Ella duele

#Microrrelatos

Este relato fue escrito el 3/6/2017 No he querido modificarlo para que refleje cómo eran mis procesos mentales de aquella época de mi vida.

CW: Misoginia, machismo, gordofobia, violencia implícita

Ella duele

Duele. Duele mucho. Duele, porque podría ser la historia de cualquiera. La mía, la tuya, la de alguien a quien quieres. Es una historia sobre una mujer. Y no, no duele porque sangremos al ritmo de la luna. No duele, tampoco, por traer vida nueva. Sangre nueva. Dolor nuevo. No, no duele por eso. Tengo hermanas que no lo hacen. Hermanas que nacieron sin útero, por ejemplo. No puedo hablar por todas ellas. No puedo hablar por todas mis hermanas que sufren, ni por aquellas que no saben que sufren, porque su dolor les parece lo normal. Pero sí puedo contar esta historia de dolor. Una vez dicho esto, vamos a centrarnos en ella.

Ella no nació mujer, ella llegó a serlo. Qué pena. Pobrecita. Su madre la miró con lástima cuando se dio cuenta. Si hubiera sido un hombre, habría proclamado su alegría al ver lo que iba llegando a ser. Pero estamos hablando de ser una mujer y eso, amigas mías... ¿Realmente es motivo de alegría? ¿Fue motivo de alegría que ella empezara a sentir vergüenza por cada “fallo” de su cuerpo? ¿Que aprendiera que tenía que ocultarlo de cada mirada ajena? Porque claro, los demás no iban a dejar de mirar ni aprender a no hacerlo. ¿Y fue una alegría que ella empezara a sentir que no valía nada porque sus amigas tenían pareja y ella no? Quién te va a querer, con esos pechos pequeños. Quién te va a querer, con esos pechos grandes. Quién te va a querer, con esas estrías. Quién te va a querer, gorda. Quién te va a querer, fea. ¿Quién será lo bastante valiente como para decirle que el amor no depende de una imagen? ¿Quién le dirá que puede que no sea perfecta y que eso da igual, porque es válida tal como es? ¿Quién le dirá que vale más ser fiel a una misma que a un supuesto amor ajeno? Ojalá se lo hubieran dicho... Ojalá. Aún así, ¿se lo habría creído? ¿Se habría atrevido a levantar la voz contra todos los que decían lo contrario? “Calladita estás más guapa”, le decían.

Lo que sí le decían sus amigas eran cosas como: “Ay, yo sí que estoy gorda.” “Ay, yo sí que soy fea.” Porque a todas ellas les decían lo mismo que a ella. Sin embargo, ella las veía perfectas o, en el peor de los casos, no le parecía que sus defectos fueran para tanto. No eran tan horribles como los de ella, claro. Las demás chicas, las que no eran sus amigas, simplemente la miraban por encima del hombro. Porque no podían dejar que se pusiera por encima de ellas. No obstante, ella nunca se preguntó si realmente había un “por encima”... O no.

Ella empezó a seguir los consejos que le llegaban por todos los medios. “Échate esta crema.” Se la compró hasta cuando las deudas le apretaban el cuello. “Haz dieta.” La hizo hasta casi morir de hambre. “Ponte tacones.” Se los puso incluso cuando tenía ampollas en los pies. “Ponte este sujetador.” Y su mayor alivio era poder llegar a casa y quitárselo. “Depílate.” Se arrancó sus pelos uno a uno, llorando, quemándose la piel, cortándose hasta el alma. Ella tenía vello de forma natural y le hicieron ver que era absolutamente grotesco. Mientras los chicos mostraban el suyo, orgullosos y con alegría. Pero volvamos a hablar de ella. Ella tenía el corazón con alas. Le arrancaron las plumas una a una, entre gritos silenciosos. Entre noches de llanto. Entre películas, series, libros, en las que los problemas de la dulce protagonista desaparecían al llegar su príncipe. Ella se preguntaba cuándo llegaría el suyo para solucionar su vida. Porque ella no podía hacerlo sola, ¿no? Era débil... ¿No? Por supuesto, tampoco se planteaba que llegara una princesa para ella, ni ser ella la que llegase buscando a alguien. Eso no era lo que le habían dicho que tenía que pasar.

Entonces llegó ese día. Ese maravilloso día. Llegó él y le dijo que era suya. Ella le contestaba que sí, que era suya por completo. En su herido cuerpo y su destrozada alma. Ella nunca le pedía nada y se lo daba todo. Tampoco decía que él era suyo. ¡Ni siquiera se lo merecía, siendo ella tan horrible! Y él la trataba como eso, como si ella fuera suya. Había muchos días que ella hacía cosas que a él no le gustaban. Ella, un ser imperfecto, tenía la culpa de todo. Siempre. Normal, ¿no? Hasta que llegó el día en que la sangre corrió. La sangre corre. Sangre de mis hermanas. Duele. Duelo.

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