Se suponía que esta entrada tenía que ser la primera. Como una especie de presentación del blog, una reflexión personal. También se suponía que tenía que salir un día al parque, escribirla a mano y luego pasarla a limpio. Afortunadamente, hace tiempo ya que aprendí que mis expectativas y exigencias suelen ser demasiado altas. Tan altas que podía haber postergado la escritura de esta entrada hasta el infinito, sin llegar a absolutamente nada. Así que he desechado las expectativas y aquí estoy, publicando esto. Y aquí estás tú, leyendo lo que he escrito.
Escritura Social me abre el cerrojo de una puerta que durante un tiempo creía que era imposible abrir. Tras la puerta, vienen muchas preguntas. ¿Por qué escribo? ¿Para qué escribo? ¿Qué es para mí escribir? ¿Y sobre qué podría escribir? ¿Qué es lo que quiero escribir, exactamente?
Llevo meses dándole vueltas a estas cuestiones y creo que tengo una amalgama de respuestas poco definidas. Algunas son aún más preguntas en lugar de respuestas. Y es que, ¿acaso hace falta una razón especial para escribir?
En la antigüedad, la lectura y la escritura eran un conocimiento culto, místico, incluso con connotaciones mágicas en algunas sociedades. Hoy día, con la alfabetización de la mayor parte de la población, parece que ha perdido ese misterio y encanto, aunque cada vez estoy más convencide de que no es así.
La habilidad de leer y escribir es una herramienta. Puede ser tan mundana o tan sagrada como queramos que lo sea. ¿Qué quiero yo que sea, pues? Quizá algo que esté en el medio. Ni demasiado mundana como para quitarle la importancia que se merece, ni demasiado sagrada como para que me paralice el mero hecho de planear ponerme a escribir.
Como me decía C. Pimentel hace pocas horas (os habréis dado cuenta de que, cuando me inspiro, escribo rápido), lo importante es disfrutar porque así escribir se hace mucho más fácil.
En la época en la que escribía fanfics y roles (qué época tan loca), la mayoría de mi disfrute venía de los comentarios de mis amistades y otras personas desconocidas. Era agradable que alabaran tus ideas o tu estilo. Tremendamente agradable. Tanto, que consiguió alejar a la depresión durante un tiempo, a pesar de que se me acercaba con pasos agigantados.
No sé si habrán sido los cerca de diez años que han pasado (y la madurez que generan) o la terapia, pero he decidido que no quiero depender de comentarios ajenos. No quiero que mi escritura se base en lo que guste más o lo que guste menos. Tampoco me voy a engañar: le paso lo que escribo a mis amistades y me sigue gustando que me comenten. Sin embargo, no quiero que ese sea mi motor. Quiero que sea interno, el propio amor a la escritura y a toda la magia que le rodea. Es una bendición y un privilegio poder compartirla, pero ya no es un requisito imprescindible.
Escribo para mí, para mi disfrute, para dar rienda suelta a mi propia creatividad. Porque es agradable ver cómo se dibujan tus palabras en papel o una pantalla. Y cómo se dibujan las escenas o los sentimientos que quiero proyectar. Si a alguien más le gusta o se identifica con lo que escribo, bienvenido sea. Si se me ocurre algo que me parece brillante, bienvenido sea. Y si no sucede nada de esto... Pues también, adelante. A seguir escribiendo. Que mis letras sigan andando, aunque no lleguen a ninguna parte. Le iré dando lentamente forma al blog y a sus entradas en el proceso, para sentirlo como algo cada vez más mío.
Escribo para disfrutar. Escribo por amor a la escritura, por amor a este arte que espero no dejar apartado de mi vida nunca más. Si quieres acompañarme en esta aventura, te doy la bienvenida. Quédate si te apetece y márchate sin compromiso. Yo seguiré aquí, escribiendo, si alguna vez quieres volver.
#Pensamientos
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