Relevo
No hay una sola caída que no deje huella, a veces resulta evidente y la cicatriz nos acompaña y termina siendo parte de nosotros, de nuestra imagen, nos identifica y en algunos casos, los menos, nos hace hermosos, grandes, fuertes. Otras no. Otras, la mayoría, dejan el reborde rosáceo de la carne cortada y vuelta a juntar, por dentro, a la espera, con el ánimo de doler en los cambios de tiempo, entre un amor y otro o por las tardes cuando la soledad y el crepúsculo se adueñan del espacio. De esta manera el tiempo es el artista del ecce homo que terminamos siendo y que algunos llevan con gallardía y otros, yo mismo, apenas si alcanzamos a llevar.
Gracias a todos los interesados, gracias por los besos, los pequeños apuntes en la botella náufraga, los silencios de quien me conoce a la espera de que se pare el viento; esto continúa, incluso se acelera y no podría dejaros en la estacada del silencio cómplice con un gobierno que duerme y calla capturando día tras día números uno inexistentes, con una derecha que pone cara de meapilas mientras se agarra los testículos en votaciones vergonzosas, con un mundo que lamina cada día más y más empleos mientras reparte el botín entre los culpables.
Me podría callar y sería como caer de nuevo. Estoy dolorido, así que prefiero chillar.
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