De la ociosidad

El otro día, me dio por revisar mi diario, el primero que escribí. Lo empecé en 2023, en enero, y, en una de las primeras entradas (22 de enero), ya escribí un pequeño germen de la idea que tengo para esta entrada.

Esa primera entrada tenía un título. Aunque he dicho que era mi diario, en realidad, me costó mucho tiempo considerarlo como tal. Para mí era, al principio, un cuaderno de escritura, pero esta historia quizás la cuente en el blog en otro momento. Pero ese era el motivo de titular la entrada, cuyo título era “Slow life (por llamarlo de algún modo)“. Ese día escribí sobre mi necesidad de bajar el pistón, frenar y dedicar tiempo a mis aficiones y, más importante, a mí mismo.

Para no dedicarle mucho tiempo y por si no me conocéis (los que me conocéis ya sabéis la historia), 2022 y 2023 han sido los peores años de mi vida. En 2022, me mudé a Francia, para trabajar, y estuve allí hasta enero de 2024 (cuando salí del país como alma que lleva el diablo). El primer año dejé todos mis hobbies. No fue hasta las Navidades de 2022 cuando decidí volver a retomar mis aficiones y empezar a cuidarme un poco más. En enero de 2023, tras pasar las Navidades en casa de mis padres, desempolvé estilográficas y tinteros y volví a escribir a mano, tanto en el trabajo como en casa. Empecé a afeitarme semanalmente mediante afeitado clásico, más lento pero más agradable y satisfactorio que el convencional. Y también empecé a cocinar un poco más.

En Francia no me di cuenta, trabajaba todos los días, como mínimo de 8:30 a 18:30. Pero al llegar a Madrid, comprendí que no quería seguir con ese ritmo de vida, quería poder disfrutar de mi vida, mi pareja, familia, amigos y aficiones. Algo que no podría hacer con jornadas de, como mínimo, 50 horas semanales.

Durante este año largo que ha pasado desde que he vuelto, han cambiado muchas cosas, todas para bien. Dos de las que más han cambiado han sido mi relación con el trabajo (ya no trabajo tanto) y la ociosidad. Ahora soy capaz de disfrutar de los largos cafés del fin de semana, en la terraza, mientras leo un libro. De los paseos tranquilos, de la escritura pausada, de una tarde de sofá, manta y películas. Placeres de los que no podía disfrutar en Francia sin sentirme culpable.

Este verano, momento de máxima ociosidad, visité la librería del barrio y me compré varios libros sobre la ociosidad, la pereza y el derecho al descanso. Aunque pocos todavía, estos libros tienen su propio espacio en mis estanterías, a los que se ha sumado, por supuesto, “La abolición del trabajo”, que lleva en mi biblioteca muchos años. Reconozco que, en muchos casos, me he sentido muy identificado con las lecturas. En concreto, un párrafo sobre el burnout me hizo entender muchas cosas sobre mi relación con el trabajo.

Y por eso, hoy, domingo, escribo en papel esta entrada para el blog, para pensarla y disfrutarla (y disfrutar también de la tinta de estilográfica que se acaba con esta entrada). Porque hoy soy capaz de disfrutar de mi tiempo libre, de parar y tomarme el tiempo necesario para hacer las cosas que me gustan. Quizás es hora de parafrasear la máxima tan manida y decir “ya correré cuando esté muerto”.


Los hashtags para esta entrada van a ser #VidaCotidiana y #Reflexiones


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Lechuza apoyada sobre una estilográfica rodeada por una corona de olivo.