es de día y no llueve, nos reímos, saco unos cigarros e intercambiamos confidencias, yo fui concejal de este pueblo, yo estaba en el PCE, al final el mundo se retuerce para darnos argumentos sobre las proximidades las casualidades, las coincidencias los lugares comunes y mientras, por la puerta sale un muchacho con una pequeña bolsa de basura en la mano. Me recuerda a mi mismo saliendo de Ceuta cuando el ejército español me liberó de mi encierro legal y tengo la sensación de que la vida me ofrece la cruz de aquella historia. Se abrazan, salam m’alekum, el muchacho me mira y me agradece con un apretón de manos que estuviera aquí. Le preguntan por el trato, ¿te han pegado?, No, pero no me han dejado dormir, cada media hora un policía me visitaba. Claro, para derrumbarte dice el abogado. ¿Porqué han tardado tanto en liberarte? Garzón se olvidó de firmar el auto de libertad, y se lo han tenido que llevar a casa (¡Qué descuido de este juez tan importante!).

Por un momento la escena me parece producto del cansancio del viaje, un sueño, pero la lluvia es real, los cinco en el coche estamos viviéndola y lo que oigo es lo que os cuento.

Los móviles empiezan a echar humo llamando a familiares y amigos. Ya está, ya está libre. Alí se lamenta, «todo esto por conocer a quien no debía».

Les acerco a Tres Cantos y les dejo en un taxi. Sos más de las doce y esa misma noche Alí partirá hacia Málaga y luego en avión a Melilla, uno de ellos se quita un pin de Los Verdes de Melilla y me lo regala, no tiene otra cosa, yo arranco el coche y me vuelvo a casa, triste, satisfecho e indignado. La radio me cuenta que el partido del Levante contra el Atlético de Madrid se ha suspendido y yo me acuesto pensando como puede cambiar todo de repente sin que podamos hacer nada.


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Ortik Casal recogió los utensilios del desayuno como todos los días y de la misma manera que había hecho los últimos años sintonizó la emisora de radio que más le tranquilizaba con su visión progresista de lo que pasaba y se dispuso a estirar la cama. Nada de aquello se salía de una rutina que se había instalado en su vida como casi todas las rutinas, de manera imperceptible. Ortik no era consciente o no quería serlo y por eso al ir a sacar las llaves del coche de su bolsillo y no encontrarlas tuvo la sensación de incomodidad y enojo mezcladas de que las cosas no debían ser así. Luego el día transcurrió sin más sobresaltos y la semana y el mes y los años que vinieron hasta su muerte.

«Nada puede ser tan sorprendente como la vida, excepto la escritura.» Kitap-al Zulmet, trad. de Ibn Zerhani al árabe de Obscuri Libri de Bottfolio.


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Fin de viaje montando una discoteca al aire libre en Horcajo de Santiago a petición de mi amigo Luis que después de años se acordó de mí y me pidió el favor, y rememorando las noches sin dormir viendo como la peña disfruta de su fiesta a base de alcohol y música basura; al final la soledad de los montadores mientras el sol se asoma detrás del campanario y el regreso a casa con el camión repleto de trastos, con el run run del motor adormeciendo un cerebro ya somnoliento y embrutecido. Lo mejor de la noche, los dátiles y las almendras de mi compañero marroquí de fatigas y que se acaban dos semanas de trabajo continuo.


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Dedico el tiempo a espantar el silencio. Meticuloso, en cada instante una palabra, un espantajo que me defienda.

La tarde me atosiga con su premura de oscuridad como una promesa oscura un beso desagradable.

La tarde retuerce el tiempo lentamente lo asfixia.


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La historia se repite con una precisión de relojero. Hace unos años estuve por estas fechas con Pedro y Maribel y ya constataba que la insatisfacción de nuestra generación era profunda, ahora me atrevería a decir que estructural. Un año más tarde Pedro me contaba que le habían ofrecido un buen trabajo en Chile y que pensaba que es una buena oportunidad. Le animo. Le animamos todos los presentes a poner agua de por medio en este tedio. Hablamos de nuestras horas de trabajo y comprobamos la misma sensación de trabajar con chavales jóvenes con los que no compartimos casi nada. Básicos en sus preocupaciones, ausentes de cualquier lectura que no sea el marca, conservadores y en algunos temas racistas, seguidores de gran hermano, iniciar cualquier conversación con ellos es poco menos que peligroso. Yo le cuento que cuando entro por la mañana procuro reducir mis expectativas y eso me ayuda. Pedro lee los periódicos, muchos y nos manda recortes y noticias que le impresionan y los demás desde nuestros respectivos cubiles las leemos sabiendo que son notas metidas en una botella electrónica. Ahora se quiere ir a Chile, Argentina y Venezuela y le envidio y espero seguir recibiendo sus vídeos y los recortes del Clarín y que allí encuentre gente que merezca la pena y un trabajo en el que pueda al menos sentirse útil. Acabo de recibir un mensaje en mi teléfono móvil de María, que está con su familia haciendo nudismo en una playa granadina y que sabe que pocas cosas me gustan a mi más que eso, desnudarme al sol, bañarme y disfrutar de la desnudez de los demás. También la envidio, así que llevo unos días de tener los dientes largos casi constantemente. Me meto en la cocina y preparo unas costillas de cerdo al horno. He cambiado de estrategia animado por el carnicero que le da a Raquel una receta con la que, según sus palabras, me van a hacer la ola y temprano caliento el horno a 150 grados y meto dos hermosos costillares sin nada más, con los huesos hacia arriba. La carne necesita casi siempre una cochura lenta que la deje madurar por dentro y tostarse por fuera, y el cerdo para mi gusto está mejor cuanto más ha reducido su grasa, así que mientras el milagro del horno se produce preparo una poción con un diente de ajo, una hoja de laurel, perejil abundante y un puñadito de otras especias que cada uno elige según sus gustos (las hierbas provenzales son buenas), le añado un chorreón de aceite de oliva, un vaso de agua y uno con una mezcla de vinagre de manzana y de vino y un punto de aceto de módena. Lo paso todo por la batidora y una vez terminado le doy la vuelta a las costillas que empiezan a secarse levemente, los pinto con la poción y les devuelvo al calor. Como me siento con ganas de sensaciones algo fuertes me decido por preparar una salsa picante y en un vaso de batidora dispongo un tomate entero y limpio, una cuchara pequeña de curry picante otra de chile, desde luego picante, dos chiles que mi cuñada Ame me trajo de México el año pasado y un buen chorreón de tequila, lo bato, lo pruebo y compruebo que mi salsa diábolo está preparada. Ya solo queda esperar, y un poco antes de sacar las costillas, una hora y media después de haberlas metido por primera vez, las saco por última vez, las rocío con la poción y las meto al horno unos últimos diez minutos con el fuego a casi 180 grados, las saco. Yo vi los atentados de las Torres Gemelas casi en directo en el bar de Tres Cantos donde comía. No sentí nada especial, esa es la verdad, comimos viendo como se caían las torres entre comentarios de asombro de los asiduos, las raciones de paella y los carajillos. Me llamó mi suegro asustado, diciendo que tenía miedo de lo que pudiera pasar y le tranquilicé. A mi modo de ver, nada sustancialmente distinto a lo vivido iba a ocurrir y pensaba esto a los efectos locales de los españoles. Ni me estremecí, ni creí que el mundo fuera a cambiar y digo esto, no porque me parezca una postura moral sobre lo que pasó, sino simplemente porque fue así, no tuve sentimientos de pena o de angustia. Matar miles de personas como venganza, como presión, es un acto de una vileza estremecedora, aquél día los mataron en New York, antes y después los matan en cientos de rincones del mundo, de hambre, a tiros o con bombardeos disuasorios y los vemos de vez en cuando asomados a nuestras televisiones con sus barrigas infladas de gases. Hoy matan Palestinos todos los días, y libaneses y ucranianos y rusos. No es verdad que todo siga igual, pero se parece mucho.


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Mañana hace 57 años, el 9 de Octubre de 1967, ejecutaron a Ernesto Che Guevara en una escuela de la Higuera, a 50 Km de Vallegrande, en Bolivia. Él tenía 39 años y yo 9. Me lo recuerda mi amigo Jesús y me viene al pelo para hablar de la sensación que hoy más que nunca tengo con relación a la falta de líderes y de ideas que hace que ahora mismo, muchos de mis amigos, de la gente de mi generación, tengamos la sensación de vivir en un tiempo mediocre. Cualquier tiempo pasado fue peor, no caigo en la nostalgia enferma y me basta solamente mirarme para darme cuenta de hasta que punto es cierto, hasta que punto el presente es luminoso en lo personal, clarividente. Sin embargo el paisaje político español es aterrador el europeo es un vacío sonoro y el mundial apenas da para un rato de charla. Tocando a lo de casa, un presidente que durante años ha jugado al escondite y que cuando la historia le pedía altura se arruga y repite una vez más el ciclo de los socialdemócratas españoles, incapaces de hacer un verdadero cambio, un cambio profundo que tenga que ver con lo estructural. Un líder de la oposición al que no se le conoce una sola idea, un pensamiento digno del debate, un estilo de liderazgo que no sea esquivo, cobarde , pancista. Miro a la izquierda del espectro y no soy capaz de dar con un solo personaje capaz de captar mi atención, ni en los sindicatos, ni en los medios de comunicación, ni entre los escritores, ni dentro del mundo de la farándula. Tengo la sensación de vivir en un tiempo yermo, perdido para el futuro, en un fin de ciclo, en un desierto de ideas y combate. Tengo las sensación de que me conviene volver a algunos principios básicos sobre la lucha y lo que quiero para el futuro y que debo esperar que otros muchos estén en la misma idea, la misma postura, el mismo recogimiento intelectual, tengo que confiar que los jóvenes sean capaces de alumbrar un hombre nuevo.

Mientras tanto honro la memoria de Ernesto Che Guevara, muerto hace 57 años, por buscar la libertad de todos nosotros.


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La mayoría de las veces las cosas son muy sencillas, tan sencillas que resultan inverosímiles y por eso la explicación que les damos es compleja, barroca, impenetrable. No es culpa nuestra. La vida nos empuja en muchas ocasiones a ser retorcidos, a mirar con cierto aire de desconfianza. Es mi caso, a veces.

De memoria hago recuento de personajes interesantes de la política de los últimos 20 años. Me salen pocos. De inmediato hago recuento de poetas y me salen algunos más. Tomo un libro de Tierno y otro de León Felipe y me refugio.


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La realidad es una quimera. La realidad se manifiesta subjetivamente, aparejada la experiencia, a la capacidad, a la situación. La realidad tiene la categoría de la felicidad, un constructo teórico. Luego vienen los que te miran de cerca y te echan la culpa de todo, «por ser vos quien sois». La realidad tiene un valor escaso si no nos ayuda, si no nos empuja, si no nos hace felices.

Hay cosas que se te pegan a los zapatos como un puto chicle. Yo me he quité del mio a los antiguos compañeros de Redverde, porque es importante no quedarse pillado en amistades inútiles, en grupos impotentes y sobre todo porque bien mirado ya no había nada de nada.

Jamie es australiano o húngaro que nunca lo sé muy claramente y vivía en España, muy cerca de aquí, en Guadalix de la Sierra donde la pocilga de Gran Hermano terminó echando raíces. Un día nos invitó al ensayo general de la obra «Música profana para una boda» en la que el director, tomando el rábano por las hojas, planteaba un programa musical para la boda de su hermana a base de música de películas. Buena interpretación de los aprendices de la escuela de música de Torrelaguna donde destacaron The Last of the Mohicans y el Funeral Pyre for a Jedi. Luego tomamos unas cervezas y pude comprobar como Lazslo/Jamie, que se quedó apenas a veinte votos de ser concejal, seguía en la lucha, como si todas las derrotas anteriores solo fueran tropiezos. Entre los amigos, un forestal madrileño erróneamente convencido de que su lucha calaría entre la gente si se explicara mejor. Jamie planeaba una huida, o más bien continuar con la suya, la que le sacó de la conservadora Australia para traerle hasta la sierra madrileña.


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Me acordaba de ti muy de vez en cuando la sombra tras la cortina la rabia, la decepción. Me acordaba de ti aprovechándote de la confianza rompiendo el hilo imperceptible de la amistad rasgando el velo del dolor con el silencio. Me acordaba de ti apenas para olvidarte pero la vida te busca la espalda.


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Leo que un antiguo compañero de IU de Hoyo de Manzanares que fue alcalde de la «pequeña localidad de la sierra madrileña», mandaba todos los años a los escolares de su pueblo a un acuartelamiento militar cercano. ¡Qué difícil la coherencia. ¿Les explicarán a la vuelta en el aula, que en ese bonito cuartel Franco fusiló a José Luis Sánchez Bravo, Jose, Ramón García Sanz, de 27, y José Humberto Baena Alonso, de 24, el 27 de septiembre de 1975?

Como relataba Interviú

«En Hoyo de Manzanares, consumaron los fusilamientos tres pelotones compuestos cada uno por diez guardias civiles o policías, un sargento y un teniente, todos voluntarios. A la 9.10, los policías fusilaron a Ramón García Sanz y, al cabo de 20 minutos, a José Luis Sánchez Bravo. Después, los guardias civiles dispararon contra Baena. A las 10.05 todo había concluido. No pudo asistir a los fusilamientos ningún familiar de los condenados, pese a ser “ejecución pública”, según la ley.

La Guardia Civil impidió la entrada al campo de tiro a periodistas, abogados y familiares. Un coronel del Ejército quiso dejarlos pasar, para que quedara acreditado que sólo disparaban policías y guardias civiles, y no soldados. Pero un teniente coronel de la Guardia Civil, de inferior rango, impuso su mando. El único civil que presenció las ejecuciones fue el párroco de Hoyo de Manzanares, don Alejandro. Durante estos años, siempre ha rechazado relatar lo que vio, pero, lejos de las cámaras fotográficas, ha accedido a recordar el horror: “Además de los policías y guardias civiles que participaron en los piquetes, había otros que llegaron en autobuses para jalear las ejecuciones. Muchos estaban borrachos. Cuando fui a dar la extremaunción a uno de los fusilados, aún respiraba. Se acercó el teniente que mandaba el pelotón y le dio el tiro de gracia, sin darme tiempo a separarme del cuerpo caído. La sangre me salpicó»

Ese día en Barcelona el fusilado fue Juan Paredes Manot de 21 años y en Burgos, sin testigos ejecutaron a Ángel Otaegui de 33 años.


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