Ruido Coloreado

Pensamientos pseudoaleatorios

Durante la universidad pasé varios años bastante malos por culpa de la ansiedad y posiblemente también una depresión que nunca se llegó a diagnosticar. Afortunadamente fue algo que logré superar y, aunque evidentemente la foto completa es más compleja, siempre le he asignado buena parte del mérito a la afición casi obsesiva por correr que desarrollé en aquella época. Recuerdo que solía decir medio en broma medio en serio que había huido corriendo de mis problemas.

Sigo creyendo que correr fue importantísimo, no le voy a restar méritos. Pero últimamente he estado revisitando aquella época y me he dado cuenta de que había más hábitos que posiblemente también ayudaron mucho y a los que no he reconocido la importancia que realmente tuvieron.

Y es que de aquella escribía. Mucho. No sólo un blog sino que también dedicaba un rato cada día a escribir a mano en una libreta. Yo lo llamaba cuaderno de entrenamiento porque supuestamente era donde iba anotando y planificando mis entrenos pero aquello a todas luces era un diario en el que iba vomitando todo lo que me pasaba por la cabeza. Mirándolo con la perspectiva que me han dado los años no tengo ninguna duda de que eso me ayudó de un modo que no supe identificar entonces.

El hábito de escribir es algo que he retomado recientemente y he notado que efectivamente me ayuda mucho. Me permite sacar cosas de mi cabeza y además desarrollarlas con más profundidad. Más de una vez me han sorprendido cosas sobre mí mismo de las que no era realmente consciente hasta que no me paré a escribir sobre ellas. Por ejemplo, hace poco descubrí gracias a esto que he desarrollado una sensación de desarraigo muy fuerte porque hace ya muchos años que me fui de Galicia y de un tiempo a esta parte mis sentimientos de pertenencia o identificación con Madrid prácticamente han desaparecido.

Tampoco es que esté descubriendo la pólvora con esto. Es algo que se lleva haciendo toda la vida y que además parece estar viviendo un pequeño resurgimiento en los últimos tiempos. Si buscas un poco por Internet te encontrarás con mucha gente que, a veces poniéndose un poco intensitos de más, alaban las bondades del journaling (es importante ponerle un nombre en inglés para que sea cool). Incluso en una de las últimas actualizaciones de iOS han añadido una aplicación de diario que te anima a dedicar un tiempo al día a escribir. No es una aplicación que me guste ni mucho menos porque creo que hacerlo en digital le quita buena parte de la gracia al asunto. Para mí la casi ceremonia de coger un cuaderno y una pluma es una parte irrenunciable de esto. Pero sin duda que un gigante tecnológico acerque este hábito al gran público es un indicio del auge que está volviendo a coger esta actividad.

Si no lo habéis probado os animo a hacerlo. Es fácil y barato. Literalmente sólo necesitas papel y lápiz. Seguro que en unos pocos días ya os habréis llevado alguna sorpresa y os ayuda a conoceros un poco mejor.

————— Si quieres comentar algo sobre esta entrada me puedes contactar a través de mi cuenta de Mastodon @nacho@frankenwolke.com

Esta marcianada era el relato de trasfondo de mi personaje para una campaña de rol por email muy efímera que jugué con unos amigos. Aunque está todo muy esquemático y releyéndolo ahora tiene unas cuantas cosas que cambiaría, en el fondo me sigue haciendo gracia y lo rescato por aquí

Miradla, siempre llevo una foto suya en mi cartera. Tan bella, tan llena de energía, más viva que cualquiera de esos frágiles seres basados en el carbono que se creen el centro del universo… Desde que era un imberbe e idealista condensador cerámico sé que estamos destinados a estar juntos y he desperdiciado buena parte de mi juventud buscándola.

Pero con el tiempo comprendí que la búsqueda me llevaría más tiempo del que me queda por vivir. No me quedan demasiados ciclos de carga-descarga por lo que hace unas semanas decidí que si no podía encontrarla, me haría una a medida. Desde ese momento dedico mis días a vagar por chatarrerías, tiendas de electrónica y demás lugares en los que puedo encontrar cantidades ingentes de material eléctrico para irme fabricando poco a poco a mi amada.

Hace unas horas uno de mis informadores me dio un gran soplo. Había localizado la residencia de un aspirante a ingeniero loco y me la presentó como un paraíso hecho a mi medida. Kilos y kilos de resistencias, bobinas y demás, tirados aquí y allá sin orden ni concierto listos para que cualquiera coja lo que necesite sin que su dueño los eche en falta hasta que haya pasado un tiempo prudencial. Tuve que vaciar mis ya de por sí empobrecidos bolsillos para conseguir la dirección exacta de esa cueva del tesoro, pero nada más llegar al lugar comprendí que valía hasta el último gramo de virutas de cobre que había pagado.

Cuando llevaba ya un rato rapiñando todo lo que me era buenamente posible escucho el sonido de la puerta de entrada abriéndose. Corro a esconderme, lo que no me resulta nada complicado debido al formidable desorden imperante y observo qué pasa desde la seguridad de mi refugio. Dos insignificantes humanos entran en la casa y se dirigen hacia un armario. Están charlando entre ellos y no reparan en mí. Me siento tranquilamente mientras espero a que se vayan para poder seguir con mi cosecha de material gratuito.

Pero algo raro sucede. De repente siento una gran descarga de energía y pierdo el conocimiento. Me despierto al poco rato sintiéndome muy raro.

Algo ha cambiado en mí, lo noto…

  • Nombre: Micro Faradio, Emefe para los amigos.

  • Físico: Mayormente un condensador electrolítico. Los bornes le sirven como patitas. La cabeza es de un lego que se fundió con él a causa de la explosión o vaya usted a saber qué. Como brazos tiene dos trozos enrollados y pegajosos de fixo que puede estirar ligeramente para alcanzar objetos que no están a su alcance. También le sirven como ayuda para escalar y para llevar ahí enganchado su equipo. Dispone de una Dremel debidamente modificada para lanzar clavos utilizando la energía eléctrica que él mismo almacena, amén de otros gadgets de muerte y destrucción que no se me ocurren ahora mismo.

  • Trasfondo: El alma de Nacho está encerrada dentro del condensador, y aunque no tiene control absoluto sobre él sí que le intenta guiar en la medida de lo posible en una búsqueda que logre devolverle a su cuerpo original.

  • Taras: Neurótico, hiperactivo, paranoico, excesivamente impulsivo, capacidad extraordinaria para tomar las decisiones más equivocadas en los momentos más inoportunos, etc, etc, etc. Platónicamente enamorado de las bobinas Tesla (sí, de todas, es pelín promiscuo) se ve obligado a actuar como un idiota (todavía más, si cabe) cuando está en presencia de una de ellas.

————— Si quieres comentar algo sobre esta entrada me puedes contactar a través de mi cuenta de Mastodon @nacho@frankenwolke.com

Entrada publicada originalmente en un viejo blog que recupero aquí

Una vez tuve un perro. Era como todos los demás perros, es decir, era el más listo, el más bonito, el más fiel, el más educado, el más mejor perro del mundo mundial. Un día bajé al jardín y no le vi. No le di mucha importancia. A la semana siguiente volvimos a la aldea y por segunda vez no supe nada de él. Empecé a mosquearme.

Así que afronté la situación con la madurez y valentía que me caracterizan. Dejé de bajar al jardín y supuse que Otto seguía estando ahí como si nada hubiera pasado.

Fui capaz de vivir esa mentira durante dos años, lo cual tampoco me supuso demasiado esfuerzo. A fin de cuentas he vivido mentiras peores durante más tiempo. Pero el hechizo se rompió cuando un buen día mi padre (con esa sutileza que le caracteriza y que yo he heredado) me espetó:

“Oye, tú sabes que el perro ha muerto, ¿verdad?”.

Le contesté que había empezado a sospechar algo un par de años atrás cuando dejé de ver al perro y desde el momento en el que dejamos de guardar las sobras.

Pero era infinitamente más feliz en mi ignorancia. Tal vez la razón por la que Otto ya no se dejase ver era que se había apuntado como voluntario y estaba viajando por el mundo auxiliando a las víctimas de terremotos. O tal vez se había enamorado de una robusta san bernardesa y vivían felices al calor de la chimenea de un monasterio alpino con sus respectivos barriletes de ron al cuello. Quizá hubiera vuelto a su Bélgica natal para ayudar a limar asperezas entre flamencos y valones. Quién sabe. Había mil improbables mentiras muchísimo más reconfortantes que la casi evidente verdad.

Pero no se puede vivir eternamente en una mentira. A la larga la realidad siempre tiene que venir a joderlo todo.

————— Si quieres comentar algo sobre esta entrada me puedes contactar a través de mi cuenta de Mastodon @nacho@frankenwolke.com

Años de escribir intrascendencias me avalan

Aunque nunca fui demasiado prolífico porque hay un cierto nivel de exhibicionismo emocional en la escritura de un blog personal que se nos hace algo de bola a los introvertidos al final, por H o por B, he tenido varios durante mucho tiempo. Empezaron como una excusa para cacharrear con el autoalojamiento (mientras escribo esto me doy cuenta que más de 20 años después el ansia por el cacharreo sigue siendo mi principal motor) y terminé yendo a lugares específicos de blogs donde solo me tuviese que preocupar de escribir y no de administrar. Al final, como casi todos, terminé en Blogger y, también como casi todos, abandoné el blog por culpa de Twitter.

Una nueva relación con Internet

El que un billonario megalómano se haga con la que era tu red social favorita provoca que, al menos en mi caso, te replantees toda tu vida online. Durante los últimos casi dos años he ido progresivamente abandonando los servicios de las grandes tecnológicas optando por autoalojar cuando sea posible/práctico y por pagar a empresas con foco en la privacidad cuando sea mejor externalizar. Esto me ha llevado a darme cuenta de dos cosas:

  • Administrar tus propios servicios o pagarlos a un precio justo no es barato. Esto te lleva a preguntarte exactamente qué ganan quienes lo ofrecen gratis a escala industrial y a sospechar que no te va a gustar la respuesta.

  • A la larga te vas amoldando tú a los servicios y no ellos a ti. Seguramente si me hubiese parado a pensarlo me habría dado cuenta de que me seguía apeteciendo escribir un blog, pero me dejé arrastrar por la ola del microblogging.

¿Por qué otro blog? ¿Y por qué este título?

Durante el último año he escrito (no demasiado, también es verdad) algún post en mi cápsula de Gemini y se me ha despertado el gusanillo. Además estoy intentando adquirir la costumbre de escribir con cierta regularidad notas en mi libreta porque no sólo me ayudan a aclararme las ideas sino que además son una excusa maravillosa para usar la colección de plumas y tintas que no para de crecer. Y muchas de esas notas con un poco de repaso pueden valer para un blog.

¿Y por qué este título? Bueno, pues uno de los blogs en los que más escribí lo llamé Ruido Blanco. Un concepto telequil que me pareció que encajaba muy bien en un blog del que decía que un post no guardaba correlación con los demás y que iba a ser muy aleatorio. El nombre todavía me gusta, pero es un blog escrito durante una de mis peores épocas y la nostalgia se queda únicamente para el título. Y, basándome en aquel viejo nombre, se me ha ocurrido que Ruido Coloreado es un nombre todavía mejor. Porque supongo que esto seguirá siendo bastante caótico y aleatorio, pero también supongo que habrá temas más recurrentes que otros. Y un ruido cuando tiene preponderancia de unas determinadas frecuencias ya no es blanco sino coloreado. Empezamos.

————— Si quieres comentar algo sobre esta entrada me puedes contactar a través de mi cuenta de Mastodon @nacho@frankenwolke.com