Mi perra vida

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Relato – Experiencia de uso | Poema – Bagatela – José Emilio Pacheco | Reseña – La viralidad del mal – Proyecto una | Frase Robada – Alma Delia Murillo | Bonus track

Experiencia de uso

(secuencia del relato Efectos Adversos) La pantalla del teléfono de Jacobo se iluminó con las tres notifciaciones (la del reloj, el anillo y los audífonos inteligentes) que indicaban ausencia de información vital. Tres advertencias que le pedían confirmar si se había retirado sus dispositivos digitales, o en noventa segundos se le avisaría a sus contactos asignados para emergencias médicas. Jacobo continuaba tirado en el piso mientras la cuenta regresiva persistía, los colores cambiaban, del verde al amarillo, vaticinando la llegada del color rojo para detonar las alarmas.

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Años atrás cuando la OCDE promovió la doble jornada laboral para trabajos remotos, bajo el argumento de que la IA podía multiplicar la capacidad de análisis y respuesta humanas, Jacobo fue de los primeros en solicitar la “oportunidad”, para lo cual se debía aprobar una exhaustiva evaluación de su desempeño previo, así como una serie de exámenes con los cuales determinaban el monto que le sería pagado, nunca se supo de alguien que recibiera más del cincuenta por ciento del sueldo que correspondía a la persona que previamente realizaba dicha labor. Pero cuando en la pantalla de la computadora apareció una advertencia indicando que su solicitud había sido aprobada, y se le había autorizado el treinta y ocho por ciento de incremento en su salario mensual, Jacobo sintió alivio, las deudas ya lo tenían muy apretado, comenzó a limitar las interacciones físicas con su reducido grupo de amistades, ya que acudir a algún establecimiento atendido por seres humanos era incosteable, y dado el limitado espacio de los departamentos, donde con dificultades cabrían tres personas, las interacciones se limitaban al entorno digital.

En su jornada laboral, algo de tiempo le daba para intercambiar mensajes y alguna videollamada ocasional con sus amigos. Ahora con este ingreso adicional pensó que, al menos una vez al mes podría ver en persona a sus camaradas, aunque no estaba tan seguro; el chat de salidas, tenía meses sin actualizarse. Pero apenas dos semanas después de la autorización de la doble jornada, el dar respuesta a sus dos jefes de silicio, ya queJacobo no tenía un superior humano eso se reservaba para algunos puestos de la alta dirección, le estaba consumiendo todo el tiempo durante las ocho horas laborales, e incluso tenía que extender sus actividades un par de horas más y algunas pocas el fin de semana.

En el limitado tiempo que le quedaba, deseaba descansar y jugar en su consola hiperrealista, por lo que ver cientos de mensajes de sus amigos sin leer le generaba pereza y fastidio, pero más fastidioso fue que le suspendieran el servicio de agua potable por falta de pago. La nueva carga de trabajo le hizo olvidar los trámites administrativos domésticos. Mientras realizaba el pago, le llegó una de las múltiples promociones a la pantalla del teléfono, invitándolo a usar una IA a la cual se le daba autorización legal para realizar trámites, pagos, y para sorpresa de Jacobo si ademas se le daba acceso a las aplicaciones de mensajería y redes sociales, podía interactuar con amigos y familiares, prometiendo ser el alma de su círculo de amistades y un ciudadano ejemplar, al cumplir con todas las responsabilidades establecidas por la sociedad. Dubitativo, Jacobo aceptó la prueba gratuita de cuatro horas, tiempo en el que la IA lo puso al corriente con sus pagos, detectó servicios que seguía pagando pero no usaba, y lo mejor fue el resumen de los chats familiares y amistosos que le narró directamente en sus audífonos. En cuestión de minutos todos los pendientes de su vida estaban al corriente.

Convencido de la utilidad de la IA procedió a la suscripción del servicio premium, que le permitiría actuar en todas sus instancias digitales, al darle acceso pluripotencial a todas las aplicaciones de su teléfono y con las cuatro horas en las cuales la IA consumió toda la información disponible de Jacobo, prometía crear un doble digital con 99.999% de precisión en el actuar digital cotidiano. Se preocupó de que su doble de silicio fuera demasiado entusiasta con sus amigos y se delatara la ausencia de interacción real, así que en la configuración pidió aumentar el grado de privacidad y reserva social.

Al paso de los días Jacobo estaba fascinado, ya que siempre terminaba con el cerebro frito después de diez horas continuas de trabajo, la IA le contaba lo ocurrido con su vida social, le divertía ver como en una película lo que transcurría con sus amigos, familia y el doble digital. No más de siete minutos había configurado como la duración máxima del resumen cotidiano, así que tuvo tiempo para reposar un poco y pensar en mejores estrategias para su videojuego. Ni siquiera tenía que preocuparse por su alimentación o enseres de uso común, la IA hacía las compras por él, siguiendo sus gustos y preferencias de comida rápida, shampoo y hasta alguna prenda íntima que la IA calculaba era momento de cambiar. Sólo tenía que salir a la puerta, recoger los paquetes que dejaban los drones y del mismo modo dejar las cajas y envases usados para que otro dron los recogiera y enviara al centro de reciclaje, lo cual le daba puntos y beneficios sociales en el portal de la municipalidad y otras instituciones.

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La pantalla del teléfono parpadeaba con más intensidad en color rojo, al iniciar la cuenta regresiva a partir del número diez, comenzó a sonar un pitido agudo e intenso. Cuando quedaban tres segundos para realizar las llamadas de emergencia se desactivaron las tres advertencias, mismas que solicitaron una segunda confirmación de que los dispositivos habían sido retirados del usuario y que ya no era necesario llamar a sus contactos. Se confirmó la información y antes de apagarse la pantalla, las tres aplicaciones sugerían no dejar de usar los dispositivos inteligentes, para poder ofrecer una mejor experiencia de uso.

Bagatela – José Emilio Pacheco

Para quien no haya visto cuanto yo vi parecerá mentira lo que pasó. El mundo es diferente. Todo cambió. No volverá a ser mío lo que perdí. ¿Dónde estará el pasado que terminó? ¿Cuál camino transita quien antes fui? Para quien no haya visto cuanto yo vi parecerá mentira lo que pasó.

La viralidad del mal – Proyecto una

Existe una tendencia entre varios grupos y movimientos no hegemónicos que demuestran preocupación por las condiciones sociales y antropológicas que estamos viviendo. Zygmunt Bauman o Javier Sicilia entre otras y otros también han abordado ese tema, pero La viralidad del mal esta desarrollado por un colectivo menos representado y mas disruptivo del norte global, aunque no niega su origen.

En este caso la premisa básica es la relación entre los medios masivos de cómputo y el sistema económico, este contubernio por definición degenera y genera dominación. En cinco capítulos muestra cómo la promesa de que la tecnología basada en silicio sería una fuerza que liberaría o al menos emanciparía a la sociedad de sus cadenas no se cumplió, se transformó en su verdugo. Por supuesto para ello hay que echar mano de lo obvio, las grandes tecnológicas y sus modelos de negocio, que esto último desde mi perspectiva, es lo más peligroso para la humanidad. En el pasado, la esclavitud ocurría lejos de quienes se beneficiaban, y hoy aunque también el sur global sigue siendo el más afectado, esta maldad esta embebida en todas las aristas del ser humano y prácticamente en todas las regiones del globo.

El ensayo es reaccionario, suficientemente duro y adecuadamente sustentado, al igual que trabajos intelectuales similares se encuentra en una fase contemplativa, pero es el momento histórico que vivimos. Un gran punto a favor es que está pensado y escrito para lectores comunes, que no necesitamos un doctorado en filosofía o sociología para entenderlo, y está lleno de referencias bibliográficas para quien quiera profundizar.

¡Una lectura por demás recomendable!

Frase robada – Alma Delia Murillo

El error es no tomarse las intuiciones en serio. Lo sé, siempre lo he sabido.

Bonus track

#podcast #literaverso #literadon #literatura #libros #poesia #español #mexico #cultura #reseñas #cuentos

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
A menos que se indique lo contrario todo lo expresado en este blog/newsletter es ficción, cualquier semejanza con la realidad es una coincidencia.

Relato — Efectos adversos | Poema — Lo que quedó de los noventas — Sofía Ochola Chávez | Reseña — Trampa 22 –Joseph Heller | Frase Robada –Yoda | Bonus track

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Efectos adversos

A pesar de sus dos empleos como asalariado en dos corporaciones de logística y algunos pequeños pero constantes trabajos que realizaba como autónomo, no le alcanzó el presupuesto para pagar el sobreprecio y adelantar una consulta médica anacrónica, como llamaban ahora a las consultas con médicos de carne y hueso. El saturado sistema programaba la cita más próxima entre cinco a seis meses, a menos claro que tuvieras el seguro médico premium o pagaras un recargo, para sacar de la lista a alguien con una póliza más limitada y te dieran su lugar.

Las cuentas no le salían a Jacobo, así que se tuvo que conformar con usar el servicio gratuito incluido en su póliza llamado consulta advance, nombre con el que designaban a una app (en su versión más básica) movida con la IA más avanzada del momento, que prometía reducir en noventa por ciento el número de consultas al médico de atención primaria y mas de la mitad para el caso de citas con el especialista.

Abrió la app, y lo primero que le pidió fue crear el perfil del médico que lo atendería. Entre decenas de opciones se decantó por una mujer blanca, de aspecto asiático, delgada, cabello negro, que hablara español con acento de Buenos Aires, una combinación ecléctica, que por cierto era la más solicitada gracias a la última serie creada por IA que versaba sobre caballeres y dragones, donde siendo la heroína robaba todos los suspiros. Ya estaba habituado a que en la pantalla fuera indistinguible la apariencia de estas entidades digitales con un ser humano de carne y hueso, agradeció haber instalado la app en su tableta digital para ver mejor a su sensual doctora, aunque deseaba que en su minúsculo departamento cupiera una pantalla plana de las que se empotran en la pared, pero aún así ella se veía radiante. Jacobo eligió que el entorno fuera la sala oval de la casa blanca, pero pudo haber seleccionado desde entornos submarinos, hasta estaciones espaciales.

La doctora de silicio era amable, escuchaba con atención las molestias que le refería Jacobo, no se distraía con la pantalla del teléfono celular o una computadora. Le pidió acceso a sus dispositivos de monitorización inteligentes, reloj, anillo, audífonos; y que instalara una actualización de la app que permitía ampliar las capacidades de la videocámara, para determinar decenas de mediciones de laboratorio, con una precisión cercana al cien por ciento, comparado con las molestas y dolorosas evaluaciones en sangre. Una vez autorizado el pago, el cual tuvo que reconsiderar para saber qué otro servicio podría cancelar y no afectar sus finanzas, la doctora de sus sueños determinó que el colesterol, triglicéridos que estaban elevados, así como la presión arterial descontrolada, eran los motivos que lo tenían con esos dolores de cabeza y una fatiga terrible que le estaba afectando en sus trabajos.

Le sugirió una aplicación para que cuidara su alimentación, las cuales por supuesto incluían un costosísimo menú personalizado, entregado por drones todos los días hasta la puerta de su casa; otra app de ejercicio con los mejores entrenadores virtuales en más de setenta y cinco disciplinas, que podían incluir acceso premium a los gimnasios físicos más modernos. Le respondió que lo pensaría, mintió, sabía que su economía no se lo permitiría, pero por un momento pensó que la doctora sabía que mentía, ya que tenía muchísima información personal corriendo por los miles de procesadores que la animaban, pero dado que no se inmutó, consideró que le había engañado.

Finalmente le preguntó sus preferencias sobre el tipo de tratamiento que deseaba recibir. Le ofreció una solución basada en nanotecnología, que se administraba una vez al año, en gotas para los ojos, el líquido instilado liberaba en su sistema nervioso miles de bioprocesadores visibles únicamente con potentes microscopios, que modificaban en tiempo real y sin efectos adversos la producción de hormonas, el funcionamiento de venas, arterias y otros órganos, era en realidad un tratamiento neurotecnológico y no farmacológico.

Jacobo se emocionó al escuchar ese cambio de paradigma en el tratamiento de las enfermedades, era un fanático de todos los avances de la ciencia. Tal entusiasmo le hizo olvidar su situación financiera, así que presionó el botón de aceptar en la pantalla de la tableta y cuando le llegó una notificación confirmando el precio del tratamiento, tuvo que declinar el ofrecimiento, ni destinando todos sus ingresos al tratamiento le alcanzaría para pagarlo. Por primera vez en toda la consulta, la doctora mostró un seño de desaprobación, él intentó mentirle diciendo que se sentía más cómodo con los fármacos tradicionales, y también estaba seguro de que mejoraría sus hábitos y bajaría de peso, no sería necesario un tratamiento tan sofisticado y de tan larga duración.

Tras ese pequeño error de programación, la mujer en la pantalla volvió a la empatía de antes, y procedió a explicarle cómo debía tomar los tres medicamentos que le entregaría un dron en su casa apenas terminara la sesión. Luego tomó varios minutos para describir los efectos adversos: sed, deseo de orinar frecuente, dolor de cabeza, estreñimiento, diarrea, vómito, tristeza, euforia y un largo etcétera. Seguramente la doctora detectó que sus signos vitales se alteraron con la letanía de eventualidades que experimentaría, porque le dijo que no se preocupara, que podía ofrecerle una pequeña actualización a su paquete básico, para que contara con consultas ilimitadas las veinticuatro horas, para así comentar su seguimiento y manejo de las molestias relacionadas con la terapia farmacológica. En esta ocasión no quiso mentirle y le respondió que no era necesario. En la pantalla apareció una notificación que le pedía confirmar que entendía los efectos adversos y que no deseaba incrementar su plan de atención médica digital. La doctora in silico se despidió programando su siguiente cita en ocho semanas, que era lo que su plan incluía. La “ intuición” de la doctora le hizo saber con precisión milimétrica que no aceptaría un plan adicional de consultas a demanda, así que desistió y terminó la consulta.

Jacobo se levantó de la mesa y fue a la cocina por un poco de agua, cuando le llegó la notificación de que el medicamento había sido entregado. Abrió la puerta y un par de cajas estaban a sus pies.

Desde el principio, el diurético se llevó mal con su próstata, y no paraba de ir al baño a orinar con muchas dificultades y frecuencia, día y noche. Afortunadamente todo su trabajo era desde casa, así que no tenía problemas, pero le estaba afectando el sueño. Al paso de los días el monitoreo de sus dispositivos inteligentes indicaba que no se encontraba en metas de presión arterial, y todas las amenazas que eso implicaba para su salud, también lo invitaba a contratar la app de nutrición y ejercicio, al menos en el plan básico, para así lograr los objetivos. Él sabía que no podía pagarlo, así que tuvo que quitarle tiempo a su videojuego hiperrealista, al que destinaba su escaso tiempo libre y buscó en su red social videos para hacer ejercicio en casa sin comprar ningún equipo especial. Le costó bastantes horas, ya que los videos que le aparecían normalmente estaban relacionados con la venta de algún producto o servicio, pero persistió y encontró un par que consideró serían suficientes para iniciar.

La primera y única sesión fue una tortura, se sentía peor que con los diuréticos, sudó como si saliera a pasear en verano, lo que le hizo recordar que hacía meses que no salía a la calle, y no estaba seguro de qué estación del año era. A pesar de la fatiga, la playera empapada de sudor y la voluntad devastada, terminó diez minutos de burpees, desplantes y otras torturas. Se tuvo que detener porque todo indicaba que a su aparato digestivo no le gustaba tanto brinco, y un cólico acompañado de una inminente sensación de ir al sanitario lo forzaron a detener su sacrificio.

Una vez que las necesidades del colon y la vejiga fueron satisfechas, se levantó a lavarse las manos y sintió un mareo que lo obligó a detenerse del lavabo, vio su cara en el espejo, pálido casi trasparente, había dejado el teléfono celular en la cocina, pero alcanzó a escuchar varias notificaciones insistentes, que no pudo leer y le indicaban que su presión arterial había bajado a niveles peligrosos, intentó abrir el grifo para enjuagarse la cara, pero todo oscureció a su alrededor.

Las piernas dejaron de responderle y se desvaneció, golpeando la nuca en el toallero de metal que tenía a sus espaldas. Jacobo estaba inerte tirado en el suelo del baño.

(continuación) ...

Lo que quedó de los noventas — Sofía Ochola Chávez

Bob Ross pinta en mi cara un paisaje de árboles magullados envueltos en una perfección pétrea. Mandela fue elegido presidente, una y otra vez, hasta que se hizo un monstruo, una dictadura autodenominada como mandelista, pero eso solamente fue un mal sueño de Colosio, justo antes de morir. Bob Ross decía que era sencillo, con esa voz en español súper-puesto, y ese afro que podía haber sido una vagina. Mi cara seguía fresca, obedecí a un impulso incomprensible, encendí un cigarrillo y busqué mis nervios, mi estrés y estreñimiento, en un tipo de depresión generacional, inconexa en internet. Terminé refugiada, en una luz azul neón, con cigarros y cervezas, buscando a Ren y Stimpy, recordando cuando niña, me masturbaba mirando algún capítulo al azar. ¿Por qué Ren y Stimpy me provocaban? Quizás lo grotesco, quizás las groserías aisladas, quizás el poder revitalizante de ser una caricatura que podía hacerte sentir el aroma de la pestilencia y la ineptitud de unos brutos. Me tiré la cerveza encima y Bob Ross entendió que los paisajes perfectos eran lo más triste del mundo. Ofreció, sin duda alguna, hacer una pinturita de Minnie Mouse, a lo que uno se niega, por pura dignidad. Tomé la última botella llorando fuerte con conversaciones sin sentido, pero con una pequeña sonrisa de satisfacción pasando entre mi generación — el lugar más solo para llorar o llevar a cuestas tus problemas — . Mis pasos se van quebrando y sigo diciendo que tengo un sueño, algún sueño en algún lado. Muevo la toga, y aviento el birrete entre toda mi generación, en la ciudad de los sueños rotos, en lo que quedó de los noventas.

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Prefiero ser un chicle de clorofila en el hocico de cualquier vago.

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Trampa 22 –Joseph Heller

Antes de comenzar debo decir que, normalmente me genera repelús un libro con la etiqueta “best seller”, aunado a que el autor es originario de los Estados Unidos de Norteamérica y para rematar la portada está escrita completamente con mayúsculas. Una vez expresados mis prejuicios, prosigo. Trampa 22 fue escrita en 1953 y publicada en 1961, en el entorno de la guerra entre Vietnam y los sempiternos “defensores” del orden y la paz mundial, por lo que vale la pena contextualizar adecuadamente la obra.

De manera simplista la novela representa un mundo absurdo, irracional, ilógico en medio de la guerra, es decir una perogrullada. La extensión del libro es notable, por lo que se requiere paciencia ya que, desde su arranque te adentra en este universo delirante, que desubica, ya que no se esperan tales personajes y comportamiento en una novela de guerra. Conforme se avanza dejas de pensar que es un episodio de El Chavo del Ocho para darte cuenta de que, es la estética a través de la cual Jopeph Heller desea expresar su desacuerdo. Este disentimiento lo llevó a ser un libro de culto entre los adolescentes de la época. Pero si comparamos esta manifestación de desaprobación, en comparación con todas las protestas contra la guerra realizadas en el país vecino, Trampa 22 podría considerarse un capítulo de Los Simpson, casi un precedente al meme como forma de protesta. Aunque debemos darle la concesión de que es una de las primeras manifestaciones antibelicista.

¿Porqué considero que es un best seller que envejeció mal? En un mundo con más conciencia social, con una alteridad mas presente, y por supuesto, cuando un bufón plutócrata esta liderando el caos mundial, ante este escenario, la obra se percibe insulsa, nimia. Los sinsabores ocultan el ingenio de Heller que, utiliza recursos literarios y estilísticos que son lo único que me tuvo pegado a las páginas.

En un mundo donde sólo hace falta ver los titulares para saber que estamos viviendo una época de horror injusto e irracional, no hace falta una novela cómica para subrayarlo. Pero si lees esos periódicos, ves esas noticias y no percibes el dolor ni el sufrimiento de los oprimidos, entonces sin duda este libro es obligado, para que a través de sus seiscientas páginas confirmes que la guerra es una rotunda estupidez, sin importar sus supuestas justificaciones.

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Frase robada — Yoda

El miedo lleva a la ira, la ira lleva al odio, el odio lleva al sufrimiento.

Bonus track

#literatura #literaverso #literadon #cultura #podcast #cuento #relato #libros #librodon #poesia #poesía #español

Todo lo escrito, salvo que se indique su autoría es ideado y escrito por Norberto Carlos Chavez Tapia, bajo la licencia de creative commons CC BY-NC-ND 4.0.
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Relato – La sonrisa del abuelo | Poema – Contra la Kodak – José Emilio Pacheco | Reseña – La hermana, la otra – Audre Lorde | Frase Robada –Pablo Muñoz Covarrubias | Bonus track

La sonrisa del abuelo

Los recuerdos más persistentes que tengo de mi abuelo no son gratos. Era un hombre frío, lúgubre, nunca me trato mal, ni a nadie de la familia, pero su plática era triste y nunca se le veía feliz.

Mi madre me explicaba que una vez mientras daba clases en la universidad, se lo llevó la policía, lo acusaban de algún crimen común, ser socialista, ateo o revolucionario, en esa época, como ahora, por nada se llevaban a la gente y la desaparecían. Cuando algunas semanas después regresó hecho un costal de huesos y golpeado como costal de boxeo, decía que mejor lo hubieran matado. Pero no fue así, su esposa y su hija, mi madre, lo miraban aterradas, en realidad lo observaban a escondidas, no mostraba las cicatrices que le habían dejado en la espalda, los pies, en los genitales deformados. Desde su vuelta se aisló en su cuarto, donde dormía alejado de mi abuela, apenas y convivía con los compañeros de la facultad, que imaginaban lo que había pasado y no lo cuestionaban.

El tiempo fracasó en curar las heridas, no mejoraron su dolor, ni su silencio. Mientras yo crecía y el envejecía, nunca entendía esa diferencia, una noche mi abuela marcó a mi madre a media madrugada, pidiéndole ayuda porque el abuelo estaba fuera de sí. Lo encontramos desnudo en el patio, llorando y diciendo incoherencias, era doloroso verlo así, hecho un ovillo tirado en el suelo, al observar su cuerpo torturado no imagino qué debió haber hecho para recibir tanto daño.

El psiquiatra nos dijo que era una especie de demencia, y que algo la había detonado, aparentemente una infección o algo así. Ni mi abuela, ni mi madre, ni yo entendimos la verborrea del médico, solo comprendimos que debíamos llenarle la boca de medicinas cada ocho horas con precisión quirúrgica, y no esperar nada a cambio, ya que no había cura para esos problemas.

Ante tan contradictorio destino, las cosas tendieron al empeoramiento, perdió el pudor y el control de esfínteres, el poco lenguaje que usaba y hasta la puntería para llevarse la cuchara a la boca.

Los meses y después los años me ayudaron a entender que, la diferencia entre crecer y envejecer radica en que quien envejece solo va sumando catástrofes, que por lo general siempre ocurren de madrugada. El teléfono resonó en la casa y no auguraba nada bueno, mi abuela se había caído tratando de llevar a mi abuelo al baño y se fracturó la cadera.

Me afané en cuidarlo mientras mi madre pasaba el día y la noche en el hospital. Al hacerme responsable de la atención de mi abuelo, se cumplía la fatídica profecía de la autora de mis días «eres igual de incapaz que tu padre», que remataba con «que una lagartona tenga en su santa gloria»; para hacer sorna del abandono de mi progenitor en etapas muy tempranas de mi vida.

Pero algo de cierto tenía la cantaleta materna, ya que cuidar a mi abuelo, bañarlo, cambiarlo, darle de comer y sus medicinas, era más complicado que el manual de operación de una central nuclear.

Entre la escuela, mi incapacidad para organizarme y la apretada agenda de mi abuelo, no lograba que algo me saliera bien, la ineludible herencia de mi padre. Por lo que a grandes males, grandes soluciones. En lugar de ropa común, unas bermudas, playera y crocs, que hacían ver más cool al octagenario y más fácil de cambiar y lavar. La contienda que implicaba que aquello que tuviera en la boca lo expeliera al estómago y no al piso, lo reduje a lo indispensable, limitando la afrenta tan sólo a la comida, total, el doctor nos había dicho que probablemente los fármacos no sirvieran, así al menos tendría más dinero en la bolsa, porque vaya que era caro ese sucedáneo de placebo. Después una disposición de los muebles a modo de tetris, para dejarle el campo libre y evitar que se tropezara. Todo eso, al menos parcialmente, hacía que mi vida fuera un poco más fácil.

Al principio mi madre fue una escéptica de mi plan maestro, por supuesto que no fue informada del incremento en mis ingresos derivado de la ausencia de los inútiles medicamentos, pero fuera de esas minucias, no le quedó más remedio que aceptar, al final ella tenía que seguir pendiente de mi abuela en el hospital, y mi abuelo se veía igual de mal que siempre, aunque con una apariencia más alternativa.

A los pocos días de la autónoma suspensión de los psicochochos, mientras jugaba a que el cereal era un avión y la boca de mi abuelo el hangar, se arrancó a contarme una historia sobre su mascota de la infancia, a la que retaba con una camiseta para que lo correteara como si de San Fermín o la Huamantlada se tratase, casi me infarto cuando comenzó a reírse, jamás en la vida lo vi siquiera sonreír. Así que las estruendosas carcajadas me preocuparon en sobremanera, en especial cuando seguía contando la anécdota y no paraba de reír, por un momento pensé que era una estatus epiléptico de felicidad. Al terminar el arroz y frijoles ya no recordaba nada y se volvía a hundir en su mundo de tinieblas.

Conforme pasaron los días, las anécdotas florecieron y la mayoría retoñaban, pero era fascinante conocerlo feliz, sabiendo que su infancia fue buena y que todo indicaba que la había olvidado, o tal vez la realidad del mundo la sepultó, pero ahora que su cerebro era una carambola parece que esos momentos salían a la realidad. Nunca supe si lo que decía tautológicamente era verdad o fruto de su mente.

Una noche tras escuchar la anécdota completa y tirara al suelo la mitad de la cena, lo dejé en su cama, sabiendo que me despertaría puntual a las dos y veinte de la mañana. Sonó el despertador, eran las seis, ya se veía el sol por la ventana, no lo podía creer, por fin dormí una noche entera sin sobresaltos. Pero contraviniendo la fama que mi madre difundía sobre mi falta de intuición y otras funciones elementales, supuse lo peor.

No se había movido ni un centímetro de como lo dejé en la noche, seguramente murió muy poco tiempo después de que apagara la luz, y para sorpresa de todos los deudos y acompañantes, tenía una sonrisa que ni el embalsamador logró quitarle.

Como si hubieran podido comunicarse, a los pocos días murió mi abuela en el hospital.

Mi madre no supera la tristeza, porque aunque le conté lo que había pasado con el comportamiento de su padre, exceptuando lo del dinero de las medicinas, no lograba tener en su mente más que imágenes de tristeza.

Yo creo que donde estén, si es que están, mi abuela ríe con tremendas carcajadas, escuchando las anécdotas de la infancia de mi abuelo.

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Contra la Kodak – José Emilio Pacheco

Cosa terrible es la fotografía.

Pensar que en estos objetos cuadrangulares

yace un instante de 1959.

Rostros que ya no son,

aire que ya no existe.

Porque el tiempo se venga

de quienes rompen el orden natural deteniéndolo,

las fotos se resquebrajan, amarillean.

No son la música del pasado:

son el estruendo

de las ruinas internas que se desploman.

No son el verso sino el crujido

de nuestra irremediable cacofonía.

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La hermana, la otra – Audre Lorde

Ser mujer negra, lesbiana, feminista en la segunda mitad del siglo pasado no era tarea fácil, si a eso le sumamos que era una entusiasta activista con una profunda sensibilidad, la ecuación se complica; y por si lo anterior no fuera suficiente tenía un sentido muy agudo, poco esmerilado sobre la injusticia. Por lo tanto, los escritos recabados para esta antología son profundamente reveladores, exponiendo la realidad a la que se enfrentan las mujeres como Audre Lorde, pero atención, no intenta explorar otras mujeres afectadas, lo cual me parece muy subversivo, exponiendo la individualidad de la injusticia, que no es igual para todas, y por lo tanto su análisis y potencial respuesta debe ser diverso.

Me encanta su postura alejada de la victimización, casi sonando a un buen ajuste de cuentas, pero sin serlo. Su postura totalmente anti-colonialista es suprema, estimulante y por supuesto intrépida.

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Frase robada -Pablo Muñoz Covarrubias

Un camino que puede seguirse es aquel que busca entender por medio de la lectura de los textos cómo la vida alcanza nuevos significados y sentidos durante esta etapa.

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