Un regreso violento
Cuando un puñado de personas se dedican a intentar hacerte la vida feliz lo normal es que lo consigan.
Vuelven tiempos más bien oscuros y yo por desgracia ya los he vivido. Recuerdo ir a recoger a María, mi hija, al instituto al medio día y me cuenta con cierta congoja que habían ido los skins a pegar a un chaval. Mal rollo. Además me dice que a su amiga Nini la punky, a ella y a alguna más de las consideradas «raras» los compañeros entre bromitas les preguntaban ¿como vais a escapar sin que os peguen? Peor rollo aun. El grupo de adolescentes-jóvenes adscritos a ideología de derecha y extrema derecha era numerosísimo por aquí, cada vez más notorios, más matones y más mafiosos y como siempre bajo la desatenta mirada del mundo más preocupado por la no alineación de Raúl en la selección o de la inmensidad de negros que nos invaden en las pateras. Estos blancos descerebrados son nacionalistas, racistas, ignorantes y decididos a hacer lo único que saben, que es usar sus puños, así que me veía volviendo a las andadas, no sé si por la vía ciudadana de las denuncias, la prensa, la política y bla bla bla o con un par de cócteles molotov en la casa de estos hijos de puta. La cosa terminó en agresión a Nini y a mi hija, en un juicio en la que el muy cerdo fue un cobarde y lo negó todo y una condena que sobre todo ayudaba a mi hija a saber que no nos podemos dejar intimidar. A la salida del juicio me acerqué a unos centímetros de la cara del nazi y le dije lo que le iba a pasar si se acercaba a mi hija. Ni un ruido, ni un gesto, miedo en la cara del valentón fascista. Me temo que nos vamos a volver a ver las caras con estos. Al tiempo.
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