Profecías
Tenía escondida una víctima en mi alacena celosamente guardada entre lamentaciones protegida flanqueada por algunas disculpas oculta incluso para mi, durante años.
Después de tu llegada todo saltó por los aires la comodidad solitaria la cama que dormía los sueños las imposturas y un par de fábulas autocontadas.
De una forma natural la alacena cedió al peso de tus caricias tu mano en mi espalda que me buscaba el centro cada una de las miradas encendidas dedicadas fue quebrando el equilibrio inútil de la brisa entre los dedos.
Ya no hay víctima ni estás tú ni tengo cama ni estoy solo pero algo me dice que nada será mejor que cuando sufría.
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