Mi perra vida

relato

Relato — Efectos adversos | Poema — Lo que quedó de los noventas — Sofía Ochola Chávez | Reseña — Trampa 22 –Joseph Heller | Frase Robada –Yoda | Bonus track

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Efectos adversos

A pesar de sus dos empleos como asalariado en dos corporaciones de logística y algunos pequeños pero constantes trabajos que realizaba como autónomo, no le alcanzó el presupuesto para pagar el sobreprecio y adelantar una consulta médica anacrónica, como llamaban ahora a las consultas con médicos de carne y hueso. El saturado sistema programaba la cita más próxima entre cinco a seis meses, a menos claro que tuvieras el seguro médico premium o pagaras un recargo, para sacar de la lista a alguien con una póliza más limitada y te dieran su lugar.

Las cuentas no le salían a Jacobo, así que se tuvo que conformar con usar el servicio gratuito incluido en su póliza llamado consulta advance, nombre con el que designaban a una app (en su versión más básica) movida con la IA más avanzada del momento, que prometía reducir en noventa por ciento el número de consultas al médico de atención primaria y mas de la mitad para el caso de citas con el especialista.

Abrió la app, y lo primero que le pidió fue crear el perfil del médico que lo atendería. Entre decenas de opciones se decantó por una mujer blanca, de aspecto asiático, delgada, cabello negro, que hablara español con acento de Buenos Aires, una combinación ecléctica, que por cierto era la más solicitada gracias a la última serie creada por IA que versaba sobre caballeres y dragones, donde siendo la heroína robaba todos los suspiros. Ya estaba habituado a que en la pantalla fuera indistinguible la apariencia de estas entidades digitales con un ser humano de carne y hueso, agradeció haber instalado la app en su tableta digital para ver mejor a su sensual doctora, aunque deseaba que en su minúsculo departamento cupiera una pantalla plana de las que se empotran en la pared, pero aún así ella se veía radiante. Jacobo eligió que el entorno fuera la sala oval de la casa blanca, pero pudo haber seleccionado desde entornos submarinos, hasta estaciones espaciales.

La doctora de silicio era amable, escuchaba con atención las molestias que le refería Jacobo, no se distraía con la pantalla del teléfono celular o una computadora. Le pidió acceso a sus dispositivos de monitorización inteligentes, reloj, anillo, audífonos; y que instalara una actualización de la app que permitía ampliar las capacidades de la videocámara, para determinar decenas de mediciones de laboratorio, con una precisión cercana al cien por ciento, comparado con las molestas y dolorosas evaluaciones en sangre. Una vez autorizado el pago, el cual tuvo que reconsiderar para saber qué otro servicio podría cancelar y no afectar sus finanzas, la doctora de sus sueños determinó que el colesterol, triglicéridos que estaban elevados, así como la presión arterial descontrolada, eran los motivos que lo tenían con esos dolores de cabeza y una fatiga terrible que le estaba afectando en sus trabajos.

Le sugirió una aplicación para que cuidara su alimentación, las cuales por supuesto incluían un costosísimo menú personalizado, entregado por drones todos los días hasta la puerta de su casa; otra app de ejercicio con los mejores entrenadores virtuales en más de setenta y cinco disciplinas, que podían incluir acceso premium a los gimnasios físicos más modernos. Le respondió que lo pensaría, mintió, sabía que su economía no se lo permitiría, pero por un momento pensó que la doctora sabía que mentía, ya que tenía muchísima información personal corriendo por los miles de procesadores que la animaban, pero dado que no se inmutó, consideró que le había engañado.

Finalmente le preguntó sus preferencias sobre el tipo de tratamiento que deseaba recibir. Le ofreció una solución basada en nanotecnología, que se administraba una vez al año, en gotas para los ojos, el líquido instilado liberaba en su sistema nervioso miles de bioprocesadores visibles únicamente con potentes microscopios, que modificaban en tiempo real y sin efectos adversos la producción de hormonas, el funcionamiento de venas, arterias y otros órganos, era en realidad un tratamiento neurotecnológico y no farmacológico.

Jacobo se emocionó al escuchar ese cambio de paradigma en el tratamiento de las enfermedades, era un fanático de todos los avances de la ciencia. Tal entusiasmo le hizo olvidar su situación financiera, así que presionó el botón de aceptar en la pantalla de la tableta y cuando le llegó una notificación confirmando el precio del tratamiento, tuvo que declinar el ofrecimiento, ni destinando todos sus ingresos al tratamiento le alcanzaría para pagarlo. Por primera vez en toda la consulta, la doctora mostró un seño de desaprobación, él intentó mentirle diciendo que se sentía más cómodo con los fármacos tradicionales, y también estaba seguro de que mejoraría sus hábitos y bajaría de peso, no sería necesario un tratamiento tan sofisticado y de tan larga duración.

Tras ese pequeño error de programación, la mujer en la pantalla volvió a la empatía de antes, y procedió a explicarle cómo debía tomar los tres medicamentos que le entregaría un dron en su casa apenas terminara la sesión. Luego tomó varios minutos para describir los efectos adversos: sed, deseo de orinar frecuente, dolor de cabeza, estreñimiento, diarrea, vómito, tristeza, euforia y un largo etcétera. Seguramente la doctora detectó que sus signos vitales se alteraron con la letanía de eventualidades que experimentaría, porque le dijo que no se preocupara, que podía ofrecerle una pequeña actualización a su paquete básico, para que contara con consultas ilimitadas las veinticuatro horas, para así comentar su seguimiento y manejo de las molestias relacionadas con la terapia farmacológica. En esta ocasión no quiso mentirle y le respondió que no era necesario. En la pantalla apareció una notificación que le pedía confirmar que entendía los efectos adversos y que no deseaba incrementar su plan de atención médica digital. La doctora in silico se despidió programando su siguiente cita en ocho semanas, que era lo que su plan incluía. La “ intuición” de la doctora le hizo saber con precisión milimétrica que no aceptaría un plan adicional de consultas a demanda, así que desistió y terminó la consulta.

Jacobo se levantó de la mesa y fue a la cocina por un poco de agua, cuando le llegó la notificación de que el medicamento había sido entregado. Abrió la puerta y un par de cajas estaban a sus pies.

Desde el principio, el diurético se llevó mal con su próstata, y no paraba de ir al baño a orinar con muchas dificultades y frecuencia, día y noche. Afortunadamente todo su trabajo era desde casa, así que no tenía problemas, pero le estaba afectando el sueño. Al paso de los días el monitoreo de sus dispositivos inteligentes indicaba que no se encontraba en metas de presión arterial, y todas las amenazas que eso implicaba para su salud, también lo invitaba a contratar la app de nutrición y ejercicio, al menos en el plan básico, para así lograr los objetivos. Él sabía que no podía pagarlo, así que tuvo que quitarle tiempo a su videojuego hiperrealista, al que destinaba su escaso tiempo libre y buscó en su red social videos para hacer ejercicio en casa sin comprar ningún equipo especial. Le costó bastantes horas, ya que los videos que le aparecían normalmente estaban relacionados con la venta de algún producto o servicio, pero persistió y encontró un par que consideró serían suficientes para iniciar.

La primera y única sesión fue una tortura, se sentía peor que con los diuréticos, sudó como si saliera a pasear en verano, lo que le hizo recordar que hacía meses que no salía a la calle, y no estaba seguro de qué estación del año era. A pesar de la fatiga, la playera empapada de sudor y la voluntad devastada, terminó diez minutos de burpees, desplantes y otras torturas. Se tuvo que detener porque todo indicaba que a su aparato digestivo no le gustaba tanto brinco, y un cólico acompañado de una inminente sensación de ir al sanitario lo forzaron a detener su sacrificio.

Una vez que las necesidades del colon y la vejiga fueron satisfechas, se levantó a lavarse las manos y sintió un mareo que lo obligó a detenerse del lavabo, vio su cara en el espejo, pálido casi trasparente, había dejado el teléfono celular en la cocina, pero alcanzó a escuchar varias notificaciones insistentes, que no pudo leer y le indicaban que su presión arterial había bajado a niveles peligrosos, intentó abrir el grifo para enjuagarse la cara, pero todo oscureció a su alrededor.

Las piernas dejaron de responderle y se desvaneció, golpeando la nuca en el toallero de metal que tenía a sus espaldas. Jacobo estaba inerte tirado en el suelo del baño.

(continuación) ...

Lo que quedó de los noventas — Sofía Ochola Chávez

Bob Ross pinta en mi cara un paisaje de árboles magullados envueltos en una perfección pétrea. Mandela fue elegido presidente, una y otra vez, hasta que se hizo un monstruo, una dictadura autodenominada como mandelista, pero eso solamente fue un mal sueño de Colosio, justo antes de morir. Bob Ross decía que era sencillo, con esa voz en español súper-puesto, y ese afro que podía haber sido una vagina. Mi cara seguía fresca, obedecí a un impulso incomprensible, encendí un cigarrillo y busqué mis nervios, mi estrés y estreñimiento, en un tipo de depresión generacional, inconexa en internet. Terminé refugiada, en una luz azul neón, con cigarros y cervezas, buscando a Ren y Stimpy, recordando cuando niña, me masturbaba mirando algún capítulo al azar. ¿Por qué Ren y Stimpy me provocaban? Quizás lo grotesco, quizás las groserías aisladas, quizás el poder revitalizante de ser una caricatura que podía hacerte sentir el aroma de la pestilencia y la ineptitud de unos brutos. Me tiré la cerveza encima y Bob Ross entendió que los paisajes perfectos eran lo más triste del mundo. Ofreció, sin duda alguna, hacer una pinturita de Minnie Mouse, a lo que uno se niega, por pura dignidad. Tomé la última botella llorando fuerte con conversaciones sin sentido, pero con una pequeña sonrisa de satisfacción pasando entre mi generación — el lugar más solo para llorar o llevar a cuestas tus problemas — . Mis pasos se van quebrando y sigo diciendo que tengo un sueño, algún sueño en algún lado. Muevo la toga, y aviento el birrete entre toda mi generación, en la ciudad de los sueños rotos, en lo que quedó de los noventas.

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Prefiero ser un chicle de clorofila en el hocico de cualquier vago.

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Trampa 22 –Joseph Heller

Antes de comenzar debo decir que, normalmente me genera repelús un libro con la etiqueta “best seller”, aunado a que el autor es originario de los Estados Unidos de Norteamérica y para rematar la portada está escrita completamente con mayúsculas. Una vez expresados mis prejuicios, prosigo. Trampa 22 fue escrita en 1953 y publicada en 1961, en el entorno de la guerra entre Vietnam y los sempiternos “defensores” del orden y la paz mundial, por lo que vale la pena contextualizar adecuadamente la obra.

De manera simplista la novela representa un mundo absurdo, irracional, ilógico en medio de la guerra, es decir una perogrullada. La extensión del libro es notable, por lo que se requiere paciencia ya que, desde su arranque te adentra en este universo delirante, que desubica, ya que no se esperan tales personajes y comportamiento en una novela de guerra. Conforme se avanza dejas de pensar que es un episodio de El Chavo del Ocho para darte cuenta de que, es la estética a través de la cual Jopeph Heller desea expresar su desacuerdo. Este disentimiento lo llevó a ser un libro de culto entre los adolescentes de la época. Pero si comparamos esta manifestación de desaprobación, en comparación con todas las protestas contra la guerra realizadas en el país vecino, Trampa 22 podría considerarse un capítulo de Los Simpson, casi un precedente al meme como forma de protesta. Aunque debemos darle la concesión de que es una de las primeras manifestaciones antibelicista.

¿Porqué considero que es un best seller que envejeció mal? En un mundo con más conciencia social, con una alteridad mas presente, y por supuesto, cuando un bufón plutócrata esta liderando el caos mundial, ante este escenario, la obra se percibe insulsa, nimia. Los sinsabores ocultan el ingenio de Heller que, utiliza recursos literarios y estilísticos que son lo único que me tuvo pegado a las páginas.

En un mundo donde sólo hace falta ver los titulares para saber que estamos viviendo una época de horror injusto e irracional, no hace falta una novela cómica para subrayarlo. Pero si lees esos periódicos, ves esas noticias y no percibes el dolor ni el sufrimiento de los oprimidos, entonces sin duda este libro es obligado, para que a través de sus seiscientas páginas confirmes que la guerra es una rotunda estupidez, sin importar sus supuestas justificaciones.

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Frase robada — Yoda

El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento.

Bonus track

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Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
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