Pesimistas, tristes y otros antisociales

Los optimistas siempre gozan de buena prensa, son admirados, elogiados: «es un hombre encantador, siempre está sonriente…», nadie se siente en la obligación de decirles que convendría que moderasen su actitud para hacerla algo más pegada a la realidad, aunque se excedan con tanto feeling positivo, nadie teme que esa manera de afrontar las dificultades pueda tener consecuencias indeseadas para ellos o para los demás; para los pesimistas, los tristes, la cosa es diferente y para mal.

Hay mucha gente que cree que lo hacemos a posta, que nos entristecemos por voluntad propia, para joder al resto de los mortales y menos mal que ahora la medicina ha conseguido redimir a nuestros extremos los deprimidos y el personal admite que su falta de ganas de vivir no es fingida, sino un sentimiento que se manifiesta físicamente.

Nadie quiere convivir con una persona que no es capaz de ver el lado positivo, con los que cuando tenemos suerte miramos para atrás y para arriba por si la cosa se tuerce, y es normal, lo saben los publicistas que siempre nos sacan gente guapa, delgada, feliz cuando tienen las cosas que nos quieren vender, lo saben los empresarios que prefieren jóvenes con espíritu emprendedor que mujeres u hombres con ojo crítico, es vox populi, pero para nosotros, para los que el más mínimo revés es un golpe definitivo, la sensación que tenemos es de ser tratados injustamente.

Algunos luchan contra esta exclusión social con fármacos y, que curioso, parece que no hay ningún fármaco para aquellos que se ríen de todo sin darse cuenta de lo que pasa realmente; yo no soy partidario y lo he hablado algunas veces con amigos consumidores, pero soy muy respetuoso y creo que cada uno debe tener el derecho de luchar contra este mal social como mejor pueda aunque haya quien opte por quitarse de en medio sin más y desoyendo las enseñanzas de la santa madre iglesia decida sin permiso de dios. Antes a estos ni los dejaban ser enterrados en los cementerios, que hasta aquí podríamos llegar, bien está que los aguantemos en vida, pero si atajan… que los aguanten en la otra los de su palo y luego están los que buscan «otros estados de consciencia» o dándole al vino o los más sofisticados con poderosos químicos.

Yo estoy por intentar quererme como soy, triste, depresivo y cada vez que veo el lado negro del futuro callármelo para que no me llamen agorero y procurar no molestar, ni poner malas caras, ni enfadarme más allá de la defensa propia, pero no es fácil dar el pego, hacerse de la secreta de los sentimientos, meterse en el armario, siempre algo de droga hay que tomar y mientras voy cortando amarras con las amistades y espero ese día en que vea como un amigo aconseja a otro: «lo que tienes que hacer es tener una actitud un poco más negativa, hombre, que luego la realidad es muy obstinada».


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