Venid a mi entierro
Venid a mi entierro venid apenados a las exequias la reunión con los ausentes, los llantos los abrazos a los presentes.
Venid a mi entierro en multitud dolorida.
Venid todos a arrimar el hombro en el paseo purificador a daros la mano entre los vivos a sentiros presentes.
Venid a arañar la tierra con las uñas, a abrir la fosa que me albergue a depositar las flores imposibles a escuchar el panegírico viaje dulcemente adornado por los amados a escudriñar las lágrimas contenidas en las cuencas de las amantes a reflexionar sobre la muerte entera en su dimensión exacta, perenne.
Venid todos.
Bajad el féretro quejumbroso sentid la cuerda que abrasa, que pesa, la muerte que busca el centro exacto la tierra recuperadora, sanadora.
Llorad por mi que no quería morir nunca que quería sobrevivir a la mediocridad de mi mismo a mi finitud melancólica aburrida.
Venid a mi entierro pensad en mi, sentirme, quererme una única vez una última vez una vez alguna vez.
Venid todos y trazar un círculo blanco.
Luego iros, olvidadme.
Yo os esperaré escribiendo pequeños poemas blancos, lúcidos sobre el más acá, el amor y la vida.
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