jartigag

‒Si alguien ama a una flor y no existe más que un solo ejemplar en millones y millones de estrellas, esto es motivo suficiente para que ese alguien se sienta feliz cuando la mira. Se dice: “Mi flor, esta ahí, en alguna parte...” ¡Pero si el cordero se come la flor, para él es como si de repente todas las estrellas se apagaran! ¿No es esto importante? [..]

Muy pronto aprendí a conocer mejor a esa flor. En el planeta del principito siempre hubo flores sencillas [..] que a nadie causaban molestias ni llamaban la atención. Aparecían una mañana entre la hierba y morían en la tarde. Pero aquella [..] no se parecía a ninguna otra. A pesar de que la observaba continuamente, no descubría de qué clase de semilla procedía. Podía ser una especie nueva de baobab. Sin embargo, el arbusto dejó pronto de crecer y dio una flor. [..]

Y así es como empezó a torturarlo con su vanidad un poco quejumbrosa. Un día, por ejemplo, hablando de sus cuatro espinas, le dijo al principito: ‒¡Ya pueden presentarse los tigres con sus garras! ‒No hay tigres en mi planeta ‒le objetó el principito‒; y además los tigres no comen hierba. ‒Pero yo no soy una hierba ‒le respondió dulcemente la flor. ‒Perdóname... ‒No temo a los tigres, pero tengo horror a las corrientes de aire. ¿No tienes un biombo? ‒[..]

‒En la noche quiero que me cubras con una esfera de cristal; en este planeta hace mucho frío. Aquí todo está mal instalado. Allá de donde yo vengo... Pero la flor se interrumpió. Había venido en forma de semilla, por lo tanto no pudo haber conocido otros mundos. Humillada por sentirse sorprendida en una mentira tan notoria, tosió dos o tres veces y trató de salir del atolladero, diciéndole al principito: ‒¿Qué pasa con el biombo? [..]

Páginas de "El principito", con las ilustraciones de Antoine De Saint-Exupéry

De este modo, el principito, a pesar de la buena voluntad de su amor, dudó de ella. Había tomado en serio algunas palabras sin importancia, lo que le hizo sentirse desdichado. “No debí haberla escuchado” ‒me confió un día‒. “No se debe escuchar jamás a las flores. Es suficiente verlas y olerlas. La mía perfumaba todo mi planeta; sin embargo, yo no gozaba con ello. La historia de las garras que tanto me molestó, hubiera debido enternecerme...”

Y todavía me confesó: “¡En aquel entonces no supe comprender nada! Debía haberla juzgado por sus actos y no por sus palabras. Ella me proporcionaba alegría y aroma. Jamás debí haber huido. Debí adivinar su ternura, tras sus inocentes mañas. ¡Las flores son tan contradictorias! Pero yo era demasiado joven para saber amarla.”

Me gustaría postear más en el blog, con artículos menos exigentes. Y también escribir más correos personales.

Mantener correspondencia es muy interesante. Lo mismo con los blogs. Es la parte de Internet que más mola, ¿verdad? Al menos yo lo tengo claro, vaya. Que nunca perdamos las webs personales de la gente.

Además de mantener correspondencia a través de blogs y correos electrónicos, también encuentro fascinante la posibilidad de escribir en cuadernos. Es verdad que a veces me gusta la comodidad de teclear en un dispositivo electrónico, pero el soporte físico de un cuaderno tiene un encanto único. Cala más. Ver un papel en blanco y plasmar sobre él tus palabras para siempre. O para quemarlas inmediatamente, tú eliges. De un papel quemado no puedes sacar el rastro de bits que sí queda en el mundo digital.

Escribir

Escribir ayuda mucho. Aclara las ideas, las ordena, registra cĂłmo evolucionan. Y no hay que darle tantas vueltas, no tiene que ser perfecto. El tema a menudo no es lo que importa.

Al día siguiente llega el momento de revisar y corregir. Siempre hay autocensura. Vamos a exponernos pública y permanentemente, tenemos que ser cuidadosos con lo que dejamos. También tiene que ser coherente. Puede que haga falta reordenar los conceptos, desechar párrafos enteros que no han acabado en ningún lado, explicar de nuevo lo que no se entiende.

Escribir es duro. Requiere inspeccionarse, profundizar en lĂ­neas de pensamiento y desarrollarlas.

Es interesante notar cómo en la era digital todavía valoramos la experiencia de escribir a mano en cuadernos. Aunque la tecnología nos ofrece la conveniencia de teclear, el acto físico de plasmar nuestras ideas sobre el papel tiene un efecto más duradero y significativo. Es como si cada trazo de la pluma o del lápiz quedara impregnado con nuestra huella personal, creando una conexión más íntima con nuestras palabras. Además, los cuadernos nos permiten realizar bocetos, dibujos y anotaciones al margen, enriqueciendo así nuestro proceso creativo y fomentando una mayor exploración de nuestras ideas. [1]

  1. [1]: Párrafo creado por ChatGPT.

Escribirse

Luego está lo de chatear. Nunca en la historia hemos leído y escrito tanto como hoy en día. La mensajería te ayuda a concretar tus pensamientos (básicamente, a verbalizarlos, igual que pasa al hablar) y también a pulirlos, a expresarte mejor y con más precisión. Es importante dominar esto. [2]

  1. [2]: Párrafo desarrollado por mí. ¿Se nota el alma humana? No sé, yo la noto.

Escribirse a uno mismo

La idea del diario siempre me ha parecido interesante, últimamente más. Incluso terapéutico. No hace falta que sea exhaustivo, pero sí que sea fácil registrar lo que uno considera notable [3] en ese momento.

  1. [3]: Notable: que lo notas. Ni más, ni menos.

No tiene por qué ser texto (aunque una anotación corta siempre es útil). Puede ser un dibujo, un diagrama, una canción. Por ejemplo, durante los últimos meses he llevado un diario de bitácora en la descripción de los gameplays que he hecho con Outer Wilds en mi Steam Deck.

Mi libreta, con el yin-yang que le pinté en la portada, sobre un portátil y un ratón. Todo ello sobre un plano turístico de Soria

Quiero escribir más. Voy a escribir(os) más. Voy a escribir(me) más.