Páramo Imperfecto

Un trocito imperfecto de cada una de mis letras.

#RescatandoHilos

Al habla Ampi, auter de este blog. Con el permiso de Rocío Vega, voy a publicar en formato de post en el blog su magnífico hilo sobre cocinar verduras.
Como es la primera vez que hago una cosa así en mi blog, he añadido un nuevo hashtag para que sea más identificable. La idea es que el hilo no se pierda en Mastodon y que se pueda acceder a toda la información que contiene usando un link.

Dicho esto, os dejo con las palabras de la autora del hilo.

  • * *

¿Queréis que os dé consejos de cómo cocinar y comer (más) verduras?

Primera parte: Turra sobre verduras y cocina

A ver, la cosa de las verduras es que gustan menos o de forma más compleja que otras cosas con mayor palatabilidad. Los macarrones con tomate te los metes por el culo porque están cojonudos y entran solos. El brócoli es un gusto adquirido. Además, las verduras tienen texturas que pueden repeler por ser *demasiado blandas* o *demasiado duras* o *demasiado fibrosas*. Hay verduras que podéis aprender a comer y a disfrutar y otras que no os van a gustar nunca y no pasa nada. Hay otras que os van a gustar pero solo debajo de cinco centímetros de queso y otras que solo en crudo o solo salteadas o solo en puré. Tampoco pasa nada.

La clave de las verduras es que los boomers no saben cocinarlas. Esto es así. Nos han acostumbrado a que las judías verdes son una cosa pastosa que se sirve con un dedo de agua en el plato por escurrirlas mal, lo mismo con el brócoli o las espinacas o la coliflor.

Punto número uno: las verduras hay que cocinarlas lo justo. Es mejor a nivel nutricional y también en cuanto a su textura. Cada persona tiene su preferencia, pero os garantizo que un brócoli al dente es más agradable de comer que uno que se hace puré en la boca. Con la col pasa lo mismo. ¿La col crujiente de los rollitos de primavera? Mucho menos cocinada de lo que solemos.

Número dos: no hay por qué comer verduras solas, lo que no quiere decir que haya que sumergirlas en un mar de bechamel. Que no está mal comer coliflor con bechamel, ¿eh? Pero seguro que preferís no abusar.

Un sofrito de ajo (y pimentón, y hasta guindilla) le sienta estupendamente a la mayoría de verduras “de plato” (coliflor, brócoli, acelgas, coles de bruselas, judias verdes...). Es fácil de hacer y le da un sabor más intenso y rico que el amargor propio de la verdura.

Pero comer verdura de plato es arriesgado para el paladar desentrenado. Para comer más verdura no hace falta comer la verdura sola. Y tampoco hay que comer muchísima. Si estáis aprendiendo a comer brócoli, con echar dos o tres flores al sofrito de arroz o fideos estilo asiático os permite ir acostumbrandoos sin abrumaros ni quedaros con hambre. Si son espinacas, pues un puñado. Si es coliflor, igual os atrevéis a hacer un puré que imita al de patata y queda resultón como guarnición.

Según la preparación el gusto cambia bastante. Las espinacas cocidas tienen un sabor fuerte y terroso que a mí no me convence, pero crudas en ensalada o como lechuga de un bocata o una hamburguesa dan muy bien el pego (ojo que crudas se deben comer con moderación por contener movidas químicas que no recuerdo).

Si tenéis dificultades con las verduras en general, ¡haced salsas de verdura! La salsa típica de las albóndigas lleva cebolla, zanahoria y pimiento verde triturados. ¡Es sana! Lo mismo con muchas preparaciones indias, que constan de cebolla, tomate, ajo y jengibre triturados y están de muerte.

Si os gustan los potajes de legumbres pero no os gustan los trozos, picad la verdura de condimentación muy finito y se deshará en el caldo. Si no os parece suficiente podéis triturarlo.

Podéis “esconderos” la verdura en boloñesas y otras salsas de pastas.

Identificad qué es lo que no os gusta de una verdura en concreto y mirad si podéis cambiarlo. ¿No os gusta el puerro porque es muy dulce, porque tiene hilillos o porque se queda muy blando? ¿Hay alguna manera de introducirlo en la dieta sin esa variante?

También sois personas adultas y podéis decidir qué queréis comer y cómo. Habrá verduras que no queráis ver ni en pintura y está bien. Yo la hoja de la acelga no la soporto, me sabe a pozo.

Al final todo esto es un truco para animaros a que aprendáis a cocinar, que probablemente sea una de las habilidades más útiles que podéis adquirir.

Ya os iré poniendo ideas y recetas

Otra movida que ayuda a aumentar la cantidad de verduras es acostumbrarse a ponerle un poco de verdura a todo. Si te haces una sopa de fideo, échate una zanahoria picada. Si te salteas un arroz con pollo, echa un puñado de col. Si te haces un bocata ponle cebolla pochada, o tomate, o unas hojas de espinaca.

Si al plato no le entra verdura, pues luego te comes una manzana.

Segunda parte: Recetas

Una de las mejores cosas que podéis aprender a hacer es un salteado de fondo de nevera. El salteado de fondo de nevera es lo que hacer para comer un día que no tienes muy claro qué hay de comer.

Lo único que necesitas es algo de arroz blanco (mejor si es del día anterior, pero sinceramente a mí no me suele sobrar), fideos de algún tipo (udon, de huevo, de arroz... valen hasta espaguetis) y “lo que tengas por la nevera”. Lo ideal es meter verdura a muerte y alguna proteína. En mi casa puede ser:

-Un cuarto de cebolla en juliana
-Una zanahoria en bastones
-Un puñado de guisantes
-Un puñado de hojas de espinaca (las puedes romper con la mano)
-Un trozo de col en juliana
-Un par de flores de brócoli
-Medio pimiento (rojo o verde) en tiras

-Un puñado de gambas
-Un puñado de aros de calamar
-Media pechuga de pollo
-Tofu desmigado o en bloques
-Un puñado de carne picada
-La rara ternera en tiras
-Dos huevos en tortilla (que luego se rompe con la espátula)

Todo puede estar congelado y se descongela o antes o en la misma sartén. De hecho, la verdura congelada es ideal para empezar a comerla: como está conservada no tienes prisa por cocinarla, suele estar ya porcionada aunque sea grosso modo, es más barata y nutricionalmente es casi indistinta de la fresca.

Vas echando la verdura en la sartén o wok caliente con un poco de aceite por orden de dureza (es decir, zanahorias y col primero, espinaca lo último), luego la proteína y por último el carbohidrato (puedes hasta cocer los fideos en la sartén si le echas agua y lo tapas). Sí, la gente que hace salteados pro va haciendo cada ingrediente por separado y ni de coña le echan líquido a la sartén, pero esta batalla es en tu casa, quieres comer rico, rápido y manchando lo menos posible. Nadie te va a juzgar.

A esto le das EL SABOR, que puede ser una combinación al gusto de ajo y jengibre picados, salsa de soja, salsa de ostras, especias, mirin, vino chino, sake, salsas picantes y un poco lo que te apetezca. Cada día sale algo distinto.

Este tipo de salteados fueron los que me hicieron darme cuenta de que oye, la col está bien rica y no tiene por qué parecerse en absoluto a lo que dice mi madre que es la col.

Crema de verduras

Una crema de calabacín, calabaza o puerro (por decir algo) es de las cosas más fáciles que puedes cocinar. Totalmente apto para novatos y con preparación mínima.

Corta cebolla y ajo en juliana y a la cazuela, que sude. Mientras, corta la verdura en aros o cubos grandes y échalo. también. Puedes ponerle a todo un poco de sal para que se ablande un poco más rápido, pero tampoco tienes prisa. Puedes echarle una patata también en cubos y pelada. Llena la cazuela de agua (o caldo de verduras, o agua y una pastilla de caldo) y a cocer hasta que la verdura esté blandita. Y cuando lo esté, tritúralo todo con batidora de brazo o procesador de alimentos, lo que prefieras. Salpimenta al gusto y ya está, tienes una crema casera de verduras que se puede congelar de lujo. Si quieres que te quede mucho más cremosa, pásalo por un colador chino.

Si tienes problemas con la textura de la crema, prueba a servirla con picatostes, nueces, almendras, pistachos... Puedes saltear un poco de bacon y echárselo por encima (desgrasado, mejor). Puedes cortar una salchicha en rodajas y echarla a nadar. También puedes echarle queso rallado. Hay gente que le echa un quesito. Emberdad prueba lo que más te guste.

(Me vais a perdonar que no dé cantidades pero, como dice Angua, yo cocino a ojo, como una abuela).

Alcachofas en salsa verde con bacon

A mí no me iban mucho las alcachofas (por no decir que no las había probado) hasta que me enseñaron esta receta en la escuela de cocina. Yo las he hecho con alcachofas de bote y congeladas, nunca con alcachofa fresca. Las no frescas tienden a ser un poco más pellejudas y saber más ácidas que las frescas, pero como un acercamiento a la alcachofa no está mal.

Básicamente hay que cocinar las alcachofas al vapor, saltear bacon en trozos y hacer una salsa verde. La salsa verde es muy sencillita y la única complicación que tiene es la de hacer bien la velouté sin que salgan grumos.

Una velouté es una bechamel con proporciones diferentes y con caldo en vez de leche. Primero se calienta una grasa (aceite en este caso) y después se echa una cantidad de harina (que depende de la elaboración). Se mezcla todo bien hasta que quede homogéneo Y SE SACA DEL FUEGO. A esta mezcla se le llama roux. Una vez fuera del fuego echamos un poco del líquido total y removemos hasta que no haya grumos. Se vuelve a echar un poco más de líquido y se remueve hasta que no haya grumos, y así hasta incorporar todo el líquido. Es vital hacerlo fuera del fuego porque si rompe a hervir las burbujas nos van a crear los grumos. Hacedlo fuera del fuego, no falla nunca. Una vez está todo incorporado lo devolvemos al fuego porque la harina necesita cocinarse.

Total, que hay que saltear un poco de ajo y cebolla picada en aceite y añadir harina para crear la roux. Se saca del fuego, se añade perejil abundante y entonces se va echando el líquido como he descrito arriba. Se cocina la velouté, se pone a punto de sal y pimienta y solo queda mezclar las alcachofas con la salsa verde y servir el bacon por encima.

BIBIMBAP

Para este plato vas a necesitar gochujang, que puedes comprar en un supermercado asiático o en internet. Si te gusta el picante, lo vas a disfrutar mucho.

El bibimbap es el plato de fondo de nevera elevado. No tiene mucho misterio: es un lecho de arroz blanco sobre el que pones, ordenadamente, verdura diferente en bastones, salteada o en crudo en función de cuál sea. Zanahoria, col o kimchi, cebolla, brotes de soja, calabacín, pepino, espinacas... También admite setas y carne en tiras o tofu marinado en cubos. El bibimbap es muy bonito y colorido. Lo coronas con un huevo frito (o dos si son pequeños) y haces una salsita a base de gochujang, salsa de soja, azúcar, pimienta, un poco de agua para diluir... Se come rompiendo el huevo y mezclándolo todo. Es muy nutritivo, tiene un montón de verdura y el gochujang le da un sabor que no te esperas. Vas a comer verdura a paladas sin darte ni cuenta.

BOCATAS

Los bocatas, el sufrimiento de vegetarianos y veganos. Es *raro* encontrarte un bocata vegano y rico en estado salvaje, pero hay muchos que te puedes hacer en casa sin casi esfuerzo.

Asa (en horno o a la plancha) pimientos, cebolla y calabacín, unta el interior del bocata con hummus y dispón la verdura. Y ya está. Sabe dulce y salado, cremoso y crujiente por el pan. El calabacín y el pimiento son carnosos y agradables de morder y con el aceite son un manjar.

Seguro que hay más variantes que alguien os va a contar en los comentarios de este post.

  • * *

¡Al habla Ampi de nuevo! Como habréis podido comprobar, en el hilo hay muchas ideas interesantes que merece la pena aplicar en nuestro día a día en la cocina. No dudéis en echarle un ojo a los comentarios del hilo y aportar vuestras ideas si las tenéis.

Por último, quisiera deciros que en la firma de este blog (el párrafo final que sale de forma automática en todos los post) dice que podéis dirigir los comentarios sobre la entrada a mi cuenta. En este caso, como el contenido no es mío, os animo a dejar los comentarios a Rocío Vega

Espero que os haya gustado tanto como a mí.

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#Microrrelatos

Este relato fue escrito el 3/6/2017 No he querido modificarlo para que refleje cómo eran mis procesos mentales de aquella época de mi vida.

CW: Misoginia, machismo, gordofobia, violencia implícita

Ella duele

Duele. Duele mucho. Duele, porque podría ser la historia de cualquiera. La mía, la tuya, la de alguien a quien quieres. Es una historia sobre una mujer. Y no, no duele porque sangremos al ritmo de la luna. No duele, tampoco, por traer vida nueva. Sangre nueva. Dolor nuevo. No, no duele por eso. Tengo hermanas que no lo hacen. Hermanas que nacieron sin útero, por ejemplo. No puedo hablar por todas ellas. No puedo hablar por todas mis hermanas que sufren, ni por aquellas que no saben que sufren, porque su dolor les parece lo normal. Pero sí puedo contar esta historia de dolor. Una vez dicho esto, vamos a centrarnos en ella.

Ella no nació mujer, ella llegó a serlo. Qué pena. Pobrecita. Su madre la miró con lástima cuando se dio cuenta. Si hubiera sido un hombre, habría proclamado su alegría al ver lo que iba llegando a ser. Pero estamos hablando de ser una mujer y eso, amigas mías... ¿Realmente es motivo de alegría? ¿Fue motivo de alegría que ella empezara a sentir vergüenza por cada “fallo” de su cuerpo? ¿Que aprendiera que tenía que ocultarlo de cada mirada ajena? Porque claro, los demás no iban a dejar de mirar ni aprender a no hacerlo. ¿Y fue una alegría que ella empezara a sentir que no valía nada porque sus amigas tenían pareja y ella no? Quién te va a querer, con esos pechos pequeños. Quién te va a querer, con esos pechos grandes. Quién te va a querer, con esas estrías. Quién te va a querer, gorda. Quién te va a querer, fea. ¿Quién será lo bastante valiente como para decirle que el amor no depende de una imagen? ¿Quién le dirá que puede que no sea perfecta y que eso da igual, porque es válida tal como es? ¿Quién le dirá que vale más ser fiel a una misma que a un supuesto amor ajeno? Ojalá se lo hubieran dicho... Ojalá. Aún así, ¿se lo habría creído? ¿Se habría atrevido a levantar la voz contra todos los que decían lo contrario? “Calladita estás más guapa”, le decían.

Lo que sí le decían sus amigas eran cosas como: “Ay, yo sí que estoy gorda.” “Ay, yo sí que soy fea.” Porque a todas ellas les decían lo mismo que a ella. Sin embargo, ella las veía perfectas o, en el peor de los casos, no le parecía que sus defectos fueran para tanto. No eran tan horribles como los de ella, claro. Las demás chicas, las que no eran sus amigas, simplemente la miraban por encima del hombro. Porque no podían dejar que se pusiera por encima de ellas. No obstante, ella nunca se preguntó si realmente había un “por encima”... O no.

Ella empezó a seguir los consejos que le llegaban por todos los medios. “Échate esta crema.” Se la compró hasta cuando las deudas le apretaban el cuello. “Haz dieta.” La hizo hasta casi morir de hambre. “Ponte tacones.” Se los puso incluso cuando tenía ampollas en los pies. “Ponte este sujetador.” Y su mayor alivio era poder llegar a casa y quitárselo. “Depílate.” Se arrancó sus pelos uno a uno, llorando, quemándose la piel, cortándose hasta el alma. Ella tenía vello de forma natural y le hicieron ver que era absolutamente grotesco. Mientras los chicos mostraban el suyo, orgullosos y con alegría. Pero volvamos a hablar de ella. Ella tenía el corazón con alas. Le arrancaron las plumas una a una, entre gritos silenciosos. Entre noches de llanto. Entre películas, series, libros, en las que los problemas de la dulce protagonista desaparecían al llegar su príncipe. Ella se preguntaba cuándo llegaría el suyo para solucionar su vida. Porque ella no podía hacerlo sola, ¿no? Era débil... ¿No? Por supuesto, tampoco se planteaba que llegara una princesa para ella, ni ser ella la que llegase buscando a alguien. Eso no era lo que le habían dicho que tenía que pasar.

Entonces llegó ese día. Ese maravilloso día. Llegó él y le dijo que era suya. Ella le contestaba que sí, que era suya por completo. En su herido cuerpo y su destrozada alma. Ella nunca le pedía nada y se lo daba todo. Tampoco decía que él era suyo. ¡Ni siquiera se lo merecía, siendo ella tan horrible! Y él la trataba como eso, como si ella fuera suya. Había muchos días que ella hacía cosas que a él no le gustaban. Ella, un ser imperfecto, tenía la culpa de todo. Siempre. Normal, ¿no? Hasta que llegó el día en que la sangre corrió. La sangre corre. Sangre de mis hermanas. Duele. Duelo.

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#Pensamientos

CW: Mención a terapia psicológica, depresión, actividad deportiva y pautas nutricionales. Si crees que debo añadir alguno más, por favor, dímelo.

Dicen que una vez al año no hace daño y aquí ando yo, de vuelta a las publicaciones del blog. Llevo un tiempo dándole vueltas a la idea de retomarlo y, por fin, se hace realidad. ¿Por qué ahora? Bueno, la pregunta es por qué no. ¿Conseguiré tener una racha escritora y publicar con cierta periodicidad (que no sea anual)? Bueno, ya lo veremos. Lo cierto es que las circunstancias de mi vida han cambiado mucho desde la última vez que escribí.

Se terminó un contrato que tenía cierta estabilidad y que me estaba dejando sin vida. Ahora mis contratos son cortos e irregulares, pero puedo sobrevivir con mis ahorros.

He vuelto a terapia psicológica. De hecho, de ahí viene el título de esta publicación. En una de las sesiones nos dedicamos a hacer un viaje a través del tiempo y analizamos el blog que escribía cuando tenía quince años. Una auténtica ventana hacia mi yo más joven (y me da cierto repelús en algunas partes, por eso no lo comparto). Es curioso cómo se podían observar claramente ciertos rasgos autistas, como la capacidad de mantener un hiperfoco. Volviendo a la terapia, el objetivo inicial era gestionar la ansiedad que me producían los cambios en mi puesto de trabajo. Sin embargo, está resultando ser un trabajo de autoconocimiento muy interesante. No sé a dónde me llevará esta labor, pero estoy deseando averiguarlo. Quién sabe, quizá estoy creando aquí una nueva ventana hacia mi yo de ahora. Por si me estás leyendo: ¡Hola, yo del futuro! Y, por si empieza a leerme mi psicóloga actual: ¡Hola, Eva! ¡Eres estupenda!

He comenzado a entrenar fuerza de manera regular. ¡Una cosa que a mí me parece tremenda! Jamás en mi vida me ha gustado la actividad física, con la única excepción muy cogidita con pinzas de la natación. Tuve un profesor de Educación Física en el instituto, al cual aún le tengo mucho cariño, que me ayudó a ver el deporte con otros ojos. Me enseñó la importancia de mantener una mente sana en un cuerpo sano y me descubrió muchas actividades deportivas que no conocía. De todas formas, en cuanto terminé el instituto, la universidad (y la vida, en general) me engulló por completo. Durante mucho tiempo pensé que sus esfuerzos (y los míos) habían caído en saco roto. Hasta este año. Encontré una publicación de Mastodon de alguien que ya no recuerdo quién era (lo siento) recomendando a Fran Mesa (quien, por cierto, está desde noviembre en esta cuenta ). Empecé a ojear su página web y sus redes sociales y me gustó mucho su enfoque. Al conocerlo por videollamada me dio una magnífica impresión y ha superado todas mis expectativas. Puede parecer publicidad encubierta, pero de verdad que es un amor de persona y un profesional inigualable. Aunque no os interese para nada el mundo de la psicología deportiva, merece muchísimo la pena seguirlo por redes sociales. Y, de verdad, si os habéis propuesto empezar a entrenar, a moveros o a tener una mejor relación con vuestro cuerpo, os aseguro que os puede ayudar muchísimo.

He comenzado a cuidar más mi alimentación gracias al asesoramiento de mi nutricionista, Pilar. El de la papelería de mi barrio le debe estar muy agradecido, porque sus pautas nutricionales son mega completas. A veces se me hace cuesta arriba llevarlo todo hacia delante, pero luego recuerdo que el objetivo es comer mejor, no perfecto.

Vale, ahora que lo pienso, les acabo de hacer publicidad a mi psicóloga, mi entrenador y mi nutricionista. Espero que me disculpéis pero, como habéis podido comprobar, tengo buenas razones. Sin ellos, mi año 2024 habría sido muy diferente.

He reconectado con viejas amistades con una profundidad que no me esperaba y que me reconforta el corazón. Mis sosias, os quiero mucho.

He continuado mi camino espiritual con más claridad que nunca. Sigue siendo un camino retorcido y del cual no se ve exactamente a dónde llegará, pero estoy en mi senda. Larga, yerma y cruel... Quien sepa entender, entenderá.

Ayer fue el día mundial contra la depresión. Me parece mentira lo mucho que han cambiado las cosas desde que me vi padeciendo una. Ahora miro hacia el futuro con algo de miedo, sí, pero también con esperanza, curiosidad y compasión. No os quiero aburrir con frases míster wonderfuleras de “¡Todo saldrá bien!”. Pero sí que hay un mensaje que me hubiera gustado decirle a mi yo del pasado. Por si a alguien le sirve aquí os lo dejo: Ahora no lo ves, pero hay muchos caminos. Hay muchas alternativas. Hay mucho más en la vida de lo que ves ahora. Hay muchas cosas inesperadas y buenas que pueden suceder. Hay mucho que no está en tu mano, pero lo poco que sí está puede ser más poderoso de lo que crees. Te mereces amor sin importar lo que hagas o lo que no hagas. No eres mala persona por cometer errores o por no cumplir las expectativas de otros.

Con esto os dejo por el momento, querides lectores. ¡Hasta la próxima!

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#Pensamientos

Qué puedo contar que no se haya contado ya. Qué puedo decir que no se haya dicho ya. El agotamiento y el miedo me han enterrado durante este último mes de mi vida. No he hecho casi nada de lo que habría querido hacer. Me he limitado a hacer mi trabajo, mis tareas y sobrevivir. O, al menos, eso he pensado durante este tiempo. Lo cierto es que han enterrado una semilla. Las raíces han ido creciendo. He hecho nuevas amistades. He encontrado pequeños momentos: para leer, disfrutar de los rayos del sol, escuchar el trino de las aves en mis ventanas. Sin embargo, había una pesada losa que no dejaba a la semilla germinar. El trabajo asalariado, ese que dicen que dignifica. Sí, mi trabajo es muy gratificante. Sí, creo que he podido marcar la diferencia en estos años con mi presencia. Y sí, también me estaba agotando hasta dejarme sin nada. Tener que estar pendiente de todo. Levantarme a horas intempestivas para cualquier ser humano. Conducir dos horas cada día y sentirme culpable por ello. Atender a llamadas de compañeras fuera del horario laboral y sin avisar (me acaba de llamar mientras estaba escribiendo esto). Dirán lo que quieran, pero eso no es vida. Y ahora que la losa se ha ido, quizá pueda salir un pequeño brote. Sigo teniendo miedo a que sea aplastado por el próximo contrato. Pero, ¿quién sabe? Quizá logre tener suficiente fuerza, unas raíces lo bastante profundas y unas ramas lo bastante gruesas para buscar lo que quiero: una vida plena y con sentido.

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#Pensamientos

Se suponía que esta entrada tenía que ser la primera. Como una especie de presentación del blog, una reflexión personal. También se suponía que tenía que salir un día al parque, escribirla a mano y luego pasarla a limpio. Afortunadamente, hace tiempo ya que aprendí que mis expectativas y exigencias suelen ser demasiado altas. Tan altas que podía haber postergado la escritura de esta entrada hasta el infinito, sin llegar a absolutamente nada. Así que he desechado las expectativas y aquí estoy, publicando esto. Y aquí estás tú, leyendo lo que he escrito.

Escritura Social me abre el cerrojo de una puerta que durante un tiempo creía que era imposible abrir. Tras la puerta, vienen muchas preguntas. ¿Por qué escribo? ¿Para qué escribo? ¿Qué es para mí escribir? ¿Y sobre qué podría escribir? ¿Qué es lo que quiero escribir, exactamente?

Llevo meses dándole vueltas a estas cuestiones y creo que tengo una amalgama de respuestas poco definidas. Algunas son aún más preguntas en lugar de respuestas. Y es que, ¿acaso hace falta una razón especial para escribir? En la antigüedad, la lectura y la escritura eran un conocimiento culto, místico, incluso con connotaciones mágicas en algunas sociedades. Hoy día, con la alfabetización de la mayor parte de la población, parece que ha perdido ese misterio y encanto, aunque cada vez estoy más convencide de que no es así. La habilidad de leer y escribir es una herramienta. Puede ser tan mundana o tan sagrada como queramos que lo sea. ¿Qué quiero yo que sea, pues? Quizá algo que esté en el medio. Ni demasiado mundana como para quitarle la importancia que se merece, ni demasiado sagrada como para que me paralice el mero hecho de planear ponerme a escribir.

Como me decía C. Pimentel hace pocas horas (os habréis dado cuenta de que, cuando me inspiro, escribo rápido), lo importante es disfrutar porque así escribir se hace mucho más fácil. En la época en la que escribía fanfics y roles (qué época tan loca), la mayoría de mi disfrute venía de los comentarios de mis amistades y otras personas desconocidas. Era agradable que alabaran tus ideas o tu estilo. Tremendamente agradable. Tanto, que consiguió alejar a la depresión durante un tiempo, a pesar de que se me acercaba con pasos agigantados.

No sé si habrán sido los cerca de diez años que han pasado (y la madurez que generan) o la terapia, pero he decidido que no quiero depender de comentarios ajenos. No quiero que mi escritura se base en lo que guste más o lo que guste menos. Tampoco me voy a engañar: le paso lo que escribo a mis amistades y me sigue gustando que me comenten. Sin embargo, no quiero que ese sea mi motor. Quiero que sea interno, el propio amor a la escritura y a toda la magia que le rodea. Es una bendición y un privilegio poder compartirla, pero ya no es un requisito imprescindible.

Escribo para mí, para mi disfrute, para dar rienda suelta a mi propia creatividad. Porque es agradable ver cómo se dibujan tus palabras en papel o una pantalla. Y cómo se dibujan las escenas o los sentimientos que quiero proyectar. Si a alguien más le gusta o se identifica con lo que escribo, bienvenido sea. Si se me ocurre algo que me parece brillante, bienvenido sea. Y si no sucede nada de esto... Pues también, adelante. A seguir escribiendo. Que mis letras sigan andando, aunque no lleguen a ninguna parte. Le iré dando lentamente forma al blog y a sus entradas en el proceso, para sentirlo como algo cada vez más mío.

Escribo para disfrutar. Escribo por amor a la escritura, por amor a este arte que espero no dejar apartado de mi vida nunca más. Si quieres acompañarme en esta aventura, te doy la bienvenida. Quédate si te apetece y márchate sin compromiso. Yo seguiré aquí, escribiendo, si alguna vez quieres volver.

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#Microrrelatos

Queridas personas que dejasteis atrás la infancia:

No sabemos si os habéis portado bien o mal este año. Es más, confiamos en que hayáis dejado atrás no solamente vuestros primeros pasos en la vida, sino también los conceptos cerrados y dicotómicos del “bien” y el “mal”. Seguro que ya os habéis dado cuenta de que el mundo es mucho más complejo, ¿verdad? Hay una enorme escala de grises. Ojalá elijáis siempre la opción correcta, si es que la hay. O al menos, la opción menos dañina.

Todavía recordamos y guardamos con cariño las cartas que nos enviasteis. Quizá no pudimos daros todo lo que queríais. Lo hicimos lo mejor que pudimos con lo que teníamos en ese momento. Esperamos que sepáis perdonarnos y os damos las gracias por vuestra comprensión.

Pensaréis que lo único que os dábamos regalos y caramelos, pero queríamos daros mucho más. Magia, ilusión, amor. Una lección de generosidad. Saber recibir, para luego saber dar.

No os equivoquéis, no se ha acabado la magia en vuestra vida. Se mantiene a través del amor y la amistad, las conexiones que habéis creado por el camino. Alimentad esas conexiones, cuidaos y amaos mutuamente.

En esta ocasión, habréis comprobado que somos nosotros los que os estamos haciendo peticiones. Ésta es la más importante: colaborad con nosotros. Regalad toda la ilusión y la magia a los siguientes. Ya sabéis a quiénes nos referimos. Ahora tenéis el poder. Sin vuestro apoyo, no somos nada. Pedid menos, dad más. Cubrid todas sus necesidades, incluso si no son de vuestra sangre. Respetad su crecimiento y sus emociones. Dadles menos objetos y más horas de juego en grupo. Más contacto con la naturaleza y con la vida misma. Dadles un mundo mejor que el que os habéis encontrado.

Muchas gracias por leernos. Gracias por todo.

Con cariño, Sus Majestades, los Reyes Magos de Oriente.

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#Microrrelatos

Hay una razón por la cual hay más hembras que machos en una especie y estoy empezando a entender que la mía funciona de forma parecida. Supe, hace poco, que mi único progenitor biológico falleció poco antes de que yo rompiera el cascarón y mi madre, de una especie diferente a la mía, me adoptó cuando era muy pequeño. De modo que nadie pudo explicármelo. Poco a poco, a base de investigar, he ido descubriendo algunos detalles. Somos hermafroditas, pero, normalmente, nos manifestamos como hembras la mayor parte de nuestra vida, o toda la vida entera. Yo no. Yo siempre he sido un macho. Siempre me ha gustado estar con niños, jugar con ellos, aprender con ellos. Claro, soy (¿era?) uno de ellos. Últimamente estoy empezando a sentir a aquellos que son más débiles que yo, de una forma distinta y... Temo llegar a un punto en el que no pueda controlarme. Tengo que volver a mis orígenes para entenderlo. Seguir investigando. Comprender de dónde vienen esas ansias por ser el rey, por querer dominarlo todo. Para poder dominarlas yo a ellas.

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#Pensamientos

Los comienzos son difíciles. Hay una pequeña chispa, una idea, una ruptura de la rutina. Hay que dar el primer paso si quieres viajar. ¿Y a dónde voy yo? ¿Cuál es mi objetivo en este viaje? Quiero escribir. Sin más. Simple, llano, imperfecto. Con poros, arañazos, cicatrices. Con todo. Si queréis acompañarme, os doy la bienvenida a este páramo, en el que espero ir plantando las semillas de mi creatividad.

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