Un escena posible
Ilia había pensado cientos de veces que algún día no tendría más remedio que hacer lo que iba a hacer. Lo que nunca había pasado por su cabeza era que los motivos no fuesen heroicos o al menos que tuvieran alguna justificación más allá de las meramente personales y desde luego el recurso al destino como guía inexorable de nuestros actos. Se quitó un guante el tiempo absolutamente necesario para sacar un cigarrillo, llevárselo a la boca y encenderlo y durante un instante miró a través de la cortina de humo de su primera bocanada hacia la entrada del número 7 de la calle Bunina junto a la estación de tren. No se movía nada ni nadie como venía ocurriendo desde que se apostara al refugio de la obscuridad que le proporcionaba la escasa luz de la única farola que funcionaba en aquella callejuela. Entre el frío y la tristeza su mente viajó hasta la piel de Luba justo unos días antes de que se diera cuenta de su situación. Entre las mantas de aquella casucha de madera en las afueras de Obninsk. Ilia supo que después de aquel encuentro con Luba su vida entraría en una espiral frenética como así había sido. Por un instante pensó que no había merecido la pena pero su espalda se erizó como un gato cuando recordó el tacto tibio de aquellos labios de Luba en su boca. Una ráfaga de nieve le hizo estremecerse levemente y de paso le recordó que la Makarov seguía allí junto a su pecho lista para acabar de una vez por todas con la pesadilla de Luba y seguramente con su propio futuro. Alguien se acercaba dando tumbos desde el principio de la calle; seguramente era Gorodin y lo que para cualquiera hubiera sido un sobresalto, un ataque de ansiedad para Ilia era una liberación. Tiró lo que quedaba del cigarrillo, lo aplastó con su bota, esperó unos instantes hasta comprobar que era Yuri y no otro y en apenas cuatro pasos se plantó delante de el con la mano dentro del abrigo y el dedo listo para acabar con todo. Hola Ilia. Hola Yuri, me alegro de verte. Yo no. Es normal pero tu sabes que esto terminaría pasando. Si lo sabía, y durante meses recé para que no fueras tú. Pues ya lo ves. ¿La quieres?-Le miró a los ojos y no esperó su respuesta. Hazlo rápido. Ilia no había perdido la frialdad con la que vivió sus meses de primera línea en Chechenia cuando matar había llegado a ser cotidiano, Con su brazo derecho abrazó a Yuri, y mientras le besaba un ruido seco salió del cañón de la Makarov y todo había terminado. Volvió a poner la pistola en su funda y notó el calor del disparo bajo su brazo.
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