París
La universidad española estaba en un momento interesante. Esto lo digo no por mis especiales conocimientos de la universidad que abandoné, como muchas otras cosas, en cuanto me apretaron los zapatos, si no porque me lo dijo mi amigo Nacho que era vicedecano en la universidad Gallega. Me contaba que anda en esos menesteres porque quería ser parte del cambio y conociéndole como le conozco, si de él dependiera, el cambio habría de ser para mejor. Con Nacho tengo buenos recuerdos, sobre todo de un viaje a París de unos días, en el que descubrí una ciudad que me encantó o mejor dicho que me atrapó como pocas lo han hecho; solo Kenia se quedó con mi alma como París. Las ciudades te roban el corazón más que las mujeres. He vuelto algunas veces a Francia y siempre que he podido a París y casi siempre he vuelto a pasar por el museo Rodin donde estuvimos algunas horas, yo empapándome y Nacho esbozando. Tengo algunas fotos. Después lo he hecho con mi hija que descubrió y me descubrió un bonito cuadro de Van Gogh en la que fue casa de Rodin y que es su museo. Es un museo pequeño, en el centro de París, con un jardín acogedor que rodea una casa de dos plantas donde destacan obras como el beso, el pensador o los burgueses. Obras excelentes que uno puede ver muy despacio y muy cerca y que según leí después o quizá en el mismo museo no está muy claro si son todas de Rodin o en algunos casos de su mujer y de algún otro alumno. Siempre me ha parecido poco interesante quien era el autor, así que lo visto y lo sentido no se desmerece por un quítame allí esas firmas, aunque el asunto de la mujer que trabaja y el marido que se aprovecha ya me parece un patrón de los grandes hombres.
Con Nacho pasé horas tejiendo un tapiz en un telar de alto lizo que nos construimos nosotros mismos y que conservo en un pasillo de mi casa y le seguí, de lejos, detrás, en sus primeros pasos como lo que seguramente hoy es: un artista. Me contaba que la universidad estaba en un momento interesante y yo desde lejos pienso que es la misma pulsión que debieron sentir tantos otros cuando cogieron el relevo de las instituciones. Me recuerdo a mi mismo tomando posesión de mi acta de concejal. No obsta. La universidad seguro que estaba cambiando y si todos los empeñados hubieran sido como Nacho, el cambio tendría que haber sido profundo, irreversible. Me temo que no ha sido así, o quizá sí, yo ya ando lejos de esos ambientes y solo veo el desdén con el que se va dejando morir a la universidad pública para hacer crecer los chiringuitos privados. Siempre nos quedará París, decía un famoso diálogo de la película Casablanca y en mi caso es verdad y cuando la angustia se apodera de las tripas cierro los ojos y me veo a mi mismo sobre un mar de hojas secas en un otoño azul y amarillo en medio de una pequeña plaza de la parte alta de París.
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